Los dos investigadores se miraron.
—Entiendo. Pues verá señorita, lo mejor que puede a partir de ahora—dijo el hombre babudo mientras se ajustaba las gafas—es dejarse de bajos fondos y de esas amistades que se meten donde no deben. Porque ese tipo de cosas siempre acaban mal.
Barnibus se levantó.
—Está ciudad tiene a sus vigilantes y son ellos quien tienen que encargarse de ello. Déjenos trabajar. Que tenga una buena velada.
—Barney—musitó mientras negaba con la cabeza.
El hombre larguirucho se levantó también mientras su compañero ya se iba. Guardó su cuadernillo de notas en el bolsillo y miró a Elaziana con más empatía.
—Gracias por todo, señorita Advaris. Y disculpe a mi compañero—Saeth esbozó media sonrisa—. Que todo le vaya bien.
Cuando los investigadores empezaron a guardar sus cosas y a dar señales de que se iban, Elaziana parpadeó varias veces, como si no entendiera del todo qué estaba pasando. Luego, su expresión cambió, y: sus labios se fruncieron con determinación. Se levantó de la silla como si tuviera un muelle en el trasero.
—¿Cómo que ya se van? ¡Si todavía no hemos terminado!
A toda prisa, como si los investigadores fueran a salir corriendo de allí en un descuido, Elaziana rodeó la mesa y se interpuso, extendiendo los brazos.
—Sé que han dicho que nos mantengamos al margen... Y de verdad que lo entiendo. Es un lío de papeleo y tal y tal y tal... Pero... ni mi corazón ni mi conciencia me lo permiten. — se llevó una mano al corazón, intensísima.— porque si ustedes creen que puede quedarme en casa ajena a todo esto tomando infusiones y leyendo libros, ¡están muy equivocados!
Levantó un dedo con profunda solemnidad.
—Yo ya soy parte de esto. Lo sé. No me pregunten cómo, pero lo siento aquí, muy hondo, en la boca del estómago... Aunque puede ser hambre... ¿Ustedes han comido? —inquirió, pero acto seguido sacudió la cabeza en las manos volviendo al hilo de lo que estaba.—¡Lo que quiero decir... es que no puedo quedarme al margen! No mientras haya piedras de Golorr que recuperar y gnomos muertos a los que dar justicia. ¡Por no hablar de la pobre Campanera! Era una burrita preciosa... Yo ya la vi carbonizada, pero seguro que debió serlo. Blanquita y suave... —se obligó a volver y ponerse seria — Lo que digo es, que si no me dejan que les ayude, pues... ¡tendré que ayudarles sin permiso!
Hizo una pausa dramática, y después sonrió, como si acabara de soltar el discurso más heroico de una historia muy épica que solo existía en su cabeza.
—Además, ¡soy nueva en la Orden! ¿No irán a darme ustedes la bienvenida así, poniendo trabas a mí creatividad? ¡Puedo aportar mucho!
¡Esto no ha terminado!! xD
Barnibus fue a responder a Elaziana con toda la cara roja por la indignación, pero su compañero lo detuvo. Aunque las palabras de Chispas habían echado por tierra toda la actitud conciliadora de Saeth.
—Será mejor que nos vayamos—dijo para marcarse sin despedirse.

Tendría que haberte quitado los permisos de escribir xD.
Elaziana continúa aquí.