Partida Rol por web

El parque de los patos era un lugar peculiar en el distrito del Puerto y todo empezaba por su propio nombre. No era un parque ni mucho menos, era una replaceta pequeña con un árbol y un pequeño estanque en el que habían dos o tres patos. Estaba bastante bien cuidado, teniendo en cuenta los estándares del distrito. Además del árbol y el estanque había un banco en el que pasaba buena parte del día sentada una anciana tiefling llamada Aradia. Cuando Lia llegó y vio a la infernal, no pudo evitar recordar a Remalia. Las dos eran muy parecidas aunque tenían motivaciones y objetivos muy distintos.

—Luna—saludó la mujer con voz fría—. Hacía tiempo que no pasabas por aquí.

Ni una sonrisa, ni un cómo estás, ni un sé que te ha caído una bola de fuego delante de tu casa (porque seguro que lo sabía), ni nada. No, Aradia no se parecía tanto a Remalia.

—Y has tardado bastante en venir, visto lo ocurrido—sí, efectivamente sabía lo de la bola de fuego—. ¿Es que ahora soy tu último recurso?

¿Sabría también lo de los arpistas?

—Ven y siéntate, niña—era más una orden que una petición—. Ven y siéntate.

 - Me alegro de verte bien.

Con movimientos casi reverenciales, Lia se sentó al lado de Aradia y sacó una pequeña bolsita llena de pan desmigado. Las anchas manos que sacaron y lanzaron las migas al estanque tenían curtidos dedos y fuertes nudillos. Al ver que un pato se alimentaba, una sonrisa se dibujaba en un rostro humano y moreno de mediana edad.

Lia tenía la costumbre de ir disfrazada a las reuniones en el estanque. Esta vez su disfraz era mágico, muestra de sus nuevas habilidades arcanas aprendidas. No lo hacía con intención de engañar a la tiefling (cosa que tampoco podría lograr aunque lo intentase), sino a los posibles ojos curiosos del Distrito del Puerto. Siempre mantenía un elemento estético: el broche con forma de media luna que colocaba en la capa, en el chal, en la chaqueta o en lo que llevase en cada momento.

 - Han sido unas semanas complejas, prácticamente no me he separado de mis recién reunidos Caracolas y no creo que los patos quieran demasiado público por aquí -respondió tranquila- Una nueva casa, idas y venidas, gente inquisitiva rondando nuestros asuntos, gente mala merodeando.

No era tono de excusa sino de explicación. Explicaciones que posiblemente no hiciesen falta pero que tenía que dar, sin entrar en detalles salvo que Aradia lo considerase oportuno.

 - Época de muchos cambios en poco tiempo, aún estoy meditando cuáles son los positivos. Lo que tengo claro es que confío más en las viejas amistades -miró a Aradia- que en las nuevas. Aunque cambien algunos de mis actos, mis lealtades se mantienen.

Volvió a lanzar un trocito de pan al agua. Pese a la tensión de los encuentros, el parque de los patos era un oasis de calma en medio del Distrito del Puerto.

—Mucha palabrería—dijo la tiefling agitando la mano con un poco de desdén—. Mientras no seas un problema me dan igual tus lealtades. Todos estamos en esto por interés. Y podrías haber venido antes si hubieras querido. Sé que soy tu último recurso.

Aradia desmenuzó unas migas de pan y las tiró al agua.

—Lo curioso es que no pareces desesperada. Así que... ¿A qué has venido?

 - No lo parezco desesperada porque no lo estoy, aunque sí estoy preocupada -respondió uniéndose al gesto de Aradia de desmigar pan- Si solo viniese aquí desesperada, estaría confirmando la teoría de ser el último recurso.

La disfrazada Lia lanzó las migas al agua sin prisa.

 - Te iba preguntar qué tal estabas y esas cosas pero veo que hoy no hay pie para la palabrería.

Giró el tronco para mirar a la tiefling.

 - Ya sabes lo que ha pasado en frente de mi casa, seguramente sepas más de lo que yo he podido descubrir, y hay un detalle en concreto que quiero preguntarte: ¿se sabe quién provocó la explosión desde los tejados? Hay un tercer implicado en el conflicto que me tiene mosqueada.

—Vieja. Estoy vieja y me duele todo—rezongó—. No se le pregunta a la gente vieja como está. Malditos seáis los elfos y vuestra longevidad.

Aradia se echó a reír. Sí, tenía un sentido del humor muy peculiar. Entonces Lia fue al grano tal y como la tiefling le había pedido. No se mostró sorprendida, estaba claro que la anciana sabía a qué había venido.

—No, Luna—dijo mientras lanzaba más migas al estanque—. No lo sé. 

Lia asintió con la cabeza. Un tipo hábil o con mucha suerte, pensó para sí.

 - ¿Algún testigo con el que poder hablar? Había varios, pero los guardias se empeñaron en mantenernos al margen, y no he sabido localizarles tras el atentado.

Le dio un par de vueltas a sus ideas. Había dicho a las Caracolas que el motivo de venir aquí era para intentar localizar a Urstul Floxin y la piedra dichosa. Para la elfa seguía siendo más importante el desconocido que lanzó el hechizo, pero no podía irse del estanque sin preguntar.

 - Hay un tipo... Urtsul Floxin, de la Mano Negra. Bueno, o lo era, al parecer va un poco por su cuenta. Ese está involucrado y sobrevivió. ¿Sabes dónde puede estar? ¿O alguien a quien preguntar por su paradero?

La elfa miraba medio hipnotizada las ondas formadas en el agua por el movimiento de los patos.

 - No sé en qué berenjenales nos estamos metiendo, para serte sincera.

—No. No sé nada de los testigos. Ninguno forma parte de lo que llamaríamos mi ámbito—explicó—. Sé lo que ha pasado y sé que Floxin está involucrado. Pero eso ya lo sabías, ¿verdad Luna? Ahora entiendo por qué no estás desesperada. Respecto a ese tipo. No voy a decirte nada sobre su paradero. No es nada personal. O quizás sí. Tú tampoco querrías que diera información tuya si alguien viniera preguntando sobre ti. ¿Me equivoco? Aunque mira, si estás dispuesta a pagar ese precio...

La vieja tiefling dejó la frase inconclusa pero no esperó una respuesta por parte de de Lia. Como si ya supiera la respuesta.

—Antes de que pienses que te vas de aquí de manos vacías te diré una cosa. Que yo no sepa quién lanzó la bola de fuego significa algo. El lanzador no es uno de los nuestros, no es un criminal al uso. Así que olvida que forme parte de la Mano Negra, la Hermandad del Gran Ojo o cualquier otra cofradía independiente. Pertenece a otro tipo de grupo.

 - No, no quiero pagar ese precio -contestó sin dudar- ¿Algún rumor sobre Floxin que se comente en los mentideros? Ya sabes, esas pistas que solo son pistas para el que pone empeño en buscar.

Entendía los motivos de Aradia para no dar detalles, no era una chivata de colegio.

 - No es un criminal al uso... -repitió en un murmullo- Curioso. Hay más gente interesada en el tema de lo que pensaba. La víctima era un ladrón pero tampoco era un criminal al uso.

Aguardó sentada. Como siempre, era Aradia quien decidía cuándo una conversación había llegado a su fin.

 - ¿Puedo pedirte que me avises si descubres algo del lanzador misterioso? 

—Hay misterio en torno a Urtsul Floxin. Lo de dejar una cofradía de ladrones no suele ser tan dramático como la gente se piensa. No es como si te vas te matamos. Si no muchas personas se lo pensarían antes de meterse en una. La Mano Negra si tiene más reparo con los desertores, aunque tampoco es algo dramático. Lo interesante aquí es que Floxin no es un mago de gran poder y por algún motivo, lo han dejado en paz. Eso no es habitual.

La anciana se quedó mirando los patos.

—Sí, sí. Yo te aviso. Aunque no cuentes con ello—parecía que la reunión llegaba a su fin, ¿o quizás no?—. Antes de irte, ¿tienes algo interesante que contar?

La información exigía información. Era como la tiefling mantenía su negocio.

 - Siempre hay cosas que contar -añadió frotándose las manos nerviosa- Lo complicado es saber cuándo te resultarán interesantes.

El momento del intercambio lo esperaba con una mezcla de vergüenza y expectación. En más de una ocasión, la información que la elfa daba ya la conocía Aradia, habiendo encuentros donde Lia no tenía nada que aportar. Por otro lado, las veces que contaba algo que la tiefling no supiese, esos momentos le hacían sonreír.

 - Eso que comentas de por qué lo dejan en paz... Un miembro de la Mano Negra hablaba de ''El Impostor'' como un problema, tal vez ese impostor sí sea poderoso y Floxin se haya juntado a él. Y esa guerra que se traen entre bandas es por el supuesto tesoro escondido de Dagult Noitmeer y por los intentos de unos y otros de encontrarlo con una piedra extraña que debe ser una pista. El gnomo que murió en el atentado era un agente del mismo Noitmeer, su hijo le conocía y nos lo confirmó.

Hizo una pausa para mirar a Aradia. Solía tener una cara de poker envidiable, y uno de los pasatiempos favoritos de Lia era intentar captar cambios en su expresión. ¿Conocía esa información? ¿Sería interesante? ¿Sería suficiente?

Aradia asentía lentamente a las palabras de Lia mientras las escuchaba. Era un doble truco para mantener su cara de póker. Si además de mostrarse imperturbable, hacía algún que otro gesto repetido, era más difícil todavía saber lo que pensaba la anciana. Como decía el refrán: más sable un diablo por viejo que por diablo.

Entonces un pájaro mensajero apareció volando por el parque. La elfa empezaba a acostumbrarse a verlos y no sabía si eso era algo bueno o mano. La tiefling por su parte arrugó el gesto mientras el mensaje el mensaje se acomodaba en las manos de Lia. Al abrirlo, reconoció la letra de Rogen.

Lia. Nos ha llegado una carta de Trench con información muy importante. Volved a la posada en cuanto podáis.

Intentaba leer algo en la expresión de Aradia pero la tiefling escuchaba sin mostrar emoción ninguna. Nada fuera de lo habitual. Lo que sí pudo leer perfectamente fue el mensaje de Rogen. Enarcó una ceja y guardó la carta.

 - Curioso esto de los ''pájaros de papel''. Aunque siempre disfruto más la compañía de los ''pájaros de verdad'' -dijo señalando uno de los patos y lanzando las últimas migajas.

Era su manera de decir: ''disfruto de tu compañía, Aradia''. Las frases claramente sentimentales no iban con la vieja tiefling.

Se puso de pie e inclinó la cabeza como despedida. En la morena y barbuda cara humana se podía ver media sonrisa.

 - Me reclaman con urgencia, debo marchar. Estaré atenta a nuevas informaciones. Ten cuidado y ha sido un placer, como siempre.

Hizo la pausa de esperar respuesta y acto seguido marchó por donde había venido. Solo al salir del Distrito del Puerto disiparía el disfraz.

—Que tengas un buen día, Luna—se despidió Aradia—. Y ten cuidado con las bolas de fuego.

En el rostro de la anciana tiefling se dibujó una sonrisa burlona y observó con la mirada como la elfa abandonaba la replaceta.

Poco después Lia tomaba un omnibus de regreso al callejón Cráneo de Troll.

Lia continúa aquí.