Partida Rol por web

A Draenna le acababan de filetear el lomo según se había agachado. Tenía pinta de doler. 

Así que era hora de devolverle el favor a los bandidos.

- Te lo dije, y no doy segundas oportunidades.- Mientras su carne se pudría el brujo se dirigió al otro humano.- ¿Tu también quieres o te rindes ya? No te mataremos, y tendrás el trato que se merece un prisionero de guerra, si colaboras solo tendrás una pena de prisión un tiempo.

El hombre ardió como una tea bajo el fuego de Zendarion. El otro hombre al ver que era el único que quedaba tiró su arma a los pies de Abdali.

-Está bien, me rindo-dijo negando con la cabeza- no me pagan lo suficiente-dijo levantando las manos.

Los aldeanos que habían salido a ayudar viendo que habían ganado el combate bajaron sus armas. El hombre agarró el cuerpo de su amigo mientras la mujer llamaba de nuevo a la puerta para que les abrieran.

¿Dolía? Todavía no alcanzaba a comprender cómo se sentía. Pero la visión de su blindaje abierto, y el fulgor azulado manando como si fuese una barrica de vino abierta, le paralizaba. Era una visión mágica y lamentable al mismo tiempo. Apenas si podía concentrarse para usar de nuevo ese poder que le había ayudado en el torreón. Afortunadamente, una mano amiga le tendió una de esas bayas curativas —prácticamente se la introdujo a la fuerza en la boca, dado que no podía moverse— y la sensación se mitigó lo suficiente para permitirle ponerse de pie— Gracias, Draenna.

Quería aplastarle la cabeza a ese bandido. ¿Era el que le había atacado a traición? ¿El que casi le convierte en un ser inanimado, sin poder cumplir con sus objetivos? Poco importaba. Quería correr hacia él, patearle el pecho para lanzarle al suelo, y luego ensañarse con su cráneo una, diez y mil veces. El mango de su martillo crujió por la presión mientras visualizaba perfectamente su venganza, hasta que reparó en las miradas de quienes le rodeaban. 

No se había percatado, pero sus ojos refulgían intensos y violentos, a medida que las runas cumplían con su función y regeneraban el acero de su blindaje. La apertura se cerró con un gemido metálico lo suficiente para permitirle continuar luchando. Pero la pose, el brillo y el sonido le daban un aspecto violento, malévolo. Él no era así. ¿Lo era?

Tomó la cuerda que llevaba en su petate y ató al bandido con fuerza y sin miramientos— Muchas gracias por vuestra ayuda. El camino hasta el torreón está abierto, seguidnos y allí estaréis a salvo —cuando terminó de atar al hombre, lo acercó hacia él y clavó sus vacíos ojos en los suyos—. Tú vendrás también, tienes mucho que decir.

Abdali aceptó la rendición del bandido y buscó con la mirada algo con qué maniatarlo y amordazarlo, después de haberlo desarmado, claro está. En todo momento le mantenía bien sujeto no se le fuera a escapar.

Alguien tiene una cuerda o un trozo de tela? O quizás ambas cosas?- preguntó en general.

Señora,- esta vez se dirigió a la mujer que ahora llamaba a la puerta trasera del templo- lo que mi compañero quiere decir es que debería sacar a todos de ahí dentro lo más deprisa posible. Los asaltantes tienen la orden de matar a los que ahí se encuentren y se dirigían con una importante fuerza hacia la puerta principal. No hay tiempo que perder. Podemos entrar a la fortaleza por el túnel que da al río, ya lo hemos acordado con los guardias que allí esperan.

Zendarión le dió la cuerda que llevaba en la mochila. Estaba bastante seguro de que todos tenían una, pero quería acabar con esto cuanto antes.

- A ver, que no tenemos todo el día y ahí os van a cocinar para alimentar a los kóbolds, o el dragón. A mi me da igual, pero necesito recuperarme un poco antes de continuar con toda ésta adrenalina en vena. El que se quiera morir que se quede. -comentó con su natural encanto. Estaba cansado, herido y sucio. Sólo quería encontrar al monje, exigirle una buena cena, un baño y una explicación y seguir su camino tan pronto como fuera posible.

Del templo el primero en salir fue un sacerdote semielfo. Llevaba un túnica amplia y la cabeza afeitada. Al ver a los héroes pareció alegrarse.

-Vamos, deprisa-dijo a los que seguían en su interior- ¡Tenemos que salir de aquí! Nos ayudarán!-el sacerdotede Chauntea sujetó la puerta mientras empezaban a salir los refugiados. Eran una decena de personas entre mujeres y hombres de distintas razas, inlcuyendo 3 niños pequeños.  Cuando salieron corriendo, todos presas del pánico el sacerdote se acercó a los aventureros.

-Alabado sea Chauntea, gracias! Gracias por rescatarnos, por favor llevadnos al torreón-suplicó el semielfo preocupado por sus vecinos.

- Que valientes sois. Les dijo el mediano a los tres infantes que habían salido de la catedral. Su rostro, sucio y dolorido, intentó dibujar una cálida sonrisa, dispuesto a reconfortar el corazón de los chiquillos. 

- Pongámonos en marcha. Dijo dirigiendose al grupo. - Seguidme. Con la mano sujetándose la herida que le había causado el kobold, recogió su arco, y abrió la marcha hacia el torreón.

Caminaba con precaución, atento a posibles patrullas enemigas durante el camino de vuelta.

- No es nada. Actué sin pensar. La verdad es que tan siquiera sabía si iba a funcionar contigo. - le respondió al hombre de metal tras su agradecimiento.

Tras eso, con las pocas fuerzas que le quedaban, apagó cualquier antorcha que quedara encendida, para dejar el patio trasero a oscuras y facilitar así la huida de toda esa gente. Draenna, cerrando el grupo, echó un último vistazo hacia atrás mientras se sujetaba el costado que le sangraba. 

- Necesitamos volver a la fortaleza cuanto antes. - dijo apretando los dientes. La herida la había dejado cerca de perder el conocimiento. Sin un lugar donde vendarse y descansar, no pasaría de esa noche.

En ese momento, la elfa recordó que había perdido la concentración de su conjuro neblinoso durante el fragor del combate. No recordaba en que momento había sucedido, pero estaba segura que al regresar a la puerta, allí no estaría.

Pasando un brazo bajo los hombros de la druida, el brujo la ayudó a cargar su peso y caminar. En comparación había salido indemne del combate. 

-Come algo, esta noche no ha terminado. Además, vas a dejar un reguero de sangre y de poco va a servir el túnel secreto.

El grupo retrocedió rápidamente hacia la rivera del rio. Ahora el peligro era mucho mayor pues no era lo mismo avanzar 6 personas ocultas que casi una veintena con mujeres y hombres aterrorizados y con niños inlcuidos. Aún así parecía que el sacerdote lograba calmarlos y poco a poco fueron avanzando. En cierto momento cuando estaban a punto de llegar el grupo fue descubierto por un par de kobolds pero antes de que dieran la alarma cayeron atravesados por las flechas de Joorin y Draenna.

Al ir despacio para que no los escucharon el camino por el rio parecía hacerse eterno hasta que por fin vieron la reja medio oculta en la maleza por la que podrían entrar de nuevo al torreón. Cuando se acercaron vieron la cabeza de un joven soldado, atemorizado, que se había quedado vigilando la puerta. Cuando vio que eran ellos se apresuró a abrirla y los refugiados empezaron a entrar deshaciendose en alabanzas hacia los aventureros que les habían rescatado.

Siguiendo a Joorin por el camino de vuelta, Égida se aseguró de mantener al bandido bien cerca con una mano mientras en la otra sujetaba con fuerza el martillo. Estaba furioso, más consigo mismo que con los atacantes. ¿Cómo se le habría pasado por la cabeza siquiera pensar en una atrocidad así? En el pasado, él nunca se había comportado de esa forma. 

Pero eso ya quedaba lejos.

Tenía ganas de coser a preguntas al tipejo, pero lo mejor era esperar a estar frente al Gobernador para que todos pudieran obtener lo que querían.

Que alegría sintió el mediano al ver aquel joven guardia asomar la cabeza. Ni que hubiera llegado justo al inicio de las fiestas populares de su aldea.

Suspiró aliviado al ver entrar a toda aquella gente túnel arriba. Como mínimo estaban a salvo, de momento.

- Llevemos al prisionero ante el gobernador. No crenlacreen señores? Dijo a sus compañeros de fatigas. - Al parecer hemos cumplido la misión encomendada. Añadió orgulloso.

-Nos merecemos un pequeño tentempié. 

Grrrrrrrrrrrrrrrr.

Un sonido grave surgió de la nada, como el gruñido de una bestia feroz. 

A algunos les recordó que todavía tenían un dragón rondado los aires. Quizás había bajado para acabar con aquel grupo de refugiados y sus pintorescos guardianes?

Uy perdón - se disculpó Abdali, cuyas tripas habían respondido inmediatamente a la sugerencia del mediano.

Siguió caminando avergonzado mientras ayudaba a llevar al prisionero.

El combate había finalizado y se sintió aliviado al ver al constructo levantarse tras la ayuda que le había ofrecido la también malherida Draena. Se quedó desde su posición intranquilo, lo que habían echo había sido demasiado arriesgado. Las historias que le contaba Tom sobre sus aventuras eran divertidas y llenas de emoción y a pesar de avisarle de lo crudas y crueles que eran no pudo sino sentir su estomago retorcerse al ver las heridas de todos los que habían luchado a su lado. Gracias a los consejos que había recibido se había apartado a tiempo de la primera línea para evitar ser herido pero viendo la sangre caer de sus compañeros y como el metal de Égida seguía retorcido a pesar de sus sorprendentes capacidades mágicas le hizo sentirse fuera de lugar. Los ojos de Égida furiosos todavía le hicieron resquebrajarse un poco más, él no tenía esas dotes para el combate, ese coraje que había tenido Draenna para en medio del combate salvar la vida o no vida del constructo, la capacidad de este último de exponerse a los golpes para proteger a los demás, el coraje de Abdali para lanzarse con su espadón a un combate directo, la alegría que preservaba su amigo Joorin o el temple que mostraba Zendarion a la hora de no fallar apenas sus ataques.

¿Qué hacía un cocinero de pueblo metido en aquél follón? ¿Que iba a hacer un simple pueblerino para salvar a Talis? El dragón aún sobrevolaba sus cabezas aumentando la preocupación del joven. Debía ser más inteligente y astuto si quería llegar a sobrevivir para encontrarla y él, sin pensarlo con la adrenalina de la aventura, se había arriesgado a salir para ayudar a capturar a un bandido que les acababa de confirmar que era un simple mercenario. Gente como él sabía lo justo y necesario. Pero quizá, quizá les pudiera dar lo justo a lo que aferrarse para comenzar a tirar de los hilos. Y si les mentía trataría de descubrirlo, no era buen interrogador pero sabía discernir entre la verdad y la mentira. Quizá fuera lo único que realmente sabía hacer bien.

La gente del pueblo comenzó a salir del templo y ayudo como pudo a los rezagado para llegar hasta el torreón, trato de mantener su mente en ayudar para no decaer con el pensamiento de lo que realmente estaba ocurriendo.

-Muchisimas gracias por salvarnos-dijo el clérigo a los aventureros entre resuellos- no nos dio tiempo a llegar al torreón. Esas malditas criaturas nos cortaron el paso y no hubieramos durado mucho dentro del templo. Os debemos la vida, gracias-dijo nuevamente el semielfo antes de reunirse con sus vecinos y el resto de refugiados.

Cuando el grupo entró en la torre se encontró con que Edayan estaba relatándole lo sucedido al gobernador. Nighthill asentía con preocupación. Despues le hizo un gesto para que se retirara a descansar. El monje se giró hacia los aventureros y agradeciendoles nuevamente su ayuda hizo una breve plegaria que pareció reconfortar al grupo de alguna manera.

-Habeis traido más de lo que esperaba-dijo el gobernador con una amplia sonrisa aunque se veía cansado- Me alegro que hayais vuelto de una pieza, jamás podré agradeceros vuestra ayuda y que hayais rescatado a Lunahalcón y al resto de vecinos del templo. A saber que habrían hecho esas bestias con ellos. 

El gobernador se acercó al hombre herido que habían conseguido capturar.

-Durante esta hora* no hemos recibido un solo ataque. Al menos no de verdad. Ese Dragón parece ser lo suficientemente vago como para no habernos matado a todos ya y los bandidos no parecen tener interés en asaltar la fortaleza...-dijo sin apartar la mirada del saqueador- Markguth, llévale a la habitación de al lado y atale a una silla, no le quites el ojo de encima. Enseguida iré-ordenó al soldado que se apresuró en seguir las ordenes del gobernador.

-No creo que sea agradable pero podéis venir conmigo si queréis a interrogarle-les ofreció el gobernador el gobernador

El sonido del portón a su espalda resonó en su cabeza como una campanada, y Égida se permitió relajarse tras hallarse al fin en el Torreón. Nunca había sido un luchador, siempre había preferido escaramuzas rápidas donde pudiera esconderse, por lo que Nidoverde había sido su primer campo de batalla. Recorrer un pueblo, desde donde cada esquina o sombra podría asaltar un enemigo, mientras que un terrorífico dragón sobrevolaba sus cabezas, era lo más parecido a recorrer los infiernos para alguien como él.

—Gracias... —no sabía cuál sería el término adecuado para alguien de su posición. Nunca había tenido la necesidad de un sacerdote—. Vuestras plegarias son bienvenidas.

Ya libre de la carga del prisionero, Égida aprovechó para limpiar la sangre de su martillo con sumo cuidado. Le tenía especial aprecio.

—Encantado de asistir, tengo interés en saber qué tiene que decir —llamó la atención de Abdali, también había resultado herido en la refriega—.¿Necesitas ayuda con tus heridas? Quizás pueda echarle un vistazo.

- Si me lo permitís, señores, yo me ausentaré del... Interrogatorio. Dijo el mediano dirigiéndose a sus amigos. No se veía con estómago suficiente para ver aquella escena. Se imaginaba que habría gritos y más sangre, y no le entusiasmó la idea.

- Iré a buscar algo con que llenar el estómago, y quizás a la armería... Se tocó el jubón de cuero desgarrado durante su incursión. Sorprendentemente la herida del costado ya no le dolía tanto, aunque aún notaba molestias en sus peludos pies.

- Después regreso, y me contáis que habéis sacado en claro. Añadió con una media sonrisa alegre en su rostro.

Una vez en zona segura al resguardo de la fortaleza, Abdali se tomó un momento para recuperar el aliento. Quería asistir al interrogatorio pero no estaba en buenas condiciones.

El breve descanso y la magia curativa del sacerdote hicieron que se encontrara en pocos minutos en perfecta forma.

Ya me encuentro bien, gracias- declinó amablemente la ayuda que Égida le prestaba.

Por otro lado, le parecía fenomenal que el mediano no fuera al interrogatorio pues así tendría tiempo para mientras hacerles algo para comer, tenía un hambre canina.

Puedes preparar eso tan rico que hiciste el jueves?- se atrevió a pedir a Joorin con un guiño cómplice, antes de seguir al sargento Markguth.

- Gracias... - le dijo, con cierta aprensión, a Zendarión cuando por iniciativa propia la había ayudado tomándola por debajo del hombro y así poder andar mejor. Se sentía algo incómoda y aunque apreciaba el gesto, sus comentarios la hacían tomar cierta desconfianza con el bardo. 

Los kobolds de la patrulla no supusieron un problema y pudieron continuar dirigiendo a los refugiados a lugar seguro.

Una vez llegaron a los túneles y vio como uno de los guardias esperaba su llegada, respiró por fin aliviada.

- No podíamos dejaros ahí dentro. No iban a hacer más prisioneros... - respondió al sacerdote, dejándo a entender por un lado que algunos de sus conciudadanos habían sido atrapados y por otro que no iban a tener esa consideración connla gente del templo. - Gracias por sus bendiciones. - dijo despidiéndose de él.

- Dejad que os acompañe Joorin. Tampoco quiero presenciar el interrogatorio... 

Draenna sabía que podían estar hablando de más que amenazas, incluso de tortura y prefería no asistir siendo cómplice en parte del sufrimiento de una criatura indefensa, por muy mala persona que fuese.

- Tomad una de estas bayas. - dijo ofreciéndole un arándano al mediano, mientras se comía una fresa. - Harán que os sintáis mejor.