Partida Rol por web

 El entrecano Nikeras no pudo evitar enarcar las cejas al escuchar al orgulloso Peersan.

 - Saludos Peersan de Hars. Pues me parece bien, una boca menos que alimentar con lo que pueda ir encontrando por el bosque.

 Tras una tranquila pausa, añadió.

 - No creo que nadie de los presentes confíe plenamente con cualquiera del resto, pues al fin y al cabo parce ser que el destino ha juntado nuestras sendas recientemente. Pero a pesar de no confiar con alguien, eso no es motivo para sumar esfuerzos y encontrar un modo de salir de estas penalidades. Para ello todos podemos contribuir, algunos defendiendo al resto, otros curando, alguno buscando comida y todos atentos. Si no cooperamos, lo más probable es que quien quede fuera del círculo caiga solo ante lo que la espesura esconda.

Con un quedo suspiro añadió.

- ¿Estáis seguro que no queréis ayudar y ser ayudado?

Escucho armándome de paciencia las disputas absurdas de los miembros de este circunstancial grupo. Mi carácter independiente no me empujaba a querer depender de esta gente, pero no soy tan orgulloso como para exponerlo abiertamente despreciando una ayuda mutua que podía ser beneficiosa.

- Yo no tengo inconveniente en hacer guardia con quien sea.

Levanté los hombros mostrando cierta indiferencia mientras dejaba mi petate no demasiado cerca del fuego en donde dormiría cuando acabase mi turno de guardia.

- Perfecto- Contesta Onfale a Klasius- Pues entonces haz tú la guardia con el enano que yo lo haré con la mujer herida.- No esperaba menos de un servicial mediano y así podría hablar con la mujer, si es que le quedaban fuerzas. Como le tocaba la primera guardia el perfumista aprovechó para ir a hacer sus necesidades. Se alejó de miradas indiscretas unos minutos para volver con fuerzas renovadas.

- Listo. Cuando queráis podéis ir a dormir. Yo me ocupo de todo.- Lanzó una mirada torva al semielfo. Para vencer al sueño, Onfale se dedicó a acicalarse como un gato. Adoptó, de nuevo, la postura del loto, sentado en el suelo con las piernas cruzadas.  Se quitó la camisola, quedando el pecho al descubierto.  Tenía el cuerpo sin un solo pelo, con la piel de un aspecto realmente saludable, suave y lisa. Mojó un paño con agua, (qué bien le había venido el agua conjurada mágicamente por Leiath) y se dedicó a restregárselo por el cuerpo. Tenía que eliminar todo el perfume de su piel, lamentablemente.

...Voy con salvajes...hasta que no encuentre gente que sepa valorar las delicadas fragancias que puedo hacer emanar de la piel tendré que pasar más desapercibido...

Lo que no iba a hacer, de ninguna manera, era descuidar su higiene, así que al menos usaría el agua para lavarse.

Flame no llegó a escuchar la respuesta que le habían ofrecido. Tan pronto como había despertado se puso a buscar sus pertenencias y al ver que tampoco Ayash estaba a su lado cayó de nuevo en el estado comatoso en el que se había encontrado durante todo aquel tiempo.

Al menos ahora no estaba insconsciente, simplemente estaba realmente agotada por todo lo que había sufrido y por todas las penurias que había vivido. Por lo que se quedó dormida en seguida sin importarle si realmente estaba en peligro o no.

Sus fuerzas estaba realmente extinguidas y necesitaba reposar suficientemente bien como para encontrarse con fuerzas al día siguiente. Aunque, ahora que estaba ya solo dormida podía escuchar algunos murmullos de aquellos que le rodeaban. Parecía que no estaba sola, eso aunque fuese raro para ella, en cierto modo, la tranquilizaba.

El malhumor de Fosco estaba presente en el aire, su ira contenida y sus desaires infantiles eran bien visibles. Nadie parecía enfrentarlo, pero sin duda buscaba algo así, hasta que Nikeras se pronunció ante las palabras de Peersan, sus palabras iban dirigidas a él, pero hicieron mella en el mediano. Había sido egoísta, no le había importada nadie, incluso había dejado atrás a Rufus, su perro, este le apreciaba mucho y le mostraba cariño, pero Fosco parecía ir a su aire. SIn importarle nada. Las palabras de Nikeras parecían seguir resonando en su cabeza, no pudo escuchar nada más esa noche. Le quito las bridas a Rufus y la silla de montar y se echó no muy lejos de Nikeras.
Desde que Fosco se había perdido en la niebla había sido del todo inútil. El bueno de Nikeras había demostrado poseer una gran sabiduría tanto para desplazarse por el bosque como a la hora de soltar palabras. El necio de Fosco sólo arrancó sorpresa al coger un pájaro muerto, como el que llevaba la pelirroja, ya ni ese pajarraco le ponía furioso.Todos podemos contribuir había dicho Nikeras. Hasta el comerciante presumido, había demostrado ser tan útil como una serpiente y peligroso, claro. Fosco sólo se escondió y abandonó incluso a su perro.
Aaaah... resopló el mediano. Tendría una noche de divagaciones y dudas internas acerca de su comportamiento. ¿En el circo era igual de egoísta? Allí al menos era muy útil... era el mejor volador de plata incluso eso lo pensó con dudas. Porque si hubiese sido tan bueno, no estaría tumbado como un perro.

Ocurrió en la medianoche. Todos dormían, salvo Alice y Fosco, y sus respectivas mascotas...

Rufus estaba echado junto al fuego, jadeando con la lengua fuera con expresión estúpida. Cosas de perros.

Hollín y Fosco mantenían su particular duelo de miradas, y se escudriñaban fijamente, entre recelosos y desafiantes. Cosas de tener el cerebro de pájaro... ambos.

Así que la responsabilidad de la vigilancia quedaba enteramente en manos de Alice. En un momento dado, por el rabillo del ojo, la humana descubrió un par de luces en la copa de un árbol. ¿Fuegos fatuos? No... Había un humano en las sombras, sobre una rama, y las luces eran dos pequeños fuegos que ardían en sus manos mágicamente.

Antes de que pudiese avisar a Fosco, el humano sacudió el brazo. Una llama más pequeña fue arrojada de su mano y cayó a los pies del mediano.

Esta advertencia la haré una sola vez. Ha llegado la Edad del Lobo. Manteneros al margen, extranjeros. Los que interfieran deberán ser erradicados. ¡Jajajaja...!

Mostrando su sonrisa malévola desde lo alto de las ramas, el desconocido se empieza a transformar. Sus orejas crecen, su cara se llena de pelo. Su boca se transforma en fauces y su nariz se vuelve chata. Los dedos de sus manos incendiadas se vuelven largos y el fuego se extiende por ellos. Así hasta transformarse en un murciélago de siete pies de envergadura con las alas llameantes, que empieza a agitar. Las ascuas se rozan con las hojas de los árboles sin prenderles fuego, como si de una mera ilusión se tratase.

El ruido de las carcajadas despertó a los demás. Para cuando abrieron los ojos, lo vieron. Un murciélago del tamaño de un ser humano, con las alas ardiendo por el fuego, sobrevolaba amenazante el campamento. Del origen de las risas no quedaba rastro.

De entre todos, el que más mantenía la compostura era el perro de Fosco, que estaba tan tranquilo... tumbado junto al fuego y sacándose las pulgas de detrás de la oreja con su pata trasera.

Fosco miraba con desprecio al pajarraco de Alice, le guardaba rencor por sus insolencias. Seguro ese pájaro se creía más listo que Fosco por decir una palabra. Estaba pensando algo ingenioso que decirle, algo muy gracioso, había escuchado a Alice llamarlo hollín, seguro que algo gracioso se le ocurriría. Cuando unas chispas rojas azotaron el suelo a sus pies. Fosco miró impasible, incluso dio un paso atrás con toda tranquilidad, al elevar los ojos vio a otro humano. Uy, que pesado, otro que quiere gonorrear a Nikeras pensó. Cuando el tipo se puso como loco y a decir incoherencias y sin sentidos. Fosco estaba perplejo iba a llamar a los demás cuando empezó el espectáculo. Al principio le pareció divertido, pero según iba destrozándose los huesos y la piel, Fosco se empezó a asustar y sin mediar palabra salió corriendo para esconderse... No terminó el espectáculo, ni hechó a volar cuando Fosco había desaparecido. La integridad de Alice o su cuervo parecieron insuficiente para el mediano, tampoco pensó en Rufus, mucho menos en los que descansaban plácidamente. Su rapidez y astucia le proporcionaron un lugar seguro que nadie le encontraría si él no quisiera. No quitó el ojo de encima al bicho que empezó a reir y volar mientras se decía a si mismo Esto no me puede estar pasando... si es que soy tonto. Tenía que haber hecho guardia con el tio rancio,y su espada mataratas...Mira que ponerme con el cuervo y la pelirroja! Si es que un día me matan! Me van a matar seguro. Mira ese bicho que vuela y todo. Por favor que se coma al cuervo o al caballo, incluso a la pelirroja, pero que no me vea...que no me vea por favor!!!

Hollín saltaba inquieto de un hombro a otro, y le picoteaba la mano en la que sujetaba la ballesta. Pajarraco estúpido, sabes que no te toca comer, y sabes que aquí no hay oro. Hollín tenía la costumbre de ponerse nervioso y a revolotear de un lado a otro cuando había oro de por medio. Finamente el pájaro se dedico a mantener la mirada del mediano. Menudo par de estúpidos.

Algo ilumina la noche, ¿que serán ahora?, seguro que son fuegos fatuos, y seguro que al estúpido de Hollín le da por seguirlos. De repente un hombre surgió de entre los árboles, parecía que llevaba bastante tiempo observándoles, comenzó a hablar  y ataco a Fosco con una pequeña bola de fuego. Un simple mago, con esos trucos no conseguirás asustar a nadie. Pero lo que vino después no fue simple magia.

Alice empiezo a caminar hacia el centro del campamento, sintiendo las manos pesadas sin poder levantar las ballesta, las palabras se le atragantaron trato de gritar con todas sus fuerzas pero lo único que consiguió fue un gemido estúpido mezcla de terror e impotencia.

Una desagradable carcajada despertó al enano, que roncaba plácidamente junto a la hoguera. Huraño y malhumorado, el viejo comenzó a refunfuñar en voz alta:

-¡Hatajo de críos! No sé cóm...

Al ver a la amenazante criatura alada sobre su cabeza, el anciano giró sobre sí mismo y, con una esperpéntica cabriola, se puso en pié para intentar defenderse de aquella cosa.

-¿Qué diantres es eso?--inquirió a la asustada joven pelirroja, pues el mediano que se suponía debería estar haciendo guardia con ella había desaparecido--Seguro que ha huido, el muy cobarde. 

Había hecho su turno de guardia en soledad tan a gusto.  Así había podido ejercitar la respiración antes de irse a dormir, lo que siempre producía un efecto reparador en el cuerpo y en el alma. Durmió como un lirón, hasta que unos ruidos lo despertaron. Se frotó los ojos con el brazo, entre incrédulo y soñoliento, pues le parecía que la hoguera estaba levitando en el aire. ¿Era cosa de esa viajera, Alice?

-¿Qué coñ...?- Oyó refunfuñar al resto y entonces se dio cuenta que estaban en peligro. Deseaba gritar y avisar a los demás, pero no quería llamar la atención de aquella bestia.¿Qué era aquella cosa tan horrible?. Sin pensar demasiado su mano adoptó el mudra Ardhapatkakam y, como resultado de infinidad de horas de entrenamiento, las palabras sáncritas salieron de su boca,

- Sambha Kshammmmmmm, Ajna Yiótis. - La voz de Onfale sonaba tenebrosa, vibrante y gutural. Nada más pronunciar las palabras un chakra de energía añil se materializó entre las perfiladas cejas del perfumista. Sus fosas nasales se impregnaron del olor a aceite quemado, olor que había elegido para memorizar el conjuro y poder así, a través de la memoria olfativa, rememorarlo en fracción de segundos. Cuatro esferas de luz brillante surgieron de la nada desplazándose veloces por el campamento. Una se dirigío hacia el murciélago en llamas, las otras dos iluminaron el campamento, cada una en un extremo. La última danzaba bailarina por los arededores del campamento como buscando algo.

Tras lanzar el conjuro recogió su petate del suelo y tomó su querida ballesta entre sus delicadas manos.

Algo me despertó en mitad del sueño, una risotada extraña y macabra, la imagen que la acompañaba también era de lo más extraña. En mitad de la noche un enorme murciélago con las alas rodeadas de llamas. No sabía lo que era, pero estaba seguro que no se iba a detener a preguntarlo.

Con la armadura aún puesta, como solía dormir, me levanto de un salto, saco la daga y la lanzo a la criatura, con los ojos aún legañosos.

En su plácido sueño, Leiath veia como jugaban los niños de la aldea, correteaban riendo y saltando alrededor de ella. Su madre, en una esquina, como siempre vigilante, mirando cada paso, cada acción que ella tomaba. ¿Por qué la tenia que tener a prueba constante? -El mundo está lleno de peligros- solia decir a menudo -Reza a Hala para que te ayude a confrontarlos- y eso hacía ella.

¿Pero qué peligro podía haber en ese momento? La escena rebosaba placidez.

Una sombra se cernió sobre los niños... Un peligro se acercaba. -¡Corred!- quiso gritar, pero no le salía la voz. -¡Madre ayúdame!- pero quien acechaba en la esquina ya no era su madre, sino una negra silueta que pareció mirarla y soltar una carcajada...

¡Por Hala! Se despertó asustada la bruja y totalmente desorientada ¡¿Qué demonios estaba pasando, dónde estaba?!

Ignorando las palabras del aquel que decía llamarse Nikeras, me sumo en un estado de meditación para relajar y descansar el cuerpo sin tener que dormirme... pero al cabo de un par de horas y fruto del cansancio me sumo en un sueño profundo.           Voces, chillidos, ruidos… al abrir los ojos de nuevo, los cuales tendrían que haber estado alertas, me encuentro otra espeluznante escena. ¿Dónde estábamos para  solo toparnos con engendros?

Me incorporo, cojo mis espadas y voy en dirección de la amenaza. Dejarnos descansar… -lanzo sendos golpes para ahuyentar al menos al fétido alado.

 Nikeras vio como el orgulloso guerrero herido, prefirió no mezclarse con los demás refugiados de las brumas. Asintió para si mismo cuando este se apartó a un rincón para dormirse... aprovechándose de la vigilancia del grupo.

 En cualquier caso decidió ignorarle, no sería por falta de trabajo y asuntos para mantenerse ocupado con esas chiquilladas.

 Tras organizar las guardias nocturnas, el montaraz se retiró para descansar antes no llegara la hora de su guardia con Zicko. Así fue como se acostó enrollado con su manta, con el negro perro lobo descansando a sus pies.

 Y así habría llegado su turno de guardia si este no hubiera sido interrumpido por el caos. 

Confuso, entornando un ojo des de su posición, el barbudo montaraz miró la increíble escena sin terminar de dar crédito de lo que veía.

 En fin habrá que hacer algo supongo.

Alice y Fosco salen huyendo, y abandonan el campamento. Mientras, los aspavientos de las armas del enano y el semielfo no logran espantar a la criatura, a salvo desde su posición en el aire.

Las luces tántricas de Onfale iluminan la zona, permitiendo ver con mayor claridad el rostro horrendo del animal volador... Pero también facilita las cosas para posteriores disparos de Onfale y todos los demás... porque en esta noche cerrada, tan solo el enano sin pasado logra ver más allá de sus narices*.

La daga de Klasius, volando y girando sobre sí misma, es fácilmente esquivada en un viraje del murciélago. Vuelve a caer sin mayor peligro... y se clava cerca de la cara del pomposo Victor Watcher. El humano se despierta, y viendo como va el percal, se arrastra hasta su hija y la cubre con su cuerpo.

En eso, el monstruo agita sus alas incendiarias y una ascua sale despedida. Golpea a Azaron despertándolo de la manera más dolorosa posible: quemando su cara.

El perro de Nikeras sigue durmiendo tan ricamente. No hay nada más inútil que las mascotas: solo hacen compañía.

Hace quince segundos...

Fosco empezaba a asustarse al ver lo que estaba ocurriendo. El ser que tenía delante había escupido fuego a sus pies y estaba empezando a transformarse en un monstruo! Fosco amenazaba con salir huyendo, pero no sin antes darle un aviso al monstruo de no acercarse al pequeño. Raudo lanzó una daga y antes de que sus pies huyesen fuera del campamento vio como la daga se clavaba. Eso sería un buen aviso.