Partida Rol por web

La plataforma de madera es de forma cuadrada y mide más casi seis metros cuadrados, está unida a una polea de madera para ascender al nivel superior. En torno a la plataforma hay varios bloques de piedra cortados, que esperan ser elevados hasta la parte superior de la muralla.

Tratando de hacer el menor ruido posible, Zurkor logra ascender con la plataforma hasta la parte superior de la fortaleza. 

Ahora Zurkor se hallaba solo y junto a unas almenas de un metro de alto, que rematan los parapetos de la muralla exterior que se alza más de cinco metros por el patio. En algunos lugares del parapeto hay almenas derrumbadas, pero puede decirse que la muralla exterior permanece en gran medida, intacta. La intensa lluvia forma charcos poco profundos en diversos lugares, aunque los parapetos están diseñados para canalizar el agua a través de los orificios en la base de las almenas y verterla al exterior de la muralla. Desde ese punto es difícil ser descubierto, pues las almenas proporcionan cierta cobertura desde el interior del patio o el exterior de la fortaleza. Lo que seguramente implique que sus compañeros ya lo habrían perdido de vista.

Tratando de hacer el menor ruido posible, Eulendileas se introdujo tras una de las puertas del extremo sur. Allí dentro había una escalera ascendente, así como un par de grandes tornos de madera conectados mediante sólidas cadenas de hierro a las puertas de lo que seguramente se trate de la entrada. También hay tres catres de madera con colchones asquerosos. 

Allí hay tres orcos que no han visto al mediano, llevan arcos y están montando guardia a través de unas saeteras para disparar a cualquier intruso que tratase de entrar por la puerta principal de la fortaleza.

Eulendileas estaba encantado por la situación en la que estaba. Se sentía como un espía. ¡O como un ninja! Sí, era mejor un ninja. Se agachó en el suelo mientras miraba a los orcos. Eran tres. No sería muy inteligente atacarles. Si hubiese sido sólo uno, pues sería hasta divertido, pero siendo tres...

Ah, pero la escalera le estaba hablando. Grandes tesoros había en lo alto, y él tendría que descubrirlos y recolectarlos.

Así que, haciendo el menor ruido posible, empezó a caminar escaleras arriba.

Eulendileas logró moverse por la sala sin hacer ni una pizca de ruido. Sin que le vieran logró subir por las escaleras que había encontrado para poder acceder a la parte superior de la fortaleza. 

Esta gran zona es sofocante y calurosa y está iluminada por dos chimeneas encendidas. Entre los hogares descansan dos tanques de hierro de 10 galones. Estos tanques se encuentran directamente bajo cañerías de hierro que reciben el agua de lluvia dle tejado del edificio, y recolectan el agua, que los orcos calientan sobre los fuegos. Una depresión poco profunda labrada en el suelo contiene el agua abrasadora, y unos canales permiten derramarla a través de agujeros en el muro sur directamente sobre los enemigos que se encuentren entre las puertas principales. 

La habitación contiene cuatro literas con colchones de paja y dos cofres sin cerradura. Al otro lado de la habitación hay unas escaleras que descienden, seguramente hacia otra de las puertas que había dejado sin investigar el mediano. 

Allí hay preparados ocho orcos para derramar el agua sobre los intrusos y para responder a gritos en caso de que haya que dar la alarma. Cruzar hacia el otro lado sin ser visto, es una tarea excesivamente arriesgada. Pero junto a las escaleras hay una puerta, igual que junto a las otras escaleras, por donde poder salir de aquella sala. Seguramente daría a la parte superior de las murallas.

El mediano alcanzó la plataforma y utilizando su extraña habilidad trepó por las paredes, utilizando la misma plataforma para ocultar su cuerpo de la vista del draco, que continuaba dormido y, por momentos, de sus propios compañeros.

Finalmente alcanzó las almenas y con un rápido movimiento pasó tras ellas.

Fueron solo unos segundos hasta que volvió a ser visible por el resto, mientras negaba, tal como había hecho antes, moviendo su mano con el indice extendido de un lado a otro,

Tras respirar profundamente se aseguró que su guja estuviera firme y volvió a descender por las paredes, esta vez cabeza abajo, tratando que la misma plataforma impidiera que nadie lo observara. Al llegar al nivel de la abertura que se observaba bajo el derrumbe que les había permitido acceder al castillo, se alejó de la plataforma y moviendose lateralmente por las paredes se acercó a la puerta que la obstruía

Con cuidado estiró su mano e intentó abrirla con cuidado, esperando que nadie lo estuviera esperando.

A Eulendileas se le abrieron los ojos de par en par al abrir los cofres. No tenían cerradura, ¡ninguno de los dos! La boca se le hacía agua mientras miraba como llegar hasta ellos sin hacer ruido...

Pero claro, estaban los orcos. Sus ojos se movían a gran velocidad de unos a otros, pensando que si se descubría, le meterían directamente en el agua hirviendo. Y, como todo el mundo sabía, un mediano hervido no era mediano, no sabía bien.

Además, tenía que avisar a sus compañeros. Si hacían algo, morirían bajo ese agua ardiente. Así que decidió caminar lentamente hasta la puerta que estaba junto a las escaleras, y escapar por allí.

Zurkor abrió la puerta que estaba al extremo oeste de la fortaleza, tras aquella puerta pudo divisar una escalera que ascendía al mismo lugar del que procedía. Pero también había varias puertas en aquel pasillo. Tras una de ellas se podía apreciar lo que contenía, pues la pared estaba derrumbada. había tres literas hechas casi pedazos y a punto de desplomarse. El resto de puertas escondían algún tipo de misterio que el mediano aún no podía descubrir.

Ahora Eulendileas se hallaba solo y junto a unas almenas de un metro de alto, que rematan los parapetos de la muralla exterior que se alza más de cinco metros por el patio. En algunos lugares del parapeto hay almenas derrumbadas, pero puede decirse que la muralla exterior permanece en gran medida, intacta. La intensa lluvia forma charcos poco profundos en diversos lugares, aunque los parapetos están diseñados para canalizar el agua a través de los orificios en la base de las almenas y verterla al exterior de la muralla. Desde ese punto es difícil ser descubierto, pues las almenas proporcionan cierta cobertura desde el interior del patio o el exterior de la fortaleza. Lo que seguramente implique que sus compañeros ya lo habrían perdido de vista.

Tras observar a su alrededor y sintiéndose algo más tranquilo por la falta de enemigos, por lo menos visibles, Zurkor volvió a aproximarse a la puerta y miró a sus compañeros

Casi sin darse cuenta sus ojos observaron, primero, al Draco esperando que siguiera durmiendo, antes de elevar ambos brazos, manteniendo las palmas frente a sus mejillas y comenzar a moverlas hacia su propio rostro, una y otra vez, como si quisiera abanicarse los ojos.

Esperando que la seña fuera lo suficientemente clara como para que sus compañeros supieran interpretarla dio un par de pasos hacia el interior del pasillo, desapareciendo nuevamente de su visión

-Dice que nos acerquemos... Kell, ve junto a él.

El mago esperó a que el cuervo obedeciera y sacó su varita. La usó para transportar a Fausto, Demetrio, Guau  y a él mismo. El mediano era capaz de moverse en sigilo por sí mismo y las cargas de la varita eran limitadas.

Fausto iba a protestar cuando de repente se encontraba al lado de Zurkor.

Odio la magia.

Aguantó la posición hasta que llegaran los demás y que el pequeño les indicara por donde ir

"Parece que el truco del mago sigue funcionando" se planteo el mediano mientras esperaba que, uno a uno, intercambiaran su lugar con el halcón. Una vez que sus compañeros estuvieron a su lado trató de explicar todo lo que había visto en sus investigaciones, sin levantar el tono de voz

- Tras la puerta de allí - señaló a la primera que había investigado - creo que es mejor no ir. Parece que está el rey de los orcos o algo así. Y también un montón de ayudantes e incluyo un ogro -

- En la parte de arriba de la plataforma - continúa - hay unas almenas que nos pueden proteger, aunque también vi un guardia que si nos ve puede dar la alarma. Y aquí... Bueno pueden verlo Uds mismos - completa encogiéndose de hombros

Eulendileas se planteaba ante un dilema. Le gustaría atravesar el puente y seguir investigando. Pero la presencia de ese orco era realmente llamativa. Si estaba vigilando y no le veía... ¡Oh, por qué no! ¡Sería un mediano cobarde si no se metía con ese gigantesco orco y acababa con él! Sin combates, la aventura dejaba de ser aventura. Además, cuando en un futuro lejano se sentara con sus nietos, tendría que contarle sus maravillosas azañas contra los orcos, como el increíble Eulendileas el Magnífico y Rey de los Medianos había luchado con valor y genialidad, y su arco relampagueante había atravesado cuellos "orquianos" sin dejar a uno con vida.

Así que, en su mundo de maravillosa realidad, sacó su arco y una flecha. Sonrió mientras apuntaba. ¿Qué es lo que podía salir mal? Pues nada, claro que no...

Dreyden no pudo evitar la curiosidad por la sala de las literas cuya pared estaba casi derrumbada. El mago no hubiera calificado ninguna de las opciones como un buen escondite y no estaba contento.

-No creo que ninguna de estas opciones nos valga para escondernos mientras explorais. ¿En qué estabas pensando para hacernos venir?

Antes de disparar, Eulendileas se fijó bien, aquel orco centinela estaba colocado en una posición estratégica de vigilancia, y al mirar alrededor, el mediano pudo ver más orcos como ése. Si faltaba uno de los guardias, el resto lo verían y podrían dar la alarma. Algo poco aconsejable para el mediano que andaba solo por ahí y que encima había visto muchos de los peligros de esa enorme fortaleza.

- Yo... eh... pensé que este sitio resultaría más seguro que aquel - contesta Zurkor sorprendido por la reacción del mago - El pasillo está vacío y podemos verificar que hay tras esas puertas. Si no hay nadie, tendremos un buen sitio para escondernos y si están ocupadas... bueno mejor que estemos todos, o casi todos, juntos antes de intentarlo, no? -

Eulendileas bajó el arma y se puso de morros. La diversión se iba al traste. Aunque era un joven apuesto y valiente mediano, no era tonto. Si un orco caía, no se enterarían... A no ser que estuvieran a su lado, por supuesto. Esas criaturas viles eran tontas perdidas, pero no tanto como para no darse cuenta.

Guardó su flecha y continuó su camino. Era lo mejor, seguir investigando para encontrar el tesoro. O a los aventureros que estaban buscando.