Partida Rol por web

Nosotras no somos las que os hemos atacado. ¡No tenemos la culpa de nada! Es Dárax el culpable de todo. ¡Se ha vuelto loco y está organizando partidas para atacar las aldeas cercanas, pero nosotras no somos partidarias de eso! ¡Nosotras vivíamos muy bien en paz!

Filos ladeó la cabeza, interesado.

-Dice que los ataques han sido cosa de un tal Dárax, que se ha vuelto loco y está organizando partidas para atacar las aldeas cercanas.

Luego, volvió a hablar en trasgo con ellas.

Filos le preguntó:

-¿Quien ese ese Dárax? Es uno de los ogros que matamos el otro día? O es el que está tras la puerta de ahí afuera, el que no abre la puerta... ¿Por qué actúa así? Cuéntamelo todo y puede que sólo lo matemos a él y a sus hombres.

Bien, aquello era cada vez más raro. ¿Cosa de un solo tipo? Realmente sonaba extraño, puede que coherente, sí... Pero eran trasgos. Los trasgos no eran famosos por su convivencia pacífica con el resto de especies. 

-¿Cómo sabemos que no nos mienten? ¿Qué pretenden hacer si les dejamos solos? ¿Qué fue de los hombres de la aldea? Y, más importante aún, donde está ese tal Dárax?-preguntó un ceñudo Cástor, que no perdía de vista a aquellos trasgos. 

Si lo recordais, en el pueblo nos dijeron que llevaban años sabiendo que los trasgos estaban aqui y nunca habian tenido problemas hasta ahora. Todo eso es lo que le he preguntado. A ver qué me responde.

- Me apuesto lo que quieras a que ese tal Dárax es el que está encerrado, cocinando tan tranquilo.- Se apoyó en la lanza mientras esperaba el desenlace de la conversación.

Quedarse quieta entumecía sus músculos pero la quietud era la única manera de mantener su presencia oculta.

Al parecer discutían cosas acerca de si los goblins habían obrado mal o no, como si eso fuese importante en comparación con sus deliciosos gritos de pánico cuando se les saltaba encima y el gorgoreo de sus gargantas al burbujear su respiración cortada bajo el atragantamiento de sangre... Cólera no comprendía las prioridades de su hueste pero, si habían llegado a adultos sería porque hacían las cosas de cierta manera.

Antes de que los trasgos que había en aquella sala pudieran responder a la pregunta que Filos les había hecho, cuatro grandes trasgos cargaron hacia ellos por un pasillo por donde habían huido las crías trasgos. 

Los trasgos que estaban allí, lejos de meterse en el combate, dieron algunos pasos hacia atrás para alejarse de lo que estaba pasando. No quedó muy claro si todo eso había sido una trampa y una distracción para que aquellos enormes trasgos se preparasen y les diese tiempo a llegar o si realmente lo que les habían dicho era cierto y pretendían dar un golpe de estado contra ese tal "Dárax".

La cosa está en que el grupo de aquellos cuatro no tenía ninguna intención de hablar y cada uno de ellos cargó contra uno de los aventureros, salvo Huesos que recibió a otro más. Por suerte, Cólera estaba escondido y podría atacarles por sorpresa en cuanto tuviese oportunidad.

Todos salvo Cástor lograron esquivar los ataques que trataron de encajarles. El clérigo sintió como la espada larga del gran trasgo le golpeaba en el brazo y le hacía una buena herida.

Un acorazado huesos no tuvo dificultad en defenderse de la torpe carga de aquellos trasgos. El chocar de los filos contra el metal de su escudo y armadura lo decían todo. Desde luego no era un combatiente demasiado diestro, tan escuálido como era, pero trató de aprovechar la inercia de la carga enemiga para ensartar al trasgo en la punta de su lanza.

-Apártate, Huesos, q voy a conjurar!

Filos dio un paso atrás para que no le interrumpieran y conjuró de nuevo uno de sus hechizos favoritos.

Cástor fue alcanzado, y no por primera vez en aquel condenado lugar. De hecho, sus heridas empezaban a acumularse peligrosamente, pero no les quedaba otra opción que continuar, menos aún en aquella situación de "emboscada". No pudo evitar pensar que aquello podría haber sido una trampa por parte de los trasgos "civiles", pero en aquella situación poco importaba. Adoptando un enfoque más prudente, atacó con precaución al trasgo que se le echó encima, logrando un golpe casi perfecto... Pero no lo suficiente como para tumbar a nadie, por desgracia. 

Llegó el combate y la ilusión por la matanza, viendo que todos se defendían aguardó al gran poder de Filos, pues si había algo mejor que masacrar era hacerlo sobre criaturas indefensas. En cuanto creyó ver a su víctima dudó por un instante, pues el resto de su manada.estaba trabada en combate. Su corazón se debatía sobre el la acción más provechosa - la de desgarrar el gaznate desprotegido del durmiente o regodearse en su fiereza frente a los suyos, libre de todo aleccionamiento posterior.

Solo uno de los trasgos quedó dormido ante el ataque de Filos, Huesos y Cástor se movieron para dejar paso a la magia de su compañero, y Cólera se acercó para flanquear a uno de los que estaban en los laterales. Solo el ataque del clérigo surtió efecto, pero no el suficiente como para decapitar a su enemigo.

Tras aquella magia, el primero contraatacó a Cásor y los otros dos se abalanzaron para enfrentarse a Filos. Cástor recibió un terrible corte en un brazo, y Filos también sufrió una horrible herida, pero los dos aún seguían en pie y podían seguir luchando.

Las escamas de punta, exultante de poder inflingir dolor y sufrimiento con el beneplácito de su manada y la distracción aportada por Huesos y Cástor, Cólera se abalanzó sobre la espalda del gran trasgo que tenía enfrente para morder su cuello y desgarrar su rostro con sus zarpas. La rociada de sangre le abrió el apetito e hincó los dientes para devorar a aquel monstruo antes siquiera de darle por muerto.

- ¡Ñaaaaammms! -musitó con deleite mientras reía su risita gorgoteante- ¡Kirj, kirj, kirj, kirj!

Filos encajó el golpe, dió un paso hacia atrás y repitió el conjuro, engullendo esta vez a GT4 y GT3 en el abanico de color iridiscentes.

Ramase observó con satisfacción cómo Cólera demostraba una saña y rabia que apenas cabía en un cuerpo tan pequeño. La magia de Filos no había sido tan efectiva como otras veces y los grandes trasgos contratacaron abriendo heridas en sus compañeros. Viendo que su contrincante se distraía ante los ataques conjuntos de la  cría de dragón y de Cástor, el viejo Huesos dio un paso atrás y pidió a Nerull que usara su cuerpo, su voz para infundir el terror en la criatura.

Cástor recibió otro ataque más con un rugido de dolor, su sangre manchando de nuevo sus ropas y manando por un nuevo foco. Aquello no era bueno, menos aún que hubiera sido el único en lograr asestar un golpe a los enemigos. Pero no podía ceder, no a costa de dejar abandonados a sus compañeros, así que apretó los dientes y, procurando centrarse en su defensa, intentó devolver otro golpe, aunque esta vez con menos éxito.