Rodeó la empuñadura de la espada de Rogen, con la mirada clavada en las escaleras que el guerrero acababa de subir.
- Para ser una investigación larga y profunda, pocas horas han bastado para meter de primeras a Ax en la cárcel -respondió sin dejar de observar la escalera, y de un tirón arrancó la hoja clavada en la madera. Apoyó la espada con cuidado sobre la mesa y cruzó los brazos- ¿Esos nobles que se relacionan con la mano negra y que no han hecho nada bueno, están ya mismo entre rejas?
Los puñetazos en la mesa de Elaziana le dolieron. Era la primera vez que la veía así y deseaba con todo su ser que fuese la última.
- La venganza no va a devolvernos a Ax. Primero, la vía legal.
No completó el argumento, aunque era evidente cómo iba a terminar esa frase.
Rogen no tardó demasiado en bajar, solía tener su petate casi listo para viajar por lo que pudiera pasar. Le gustaba estar preparado. De hecho si tardó fue porque estuvo un tiempo de pie en su habitación mirando la mochila y decidiendo si se iba o no. Finalmente la cerró, se la echó a la espalda y bajó cuando ya se habían marchado todos. Sólo quedaban Lia y Elaziana. Las miró detenidamente mientras se acercaba a su espada que alguien había logrado sacar de la mesa.
-Esto se acabó. Fue bonito mientras duró. Un sueño infantil quizás, pero que merecía la pena. ¿Y donde nos ha llevado esto? Rabi, Lav...Ax. Por no hablar de los demás.
Lo siento. No puedo soportar perder a nadie más.-
Creía que Jalaster se había marchado con los guardias y Ax. Si no es así Rogen no baja hasta que no se hayan ido.
Lia se puso de pie y recogió la espada de Rogen para dársela. Cuando el guerrero alargó el brazo para sujetar la empuñadura, las manos de la elfa rodearon la del guerrero. Los ojos de Lia no engañaban.
Elaziana y el mismo Rogen habían mostrado su frustración, su decepción, con llanto y rabia. Bajo la fachada estoica de Lia, intentando mantenerse serena, la mirada que compartió con Rogen lo decía todo. Quería llorar, quería gritar, quería clavar espadas, quería soltarle un revés al primero que cruzase su camino.
Silencio. Solo apretó la mano del guerrero y le miró a los ojos. Habían visto ir y venir a las Caracolas desde el inicio. La marcha de Rabi y de Lav aún las notaba como si hubiesen sido ayer. La marcha de Ax le escocía como herida infectada. Y ahora otro amigo parecía tener intención de marcharse.
Solo desvió la mirada para señalar con los ojos y con la cabeza una de las sillas, al lado de sus amigas.
- Por favor -dijo finalmente- No te vayas.
Jalester ignoró las pullas de Lia.
—Quédate—le pidió también a Rogen—. Por lo menos hasta que os diga lo que quiero contaros. Y si tenéis que despediros, es mejor que lo hagáis sin el culpable de todo esto.
El agente de la confederación arrugó el rostro cansado y suspiró.
—Puede que esta noche acabe la guerra entre la Hermandad del Gran Ojo y la Mano Negra, pero eso no significa que todo esté resuelto. Todo empezó con la Piedra de Golorr y hasta que ésta no aparezca, la ciudad no descansará—Jalester bebió un poco de su jarra—. La piedra, como era de esperar, no estaba en la casa. Urtsul Floxin tampoco la tenía. Así que hay que encontrar al dichoso raudoescolta. Y aquí es donde entráis vosotros.
El hombre bajó la voz para que sólo los aventureros lo escucharan.
—Hay algo que muy pocos saben y es que el tesoro oculto de Dagult Noitmeer existe. El Consejo de Señores ocultó la verdad para evitar que media ciudad se volviera loca buscándolo. Pero después de todo lo que ha pasado y con la piedra rondando por la ciudad, hay que encontrar ese tesoro de una vez por todas. Así que la ciudad os encarga—dijo apostillando que hablaba en nombre de Aguasfrías—no sólo que recuperéis la piedra, sino también que encontréis el tesoro que legítimamente le pertenece. Una vez el tesoro haya sido devuelto a las arcas de Aguasfrías se hará a cada uno de vosotros un pago de diez mil dragones.
¡Diez mil dragones de oro! ¡Eso era toda una fortuna! Aunque el tesoro de Dagult era todavía mucho mayor… Sin duda acababan de recibir el trabajo de sus vidas.
Elaziana se sentó muy tiesa. Miró a Rogen con cierta dureza. A él y a su petate.
—Puedes marcharte, pero si te vas es como si nos perdieras a todos. Además de que a mí personaimente no me gustaría ni un pelo. Pero eres libre, Rogen, y no te culparía.
Se giró hacia Jalester. Siempre se habían quejado del dinero y patatín patatán, pero después de lo ocurrido, diez mil dragones de oro no significaban nada para Elaziana. Le resultaba curioso, porque en realidad lo que importaban eran las personas.
En cambio, que la ciudad les encargase... Oh, eso sí que significa una algo. Significaba que tenía permiso para hacer el bien en nombre de la ciudad. Aunque hacer cosas sin permiso tampoco había sido algo que le hubiese quitado el sueño nunca, pero que selo diera la ciudad era como ser la heroína que siempre había querido ser.
Hubiera estallado en palmaditas si no estuviera tan determinada a llegar hasta el fondo del asunto.
—Acepto el encargo. — dijo con una sorprendente serenidad— Pero no por el dinero, que a ver, está muy bien, la verdad, sino por Aguasfrías y su gente.
Hubiera preferido no haber encontrado a nadie cuando bajase, habría sido más fácil marcharse. Pero en cuanto Lia se acercó a darle su espada supo que había perdido aquella batalla. La miró fijamente y asintió.
Era curioso pues los Caracolas eran una banda muy amplia, y cuando se dispersó lo hizo ampliamente también. Por lo que cuando Rogen volvió a la ciudad y se encontró con Lia, Rabi y Lav fue como si volvieran a empezar de nuevo, con ellos como el núcleo central. Pero luego Rabi se marchó, y después Lav. Luego vino más gente, sí. Pero si ahora Rogen se marchaba la dejaba a ella sola con aquella carga. No podía hacer eso.
El guerrero se sentó sin decir nada. No contestó ni a Jalester ni a Elaziana. Simplemente dejó la mochila en el suelo y se dispuso a escuchar qué es lo que tenía que decirles. Y vaya si dijo cosas. En cualquier otro momento se habría alegrado y dado saltos incluso. Aquello era una verdadera fortuna, aunque fuese mucho menor que el valor del tesoro en sí. Torció la boca cuando escuchó lo de "la ciudad os encarga". A buenas horas.
Refunfuñó un poco antes de contestar.
-Lo haré. Pero no por el dinero. Quiero otra cosa, la liberación de Ax. Si sólo ha hecho de informadora, si queda claro que no ha sido partícipe en otro tipo de actos delictivos graves, asesinato o algo así, quiero su libertad.-
Escuchó en silencio. Estaba cansada, todos lo estaban, y este día tenía un sabor tan agridulce que la noticia positiva de la guerra de bandas ni siquiera le cambió la expresión. No sacó la libreta, que sería lo habitual en ella, solo asintió. Había detalles que no le encajaban, dudas que rondaban sus pensamientos, pero que tendrían que esperar al día siguiente.
- Yo sí que lo haré por dinero. Además, ese puñetero autómata aún tiene que acabar desmontado o entre rejas por el atentado en frente de nuestra casa.
Iba a añadir que ella no era ninguna heroína, pero la última vez que lo dijo Renaer se alteró bastante. Dudaba que Jalester actuara igual, aún así se guardó el comentario.
Hizo una pausa y frotó el borde las cejas desde la nariz hasta las sienes.
- Lo que comenta Rogen sobre la liberación de Ax me parece bastante acertado. Realmente nosotros seguimos sin saber qué ha hecho, y espero que al menos nos permitáis ir a hablar con ella en la cárcel. Cargos, acusación, su versión de la historia. No ya de ya, cuando esté más calmada la cosa... en caliente es cuando se suelen cometer las imprudencias -cruzó los brazos y pidió una cerveza.
No tenía ni sed ni ganas de beber pero necesitaba algo que sujetar con las manos aún temblorosas.
Veatrice estuvo callada todo el rato, sucedían demasiadas cosas y ella apenas podía entender las implicaciones de todo. La conversación con Jalester tomó un rumbo más sencillo, un encargo y mucho dinero de por medio. La sacerdotisa levantó una ceja más que la otra con suspicacia.
-Primero nos apartan de investigar un atentado frente a la taberna y ahora nos solicitan ayuda para resolver algo que, de todas formas, ya estabamos investigando -comentó, a nadie le había parecido raro eso. Se apartó una pelusa imaginaria de la falda de la túnica-. Y nos van a dar mucho dinero por ello. Así que lo que vamos a recuperar cuesta todavía más que ese tesoro. No habla la codicia, sino el sentido común. Casi nos mata el último en llegar a la guerra de bandas, ¿cómo nos vamos a meter entre dos facciones que, obviamente, son muy superiores a nosotros?
—No puedo prometer lo que me pedís—dijo sobre las peticiones hacia Ax—. Pero si que lo intentaré. Espero que sea suficiente.
Jalester entonces se giró hacia Uve.
—Quién os dijo que no investigarais el atentado fueron los Vigilantes de la ciudad. Yo no pertenezco al cuerpo, sirvo a Aguasfrías y a la Confederación de Ciudades de Benerluxia. Aunque todo esto haya quedado debidamente enmarañado, una cosa era investigar un atentado con asesinato múltiple y otra cosa es recuperar el desfalco de Dagult Noitmeer. Y respecto a las facciones—el agente de la Confederación hizo una pausa—, la Mano Negra ahora mismo no es un problema. Y la Hermandad del Gran Ojo, entre la Piedra de Golorr desaparecida, las redadas de esta noche y el coste de la guerra de bandas, no va a ser una fuerza abrumadora. Además, si sois discretos, nadie sospechará de un grupo de noveles aventureros. Es el momento perfecto para recuperar el tesoro.
Casi parecía que la situación se había preparado para afrontar ese trabajo. Jalester se levantó de la silla después de dejar la jarra encima de la mesa.
—¿Tenemos un trato entonces?

Continuará...