Partida Rol por web

Ais... hijo mío. Esta posada lleva ya así por lo menos hace un par de días. Lo único que pude ver fue una columna de fuego que se alzaba decenas de metros. Parecía algún tipo de conjuro  de esos que los grandes magos suelen hacer. ¡Aunque nunca había visto nada como aquello en mi vida! Después la anciana hizo una pausa para empezar a toser de forma exagerada.

Bueno, sí que he visto otra cosa igual, la misma noche apareció otra columna similar en el Salón de las rarezas de Anmeh. Dijo encogiéndose de hombros sin saber si todo aquello tenía alguna relación. Pero en cuanto a los señores de los que me hablais, no podría serles de gran ayuda. Olvido pronto las caras, y me fijo aún menos en toda la gente que entra y sale de las tabernas. Lo lamento.

Nith se sintio algo descepcionado ante la respuesta de la mujer, aun cuando habia sido bastante colaboradora, le hizo ver que era inutil preguntar por alguien a una persona al azar en una ciudad tan grande. Pero claro, para alguien como el de un pequeñisimo pueblo, era un concepto nuevo.

-Muchas gracias por su ayuda, ya nos toparemos con nuestros amigos, de momento seguiremos buscando- Le dijo a la anciana, tocando con su mano baja el hombro del mediano para que le siguiera y se alejaran de la mujer.

Una vez ya alejados, solto un grave suspiro de resignacion. -Bueno, esta vez tenias razon, fue una perdida de tiempo... a mi parecer la razon de que esta nueva moneda estuviera en los escombros, dijo mostrandola entre sus dedos medio y anular, fue que estos hombres pagaron con ella, con lo cual deben haber encontrado mas a mi parecer- 

Fue la suposicion que se le fue dibujando en la cabeza a Nith mientras hablaba al mediano sin mirarlo, mas bien posando su mirada en las lejanas estrellas al tiempo que caminaba hacia la puerta. -La pregunta es... ¿Cuantas monedas deberieron encontrar para traicionar al señor Larthe y donde estaran ahora?- Cuasi inconcientemente se dirigia a las puertas de la ciudad. -¿Crees que tu perro pueda seguir el rastro fuera de la ciudad?-

A Agakor, la idea de la columna de fuego le gustó. Vamos que si le gustó, incluso sonrio de forma ilusionada ante la imagen mental. Pero aun le gustó más la idea de que hubiera dos columnas de fuego. ¡Aquella era la buena pista! Y el pequeño mediano comenzó a aplaudir de forma nerviosa y sonriente, entre una mezcla de desquiciado e ilusión infantil.

- Sí, sí, sí, sí, vale. Vale, gracias, siga circulando, gracias, señora, gracias, si, hasta otra pregunta. - Despidió a la mujer para después atender al elfo de piel azul, o lo que fuera. Y cuando escuchó que él tenía razón, comenzó a trotar a su alrededor, dando saltitos y canturreando.

- ¡Tenía razón, tenía razón, que frío hace, tenía razón, tenía razón, laralalalala! - Hasta que se paró y señaló hacia el sur, posiblemente una posición aleatoria. - No hace falta. Tenemos que ir hacia allí, hacia el Salón de las Rarezas ese. Allí sabrán como seguir. También tengo hambre. Y sueño. Estoy cansado. - Anunció, encogiendose de hombros.

El Ghaele no puede evitar pararse un momento en la caminata al escuchar las exclamaciones del mediano, antes sus sensaciones y darse cuenta que le aquejan las propias. Con lo cual suelta una carcajada hacia el cielo. Solo cuando puede dominar un poco su tentacion comica, logra decir. -Tienes razon, ya es tarde para hacer cosas hoy- Dice, aun con gracia por la similitud de sensaciones entre dos personas tan diferentes, lo cual le tienta de gracioso.

-Busquemos un lugar donde cenar y dormir-

- Vagabundeando por la ciudad antes vi una taberna por allí. - Señaló hacia una dirección aleatoria. - ¡Tenía un cuervo enorme en la puerta! - Exclamó el mediano, dando saltitos, emocionado con la idea de comer, dormir y morder alguna que otra rodilla. Esperaba una habitación para él solo, como poco. - ¡Vamos, vamos! - Comentó, acelerando el paso con el perro tras él.

Aunque lo cierto era que mucha idea de por donde debía ir, no tenía.

Nith sonrio ante la imagen del mediano y el perro corriendo, y luego los alcanzo como si nada, e incluso paso un poco al perro que iba a la velocidad del mediano. -Tendras que correr mas rapido que eso para superarme- Le reto con gracia el Ghaele.

Los restos de una taberna derrumbada, hace poco tiempo aquí había una posada llamada La Cabra de Mimbre. Esta era la más cercana a una de las entradas de la ciudad y eso facilitaba el movimiento de clientes. Ahora tan solo quedan las piedras de sus muros, las maderas de sus puertas y muebles y los cristales de sus ventanas. Todo lo demás se perdió en el derrumbamiento.

Entre los escombros se puede ver una oronda cabra de mimbre que servía como cartel de entrada a la taberna.

Karna atravesó la ruinas sin explorar demasiado, estaba segura de que si buscaba encontraría algún lugar para dormir sin que la molestaran ni le cobraran pero de eso tendría que preocuparse más tarde ahora era necesario buscar una forma de conseguir dinero, o en su defecto de recorrer la ciudad, poco conocía de esta y no estaría mal conocer el sitio en el que estaba aunque pareciera tan enorme.

Así que  continuó avanzando al sur sin saber muy bien hacia donde se dirigía. 

Los restos de una taberna derrumbada, hace poco tiempo aquí había una posada llamada La Cabra de Mimbre. Esta era la más cercana a una de las entradas de la ciudad y eso facilitaba el movimiento de clientes. Ahora tan solo quedan las piedras de sus muros, las maderas de sus puertas y muebles y los cristales de sus ventanas. Todo lo demás se perdió en el derrumbamiento.

Entre los escombros se puede ver una oronda cabra de mimbre que servía como cartel de entrada a la taberna.

Thorgus tuvo que pasar la noche entre los escombros de lo que parecía una vieja pensión o taberna.
Los primeros rayos del sol lo despertaron, decidió quedarse un rato allí, que estaba cerca de la entrada, por si podía encontrar a alguien a quien preguntar sobre una pensión.

Thorgus, cansado de esperar a que aquellas personas alcanzaran su posición, decidió adentrarse en la ciudad.
Siguió la calzada pudo observar, en su camino en la búsqueda de algún sitio donde dormir, tres construcciones que parecían religiosas en muy pocos metros.
En esta ciudad parece que hay bastante gente creyente
Se permitió unos segundos para observar esas construcciones y pudo observar que estaban a la altura de las grandes murallas que rodeaban la ciudad, construcciones solidas que harían que esos edificios soportaran el paso del tiempo. Tras esto siguió andando hasta que llegó a una especie de tienda en la que por fin podría preguntar por algún sitio donde hospedarse durante algunos días.
El tendero le explicó que unos metros mas adelante del siguiente cruce había una posada, algo de un lagarto. Pero que si buscaba un sitio más tranquilo y alejado del gentío le recomendaba tomar la calle de la izquierda en el siguiente cruce y andar un poco hasta encontrar otra posada, La Pezuña en la Boca.
Esta última convenció a Thörgus y hacía allí pensaba dirigirse.

Vio mucha gente en el cruce donde debía girar a la izquierda, pero a cada paso que daba por aquella calle cada vez veía menos personas, eso era bueno si llevabas un lobo a tu lado. Tras unos cuantos pasos por aquella calle llego delante de la posada que le había indicado el tendero.
Entró y se encaro hacia el mostrador:
-¿Tienen alguna habitación libre para pasar algunos días?

Los restos de una taberna derrumbada, hace poco tiempo aquí había una posada llamada La Cabra de Mimbre. Esta era la más cercana a una de las entradas de la ciudad y eso facilitaba el movimiento de clientes. Ahora tan solo quedan las piedras de sus muros, las maderas de sus puertas y muebles y los cristales de sus ventanas. Todo lo demás se perdió en el derrumbamiento.

Entre los escombros se puede ver una oronda cabra de mimbre que servía como cartel de entrada a la taberna.

Miró asombrada a su alrededor. Había habido un incendio de grandes proporciones, ahora allí todo era devastación. Era extraño, la columna de humo que había creído ver durante la noche debía haber sido una especie de sueño, porque allí ya no quedaba nada. El incendio debió suceder hacía algún tiempo, no durante la noche.

¿Quizá mi Dios Pelor ha querido que, con esta visión, saliera por fin de entre los muros de su Casa? No soy una sierva incondicional, eso lo sé, pero Pelor me guía, y eso también lo noto.

Por eso se reafirmó en la sensación, y buscó entre las ruinas. Una señal, una clave. Quizá no encontrara nada, quizá solo había sido un medio. Si vida debía cambiar de rumbo. Me necesitan fuera de los muros protectores del Templo.

Decidió que, si no encontraba nada que le marcara un camino, lo tomaría ella misma por su cuenta.

Amber rebuscó entre las ruinas de la cabra de mimbre y por lo que pudo apreciar, aquellas ruinas ya llevaba prácticamente una semana allí. Cualquier tipo de malhecho o de ladrón ya se había pasado por allí antes para rapiñar cualquier cosa de valor que hubiese quedado. En algunos puntos encontraba cajas que podrían contener algún objeto de valor, pero cuando lograba abrirlos se percataba de que alguien ya se le había adelantado. Al final encontró un saquito mugriento y lleno de polvo, estaba entre al menos una docena de maderos quemados y carcomidos, pero en su interior había 6 piezas de plata. 

Lo otro que pudo averiguar es que el establecimiento había pertenecido a Lankus Kurrid. No había averiguado nada más.

Recogió y se guardó las monedas de plata, y siguió curioserando por allí. Cuando se convenció de que ya nada había quedado por investigar, su cabeza ardía. ¿Había pasado una semana entera desde el incendio? Estaba confundida, debía haber soñado aquella columna de fuego, pero no podía haber sido la noche anterior.

Salió del montón de ruinas sucia de cenizas e intrigada. ¿Le había mandado Pélor un mensaje? Había averiguado el nombre del antiguo propietario, quizá esa era una señal. Pero, ¿hacia dónde la llevaba ese dato? Un hilo del que tirar, sólo que no acababa de verle el inicio.

Finalmente decidió regresar al Templo, y hablar con alguien allí, por si conocían a ese hombre. Y, de paso, asearse un poco, aún seguía siendo su más reciente hogar. Su viaje no había empezado, después de todo. Pero no pensaba desistir.

Los restos de una taberna derrumbada, hace poco tiempo aquí había una posada llamada La Cabra de Mimbre. Esta era la más cercana a una de las entradas de la ciudad y eso facilitaba el movimiento de clientes. Ahora tan solo quedan las piedras de sus muros, las maderas de sus puertas y muebles y los cristales de sus ventanas. Todo lo demás se perdió en el derrumbamiento.

Entre los escombros se puede ver una oronda cabra de mimbre que servía como cartel de entrada a la taberna.

Aquel debía ser el lugar, no podía ser otro. Si le habían dicho la verdad debería encontrar por allí a Ankus. 

Rodeó los escombros atenta por si veía movimiento, quizás el que era el dueño de aquella taberna arrasada estuviese por allí. Recogiendo, limpiando o lo que fuese.

-¿Hola?- Dijo esperando que si alguien le oyese respondiese.