Partida Rol por web

Has pasado días, tal vez semanas pues la luz del sol no os ha llegado en todo ese tiempo, desde que acabasteis por los devenires del destino en el barco nórdico llamado Hval. Eran muchas las razas que os apegotonábais en las cárceles de la bodega pasando hambre y sed mientras tratabais que de no ser ahorcado por algún enemigo racial atado a vosotros, elfos, altos oscuros y sylvanos por igual, humanos de todos los pueblos del oeste del viejo mundo, orcos, enanos, skavens y hasta ogros. 

Lo poco que habíais rapiñado de lo que daban de comer había salido por donde entró por los continuos envites de las olas hasta el día de hoy, día porque por fin habíais visto la luz del sol. Los nórdicos, muchos con mutaciones, intimidantes, raras y potentes, os hicieron apartaros para desatar los cadáveres que se habían amontonado y eligieron algunos para hacer la tarea de porteador de los cuerpos y deshacerse de ellos, pero ese no era el único objetivo de haber bajado y separaros en pequeños grupos, no, el verdadero asunto es que por fin habíais llegado a tierra.

El cielo, soleado pero lleno de calima de color grisáceo deslumbró vuestros ojos y calentó vuestras pieles, pero os resultó igual de monótono que la penumbra de la bodega donde habíais pasado la ultima temporada. 

Vuestros captores negociaron con otros hombres mutantes y estos os hicieron caminar durante 2 jornadas más, deducíais jornada por los descansos y comida que tomaban y de la cual os arrojaban las sobras con las que teníais que alimentaros, ya que, por lo demás, el clima no cambió al igual que nunca llegó un ocaso del sol que llegaba tímidamente hasta vosotros aunque si lo hizo el suelo pasando del árido inicial de cuando desembarcásteis a uno nevado, aunque no nevaba ni hacía tanto frío como en un invierno real.

Finalmente llegásteis, el destino que os aguardaba podría haber sido cualquiera; vendido como mineros, sirvientes, sacrificio...pero esta vez era diferente, ante vosotros había una ciudad enorme en ruinas. No estaba cercado por ninguna muralla, se levantaba en líneas extravagantes, formando ángulos extraños, con balcones exóticos y cúpulas de formas insólitas y que por vuestro variopinto grupo de esclavos supisteis que no era de ninguna arquitectura elfa, humana o enana. Los edificios están construidos con bloques macizos de piedras grises y negras que no parecían cortados directamente de la roca desnuda sino que eran más bien una amalgama perfecta de trozos de distintas rocas. Tampoco había vestigios de se empleara metal o madera en aquellas estructuras, solamente piedra lisa, sin labrar, y monocromática. los huecos de las puertas y ventanas forman sombras extrañas en las que no hay ningún ángulo recto. 

Las calles y travesías de la ciudad son anchas e irregulares, pero la irregular planificación convierten a las ruinas en una ciudad laberíntica en la que es fácil perderse, y en la cual hasta vuestros amos dudan a veces de hacia donde dirigirse. 

Aunque no era la estructura más alta de la ciudad, hay una especie de templo que se levantaba en solitario, ligeramente descentrado, en una irregular plaza octogonal. El edificio es un zigurat de cinco niveles, si bien las plantas sucesivas no estaban del todo bien alineadas con la inmediatamente inferior. La planta inferior estaba plagada de edificios abovedados, mientras que los pisos superiores no se distingue nada.

La plaza octogonal parecía tener una enorme estatua en cada uno de los vértices, de las cuales solo se mantenían en pie 4 de ellas y 2 más semi derruidas. Las 4 estatuas eran desgastadas figuras de los dioses de caos, mientras que de las otras 2 a una se le intuía forma de rata y la otra parecía solamente una figura encapuchada que casi se había convertido en una columna de no ser por algunas formas extrañas.

Tras el Zigurat se hallaba un enorme coliseo, casi tan alto como el zigurat y muchas veces más ancho que la plaza por la que habíais pasado. Hacia él os dirigieron y volvieron a dividiros en celdas de 4 personas (independientemente de vuestro tamaño). Las celdas seguían el mismo tipo de arquitectura con la misma roca, pero el enrejado se notaba ser hecho por obra humana o enana pues era acero robusto incrustado fuertemente en la roca.

Aún estabais encadenados, pero ya no entre vosotros, sino a una única persona.

No es que hubiesen demasiadas mujeres a bordo entre los prisioneros y cabe esperar que su numero descienda rápidamente al no estar preparadas para una prueba tan dura como era estar hacinado en un la bodega de un navío. Sin embargo hay una que destaca del resto y no es por su belleza, eclipsada por la suciedad, ni por sus rasgos élficos.

A Duriath, a mitad de trayecto le llegó un trozo de pan de las sobras de la tripulación y el humano que tenía al lado, con aspecto de pertenecer al Imperio trató de arrebatárselo, fruto de la desesperación. Por su puesto la Druchii no podía consentir algo así de nadie y se vio forzada a matar a su compañero estrangulándolo con las cadenas que los tienen presos. Cuando el cuerpo quedó laxo y tendido en el suelo procedió comer tranquilamente.

El resto del viaje no llamó más la atención, tratando de buscar en su memoria el nombre del barco, el clan al que pertenecería, donde podrían estar llevándolos, si a Norsca o a los desiertos del Caos y que tan penoso sería su regreso a casa. Apenas logró nada.

Una vez fuera atracaron y ya fuera del navío, el clima no es que ayudara a sentirse mejor pero le daba la sensación de seguir en su tierra natal por el color del cielo y lo poco que conforta el sol. Es una bonita fantasía pensar que seguía en casa, pero solo eso, fantasía. Aunque si agradeció poder estirar las piernas y las duras jornadas de caminar hasta su destino.

Hubo detalles que no se le pasó por alto como la arquitectura, los elfos eran la raza mas antigua asi que el que estuviese construido por una raza antaño extinta que no conociese no era una opción, quizá la propia roca resultase mutada por el caos obteniendo ese aspecto. Cosas peores había visto.
Otro detalle es que sus captores se perdían en las laberínticas calles de la ciudad y eso le arrancó media sonrisa que nadie pudo ver. Las ciudades de Nagaroth eran iguales, para que en caso de que un esclavo tratara de escapar o un ejercito enemigo entrase en ellas fueran presa fácil, se desorientasen y su avance fuese lento. Pero para los residentes de la propia ciudad hay pistas sutiles para guiarse.

Eso le indica que no eran lugareños y la razón de estar allí es el botín. Iban a ser vendidos como esclavos o similar. 

Pasada la plaza, el zigurat y el coliseo, de pronto tiene ciertas dudas sobre la esclavitud y dos ideas le asaltan la mente una buena que es que acabe como gladiadora lo que, puede acabar con un arma en sus manos y que se le presente una oportunidad antes de lo que espera o la mala: que los vayan a sacrificar en algún ritual.

“La vida aunque penosa está llena de posibilidades, la muerte en cambio es definitiva.”

Para cuando se quiere dar cuenta, acaba en una celda y le sucede la segunda cosa mas inverosímil después de ser hecha prisionera, es atada a un alto elfo.

Solo puede reirse.

Tras ver como era atada a un Asur y dejada sola con el. Se planteó seriamente saltarle encima y estrangularle con con las cadenas que les ataban o con sus propias manos. 

Sin embargo se lo pensó dos veces buscando sacar ventaja o provecho de tener alguien como el de compañero. Se le quedó mirando de arriba a abajo. Buscando alguna pista sobre él. 

Le soltó unas frases en Druhir, un lenguaje más duro que el Fan-Eltharin y aunque tiene una tonalidad melodiosa y un sistema  fluido como el resto de lenguas élficas, el Druhir tiene un aire de crueldad y maldad que no se encuentra presente en los demás dialectos del Eltharin. Por si fuera poco el dialecto había evolucionado con los siglos y ahora eran dos lenguas muy distintas. 

Al ver que no se iban a entender procedió a probar en otro idioma, quizá el Reiskpiel funcionase.

-Parece que el destino está cargado de ironías y un humor perverso ultimamente ¿Eh, primo?

El viaje fue arduo y penoso, pero no era nada a lo que el ladronzuelo skaven no estuviese acostumbrado. Entre los hombres rata los únicos que gozaban de algo parecido a la libertad desde que nacían eran aquellos bendecidos por la rata cornuda, el resto tenia que sobrevivir y conseguir destacar entre los demás para no acabar con unos grilletes, picando en las minas o peor aún, como cobaya del clan Moulder o el Pestilens.

Debido a las cadenas no podía esconderse, pero si que intentó durante todo el viaje no llamar la atención, pegándose a la pared y encogiéndose todo lo que pudo. No le preocupaban el hambre o las cadenas, sino los carceleros y el resto de esclavos, él era capaz de comer casi cualquier cosa, lo que o digería tan bien eran las puñaladas y los latigazos.

En un momento dado durante el viaje, alguien intentó robar un trozo de pan a una druchi, la cual acabó con su vida sin miramientos. No estaba demasiado lejos de Skreek y al rato pocos prestaban atención, por lo que se armó de valor y se deslizó hasta el cuerpo inerte, estirando y doblando sus articulaciones como solo una rata podría hacer. Cuando llegó hasta su objetivo agarro la pierna con ambas manos y con sus afilados incisivos empezó a desgarrar carne, tendones y hueso, hasta que pudo separar la extremidad del resto.

Rápidamente volvió a su sitio abrazando su trofeo como una madre abrazaría a su hijo recién nacido, no una madre skaven por supuesto, pero si la mayoría de madres del viejo mundo. Entonces miró en derredor, observando las miradas de los demás, algunos le miraban con asco, la mayoría con la desgana del prisionero, pero la que le preocupó fue la mirada de hambre del enorme ogro que tenia a su lado. ¿Comer o ser comida?, la respuesta era fácil, rápidamente arrancó los dedos del pie a mordiscos y dejó el resto de la extremidad en el suelo, empujándola hacia el ogro con la cabeza agachada.

—Si, si, si, Skreek es bueno/generoso con gran cosa ogro si, gran cosa ogro tiene hambre y Skreek le da el trozo más grande, Skreek es amigo, si, si, si.

El resto del viaje fue bastante monótono hasta que llegaron a su destino, el cielo y la temperatura eran extraños, aunque como criatura mayormente subterránea, el skaven agradecía aquel sol velado que reinaba en el cielo. Finalmente llegaron a una extraña y laberíntica ciudad, aunque todas las ciudades de la superficie eran extrañas para Skreek y ninguna era tan laberíntica como la propia Plagaskaven.

Pasaron por una plaza en la que se podían ver las estatuas de los grandes dioses del caos, para el pequeño skaven resultó un extraño alivio ver la estatua de una rata, la que solo podía ser la Gran Rata Cornuda. Su destino final se encontraba en lo que parecía un foso de lucha gigantesco, la vida de un gladiador solía ser corta, pero era mucho más larga que la de alguien a quien se iban a comer, así que luchar por sus vidas no era la peor de las opciones que se le habían pasado por la cabeza.

—Ola de nuevo gran y fuerte cosa ogro ¿te acuerdas de tu buen amigo/compañero Skreek?—. Ni siquiera estaba seguro de si aquel era el mismo ogro al que le había dado su comida hacia días, pero habiendo un humano y sobre todo, un maldito enano en su misma celda, mantenerse cerca de un ogro no era la peor de las ideas.

Maldita la hora en la que la gran puta de la madre de su anterior empleador, Willem Harsdorf, decidió no abortar y tener a un hijo tan estúpido. Y maldita la hora en la que entro a su servicio. El caso, es que al principio, todo pintaba muy bien.

La vida de un nórdico no tiene demasiados no tiene muchos alicientes y te cansas te hacer correrías y matar a otros desgraciados sin nada interesante que saquear.

Coger el barco al imperio,  con el fin de proteger un envío de pieles y ámbar parecía un interesante cambio.

Mariemburg fue un verdadero choque para su mentalidad Barbara, una ciudad llena de placeres y peleas contra gentes que no habían luchado en serio en su vida.

Un gigantesco nórdico no encontró muchos problemas para encontrar empleo y parecía el trabajo de sus sueños, uno de los guardaespaldas de un joven hijo de mercader con oro y vacíos a raudales.

Tiempos divertidos, si señor coquetería con todo, alcohol, mujeres, drogas e incluso cultos con los que terminabas en una pira en el imperio. Y lo bueno es que a Harold le daba igual, había visto cosas peores en su tierra.

Mucho oro gastado, muchos placeres probados y cráneos rotos, pq enemigos no le faltaban al muchacho.

Muy divertido.

Pero siempre se aburría y la última era un viaje de placer, ¡placer!, a las tierras del norte en un barco lleno de putas, alcohol y drogas, todo por una absurda apuesta.

Se encontraron con un navío del caos y dejó de aburrirse, su cabeza estaba ahora clavada en una pica en esa nave con cara de sorpresa. Como de esto no puede estar pasándome a mi.

Tampoco le fue tan mal.

A el le tocaba lo peor  grilletes y el destino a un lugar que ni adivinaba donde estaba.

Su compañero de viaje un enano. Los cuatro dioses saben lo duros que son los de esa raza, comen y beben con 10, pero cuando hay que apretar los dientes son unos titanes. Podría haber sido mucho peor la compañía.

Basó su relación en un respetuo mutuo, reparto  de lo que llegara y saqueo de lo que encontrarán. Pronto vio que su moral no eran demasiado estricta, algunos murieron por las penalidades, otros, en fin, eran ellos o está pareja decidida a sobrevivir. No había opción b.

Se había ablandado en Mariemburg, pero capturado, volvió a ser el salvaje del norte. Y falta le haría ese instinto si no predecia mal el futuro.

El zoo que le rodeaba le parecía increíble, un ogro, como habrían capturado a esa mole?. Y una puta rata de aspecto repulsivo y poco de fiar. Había oído hablar de esas criaturas en leyendas y cuentos para niños, sería posible que existieran?.

Y elfos, también curioso, una de ellas particularmente bella y letal, una valiosa experiencia de vida si no amenazara con ser la última.

Pero parecía que se les mandaba a luchar, y ese era precisamente su oficio. Había opciones de sobrevivir y si no era así, no se marcharía sólo al otro mundo.

Seguramente ser prisionero de barbaros salvajes era mejor que serlo de inmundas ratas, pero hasta el momento había sido un triste consuelo. Especialmente viajando en aquel cochambroso y destartalado barco humano, era un milagro que no se hubiesen hundido. Y no le gustaba pensar en milagros estando en aquel lugar. Pero era reconfortante volver a sentir la tierra bajo sus pies y el sol en el rostro.

No había necesitado contemplar las estatuas del templo para saber que dioses reinaban en aquel lugar y sobre aquellos humanos, pero si que había sentido curiosidad por la estatua encapuchada y semi-derruida, y aún más por las dos derruidas por completo. También la arquitectura de los edificios de la ciudad resultaba interesante, no tanto por su falta de proporciones y armonía, sino por el hecho de que se mantuviesen en pie a pesar de la ausencia de las mismas. Dökar sonrió al imaginar la apoplejía que le daría a su anciano padre si contemplase en persona aquella tosca arquitectura no euclidiana. Ojala tuviese delante al condenado santurrón para poder estrangularle con sus propias manos y arrojar su cadáver a las ratas.

La celda tampoco había resultado una sorpresa, pero tenía que reconocer que era toda una mejora. Aquella fría y dura piedra era mucho más acogedora que los apestosos y húmedos túneles de los raki. Y era mas cómodo tener encadenada tan solo una mano, aunque fuese a un humano. De no ser por el ogro y el raki se habría sentido incluso tentado de echar una cabezada, pero seguramente ambos no deseaban otra cosa que matarlos y devorarlos mientras dormían. La perspectiva de tener que enfrentarse al ogro con las manos desnudas resultaba poco halagüeña, pero aún así preferible a la de tener que hacer equipo con la rata.

 - Trae, déjame echarle un vistazo - Hablo en norse al humano, tirando de la cadena que compartían para inspeccionarla mejor. Las rejas eran a todas luces demasiado solidas para forzarlas sin herramientas adecuadas, pero tal vez pudiese hacer algo con la cadena; no en vano había ayudado durante años en la herrería de la mojigata de su madre.

Las cadenas que os ataban no eran diferente a las de cualquiera usada en cualquier prisión, os apresaban fuertemente la mano a vuestro compañero dejando los pies y la otra mano libre. Tenían una distancia aproximada de 1 metro y medio de largo por lo que había cierto margen, aunque para el skaven atado al ogro resultaría más dificil por la altura de este. También este par tenía una diferencia, y es que la del ogro parecía ser la única que había sido modificada dejando ver una línea de unión por forja en la última anilla de la mano del ogro, seguramente para añadir una parte mucho más grande para su muñeca. Era posible que los carceleros tuvieran más de estas por si hubiera más seres de gran tamaño.

Por lo demás, el hierro os apretaba y tras tanto tiempo la irritación se hacía palpable es vuestras muñecas por las que con suerte entraría un trozo de tela de vuestras propias ropas para mitigar el dolor y las rozaduras; tenían una apertura, dedicada a una llave, y por lo que habíais visto hasta ahora no eran muchas las llaves y se habían abierto y cerrado con esas pocas diferentes grupos como eran los vuestros en como en el momento que los dioses o los carceleros decidieron formar las parejas.

El tiempo pasaba lentamente, y por primera vez recibisteis algo más parecido a comida de parte de un humano con 3 brazos y 1 tentáculo que los carceleros dejaban pasar y que se dedicó a repartir un cuenco con algo parecido a sopa con extraños aderezos y un mendrugo de pan por persona.

Los aderezos de la sopa eran diferentes en cada cuenco, en uno se notaban trozos de carne, en otro trozos de pescado y en muchos más trozos de apariencia tentacular, todos con escasas verduras como acompañaniénto y que parecía lo más apetecible junto al pan que no estaba enmohecido ni demasiado duro.

No recuerdo como caí presa de estos bárbaros del Caos pero sí que no es la primera vez que me capturan y me secuestran. Ya fueran siervos del Caos, idiotas del Imperio o quien fuera, a los esclavos siempre se les trata de la misma forma, así que el único modo de sobrevivir es manteniendo la mente fría y reservar las energías para el momento propicio en el que fraguar tu huida. 

El problema actual al que me enfrentaba es que estábamos muy lejos de cualquier reducto aliado del Imperio por lo que para poder huir de donde estaba tendría que someterme y esperar el momento oportuno. Y así pasaron los días hasta que arribamos a aquella ciudad en la que nos vendieron a otros para volver a viajar durante dos días consecutivos hasta al lugar en el que me encuentro ahora, bajo un coliseo del que deduzco que nos harán pelear para poder convertirnos imagino. 

Me han atado junto a un enano y hay una druchii y otro elfo en la celda, la druchii rompe el silencio en cuanto la encadenan junto al elfo:-Veo que te hace gracia estar atada con un Alto elfo.-comenté ante la risa de la druchii. Sabía que ambas razas se llevaban a matar pero en esa situación no le veía la gracia:-Nos harán luchar entre nosotros o contra bestias del Caos probablemente. Qué piensas de eso Druchii?-le pregunté a continuación. La fama de esclavistas de los druchii era bien conocida por todo el mundo por lo que ella tendría más conocimientos sobre nuestra situación que cualquiera. 

Tan solo los dioses conocían cuantos días habían pasado desde la captura de Gilgalion. Las numerosas jornadas de viaje hacinado en las bodegas del Hvar se solapaban confusamente una tras otra en su mente. Había tenido que ingeniárselas para sobrevivir, peleando ferozmente por los pocos bocados que sus captores se dignaban a darles. Y tras desembarcar, su futuro no parecía mucho más esperanzador, pues tan solo consiguió pasar a manos de otros esclavistas humanos junto con el resto de los esclavos supervivientes.

Sin demorarse más que para encadenarlos, sus nuevos captores emprendieron la marcha y después de lo que parecieron ser dos días de viaje llegaron a lo que seguramente fuese su último destino. Una extraña ciudad de una arquitectura aún más extraña, toda ella construida en piedra y con formas y estructuras que Gilgalion no consiguió identificar. Fueron conducidos por amplios callejones hasta llegar a una impresionante plaza con altares dedicados a los dioses del caos. Tras la plaza destacaban claramente dos grandes construcciones, un zigurat de varias plantas de altura y un coliseo de similar altura, pero claramente más amplio. Allí fue donde Gilgalion terminó siendo encerrado, en una angosta celda junto con otros tres esclavos.

¡Já! Lo que me faltaba... Piensa sarcásticamente Gilgalion al darse cuenta de que la elfa a la que le habían encadenado no era más ni nada menos que una de sus primas lejanas, una druchii.

Ella parecía estar tan ultrajada como él, que antes de hablarle en la lengua común le dedicó unas palabras en su burda lengua. El idioma de sus primos era exactamente como se lo habían descrito, tosco y una clara involución del dialecto de Nagarythe, pero a pesar de eso no consiguió entender ni una palabra.

– Es una broma de mal gusto, claramente – le responde a la druchii también en reiskpiel –. Nos han juntado para el disfrute de nuestros patéticos carceleros, así que no les demos el placer de observar como nos destrozamos mutuamente – añade con el orgullo propio de su raza.

El humano a su lado también decidió participar en la conversación, intrigado por lo que les esperaba a continuación. Sin duda la druchii era la más indicada para responder sus dudas, pues su raza era mundialmente conocida por la importancia capital de la esclavitud en su economía.

Al hablar en reiskpiel doy pie a que un humano se meta en la conversación. Me sorprende que no le intimide el hecho de que seamos elfos algo que suele fascinar incialmente y me sorprender mas aún que sepa diferenciar a un Druchii de uno de nuestros deplorables primos de Ulthuan. 

A pesar de ser un simple humano hubo algo en el que le resultó simpático por lo que decidió responder honestamente.-Que dentro de lo adverso, es lo mejor que puede pasar, mientras gane combates seguiré viva un día más para poder escapar. Como esclavo o carne de ritual las opciones se reducen. -Respondió con su acento áspero.

El alto elfo responde y las dos caras de una misma moneda pueden ponerse de acuerdo en algo, sin embargo eso no hará la convivencia vaya a estar libre de conflicto. -¿Y eso que significa? ¿Planeas escapar? ¿Entrar en la arena y negarte a luchar en un acto de rebeldía? ¿O quizá tomar el mismo camino que Caledor I? -Preguntó burlona y despectiva. 

.-Entonces pensamos igual, tenemos que sobrevivir a lo que nos hagan enfrentar para tener una oportunidad de escapar.-respondí ante el comentario de la Druchii a modo de refuerzo del argumento de supervivencia:-Ya que vamos a combatir juntos al menos que sepamos nuestros nombres. Yo soy Gawain du Marchanx, siervo del Imperio. Vosotros como os llamáis?-acabé preguntandoles a los elfos y al enano que permanecía en silencio. 

-Como no las rompas a mordiscos-dijo también en norse-​​​​ya me dirás que vas a poder hacer. De todas maneras el problema  que veo es más grave. Aunque puedas hacerlo no sabemos ni donde estamos ni a  dónde escapar. Se impone la calma por ahora. No nos quieren muertos de inmediato. ¿Como ves el zoológico de nuestro alrededor?, somos de lo más normal en comparación. Al menos no estamos muy lejos de nuestra casa. Y ya que te estoy preguntado, que demonios es esa especie de perro de dos patas que tiene el ogro atado?. Me fio antes del de los tentáculos, ese que nos da de comer y creo que nos hemos comido a su primo.

-Yo soy Oghum, de los enanos del norte, pero poco importa eso aquí, ahora somos todos carne de entretenimiento, así que mejor disfrutad la comida y pensad en guardar energía para tratar de sobrevivir.

Dijo el enano comiendo de su sopa y guardando su energía para cuando verdaderamente le hiciera falta.

Tierra seca, tierra húmeda, tierra blanca, tierra marrón, agua... Pero nada de carne. Apenas un ligero tentempié que llevarse a la boca cada día. El estómago de Grogg rugía como caldero burbujeante, y él estaba enfadado. Constantemente enfadado. Los grilletes no ayudaban, desde luego, a paliar su ansiedad y su hambre. Él mismo había acabado con un prisionero humano para poder comer, y otro día en el que se sentía hambriento, un ser peludo le había ofrecido un pedacito de carne, aunque solo le calmó el hambre por unas horas...

Cuando lo encerraron entre barrotes, Grogg golpeó las rejas y, al ver que no cedían, gruñó y enseñó los dientes a la estructura metálica. Era muy dura, y sabía que sus dientes no soportarían masticar una barra de esa dureza. Él era un ogro listo, no como su primo Trogg, que se había partido los dientes masticando acero enano reforzado y desde entonces le dolían las muelas cuando comía. Un ser peludo le habló. Ni siquiera había reparado en él hasta ese momento, pero se dio cuenta entonces de que eran cuatro personas en ese cuartucho encerrado por barras metálicas incomestibles.

- Tengo hambre... - le dijo sin preocuparse de bajar el tono de voz. Examinó a ese ser peludo y decidió que se parecía al ser peludo que le había dado carne hacía no mucho. No parecía apetecible... No le gustaba mucho el pelo. Se le quedaba entre las muelas - ¿Crees que esos dos estarán ricos? - le preguntó a Skreek momentos antes de que les dieran cuencos de comida. Grogg se tomó el suyo, literalmente. Luego miró al de Skreek y los otros y extendió la mano - quiero más. Dadme los vuestros.

Los seres inferiores debían rendirle tributo. Grogg era un ogro listo, sí. Había aprendido que era mejor comerse el tributo que al pagador, pero necesitaba varios tributos para satisfacer su hambre o si no se enfadaba. Y Grogg enfadado no era bueno para el negocio del tributo.

A la vuelta de pasar dando comida, el mutante con 3 brazos y 1 tentáculo se paró frente a la celda donde estaba el ogro hambriento.

Tú, ogro. No te creas el dueño de la celda, las vidas de todos vosotros le pertenece a los dioses. Si tienes hambre espérate a salir a la arena y da un buen espectáculo comiéndote a tus enemigos, si lo haces bien tendrás más para comer; pero como mates a uno solo de los prisioneros de tu celda o pierdan una sola parte de su cuerpo lo pagarás con la tuya. Los engendros tienen una boca y una panza más grande que la tuya.

Amenazó el mutante que parecía un halfling en comparación con el ogro a pesar de que su estatura era la de un hombre común. También se le notaba un marcado acento norse en su idioma imperial que era el que estaban usando el ogro y la rata.

Tras lo dicho, le arrojó el contenido de un cuenco al suelo, a los pies del ogro a modo de burla queriendo verlo lamer el suelo ya que le había dado la opción de comer lo que le había arrojado, perder las partes que perdieran sus compañeros de celda o esperar a tener cuerpos enteros para él solo. Su primo Trogg no habría dudado y habría mordido el hierro que lo separaba de aquel mutante para averiguar si su tentáculo sabía a pulpo o tenía sabor a humano, pero Grogg era más listo, y aún mantenía algo de orgullo e inteligencia, y lo más inteligente era esperar un poco para tener 1 o más enemigos para él solo ya que se los habían ofrecido. Y por lo dicho por el mutante, deducía en su reducida cabeza (en comparación con el resto del cuerpo) que no podía matar o mutilar en la celda pero que fuera todo lo que matara sería comida extra para él solo, pero tendría que matarlos antes que el peludo o los otros 2 lo hicieran.

- ¿A mordiscos? No, pero podría golpearlas con tu cabeza y seguro que se abren. Parece mucho más dura - Por supuesto que era absurdo intentar una fuga en aquel momento, sobre todo con sus captores aún vigilando. Y hablar de ello en voz alta lo era aún más. Sin el instrumental adecuado los preparativos llevarian tiempo. La cadena y los barrotes era tan solo hierro, sin tratar o galvanizar, y con el tiempo se oxidarian si los humedecia lo suficiente con sangre y orina. Tan solo tenía que mantenerse vivo hasta entonces, por repulsiva que fuese la comida. 

- Eso es exactamente lo que parece, humano. Una inmunda rata - devoró el contenido del cuenco ignorando las sospechas sobre su origen - Más cobarde y rastrera que cualquier otra criatura que puedas encontrar en este mundo. Nunca le des la espalda a una - Le preocupaba que el raki fuese capaz de comunicarse con el ogro en un idioma que desconocía. No entendió una palabra de lo que dijo la criatura, que acto seguido fue ¿amenazada? por el carcelero en el mismo idioma. Sonaba como una de las lenguas de los humanos del sur. 

- Me llamo Dókar - Intentó comunicarse con el ogro en norse, pronunciando las palabras claramente y lentamente - ¿Y tú? - 

El ogro se estaba empezando a poner nervioso y a pedir comida, o mas bien a exigirla, el pequeño skaven no tenia muchas ganas de compartir su comida, aunque mucho menos de que se lo comieran a él. Pero en aquel momento apareció el mutante para reprocharle al ogro su actitud y amenazarle con la muerte si se le ocurría hacer daño a sus compañeros de celda, había sido lo suficientemente claro como para que lo entendiese incluso un ogro, pero por si acaso Skreek devoró ávidamente su comida mientras el ogro miraba hacia fuera de la celda.

Cuando este volvió a mirar hacia dentro el skaven le habló nuevamente.

(Reikspiel) —La cosa humana sabrá como todos las cosas humanos, así como el cerdo pero con menos grasa. Las cosas enanas no son sabrosas, están muy duras/correosas, aunque alimentan mucho.
Pero no, no, no. No deberías comerte a ninguno, no por ahora, ya tendrás la oportunidad.

El rátido miró con desagrado como el enano y el humano hablaban entre ellos en un idioma que no conocía, pero por como le miraban, estaba claro que el enano estaba dando su opinión sobre el skaven. El suyo era un pueblo rencoroso y seguro que estaba maldiciendo contra los skaven, al fin y al cabo los enanos siempre estaban llorando, por aquello que les habían quitado los skaven, lo que habían perdido a manos de los goblins, cuantos de los suyos habían matado los orcos… siempre estaban llorando por lo que ya no tenían.

(Reikspiel) —Pero cuidado con la cosa enana, son malos/rencorosos, seguro que quiere matarte porque un ogro mató/devoró a algún primo de su abuelo.

Casi se atraganta con la magra comida cuando le dijo lo de abrirlo con su cabeza y tuvo un acceso de risa, todavía conservaban el humor, no era mala cosa.

(Norse)-Me llamo Harold. Soy un norse, del norte. Tú también debes serlo, Nadie que no sea del norte habla también nuestro idioma. Me fui a ver mundo, estuve de guardaespaldas del joven rico más imbécil de todo Mariemburg, los imperiales son muy flojos, y por su culpa aquí ando. No me quejo, me lo he pasado francamente bien pero había planificado mi muerte dentro de muchos años, rodeado de toneles de vino y mujeres complacientes. Parece que no va a poder ser.

Hizo un gesto a la mazmorra y a sus compañeros.

(Norse)-Eso si, estoy conociendo cosas que creía que no vería, como la alfombra esa que habla, había oído hablar de ellas, pero como mitos. Y te aseguro que he visto lo mío. Su compañero va a ser muy duro de pelas si es que hay que luchar con él. No parece imposible que termine en su barriga. Creo que entro sin despiezarme ahí dentro. Lo otro dicen que dan mucha guerra, hay una historia de lucha entre los guardias de la ciudad y estas criaturas que nadie se cree, pero lo mismo eran ciertas.

Aquí tenía un punto de tristeza.

(Norse)-Pero de todas maneras voy a dar mucha guerra. Y tu, ¿a que bruja ofendiste para llegar a esta mazmorra?

Aquel mutante de apetecible aspecto amenazó a Grogg, y Grogg se frustró, frunciendo el ceño y rascándose la panza y bufando. No podría comer, y con aquello no le daba para sobrevivir. Si duraban mucho tiempo allí, tendría que aguantarse las posibles consecuencias y comerse a sus compañeros de celda, aunque lo castigaran. Al fin y al cabo, el castigo no podía ser peor que el hambre...

Tal vez un humano inteligente habría podido descifrar el cuidadoso norse de Dökar, pero Grogg no era humano ni mucho menos inteligente, así que se limitó a mirar al humano pequeño y rascarse la cabeza. Por suerte, el animal peludo era mucho más fácil de entender, y eso a Grogg le gustaba. Si no podía comerlo, al menos podía hablar con él.

- Seguro que un ogro devoró a su familia. Nos gusta devorar. Lo hacemos bien - Grogg sonrió, imaginándose a sí mismo devorando un banquete. Sus dientes, entre amarillos y marrones, no eran nada que pudiera repugnar al rátido y, sin embargo, habrían hecho vomitar a buena parte de la población del Viejo Mundo.

- ¿Cómo te llamas? - dijo él mientras miraba fijamente a Skreek. Ni siquiera recordaba que le hubiera dicho su nombre, porque su presencia simplemente había sido ignorada en un principio. Además, el hecho de que no tuviera comida hacía que su existencia fuera poco atractiva para él, sobre todo desde que no podía comérselo - ¿por qué estamos aquí? ¿Cuándo comeremos?