Partida Rol por web

Leah le hizo una presa ahogandolo obligándole a dejar de ahogar a su víctima.

La chica, casi una niña, que, atada, apenas podía más que girar convulsivamente, liberada de la presión de la almohada respiró tosiendo y con sus ojos muy abiertos, aterrorizada, se desgañitó soltado un largo y rasposo grito.

“Carlos” golpeó a Leah como si fuera un muñeco contra el chasis del camión hasta que la obligó a soltar su cuello lanzándola después de la cabina al suelo de cemento.

Allí, un poco aturdida, la policía vio al secuestrador, rojo como un tomate, ponerse al volante y arrancar el camión echando marcha atrás mientras que la desdichada chica que seguía atada en el pequeño camastro tras la cabina no paraba de gritar.

El sol empieza a brillar con fuerza entre las nubes cuando llegamos a Saint-Omer. A esta hora temprana no me resulta difícil encontrar aparcamiento cerca de la basílica donde nos hemos citado con el contacto de Clémentine, que no es otro que Pacal Réjane, un pez gordo de la Policía con el que yo ya estaba familiarizado desde hace algún tiempo. A estas alturas ya no me sorprende nada, pero me resulta curioso que alguien de la posición del comisario Réjane esté involucrado en todo este asunto.

Cuando llegamos al jardín anexo a Nuestra Señora de los Milagros, me llama la atención el porte del comisario, que nos espera sentado en el murito que rodea el perímetro. Nunca lo había visto en persona, y su presencia se me antoja un tanto poderosa, como si fuese alguien que realmente tiene el control de la situación. Obviamente es solo una percepción fugaz que bien podría estar equivocada, pero no puedo evitar tener esa sensación cuando le estrecho la mano.

—Señor Réjane, es un placer. Soy Mats Bergstrøm. Imagino que ya está al corriente del asunto que nos trae.

«Jefe de los Chamanes». Me mantengo a la espera de que mi amiga haga las presentaciones oportunas.

El momento en el que todos recobran sus recuerdos es uno que se graba a fuego en mi corazón y en mi mente, los saludé con un sentido abrazo antes de partir y sentí en mi pecho el peso de la culpa de no darles la bendición de la memoria también a las chicas, pero es mejor así por ahora, me repito una y mil veces.

En el trayecto estoy nerviosa pero no hablo, como si pesara sobre mí algún tipo de hechizo, de lo que vamos a hacer si no de cualquier otra cosa. Al llegar a la iglesia no puedo dejar de admirar las flores del jardín y el ábside, aunque del lado exterior no recuerdo si se llama así propiamente.

Estrecho la mano del policía -Mi nombre es Clementine Ouvrard, el gusto es mío. No sabía que París tenía un departamento de Chamanes -expreso con sinceridad, sin embargo a estas alturas me parece lógico que exista tal cosa -Vengo a hablarle sobre un amigo en común, Elliot -titubeo ligeramente al pronunciar su nombre, espero por el bien del rubio que Réjane no esté poseído por fuerzas contrarias a nosotros... A estas alturas sería una triste realidad, pero prefiero confiar en su criterio y seguir adelante. -¿Acaso lo recuerda?

Todo paso tan rapido que cuando despeje mi cabeza sobre el suelo el hombre huia con su presa y yo habia fallado. Sin dudar esta vez saque el arma y dispare contra los cauchos del camion. Tal vez no se detendria rapido pero no iria muy lejos y podria alcanzarle.

Ya no me importaba que todo el mundo me escuchara, ya no me importaba el ruido de mi arma, tenia que detenerle como fuere.

- No te me vas a ir maldito..... susurre y dispare.

Tuvo que robar un monovolumen para salir a toda velocidad siguiendo la dirección con la que había huído el camión.

Varios kilómetros más adelante lo encontró parado en medio de la autopista con las luces de emergencia puestas. En su interior ya no estaba “Carlos” pero en el catre tras la cabina la chica seguía retorciéndose, atada de pies y manos, con signos de haber sido golpeada muchas veces, pero viva.

—Desátame, desátame por favor...

Primero respondió con una casi imperceptible sonrisa.

—Habría que matizar que no somos un Cuerpo de Seguridad del Estado sino más bien una añeja organización clandestina.

Luego, al escuchar el nombre de Elliot se quedó pensativo.

—Tenía mis sospechas pero estaba lejos de estar al corriente. Elliot es como un sobrino para mí y hasta ahora, en mi cabeza, ha sido como si no hubiera existido nunca.

Sacó una pitillera, ofreció tabaco y fuego y en el caso de que sus interlocutores no fumaran pidió permiso para encenderse un cigarro.

—Nos enfrentamos a una magia muy poderosa y espectacular, no se puede negar. Pero como ven también es frágil. Sólo con mencionarme a Elliot todo ha vuelto a su sitio en mi mente, como en una reacción en cadena. Les estoy muy agradecido.

Sin apenas gesticular les invitó a ponerse en marcha y los tres comenzaron a andar por una calle estrecha. Caminando despacio hablaba en voz suficientemente baja como para que lo dicho fuera ininteligible más allá del círculo de sus interlocutores.

—Intuíamos que nos faltaba gente. Y también que esa ausencia tenía que ver de alguna forma con el asunto de los tatuados.

Encontramos a uno de los que habíamos perdido. Ahora gracias a ustedes sé que se trata de Daniel Mallutz. Anoche mismo comenzó su iniciación con unos chamanes de fuera de la ciudad a los que llamamos los lobos. Ellos, a los de París, nos llaman los cuervos.

Tomaron una cuesta arriba. La calle empedrada reflejaba la luz del sol.

—Los lobos custodian a una de esas chicas cuyos tatuajes la secta contra la que luchan utiliza para viajar por reinos espirituales. Es una arrepentida que hace años asumió su responsabilidad y se entregó. A través de ella los lobos han recibido una llamada de socorro de uno de los suyos y se están preparando para hacer una incursión para rescatarle. Quieren llevarse a Daniel con ellos y tienen nuestro permiso.

Se detuvo para dejar pasar a una anciana que caminaba lentamente, calle abajo, con la cesta de la compra. La saludó y la señora devolvió el saludo.

—Asumo que a la niña tatuada la tienen ustedes, en las marismas. Es un buen lugar. Lo prioritario será recuperar a nuestros desaparecidos y luego veremos cómo podemos acabar con esa secta sin que nos la vuelvan a jugar.

He traído a un grupo de mis chicos. Al final de la calle están preparando una casa para que les sirva de cuartel. Si me acompañan se los presentaré pero primero, si es posible, pónganme al día con todo lo que puedan contarme.

Entraron en una gran tienda hecha a base de pieles, ramas y huesos de animales cuyo aire estaba totalmente enrarecido por el humo de una hoguera.

Allí había una chica joven desnuda, con la piel cubierta de tatuajes, sentada en posición del loto sobre una piel de lobo. Con los ojos abiertos y la cabeza gacha, mirándose a su ombligo fijamente.

El hombre viejo estaba junto a ella, aspirando humo de su pipa y soplándolo a la boca de ella. La chica sólo apartaba la vista de su ombligo para tomar el humo del hombre, como en un beso.

Otro viejo, bajito y con el pelo largo, entonaba un cántico que parecía salido del repertorio del floklore mediterráneo. Ella repetía de vez en cuando alguna estrofa.

Una mujer, también anciana, observaba atenta con una especie de punzón -que en realidad estaba hueco como una gran aguja hipodérmica-  en una mano y un cuchillo en la otra.

Un venado aguardaba tendido en el suelo con las patas atadas y la mirada perdida, esperando para el sacrificio.

La chica joven se puso a resollar y soltó un grito que mantuvo hasta quedar sin aliento, con una voz de hombre que desde luego no era suya.

La vieja empezó a inspeccionar el cuerpo de la chica tatuada con atención y de pronto le clavó el punzón en su ombligo. La piel de la chica se enrojeció dibujando dos circunferencias concéntricas alrededor de la zona del pinchazo.

Del punzón empezó a manar un líquido negro que olía a podredumbre. El viejo del pelo largo, sin dejar de cantar llenó un cuenco del tamaño de una taza de café de ese líquido. Los otros dos ancianos oficiantes inmovilizaron el venado mientras éste le daba de beber el líquido al animal, que se lo tragó no sin resistirse.

El venado empezó a moverse con ímpetu. Le cortaron las cuerdas que lo inmovilizaban y salió corriendo de la tienda.

A un gruñido de Remo la manada de lobos se puso a perseguirlo.

Sólo los que consiguieran cazarlo podrían unirse a la caza*.

Estaba segura de devolver el vehiculo tan pronto hubiese salvado a la chica. Incluso podiamos ir directamente a la policia. Mientras conducia lo mas rapido que pude sacarle a ese cachorro contaba los metros hasta que finalmente divise el camion parado a un costado. Me detuve y dejando las puertas abiertas corri a la cabina con mi arma apuntando hacia adelante. 

Solo estaba la joven.

- Tranquila, tranquila, estaras bien, vengo a ayudarte. 

Puse el arma en un costado para poder reaccionar a tiempo si era necesario y comence a forcejear con las ataduras. 

- Tienes que decirme a donde esta? Esta cerca? Tienes que calmarte, no te pasara nada mas pero dime, porque te dejo sola?

Tenia que asegurarme que no estaba cerca para que no nos sorprendiera. Aun asi continue con las ataduras. 

Joder que dificil esta esto.

Mientras Réjane habla y camina lo observo detenidamente, su poca emotividad al recordar a Elliot me desconcierta, o mejor dicho, me da mala espina: o sabe esconder muy bien sus emociones o no es dueño de sí mismo y eso me asusta. Pongo las manos detrás de mi espalda para que mis gestos no me delaten si es que la ansiedad me juega una mala pasada. El hecho de que salude a la anciana, algo casual y normal, me hace pensar que nos está señalando a nosotros. Tengo que bajarle a mi paranoia pero también tengo que chequear que puedo confiar en él por más que Elliot me haya dicho que era de fiar, porque a esta altura todo me parece sospechoso y la información que me está dando no quiero confirmarla ni negarla en caso de que no sea de los nuestros.

-¿Cómo lo ha conectado con lo de los tatuados? -quise saber con verdadera curiosidad con mi mejor cara de inocente. Me alegra saber que Daniel está con vida y que están por rescatar a Gabriel, o eso supongo... Si es que me está diciendo la verdad y no es una trama bien urdida. Aprovechando la verdad de mi emoción inquiero -¿Cómo encontraron a Daniel?

Me paro mirándolo, esperando respuestas. No digo nada a lo de las marismas ni pienso decirlo, no es información que él deba tener en este momento y el que lo haya mencionado me alerta más que tranquilizarme. -Mire, comisario, no vamos a acompañarlo a ningún lugar ni contarle nada hasta que sepamos que podemos confiar en usted o en sus "chicos". Acabar con esa secta es lo que más deseo pero sé cómo son y conozco sus jugarretas -lo miré a los ojos, no tenía idea de quién era este tipo o qué poder tenía pero para mí era tan peligroso como cualquier otro y no me iba a dejar arrastrar al olvido otra vez. Primero muerta. -¿Cómo sabemos que podemos confiar en usted y que usted es usted en un 100%?

Sí, podía ser más sutil, pero no tenía ganas ni tiempo. Por el bien de Elliot esperaba que este hombre y su equipo estuvieran en sus cabales.

—Comprendo su desconfianza. No es para menos.

Miró al suelo pensativo. Afirmó con la cabeza.

—Les ruego que me disculpen si les doy explicaciones enrevesadas. O incompletas. Entiendo que es imposible que resulten plenamente satisfactorias...

Volvió a mirar a cada uno de sus interlocutores y comenzó a hablar.

—Algunos de los nuestros tienen intuiciones que van más allá de la memoria o la lógica. Un chamán de la ciudad bajo mi cargo apodado Fermi, que he traído y podrán conocer, si aceptan, estuvo a punto de pasar por alto un cadáver decapitado en una de las criptas que utiliza a menudo para hacer sus ritos.

Supo enseguida que llevaba un mes muerto y que había fallecido de su mano. Aun así no recordaba nada del asunto. Fermi habla con los muertos, sobre todo utilizando sus restos. Pero éste se negaba a acudir a su llamada. Cosa rara, siendo que a menudo vienen desde muy lejos. Eso sí, pudo determinar que el cadáver en cuestión había sido objeto de una suerte de posesión y de un intento fallido de exorcismo.

Decidió buscar cosas vinculadas a esa muerte, como con una brújula y encontró al fantasma de un adolescente que pasaba los días sentado a la escalinata de la plaza de Notre Dame. Estaba confuso, no sabía muy bien por qué había muerto. Recordaba el momento como un sueño y ni siquiera estaba seguro de si estaba durmiendo todavía. A veces cuando la muerte nos sorprende soñando nuestra alma se puede quedar atrapada un tiempo en el sueño en cuestión. Fermi dedujo que el chico podría haber muerto durante una posesión, como el cadáver decapitado de la cripta.

Lo estaba vigilando cuándo apareció Daniel. Daniel no recuerda quién es y su imagen sufre de una especie de amnesia anterógrada que hace que cualquiera se olivide de él al poco de separarse. El fantasma del chico era el único ser, además de Fermi, que podía ver a Daniel sin olvidarse de él a los segundos de dejar de mirarlo.

Fermi vio en el aura de Daniel indicios de su naturaleza y su talento y le ayudó a suavizar ese efecto pernicioso sobre su imagen. El fantasma del muchacho había muerto atropellado por una ambulancia que conducía precisamente Daniel.

Con la ayuda del señor Mallutz, Fermi consiguió hacer hablar al cadáver. Resultó que también estuvo en esa ambulancia, al igual que usted, señorita Ouvrard y su paciente, la niña tatuada. Hasta entonces teníamos noticias de su fuga con su paciente en una ambulancia, pero no nos constaba que hubiera alguien de los nuestros con ustedes.

Tanto Daniel como Leah como la chica decapitada trabajan para una de mis colegas, Nella Gavaldá, en una agencia de seguridad inventada ad hoc llamada CSB: Dirección General de Seguridad Exterior. Nella también sabía que le habían robado a gente de su equipo.

Al igual que los lobos.

Era poco probable que Nella, los lobos y Fermi hubieran olvidado a gente a su cargo o muertos a su mano al mismo tiempo sin que sus casos estuvieran relacionados.

Los lobos custodian a una chica tatuada, la arrepentida de la que les he hablado. Y a través de los sueños de ella estaban recibiendo “señales” de socorro y advertencia. Así que tenemos su niña tatuada y la arrepentida de los lobos. Dos personas tatuadas y magia que rompe los vínculos de las imágenes, provocando el olvido.

Ahora que usted me ha revelado uno de los nombres olvidados, el de Elliot, todo ha vuelto a su sitio. La chica decapitada es Suzanne Rostand, formaba parte de un equipo del CSB de reciente creación capitaneado por Daniel. La arrepentida que tienen los lobos se llama Arene Lioret. Nella me contó que había sido contactada por Daniel y que había sido responsable de la primera chica tatuada cuyo cadáver se encontró hace cinco años.

Ahora se que fue Elliot quien nos llamó para que acudiéramos a casa de Sophie Taylor. Habían poseído a su hermano y pudimos salvar su vida y la de su hija pequeña.

Estoy deseando hablar con Nella para que ella también recuerde. Y, por supuesto que hablemos con Daniel, para que él recuerde quién es.

Los sectarios siguen buscando lo que sea que quieran y aunque saben que han ganado tiempo también saben que contra nosotros su magia es efímera. No sólo han hecho que el mundo olvide a Daniel, Elliot, Gabriel y quien estuviera con ellos. También lo hacen sobre sí mismos, para desaparecer del mapa, cada vez que nos acercamos. Así que me temo que debemos actuar rápido, antes de que intuyan que hemos recuperado su rastro.

Se rascó el pelo del cogote.

—Señores, entiendo que en estas circunstancias y con tan poco tiempo es imposible que yo pueda darles garantías para que asuman que soy de plena confianza.

Sólo se me ocurre decirles que si bien no pueden confiar directamente en mí sí pueden hacerlo en el criterio de Elliot. Si les mandó hasta mí es por algo.

Me fuerzo a dejarme arrastrar dentro de la construccion aun contra del instinto de evitar a los humanos.
Filtro sobre la firmeza de las certezas animales la incertidumbre suficiente para hacerme dudar de la total identificacion con el lobo y el olvido del hombre.
Hay bastante bruma en los contornos de la realidad presente: En la manada, en el lugar, en los celebrantes... como para permitir una sentencia contundente y firme.
A empellones las simplificadas ideas de la eclipsada parte de esta extraña naturaleza dual, insisten en estar. La que resalta por encima es la intencion de equilibrar.
En el lado opuesto el hambre y una autonomia liberada de reglamentos.
Lo cierto es que el ambiente en el interior es de lo mas molesto.
Los olores y los ruidos. Humo y fuego. Voces de gargantas asperas.
Es solo la disciplina de fondo, la misma que ha pactado con Remo la que me mantiene a raya.
Sobretodo con el aroma del miedo del bocado de caza amarrado en el venado que han dejado en el medio.
Hay bocandas de entendimiento que capturo mientras ocurren pero que la insistencia de la impaciencia salvaje solo deja que sean guardadas para luego.
El sabor del origen mediterraneo del rito que estan ejecutando.
La familiaridad de ciertos rostros o ciertos dibujos.
El caracter de lo que se esta conjurando.
El aroma a corrupcion de la purga activa ciertas direcciones en mi interior sin marca de origen pero si de significado.
Lobo sigue bregando por desperezarse pero le susurro que si va a matar la Muerte no es simplemente e medio de la satisfaccion de los primarios anhelos. La Muerte pesa.
Si soy Yo el que da esa puntada... Peso...
Lobo sigue teniendo impetu pero notamos el ligero desequilibrio sobre lo que un segundo antes era plenitud sin duda.
Lo sigue trasegando en el momento en que las ligaduras se rompen y se alza la persecucion.
El bosque es negro y en los sentidos de la bestia se despliega con iluminacion casi magica.
Disfruto de la caida de las restricciones y sin embargo es como si trasportara un hilo detras que me hace llegar un latido mas tarde, un aliento en demasia.
Sigo a la presa, la acoso, pero nunca siendo capaz de tocarla, completamente alejado del golpe de gracia.
Lobo se recupera bastante contento. Solo una parte comun piensa en que nos ha frenado, si la inexperiencia o eso otro indefinido, el Peso.

La chica no sabía por qué la había dejado sóla ni dónde había ido. Desde ese armarucho, atada, tampoco había podido ver nada. Sólo dijo que se había llevado un bate de béisbol.

En cuánto estuvo desatada sólo quería salir de allí y desaparecer.

De pronto, Clémentine empieza a hacer preguntas al comisario Réjane, denotando suspicacia. Aunque la duda parece razonable, tengo la sensación de que esta desconfianza es innecesaria. Conozco a Elliot; el muchacho arriesgó su propia vida por ayudarnos en una situación que no lo afectaba directamente, y parece muy listo. No creo que nos enviase sin más a reunirnos con alguien en quien no confiase plenamente. Con todo, entiendo que mi amiga necesite convencerse.

A continuación, Réjane procede a compartir con nosotros una larga serie de informaciones que añadir a la lista: nuevos acontecimientos, nuevos nombres, nuevos horrores… Una parte de mí se pregunta cómo he llegado hasta el punto de aceptar como normal que un desconocido me relate encuentros con fantasmas y extraños rituales chamánicos, de hablar con los muertos… También menciona a una mujer, una sectaria arrepentida, a la que tienen bajo custodia. Suspiro.

—Bueno, podemos tomarnos esta nueva situación como una oportunidad de hacer mejor las cosas, de ser discretos y acabar con ellos de una vez por todas —afirmo, algo ausente—. Yo confío en usted, Réjane. Confío en Elliot, así que también lo hago en cualquiera de sus allegados. Además, creo que hemos de apostar si queremos avanzar lo bastante rápido como para atraparlos. —Miro soslayadamente a Clémentine, más para ver qué cara pone al oír mis palabras que por otra cosa—. El caso es que han ocurrido ya tantas cosas desde que todo comenzó que no tengo ni idea de por dónde empezar. Pero si quiere saber lo último que podamos contarle respecto a Elliot, él estuvo con nosotros cuando fuimos a buscar a Sophie Taylor. Nos separamos, tuvimos un enfrentamiento con unos sectarios… No volvimos a verlo. A partir de entonces es cuando creo que ellos lo hicieron, su magia. Hemos permanecido ocultos desde entonces. Hasta hoy. —Me arreglo la barba con una expresión ligeramente molesta—. Pero supongo que Clémentine podrá darle más datos. A fin de cuentas, ella lo ha visto y ha hablado con él esta pasada noche, en sueños.

Me giro entonces para mirar a Clémentine, levantando una ceja impaciente.

- Pues vamos te sacare de aqui y te llevare a la policia o donde quieras vale?

Apurandome, tal vez algo asustada o preocupada pero con determinacion, solte sus amarras para salir de alli hacia el auto que habia robado. 

Antes de irme revisare la cabina por si habia algun indicio de donde era su escondite o quien era realmente o algun otro dato. Tendria que encontrarle y era probable que otras niñas estuviesen en peligro o en un futuro proximo. No podia permitirlo.

- Vamos, vamos vamos, salgamos de aqui.

Y tomandole de la mano fui hacia el auto.

Mientras las historias de Gabriel, Suzanne, Arene se completan en mi mente junto con la de Daniel, siento una punzada de culpa por el muchacho al que tuvimos que atropellar en aquella ocasión... Me pregunté si de existir el karma la culpa a purgar por la acción recaería sobre mí o sobre los sectarios, luego alejé el pensamiento de mí.

Me llevé una mano a la boca... Pobre Suzanne, qué horrible. Y pobre Daniel. Sin embargo, cuando relató lo que le ocurría y definió el síntoma, amnesia anterógrada, recordé lo que Elliot me hubiera contado que sufrió durante el sueño que compartimos. Todo encajaba, al parecer...

Esperé a que Mats hablara y agregué detrás de él -Yo también confío en Elliot y su criterio, pero como entenderán -los miré a ambos alternativamente -no podía arriesgarme a que los sectarios hubieran llegado a usted antes que nosotros y nos atraparan en el interín -le di una mirada elocuente a Mats. Sí, estábamos urgidos y sí, había que actuar rápido pero tampoco iba a regalarle nada al enemigo, no otra vez.

Suspiré recordando cada uno de los momentos del sueño y mi corazón se retorció en mi pecho -Elliot está en peligro -sostengo -Está en Monte Desierto en el estado de Maine, en Estados Unidos. Allí hay un faro que se llama Bass Harbor -le digo observando sus expresiones y las de Mats -Me ha dicho que él quería que usted supiera en dónde estaba y que iba a tratar de escapar de allí, actualmente cuatro mujeres lo tienen retenido, una de ellas es soñadora y se llama Ellen, está tatuada como las demás chicas, y la mayor de ellas me temo que es una sectaria llamada Ágathe, yo la conocí en París, organizó una muestra de arte en la que había fotografías de esta muchacha Ellen y asistí al evento. Elliot me dijo que seguramente lo habían hecho para rastrear a Édith.

Hice una pausa recapitulando -Él me ha dicho que usted tiene medios como para alcanzarlo, pero que no pueden hacerlo por las vías oficiales porque estará vigilado el ferry y cualquier otro medio de llegada, me ha dicho que aunque no diera señales de vida pronto quería que usted supiera en dónde está -miro al piso unos instantes y hago un gesto con la boca, no puedo ocultar que estoy preocupada pero prefiero enmascararme tras este sentimiento para pensar, Mats ha dado información pero no muy detallada, por el momento solo voy a agregar algo más a sus palabras -Elliot me contó que cuando bajó por el montacargas en el parque Buttes-Chaumont los estaban esperando a él y al equipo que iba con Daniel, que antes habían sido emboscados pero que una vez en las catacumbas los sectarios obraron su magia e hicieron que todos los olvidaran... Debemos detenerlos -afirmo sin asomo de duda esta vez mirando al hombre frente a mí -No solo por el daño humano que están causando, si no porque juegan con fuerzas que si se degeneran podrían derivar en algo que no me atrevo a imaginar...

El comisario afirmó con la cabeza y sacó un teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta que tenía bajo el brazo, pidió disculpas haciendo alusión a la importancia de actuar rápido y habló en inglés.

Saludó brevemente a su interlocutor, que parecía un viejo amigo y le expresó la necesidad de que mandara a alguien familiarizado con las sectas al lugar mencionado por Clementine en busca de Elliot.

Cuando colgó invitó con un gesto a Mats y a Clementine para ponerse en marcha mientras les hablaba, de nuevo en francés.

—He llamado a un colega de Boston. En una hora y poco tendremos a alguien sobre el terreno. Para entonces habrá un vuelo preparado para ir a Maine si fuera necesario. En un rato tendré los detalles.

Al final de la calle había una plaza con cuatro grandes árboles en su centro.

—Señorita Ouvrard, tiene usted mucha razón. Casi se podría decir que por Ley cósmica el objetivo de la versión ocultista del culto a la personalidad, la deificación del ego, acaba convirtiéndose en un infierno. Juegan con esas fuerzas y esas fuerzas juegan con ellos. Claro que, desgraciadamente, esa locura arrastra a inocentes.  

Llegaron a una casa muy vieja de dos plantas cuya fachada, un poco inclinada por el peso de los siglos estaba fuertemente sustentada por recias vigas de madera. El comisario llamó con los nudillos y un hombre de tez morena, ojos muy grandes y aspecto sobrio les abrió la puerta saludando con la cabeza.

Un gran salón tenía dos ventanas pequeñas a la calle y un portón abierto que daba a un patio interior, sombreado por una descomunal glicina abarrotada de flores.

En el centro de la sala había una recia mesa y en un lado una chimenea tan grande que parecía otra estancia. Sobre la mesa, una cafetera, unas tazas, unos mapas y una brillante pistola plateada.

Dos personas se levantaron de sus sillas: un hombre recio pero de rostro delicado y pelo largo, maquillado con un toque femenino, ataviado con lo que parecía una especie de túnica o capa gris y negra que le daba al conjunto un aire entre monástico y de actor de kabuki, al que el comisario presentó como Fermi y una mujer más mayor, pálida, pequeña y delgada con una melena blanca y lacia, muy larga, que se presentó ella misma como Juliette.

Tras las presentaciones -el que había abierto se llamaba Saqib- el comisario les puso en situación, hablándoles sobre Elliot y las mujeres tatuadas.

Estaban todos de pie y Fermi descansó las palmas de sus manos sobre la superficie de la mesa.

Tras tomarse unos segundos para reflexionar habló para matizar lo dicho por su jefe. Su voz era tranquila y profunda con un amplio registro que llenaba la sala pasando dulcemente de los graves a los casi agudos.

—A Leah la encontré vagando cerca del Sena, cuando era la montura de Ammyt. Traté de sacar el soñador de Suzanne pero todo salió mal. Leah tiene mucho potencial para montar espíritus pero desgraciadamente muy poca experiencia. Le robaron al devorador de almas que moraba en ella pero dudo mucho que puedan hacer uso de él, al menos en tan poco tiempo.

Con respecto a Elliot siento buenas vibraciones. Le conozco. Es un niño viejo... pero también un cazador con instinto. Puede que hayan metido a un zorro en su gallinero.

La mujer del pelo lacio miraba a Mats con una sonrisa en la boca. Su voz, compara con la de Fermi, sonaba como lejana. Pero hablaba con un deje divertido, travieso, que le daba una chispa de vida.

—Le conozco de su trabajo de periodista, pero en las fotos no se ve su preciosa aura, señor Bergstrøm.

Mientras caminábamos hacia la casa me acerqué a Réjane y le mencioné que Elliot me había indicado que estaba en una gruta del acantilado junto al faro, que actualmente sus captores no sabían donde estaba y que iba a necesitar un medio para salir de allí, había dejado esos detalles para último momento por su importancia, pero si ya iban a enviar a alguien era necesario revelarlos. Yo que soy un poco agnóstica y un poco creyente, en aquel momento elevé una plegaria silenciosa por él con la esperanza de tenerlo pronto junto a nosotros.