Partida Rol por web

Cuando el carro se encontraba pasando uno banco de arena, las brumas que rodeaban todo se levantan dejando ver un cielo radiante y despejado. Un sol radiante ilumina con fuerza  grandes llanuras de tierra árida que se extienden en todas direcciones. El calor es sofocante y el mero hecho de respira se torna una tarea difícil. Una mirada rápida alrededor, os revela un vasto desierto y un yermo acantilado a vuestra derecha. Enfrente de vosotros hay una pequeña aldea rodeada de unas pocas palmeras. El camino en el que os encontráis conduce hacia ése lugar.

Los hermanos de Dulcimae se gritan unos a otros y a Dulcimae en una extraña lengua. Se les nota claramente nerviosos.

Arqueó una ceja al ver el extraño comportamiento de los vistani. No auguraba nada bueno.

Mientras, el calor se hacía notar y él, aunque como buen elfo no sudaba apenas, se desabrochó la túnica y se recogió el pelo en una coleta para refrescarse un poco.

- Mantengan la calma señores. Si se pelean solo van a conseguir sudar más. Qué es lo que pasa? Algunos no tenemos la suerte de entender vuestra dulce lengua, y quizás si nos decís qué ocurre, podríamos ayudar de alguna forma.

Kelris se mantenía en calma pese al obvio peligro que corrían. Todavía no había recibido suficientes golpes de calor como para darse cuenta de lo mal que pintaba aquel desierto. Curiosamente se sentía seguro al lado de aquel pintoresco grupo. Quizás el seboso orco podría ponerse a hacer una danza de la lluvia como seguramente hacían en su tribu bárbara, o el estirado de la armadura pedir a su dios que les llevase a un oasis. Y qué decir del costroso mediano... Si hasta llevaba un escorpión como montura, seguro que estaba como en casa. Sí, estaba todo controlado, no había de qué preocuparse.

¿Qué lugar es éste...?

Mochuelo se queda boquiabierto al contemplar el desértico paisaje que se extiende en todas direcciones. No sabe qué hacer ni qué decir. Inconscientemente, se acerca aún más a Deornoth y al resto de guerreros del grupo, en busca de protección. Está totalmente fuera de su terreno y el miedo lo sobrepasa. 

Joder, ojalá todo esto sólo sea una horible pesadilla y me despierte de una vez en mi cama da Athkatla...

Aquellas discusiones le retrotrayeron al pasado, a cuando era niño y sus padres discutían. Cierto era que papá solo se acercaba a la cueva de mamá para violarla, pero aquellas tranquilas visitas conyugales siempre acababan (y empezaban, también) a grito pelado.

Estragón se quitó su gorro de cocinero para abanicarse con él. La rata llamada Rata, en su coronilla, al verse privado de sombra y humedad, correteó por el cuerpo grasiento hasta meterse dentro de los pantalones.

Bufff... ¿Y qué hay del acantilado? Tal vez cerca del borde haga fresquito. Alguna corriente de aire o lo que sea-comentó, viendo que a los vistani les costaba decidirse por avanzar hacia las casas.

Fuese cual fuese el motivo de la discusión, el pueblo parecía tener algo que ver. Fue entonces cuando Estragón pensó para sus adentros que los gitanos se habían perdido en la niebla, y no se esperaban que esas casas estuviesen allí, y sobretodo que la capacidad que se había atribuído la familia vistana para guiarse por las Brumas había sido exagerada.

Había estudiado muchos idiomas pero aquel no era conocido por la maga elfa. Estaba claro que discutían y que también había algo que les preocupaba, según observaba a los hermanos, pero no comprendía que es lo que pasaba.

- Venga, vamos a calmarnos. ¿No es bastante extraño que estemos en un desierto? - Preguntó con cierto tono irónico, la escritra.

Por otro lado, no muy lejos se podía ver la presencia de algunas palmeras y edificaciones pequeñas, un poblado o pequeño asentamiento, seguramente. Era lo único que había en aquel paraje lleno tan solo de arena.

- Creo que aquel debería ser nuestro próximo destino. - Dijo señalando el lugar. - Algo me dice que vuestras discusiones serán más soportables allí... - Dejó caer.

    Me enjugué el sudor de la frente como pude con la mano, las brumas habían desaparecido y ahora el calor apretaba, lo peor era que la cosa parecía no quedarse allí, nuestro guían habían empezado nuevamente a discutir entre ellos, como si parecieran haber dado con algo que no debiera de estar allí. Se suponía que eran nuestra única referencia fiable y ahora hasta ellos parecían dudar sobre los pasos que deberíamos seguir.

    Algo airada y agobiada por el calor asomé por uno de los laterales para ver que era lo que nos esperaba. No entendía nada, estaba claro que el desierto era una mala opción en la que acabaríamos muertos de sed y hambre si el sol no nos dejaba secos en el sitio antes. Así que no nos quedaba otra más que ir a la ciudad o ir a descansar al acantilado. Bufé desde la retaguardia y avancé unos pasos por el costado de la carreta esperando que alguien aclarase lo que sucedía.

    -¿Se puede saber que ocurre? Las brumas ya se han disipado así que será mejor que busquemos refugio si no queremos acabar como mojamas.- Quizás el calor me había hecho sonar demasiado brusca pero tampoco me preocupé por ocultar mi descontento. -Dirijámonos a la ciudad directamente o refugiémonos a la sombra del acantilado hasta que baje el sol.-

El lugar era extraño y las situaciones, también. Cualquiera estaría agradecido de haber dejado la niebla atrás y poder ver lo que tenemos delante, aunque sea un desierto.

El calor hacia que el sudor corriera por mi frente y resbalara por debajo del yelmo, teniendo que humedecerme los labios frecuentemente.

Lo más extraño de todo aquello era ese acantilado, pues no era normal encontrarse un acantilado en un desierto, o quizás fuera una ilusión, o quizás simplemente que aquí, en este lugar, las cosas no eran a las que estábamos acostumbrados. 

Sin embargo, lo más extraño era que aquella familia parecía contrariada, y no sabía bien por qué, pero algo en mi interior me hizo ponerme alerta, agarrando la empuñadura de la espada y dejándola ahí, a la espera de acontecimientos.

El único que presto atención a los viajeros fue el pequeño Dominic. Que, seguramente, cansado de que a él tampoco le prestaran atención sus congéneres decidió ser él el centro de atención de otro grupo. Mejor ser cabeza de ratón que ser cola de león ¿No?

La culpania está enfadada con Dulcimae. Esto no es Barovia, el lugar al que nos dirigíamos. Dulcimae se defiende diciendo que una vistani nunca se equivoca en las brumas, que algo le ha debido de arrastrar a ese lugar. A lo que el resto le responde con malas palabras.

No os preocupéis, desde que mama murió estas discusiones son comunes.

Finalmente, tras unos diez minutos de tensa discusión. Dulcimae grita unas palabras en su tosco idioma y se dirige a vosotros. Yo, y mis hermanos, hemos decidido llevaros hasta la aldea como os prometimos. A pesar de hablar en nombre de todo el grupo, algunos de los hermanos de Dulcimae no parecían muy contentos con la decisión tomada. Si después de llegar a la aldea alguien quiere seguir viajando con nosotros tendrá que pagar por ello.

Estragón miró de nuevo al niño para meditar sobre sus palabras.

Vamos, que los gitanos se han perdido. No tiene mucho sentido pagar para seguir el viaje con ellos: probablemente se mueran de hambre y sed en el desierto en cuanto se vuelvan a perder por segunda vez.

Uhmmmm... También podríais quedaros en el pueblo con nosotros. Así podríais uniros a la siguiente caravana que vaya a pasar por el pueblo...-en lugar de seguir dando tumbos sin saber dónde acabaréis.

Se volvió a colocar el sombrero en la cabeza, tras haberlo usado para abanicarse. Casi coreografiadamente, Rata salió de su escondrijo y volvió a esconderse sobre la coronilla del semiorco. Todo volvía a su estado primigenio.

Enrico, el hermano que se había mostrado hasta ese momento más charlatán, contesto a Estragón. ¡Claro que podríamos esperar! Contesto con cierto tono irónico. No sabemos cuándo puede pasar la siguiente caravana, puede que sea dentro de dos días o dentro de dos años. Y nosotros vivimos del comercio, siempre tenemos que estar en movimiento.  

- Eso solo lo sabremos cuando lleguemos al pueblo, Antonio... ¡Esto, Enrico! Lo siente, pero te pareces un pelín bastante a un viejo amigo de apellido Flags. - Dijo sonriente la arcanista.

- Creo que, como he dicho, lo mejor es ir a ese pueblo de ahí. Una vez allí, preguntaremos por nuestra situación, si pasa o no pasa caravana alguna, - Dijo mirando a Enrico - y de como podemos salir de este lugar. ¿No os parece lo más sensato? Si lo preferís, podéis quedaros en este desierto, sudando la gota gorda, esperando que aparezca alguna alimaña desconozica y luchar contra ella y esas cosas que hacen los cazurros. Yo me muero de sed y esta calor no ayuda... - Dijo, tirando nuevamente de un poco de ironía.

Finalmente, había resultado que una vistani sí que se podía equivocar, o al menos eso había pasado en estos momentos. No tenía ni idea de lo que era Barovia, ni ningún otro lugar, pero sí que comenzaba a impacientarme ante la incertidumbre de estar perdidos entre estas brumas sin llegar a ningún sitio en concreto.

Iríamos a ese pueblo, tal y como habían sugerido, pero tenia claro que no iba a pagar ni un oro por ir con esta familia, en este ambiente enrarecido y con alguien que no tiene la seguridad de llegar donde quiere llegar. No, no sabía qué nos había traído hasta aquí, pero de buen seguro que no era el unirme a una caravana de comerciantes. Deberían de pagarme ellos por viajar.

Lo que está claro es que, como ha dicho kendra, lo mejor es ir hasta ese pueblo. Prefiero llegar a algún sitio que seguir dando tumbos por esta asquerosa bruma sujeto a una cuerda.

Pues la moza ha hablado. ¡Pa delante! Grita el gitano con su curioso acento. Aunque el tipo de la armadura también ha secundado las palabras de la elfa, parece que Enrico solo le interesa la opinión de la fémina.

El carro avanza lentamente y penosamente por la arena, las ruedas finas del carruaje gitano estas pensadas para terrenos duros no para la fina arena del desierto. El sol comienza a ascender llegado casi a su cenit cuando en un lateral aparece un cuerpo marrón semienterrado.

En el pescante, Dulcimae mira el cuerpo con desagrado. Seguiremos adelante. El sol está muy alto. Nos encontraremos en la aldea. Con estas palabras, el carro continúa su lento avance hacia la aldea que se encuentra apenas a tres kilómetros de distancia.

Buaj!- pensó el elfo sin disimular en su rostro la repugnancia que le daba el cadáver encontrado. No pensaba tocarlo ni con un palo. A saber si se ponía en pie si le molestaban. Quita, quita, las cosas muertas no había que tocarlas.

Lo que más le preocupaba era el hecho de que estuviese tan cerca de la aldea. Es que los aldeanos no habían podido socorrer al desgraciado? O enterrarlo comoes debido? O todos los de la aldea habían corrido el mismo fin o no poseían el decoro suficiente para hacerse cargo de los moribundos?

Kelris no abandonó la seguridad del carromato ni por un instante.

- Por qué no lo habrán enterrado o quemado? Esto no pinta bien Dulcimae.

Por el rabillo del ojo, vigiló al semiorco por si cogía algún hueso para hacer sopa. Sospechaba que así iba a ser pero quería tener la certeza.

Huesos viejos daban buen caldo. Eso era así. El problema era que con todo el calor, un caldo no apetecía, lo que hacía que el fémur del muerto no fuese un ingrediente muy codiciado por el semiorco en aquel momento. Eso no hacía que Rastrojo perdiese interés en el difunto.

Se están perdiendo las tradiciones de la profesión. En serio, ¿un cadáver en medio de la nada y nadie va a registrarle los bolsillos? ¡¿Y vosotros os hacéis llamar aventureros?! ¡Puah!

Estragón se bajó del carromato para darles la lección: un simple cocinero dejando en ridículo a unos mercenarios en su propio campo. La luz del sol, reflejada y amplificada en la arena como si fuese cristal, le hizo arrugar el rostro y parpadear. Se puso el antebrazo ante los ojos, para darle algo de sombra a su cara y poder desenvolverse con naturalidad en aquel infierno. Ese gesto también implicaba levantar el brazo, y exponer el sobaco.

Mierda. Si sigo sudando así, hasta yo voy a necesitar un baño-dijo, cuando normalmente siempre fue muy tolerante con su olor corporal-. Vuelvo ahora. Voy a echar un vistazo.

Los demás tenían una buena oportunidad de arrancar el carro y dejar a Estragón en la estacada. Hacerle recorrer lo que faltaba del pueblo a pie para no tener que aguantar su hedor. Una pequeña venganza por ser tan repulsivo. Estragón se alejó, ingenuo, del carromato para aproximarse al cuerpo. Empezó a registrarle y examinarle, con torpeza. Estaba claro que ese tipo de cosas no se le daban nada bien, pero por lo menos ponía entusiasmo.

Imitando al semiorco, me acerqué al cadáver Cualquier cosa nos puede dar pistas, tanto de lo que fue, como de lo que le pasó. Si queréis seguir, yo me quedaré con Estragón, y os alcanzaremos. Suponía que no muchos se quedarían, a pesar de estar tan cerca, pero tampoco eran un grupo hecho, ni tenían lazos ni apenas se conocían. Aunque la unidad hacía la fuerza, en este caso no lo tenía tan claro.

Mientras Estragón le registraba, miré su cadáver sin querer molestar al semiorco, solo acercándome cuando veía que había acabado su inspección.

En primer lugar, lancé un pequeño sortilegio para detectar cualquier cosa que pudiera ser mágica. Dudaba de que lo hubieran dejado ahí, pero era algo que siempre había que comprobar. Posteriormente, comencé a mirar su cara, sus ojos, su piel, posibles heridas de forma que pudiera hacerme una idea de qué lo había matado.

    A la vista de quienes se quedaban y quienes seguían, dejé atrás la carreta. El grupo no tenía una fuerte cohesión y prefería dejar atrás a los gitanos si realmente estábamos a salvo ya de las brumas que continuar con aquellos por quienes no sentía afinidad alguna, aunque eso implicase seguir con aquel semiorco nauseabundo. Apoyé la mano en el puño del mandoble para asegurarme de que seguía allí y me giré hacia Deornoth y Estragón.

    -Esperadme, seguiré con vosotros también.- Me había criado en tierras áridas la mayor parte de mi vida, así que confiaba en poder aguantar aquel rato que quedaría expuesta al sol del desierto. Avancé hacia el cuerpo y lo miré con fingida curiosidad, realmente solo quería tomar distancias y descansar un poco.