Partida Rol por web

Kailee fue sirviendo la cena a los que se la solicitaron y dando las llaves de las habitaciones a quienes se la pidieron. La taberna, poco a poco, se iba vaciando y solo los más trasnochadores se quedaron allí hablando para retocar el plan del día siguiente.

Perdona, cielo, no te había visto, dijo a Chaos. Eres bienvenido, por supuesto. Nos veremos aquí mismo al amanecer.

Buenas noches, despidió a todos los que marchaban a dormir. Que tengáis sueños felices, y despertéis recuperados para lo que espera mañana.

Justo cuando algunos se marchaban a dormir, Zarus llegaba, y lo hacía solo. Namarra se retrasaba, y Lucrecia empezaba a preocuparse. La mediana había actuado bien hasta ese momento, pero temía que la tentación y el miedo hubieran sido más fuertes que las buenas intenciones, y huiera desaparecido.

Ya lo hemos hablado, querido, respondió a Zarus. Este hombre y sus compañeros, que ya se han ido a dormir, tuvieron que retirarse cuando su misión estaba a punto de terminar, y se resisten a dejarla y darle la oportunidad al dragón de reclutar nuevos aliados. Les he prometido que les acompañaría, y a cambio, ellos nos ayudarán con los no muertos de Puente Brandon. Además de Cástor, hay otro sacerdote, y un guerrero fuerte, todos veteranos. Y tienen una fiera mascota.

Iré con ellos mañana, muy temprano. Poca ganancia supone para mí, y pocas ganas tengo de vérmelas con ese dragón, pero no puedo dejar que mueran en una gruta dejada de la mano de los dioses porque han sido descuidados. Necesitamos a esos sacerdotes.

Más posibilidades tenían esas dos sacerdotes, si la amenaza era del calibre que sospechaba, que todos los demás juntos. No podía dejarlos escapar, y eso implicaba asegurarse de que sobrevivían a la batalla con el dragón, y que no cambiaban de idea al recibir la recompensa, como el bufón.

Mas tenemos otros refuerzos. Este caballero, dijo, señalando a Leonard, y Apolo, que acaba de marcharse a la cama. Tal vez un tercero, Vincenzo el Bufón, pero creo que habrá que convencerle, pues ha tenido una pequeña ganancia hace unos minutos, y el peso del oro en los bolsillos le ha otorgado un repentino apego por su propio pellejo. Me parece que es el tipo de hombre que puede ser de gran ayuda sin exponerse demasiado.

Podéis reuniros con Raellia y los demás y volver al templo, a aseguraros de que los necrófagos no se han escapado, y si lo han hecho, rastrearlos en el bosque sin arriesgaros más de lo esencial. En cuanto pueda, volveré con la caballería para que nos enfrentemos a esos monstruos con verdaderas garantías de victoria.

Leonard miraba a los presentes mientras comía de su cena con tranquilidad, sin apuros, disfrutando todo lo que esta podía ofrecer, mientras jugaba con la moneda de oro entre sus dedos, para, finalmente, levantar la mirada y mirar a Lucrecia y al otro desconocido, haciéndole un gesto de saludo con esta;

-Apolo es de las personas que son buenas disparando a distancia, yo me especializo en el combate cuerpo a cuerpo como pueden ver. -Señaló su espadón, para añadir- Aunque nunca he visto luchar a Vincenzo, podría apostar que es del tipo que puede dar puñaladas por la espalda sin que lo noten...ustedes entenderán a que me refiero. Nos habría encantado poder participar del asalto al dragón, pero no somos aventureros con gran experiencia, a mi entender un desafío más que justo serán los no muertos, aunque nos encantaría poder participar del asalto del dragón, pero claro, para eso tenemos que estar en mejores condiciones, como verán, no me ha ido muy bien de camino hasta aquí. -Dijo, mientras mostraba sus desgastadas armaduras y arma, notorias del viaje hasta tormentos cristalinos.

No confío en que salgamos de esta ricos, pero sí con la bolsa llena, respondió Lucrecia, sonriente. Suficiente para renovar tu equeipo. Y el oro, bien es sabido, tiene un poderoso poder de atracción sobre el oro. Todo es empezar.

Leonard sonrió y levantando su copa, le dijo;

-Esperemos que así sea, Lucrecia. -Dijo, para beber un poco y luego preguntar- ¿Me podrías contar lo que sabes sobre la ciudad? Soy recién llegado a Tormentos Cristalinos, y al igual que mis compañeros, no hemos tenido mucha suerte en la ciudad. Hemos buscado uno que otro trabajo, pero siempre ha estado tomado. La oportunidad que ustedes nos están dando es la primera y real que tenemos para poder comenzar a crecer aquí, estuve a punto de ir a ver si la guardia necesitaría a un guerrero como yo, pero ciertamente prefiero las aventuras. ¿Hay algo que me puedas comentar o recomendar? -Preguntó, Leonard, mirándola, mientras le comentaba estas cosas con sinceridad.

Lucrecia se acarició la barbilla, pensativa.

Tampoco llevo aquí tanto, confesó. Solo una semana, y los últimos dos o tres días los he pasado fuera.

Unos pocos días, que se habían dilatado de forma harto extraña. A veces, tenía la sensación de que habían transcurrido años desde que llegó a la ciudad.

La gente viene y va, dijo.Lucrecia todavía se preguntaba qué habría sido de Lydia, la sacerdotisa con la que había llegado a la ciudad. Tal vez se había marchado de allí con ese bardo tan mono, Tirk. O de los hermanos Pelacebollas, que le habían ayudado a conseguir sus primeras monedas, y esa información sobre los Licorambarinos que descansaba en su bolsillo a la espera del momento adecuado. De Gruguer, ese muchachito barbilampiño y tímido, y su compañero Khrirm. De Boudiko y Zynna, ese extraño matrimonio norteño de quienes le había separado la intervención del desagradable orco en el templo de Kord. Del hechicero Vand, y de Snit, que se habían marchado mientras buscaban la guardia de los ladrones en el bosque. Y del ilmaterino Anduyn y su hermana Dilyn, que los habían dejado vendidos en la posada, cuando podían haber sido la clave para atajar la infestación de no muertos antes de que se desatara. No te apegues a nadie. Es probable que los pierdas de vista y no vuelvas a verlos.

Ten dinero siempre a mano, porque aquí la generosidad está mal vista incluso entre los templos. Ten cuidado con los puentes y con la mansión abandonada; son trampas mortales. El alcalde es un necio, por cierto, no trates con él si puedes evitarlo. Si alguien intenta convencerte de unirte una nueva iglesia maravillosa, desconfía. Y en cuanto a las iglesias ya establecidas... tampoco esperes ayuda por su parte. Mantente atento a las oportunidades que surjan, y agárralas sin dudarlo.

Leonard sonrió, y le dijo a la mujer;

-Gracias, agradezco tu sinceridad, y lo tomaré muy en cuenta el resto de los días en esta ciudad. Te debo una por esos consejos, y si a futuro, una vez hagamos estos trabajos necesitas ayuda, no dudes en contactarme. -Dijo Leonard con una sonrisa, terminando de comer, y, tras entregar las cosas sucias, se dirigió a su habitación, y tras sacarse su armadura y cerrar bien la puerta, se dirigió a dormir.

Que descanses, encanto, se despidió de Leonard.

Lucrecia unió las manos detrás de la nuca y se reclinó en el tabuerte, haciendo equilibros sobre las patas traseras.

¿Vendrá Namarra o se habrá marchado con la vida y las ganancias? No estaba claro si era una pregunta retórica, o la cuestión se dirigía a Zarus. Por cierto, ¿has comprado lo que nos pidió Elianne?

Lazarus sonrió ante el repertorio de Lucrencia en respuesta a la información solicitada por Leonard. -Sin duda, no se podría decir mejor. Esta es la ciudad de las incertidumbres. No te andes por callejones e incluso una calle abierta es peligrosa en la noche. Solo eso podría agregar.- dijo al recién conocido, antes de recordar que no se había presentado.

-Mi nombre es Zarus, un gusto. Si no tienes nada mejor que hacer, por la mañana marcharé a Puente Brandon, aunque, soy de pensar, que si nos unimos todos, habrá más posibilidades de derrotar a ese desdichado dragón... Pero en fin, mejor si no tengo que arriesgar el pellejo en algo como eso. Podemos revisar el templo abandonado de Pelor y si todo sigue como lo dejamos, podríamos invertir tiempo en buscar la guarida de la arpía. Seguro tendrá una que otra cosa de valor. Logré darle un buen disparo y me he quedado con esto, pero haría falta quitarle varias escamas para acabar con ella.- dice mientras juguetea entre sus dedos con la escama que le arrebató a la arpía con una de sus flechas.

-Es incierto saber si vendrá esa cabeza dura. Ya está demasiada entrada la noche, así que es poco probable.- respondió sin mucho afán, pues a estas alturas era mejor dormir y esperar a ver si la mediana aparecía por la mañana. -Y aún lo pones en duda? Tengo todo lo que me encargaron, incluso lo tuyo. Aunque me saldrás a deber un poco entre todos porque lo comprado dio más que la venta de lo que llevé al herrero, ya sabes como son las cosas.- replicó con cierta insatisfacción.

Al terminar con sus palabras, Lazarus llamó la atención de Kailee para que le atendiera -Aún queda algo para llevarme a la panza? cuanto sería eso y una cama para pasar la noche?- dijo para luego pagar lo tarifado y disponerse a comer, que bien le hacía falta.

Llevo el oro de Elianne encima, dijo Lucrecia, así que dime a cuánto asciende el monto y arreglamos cuentas. 

Kailee sonrió a Zarus, aún quedaba algo de cena y así le sirvió. La noche y la cena son lo de siempre, 7 piezas de plata. Le dijo mientras le servía un puchero bien caliente y con un olor de lo más agradable y reconfortante para un día como aquél.

Lucrecia había terminado de cenar, y sentada en la calidez de la posada, se le empezaban a cerrar los ojos.

Mejor ajustamos cuentas por la mañana, querido, dijo, conteniendo un bostezo. Por un día, quiero dormir como mandan los dioses.

Lucrecia se levantó y se dirigió a su habitación. Los dioses mandaban dormir sobre almohadones de plumas, con un hombre fornido y solícito a cada lado. Pero uno de los cuartos del Bote del Lagarto tendría que bastar.

Zarus agradeció por la comida, aúnque si bien debía pagar por ella, se veía mas deliciosa de lo que esperaba. 

-Nos veremos por la mañana! Que tengas una buena noche.- respondió con una calida sonrisa en su rostro antes de empezar a comer.

Lazarus deboró todo lo que había en el plato y pagó las 7 piezas de plata que correspondía a la cena y una cama para pasar la noche.

Leonard se despertó tras haber podido descansar plácidamente. Se levantó y se lavó el cuerpo con rapidez, para ponerse a preparar sus armas, armaduras, afilar su espadón y colgárselo a la espalda. Una vez listo fue y golpeó las habitaciones de Apolo y de Vincenzo y les dijo;

- ¡Vamos, canallas!¡Que esos no muertos no se cazarán solos! Si van a participar los espero abajo, en el comedor. –Dijo Leonard, tras lo cual, bajo las escaleras, saludó con una reverencia a su anfitriona si esta ya se encontraba allí, y se dispuso a sentarse para poder tomar desayuno mientras esperaba al resto de sus compañeros.

Lucrecia despertó, no por el ruido de los vecinos, que golpeaban las puertas —no la suya, pero con bastante vehemencia como para sobresaltar a los durmientes de otras habitaciones— ni por los gritos, ni tampoco por los primeros rayos del sol que entraban por la  ventana, sino por el olor del desayuno que debían estar preparando en las cocinas.

Pidió un pozal con agua fría y una pastilla de jabón, y se lavó cuidadosamente, desde la cabeza hasta los pies. Por la noche, antes de acostarse, había retirado la suciedad visible de sus ropas, había remojado y frotado las peores manchas, y las había colgado para que se secaran durante la noche. También había engrasado el cuero de su armadura. No había obrado un milagro, pero ya no parecía una ogra bajita y escuálida, ni apestaba como una curtiduría. Estaba lista para volver a meterse en subterráneos asquerosos y pelear con gente y monstruos repugnantes.

Volvió al salón principal con paso animado, pidió el desayuno y se sentó en una de las mesas. El único que había despertado, por el momento, era Leonard. Había reconocido su voz en el pasillo, cuando increpaba a sus compañeros para ponerse en marcha.

Buenos días, cielo, saludó. He dormido tan bien, que siento que fallecí al acostarme y he resucitado al amanecer. Confiemos en que no suceda nada hoy que amargue este dulce despertar.

Tenía mucho trabajo por delante, trabajo sucio y peligroso, pero podía disfrutar de unos momentos de tranquilidad y concienciarse para lo que estaba por venir.

El sol le despertó y ya escuchaba el movimiento en la parte de abajo de la posada. Se levantó y se puso las ropas que había dejado tiradas en un rincón de la habitación y se ciñó las armas a la cintura. Estaba listo para salir aquella mañana.

Bajó las escaleras buscando al grupo que había conocido la noche anterior y unirse a ellos par desayunar. Solo reconoció a la mujer rubia que le dio la bienvenida al grupo y se acercó a ella.

Buenos días. Creo que ayer no supe tu nombre. Yo soy Chaos.

Cogió una de las sillas y se sentó delante de la mujer en la mesa.

¿Has dormido bien? Por lo que explicasteis ayer, tendremos que estar bien descansados para lo que tenemos que hacer.

Esa noche Apolo había tomado un momento para limpiar sus prendas, para tenerlas listas no para ese día, sino para el siguiente, le habría gustado perfumarlas, un caballero galante como él debía despedir una sutil, agradable y varonil fragancia, sin embargo su perfume se había acabado ya y no podía darse el lujo de comprarlo por el momento, al despertar se preparó para limpiar su cuerpo cuando la llamada de su compañero de desventuras atrajo su atención, recordándole la desagradable tarea que les esperaba ese día, se limpió con agua, quisa algún día probaría los efectos del jabón, pero primero debía conseguirse una nueva esencia, se puso su segundo cambio, el cual había preparado, la noche previa a su estancia en el Bote del Lagarto, era la segunda ocasión en la cual sus ropajes no habían sido adornados con un sutil y agradable aroma.

Al bajar al comedor para buscar el primer alimento del día se encontró con su ya esperado compañero Leonard, luego vio a la mujer que los había contratado y al hombre que llego poco antes de que todos pasaran a sus aposentos, buenos días, caballeros, madam, lady Kailee, bella mañana la que ha venido a coronar el día de nuestras heroicas hazañas y que delicioso aroma despide el desayuno que nos dará la energía para ello, dirigiéndose a la atractiva aventurera prosiguió. Señorita, si se me permite preguntar, ¿quién será nuestro guia al lugar donde llevaremos a cabo nuestra feroz batalla?

Leonard parecía haberse despertado con energía, ¡y con la necesidad de transmitírselo al mundo! ¿De verdad era necesario dar esos golpes y esas voces? Ni que se estuviera quemando la posada... Claro, que al olfatear el desayuno, al bufón le cambió la cara. Había dormido como un bendito y ahora iba a atracarse cual maldito, ¡qué gustazo el haber podido descansar en condiciones en una posada!

Tras levantarse, Enzo comenzó a acicalarse, vestirse y maquillarse, su ritual matutino para asegurarse de tener el aspecto con el que todo el mundo quería que le viese. Una vez listo, bajó a desayunar con los demás.

 -¡Buenos días compañeros! Muy buenos días en efecto. Entonces, ¿cuando terminemos de desayunar partiremos hacia la misión? Porque a mí me gustaría comprobar una cosa antes de partir hacia el peligro.

Y eso era que alguien le tasara la piedrecilla que ayer se había ganado de patas del dragón parlante amante de los gritos. Si valía tanto como esa criatura decía, a cazar muertos vivientes se iban a ir los demás. Y no se le podía olvidar devolver a Lucrecia el dinero que aún le debía de la moneda de oro. Así no podrían recriminarle nada si decidía bajarse del carro en el último momento.

Cólera amaneció y se desperezó estirándose como si la estuvieran descoyuntando; crujidos, reflujos y tiranteces de su cuerpo anunciando su despertar a su cuidador Huesos. Desencajándose prácticamente la mandíbula y estirando y retorciendo su lengua cual matasuegras comenzó su trotecillo en su dirección para olisquear con entusiasmo su apestosísima bolsa.

- Kij kij kij kij... Hoynuz vamuzakumer muchosmonztruoz ¿Zíiii? - rascaba los maderos del suelo con alegría, afilando garritas de cara a la carnicería que anticipaba - Zangreivízeraaas, gruititusparamíiii; oroijuyaaas, alabulsaparamíiii.

Canturreaba de felicidad, había dormido muchísimo y soñado con el sufrimiento ajeno y el tesoro propio en gran lujo de detalle. Ahora no podía aguardar a que se hiciese realidad.