Partida Rol por web

La palabra "ambulancia", sacó a Carla de aquel estado catatónico en el que se encontraba. De repente, como si de una ráfaga de imágenes se tratara, comenzó a visualizar parte de su pasado: el accidente de coche, ella postrada en la cama en estado de coma, la visita de aquel desconocido que respondía al nombre de Bejar, su encuentro con el violador, los sesos del hombre por los suelos, la persecución a la que estaba siendo sometida, la huida... el miedo.

No, a un hospital, no. Como si se encontrara en un resorte, Carla se levantó tan rápido como pudo y señaló a todos y cada uno de los que estaban en la sala: Antonio y aquel desconocido que hacia unos segundos había estado desnudo.

-Que nadie me toque! Y nada de ir a un hospital... solo necesito...que...que alguien me explique qué ha sucedido aquí... Y Alicia?

Pregunté por la que, desde un principio, me había parecido la más segura de los tres. Comenzaba a confiar en ella y no verla en la destrozada habitación le hacia sentir inquieta.

Luego fue consciente de los ruidos y las conversaciones que se escuchaban tras la puerta. Y le pareció oir la voz de Alicia.

Miró a Antonio mientras recuperaba su mochila entre todo aquel desorden y esperaba que le explicara algo que la tranquilizara. O él o aquel desconocido...

El conjunto de la situación resultaba aun más surrealista si cabía. Aquellos tres se acababan de enfrentar a un ser de pesadilla, pero trataban de simular normalidad ante aquellos que esperaban fuera. ¿Quienes serían? ¿Por que tanto teatro?

Mi cabeza aun estaba algo embotada después del viaje dimensional, pero no creo que tuviera más lucidez que los que allí se encontraban con él.

- Joder, tengo que hablar con estos tres. - Pensé. Pero no en aquel momento. No allí. Y menos aun delante de aquella gente.

La chica medio catatónica parece que se recupera y hace la única pregunta sensata que escucho en mucho rato: ¿Qué ha pasado aquí?

Aun no veo la cosa realmente clara. Sigo conteniendo la respiración mientras busco algo en lo que meter aquella asquerosidad en que se ha convertido el cofre. El librero dijo que debía custodiarlo. Sólo ha cambiado de forma, eso no es excusa para abandonarlo allí. Busco una mochila o una bolsa de supermercado, lo que sea y meto aquél sistema nervioso que parece estar vivo en ella. Luego me disimulo entre las sombras del local destrozado, evitando que alguien de fuera pueda verme pero observando la situación. Aun soy un fugitivo y mi cara ha aparecido por todos los medios de comunicación hace pocas horas. No debo arriesgarme.

Alicia ha salido y cerrado con rapidez a su espalda. Los demás la oyen tratar de imponerse. Desgraciadamente, los espeluznantes mugidos de la criatura han intensificado una inquietud previa de su público: el gobierno, reunido en gabinete de crisis, declarará mañana, con la autorización del congreso, el estado de excepción, y, en la consideración de urgencia de que los seres humanos afectados por mutaciones, presentes dentro de las fronteras del estado español, “no son dueños de sus actos”, alentará a los ciudadanos de buena voluntad a denunciar a los mutantes de los que tengan noticia; así que cualquier culpabilidad que Alicia, con su actuación quisiera inspirar en ellos, se diluye en un océano de antipatía. 

-No podré ponerme manos a la obra si no veo lo que ha pasado ahí dentro –dice un tipo flaco, rapado y nervioso como una lagartija; con toda posibilidad se trata del manitas, Bruno, que los informáticos habían mentado a su llegada.

La lluvia produce un estruendo sobre la cubierta. A oscuras, cerca de cincuenta personas se aglomeran frente al puesto, alumbrándose con los móviles y al menos cinco linternas.

-¡Mi moto no la toca nadie na más que yo! –objeta un chico, con retardo, bien por sorpresa, bien intoxicado.

Mientras tanto, alguien ha cerrado la llave de paso, e Ibrahim ha conseguido una caja de cartón amplia y seca en que esconder el sistema, el cual mueve a la piedad. Ahora bien, su intento de esconderse él mismo en aquel local es del todo inútil. Como alguien pronto le explicará o él se apercibirá, se trata de un puesto de mercado, y los que se agolpan afuera lo hacen en una suerte de atrio cubierto con columnas que hace las veces de centro radial para el recinto.

Javi les recrimina al resto su falta de educación y comienza a llamar a una ambulancia. Una chica líder del movimiento discute a voces con él, y esto demorará por unos minutos el interés de los okupas por husmear dentro.

-Los de urgencias dicen que llegarán en cinco minutos -anuncia el informático.

Por fin antonio parece salir de su estado de catatonia. Su madre... no, tiene que hacer algo, pero no él solo. Incluso si alicia no reconoce su poder, sus conocimientos informáticos es lo que le pueden ayudar a encontrar al tipo de la bomba... ¡La bomba!

La mirada de Antonio se dirige al maletín. Por suerte está bien. Pero no puede decir lo mismo de su brazo. Maldito ser... Mira al recién llegado, intentando esconderse en las sombras del local. Luego mira a Carla.

¿Qué ha pasado? Pues sencillamente que has frito la cabeza de ese ser, el que custodiaba la bomba. Miro a mi alrededor, buscando un trozo de carton, o de madera. Si veo algo, lo coloco en el suelo (por cierto, ibrahim verá que paseo sobre el agua electrocutada como si tal cosa). Sal de hay, carla, antes que te hagas daño.

Miro a mi alrededor, buscando una ventana, o algo así. Si veo algo, cojo al ser ese y lo tiro por ella, asegurándome antes que nadie me vea. Si no me llega con mi fuerza para cargarlo, tengo un agua electrocutada muy útil para darme la fuerza necesaria.

Necesitamos un sitio para adecentarnos, necesitamos curación. La ambulancia llegará en cinco minutos, escucha antonio. Parece que eso no hace gracia a Carla. Intentaremos minimizar el asunto para que no nos lleven al hospital, Carla, pero tanto tu como yo estamos heridos, y necesitamos al menos antibióticos.

Luego, se agacha en su maleta y saca su muda. Se dirige directamente a Ibrahim (con lo que espero este se de cuenta que no está escondido) y le da la ropa. Ponte algo, ya hablaremos... a menos que quieras que un grupo de antisistemas y de policías nos detengan y nos acusen de vete a saber que y nos encierren en una cárcel y tiren la llave, claro.

El cuerpo del autodenominado Dunwich es excesivamente pesado y resbaladizo, y sólo sería posible sacarlo de la vista momentáneamente arrastrándolo detrás del mostrador; inmerso en esa tarea, aguantándose para no echar las papas, Antonio no ha advertido que el desconocido de rasgos africanos ya ha conseguido una indumentaria. Además, al enfriarse, la tersura ha regresado a la piel de este.

Apreté los puños, me sentía impotente y llena de rabia por toda aquella situación. Y las cosas sólo podían empeorar. No era justo, no había elegido nada de esto. Si, tal vez podía haber intentado ir a pie, a cualquier sitio aislado ¿y luego qué? No, no era opción y menos si quería saber qué diablos le había pasado a mi familia. Además, si hiciera eso tampoco me dejarían tranquila, enviarían mercenarios a capturarme. 

- Dentro no es seguro - dije con voz dura, autoritaria - Si quieres entrar hazlo bajo tu propia responsabilidad. -Luego miré al tipo de la moto, tenía la certeza de que, con tiempo, podía mejorar cualquier cosa que hiciera él. De hecho, tenía la certeza de que con mis conocimientos de cibernética podía construir una moto mil veces mejor que cualquier mecánico. -Como quieras, no es como si me importase. Además, preferiría construir otras cosas. 

No añadí útiles pero quedaba implícito en el aire. Lamenté no tener acceso a un taller mecánico de verdad. Allí sería capaz de construir algún tipo de exoesqueleto o artefacto que nos ayudase en caso de volver a entrar en combate. En realidad estaba segura que podría intentar construir algo incluso con lo que encontrase en un vertedero porque, seamos sinceros, la gente tiraba montones de cosas que aún podían se utilizadas. Al menos por alguien que supiera qué hacer con ellas. 

Miré a Javi, el único que me había apoyado. Discutía con la chica que supuestamente les lideraba. Ni siquiera sabía si quería ayudarles ya pero supuse que se lo debía.

- Gracias, siento que tengamos que encontrarnos en circunstancias tan malas. - le aparté y me encaré con la chica - Dame media hora y haré lo que esté en mi mano para quitaros al jodido alcalde de encima, aunque sea por un tiempo. Luego nos largaremos. Aunque no os lo merecéis - clavé mis ojos en ella - Cualquiera diría que alguien que protesta contra el sistema habría leído a Bertol Bretch. - Levanté la barbilla en un gesto orgulloso, porque realmente no me avergonzaba de mi familia - Judíos, mutantes, no hay diferencia, al gobierno le jode que alguien que no sea ellos tenga poder. No soy mutante pero tengo familia que si. Sé que hoy no vendrán por mi, pero mañana sí. Dudo que tarden mucho más en venir a por vosotros y, cuando lo hagan, echaréis de menos tener a alguien capaz de levantar coches en vuestro bando. 

Aún mientras decía esto me preparaba para tener que pelear, esquivar los golpes, correr o, esperaba que no, usar mi spray de pimienta con ellos. Eso o tener que improvisar algo como lo de la cañería lo que, en un sitio tan destrozado como este no era difícil. No era cosa mía, pero vivir en un sitio lleno de escombros en equilibrio precario, tuberías y cables o con los extintores a mano. Bueno, el lugar era para mi como una trampa gigante. Miré a la chica de forma desafiante. 

- Ahora, si me permites un consejo, no entréis porque dentro hay una jodida tubería reventada y una caja eléctrica en mitad de un charco. 

-Antonio, no iré a un hospital...-dijo estas palabras con toda seguridad en sus palabras, mientras salia del charco-... Podemos encontrar alguien que nos cure nuestras heridas sin tener que pasar cuentas. En un hospital nos harán demasiadas preguntas y es lo último que queremos, no crees?

Al ver que la intención de su compañero era la de reventar la ventana para poder escapar, se le ocurrió una manera más "silenciosa" de poder salir de allí. Se acercó a la ventana para intentar abrirla sin provocar más alboroto del que ya habían creado.

Mientras lo intentaba, miró otra vez al recién llegado a la habitación y le dijo.

-Me ayudas? No creo que esos de allí fuera se crean la historia de donde has llegado.

Si la líder se disponía a ascender en la escala de la antipatía, inmediatamente es enmudecida por aquella revelación de Alicia sobre unos familiares. El discurso cala en ellos en lo que sigue de murmullos e incomodidad.

-No sé a qué te refieres con lo de quitarnos de encima al alcalde –zanja la lideresa, aparcando la belicosidad-, pero eso ya no tiene remedio. Vendrán a desalojarnos a primera hora. Y tú dirás cuándo se puede entrar a arreglar ese estropicio…

-Nosotros te echaremos una mano con eso de lo del alcalde –no tarda en susurrarle Javi. –El Marcos se ha ido a su casa a dormir, pero estará aquí a las siete, vive aquí al lado.

Mientras tanto, lo más próximo a una ventana con que se encuentran los que permanecen encerrados  –es normal que se confundieran, si andan casi a tientas- es otro lateral de persiana que da a una ramificación del atrio, puesto que el puesto hace esquina. Presumen que salir de allí, para buscar una salida trasera del mercado, sin que nadie lo advierta será muy difícil, por más que el tumulto parezca que se esté disolviendo, regresando cada cual a su dormitorio improvisado.

La ambulancia está al caer.

Necesitamos deshacernos de este bicho, mínimo de este bicho. Luego quizá también podamos irnos, pero no se... Mientras dice eso, Antonio mete los pies en el charco, cargándose todo lo que pueda de energía para intentar levantar al ser. Busca por los alrededores algún gancho o pinzas o algo que clavar en el cuerpo para poder levantarlo cuando esté al máximo de fuerza.

Antonio pierde algunos segundos palmeando en el agua, cuando se percata de que al haber cesado la corriente, el agua no va a permanecer electrificada. Medita si no le será conveniente estudiar un poco el tema, estudiarlo a fondo. Quién sabe, es posible que después de ello, fuese capaz no sólo de almacenarla y darle un uso mecánico a través de su musculatura, sino también de liberarla en su pura esencia.

Visto lo visto, se diría que la cosa está complicada. No me alcanza a entender todo lo que sucede, pero comprendo que estos chavales están en un lío de dimensiones considerables. Como no creo en las casualidades, entiendo que han sido puestos en mi camino con algún fin que no pretendo comprender. Además, parece claro que ayudarles también me ayuda a mí mismo, así que manos a la obra.

- ¿Hay corriente? - Le pregunto al chaval que intenta mover el cuerpo, dejando escapar un poco de aire del almacenado enmis pulmones. Cuando me contesta negativamente, agarró la caja con un brazo y entro en contacto con el agua. Primero con precaución, en cuanto veo que no pasa nada, con decisión.

Me acerco al cuerpo sin vida y, con el brazo que tengo libre, lo levanto de su húmedo lecho, sin ninguna dificultad, y lo aparto hasta algún rincón donde poder cubrirlo con unas cajas o lo que encuentre.

El cuerpo queda en un rincón, definitivamente bajo el mostrador, oculto para vistazos someros.

Ahora que tenéis un momento de tranquilidad, no cabe duda de que os reconocéis como co-protagonistas de aquella extraña visión.

Bueno, parecía que al final había conseguido razonar un poco con ellos, aunque realmente tenía tiempo limitado para organizarme y poder hacer algo. Deseé tener la rapidez del tipo que había aparecido en pelotas, entonces todo sería mucho más fácil. O al menos sería capaz de hacer cosas al mismo tiempo que las pensaba. Hice un gesto de asentimiento ante la líder. 

- Para el desalojo necesitan que el alcalde envíe la orden del juez, si por lo que sea no puede se retrasa. Se trata de explotar la burocracia a nuestro favor - Expliqué por encima, muy por encima. - Voy a ver cómo están dentro, ya os diremos cuándo es seguro entrar. - después miré a Javi - Gracias, si nos coordinamos será fácil. Habla con los otros okupas y que te digan qué enfoque quieren tomar si intentan el desalojo, pelear o cambiar de sitio. Eso nos permitirá planear mejor. Se podrían construir cosas para cuando intenten entrar o tirarnos gases lacrimógenos. 

Después volví al local y me tapé la cara. Aún con la linterna tardé en ver a los otros tres. Carla parecía haber recuperado el sentido, pero seguía malherida. El tipo superveloz y Antonio no se habían matado, lo que era bueno. Y la cosa... la cosa no podía verla pero sí olerla. Hay que joderse. 

- Lo que necesitamos es una base. Esta criatura tiene ácido, por lo que si le echamos algo tipo sosa o similar, debería dar como resultado sal y agua. Mucho más manejable...

Luego les iluminé con mi linterna para verles mientras hablaba.

- Dicen que la ambulancia llegará en cinco minutos. Necesitáis que os atienda alguien que sepa lo que hace. Y los analgésicos. Sin contar con que vuestras heridas podrían infectarse. Tal y como estáis recibiréis atención en la propia ambulancia. Luego cuando lleguéis podréis largaros, pero al menos os habrán dado una atención básica. Supongo que... - me mordí el labio inferior, lo que iba a decir no era para nada bueno. Peor, llamaría también la atención. Pero no dejaba de ser una alternativa - En realidad imagino que también podríais secuestrar la ambulancia. Preguntaría por la cosa esta que viene de una dimensión alternativa, pero imagino que ninguno tendréis ni puta idea de qué va. Ahora nos queda ver si podemos suavizar la situación con la gente de fuera. Les he dicho que nos largaremos en cuanto arreglemos un poco las cosas aquí.

Bien. El bicho estaba algo apartado y la situación algo más controlada. Cuando la mujer que había estado hablando con los de fuera nos iluminó a cada uno y pude reparar en las caras, reconocí a los presentes como parte de las pesadillas que habían premonizado todo esto. Eso tenía sentido.

- Lo que hay que hacer es largarse de está mierda de sitio. Ya. - Un poco más de aire malgastado en palabras.

Sin decir nada más, me acerqué a la persiana bajada, la más alejada de la entrada. Con mis manos, abrí un boquete en un instante, como sí fuera de papel. Lo hice lo más rápido que pude, para que el ruido fuese breve y, quizá, pudiera llegar a confundirse con cualquier cosa del ambiente. Como el atronador sonido de una moto de gran cilindrada que en ese momento se escucha en algún lugar ahí fuera.

Me asomo al boquete que he abierto y diviso en derredor, evaluando las posibilidades de salir sin ser visto.

Nada más regresar y despachar la chica sus órdenes, el moruno asombroso se ha fabricado una salida como quien desenvuelve un regalo, y ha atravesado con el salto preciso de una pantera, portando una caja de cartón, hacia un corredor lateral. A menos de diez metros, el corredor gira a la derecha y muere en una puerta metálica con un cerrojo trabado con un candado, el cual podrá Ibrahim deshacerlo como si fuese de plastilina.

En ese momento, cuando los demás apenas están desertando del papel de espectador estupefacto, el eco de unas sirenas distantes comienza a filtrarse en la conmoción de la lluvia.

Antonio mira alrededor. Luego mira a Carla.

¿No opinas que es mejor irse que andar dando explicaciones? Sí, estamos heridos, pero... quizá Carla tenga razón. Además, si ella se pone tan nerviosa ante la posibilidad de ir a un hospital, quizá su poder se descontrolara, ¿no crees?

Y, tras decir esto, me voy tras Ibrahim.

A Carla solo le faltaba volver a estar perdida entre dos opciones a escoger: por un lado, escapar con aquel desconocido que parecía ser mutante como ellos, o quedarse con Antonio y Alicia y ser atendida de sus heridas por la ambulancia. Pero por lo que parecía, Antonio havia decidido escapar del local para evitar más encuentros indeseados.

"Joder!" pensó la muchacha... La situación no les daba nada de tregua para relajarse, descansar y poner cada cosa en su sitio.

-Alícia...-si de algo estaba convencida era de no querer separarse de ella, ya que desde su huida era la única que, todo y su duro carácter, parecía saber qué se hacia-...sabes que nos preguntarán como nos hemos hecho las heridas, llamarán a la poli, nos meteremos en más líos... y lo de secuestrar la ambulancia... nos ves capaces de hacer algo así? No controlo lo que me pasa y no quiero hacer más daño del que quisiera.

E inició, con su mochila a cuestas, el camino hacia el boquete que había creado el recién llegado. Con una pierna ya en el exterior, volvió a mirar a su compañera y le dijo:

-Ven con nosotros, eres parte de lo que nos está sucediendo... aparecistes en mi sueño y eso quiere decir algo. Acompáñanos, por favor...

Por el rabillo del ojo veo que algunos me siguen. Supongo que se habrán dado cuenta que la acción es lo que se requiere en estos momentos. Casi como una sombra, me deshizo por el pasillo y apretar el candado en mi puño, estrujandolo como sí fuera de mantequilla. La puerta se abre luego, solícita.

Vuelvo a recuperar el aliento, renovando el aire de mis pulmones con alivio. Con la cocinada de aire percibo el aire fresco de la lluvia que cae fuera.

Me asomo a la calle y busco la mejor y más discreta forma de salir de allí, a ser posible, resguardándome de la lluvia en algún portal cercano donde esperar a los demás.

Qué manía de destrozar las cosas porque sí. Miré al chico con una mezcla de envidia y decepción. Tenía muy claro que si tuviese supervelocidad, la usaría para construir cosas, no romperlas. Luego asentí con tranquilidad, en el fondo era mejor así. No tenía nada que ver con ellos y estaba claro que su modo de ver el mundo era... muy distinta a la mía. 

- Como queráis. Es vuestra decisión - Mi tono dejaba claro que no era la mía. 

Después de eso me quedé mirando el boquete, preguntándome cómo iba a arreglar toda la mierda que dejaban atrás. Porque no estaba bien largarse sin responsabilizarse de lo que se hacía. Pero imaginé que estaba acostumbrados a huir a ciegas. Solo que llegaría el momento de que no hubiese más sitio hacia el que correr, que nos acorralasen. 

- La gente muy herida suele estar conmocionada, nunca dicen nada coherente. Con no responder basta - Era algo muy básico que no pensé que fuese necesario explicar, pero ahí estaba, diciendo cosas obvias - Para secuestrar una ambulancia basta con sustituir al conductor y hay un tipo superrapido y superfuerte. Dejas que te curen, aparcas junto a un metro y desapareces.

Suspiré, estaba cansada y me esperaba una noche muy larga. Especialmente si quería arreglar todo esto y ayudar a los okupas antes de irme. Pero no así, no por la puerta de atrás y dejandoles el marón. Y mucho menos confiando en una estúpida visión que probablemente era la manipulación de un telépata o el resultado de alguna tecnología. Negué con la cabeza. 

- No, no voy. Esta gente nos acogió sin preguntas y no voy a dejarles tirados. Vosotros haced lo que queráis. Buena suerte. No olvidéis desinfectar esas heridas. 

Después fui a por mi ordenador, tenía que retrasar el desalojo. Aunque si quería que fuese algo más permanente, tendría que crear una o varias sociedades anónimas, ubicada en un paraíso fiscal y dotarla de fondos para comprar los terrenos. Bueno, estos u otros. Cuando tuviera dinero, podría reunir recursos para plantar cara. Me gustase o no, las guerras de ahora se hacían así. Y después intentaría conseguirme una identidad falsa de erasmus para colarme en la universidad como estudiante de química. Así podría analizar las muestras. Quién tuviera control del tiempo, pensé con una sonrisa irónica.