Partida Rol por web

Los vigilantes no solo querían que Rogen guardara el arma, querían confiscarla. De ahí la orden de soltarla. Cuando el guerrero les habló del autómata, los dos hombres se miraron extrañados. Entonces una segunda patrulla apareció al final de calle y eso pareció ser suficiente para uno de los guardias.

—Yo me encargo de investigar eso.

Una vez en el interior de la mansión, varios vigilantes subieron al piso superior mientras los otros vigilaban a los aventureros y al malhechor. De momento inspeccionaban la zona. No hacían preguntas ni atendían a ninguna explicación. Y no estaban contentos. ¿Cómo iban a estarlo? La muerte de un noble era cosa mayor.

Bajando por las escaleras aparecieron un par de guardias escoltando a una mujer alta, con el rostro rígido y mirada de preocupación. Debía de ser Lady Gralhund cosa que se confirmó cuando vio el cadáver de Orond. El rostro de la mujer se desencaja y esta se arrojó sobre el cadáver mientras gritaba en voz alta.

—¡NO! ¡OROND! ¡NO! ¡NO! ¡NO!—gritaba quizás con la voz demasiada alta—¡OROND! ¡MI OROND! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ NOSOTROS?

Los gritos empezaron a despertar a una inconsciente Lia, a la que además de las heridas, le dolía bastante la cabeza. Lady Gralhund alzó la mirada hacia el cadáver de Urtsul.

—¡PÚDRETE EN LOS NUEVOS INFIERNOS BASTARDO!—la mujer quiso patear al ladrón pero los guardias la contuvieron—¡MALDITO SEAS! ¡MALDITO!

—Saquenla de aquí—ordenó uno de los vigilantes cuyo uniforme lo identificaba un sargento.

El hombre también dirigió la mirada mientras otro malhechor y un herido guardia de la casa Gralhund bajaban también del piso superior. Parecían los únicos supervivientes de la lucha que había tenido lugar en el piso superior. El superior miró a los testigos que tenía y como no podía ser de otra forma su mirada se posó en los aventureros. Sin duda eran la pieza que no encajaba en el lugar. Y eso debió pensar porque su primera pregunta fue:

—¿Y vosotros quiénes sois?

El sargento dejó que los aventureros se explicaran. También se aseguró de que les dieran agua y de que Lia pudiera sentarse. Se la veía cansada. Poco a poco el grupo fue desgranando la historia. Hablaron del raudoescolta, de como habían llegado a la casa, de la reunión con Lord Gralhund, la aparición de Urtsul, el asesinato del noble y el posterior combate. El hombre escuchó pacientemente a los aventureros sin interrumpirlos. Tampoco hizo preguntas. Cuando terminaron de hablarlos el vigilante miró a sus hombres.

—Ya veo. ¿Habéis visto algún lugar en el que pueda ir hablando en privado con cada uno de ellos? Empezaré por el guardia de la casa.

Ahí empezaba el interrogatorio de verdad. Y eso podía ser un problema. El sargento posiblemente sería mucho más incisivo y podría cogerlos en un renuncio. El hombre fue a la cocina, primero interrogó al guardia y luego a los dos bandidos. Entonces pidió que Lia fuera la siguiente.

Aunque justo en ese momento, alguien entró en Villa Gralhund. Afortunadamente un rostro conocido. Jalester Solvmanen. El hombre se acercó a la elfa, pero al verla fuera de peligro esbozó una sonrisa.

—Ahora sí que te pareces a la chica que me describió mi amigo Tres Dedos—bromeó. Entonces se dirigió al sargento—. Mi nombre es Jalester Solvmanen y estoy al servicio de la Confederación. Estos aventureros trabajan conmigo. Así que si no le importa, me los llevo sargento. Le mantendré al tanto de todo lo que me digan.

Al sargento tenía pinta de si importarle y a Jalester de darle igual. El hombre le enseñó una insignia y después miro a los miembros de la Banda de las Caracolas

—Vámonos—les dijo mientras hacía un gesto con la cabeza.

Lo primero que hizo Lia al despertar fue mirar que todos sus amigos estuvieran bien. Aunque ella había caído inconsciente, si todos ellos estaban de una pieza y la guardia había llegado, significaba que ya no estaban en peligro. No es que se sintiera muy cómoda en manos de los vigilantes, pero mejor que en manos de los criminales.

Lo segundo que hizo fue agradecer a sus amigos por haberla cuidado.

 - Menos mal que estás bien, cuando ese desgraciado te mencionó me temí lo peor -dijo mirando a Ax- Perdón, me puse en peligro demasiado -añadió con media sonrisa mirando al grupo- Gracias -lo acompañó con abrazos individuales y/o grupales, según los vigilantes le permitiesen moverse más o menos.

Lo siguiente fue adoptar una actitud de damisela herida, en apuros y desconcertada. Cuanto menos la interrogasen, mejor. Estuvo callada mientras contaban la versión oficial de los hechos. Le desanimó escuchar lo ocurrido: la muerte de los guardias, del noble, el raudoescolta huyendo... 

Miró con lástima a lady Gralhund pero prefirió no molestarla. Cuando todo se hubiera calmado, le daría el pésame.

Torció el morro al ver que el sargento quería indagar más, lo comprendía totalmente pero confiaba que en su frágil estado le permitieran irse a dormir.

Ver aparecer a Jalester relajó la expresión de Lia.

 - ¿La chica apaleada, hecha mierda y metida en problemas que pidió ayuda a ese enano barbudo, dices? -soltó un pequeño bufido cómico- Sí, la verdad que era algo así, pero ahora tengo amigos a mi lado.

Aguardó mientras solucionaba el problema con el sargento y cuando pudieron salir de la sala, a solas, añadió:

 - Me alegra verte Jalester -hizo una pausa con la cabeza gacha- lo siento, hemos fallado.

Elaziana no tuvo muchas ganas de hablar hasta que vio a Lia recuperar la conciencia y ver que estaba bien de verdad. Entonces respiró muy aliviada, aunque aún se sentía fatal por haber matado a un ser humano, pero se repetía las palabras de Rogen una y otra y otra vez.

—Lo has hecho bien, ese cabrón no me confunde. He salvado vidas. La culpa es suya y solo suya. Se puede ayudar a la gente matando a la gente adecuada... — murmuraba para sí, y volvía a empezar.

Entonces llegó un tipo al que no conocía de nada, pero parecía que a Lia sí. Y parecía que les iba a sacar del desagradable interrogatorio al que les iban a someter. ¡Ya estaba pensando en cómo se pondrían el gordo y el flaco cuando se enterasen del lío que se había montado! Pero bueno, si no se enteraban, no se pondrían de ninguna manera, ¿no?

Acompañó a todos, y por una vez no dijo nada, expectante, a ver quién era ese tipo antes de hablar.

Jalester estaba ceñudo y con el rostro preocupado.

—Un noble asesinado siempre es mal asunto—reconoció—. No os preocupéis, creo que podré libraros de cualquier problema. Pero voy a necesitar que os quedéis quietecitos en casa hasta que os diga.

Las palabras del hombre daban a entender que no esperaba ningún pero a su petición.

—O en la taberna—bromeó intentando relajar el ambiente—. Y voy a necesitar que me contéis lo que ha pasado y lo que hayáis podido averiguar.

Entonces se detuvo frente a una de las elegantes tabernas del distrito Norte.

—Venga, os invito a comer.

 - ¿Librarnos de problemas? -respondió con el morro torcido- Las cosas no han salido bien, pero no hemos hecho nada malo -añadió dando un apretón cariñoso en el brazo de Chispa, escuchándola murmurar por lo bajo.

Lia miró la taberna y miró sus ropas. Estaban todos hechos un asco. Si les dejaban entrar en un establecimiento del distrito pijo con esas pintas, ya sería un logro.

 - Gracias, necesito comer algo. He perdido más sangre de la que recomiendan los curanderos.

Elaziana dejó de rumiar y sonrió a Lia. El apoyo de sus amigos hacía que se sintiera mejor, ¡pero seguro que esa noche iba a tener pesadillas! La vio mirarse la ropa. Bajó la mirada. El vestido ensangrentado le tiraba de las heridas de la barriga, que no veas cómo dolían.

—¡Oh, claro! Espere un momento, señor Jalester. Voy a ponernos un poco decentes. — y con unos floreados movimientos de manos, se puso a limpiar a todos sus amigos y a ella misma. La sangre se deslizó por la ropa hasta gotear al suelo.

Ahora ya no parecían salidos de una batalla, sólo con ropas bastante limpias pero rajadas. Se encogio de hombros. 

—Bueno, mejor, ¿no? ¡Ya podemos entrar!— dijo sonriendo, haciendo volar su vestido. Entonces miró a Jalester como si lo viera por primera vez  chasqueó los dedos —¡Anda, ya me acuerdo de usted! — dijo de pronto Elaziana — ¡Usted estuvo en la inauguración de la taberna! ¡Me alegro de verle! — le estrechó la mano animadamente — Y muchas gracias por ayudarnos. Esos guardias nos iban a poner la cabeza como un bombo... Le contaremos todo, que vaya una mañana, ya verá... 

Se fue animando por momentos ante la perspectiva de ponerse a charlar. Necesitaba hablar mucho para desahogarse de tantas emociones.

Veatrice ya estaba mentalizada para todo, desde un interrogatorio hasta una nueva pelea si alguien decidía soliviantarse. También estaba preparada para dar pésames, rezar por los fallecidos o poner algún vendaje si hiciese falta. Sin embargo, en su lista de cosas raras que podían pasar, no estaba la de tener un contacto de alto nivel. Se frotó los ojos, ¿por qué se habían metido a pelear en el barro cuando otros podían haberlo hecho por ellos? Siguió a los demás sin entender absolutamente nada de lo que pasaba. 

Rogen estaba más tranquilo de lo que sus compañeros hubieran esperado dado su carácter. Aunque en realidad lo que estaba era resignado. Podía entender que la guardia desconfiara, había muertos, pero que ni siquiera trataran de buscar al raudoescolta por si acaso no estaban mintiendo les parecía de una dejadez e incompetencia absoluta. Bueno, había ido un tipo, pero seguro que ni sabía lo que era un raudoescolta. No era de extrañar que la guerra entre bandas estuviera tan agresiva y osada, si aquella gente era la que tenía que proteger e la ciudad, Aguasfrías tenía muchos problemas.

También se quedó mirando un poco suspicaz a la mujer del noble. Vale, había perdido a su marido y tal. Era una faena. Pero el raudoescolta estaba en la casa. Todo parecía indicar que el noble a todas luces lo sabía, y aunque Urtsul lo había matado salió por la puerta como si estuviera en su casa. Era muy posible que la mujer no supiera nada de lo que sucedía, claro está. Pero también podía ser que no. Y ahora, por culpa de la guardia, nunca lo sabrían.

Al menos no les detuvieron gracias a Jalester, lo cuál por más de un momento creyó que es lo que iba a pasar. De una posible recompensa por la captura/muerte de Urtsul ya ni hablamos. 
Siguió al resto en silencio y cuando se pusieron a comer dejó que sus compañeras explicasen la situación. De hecho el guerrero estaba un poco harto de todo. Estaban tratando de ayudar a la ciudad. Hacían lo que los guardias no sabían ni por donde empezar. Se merecían un poco más de respeto.

Nadie puso pegas a la entrada de los aventureros gracias a la limpieza de Elaziana y los seis comensales se sentaron en la mesa. Jalester puso una cara rara cuando Lia dijo que no había hecho nada malo, sin embargo el hombre no discutió con ella. Simplemente la investigación que iba abrirse con el asesinato de un noble ya implicaría demasiadas molestias. Y la presencia de los aventureros levantaría cuanto menos muchas suspicacias.

Jalester escuchó pacientemente y sin hacer muchas preguntas. Por su mirada estaba claro que estaba bien informado el tema, no se molestó en ocultarlo. Lia recordó la conversación que tuvieron con él en El Portal Bostezante. Cuando los reclutó para hacer trabajos para la Confederación y la importancia de elegir qué quieres ocultar. No pudo evitar preguntarse si estaría mejor informada que Aradia. ¡Qué demonios! ¿Sabría acaso de su relación con esa vieja? A saber.

—No ha sido el trabajo más elegante y cuidadoso, pero tampoco esperaba que lo fuera. No era una investigación sencilla, así que buen trabajo. 

Jalester torció el gesto pensativo.

—Hay cosas que no entiendo. No sé la relación entre el raudoescolta, los Gralhund y Floxin. No sé si estaban conchabados o enfrentados. Y se suponía que eran la Hermandad y la Mano Negra quienes peleaban por la Piedra de Golorr. No sé quién estaba moviendo los hilos de Floxin, pero no creo que sea ninguna de las dos organizaciones. ¿Alguna teoría al respecto?

En circunstancias normales, Lia sacaría la libreta con rapidez para repasar anotaciones. Hipótesis, teorías conspiratorias (o no), causalidad, correlaciones... Pocas cosas le apasionaban más. Pero estaba dolorida, cansada, desanimada. Con un el cubierto en la mano girando hipnóticamente, intentó aclarar sus ideas. Lo que había sucedido en la mansión Gralhund había sido raro.

 - Tal vez la familia Gralhund forman parte de la Hermandad del Gran Ojo, o de la Mano Negra. Si fuesen aliados de Floxin, no habrían lanzado una bola de fuego en su cara matando a sus propios hombres. El raudoescolta es su manera de actuar sin exponerse... Si atrapan al autómata robado, solo tendrían que hacerse los tontos y decir que no es cosa suya.

Hizo una pausa. Su teoría incluía una acusación grave hacia los nobles y, aunque posible, no estaba segura de que Jalester la aprobase tan fácil.

 - O los Gralhund estaban siendo extorsionados por alguna de esas facciones criminales, viéndose obligados a hacer todo esto. Y sobre quién mueve los hilos de Floxin... ni idea. ¿Alguien revisó el cadáver antes de que llegase la guardia? -preguntó a sus amigos- Dudo que llevase la Piedra de Golorr encima, pero tal vez algún distintivo, placa, carta firmada... O sus matones, hay uno prisionero. A estas alturas creo que esas pistas ya no están a nuestro alcance.

—Según nos dijeron, ese... Floxin se estaba montando su propia banda de matones.— comentó —Puede que fuera él sólo... Y se había enterado de cosas... Y quería la piedra para ser más poderoso... Y así afianzar su banda... Y tener cada vez más delincuentes bajo su mando... Y hacer la puñeta a las otras dos bandas...— aventuró.

Ay, qué cansada estaba. Necesitaba darse un buen baño y relajarse...

—Y el señor Gralhund yo creo que lo estaban chantajeando de alguna manera, pero bien no, porque matarlo me parece una forma muy dura de terminar un acuerdo. Aunque ese tipo creo que lo hacía todo con los cuchillos... — se palpó las heridas del abdomen y se estremeció al sentir el frío acero entre sus entrañitas.

—No, no creo que los Gralhund estuvieran involucrados con ninguna de las dos bandas—a Jalester no pareció molestarle la acusación hacia los nobles—. Lo cual no quiere decir de que no fueran capaces de estar interesados de hacerse con la fortuna que se supone que esconde esa piedra. Pero todo esto parece estar muy por encima de lo que esperaría de alguien como ellos.

Jalester hizo una pausa mientras un camarero servía la mesa.

—No te preocupes sobre las pistas. Los vigilantes ya habrán llamado a Saeth y Barnibus—la extraña pareja de investigadores— y ahora mismo deberían estar allí revisándolo todo. Nos enteraremos de cualquier cosa que sea importante y seguramente atemos algunos cabos. De todas formas ahora mismo la prioridad es encontrar a ese raudoescolta. Me juego cincuenta dragones a que es él quien tiene la piedra. Y encontrar esa roca será vuestro trabajo a partir de ahora.

¿Acaso los estaba contratando como cuando los barrenderos? Eso parecía, sí. Aunque por su manera de hablar no parecía que fuera a darles pie a que se negaran al encargo.

—Guardad ese detector como si os fuera la vida en ello—Jalester se levantó de la silla—. Iré a veros esta noche o mañana a más tardar y trataremos los detalles.

Rogen se extrañó que les pidiera encontrar al raudoescolta. Bueno, cierto que era la mejor pista de lo sucedido con la bola de fuego, pero eso iba a implicar más registros.

-¿Y con qué autoridad vamos a buscar a ese raudoescolta? Hemos tenido mucha suerte en encontrarlo, y pateo, y para para confirmarlo hemos tenido que ser... imaginativos a la hora de entrar en la casa de un noble.
¿Qué pasa si lo encontramos en la casa de otro noble? A buen seguro de que si hay otro altercado, que parece ser lo habitual con ese constructo, la guardia se va a molestar mucho. Que ya lo estarán.-

Del dinero que les pagarían ni lo preguntó. Ya estaba acostumbrado a que lo hicieran mal y tarde. Y la verdad es que estaba un poco cansado de ello. Habían tenido una pelea muy dura, sobretodo sin curaciones, y sus pocos recursos habían mermado considerablemente. Con las pociones de curación entre otras cosas. De su armadura ya ni se quejaba. Tenía claro que acabaría palmando por culpa de no tenerla arreglada.

Lia alzó una ceja ante la teoría de Jalester.

 - ¿El raudoescolta con la piedra? Los testigos vieron a Floxin saquear el cadáver del gnomo Dalakhar, en todo caso la piedra la tendría el propio Floxin. E imagino que la tendrá escondida en su guarida. Si es tan idiota como para llevarla encima, seguirá en sus bolsillos o en manos de la guardia.

Asintió por las dudas de Rogen.

 - El raudoescolta es el principal sospechoso del atentado y en caso de ser así, es el cabrón que casi nos revienta la casa. Lo encontraremos. Aunque Rogen tiene razón, ¿crees que podrás darnos una orden de registro en nombre de la Confederación? Por si se esconde en una casa, un bar, una tienda, un almacén, lo que sea...

Resopló y se frotó las sienes. La cosa se complicaba con cada paso. ¿Cuánta gente estaba involucrada en la búsqueda de ese tesoro? Al ver el ceño fruncido del guerrero, Lia se acercó a Jalester y le dijo en un susurro:

 - De toda esa gente que lleváis ante la justicia... ¿Guardáis sus pertenencias? ¿Cómo de, o cuánto de, ilegal es coger y emplear ''equipo sin usar'' como parte de una misión oficial si luego lo devolvemos?

—Precisamente con esa autoridad, la autoridad de la Confederación de ciudades de Benerluxia—dijo con un toque de solemnidad—. Precisamente no entiendo los tejemanejes entre los Gralhund, Floxin y el raudoescolta. Pero ese cacharro se ha escapado por algo.

Jalester dejó el resto de cuestiones para más tarde.

—Descansad que os lo habéis merecido. Ya hablamos.

Y tras despedirse con la mano, el agente de la confederación salió por la puerta.

El grupo continúa aquí.