Partida Rol por web

Envalentonado por Quiora y Fedora sacó desenvainó una daga y la elevó por encima de su cabeza al notar que Lentejuela se ponía en vigoroso movimiento.

- ¡Al ataqueeeee!- Pero Lentejuela no había llegado a vieja por imprudente y lo que hacía la mula no era ir al ataque de las perras, por otro lado las únicas testigos, sino rodeaba el claro en busca del origen de la música. Cuando Sapo se quiso dar cuenta guardó la daga y refunfuñó para sí.

- ¿Y ahora qué?- Amasó el éter para construir un artilugio de esos que sólo los gnomos saben hacer y que servía para detectar auras mágicas. Si un bardo estaba haciendo eso no tenía mucho que temer.

Mientras avanzaban y el resto del grupo decidía como afrontar la emboscada de las perras a sus compañeros, Menon notó que la música no era del todo normal, no era sólo un sonido que llegaba hasta tus oídos, era algo que trataba de meterse en tu interior, que hacía que te olvidaras de los que estabas haciendo, que te invitaba a abandonarte a la música para danzar como si tus músculos no fueran parte de ti, por suerte el entrenamiento mental de Menon le hizo darse cuenta del ataque y junto con la presencia de su psicocristal que le animaba a resistir, pudo mantener el control de sus actos, pero no sabía si sus compañeros serían capaces.

- Concentraos, esto no es sólo música, es algún tipo de magia!

Por desgracia la concentración necesaria para mantenerse firme le impidió encontrar la fuente del sonido, con suerte si avanzaban un poco más lo lograrían.

Al final el grupo se había dividido en dos pero habían terminado juntos de nuevo. Solo que unos con más suerte que otros. Heian pudo ver como la otra pequeña parte de la comitiva era atacada por un par de perras. Y como otros echaban a bailar por el sonido del violín.

Él era un artesano de buen gusto y hasta ahora se había mantenido al margen de cualquier ataque o acontecimiento que estuvieran sufriendo sus compañeros. Pero ese nuevo día, Heian Nailo se había despertado con algo más de ganas y se dio cuenta de que no podría ser toda la vida un noble y quizá su idea de ir de viaje y encontrarse nuevas aventuras significaba encontrarse con algo como esto.

Vio a las perras y también quiso identificar que le estaba pasando a Ramond que empezaba a bailar como un loco. Aquello parecía obra de algún bardo o de alguien capaz de manipular la magia de esa forma. 

Finalmente tomó la decisión de cargar su ballesta y apuntar a uno de los canes, el que ya hubiera sido herido por alguno de sus compañeros, trató de apuntar y después disparó. Lo bueno de las ballestas es que por muy lejos que lanzasen, disparaban con tanta fuerza que resultaba más fácil apuntar.

Tal y como el mago se había temido la ilusión no detuvo a las perras, al menos les había dado un poco de tiempo, apunto con su ballesta pero titubeo al ver la indecisión del druida,  busco apoyo en el guía el cual se prestaba a lanzarse al ataque, sin embargo su cuerpo se empezó a sacudir al ritmo de unas notas dulces del violín de algún músico cercano, El mago giro rápidamente su cabeza dejándose guiar por sus grandes orejas intentando discernir el origen de la pegajosa melodía, dejo de intentarlo cuando uno de sus pies empezó a dar golpes en el suelo por si solo a ritmo con Ramond, sacudió la cabeza y no dejo que su voluntad se doblara logrando que su pie parara el movimiento.

Un golpe de luces llamo nuevamente su atención al problema más apremiante, las bestias que tenían a punto de lanzarse sobre ellos, el haz de luz le indicaba que de alguna manera sus compañeros acudirían a ayudarles, o al menos algunos.

Levanto nuevamente la ballesta apuntando a la perra que tenía más cerca, no desaprovecho el tiempo y alisto otro virote para seguir disparando.             

El virote de Heian alcanzó a la perra herida, que soltó un sonido quejumbroso antes de caer al suelo. El tórax del animal se hinchaba y se deshinchaba demostrando que aún seguía vivo, pero desde luego ya no era una amenaza. El resto de virotes, y un proyectil mágico que pasaba por allí, fueron a por el depredador que quedaba en pie.

La segunda mastín, recién herida, vió cómo el círculo empezaba a cerrarse sobre ella. Ignoró la imagen falsa e inodora de Clayton, a la semiorca que acababa de llegar corriendo como una grácil gacela, al bocado más pequeño y al imbécil que bailaba. Como una ruleta, fue dando vueltas sobre sí misma, solo que en lugar de perseguir su rabo, perseguía una sola cosa. La ruleta finalmente se detuvo, con el hocico, y las consiguientes hileras de dientes apuntando en dirección a un único y previsible objetivo.

Oh, oh. Aquí vamos de nuevo-dijo Ramond al ver la que se avecinaba, sin parar de bailar.

La perra que quedaba con vida saltó sobre Genann y le mordió el cuello. Con la carótida perforada, el druida cayó por el empuje de su némesis mientras un chorro de sangre salía disparado de su herida como el chorro de una fuente. Perdió el conocimiento, según conocería tiempo después.

Faltaba poco para que llegase la caballería. Mandryva y Lentejuela, con sus respectivos jinetes, se aproximaron al claro. Sapo notaba magia justo delante de él, casi podía saborearla en el aire, aunque también es cierto que estaba en un punto ciego de su campo de visión. El aura mágica aún tardaría un rato en manifestarse en la eclíptica de alguno de sus ojos.

Por el sagrado musgo del bosque oscuro. ¿Qué había hecho él para merecerse aquello? Primero había sido Portos y ahora... Todo intento de Genann por apaciguar a las perras, de entablar una conversación con ellas había fracasado estrepitosamente desde el momento cero, por el ansia asesina de sus compañeros de aventuras. Obsesionados en matar en lugar de vivir en equilibrio y buscar opciones, toda esperanza e ilusión habían muerto.

Y ahora, con las fauces de la perra en su garganta, sintiendo su aliento cálido, oliendo su última comida, las entrañas de un jabalí muerto de puro viejo, tan solo alcanzaba a ver el cielo, azul, y a oír la música en la lejanía, acordes que parecían acompañarlo en su adiós a aquel mundo.

Sintió que una lágrima caía desde el rabillo de su ojo al tiempo que la vida huía desde su garganta en la forma de un riachuelo de bravas aguas rojas. No lloraba por pena, dolor o por morir. Lloraba por la belleza de aquel cielo y de aquella música. Un jadeo gorgoteante fue lo último que se le pudo escuchar antes de que perdiera el conocimiento.

- Hay magia por aquí.- Dijo señalando más adelante y para que Fedora detuviera su avance y lo protegiera a él. De todas formas Gennan ya era una causa perdida, así que mejor asegurar la vida del gnomo con cerebro, como decía la norteña.- Ven conmigo, Fedora.- Frotó con su pequeña mano el cuello de la vieja y sabia Lentejuela para agradecerle la perspicacia que a veces a él le faltaba.

Desde su enlace mental Menon sintió la agonía del druida, casi la hace caerse al suelo por la fuerza del dolor, pero pudo mantener la calma  el control a pesar del golpe, desde luego ese hombre tiene mala suerte con los perros, pero hay que salvarlo, por desgracia aún no estaban cerca, y usar la magia contra la perra podría matarlo.

- Hay que salvar a Gennan, quitarle a esa perra de encima!

- ¡Trranquila Mandrryva! ¡Sooooo! - Iba diciendo a su yegua para tratar de calmarla.

Lo cierto era que la norteña llevaba bastante tiempo sin montar y eso se notaba en que no conseguía apaciguar al animal para realizar una carga desde la montura. Fue por eso que Fedora decidió hacer caso a Sapo, que llamaba su atención, y seguirle a donde le indicaba.

Heian se alegró de haber acabado con la primera de sus enemigas, se había olvidado de la buena puntería que tenía, pues no frecuentaba disparar muy a menudo. Así que decidió que iba a volver a intentarlo de nuevo a ver si esta vez tenía la misma suerte que antes, pero esta vez apuntaría a la última que quedaba en pie. 

Por desgracia la perra esquivó el virote con más suerte que su amiga, así que esta vez sí que había fallado y no podría contar un pleno entre su hazaña. Hubiera quedado muy bien que el artesano que hasta ahora no se había molestado en mover un dedo, hubiera acabado con los dos enemigos antes que el resto.

A Quiora iba a ser difícil pararla, cuando elegía un objetivo no solía dejarlo así como así, y aún quedaba uno de los sabuesos a los que abatir.

Continuó con su carrera desenfrenada esperando encajar un golpe mortal por algún sitio.

El hacha de Quiora dió fin al combate, cercenando la cabeza de una de las perras. Ahí la semiorca tenía varias opciones para hacerse un trofeo: huesos, cráneo, colmillos... En cuanto al violinista, la música dejó inmediatamente de sonar. Aún así, Sapo pudo localizar el origen del aura mientras trataba de alejarse en pequeños saltitos. Se trataba de una criatura menuda, del tamaño de un gato. Sapo solo tuvo que dirigir a Lentejuela en la dirección correcta, y cuando le dieron alcance la pezuña de la mula lo atrapó casualmente contra el suelo. La invisibilidad se invisibilizó, y la criatura se hizo visible: una especie de minicentauro con cuerpo de grillo de cintura para abajo, y de hombre de cintura para arriba, que en una de sus manos tenía un arco musical, y en la otra un delator violín.

¡Aich, gorru chu-chú! ¡Pixie dixie chechi quiliquiriquí!

La criatura siguió blasfemando en su incomprensible idioma, mientras algunos socorrían a Genann, incorporándolo para que apoyase la espalda contra un tronco y despertándole derramando un poco de agua de odre en la cara. El druida estaba hecho una piltrafa: necesitaría curación mágica, o alguien que lo llevase a cuestas (seguramente Mandryva), pero por lo menos estaba vivo y consciente.

Cuando el druida escuchó la palabrería del hombre grillo, identificó el idioma como silvano, la lengua de las hadas y los espíritus gráciles del bosque. Según pudo interrogar Genann en su lengua, el grilio se llamaba Pepín. Estaba asustado por culpa de las perras que se paseaban por el bosque, así que se subió a la rama de un árbol para dormirse sin temer por su vida. Al despertar, para asegurarse de que no estaban acechando, tocó su violín para atraer a algún animal de cerebro cortito con su música, a modo de cebo. Al parecer, Ramond fue el imbécil adecuado que cayó en su influjo, de ahí que el guardia estuviese avanzando con tanto ahinco por el bosque.

El grilio Pepín solicitaba ahora que lo dejasen marchar, o que si no llamaría a un ent amigo suyo que les iba a meter las raíces por aquel espacio de la anatomía dónde se las puedan meter muy hondas.

Chop! Sonó tras el limpio corte digno de un verdugo que Quiora había realizado en uno de los canes.

Ajá! Listo!- dijo satisfecha por un buen trabajo.

Se limpió el sudor de la frente y se apoyó en el pomo del hacha. La continua carrera le había hecho sudar profusamente y ahora desprendía un olor bastante fuerte reconocible a distancia. Recuperó el aliento y se puso a buscar un colmillo como trofeo.

En aquella tarea se encontraba cuando el chillido de la criatura faérica le llamó la atención. Se metió el diente en el petate y se acercó con curiosidad.

Según le contaba cosas al 'bosquímano', y éste se las traducía, la semiorca se iba 'calentando' más. Daba vueltas alrededor del grillo-hombre hasta que llegaron a sus oídos las amenazas de este y ya no pudo contenerse.

Agarró entonces al desafortunado por el cuello y lo levantó en alto.

- Tu no te vas a ningún sitio hasta que nosotros lo digamos, me entiendes?

Se acercó lo suficiente a la cara de la criatura que esta podría sofocarse tan solo por el intenso hedor que desprendía la guerrera.

No había que saber común para entender lo que decía.

- ¡Ajaaaa!- La intromisión del "grillauro" explicaba algunas cosas. Sin embargo algo no le cuadraba a Sapo acerca de su versión, traducida esperaba que convenientemente por el druida con mala suerte. Según Pepín era culpa de su música que Ramond se hubiera precipitado al bosque con aquel frenético ritmo. - ¿Cómo iba a escuchar tú música desde tan lejos?- Sapo había visto bailar a Ramond, eso sí que tenía sentido, pero no veía la relación causa-efecto entre la presencia del grillo y las prisas de Ramond, a no ser que ambos dos estuviesen compinchados de alguna manera. Pro esas dudas no detuvo a Quiora cuando cogió al semiinsecto por el pescuezo.

- ¡¿Perro qué serr esto?! ¡Prrimerro hombrres lobo, luego hombrres pingüino y ahorra hombrre cucarracha! ¡¿Qué serr próximo en esta rrarra teirra?! - Se preguntaba la norteña mientras seguía a Sapo hasta donde atrapó su montura al extraño ser.

Después, se bajó de Mandryva, pues seguramente tendría que ofrecerle al druida su yegua para poder sacarlo de allí, estando como estaba de malherido. Una vez abajo, se acercó junto a sus compañeros y agachó su cuerpo para poder ver de cerca al extraño ser de nombre aún más extraño.

- ¿Serr pepín? Yo serr Fedorra... Todos aquí prresentes buscarr pista o cosa que susedierr hace cuantas noches... Un humano, como nosotrros. Grrande. - Dijo gesticulando con sus manos por si el hombre cucaracha no la entendía. - Perrderr aquí hase algunias noches. Rrescatarr perro estarr enferrmio desde entonces y porr eso venirr a investigarr. Tu parreser nativo de este bosque. ¿Saberr algo al rrespecto? ¿Tal vies conocierr quién poderr saberr? - Preguntó giñando un ojo al tal Pepín.

Nailo miró sorprendido la criatura que tenía ante sus ojos, jamás había visto algo así y le llamó poderosamente la atención. Era un artesano y además coleccionista de arte y aquel ser jamás había sido objetivo de pinturas, lienzos o esculturas. Sin duda, era un ser tan ínfimo que nadie lo había valorado en su justa medida. Pero ahora que lo tenía delante se sintió como cuando veía una obra maestra. 

Además, ese ser tenía un gusto exquisito por los instrumentos y la música por lo que no solo era placentero para los ojos, sino también para los oídos. Cuando Quiora hizo amago de aplastarlo con sus propias manos, Heian se puso muy nervioso y apuntó instintavamente a la que era su compañera. Aún no había bajado su ballesta pero confiaba en que un ser de esa belleza no acabara aplastado entre las manos de una salvaje como ella.

Cuando Genann despertó por efecto del frescor del agua en su cara, casi lamentó no estar verdaderamente muerto. Todo su pecho estaba manchado de sangre y sentía palpitar cada herida de su cuerpo. A duras penas podía mantener la consciencia y le dolía cada átomo de su cuerpo. Solo la pequeña criatura y su parloteo le hicieron seguir despierto.

-Habla silvano -dijo en un jadeo-. Es un grilio y se llama Pepín. Las perras le asustaron. Se refugió en una rama y usó su violín para atraer a un cebo que hiciera que las perras se revelaran de estar por aquí. Quiere marcharse. Más bien lo exige. Amenaza con llamar a un ent si no lo dejáis partir.

Cerró los ojos y parecía que había vuelto a perder el conocimiento mientras su pecho subía y bajaba levemente. La muerte seguía cerca y Genann ni siquiera podía usar su propio poder para autosanarse. Con un esfuerzo, abrió los párpados.

-Pepín -dijo hablando en silvano-. Estamos aquí por un hombre que apareció en esta zona hace cosa de nueve días. Lo acompañaban tres perros. Esas dos hembras y un macho. Sufrió algún tipo de accidente que le hizo perder la memoria... -nuevo silencio, mientras se esforzaba en respirar-. Agua, por favor -pidió a sus amigos-. ¿Sabes qué pudo pasar, Pepín? Si puedes ayudarnos, te lo agradecería. Y ellos te dejarán marchar -añadió con un suspiro.

Para cuando llegó al lugar, bastante sudoroso, ya se había terminado todo. Las dos perras yacían ensangrentadas en el suelo (una de ellas con su cabeza cortada. un espectáculo reálmente dantesco).

Carrerita para aquí, carrerita para allí. A Corvino le dolían los huesos y, francamente, empezaba a estar ya hasta los huevos de vagar por el bosque sin sentido.

Luego vio a ese ser repugnante. Tenía rostro de hombre, bastante feo por cierto, y luego partes de otra criatura. Un engendro, sin duda, fruto de los oscuros efluvios brujeriles de de las tierras de las brumas. Además, su vocecilla incomprensible era un chirrido horrible similar al de unas uñas arañando una pizarra. Francamente espeluznante.

Por lo que oyó que Gennan, aquello era una fata de algún tipo. No entendía nada de la conversación entre manos, pero a pesar de ello comentó: —Estos seres no son de fiar. La Buena Gente, las hadas, los duendes. Todos ellos son criaturas maliciosos y retorcidos de los bosques que se ofenden con facilidad y lanzan temibles maldiciones. Mejor marchémonos de aquí no vaya a ser el copero de la Reina de las Hadas o algo peor. —

—Me contaron que una vez al hijo de la prima del sacerdote que regentaba la capilla erigida por el dueño de la tienda de vinos del pueblo de al lado del puente que estaba rio abajo del pueblo al que antes yo vivía uno de estos seres lo convirtió en sapo y la familia tuvo que crear un terrario en el que el muchacho vivió con tan deleznable forma hasta su muerte por empacho de moscas dos años mas tarde.—

Luego se fijó en que el tipo que iba todo el rato con ellos sin decir ni pio estaba apuntando con su ballesta a Quiora. Le lanzó una mala mirad. No se fiaba ni un pelo de ese tipo.

-Y a mi me contaron que una vez, unas hadas se llevaron a una niña, la niña pensó que estuvo desaparecida dos días, pero cuando volvió habian pasado ya 20 años...y seguramente mas relatos de ese tipo, pero me parece que son sólo invenciones de gente que no tiene nada mejor que hacer.-le dijo Alanis a Corvino cuando escuchó la historia del hombre transformado en sapo.

Luego aplaudió emocionada, y se aproximó corriendo al hombrecillo que Quiora sostenía por el cuello.-No lo lastimes Quiora, es monísimo!!, mira sus antenitas, y además se llama Pepín...¿puedo quedarmelo como mascota?.-comentó la hechicera emocionada ante la aparicion de aquella criatura silvestre, nunca habia visto uno en su vida, estaba imaginando cepillando su colita de caballo y trenzandole florecillas en esta.

Alanis se aproximó lo más rapido que pudo a Genann y sacando su odre de agua, le dio de beber unos sorbos, sin dejar de mirar al grillito. -No te ofendas tesoro, pero...tienes mala suerte con los perros, no te sientas mal, quizá tu verdadero don sea...no se...domar dragones!.- dijo la chica limpiandole la sangre que salpicaba el rostro del druida, con un paño.