Partida Rol por web

Al notar que Xanapia estaba justo en la puerta, Zurkor meneó la cabeza mientras trataba de que le dejase espacio para su arma

- Da un par de pasos atrás, la idea es que ellos se amontonen en la puerta, no nosotros - trató de explicarle mientras buscaba la forma de que cualquiera que pasara por la abertura quedara al alcance de su guja

- Dejenlos pasar, pero de a uno - insistió - Y no dejemos que se acerquen al mago, ni al arquero - insistió demostrando que, en situaciones de combate, era capaz de usar la cabeza para evitar ser masacrados

Ella lo hizo con toda su buena intención, los fuertes tenían que proteger a los menos fuertes, pero el golpe dolió. Dolió y mucho. Xanaphia vio venir el enorme martillo y lo único que pudo hacer fue acompañar el movimiento para que no la reventase por dentro, su armadura absorbió buena parte del impacto pero ella sintió como si una manada de centauros hubiese bailado encima suyo. Su único consuelo, a parte de haberse deshecho ya de uno de ellos, fue ver como el ácido comenzaba a corroer la piel de su temible adversario.

Estaba por responder al mediano que dejase de hablar y atacase, cuando un pinchazo en las costillas le dijo que mejor se aplicaba el consejo, aferró bien la lanza y atacó. Lástima que, cuando se disponía a empujar con todas sus fuerzas, el dolor del costado le hizo soltar el arma; sin mediar palabra, dio un paso para atrás mientras desenfundaba la maza. No sabía exactamente para qué pedía espacio pero confiaba en su compañero.

La suerte le sonreía, al menos a medias. Sólo un virote le dio, y fue muy poco. Pero a la sangre ya perdida, se le añadía este nuevo arañazo, consiguiendo que Eulendileas viera todo dando vueltas. Sacudió la cabeza mientras se echaba para atrás

Uff, creo que no veo bien. No se si hay una o dos puertas pero eso no hizo que se detuviera. Clavó la rodilla en el suelo y apuntó hacia la puerta, tal y como había indicado Zurkor y esperó a que un trasgo se presentara para disparar
 

Xanaphia recibió un duro golpe que la dejó viendo las estrellas por un momento, provocando que el arma se le resbalase y se le cayese al suelo. A pesar de la grasa que acababa de materializarse en el suelo, el osgo logró mantener el equilibrio. Y fue Eulendileas quien a pesar de lo mal que veía disparó al osgo que tenía justo enfrente.

Los orcos, al ver que el mediano que había disparado las flechas había retrocedido, decidieron lanzar sus flechas contra Xanaphia, que logró esquivarlas absolutamente todas. El del arco confundió a Eulendileas con Zurkor y le clavó su flecha en todo el estómago.

Por último el osgo se enfrentó a la chamán que con el enorme martillo la encajó dos fuertes golpes que le quebraron todas las costillas. Aún así, la semielfa aún se mantenía en pie para ver como el ácido que la recubría salpicaba en toda su cara.

En mediano movió su arma buscando alcanzar al osgo, pero la posición de su compañera no le dejó apuntar como hubiese querido, por lo que el filo de su arma, apenas acarició la armadura de su rival sin causarle daño

- Mantengan la distancia - insistió, reacio a dejar sola a Xanaphia pero preocupado al darse cuenta que ya había avanzado demasiado como para retroceder - Que sean ellos los que se amontonen en la puerta -

Dreyden dió un paso atrás para dejar espacio por si sus amigos necesitaban cubrirse tras la puerta. Estaban equivocándose al luchar dentro de la habitación. Lo mejor era usar el marco de la puerta pra reducir el numero de ataques y conseguir cobertura.

El mago sacó la varita, apuntó al Osgo y disparó un crepitante rayo de energía verde.

-Retroceded! Buscad la cobertura de la puerta! Xanaphia, retirate para que te cure!

Todo su entrenamiento con la guja forzaba al mediano a atacar y luego dar un paso atrás, para obligar a su rival a permanecer temporalmente desprotegido ante el alcance de su arma. Sin embargo, la visión de las heridas de su compañera lo obligo a, contra sus propios instintos, intentar golpear y permanecer en el lugar, ofreciéndole el pecho al Osgo mientras ella podía recuperarse

- Veamos que puedes hacer contra mi arma - lo amenazo, moviendo la punta en forma de hacha de su arma a un lado y a otro antes de , con un brusco giro, buscar las rodillas del enorme Osgo

La diferencia de tamaños entre ambas criaturas le causó más problemas que los que hubiera supuesto. Pese a apuntarle a las piernas, único sitio del cuerpo que tenía a su altura, el estar mirando de reojo los enormes brazos del orcoide, atento a esquivarlos si resultaba necesario, le impidió que el filo de su arma acertase al sitio donde hubiera querido acertar

- Y si fueras menos cobarde te agacharías para que la pelea fuera más justa - atinó a proponerle más por impotencia que por pensar que el osgo le fuera a hacer caso

La mirada pareció enfocarse en el último momento y su flecha se abrió paso hasta clavarse en el osgo. Era eso o la suerte del mediano. Eulendileas parecía cabecear, pero la sangre seguía perdiéndose, y él no se encontraba bien en absoluto.

Pero no había tiempo que perder. Tanteó su espalda en busca de una nueva flecha. Pero no las encontraba. Maldijo por lo bajo y giró la cabeza. Su mano estaba buscando en el suelo. Volvió a maldecir. Consiguió centrarse lo suficiente como para sacar una flecha y apuntar nuevamente. En cuanto vio la defensa del osgo abierta, la dejó volar.

Sin un arma en la mano para desviar los golpes y con el dolor del que había recibido con anterioridad, la guerrera sólo pudo esquivar los virotes, pues volvió a encajar los siguientes mandobles que no eran ni un poco menos fuertes, y por la comisura de sus labios apretados escapó la rojiza sangre que a buen seguro manchaba otras zonas de su cuerpo.

Mas eso no hizo que retrocediera, en su pensamiento sólo estaba la responsabilidad que se había autoimpuesto al formar parte de un grupo y el frenesí de la batalla, fueron las palabras de Jed las que llamaron a la parte cabal de la mujer y le recordaron que un combate era mucho más que golpear hasta morir. Con todo el cuidado y la gracia que poseía gracias a su ascendencia élfica, retrocedió hasta resguardarse tras el marco de la puerta. Tenían que haber hecho lo que Xan había dicho al ver lo que escondía la puerta: atrancarla.

Xanaphia huyó del combate para impedir que terminaran de rematarla. El osgo contra el que se estaban enfrentando poseía un gran martillo que estaba reventando las costillas de la semielfa.

Mientras tanto, Jedemiah usó su varita para lanzar un rayo que debilitó ligeramente a su rival. Y por último Eulendileas logró encajarle una de sus flechas en el pecho. Pero nada de eso impidió que la mala bestia siguiera en pie y con ganas de lucha.

Dando un paso hacia delante, esquivó la superficie resbaladiza que había en el suelo y se acercó más a Zurkor. El mediano estaba acostumbrado a luchar a varios pies de distancia, pero la huida de Xanaphia le había posicionado en primera fila y ahora iba a ser él el que recibiera el impacto del martillo, provocando que la sangre de sus pulmones fuera expulsada por la boca.

Después, los orcos que estaban en la retaguardia dispararon de nuevo sus ballestas, y el otro su arco. Zurkor logró esquivar dos de los tres virotes. Pero por desgracia el que le impactó le dio en pleno cuello, y empezó a perder sangre a gran velocidad. Por último el arquero logró también clavarle una de sus flechas en el hombro. El mediano aún se mantenía en pie. Pero a pesar del aura de dureza que les recubría el cuerpo, había quedado gravemente herido, y en caso de recibir un último impacto, lo más probable es que terminase cayendo inconsciente. 

- Atrás, Atrás - pidió Zurkor mientras balanceaba su arma, tratando de mantener las distancias con el osgo que avanzaba

Aprovechando que el monstruo debió caminar con cuidado para evitar la grasa que había conjurado el mago hirió al enorme ser en uno de sus brazos y se mantuvo firme en su sitio, dispuesto a permitir que sus compañeros se re-posicionaran antes de hacer lo propio

- Retrocedan, así me dejan espacio - les pidió, rogando para sus adentros que le hicieran caso

La guerrera estaba al borde de sus fuerzas, le dolía todo el cuerpo al respirar, incluso los mecánicos y simples gestos para armarse con la maza y el escudo la dejaron exhausta, pero se quedó en posición sin alejarse. Sus ojos relampaguearon con un fulgor amarillo, recuperando el aliento esperó al siguiente movimiento de sus compañeros, no tenía fuerzas ni para hablar.

Eulendileas dio un paso atrás tal y como pedía Zurkor. La mala bestia a la que se enfrentaban parecía no tener límite, y pensó en la superioridad física a la que se enfrentaban. Él era un mediano, sus ataques apenas le hacían cosquillas. ¿Y los demás? Pues pasaba lo mismo. Él estaba muy débil, pero los golpes a Xanaphia y a Zurkor les había puesto en la misma situación. El único que se veía casi ileso era Jedemiah.

Sacó otra flecha y apuntó al osgo. Respiró hondo, esperando nuevamente que la vista se le centrara. Esperó el mejor momento para lanzar el ataque, esperando que atravesara su cuello y le dejara en el sitio.

Zurkor trató de retroceder, para ganar algo de espacio y enfrentarse a la bestia contra la que estaban luchando, pero en ese preciso momento, el osgo le golpeó con el martillo en todas las costillas dejándole inconsciente y sin respiración. El resto de sus compañeros no hicieron mucho más, Jedemiah se quedó un poco aturdido sin saber qué hacer, Xanaphia se preparó para un último combate, y Eulendileas disparó su arco haciéndole un ligero arañazo.

El osgo dio un paso hacia delante, pisando el cuerpo de Zurkor y sin importarle que estuviera ahí en el suelo, y volvió a usar su martillo, esta vez contra el mediano. Eulendileas era más ágil que Zurkor, o al menos tenía algo más de suerte, por lo que pudo esquivar el ataque.

Después una nueva ristra de flechas salió contra el mediano, logró esquivarlas todas menos una , pero incluso una de ellas dio sin querer a su compañero, clavándosela en el cuello y quitándolo de en medio.

Por último el arquero lanzó una flecha más que esta vez sí que se le clavó a Eulendileas en toda la garganta, provocando que también cayera inconsciente. 

Ya solo quedaban Xanaphia y Jedemiah en pie, eran los únicos que iban a ser capaces de ayudar a sus compañeros.

- Agghhh - el grito del mediano se perdió en la sala cuando el enorme osgo lo pasó por encima. Zurkor apenas pudo pestañear mientras caía al suelo y