Partida Rol por web

Descendeis por la escalera que hay bajo la trampilla hasta atravesar un pasadizo. De pronto gran cantidad de ladrillos caen sobre vuestra cabeza. Aquel enano había montado una trampa bajo la taberna. Sin duda, hubiera lo que hubiese allí abajo sería algo que no quería que descubrieseis.

Sangrando por el terrible golpe avanzais hasta alcanzar una habitación subterránea iluminada por unas antorchas en la pared. La pared está revestida de marcos de madera para sujetar el techo del sótano y la pared del sur tiene un gran tapiz tejido a mano.

Varias alfombras cubren el suelo a modo de decoración de la sala.

Hay tres puertas más en esta sala, dos frente a vosotros, en la pared del este y una en la pared sur.

Puse como pude el escudo sobre nuestras cabezas mientras el alud de ladrillos se desmoronaba sobre nuestras cabezas, sin embargo poco pude hacer para que aquello no nos hiriese tanto.

- Así que el Enano había escondido esto a la vista de los demás.- Dije en voz baja, aunque si había alguien allí, ya nos habría oído por el ruido de la trampa.- Si alguno de los dos puede sanar las heridas, no estaría mal que se ocupara de ello... no sabemos que más nos vamos a encontrar aquí. Yo mientras voy a quitar las alfombras, no quiero que una trampa de foso nos haga caer.

Me agaché y sin tocar el suelo comencé a retirar las alfombras para dejar al descubierto el suelo del lugar, no quería arriesagarme a tener más sorpresitas.

-¡¡¡Arggggh!!! -gritó de dolor el bardo al ser golpeado por los ladrillos en la cabeza. La mayoría sólo causarían contusiones, pero uno en particular le había abierto una buena brecha en la cabeza, que sangraba profusamente. Pasado el primer susto inicial, cuando pensaba que el techo se desplomaba realmente sobre sus cabezas y que no volvería a ver la luz del día, Daélric se tapó como pudo la herida y trató de reincorporarse- Estoy bien, estoy bien. A decir verdad me duele la cabeza como si me hubieran tirado un ladrillo a ella, je, je. Lictea, ¿estás bien?

- ¡Auuuuuuu!- Un aullido de dolor escapa de la boca de la loba. Consigue salir de los escombros entre maldiciones dirigidas contra el enano.- Grrrr ¡maldito enano de los cojones!. Le cortaré un pie y se lo haré comer para que La Pezuña en la Boca sea de verdad lo que dice ser.- Se sacudió el polvo de encima y comprobó que no tenía nada roto. Las contusiones provocadas por los ladrillos dejarían buenas marcas en el cuerpo fibroso de la mujer. Se lamió la sangre que manaba de algunas pequeñas heridas para limpiarlas y trató de cortar la hemorragia por presión. Comprobó que llevaba todo su equipo.

- Estoy...bien. Comprobad que no tenéis huesos rotos o heridas sangrantes. – Lictea palpa el cuerpo de Daélric con brusquedad pero sabiendo lo que hace. – Estate quieto-  Le dice. El pajarillo le parecía tan delicado que  realizó sobre él un pequeño conjuro para aliviarlo de sus heridas. Se centró sobre la brecha de la cabeza. El bardo pudo oir unas palabras raras, no más que gruñidos, cuando la druida le puso las manos sobre la herida de la cabeza.

- Grgfrgrrr...grrrffggfrgr.- Tras el pequeño conjuro la loba se dirige al clérigo con gesto serio.

- Coran, tú tienes armadura y escudo. Si vas el primero curaré tus heridas antes de seguir avanzando.

- Cuando acabes con él... y contigo puedes revisar mis heridas. Me alegra saber que ambos estais bien.- Dije mientras echaba a un lado la primera alfombra.- Puedo ir delante ya que podríamos decir que no soy bueno a distancia.

Miré de reojo las capacidades de la mujer, me alegraba que siguiera en pie, habría sido prblemático si la que posee la capacidad de sanar era la que caía.

- He dicho que  estoy bien. - Le espeta al Paladín de Heironeus. Lictea era una mujer salvaje a la cual no le gustaba mostrar debilidad. Era dura y correosa y , aunque estuviera llena de magulladuras, moratones y pequeñas heridas, se acercó a Coran para curar primero las suyas. De nuevo repitió el mismo procedimiento. Manoseó el cuerpo del joven, metiendo sus ágiles manos por entre las piezas de la armadura. Palpó los duros músculos fruto del entrenamiento del paladín, e incluso lo olfateaba arrugando la pequeña naricilla. Localizó las heridas y mientras tanto iba soltando extraños murmullos y gruñidos.

-Ammmm...mmmuuuu..grgrrrffg...grrrr.

El proceso le llevó un poco más de tiempo que con el bardo, pero el resultado fue más satisfactorio. Al acabar la mujer tuvo que sentarse en el suelo. El corazón le palpitaba como si hubiera hecho un gran esfuerzo. Habló jadeante.

- ...Tendrás...que ir...delante...yo debo... descansar...

Daélric aguantó como pudo el manoseamiento de Lictea, procurando no poner cara de susto ni resistirse. A su manera estaba haciendo su trabajo y el bardo bien podía darse por satisfecho con que fuera así de eficiente. Al acabar vio como la mujer-loba procedía de igual manera con el paladín, aunque a éste le sanaron visiblemente las heridas hasta sólo quedar sucio, más que otra cosa, pero dado que no tenía un espejo a mano para ver la diferencia entre los progresos curativos de uno y otro, no pudo percibir agravio comparativo alguno.

-Vale, a partir de ahora con más cuidado, no voy a resistir otro de estos "sustos"... -dijo escuetamente, su vista revisando todo lo revisable. Su ropa estaba hecha un desastre y tenía la cabeza manchada de sangre, pero se sentía mejor y después de lo que acababan de pasar no pensaba retirarse del lugar hasta que hubieran descubierto lo que el enano tenía que esconder.

Coran se limita a quitar la alfombra del suelo para averiguar si bajo ella había más trampas, pero estaba equivocado. Andar por aquel suelo era a simplevista seguro. Mientras Lictea curaba las heridas de sus compañeros, Daélric se puso a investigar un poco más profundamente la sala, logrando así descubrir que el tapiz de la habitación sur ocultaba un nuevo lugar por donde moverse.

Aún tenían las tres puertas posibles, pero ahora estaba aquel pasillo que parecía profundizar en aquel subterráneo.

- Bien hecho a los dos... ahora yo soy partidario de no dejar ninguna puerta antes de avanzar.- Dije señalando a las puertas que quedaban delante nuestra a parte del nuevo pasillo tras el tapiz.

- Tampoco estaría mal que alguno hiciera un mapa del lugar, no quisiera verme perdido en un laberinto de túneles.

Viendo que Daelric era tan hábil hallando las cosas, le dejé investigar las puertas con tranquilidad antes de ponernos a ver que había tras ellas.

-De momento esto no es tan complicado y si tiene pinta de serlo, siempre podemos retroceder hasta el piso de arriba y pedir ayuda... -vamos, que el bardo no tenía intención de meterse en camisa de once varas- Pito, pito, gorgorito... -comenzó a sortear aleatoriamente la puerta que iba a revisar primero- ¡Esta! -sentenció, y se acercó hacia ella con cuidado.

El "pajarillo" había resultado ser un halcón por la vista que tenía. Cuando Lictea volvió un poco en sí después del esfuerzo que había realizado se dio cuenta de que Daélric no estaba demasiado bien.

- Mmmm. Pensemos un poco antes de avanzar. No te veo muy bien. - ¿Cómo había errado tanto en la exploración del bardo? Ahora la salvaje mujer se sentía culpable.-  El enano dirá que esta habitación secreta es una mecanismo de seguridad que tiene la taberna. Para evitar robos y esas cosas. Me apuesto a que detrás de esas tres puertas no hay gran cosa, nada fuera de lo normal, sin más trampas ...- La loba no era una gran erudita  pero tenía un gran sentido común.- ...Pero ese segundo pasadizo..pfff, no huele nada bien.- Habló con los dos hombres.

- Daélric, nuestra misión aquí ya está cumplida. Has descubierto que ese maldito enano esconde algo como decía la rata de arriba. Qué sean los guardian los que hagan el resto del trabajo si no te encuentras bien.

La mujer se acercó al pasadizo y trató de esuchar cualquier cosa que viniera de allí.Si daba a la calle, si oía voces, cualquier ruido que pudiera reconocer.Lo que fuera.

-Espera, espera, al menos revisemos estas puertas. Por saciar mi curiosidad. Y bueno, si alguien se atreve a echar un vistazo... -tal vez lo intentara incluso él mismo, la tentación de hacerlo estaba clara- O tal vez pudiéramos subir, comentar todo lo visto al jefe de la guardia y hacer bajar a enano y mediano a ver qué tal se les da acabar de resolver la situación. Apuesto a que el enano trataría de darse a la fuga, si es que no lo ha hecho ya -Daélric sonreía, pero la imagen de su cabeza llena de sangre seca no acababa de dar un efecto tranquilizador. Lo cierto es que había quedado bastante tocado con la trampa de los ladrillos, pero dado que un ciudadano más normal seguramente no hubiera sobrevivido a la misma, se podía dar por satisfecho.

- Tranquilo chico, tu revisa que no haya trampas y yo abro las puertas.- Dije reajustando el escudo en mi brazo.- Si estas muy herido puedes ponerte en la distancia si tenemos que pelear, aunque espero que no haga falta.

Yo estaba completamente sanado gracias a los cuidados de Lictea, debía devolverles el favor de haber creido ambos en mi, así que no pensaba defraudarles.

Daélrick investiga que no hubiera trampas en aquella puerta que eligió al azar, inmediatamente después, el paladín, cargado de energía renovada gracias a las curaciones de su nueva compañera, se decidió por abrirla.

Allí dentro se podía apreciar una sala muy fría, apenas sobrepasaba el punto de congelación, sin duda esa sala debía estar bajo algún hechizo para mantenerla en aquella temperatura. En esta sala Blagh guarda una gran variedad de quesos y carnes, así como varios barriles de vino y cerveza helada.

- Muy bien así podemos seguir un poco más al menos hasta hacer estas puertas, revisemos esta sala igual entre los quesos y las demas cosas oculta algo.

Yo me quedo cerca dela puerta por si el hechizo incluye un cierre automático no sea que nos vayamos a quedar encerrados dentro, una muerte por congelamiento no está dentro de mis espectativas.

-Uffff, hace frío aquí. De acuerdo, una mirada rápida... -dijo el polivalente Daélric, adentrándose antorcha en mano en el interior de la sala, por si hubiera algo oculto a simple vista. El propietario de la Pezuña en la Boca había demostrado ser más bien retorcido y precavido, así que seguramente supondría que nadie se quedaría mucho rato a mirar en una sala de ese tipo, tan fría y llena de cosas mundanas. Pero a nadie hacía daño probar suerte.

Lictea se había quedado un poco retrasada, descansando y recomponiendose del esfuerzo de los conjuros. Mientras, había aprovechado para tratar de escuchar algo que le diera alguna pista. Se acercó a la puerta abierta donde estaban sus dos compañeros.  Acuclillada como un animalillo, les miró desde su posición agazapada, con cara de asco.

- ¡Ratas!- Esta vez no se refería a ratas humanas, sino de las de verdad. Señaló hacia la puerta contigua a la que había inspeccionado Daélric y abierto Coran. - Oigo ratas ahí dentro. Grrrr.- Suponía que era normal si eran despensas, pero no se fiaba de nada en la ciudad. El enano era astuto y había hechizado una habitación para mantener los alimentos frescos.