Partida Rol por web

Abraham se queda digiriendo lo que le ha dicho María, para él no acaba de tener mucho sentido... Tampoco es un hombre muy dado a los rompecabezas.

Saluda a Hicham cuando entra y le extraña verle con las manos sucias cuando había ido a limpiarlas cuando se separaron.

- "¿Maese, no ha encontrado el pozo?" - Dice con cierto tono jocoso, solo espera que no haya sufrido ningún percance en el camino, debe ser fácil perderse en el monasterio y los monjes actúan de forma extraña al parecer.

La mujer saluda al converso con un gesto de cabeza, y sigue sus movimientos en silencio, mientras da cuenta del guiso que queda en su plato. Cuando termina toma un pedazo de pan de la hogaza que Sara ha dejado, y lo come con parsimonia, esperando  la respuesta del árabe, tras la pregunta del comerciante. Sin embargo, parece ensimismada, o distraída por algo.

Hicham entra se sacude las manos todavia humedas. Dirigiendose a los presentes.

-"¿Me permiten sentarme con ustedes?", no estaría mal un poco de tertulia como sobremesa, sobre todo para conocernos un poco, ¿no les parece?"

De repente se percata de que no están todos.

-"¿Dónde están el resto?"

Abraham acaba de limpiarse las manos una contra otra y frota ligeramente su túnica casi como un reflejo al ver al sarraceno sacudir las suyas húmedas, ya casi ha olvidado su hambre y una leve somnolencia empieza a invadirle.

- "Gonzalo ha tenido algún problema con la guardesa y la baronesa de Sepúlveda a enviado a Tomás a buscarlo..."

Estaba claro que el navarro prefería que fuera la dama la que comentara el detalle de la nota si así lo consideraba.

Gonzalo sale de su cagadero improvisado, con cierto alivio, aunque no del todo, y se mueve con algo de sigilo por las instalaciones aledañas, tratando de encontrar algún corrillo, o algo que cotillear, ya sea la mujer, o algún monje despistado.

-Efectivamente. ¿No lo habéis visto, allí fuera? Imagino que el Monasterio, aunque grande, no debe ser de intrincada estructura... ¿lo habéis recorrido entero, sanador?

María pospone la decisión de otorgarle la confianza al sarraceno, o no hacerlo. Demasiados cabos sueltos penden aún, y prefiere ver hasta qué punto el hombre parece de fiar. Así que decide hacerle hablar durante el tiempo de espera de que regrese Tomás, o Gonzalo, o ambos.

-Además de Damián y su mujer, ¿habéis conocido a algún otro de los moradores de este lugar? ¿quizá a alguno de los Hermanos...?

Tomás sale al exterior de la casa de huéspedes en busca de Gonzalo, al que espera poder encontrar antes de que la comida que se ha dejado sobre la mesa se acabe enfriando del todo. Eso sí que le haría empeorar aún más su humor...

Afuera, los monjes parecen haber retomado de nuevo su actividad, una vez acabados los rezos o lo que fuese que estaban haciendo, y se les puede ver en grupos o en solitario arriba y abajo, visiblemente atareados.

Tras un par de vueltas por los exteriores, Tomás se fija en que Damián, el guarda, está de nuevo en la puerta, al parecer hablando con alguien al otro lado.

De Gonzalo ni señal.

Gonzalo sale de las cuadras y echa un vistazo a su alrededor. Puede ver, al igual que antes, algunos monjes y novicios arriba y abajo haciendo sus cosas. El cazador, como quien no quiere la cosa, va paseando por el patio, intentando captar retazos de conversación que puedan resultarle interesantes.

Tras un rato de errático vagar, que Gonzalo intenta que parezca lo menos sospechoso posible, se fija en que Damián, el guarda, se ha acercado a la puerta y parece hablar con alguien al otro lado. Además, en mitad del patio y con pinta de andar buscando a alguien está el tal Tomás, el hosco acompañante de la bella María Somontano.

Hicham mira a María, "¿Con qué intención me hará estas preguntas?.

-"Pues he estado en el claustro y en la biblioteca, señora, y he hablado con algunos amanuenses y con el bibliotecario, al cual visitaré más tarde a no ser que ya esté cerrada la biblioteca, se llama hermano Anselmo creo recordar"

Se queda pensativo unos segundos y vuelve a mirar a Maria.

-Y bien, ¿qué ambiente se respira entre los Hermanos, a vuestro parecer? Por como estaba de humor la mujer de Damian, parecía que algo andara algo torcido en San Gabriel. Aunque no puedo deciros qué. Un Monasterio es un lugar muy ajeno a una mujer... un lugar con unas reglas tan especiales... ¿conocísteis al Hermano Claustral? La disciplina en un sitio así debe ser implacable.

María sigue lanzando preguntas aparentemente deshilvanadas, movida probablemente por pura curiosidad femenina. De vez en cuando, sin embargo, lanza miradas de soslayo al silente Abraham, quizá para que la ayude en su sondeo. ¿Estará la mujer viendo fantasmas donde no los hay? No puede evitar preguntárselo al comprobar la indiferencia del comerciante ante sus esfuerzos.

Abraham se queda pensativo, a lo mejor no es mala idea hacer una visita al monasterio y la biblioteca es un lugar atractivo como cualquier otro...

- "Tal vez el hermano Hicham no lleve tanto tiempo aquí y no tenga una impresión tan completa. Además es probable que traten diferente a una mujer, no imagino la vida aquí de la guardesa." - Luego continuó hablando en voz más baja casi para sí, como pensando en voz alta: - "El Hermano Claustral parece más un puesto o un rango, que un apellido... Por desgracia no conozco lo suficiente de la vida monacal, seguramente habrá libros que puedan ayudarnos sobre ese tema."

Abraham empezó a pensar una forma de descubrir quién era ese monje concreto.

-"Señora, a mi me parece todo normal y la guardesa amable, las legumbres estaban muy ricas aunque con un sabor un poco acre, ¿han intentado matarla emponzoñando sus legumbres?. ¡Ah!, no habrán dado de comer a Isaac, la señora podria enfadarse ya que el minino está demasiado gordo"

Dice muy serio Hicham,al cabo de un segundo sonrie despues del comentario y continua.

-"Disculpe, pero no sé a donde quiere llegar, ¿han tenido algun percance con la guardesa o con alguno de los abades?"

Aguzo el oido.

María se queda pasmada, mirando fijamente a Hicham, hasta que éste sonríe. Atrapada como está en sus propias cábalas, no ha llegado a entender la pequeña chanza del converso, hasta que éste la ha acompañado de su sonrisa. Entonces el gesto de la mujer se suaviza, aunque no pierde un punto de esa tensión que la mantiene en vilo.

-Oh, sí, han sucedido algunos pequeños intercambios de palabras, un altercado sin importancia, si no fuera porque somos dos mujeres en un convento, algo que debería unirnos y no separarnos. Pero no, no han intentado envenenarme, que yo sepa, y espero que ese sabor acre se deba a alguna hoja de col un poco pasada. En cuanto a visitar San Gabriel, tengo ya ganas, y con mayor ahínco la biblioteca, de la que Damián ha comentado que guarda volúmenes valiosos.

Parece vacilar un momento, abre la boca como para hablar, su mano se entretiene en su bolsillo... finalmente los labios dibujan de nuevo una sonrisa inocente, y se recuesta en su silla, a la espera de que o bien Gonzalo, o bien Tomás, o quizá algún otro, aparezca por la Hospedería.