Partida Rol por web

Ahora más que nunca entendía la frase de “la vida da vueltas”, y tantas que apenas tenía tiempo de analizar si estaba derecha o al revés, sintiendo que la realidad giraba y giraba sin detenerse.

Fueron los segundos más lentos de toda su vida, una lucha constante de supervivencia donde rezaba que aquello sólo fuera una experiencia para contar más tarde a su hijo como anécdota heroica. Ese rezo se vio potenciado cuando por fin el vehículo pareció detenerse al estamparse contra un árbol, aunque la agente siguiera mareada y con ese giro constante.

Ahora quedaba salir de ahí y valorar daños.

 Sus dos compañeros subieron las escaleras de aquella vivienda pantanosa para encontrarse con la famosa bruja, mientras que Jordan se quedaba afuera con la igualmente importante misión de verificar que su medio de transporte no los iba a dejar atrás. Por el momento, Dutch parecía un hombre de negocios tranquilo: le pagan para hacer algo, lo hace. No había demasiado riesgo de que los dejara varados en el medio de la nada. Pero... siempre es mejor prevenir que curar.

- Así que... entonces...

 DeFuss podía tranquilamente quedarse en un silencio tétrico durante toda la duración de la interrogación a la bruja. Pero creía que aquella actitud terminaría por incomodar al guía de turistas, quien ya debía estar preguntándose porque desconfiaban tanto de él. Jordan puso todo su empeño en sacarle tema de conversación a aquel introvertido hombre.

- ¿Todo tranquilo aquí en el bayou? ¿La gente te... trata bien?

El agente Bennet había entrado en la vivienda junto con Lewis. En un primer momento, se sintió desconcertado por aquella sala que combinada salón, comedor y cocina a la vez y que pareciese ser el clásico lugar desde el que los videntes de películas solían recibir a los protagonistas. El ranger tardó en percatarse de la presencia de la anciana afroamericana que supo que debía de ser la Bruja del Árbol de la que tanto había oído hablar desde que iniciase la investigación.

-Soy el agente Scott Bennet, de los ranger de Texas -se presentó Bennet, mostrándole su identificación-. Ella es Adele Lewis, del FBI. Queremos hacerle algunas preguntas sobre las desapariciones que llevan sucediéndose desde hace varios. Sabemos que varios de los padres acudieron a usted. Los Tillman, ¿me equivoco? -El agente podía intuir que la anciana pudiera sentirse un tanto nerviosa, por lo que tratando de relajar su tono, declaró-: Será solo en calidad de testigo -Bennet quiso dejarle claro desde el principio que no sospechaban de ella, dado que era imposible que ella por sí sola hubiera podido secuestrar a los niños-. Creemos que su testimonio podría ser de gran utilidad para cuadrar algunas líneas de nuestra investigación.

Moira quedó cubierta de fragmentos de vidrio, cortes y toda clase de restos que habían en el interior de la camioneta, con una de sus piernas atrapada por el cuerpo inmóvil de Sara Blackman, que había tenido la mala suerte de clavarse su propio cuchillo de caza cerca del cuello. Su marido, Seymour, protegido por el cinturón, parecía estar inconsciente.

Movió su cuerpo todo lo que pudo para escapar de la cabina del vehículo tumbado bocabajo, pero no era fácil. A pesar de que no notaba ninguna herida seria, el impacto la había dejado bastante aturdida. Estiró una mano hacia el hueco del parabrisas que había estallado, para agarrarse y tirar de su cuerpo, cuando sintió que alguien la agarraba al mismo tiempo a ella.

—Tranquila, agente Greenwrim, la sacaremos de ahí en seguida —oyó la voz de uno de los agentes del FBI—. Aguante un poco más, estamos llamando a una ambulancia ahora mismo.

Moira pensó cuántas veces más iba tener que visitar el hospital del condado.

—La gente no me trata ni bien ni mal —respondió Dutch Redbear mirando al agente DeFuss a los ojos—. Y si puedo evitarlo prefiero que la gente no me trate. Me limito a hacer mi trabajo.

Guardó silencio un instante mientras contemplaba la lámina de agua verdosa que reflejaba los rayos del sol.

—El bayou está como siempre. Ahora que es verano con muchos turistas ruidosos y molestos. Pero uno tiene que vivir de algo desde que cerraron la fábrica de municiones y el negocio de la madera se lo están llevando a Asia.

Escupió al agua, como si quisiera vaciar la boca de un sabor desagradable. Echó un nuevo vistazo de reojo al policía, sacó un paquete de Lucky Strike y se encendió un cigarrillo sin pedir permiso ni ofrecer ninguno.

La mujer abrió mucho los ojos al ver la placa antes de entrecerrarlos a continuación. Se quedó a medio camino de sentarse en la butaca de ratán y, con gran esfuerzo, se puso todo lo derecha que su ajado cuerpo le permitía para quedarse de pie delante de ella. Pasó rápidamente de mirar al agente Bennet a concentrarse en Adele Lewis a quien estudiaba en silencio.

La mujer policía sintió algo raro con aquella mirada, como si estuviera escrutando sus pensamientos y no pudiera hacer nada para evitarlo.

—¿Por qué se preocupan tanto ahora por esos niños cuando hace cuatro años que desapareció Samuel Tillman? —preguntó de repente y levantó un dedo de advertencia—. Cuidado con lo que digan a continuación, porque de ello va a depender mucho que les responda a sus preguntas o que les pida que se marchen de mi casa.

Y aunque todavía pareciera que seguía en el vehículo dando vueltas, el tiempo había seguido su curso y, cuando quiso darse cuenta, estaba en el hospital que empezaba a visitar casi con tanta frecuencia que la comisaría.

Recordaba retazos sueltos de lo que ocurrió después del accidente: El arrastrarse para salir del vehículo antes de notar unos brazos que la ayudaban y voces que le infundían ánimo; el ver a sus acompañantes, comprobando que uno había muerto antes de gritar que necesitaba al otro con vida; el viaje en ambulancia mientras le explicaban lo que había pasado al encontrarse desorientada y el rápido chequeo médico para comprobar su estado, uno que por suerte parecía solamente magullado. Fueron unos instantes intensos donde lo único que tenía en la cabeza era que tenía lo que quería.

Cuando abrió los párpados tras un breve descanso se encontraba sentaba en uno de los incómodos bancos del hospital con un vaso de plástico lleno de agua a su lado que no había pedido. Miró la pastilla que tenía en su mano, una simple aspirina para aguantar un poco el dolor superficial que tenía ya que, en comparación con Sarah, su cuerpo sólo era un cuadro abstracto de moratones y algunos cortes sin importancia que tardarían un par de semanas en curarse.

Tomó la pastilla con un par de sorbos de agua mientras reordenaba sus pensamientos. Algunos creerían que ese silencio que había mostrado la ranger desde que salió del coche accidentado se podría deber a la impresión de lo ocurrido, al miedo o nervios, pero en realidad tenía una fuerte adrenalina todavía corriendo por su corriente sanguíneo que le hacía incluso soltar una pequeña sonrisa. No le importaba en absoluto que hubiera muerto alguien por el camino, era un “daño colateral” para capturar a un sospechoso que ahora tenía tan cerca que se negaba a soltarlo.

Quiero que llevéis el vehículo a analizar.- Una vez se situó en el espacio tiempo empezó a soltar toda la retahíla de órdenes que estaba organizando, no queriendo saltarse nada.- Huellas, manchas, pelos. Lo que sea, pero pasa a máxima prioridad.- Era el vehículo que les estaba espiando cuando Ben desapareció y el que confirmó que se llevó al muchacho.

Después se dirigió a otro de los hombres del FBI aunque no lo mirara directamente. Su atención estaba concentrada en algún punto de la baldosa del suelo, como si allí tuviera escrita todas sus preguntas.

Sarah y Seymour Blackman. Buscadme toda la información que tengáis sobre ambos y traerme en menos de una hora un informe completo.- Por fin alzó la mirada al hombre en cuestión, para que supiera que estaba hablando con él.- Quienes son. En qué trabajan. Dónde viven. Los últimos movimientos que hicieron… quiero todo lo que encontréis.- Estaba pidiendo de más, lo sabía, pero necesitaba saber lo máximo posible para terminar de ligarlos con el caso.- Aparte pedid las pertenencias de ambos. Comparad las huellas de los zapatos con los encontrados en el Bayou y pedir una muestra de ADN.- Recordaba perfectamente ver la tierra en los zapatos de ambos, una que podía pertenecer al Bayou.

Se bebió el resto de agua que quedaba de un solo sorbo antes de estrujar el vaso entre sus manos. Se incorporó al no poder mantener más tiempo sentada, notando que su cuerpo empezaba a quejarse con molestias que le provocaron una pequeña mueca de dolor que rápidamente omitió. Ya tendré tiempo de descansar.

Por último llama al Sheriff Smith y dile que asista al hospital por petición de Greenwrim. No le digas motivo.- Lo quisiera o no, necesitaba en esos momentos a Smith para un reconocimiento facial. Él era el que más parecía conocer a McKnight y, con suerte, reconocería a Seymour como uno de los “Manson”.- Eso es todo.- Dudaba que lo fuera, pero al menos tenían trabajo de sobra como para ponerse a actuar.

Mientras tanto Moira se dirigía a la habitación donde descansaba Seymour, queriendo quedarse en el interior mientras el hombre despertaba. Quería presenciar quién entraba y salía antes de que las pruebas llegaran, como si temiera que alguien pudiera hacerle callar en su ausencia.

-Sabemos que el sheriff Smith y el sheriff Taylor no han movido un dedo por buscar a esos niños -confesó Bennet a la Bruja del Árbol, queriendo ser completamente sincero con la anciana-. Pero a mí y a mi compañera nos enviaron un informe sobre varias de las desapariciones desde la oficina del sheriff Taylor. Alguien quería que viniéramos aquí. Ella -miró hacia la agente Lewis- y su compañero también están aquí porque apareció el cuerpo de una de los niños. Theresa O'Hara.

El ranger intuía que de lo que dijera dependería en gran medida lo que fuera a contarles la Bruja del Árbol y habían llegado muy lejos como para arriesgarse a que les pidiera que se marcharan por no ser completamente sinceros, por lo que decidió seguir en el mismo tono.

-Han seguido desapareciendo niños durante estos cuatro años -aclaró, aunque suponía que la Bruja del Árbol ya lo sabría-. El último de ellos hace apenas dos días. Queremos poner fin a esto y encontrar a los responsables.

 Aquel hombre hablaba demasiadas verdades para una charla casual en un bote en el medio de un pantano. Jordan no esperaba encontrarse a alguien que compartiese su filosofía aquel día, pero quizá realmente iba a disfrutar una conversación casual para variar.

- Te entiendo. Es común que cuando intentas hablar con los demás, te das cuenta de que nadie tiene algo interesante para decir... pero bueno, elegí ser detective, y hablar con la gente es la moneda corriente en mi oficio...

 Aún así, tenía que intentar sacarle jugo a todo lo que hacía. Información, gestos, actitudes de Dutch que le dieran algo de intel respecto a todo lo que pasaba en aquellos condados. Lo de la situación económica desventajosa era interesante, aunque Jordan no lograba formular preguntas profundas sobre el tema sin correr el riesgo de que el guía se cerrara de vuelta.

- Así que va mal la cosa por aquí, ¿eh?...

 No queriendo arriesgar la oportunidad de parecer entrometido o tendencioso, el veterano detective decidió ir a un tema más trivial. Dejó pasar unos segundos para preguntarle por su pickup.

- He visto que tienes un Ford en tu garage... ¿máquina nueva? ¿Para el trabajo o eres aficionado a las ruedas? Seguro viste el Lincoln con el vinimos. Es una belleza, pero me provoca dolores de cabeza cuando quiero encontrar repuestos.

Los primeros resultados que llegaron a primera hora de la tarde arrojaron un resultado negativo en cuanto a las huellas de los Blackman y las encontradas en el escenario del crimen del bayou. Sin embargo la oficina del sheriff Smith entregó algunos datos relevantes sobre el matrimonio que, unidos a las pesquisas de los investigadores, sirvieron para hacer un breve perfil de los Blackman:

Seymour y Sarah Blackman, con domicilio en Smithland, condado de Marion. Sin oficio actual reconocido, aunque ambos han trabajado en la fábrica de municiones Longhorn de Karnack, condado de Harrison. Ambos poseen antecedentes por agresiones, escándalo público y uso indebido de armas de fuego. Son socios de la NRA, la Asociación Nacional del Rifle y fieles de la iglesia del pastor Donald Rumsfeld. Se rumorea que son dos supremacistas blancos con algún vínculo con el capítulo del KKK en el estado vecino de Arkansas, pero es un hecho que no está probado. Una vecina del matrimonio, Lisa Springfield (93 años), asegura que tanto los Blackman como el pastor Rumsfeld son un culto de herejes, sin que se haya podido corroborar esta afirmación más allá del testimonio de la señora.

A primeras horas de la noche el mismísimo sheriff Zacharias Smith en persona atravesó las puertas del hospital del condado, acompañado por el alguacil Skinner. La situación se volvió especialmente tensa cuando el jefe Taylor y dos de sus ayudantes se encararon con ellos y les recriminaron la falta de apoyos durante todo este tiempo.

—Sargento Greenwrim, dígale a este individuo que si sigue con esta actitud será el responsable de que me marche y no lleve a cabo identificación alguna —provocó Smith.

—¡A estas alturas tu ayuda vale lo mismo que una mierda seca, maldito gilipollas! —explotó Taylor en un arranque de furia completamente inusual en el veterano policía.

—¡Tanto dolor! —gimió la Bruja del Árbol y se dejó caer pesadamente en la butaca de ratán—. ¿Cuántos niños han desaparecido? ¡Oh, Señor, sus voces y sus llantos! No puedo quitármelos de la cabeza. ¡Llamaban a sus padres y pedían auxilio! Pero nadie les ayudaba... Se lo dije a los Tillman y a otros; pero ninguno me creyó.

La mujer miró a los agentes con los ojos anegados y el rostro completamente desencajado. Apretaba en su puño derecho la tela colorida que cubría la mesa y movía la cabeza de un lado a otro. Su desconsuelo y abatimiento eran totalmente sinceros y, por algún extraño motivo, los dos agentes de policía lo sintieron casi como si fuera el suyo propio.

—Tienen que encontrarlos a todos... Entregar los huesos a sus familias... —la voz se le fue apagando hasta convertirse en un sollozo—. El mal no ha parado de crecer en los pantanos durante estos últimos años... Puedo sentirlo. Noto cómo va ahogando el lago y el bayou...

-Dieciséis, contando a Benjamin McKnight -respondió Bennet a la pregunta de la Bruja del Árbol, con expresión seria.

El ranger observó cómo la anciana se desmoronaba, comenzando a llorar. Su dolor era demasiado vívido y sincero, y Bennet no pudo evitar percibir que él también era capaz de notar ese dolor como propio. Estaban cerca. Bennet estaba seguro de que el padre Rumsfeld, Tim Mortimer y los Manson eran los responsables, aunque aún no tuvieran nada que ayudase a señalarlos como culpables.

-Encontramos un colgante en el trayecto por el que se llevaron a la pequeña de los O'Hara y, posteriormente, también un embarcadero. Uno de los embarcaderos desde los que se llevan a los niños al interior del bayou -aclaró Bennet, dirigiendo una mirada a Lewis al notar que se hallaba un tanto callada-. Ambos poseían este mismo símbolo. ¿Sabría reconocerlo?

El agente Bennet le mostró entonces la fotografía del símbolo que había encontrado mientras se adentraba en el bayou junto a Lewis siguiendo el recorrido de los captores de Theresa O'Hara. Lo más probable es que la anciana no conociese el símbolo, pero tenía la esperanza de que pudiera decirles algo al respecto.

No fue hasta que tuvo el informe de los Blackman en sus manos que se percató que había estado bastante confundida durante las anteriores horas. Después del desmayo en el hospital no había tenido tiempo de descansar, usando incluso el escaso tiempo libre en trabajar o investigar, liando algunos conceptos tan importantes que le podrían haber ocasionado más de un problema si alguien se enteraba.

Se apretó el puente de la nariz al notar un fuerte dolor de cabeza, sobre todo cuando las voces de los dos sheriff que supuestamente estaban ayudando en el caso se acercaban a ella, lanzándose puyas como si de niños se tratase. Moira se encontraba tan cansada que no quería ni modelar su genio, sobre todo después de saber que había cometido un fallo.

En cuanto tenga un minuto libre llamaré a vuestros padres. De paso añadiré en la explicación que dos hombres de huevos viejos están priorizando meterse mierda antes que trabajar en caso de desaparecidos.- Sí, estaba cabreada, y verles de esa tesitura tan infantil la mosqueaba más.- Les he hecho llamar yo. Si tiene algún problema, puede llamar a mi superior.- Especificó en esta ocasión a Taylor, dirigiéndole una afilada mirada antes de girarse hacia Smith.- A poder ser vamos a avanzar un poco para encontrar a Ben, ¿les parece?

Tenía los brazos en jarra, con el informe en una de sus manos doblado y un cansancio evidente en el cuerpo. No quería estar soportando continuas riñas aunque ella misma los hubiera llamado, siendo perfectamente capaz de echarlos a ambos con tal de no escucharlos.

—Dieciséis, ¡Dios Todopoderoso! —las lágrimas corrían por el rostro de la mujer y se las secaba con un pañuelo de tela arrugado antes de mirar la foto que le había tendido el sargento Bennet—. No, lo siento, no me suena de nada. No creo que tenga que ver con esoterismo ni con asuntos similares... ¿Podría ser algún tipo de amuleto inventado por el secuestrador? Los psicópatas suelen mostrar algunos rasgos fetichistas, en ocasiones retorcidos e incomprensibles. O tal vez lo han confundido con alguna marca de los furtivos.

La Bruja del Árbol miró de nuevo la foto y negó con la cabeza. Seguidamente tomó algo de aire para calmarse y se recostó en la butaca cerrando los ojos.

—¿Y usted que opina de todo esto, agente... Lewis? —preguntó a la mujer del FBI sin abrir los ojos.

Dutch Redbear torció el rostro en una media sonrisa. La primera que el agente DeFuss había visto en su cara.

—No entiendo una mierda de coches, agente. La camioneta es una herramienta, como esta o esta —señaló la barca y luego la escopeta—. La vida en esta región siempre ha sido una mierda, sobre todo por culpa de la gente —hizo una pausa breve—. La gente siempre lo jode todo, ¿verdad? Solamente podemos confiar en nosotros mismos y en la ayuda del Señor.

Arrojó la colilla al río, escupió y le dio un sorbo a una petaca que llevaba en el bolsillo trasero; de nuevo, sin pedir permiso u ofrecer un trago al policía.

—La verdad es que no sé que esperan que les diga esa vieja chiflada...

El sheriff Smith actuó como si la bronca no tuviera nada que ver con él, pasó al lado de Taylor dedicándole una sonrisa de triunfo y caminó en la dirección que le indicaba la sargento Greenwrim acompañado de su leal Skinner.

—Te voy a echar de menos cuando te vayas, pelirroja —le confesó—. No por mucho tiempo, pero lo haré.

Entraron en la habitación de Seymour Blackman y un agente del FBI alto, grueso y con cara de vulgar oficinista, dejó su revista de crucigramas a un lado para ponerse de pie y dejarles pasar. El detenido continuaba inconsciente debido a los sedantes.

—Sin duda es el cabrón de Seymour —confirmó el jefe Smith—. ¿Sabe ya que su mujer ha muerto? Porque cuando se entere van a tener que ponerle grilletes también en la otra muñeca. Este hijoputa no se anda con chiquitas.

Al entrar en la habitación de Seymour, Moira buscó apoyo en la pared contraria a la camilla donde el hombre todavía descansaba, queriendo tener una panorámica completa.

Todavía no ha despertado, estamos esperando.- Desconocía si Smith era consciente de cómo llegó Seymour al hospital, y teniendo en cuenta que tampoco pareció preguntar lo dejó estar.- Pero no te he hecho llamar sólo para eso.- Extendió la mano hacia Smith para pasarle el informe de los investigadores sobre los Blackman. Dudaba que el sheriff desconociera esa información y seguía sin confiar en él, pero al tratarse de Ben parecía ser más ducho a hablar.- ¿Recuerda cuando nos llevó a mi compañero y a mí a Cypress Chapel? – Señaló al encamillado de un golpe de cabeza.- Él y su mujer nos estaban espiando. Cuando me di cuenta se marcharon, pero me quedé con el vehículo.

Ahora que tenía las manos libres, aprovechó para cruzarse de brazos, todavía mirando la camilla, mientras comenzaba a relatar.

Esta mañana había quedado con otra persona, iba a llevarme a una ruta de investigación.-  Prefirió omitir el nombre de Leo y los indios, un destino que todavía quedaba pendiente.- Mi acompañante esta mañana decidió “cambiar de planes”, alegando que los Blackman serían los encargados de llevarme.- No pudo evitar soltar una leve sonrisa. En ese momento estaba emocionada de encontrar el vehículo y ahora esa adrenalina seguía en su cuerpo.- Era perfectamente consciente de que se trataba de una trampa, sobre todo porque reconocí la furgoneta, pero quería ver a dónde iban a llevarme realmente o qué querían hacer.- Se apartó de la pared, esta vez para girarse hacia Smith y Skinner.- ¿Cómo debería tomarme que unos “mercenarios” de Rumsfeld intentasen matarme tras claramente estar espiándonos? – Le dedicó una sardónica sonrisa, queriendo saber su respuesta.