Partida Rol por web

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenas tardes, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

Si, por supuesto, aqui teneis - digo sacando una pieza de plata y esperando la vuelta - el camino ha sido largo, tendriais a bien indicarme una posada para pasar la noche, algo intermedio, no necesito la mejor de las habitaciones pero no deseo dormir acompañado por 3 desconocidos, algo modesto, ea, esa es la palabra que buscaba. Y cercana si puede ser.

El guardia le devuelve su cambio mientras contesta a su pregunta:

En la ciudad tiene usted varias posadas, cada una varía en sus precios, pero desde luego que si lo que quiere es algo barato, olvídese de pernoctar en "el Cuervo de Plata". Y si no quiere algo demasiado insalubre olvídese también de ir a "El Lenguado Macerado". Por lo demás solo debe seguir las indicaciones que le daré ahora mismo.

Me encamino directamente, a ver si llego mientras hay luz aún, hacia la posada que parece que será mi destino esta noche, El Bote del lagarto.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, jóvenes.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

Lylo no llevaba una gran mañana. El agujero en el que había dormido se había llenado de agua a saber por qué.

-¡No me mires así!-le dijo a Milo- esta vez no he sido yo.... no todo-agregó saliendo del inundado boquete con barro y la ropa calada. Sus pertenencias afortunadamente estaban a salvo entre las raíces levantadas de un árbol.

-¡Adelante, hermano!¡por La Gesta!-dijo escurriendo la ropa y dejando su rosáceo trasero a la penumbra matutina- disfrutemos de la vista- abrió los brazos inspirando hondo antes de vestirse con la ropa húmeda.

No tardaron en alcanzar la muralla que protegía la ciudad, allí un guardia les dio el alto y extendió una mano mientras en la otra sostenía una bolsa tintineante.

-¿Qué ocurre?-dijo con su acento mas provinciano.- ¿no me ve lo suficiente  güeno para viví ahí dentro?-arrugó la nariz acentuando la niñez de su expresión- Yaaaa veeeo lo que pasa aquí....mestá dijcriminando-dijo muy seguro-un momento-miró a su hermano-¿me está discriminando?-le preguntó hablando con normalidad.

-La gesta... -rezongó mientras se escurría la ropa, también desnudo en mitad de ese lugar- pues vaya gesta...

Cuando dormía mal o lo despertaban con brusquedad, Milo era un gruñón.

Una vez terminado de vestirse, con la ropa aún húmeda, y recogidas sus cosas, se puso en camino con su hermano, hasta que llegaron a la puerta y apareció el Guardia pidiéndoles el dinero y Lylo empezó su numerito. Iba a empezar a moverse para quitarle la bolsa al guarda cuando se dió la vuelta y le miró.

Milo se quedó quieto, mirando a la nada, como si estuviera distraído- Pues no lo sé, la verdad. ¿Nos está discriminando? No sé... ya sabes que aquí paga todo el mundo, siempre y cuando no seas noble, ¿eh?, ¿eh? -dije sonriendo intentando establecer algo de complicidad con el guardia- Además... nosotros ya hemos entrado, pero nos asaltó un tío enorme, nos tiró a un charco -se señala la ropa mojada- y cuando llegamos la puerta estaba cerrada... asique tuvimos que pasar la noche a la intemperie, ¿y ahora tenemos que pagar de nuevo? -empezó a poner su tono de indignación- ¡Venga ya!

- Así es, cada uno de los visitantes de Tormentos Cristalinos está en la obligación de tener que pagar cada vez que entre en la ciudad. Aunque sea su primera o cuadragésima vez. Para dejar de pagar esta entrada, solo debéis visitar el Ayuntamiento de la ciudad y tramitad los papeles para que os den la tarjeta de residencia

Hasta entonces tendréis que pagar como cualquier otro visitante. Independientemente de las veces que hayáis entrado.

El hombre os miró sin inmutarse mucho, parecía que aquella excusa ya la hubiese oido miles de veces, y sin duda ahora no extrañaba nada. Así que volvió a alargar la mano para recoger vuestras monedas.

Cuando calla el hombre os dais cuenta que por detrás de vosotros se está organizando algo de cola. Tres hombres más están esperando para entrar en la ciudad.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida está hablando con dos jovencitos. - Así es, cada uno de los visitantes de Tormentos Cristalinos está en la obligación de tener que pagar cada vez que entre en la ciudad. Aunque sea su primera o cuadragésima vez. Para dejar de pagar esta entrada, solo debéis visitar el Ayuntamiento de la ciudad y tramitad los papeles para que os den la tarjeta de residencia

Hasta entonces tendréis que pagar como cualquier otro visitante. Independientemente de las veces que hayáis entrado.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

¡¿A esto llaman muralla?! Jaaaaaaaa jajajajaja. Mi mente carcajea para sus adentros, o al menos eso pretendo, mientras me deleito en lo que supongo es una maravilla para los de este reino. Las muecas burlonas germinan de mis trenzadas barbas mientras me acerco a ésta, la supuesta "gran ciudad", resoplando pequeñas bocanadas de risa que contengo con poco más que un esfuerzo de voluntad. Sí, sí, parecen grandes y fuertes, imponentes, dan la sensación de que nada puede penetrar su interior, pero si lo ves bien, no tiene comparación con... bueno Ventisca, tú ya sabes, nuestro hogar.

Bajo mis pies siento los contornos cambiantes del camino, y muy en el fondo, la vibración de tus patas guerreras, mi buen amigo. Sé que lo has notado antes que yo con tu olfato, y de seguro no te parecen amenaza alguna. 

Sigo con la mirada al final del trayecto, del corredor que conquisto con la solidez de las montañas, y fijo los ojos justo en aquellas figuras humanoides de las puertas. ¿Por qué aguardan afuera? Todo parece corriente, es muy extraño que no nos dejen entrar.

Pasan unos cuantos minutos de caminata y pronto estoy lo suficientemente cerca como para escuchar los motivos de este guardia para negarse a darnos una correcta bienvenida. ¿Realmente necesitan recibir oro de una forma tan...  desesperada? Escucho atento y sin hacer mueca alguna, contemplo lo que dice y reflexiono muy bien mis palabras antes de decir algo. 

¿Pagar dices? ¿Te refieres a... dinero? -Digo con una voz serena y apaciguadora, calma y tranquila, mientras señalo con evidente desdén la mano que ha extendido y el saco- ¡Espero que no seas de los que desaprovecha recién llegados! Mi rostro sigue firme e inamovible como si fuese incapaz de expresar una emoción distinta al enojo. Nada más alejado de la realidad. Definitivamente no sé como causar empatia o impactar con sutilezas desconocidas para los nuestros, pero no pierdo nada haciendo una propuesta justa, por molesta que pueda parecer mi actitud.

-Seguro aceptarás como pago mío algún servicio, mi señor. De seguro una ciudad que cierre sus puertas a los amistosos enanos en las noches, teme algo de sus alrededores. Quizá no sea un gran guerrero, pero algo podré hacer para poder entrar. ¿Eh, colega? - En un intento por sonreír genuinamente, dejo ver una agraciada barba en movimientos casi hipnóticos, que no parecen más que el dibujo tallado de lineas rupestres en la roca inexpresiva. Depende de los ojos puede parecer una burla fastidiosa o un intento real por ser, o al menos parecer, un sujeto agradable. Vaya condena cargo conmigo.

No me he olvidado de los que están por entrar como yo, es solo que ellos no son mi problema. Me mantengo con una actitud distante hacia ellos, pero no les ignoro. Simplemente observo.

No he recorrido tantas millas para que un enano agarrado me haga esperar más...

-Señorr guarrdia, me podrría contestarr un parr de prreguntas mientrras le pago?-voy sacando el monedero- ¿Dónde puedo conseguirr un alojamiento MUY barrato? ¿Porr que zona de la ciudad están las Arrenas? Ya que es a lo que he venido desde tan lejos, ¿Dónde podrría conseguirr empleo rápido? Y porr último... ¿Cúanto hay que pagarr?

-Ya he llegado, esta ciudad rebosa maldad, y el impío debe ser castigado.- pensó Brock cuando observaba las murallas de la ciudad. 

San Cuthbert le había guiado hasta aquí, y no iba a fallar en su misión. Cuando llegó a la puerta, se encontró con un enano zarrapastroso acompañado por un lobo, y un hombre con aspecto de guerrero, con lo cuál, se cruzó de brazos, y esperó su turno. Cuando el humano preguntó el precio de la entrada, puso atención al impuesto, y si tenía en su bolsa, le pagó, y si no, ya se vería... 

-Pues menuda estafa ésta, si para volver a entrar hay que pagar -dice mientras trastea en su bolsa de dinero para darle lo que quiere- ¿ya está contento? ahora déjame pasar.

Oía voces detrás de ellos y, por lo que conocía el camino, no podría fiarse de ellos, así que decidió meterle prisa a su hermano.

-Lylo, paga ya y entremos, no me quiero encontrar con MÁS gente grande que nos atraque y, para colmo, delante de un guardia -recalcó el "más" para que se diera por aludido el guardia y la historia que le habían contado.

Tras esto comenzó a rezongar en lo que esperaba que pagara su hermano para poder entrar dentro de la ciudad.

-¡Qué injusto!- se puso a patalear el mediano soltando de mala gana sus apreciadas moneditas- ¿y por qué pagar tanto dinero? Qué injusto-repitió- qué injusto y qué todo.

Poniendo morritos e hinchando los mofletes empujó un poco a su hermano para que andara, basculando su escasa altura de un pie a otro mientras andaba.

-Pues me chivaré a alguien, y ese alguien se chivará a otro alguien y... y... tengo hambre-concluyó agarrándose la tripa- me voy a morir de hambre, ¿cuántas veces hemos desayunado? Alguien que no desayuna  como poco tres veces no puede crecer fuerte y sano. ¡Mírame! Así nunca creceré, Milo, ¡Y TU TAMPOCO!

El guardia toma las monedas de los dos niños, medianos, gnomos o lo que fuese que estuviesen allí para después atender a los siguientes viajeros.

Después el soldado se paró a escuchar a Oso de la forja. Le miró de arriba abajo y después vio al animal que estaba junto a él. - Espero que él no suponga ningún problema. Después mira al otro guardia señalando al lobo. ¿Crees que deberíamos pagarle una tasa extra por el acompañante? El otro se encogió de hombros. Está bien, hoy pueden pasar pagando solo las 5 piezas de cobre, pero quizá otro día me pille con el pie torcido y les cobre un extra. Así que déjese de negocios y pague lo que le pido. Aquí no hay limosnas ni pagos a cambio de favores. Aquí se paga la tasa impuesta, 5 piezas de cobre.

Luego se quedó observando al otro hombre de acento extraño.

¿Un lugar barato, dices? Sin duda la mejor opción es la posada de El Lenguado Macerado. Es el lugar más barato de toda la ciudad. En cuanto a las arenas, esas se hacen en el templo de Kord y desde que ha amanecido está abierto el plazo para inscribirse. Lástima que no sean muy famosas todavía... En cuanto a cómo encontrar trabajo, eso es algo más complicado. Supongo que buscándolo.

Después alarga la mano para tomar las siguientes piezas de cobre que les debía dar aquel hombre, y el otro que estaba detrás.

Tomáis el camino del este para ir en dirección a Mereklar, aquella ciudad estaba a tan solo unas pocas horas de viaje. Y no debería suponer mucho esfuerzo llegar hasta allí. Algunos de los que estaban con vosotros en la posada decidieron tomar rumbos distintos por lo que tan solo fuisteis cuatro los que os dirigisteis hacia la ciudad.

Para salir debíais atravesar el muro de entrada, donde la puerta estaba cerrada y los guardias estaban hablando con algunos recién llegados.

Pago y voy a la zona 48 (el lenguado macerado)

me resto los 5pc de la ficha.

Raellia avanzaba animada junto a sus compañeros. Aquel iba a ser un viaje corto y puede que hasta agradable. Y lo que era aún mejor, podrían conseguir ayudar a alguien en el proceso. A la chica aquello le hacía sentirse feliz, aunque no podía parar de dar vueltas a la oportunidad que se les había escapado. 

"Si nos hubiéramos dado cuenta antes..."

Pero el sol brillaba y demandaba ser correspondido con la misma alegría, así que alejó aquellos pensamientos. Simplemente debían concentrarse en lo que les aguardaba. 

Cuando los medianos avanzaron dentro de la ciudad y el humano y el enano pagaron, llegó el turno de Brock. Miró de arriba a abajo al guardia y sacó la bolsa de cobre, mientras contaba las monedas, preguntó:

-¿A dónde podría dirigirme para rezar a San Cuthbert?- con tono solemne. Cuando le contestaron entró en la ciudad, mirando antes de cruzar la muralla a los recién llegados, y prosiguiendo su camino.