Partida Rol por web

-Todavía no he terminado el primer depósito, Jefe -dijo Semyon- Una rociada más y se agota, así que si hacemos eso de abrir puertas y cerrarlas, seguro que podemos cambiarlas en ese momento.

Verticorda activó su comunicador- Según el mapa, la terminar está al lado izquierdo, por lo que si Nathaniel se sitúa en ese lado y dispara en diagonal hacia la derecha no debería de haber ningún problema... respecto a las granadas -parecía tener ciertas dudas- si son de fragmentación no deberían de causar muchos daños al equipo, pero viendo el estado de la Forja no estoy nada seguro.

En ese momento las comunicaciones chasquearon. Era el hermano apotecario Septimus.

-¡Recibido, hermano exterminador Phalanax! ¡Nosotros estamos allí, bajo ataque de hordas devoradoras tiránidas!

Eikos disparó su lanzallamas una vez más, quemando a muchos de los pequeños xenos, pero estos empezaban a cubrirle de forma peligrosa, por lo que no parecía que pudiera disparar más. Muchos de los pequeños seres saltaron sobre los astartes, curbiéndo a Sharaq, Anatoli y Septimus también, arañando su armadura y buscando los resquicios de sus armaduras por donde entrar para causar más daño, pero sin conseguirlo en realidad.

Por suerte, Marius y su arma pesada seguían en funcionamiento. Ésta vez embrazó bien el arma y disparó una ráfaga, pero se desviaron muchos proyectiles, impactando en el techo y en la pared, además de que comenzó a sonar el chasquido que indicaba que se había acabado el cargador.

Anteros hizo lo mismo, disparando cuatro proyectiles, pero solo dos consiguieron impactar en su lugar correspondiente, consiguiendo acabar con parte de la horda.

Al menos ya habían matado a la mitad.

El cuerpo de Leah se arqueó dentro de la servoarmadura y pese a su estado gritó, no lo hizo con su voz pero el dolor era tan atroz que no había forma de huír de él, colapsando los resquicios de fuerza de voluntad que tenía la mujer que no hubieran caído bajo el ataque de Benzomathel.

La sangre salía a borbotones por su boca, sus oídos, su nariz y la herida del abdomen, los ojos giraron sobre sus cuencas mirando hacia arriba hasta quedar en blanco. No podía saber que le debía la vida a Godsmote, que éste había conseguido que Benzomathel se retirara a coste de un buen golpe en el hombro.

El enjambre se les echó encima, pero el apotecario estaba embargado por la furia del Emperador, y su cuchillo subía y bajaba con frenesí, trazando arcos y mutilando xenos allí donde danzaba, apuñalando con saña sus cuerpos y cortando todo aquello que parecía frágil, descargando un golpe tras otro en un sagrado frenesí de batalla, demostrando la furia y el celo con que los Astartes defendían al Imperio.

-¡Por el Emperador! ¡Acabad con los xenos, hermanos!

Blitz intentó apuntar, pero el ruido, y el conocimiento que sus hermanos estaban ahí detrás, exterminando Xenos cuerpo a cuerpo, le despistó, volvió a mirar los controles, había perdido el encuadre, el momento perfecto para disparar y aniquilar a una tropa y la ráfaga de disparos salió demasiado desviada.

Maldición! Concéntrate Storm! Tu debes luchar una lucha que ellos no pueden librar!

Phalanax asintió ante su unidad:

- Seguiremos con el plan de Nathaniel - Y mirándole directamente - Colócate como ha indicado Verticorda para evitar cualquier daño.

Acto seguido se dirigió a todos sus hombres: Aunque tengamos mala suerte, llamaremos su atención y le quitaremos problemas a los demás. Estad atentos de lo que pueda haber dentro. Yo abriré la puerta. Eristede, Camulos, tirareis cada uno una granada de fragmentación, el resto cubrireis con los bolter, teniendo cuidado de la zona que ha indicado Verticorda. ¿Entendido Soldados?

Y acto seguido se dispuso a seguir con el plan.
 

 Nathaniel respondio al Sargento.

- Dispuesto para todo, hermano sargento. – Comento el Devastador. – Cuento aun con un cargador completo de Bolter pesado y después mi fuerza para lo que este por venir. – Tras recibir las indicaciones se preparó para lo peor, pero estaba mas que dispuesto a ello, ya que había sido idea suya realizar aquella operación.

Los devoradores estaban encima de los astartes, poco a poco cubriéndolos por completo. Eikos, cuchillo en mano, comenzó a soltar tajos a la marea de xenos mientras gritaba y pisaba. A su alrededor comenzó a formarse un charco de sangre xeno viscosa que podría desequilibrar a alguien, pero los astartes llevaban desde el inicio de la misión con las suelas magnéticas puestas.

Los xenos se abalanzaron a la vez sobre Sharaq y Anatoli, introduciéndose bajo los brazos y comenzando a causar heridas que eran acompañadas por gritos y gruñidos de dolor de ambos astartes. Sharaq intentó quitárselos de encima sin éxito, pero Anatoli no dudo en apuñalar su armadura, casi como si quisiera atravesarla con el cuchillo, consiguiendo así librarse de unos cuantos de esos diminutos seres.

Marius pareció distraerse con los gritos de sus compañeros y resbaló ligeramente, por lo que la ráfaga se desvió por completo, pasando muy cerca de Sharaq, al que casi revienta con los disparos del arma pesada y, para colmo, ésta comenzó a chascar, dando señal de que se había quedado sin munición. 

Septimus lanzó una ráfaga de golpes que ni los mismísimos soldados de asalto habrían superado, puede que si hubiera tenido una espada sierra hubiera segado más, pero con el cuchillo de combate lanzó múltiples cortes quitándose de encima los que se le intentaban introducir por la armadura.

Anteros disparó una ráfaga del bolter que consiguió causar bastante daño, e iba poco a poco segando la parte trasera de la horda, consiguiendo disminuir con bastante efectividad la horda.

Blitz se distrajo con los gritos y desvió las armas antiaéreas, y los sistemas no confirmaron ningún blanco contra la flota, lo que había sido un gran fallo, porque parecía que se iba poniendo cada vez más en posición y seguía lanzando bombas micéticas contra el planeta.

-Despierta, Leah, despierta  -una voz cavernosa y con un eco extraño surgió de la oscuridad que envolvía a la chica. Todo eran sombras y oscuridad, apenas se veía las manos, pero una figura surgió de entre las sombras.

-Despierta, Leah, aún no es tú hora -decía el hombre mirando a la Inquisidora- no puedes morir, al menos aún, tu labor aún no ha terminado -un brillo dorado comenzó a surgir del hombre, como si estuviera luchando contra la oscuridad- no tengo mucho tiempo, pero tienes que despertar, tu has visto la corrupción, has visto la verdad dentro de vuestro capítulo, el Dios-Emperador tenga en su gloria.

Algo comenzó a envolverlo, como si las sombras cobraran vida y lo estuvieran devorando- Debes llevar la verdad a los oídos que quieran escucharla y a las manos que puedan hacer algo para evitarlo. Ese es tu deber, no otro.

Todos los miembros de la Cuarta Escuadra asintieron y se situaron, Verticorda estableció unos cables para controlar la puerta y poder abrirla cuando todos estuvieran en posición. Todos se prepararon y situaron.

Verticorda asintió y mandó el código para abrir la puerta, los hermanos Eristede y Semyon estaban en la puerta misma y según se abrió, el primero lanzó un par de granadas de fragmentación y el segundo lanzó un chorro de promethium.

Un rugido atronador surgió del interior mientras todo el fuego caía sobre él, tanto las ráfagas disparadas como las granadas, pero Verticorda no consiguió cerrar la puerta, pues ésta se desencajó por culpa de las plantas o musgos xeno que habían invadido toda la Forja.

El rugido fue muy fuerte, y uno de los peores Xenos que se podrían encontrar apareció. Un guerrero tiránido rugió y se encaró hacia ellos.

Tras el despliegue de ferocidad mostrado, Septimus notó como su velocidad con el cuchillo se resentía un poco, pero aún así, siguió dando tajos. Aunque los gritos de Sharaq y Anatoli consiguieron distraerle levemente de la carnicería.

-¡Hermano Sharaq! ¡Hermano Anatoli! ¡Resistid, no debemos fallar! ¡Por el Emperador!-proclamó el apotecario, mientras seguía atacando a aquellos malditos xenos, que parecían no tener fin... Pero, a juzgar por el número de cadáveres y los fluidos que empapaban su armadura, sin duda debían tenerlo. 

Blitz observó con preocupación las bombas micéticas. Había sido un gran fallo el desconcentrarse en un momento así. Se giró de nuevo, concentrado completamente en las naves. Si debían morir devorados por una plaga de gusanos, deberían destrozar, al menos, la flota aérea.

Concentrado y ignorando por completo lo que sucedía alrededor, se puso a trabajar, activando los controles y redirigiendo y apuntando las anti-aéreas haciendo el cálculo mental de la trayectoria de la flota. No dejaría que la flota avanzase mucho mas. Para cuando disparó, las naves que seguían la misma trayectoria fueron alcanzadas por los proyectiles anti-aéreos.

Nathaniel estaba preparado para cuando se abrieran las escotillas, la sorpresa inicial de los sonidos del interior se incrementó al ver el tamaño del engendro que en el interior se resguardaba. Un guerrero  tiranido adulto se erguía en el centro del lugar.

Sus dedos apretaron el gatillo nada más verlo rociando al xeno de una salva de proyectiles explosivos. Este recibió múltiples impactos sobre el cuerpo. E l Devastador contaba con que esa salva acabara con el oponente, al menos no sentía como sus músculos se congelaban en el sitio al verlo.

Sentía miedo. Claro que sentía miedo pero el Emperador (y su padre) estaban con ella y haría lo que fuera por aplastar cualquier rastro de corrupción.

Cualquier rastro.

Abrió los ojos y la sangre borbotó en su boca, atorándole la garganta. Tosió y el esputo sanguinolento salió de sus labios dejándole un sabor desagradable en la boca.

-Trai...dores- acertó a decir con esfuerzo. Recordaba la impía presencia del astarte y del brillo dorado de los fetiches de Godsmote. Seguía viva y si a Godsmote se le ocurría la feliz idea de morir antes que ella lo pagaría caro. Intentó moverse y gruñó. No como un arma de la inquisición sino como una mujer malherida. El rostro se le había transformado en una máscara de dolor, rabia y de esfuerzo. Tenía que comunicar la existencia de traidores y el tiempo apremiaba, ya podría morirse más tarde.

Phalanax se prepara y se coloca junto a sus hombres, con el bólter en ristre preparado para eliminar cualquier enemigo que apareciera por la exclusa.

Aguantó ligeramente la respiración cuando Verticorda abrió la compuerta y sus soldados lanzaron las granadas, el prometheum y los disparos de bólter. El se unió con una ráfaga controlada contra lo que hubiera, y entonces, de entre las llamas y el humo de las explosiones y los sistemas de refrigeración y vapores del ambiente apareció una criatura infernal que el marine no se esperaba.

Había esperado otra horda de criaturas, pero no un enemigo tan fiero. Por un momento los nervios le asaltaron a la mente, se había preparado para otra cosa y ahora las ideas no le venían a la mente, no podía pensar con claridad sobre la situación, solo en los ojos de aquella bestia que le miraban fulgurantemente.

Eikos seguía apuñalando como si fuera el día del Fin del Mundo a esos diminutos seres. Eran muchos, muhcísimos, pero cada vez eran menos, aunque parecía que su empuje iba siendo aún mayor al estar encima de los diferentes astartes. La peor parte se la llevó Anatoli de nuevo, pues parecía que los seres estaban  entrando en su armadura. Sus gritos de dolor eran acompañados por gruñidos, pero empezó a darse golpes con su puño sobre la armadura, como si esperara que el ruido hiciera salir a los pequeños xenos. Esta vez, la suerte del apotecario desapareció, pues al ver lo que le estaba pasando a su compañero le hizo bajar la guardia y los diminutos seres se lanzaron a las zonas de las articulaciones de las piernas, dañando ligeramente la armadura pero entrando dentro y empezando a provocar daños en el astartes, unos daños bastante serios.

Sharaq seguía peleando contra lo que parecía un enemigo fantasma, igual que Anatoli, y Marius estaba recargando el arma. El único que se mantenía firme era Anteros, pues seguía disparando ráfagas y consiguió dañar a los más cercanos y salvar de que los seres siguieran entrando en Anatoli y Septimus.

El tecnomarine, por su parte, apuntó mejor en esta ocasión, haciendo que las ráfagas y rayos antiaéreos impactaran y derribaran a siete naves en esta ocasión. Ya quedaba menos, ya estaban a punto de terminar con esa invasión. 

El problema era si sobrevivirían para verlo.

Leah se pudo fijar entre dolores que estaba en el pasillo, junto a los cadáveres de los traidores y de el otro inquisidor. A su lado estaba Domitian, arrodillado y apuntando con el bolter hacia todos lados, como si esperara que fueran a salir más seres desde las sombras.

En un momento salieron de la sala en la que habían entrado Jael y Godsmote. El segundo parecía agotado mientras que el primero alzó su bolter y disparó. Justo en el momento en el que saltaba a un lado, Gods pulsaba el botón de cerrar la puerta y una llamarada salía por un instante entre las compuertas. Godsmote se giró y se dirigió hacia Leah.

-Mi Lady, hemos usado todas alas granadas juntas y pegadas a esa asquerosidad xeno para acabar con ella -miró un momento a sus hermanos- y hemos pensado que no es bueno que se alerte de momento a los demás, ¿y si los traidores están en los altos mandos? -se encogió de hombros- creo que deberíamos callarnos y dar un informe directo a Lord Feboss, Lady Airanna y al Sumo Inquisidor Zarius cuando todo termine.

Al abrirse las puertas se soltaron las granadas y se dispararon los bolters. La munición normal parecía rebotar en el Guerrero tiránido que había provocado bastantes daños psicológicos en algunos de los presentes, pero Nathaniel optó por demostrar para que servía un bolter pesado.

Abrió fuego en sendas ráfagas y con la primera ya había pulverizado al Guerrero. cada impacto causado hacía salpicar sangre viscosa y quitina por todos lados, como si un escarabajo estuviera recibiendo martillazos por todos lados. Cuando acabó del todo, el bolter humeaba con la boquilla ligeramente enrojecida por la velocidad de disparo, y el xeno que había causado estragos en la formación solo con su presencia era una pulpa en el suelo de la zona.

Sin dudarlo ni un segundo, Verticorda avanzó hacia el interior, como si estuviera deseoso de conectarse y poder poner en marcha las defensas purgadoras de la Forja.

Phalanax vió como la criatura cayó en seco después de la última y tronante ráfaga que disparó el bólter pesado de Nathaniel. Volvió en sí mismo al ver el potencial de sus armas, un poco decepcionado por haber dudado.

¡La duda lleva a la herejía!

La próxima vez reaccionaría como debía, pero esta vez el emperador les había salvado al darle su gracia a Nathaniel y la eficaz munición de su arma astartes.

Antes de que Verticorda se apresurara a entrar en la instalación, agarró su hombrera para impedirle su impetuosa marcha:

- Eristede, Basek, registrad la habitación. Androm, Semyon, Camulos, proteged la intersección del pasillo. El resto, con Verticorda. No hay que confiarse todavía...- Y a la vez que decía esto se colocó delante del tecnomarine y comenzó a avanzar para protegerle de cualquier posible amenaza.