—La gente cambia de opinión—respondió Ax sobre el cambio de parecer del detective—. En serio, no es tan raro. Y respecto a ir al templo, ya se lo había dicho a Rogen y a Luna. Si Trench pensara que fueramos a sacar algo útil de allí nos habría mandado a visitarlo en lugar de mandarnos el artilugio ese, ¿no creéis? Pero bueno, hacemos lo que queráis.
Lo de no escuchar a Ax, empezaba a ser un clásico.
- Si es así, se merece que cambie mi opinión también. Lo dicho, le invitamos a la cena de vecindario. Igual le llevo pastas cuando encontremos al raudoescolta.
Lo decía con sinceridad, al fin y al cabo el investigador privado Vincent Trench representaba una profesión que a Lia le gustaba. Realmente quería estar de buen rollo con el detective.
- Para llegar al templo de Helvetius primero debemos cruzar el distrito sur y luego seguir hacia el norte [*]. Aprovechemos para peinar esta zona, y si no encontramos nada vamos al templo -echó una mirada por la ventana de la taberna- De hecho, es casi de noche, a estas horas el templo estará cerrado. Podemos darnos una vuelta ahora antes de dormir, y si eso mañana ya visitamos el templo.
Sacó de la bolsa todas las hamburguesas que había comprado en el puestillo de al lado y las repartió entre sus amigos. Abrió la suya y le dio un mordisco. En verdad tenía bastante hambre pero también tenía ganas de mambo.
[*] esto me lo acabo de inventar me imagino que el templo está en otro distrito más pudiente, ¿distrito norte o distrito del castillo?
-Trench tampoco lo sabe todo. Creo que no es una mala pista, pero no para ahora. Como bien dice Lia, el templo a estas horas dudo que esté abierto para el público general. Y a lo mejor lo que nosotros creemos que es urgente no lo es para otros.-
Comentó Rogen al ver como Ax volvía a insistir en lo del detective.
-Y sinceramente tampoco sabemos por donde ir. Pero hey, que yo soy el que decía que saliéramos a la calle con el aparato a buscar. Total, podemos ir moviéndonos por barrios a ver si tenemos suerte.-Se encogió de hombros.-Pero lo que decidáis los demás me parece bien.-
—Al final no nos quedará otra que ponernos a peinar cada barrio de la ciudad—dijo Ax encogiéndose de hombros—. Con un poco de suerte Remalia sabra dónde está Urtsul Floxin antes de encontrar al cacharro mecánico este. ¿Entonces qué? ¿Salimos?
El templo más importante de Helvetius no se encontraba ni en el distrito Norte ni en el distrito del Castillo, sino en el distrito Marítimo. Era conocido como la Casa de las Manos Inspiradas, en alusión a las maravillas mecánicas que allí construían los fieles del dios de los inventos.
—¡Salgamos! —exclamó Elaziana poniéndose de pronto en pie, con tanto entusiasmo que volcó el taburete. Soltó un gritito y se apresuró para ponerlo en su sitio —Podemos empezar a peinar la ciudad, hasta que lo hagamos por todos los barrios... —comentaba mientras colocaba el taburetito bien alineado para ella, que era torcido para el resto. —¡En marcha! Vamos, no os dejéis el... el... el Encontrador!
Lia se puso de pie después de Elaziana. En una mano el mapa de la ciudad y en la otra el carboncillo para ir tachando las zonas revisadas.
- ¿No tendréis cadenas? Llevo cuerda para apresar al raudoescolta pero no sé hasta qué punto puede romperla. Si no tenemos, ya nos apañaremos con estos brazacos -añadió dando palmaditas en los poderosos bíceps de Ax.
Rogen engulló de un bocado el trozo de bocadillo que le quedaba y apuró el resto de su bebida.
-Eftoy lifto.-
Dijo mientras se limpiaba la boca con el dorso de la manga. El guerrero tenía todo su equipo a mano, sólo faltaría el escudo y la mochila, pero eso era subir a las habitaciones un momento nada más.
Tenía claro, seguramente al igual que el resto, que iba a ser como buscar una aguja en un pajar. Pero al menos estarían haciendo algo. La inactividad y el tener que esperar no lo llevaba nada bien.
-Yo sólo tengo cuerda. Las cadenas pesan mucho, y no suelen ser útiles salvo contadas ocasiónes.-
Con nada mejor que hacer, el grupo decidió rastrear el raudoescolta. No iba a ser algo fácil, pero la verdad es que teniendo en cuenta el radio de acción del dispositivo, tampoco era insufrible. Así que los aventureros engulleron la cena que había traído Lia, cogieron sus cosas y se zambulleron en el cielo purpura que bañaba las calles de Aguasfrías. El sol ya se había perdido en el horizonte, pero todavía quedaban unas horas de actividad en la ciudad. Aprovecharían bien ese tiempo.