Partida Rol por web

A comienzos de su tercer día fuera de la ciudad, los aventureros siguen la senda lateral que Fautos y Guau habían encontrado. El camino no parecía dividirse, por lo que en principio no iba a ser necesario seguir buscando las huellas, ni perder el tiempo en ello. Aunque sí que podría ser posible que en algún momento se desviasen y entonces sí que estarían perdidos.

Las niebas se abren para revelar un campo de batalla entre un grupo de escombros, apenas reconocibles como un antiguo poblado. Aunque está completamente derruido, el lugar es perfecto para una emboscada.

Todo lo que queda de la batalla son cadáveres y una bandada de cuervos hambrientos. Los cuerpos parecen ser de orcos en su mayoría, aunque un caballo muerto, medio envuelto en la bruma, yace en medio de los cadáveres, y algo grande y peludo está olisqueando cerca de él.

El mediano, al detectar el posible peligro, se detuvo y estudió el lugar con cuidado. Mientras se tratase de orcos, no tenía problemas en lanzarse al ataque sin dudarlo. Pero sin saber que era lo que tenían enfrente optó por ser más cuidadoso. Con un gesto tranquilo empuñó la guja con la zurda y sacó uno de sus dardos con la diestra. No sabía que arma usaría, pero dejar caer el dardo era algo que no le quitaría tiempo si debía usar su arma de mano. - Shhhhh - murmuró a sus compañeros mientras se alejaba hacia uno de los lados, tratando de ocultar su pequeño cuerpo entre los escombros mientras se acercaba, en diagonal, a lo que fuera que les interrumpia el paso.

Eulendileas divisó a la criatura, y se quedó quieto en el acto. Seguramente tenía la boca suficientemente grande como para saltar sobre él y comérselo de un sólo bocado. Miró a su grupo y cómo Zurkor pedía silencio. Le entraron ganas de empezar a discutir ¿Qué quieres, que le demos los buenos días o que le digamos directamente a qué sabemos? pero decidió que mejor era estar en silencio. Torció la boca antes de decidir qué hacer. Si se quedaba allí, con todos, corría el riesgo de que la cosa peluda fuera a por él. Si se iba él solo, corría el mismo riesgo... Pero también estaba la opción de encontrar un tesoro grande para él solo, y si los demás no se enteraban, no tendría que compartirlo.

Con esa idea en la mente, empezó a alejarse del grupo, para rodear el campo de batalla, intentando pillar por otro flanco a la criatura llena de pelos.

La criatura no parecía haber visto a nadie del grupo, ni a los medianos que estaban tratando de esconderse, ni tampoco al resto. Seguía comiendo tranquilamente.

Eulendileas sacó una flecha y se preparó. Estaba dispuesto a atacar a la criatura, pero no el primero. Esperaba que le distrajeran para poder atacar por detrás y cuando el animal estuviera distraído.

Miró a sus compañeros e hizo un gesto con la cabeza al mismo tiempo que abría mucho los ojos

¿A qué esperáis? pensó, como si los demás pudieran leerle la mente.

Jed repasó mentalmente los movimientos y las palabras necesarios para lanzar un rayo que debilite a la criatura que, lamentablemente, ningunos de sus compañeros ha sido capaz de identificar. En cualquier caso, a juzgar por su tamaño, no parece mala estrategia reducir su capacidad de causar daños.

Zurkor asintio para si mismo mientras daba los primeros pasos, acercandose a lo que fuera que tenía enfrente. Estaba tratando de recordar si alguna vez había visto algo parecido pero no estaba seguro. Sin soltar sus armas dudaba si usarlas o no, y, de hacerlo, cual de ellas debería usar.

Aquella criatura parecía realmente peligrosa. Fausto nunca había visto nada igual. Sí había visto osos y sabía que se les cazaba con lanza, aunque nunca había llegado a enfrentarse a uno.

Pero aquella criatura parecía un híbrido de oso y lechuza. Un monstruo que había que cazar y eliminar. 

Fausto sacó su arco y apuntó cuidadosamente. Podían herirlo desde la distancia para después rematarlo cuando se acerque. Los osos podían matar a un hombre de un solo golpe y aquella criatura no parecía menos peligrosa.

Al acercarse un poco más y ver de que se trataba, Zurkor tragó saliva y se planteó cual sería la mejor estrategia. Sabía que se trataba de un oso lechuza y no sabía si sus compañeros tenían claro el riesgo que estaban corriendo. Por un momento miró sus armas y tomó una decisión. Quizás usar el dardo le daría la posibilidad de dañarlo a distancia, pero dudaba matarlo con un solo golpe, y si recordaba los cuentos en el fogón de su pueblo, el problema de esos animales era la potencia de sus golpes y su abrazo de oso cuando conseguía impactar en alguien El mediano, casi sin pensarlo recordó en su amigo dragón y en la potencia de su ácido, generando a su alrededor un brevísimo destello verdoso que alcanzó a sus compañeros antes de dejar caer el dardo y meter la mano en su morral, en busca de una de sus pociones. Quería asegurarse de que al monstruo le resultaría dificil acertarle. Mientras aferraba con fuerza su guja la bebió de un trago, antes de gritar, alertando al oso lechuza de su ubicación - ES UN OSO LECHUZA. NO DEJEN QUE LOS ABRACE -

El mediano sabía que, al haber gritado, había descubierto su posición, pero eso no significaba que no estuviese preparado. Hasta donde recordaba, los osos lechuza se destacaban por combatir contra cualquiera que se pusiera a su alcance. Y combatir hasta la muerte. Mientras gritaba, había acomododo su cuerpo. Era mucho más pequeño que el animal... o lo que fuera, e iba a aprovecharse de ello. Casi como al pasar dejó su guja horizontal y esperó. Si el oso lechuza iba por el pensaba elevarla lo más rápido que pudiera. Si todo salía como el calculaba el filo de su arma se elevaría entre sus patas causandole una herida, si no mortal, por lo menos dolorosa. Con una sonrisa en los labios esperó su oportunidad

Tras las primeras flechas, el oso lechuza alzó la vista para contemplar quién le estaba atacando. Allí vio a Zurkor situado en primera línea de batalla, pero la flecha de Eulendileas se le clavó en el cuello, luego fue Fausto quien logró encajarle otra flecha en la garganta, y a pesar de que Jedemiah mermó la fuerza de la bestia, fue Zurkor quien con un rápido movimiento puso fin a la agonizante muerte que le esperaba.

Aquella bestia de gran tamaño calló al suelo completamente inconsciente antes de que lograra hacer ningún daño. Un buen trabajo, con un rápido resultado. La criatura no parecía poseer nada de valor.

A su alrededor había restos de un terrible combate, allí había seis orcos muertos por espadas, flechas y conjuros. Los cadáveres habían sido despojados de cualquier cosa útil. Yaciendo parcialmente tapado por uno de los cuerpos de los orcos estaba el cadáver de un enano.

Fausto investigó los rastros que había allí, había huellas de cinco compañeros, de caballos y de orcos. Viajaban muy juntos, y eso solo podía significar una cosa, los desaparecidos habían sido secuestrados por los orcos que les habían atacado.

Jed salio de detras de la lona y se maldijo por haber malgastado otro conjuro. Quizas deberia confiar mas en sus compañeros en un futuro. 

-Buen trabajo, amigos.

El mago no añadio nada mas, a la espera de que el explorador les dijera por donde habia que seguir a continuacion.

-Kell! Vigila!

El mediano sonrió orgulloso mientras movía su arma con soltura, realizando círculos con el filo de la Guja alrededor de su cuerpo - No hay mejor oso lechuza que un oso-lechuza muerto - exclamó sonriente antes de observar el cadaver del enano - Mmmm... no nos habían dicho en el pueblo que el guía de la expedición era un enano? - le preguntó a sus compañeros - Espero que no sea este - Sin embargo, tras escuchar las palabras de Fausto respecto a la cantidad de sobrevivientes asintió algo más tranquilo - Cuatro nobles, cinco sobrevivientes. Con suerte los sigue guiando... aunque si son prisioneros de esos orcos... Bueno, más que guiarlos los acompaña - completó - Dime puedes saber hace cuanto tiempo pasaron por aquí? - le preguntó al explorador - Y cuan velozmente se mueven? -

Habían acabado realmente rápido con aquel híbrido de criatura. Seguro que aquello había sido por culpa de la magia, aquellos presuntuosos magos que se creían dioses y hacían ese tipo de experimentos con las criaturas de los dioses.

Meneó la cabeza como para quitarse esos pensamientos y se centró en lo que tenía delante.

Parece que los chicos se defendieron bien, pero terminaron cayendo. Parece que se los han llevado.

Fausto se acercó al cadáver del enano y lo registró. 

Eulendileas había sacado rápidamente otra flecha, pero no fue necesaria. Se la guardó lentamente mientras salía de su escondrijo y se acercaba a los demás. Ya había acabado el combate, y casi no había empezado.

Bueno, si los orcos fueran tan sencillos de matar, no habría tantos problemas.

Guau salió tras Eulendileas y le mordío los tobillos. Rápidamente se fue a olisquear al oso lechuza, mientras el mediano se sentaba en el suelo.

¿Y ahora por dónde vamos?

Antes de dejarlo alli tirado, Dreyden sugirio trocear al oso lechuza y usarlo de comida. No tenia ni idea de si tal cosa era posible pero confio en que Fausto lo supiera.

Horas despues divisaron una hoguera a lo lejos. Quizas se tratara del grupo al que perseguian? El mago ordeno a su familiar que se elevava y los examinara desde las alturas. Cuando percibio que los habia localizado le transmitio una pregunta:

Hombres? Grazna por cada orco que veas.

-He mandado a Kell a echar un ojo. Dadme un segundo.

La carne era carne, pero Fausto estaba más acostumbrado a despellejar los caimanes de su pantano natal. Sacó largas tiras de carne pero deberían hacerlas pronto o no tardarían en comenzar a pudrirse. La carne hecha aguantaba mejor.

Después de un largo día de camino una columna de humo hacía presagiar que habían logrado dar alcance a sus perseguidos. Fausto se agachó para dificultar que le vieran e hizo un gesto con la mano para que los demás le imitaran.

Si eran los orcos a los que seguían y habían improvisado un campamento seguramente habrán apostados vigías. Fausto asintió a las palabras de Jed y aguardaron al pájaro.

El mediano acompañó a Fausto mientras este despellejaba al oso lechuza e intentó seleccionar los bocados más apetitosos. O por lo menos, los que consideró menos repugnantes. Lo cierto es que la bestia no se parecía a nada que hubiera troceado antes. Musculoso como un oso, correoso como un ave, el pequeño bárbaro se vio en figurillas para encontrar algún trozo que pareciera comestible Aun preocupado por la cena nocturna, Zurkor continuó buscando comida a lo largo del camino. El sitio no ayudaba. Ya iban un par de días en que no obtenía resultados y esperaba que esta vez sus pobres hallazgos fueran más comestibles que los del día anterior. Casi descartó los restos de caballo que, cada tanto, les marcaban el camino. Si los orcos los habían comido, no quería ni imaginarse que peste podrían portar. Con todo, todas sus preocupaciones quedaron olvidadas al notar el humo y escuchar las instrucciones que el mago le daba a su ave - Eso es bueno, pero... como te va a informar de lo que vea? - preguntó curioso, sin demasiados conocimientos de los vinculos de un mago con su familiar - Quizás es mejor que alguno de nosotros... - casi sin darse cuenta se señaló a si mismo - ... vaya y verifique quienes y cuantos son, si tienen a los prisioneros y, fundamentalmente, si están atentos o no -

Eulendileas no se acercó al oso lechuza. Prefería comerse unas piedras a una criatura así. No sabía por qué, pero le daba bastante asco. Se alejó de sus compañeros mientras le despellejaban y le destrozaban... Él intentaba que Guau le diera la patita, pero no había manera.

Por fin se pusieron en marcha, pero Eulendileas permanecía en silencio. No le gustaba nada que esos orcos atacasen a los caballos como les atacaban. ¡Seguro que era por placer! Esas pobres criaturas debían ser libres, no acabar entre los sucios dientes de eos demonios con patas. El mediano cada vez se enfada más y más, y daba patadas a todo lo que veía y podía.

Y cuando vio el fuego, se le iluminó la cara. Si eran ellos... ¡podría hacerles pagar por lo que les habían hecho a los caballos!

No os preocupéis, voy yo. Si tengo problemas, gritaré. Tengo un pequeño as en la manga dijo, y se llevó la mano al pecho, donde agarró algo. Reprimiendo una carcajada, con el arco preparado y la flecha en la cuerda, se adentró, alejándose de sus compañeros e impidiendo que le detuvieran.