Partida Rol por web

- Me parece bien que vayamos a ver, no me fio de nadie en este momento ademas seguramente notaremos cosas que otros no.

Lo sigo escuchando y me sorprende su capacidad para hilar las cosas.

- Un paso a la vez Daniel, creo que es bueno ir y de ahi vemos que mas hacer. Ademas siento que debo ir a ver a Ophelia. Algo no esta bien, pero tampoco se de ir sola.

Mire a Daniel algo perturbada.

- Si es bueno verte para mi tambien. Y force la sonrisa.

Daniel era mi tabla de salvacion al mundo natural al mundo real, era lo que me hacia sentir viva, aun.

- Tengo miedo Daniel, de verdad, es algo nuevo para mi, pero nunca me habia sentido asi. Mi voz era seria.

Mi expresion tampoco mostraba ningun tipo de temor ni cobardia y por eso tal vez lo hacia mas perturbadora. Me acerque al telefono mientras le hacia señas para que se bañara rapido.

- Si buenos dias, soy la Señora Mallutz, si quiero pedir un desayuno de tortitas y huevos escalfados y 3 tazas de cafe con leche y 4 cubos de azucar. Gracias.

Colgue el telefono.

- Vamos niño, bañate que no soy tu esposa, SOY TU MADRE!!!

La carcajada que siguio al menos me hizo botar algo de stress y le lance una almohada para que se metiera al baño.

Desde el umbral le escucho desvelar sus pensamientos con atención apoyado en la madera.
Estoy contigo. El tipo que cogió Rostand no se va a esfumar y Eugene quería que viéramos algo - me encojo de hombros - para bien o para mal ya lo veremos - me detengo un segundo - ¿Ophelia estara accesible?¿Quiero decir que ha amanecido...? - luego me paro y suelto una mueca irónica de un pensamiento que tengo sobre mi - sabes olvida lo que he dicho. Vayamos a verla. No se si antes que el otro lugar. ¿Como de intensa sientes la urgencia?¿Y sabes donde localizarla?
Cuando entra en lo personal evito todo gesto de colegial o de romántico. Es justo decir que me alegra verla, tenerla al lado, inhalar su perfume personal de jabón, piel y cabello, pero verla sufrir no es mi deseo y a veces no puede disimular que no es todo correcto y que no esta sola. No de mi compañía si no de esa otra cosa.
También tengo miedo, Leah. Lo que me extenúa es intentar que no me posea. Como anoche - y intento conectar la mirada con la de ella y sembrarla de camaradería y complicidad - También es nuevo para mi Chialin. Y hay partes que no entiendo pero que intentare arreglar.
Intento mirarla como es y me pidió. Como un igual. No como la dama en apuros ni la potencial amante. Eso ultimo Dios dirá. Intento mirarla como colega guardián si eso es lo que estamos destinados a ser. Cada uno con su función en esta Obra de la Fortuna.
Se que algunos retazos de deseo se me van a escapar, es hermosa aun cuando le embarga la seriedad, pero afortunadamente me toca un ducha fría y ella me hace sonreír llamándose señora Mallutz.
Mis cejas se arquean hacia el cielo de sorpresa y luego se convulsionan de diversión cuando me lanza la almohada y me dice que es mi madre.
Desde las profundidades del cuarto de baño pido clemencia risueño.
De acuerdo, de acuerdo, Máthair, dame cinco minutos mas.
Con rapidez me lavo y me visto y me quedo listo para el desayuno y las tareas de la mañana.

SMS de Clementine

Hola Daniel! Podemos reunirnos a cenar el martes* que viene en Le Chalet D'Avron, un restaurante que hace racletes de queso y fondues muy ricas y a precio moderado. Los veo allí a las 21 si les parece bien. Los mantendré al tanto de los avances de nuestra paciente preferida y tendré en cuenta lo que me ha dicho sobre el agente en el hospital.

 A tout à l'heure!

SMS de Daniel,
El martes* es perfecto. A las 21:00.
El menú suena muy bien. Yo invito al vino. Reserve para tres.
Gracias por ofrecerse a informarnos sobre Jane. Hablaremos de nuestras pesquisas pronto.
Un abrazo.

La mirada de niño pillo de Max se relajó expresando sorpresa sin disimulo.  Ahora sonreía como un niño a quien hubieran dado un regalo inesperado.

Se tomó unos largos segundos contemplando el rostro de Clementine o quizá queriendo serenar su ímpetu, pasándole con delicadeza las yemas de los dedos de su mano izquierda por la mejilla para luego descansar la palma de la mano en su nuca y acercarla despacio pero con firmeza hasta darle un beso cálido y lento.

Tras el beso se separó un poco pero seguía tan cerca que ella apenas podía enfocar su imagen.

-Doctora Ouvrard. Los libros de ética médica de mi despacho de los jueves… afirman tajantemente…  que incurrimos en una falta de eh… Vamos que…  Soy su superior y me temo que si siguiéramos me perdería usted totalmente el respeto…

El contacto de las yemas de sus dedos en mi mejilla me lleva a cerrar los ojos, su mano en mi nuca me quema la piel y sus labios en los míos los pensamientos. Por primera vez en mi vida mi mente está en blanco y soy nada más que sensación mientras mi boca se abre para recibir a la suya. Mis manos se cuelan por debajo de su saco hacia la calidez de su espalda, solo una fina capa de tela me separa de tocarlo y puedo sentir los escalofríos de placer corriendo por mi cuerpo.

Entrecerré los ojos deleitada ante sus palabras y me reí un poco por lo bajo, sin apartar mis ojos de los suyos -Doctor Seyrig, si no hubiera disfrutado tanto besarme le creería -nuestros alientos se entrechocaban todavía, mis ojos bajaron a sus labios luego volvieron a sus ojos. Suspiré -Después de lo que ha hecho por mí esta noche jamás podría perderle el respeto -me sinceré. Levanté una de mis manos y le acaricié un lado del rostro, la verdad es que podía perderle el respeto por muchas otras razones, pero no por dormir conmigo… O eso creía yo. Le besé suavemente los labios, apenas posando los míos sobre los suyos, luego me alejé un tanto y ladeé la cabeza -Mi casa está de paso... -sugerí con la mirada encendida. En ese momento tenía en mente solo una cosa...

Max no dijo una palabra más, sólo sonreía mientras seguían besándose y casi se pasaron de la parada del autobús.

En la calle les sorprendió una ligera lluvia y aun así caminaron despacio, como alcoholizados, parando de vez en cuando en algún portal, como unos quinceañeros que no tuvieran adonde ir. Una vez en el patio de su casa, cuando ella pulsó el botón de llamada del ascensor él le quitó un lado de la chaqueta y le bajó el tirante del vestido. Entonces se abrió la puerta y entraron.

Mis puños se cerraron inconscientemente para mantenerme bajo control mientras su mano me bajaba el tirante, ladeé la cabeza y suspiré, las puntas de mis dedos estaban heladas pero mis mejillas ardían. Me mordí el labio inferior y sonreí nerviosamente, quizás pudiera parecer que estaba incómoda pero la verdad era que... tenía que ejercer un gran autocontrol para no dejarme arrastrar. Había rincones oscuros de mí que desconocía por completo y hacía mucho que no estaba en la cama con nadie.

No. Había un animal enjaulado por algún sótano de mi ser y no quería desencadenarlo ahora para ver qué pasaba, no, no, no. La correa tenía que estar ajustada en mi mano y las vueltas tenían que ser liberadas poco a poco: no confiaba en mí misma y en ese mismo instante mis emociones eran tan intensas que pugnaban por dominarme todo el tiempo.

Abrí la puerta y entramos a mi departamento, todo estaba como lo había dejado horas antes, la luz encendida de la lámpara de pie era el único haz de luz que despejaba las penumbras del lugar. Cerré la puerta detrás de nosotros y me tomé unos segundos para admirarlo a la media luz, para memorizar los claroscuros que se dibujaban sobre su rostro en ese momento y el brillo de esos ojos claros que me hacían estremecer las entrañas. ¿Cómo es que lo deseaba tanto y no me había dado cuenta?

Me acerqué más, nuestras narices se tocaban, rocé mis labios con los suyos pero no lo besé, en lugar de eso me desvié hacia la curva de su cuello y aspiré su aroma, esperaba dar con el de su piel más allá de la colonia que estuviera usando... Si era un perfume mejor. Luego subí hasta su oreja -¿No vas a desnudarme? -pregunté al tiempo que mis manos se deslizaban por su pecho hacia su cinturón.

El doctor asintió y ayudó a Clementine con el pantalón estirando una pierna y dando un saltito en un gesto copiado de alguna película muda.

Las rayas finas color azul de sus calzoncillos se curvaban delatando una patente erección.

Respondió tardíamente a la propuesta de la doctora como si hubiera un retardo enorme entre que escuchaba y comprendía lo que había oído.

-Claro, claro. Voy...

Se puso detrás y bajó casi toda la cremallera del traje.

Le desabrochó el sujetador y dejó caer el vestido quedando ella desnuda de cintura para arriba.

La simple caída de la tela movió el aire y Clementine sintió un escalofrío que le puso la piel de gallina.

Luego las manos de su compañero recorrieron despacio su piel desde la barriga hacia arriba, hasta llegar a los pechos.

Ella podía oír su respiración. Podía oler su sudor bajo el perfume.

Una suave sensación de abandono se apoderó de mí con su aliento contra mi oreja y su aroma envolviéndome suave y masculinamente, mis hombros se relajaron y un suspiro se escapó de entre mis labios.

Arqueé la espalda para apoyarme en él de manera que se encontrara con su pecho y las caderas para sentir su erección, la piel de gallina persistía deliciosamente evidente: sus manos subieron hasta mis pechos encontrándose con mis pezones endurecidos, un gemido inevitable escapó de mi boca y mi cabeza descansó en su hombro solo durante unos instantes porque luego giré mi boca para encontrarla con la suya. Mis manos viajaron hacia atrás y le acariciaron los costados de sus caderas, luego las apreté contra mí. El vértigo en mi bajo vientre se convirtió en ardor, el calor se extendía por mi cuerpo como un río de lava.

A medida que mis besos crecían en intensidad mi cuerpo iba retrocediendo hacia la alcoba, era una tarea compleja no separarme de él mientras lo hacía, y divertida.

Parecía una lucha o una danza.  Al cruzar la puerta del dormitorio él le bajó lo que quedaba de vestido y las bragas, cayendo ambos lentamente al suelo.

Clementine podía tocar con los brazos la pata de la cama de la que estaban si acaso a un metro. Aquí las contraventanas estaban medio abiertas y entraba tímida la luz de la mañana nublada.

Estaba como embriagada pero a la vez se sentía viva y despierta, atenta al ahora como un animal. Cuando Max la tocaba notaba como si la frontera de ella misma se evaporara abriendo un agujero del que manaba una energía infinita.

Él se incorporó sólo lo necesario para terminar de desnudarse. Su sexo, reflejado por la luz tenue se veía húmedo, brillante.

Luego volvió sobre ella, agarrándola del trasero, mirándola con fascinación, levantándola un poco para penetrarla lentamente mientras dejaba salir un gemido de placer.

Mi espalda se arqueó contra él en el momento en el que entró en mí y yo también dejé salir una mezcla de gemido y exhalación rápida, mis brazos se extendieron hacia él y mis dedos se enredaron en el cabello de su nuca, mis caderas seguían el ritmo lento y profundo, mis piernas se movían adoptando distintas posiciones buscando por su expresión la que más le gustaba, mis ojos escrutaban sus facciones aunque estaban entrecerrados. Inclusive en este momento no podía dejar de hacer experimentos, me reprendí internamente por ello.

Mis dedos bajaron por su cuello hacia los hombros sintiendo la piel y la carne bajo la piel, hundí mis uñas un poco, jugando, y después posé mis palmas sobre su pecho, no sabía qué me gustaba más: tenerlo adentro de mí o verlo gozar conmigo, posiblemente la combinación de ambos. Abrí los ojos, que estaban entrecerrados, y lo miré directamente a sus pupilas -Más rápido, quiero más -ordené con una sonrisa malvada apretando los dientes, de seguro tendría cara de desquiciada pero qué más daba. Podía sentir los músculos de mi abdomen contrayéndose entre escalofríos y espasmos ardientes, mis piernas se cruzaron sobre la parte baja de su espalda.

Puso sus manos sobre las de ella y las apoyó en el suelo. Arremetió rítmicamente, penetrándola cada vez con más fuerza, más rápido. Daba la impresión de que cada vez llegaba más hondo.  

Sus pupilas estaban dilatadas y soltaba un gemido sordo apenas audible. Abría la boca, esforzándose en contenerse.

Ella sentía cada empujón como el oleaje de un líquido ardiente que subía el nivel hasta finalmente, desbordar.

Mi pedido fue atendido enseguida, cualquiera de ambas posibilidades me hubiera complacido aunque por diferentes razones: que se me diera lo que quería o que me hubiera sido negado. Quizás hubiera rogado un poco... Tal vez podía jugar a eso la próxima vez. Con todo, hablaba bien de Max el que me hubiera dado el gusto en esta ocasión.

Cuando me sostuvo las manos con las suyas contra el piso, esa sola acción me hubiera llevado al orgasmo si no hubiera hecho uso de toda mi fuerza de voluntad para no derretirme allí mismo en sus brazos. En su lugar comencé a gemir sintiendo el orgasmo más inminente con cada empuje, o más bien fue un gemido que no terminaba pero subía de tono lentamente mientras mi cuerpo se movía contra el suyo tratando de absorber el impacto de su miembro en mí y de sus caderas contra las mías, dejándome arrebatar por las oleadas eléctricas de placer y vértigo que recorrían mis extremidades, mis músculos en tensión, mis pechos heridos por el aire de la madrugada, todo mi ser. Hasta la brisa era placentera pegándose a mi piel sudada, haciéndome sentir frío en donde estaba ardiendo.

Finalmente, no pude contenerme más y dejé que el orgasmo rodara en mi interior mientras lo miraba intencionalmente a los ojos y entre mis labios se dilataba un gemido para nada recatado, tanto que creo mis vecinos se quejaron y me golpearon la pared del departamento un par de veces, pero no puedo asegurarlo.

Max salió con prisa de ella y eyaculó sobre su vientre soltando un gemido de placer y una especie de suspiro de desahogo que también sonó más bien alto.

La vecina insistió con sus golpes en la pared y él se echó a reír volcándose a un lado para quedar tumbado junto a ella, mirando al techo.

Clementine sintió el semen caliente correr por su piel hasta inundar su ombligo.

Max habló sin levantar la voz.

-Desnuda es usted más guapa que vestida. Eso no suele ocurrir aquí. París es el único sitio del mundo en que la gente es más guapa vestida que desnuda y más interesante cuando no se les conoce que cuando se les conoce. Ahora que la voy conociendo salta a la vista que está usted fuera de la norma local. Y sepa que aquí, a la gente como usted, se les castiga con siglos de aburrimiento.  

Pasado el éxtasis del orgasmo yo también lancé una risita por lo bajo y miré a Max de lado mientras él se acomodaba, suspiré largamente y escuché sus palabras mientras me estiraba como un gato luego de una siesta -Doctor Seyrig... No pierde la elocuencia hasta en las situaciones más inesperadas -declaro con una sonrisa y me tomo la frente. De pronto me han dado unas ganas tremendas de dormir, con el cuerpo relajado como lo tengo -Usted también es más interesante desvestido Max y es decir mucho, porque ya vestido había captado poderosamente mi atención -puedo sentir la sangre enrojeciendo mis mejillas -¿Así que a las outsiders como yo se las castiga? - me reí un poco más fuerte -Qué extraño en una sociedad machista como esta. No me importa el castigo si el motivo valió la pena -deslizo con una mezcla de coquetería y sarcasmo. Hago una pequeña pausa silenciosa, no sé si decirle que se quede o que se vaya o no decirle nada en absoluto, así de vasta es mi experiencia en este tipo de situaciones.

-Ahora puedo decirle a Agathe que no se ve como un troglodita desnudo- bromeé.