Partida Rol por web

 Los dos agentes no perdieron más tiempo y se dirigieron al Cuartel de Policía, esperando poder comunicarse con la persona de mayor poder en la ciudad. Por ahora. No solo era importante comunicarle a Donna que el asunto de la venta ilegal de cigarrillos había sido resuelto (si bien los detalles no eran de la incumbencia de la comandante) sino que además avisar del posible golpe de los piratas podía ser valioso. Aunque dependería de los agentes ver cómo jugaban sus cartas.

 Al llegar al Cuartel de Policía, lo primero que vieron fue a aquel general anciano que habían conocido el día anterior, Wally Wok. El hombre estaba leyendo algunas cartas que se podía ver le habían llegado desde diversos puntos de la isla, quizá eran bitácoras de otros generales. Aunque al ver a aquel dúo de agentes entrar al cuartel, se paró y se fue por un pasillo rápidamente...

 Para volver acompañado ni más ni menos por Donna Wen, cuya presencia seguía siendo igual de imponente que el día anterior. Incluso estando ellos cuatro en la habitación, sin soldados ni armas a la vista, aquella mujer tenía el semblante más amenazador por lejos.

 La mirada de la mujer estaba fijada en ambos agentes, aunque principalmente en Jones. Después de todo, él había sido quien había logrado impresionarla más el día anterior. Aunque no habría impresiones suficientes para satisfacer a aquella comandante a menos que vinieran acompañadas con resultados. Por suerte para los agentes, ellos también tenían eso.

Algo deben haber hecho ustedes dos... según me dicen los patrulleros en las calles, la presencia de cigarrillos se redujo casi en su totalidad... ¿cómo les fue?

 Había un cierto tono de impresión en la voz de Donna, algo que incluso impresionó al General Wok que se encontraba a su lado. Es que ver a aquella mujer no gritar durante más de cinco minutos parecía un evento único. Aunque dependiendo de las respuestas de los agentes, el griterio podría comenzar dentro de poco.

 Con un pequeño saludo y un "hasta luego", Ivanov quedaba solo en aquella misión nuevamente. Sus dos compañeros iban a encontrarse con una de las mujeres más importantes del régimen y su otro compañero estaba desaparecido en acción. Y ni hablar de lo que estaba haciendo el compañero del Vaticano. Parecía que el agente estaba destinado al trabajo en solitario, como si fuese un arisco y penumbroso lobo ártico que recorría las estepas heladas de la Siberia...

- ¡Hey, rusky! No me vas a dejar morir de hambre, ¿no? ¡Vamos! Yo sé que tu corazón no puede ser taaaan frío... ¡por favor!

...aunque pocos lobos de la Siberia estaban acompañados por ratas tan charlatanes y molestas como aquel pirata. Si Danny era el remedio a la soledad, quizá la compañía no era el peor de los problemas de Ivanov. Y en aquel momento, si quería comunicarse con la Agencia, tener la menor compañía posible sería la mejor idea.

 McTaker había tomado la ruta violenta y, en cuestión de segundos, fue capaz de montar un explosivo peligroso con la capacidad de destruir autos y, seguramente, matar a las personas que estaban dentro de aquel vehículo. Como la soldado que veía aquella situación con sudor frío corriendo por su frente. Por suerte para ella, el comandante no se quedó quieto mientras el intrépido americano realizaba toda aquella parafernalia.

 De hecho, el comandante mostró una increíble habilidad en el manejo de su cuerpo; pues, en cuestión de un segundo, interceptó la bomba en el aire con su pie y de una patada la mandó a volar en el aire...

...y luego desenfundó de su pantalón una pistola con la cual apuntó a la bomba en el aire. Con tanta buena puntería y precisión que le dio a aquel explosivo que flotaba por el cielo de aquella oscura noche. Produciendo una explosión en el aire similar a la de un fuego artificial. McTaker había hecho una buena bomba en efecto.

 Pero el show de aquel hombre no terminaba con aquello, puesto que todavía faltaba la frutilla del postre. Puesto que la advertencia que el comandante le había dado a McTaker había sido premonitoria del riesgo que iba a correr el americano: en cuestión de un abrir y cerrar de ojos, Ted estaba frente a él. Dispuesto a dar el puño de gracia en el rostro de aquel fanático confeccionador de bombas que, quizá, no había medido bien las consecuencias de sus locuras ochentosas.

Mala elección... Paco.

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 El arquitecto deja salir una pequeña sonrisa bajo su tupida barba al ver que el cardenal se dispuso a ser más sincero (algo que no le había pasado muchas veces en aquella isla). Antonio se vuelve a sentar, arrimándose un poco más a su compañero de charla. Y le mira directo a los ojos con una profundidad pocas veces vista. Era aquella sensación de ser mirado por alguien que te conocí desde hace más de 40 o 50 años.

- ¿Tu conoces la historia del naufrago y los tres botes? Por supuesto que debes conocerla, Gius... de aquel hombre que estaba convencido de que Dios lo iba a salvar de su naufragio y no aceptaba la ayuda de los demás. Una y otra vez rechazaba ayuda. Porque solo la mano divina del Señor bajaría a ayudarle...

 Un poco de angustia se amontona en la garganta del viejo arquitecto; narrar historias religiosas luego de haber dejado el Vaticano atrás en su vida era algo duro. Pero las historias religiosas siempre tenían alguna moraleja interesante, y aquella historia le servía a Antonio para ilustrar el predicamento de su antiguo compañero.

- ¿Realmente lo que estás haciendo es justificable, mi amigo? Si Ian no fuera mi pupilo, no hubieras dudado en jalar el gatillo. Creo... creo que tu eres el naufrago, Giuseppe.

Giuseppe miró hacia atrás, por si alguien los estaba escuchando, entonces se volvió a girar hacia su antiguo compañero, en verdad comprendía perfectamente lo que estaba diciendo pero aún con todo, el Hombre de Dios se mantenía firme en sus creencias que él estaba haciendo lo correcto.

-Quizás mis acciones ahora mismo estén causando dolor a unas cuantas familias y amigos. De eso soy responsable único y directo y quizás lo pague en un futuro. Pero tienes que entender que una sola viuda que llore la muerte de su marido es mucho mejor que las masacres que vendrán.

Giuseppe señaló hacia atrás, hacia los piratas.

-Si voy a usar una herramienta para resolver el Régimen y salvar a esta gente de los horrores que me han contado y los que he visto, prefiero que esta herramienta se pueda desechar. ¿O acaso crees la bucólica idea de que "Todos se levantaron en armas, las que pudieron encontrar, hoces, martillos y azadas; todos contra un ejército bien armado y por medio del poder del amor el ejército enemigo cayó derrotado"?.

Negando nuevamente con la cabeza, Giuseppe volvió a hablar.

-Prefiero usar a Piratas para desestabilizar el Régimen para cuando el pueblo se levante no se enfrente a soldados bien armados, a puestos fortificados con metralletas ni a morteros. ¿Los Piratas van a gobernar la Isla?. Por supuesto que no, pagarán por sus crímenes pasados de saqueos, asesinatos y pillajes... o quizás sean exonerados por sus servicios, eso ya no me incumbe... Solo sé que prefiero darle un arma y lanzar al campo de batalla a un violador que a un niño. 

La despedida con Vlad fue dura, pues no sabía si le iba a ir bien en aquello que iba a hacer, igualmente Jack le dio una palmada bastante sonora en la espalda a su compañero. - Que no te pillen con vida, Vodka. - dicho esto se marchó con su "esposa" a continuar con la tapadera con la que estaban ascendiendo en la escala militar.

Al llegar a los bloques, allí les estaban esperando los dos cabecillas del grupo. Miró a su compañera, ya que ella era la que solía ser la cabecilla inteligente del grupo, pero decidió adelantarse aprovechando que él había estado más tiempo con los niños. - Pues nos fue bien, les metimos miedo a los críos y se marcharon del lugar. También vino un tipo grandote, su protector imagino, pero nos encargamos de él. - se bajó las gafas de sol, para mostrar los moratones que aún pudiera tener. - Y no fue fácil.

Se volvió a subir las gafas y entonces se cruzó de brazo. - Pero todo sea por crear una utopía aquí, en la Isla Shuriken. ¡Ningún precio, ni moratón es demasiado alto! - sentenció con firmeza Jack, antes de quedarse sin saber que más decir.

 La mujer escucha con atención el relato de Jones. Aunque corto y conciso, fue suficiente para dejar una buena impresión en la comandante. Incluso una pequeña mueca de satisfacción se pudo ver en su rostro. Era evidente que la Donna Wen que habían conocido el día anterior era solo una faceta de aquella mujer. No era solo una persona que golpeaba a sus empleados y se enojaba irracionalmente con ellos cuando estos hacían las cosas mal... tenía un lado más suave.

- Lamento que hayas resultado lastimado, Jack... pero has realizado un trabajo muy importante. Sacar este veneno que es el cigarrillo de las calles es de gran importancia para mejorar este país.... Y ahora-

 Zaheera, quien había mantenido un silencio prudencial hasta el momento frente a aquellos dos cabecillas, no aguantó más y sintió la necesidad de interrumpir a Donna para hablarle sobre la amenaza de la que se habían enterado de parte del pirata prisionero. Después de todo, era importante dar a conocer su éxito con la destrucción del mercado de cigarrillos; pero quizá estaban perdiendo tiempo valioso vanagloriándose en una victoria pasada.

- Discúlpeme, comandante... es necesario que le hablemos también de las amenazas de las que nos enteramos mientras realizábamos la misión. Hemos descubierto que los piratas de los que le hablamos ayer están planeando un golpe contra su mandato aquí en Los Bloques... y que lo más probable es que ataquen la zona de construcción; viendo que aquel es su proyecto más importante en la ciudad. Nosotros-

  Había sorpresa en las expresiones de Donna y el general, viendo como aquella chica interrumpía a la comandante y comenzaba a hablar de un posible golpe pirata en la zona de construcción. Y si bien los agentes sabían que Donna despreciaba con todo su ser a los piratas, había duda en su rostro respecto a lo que estaba diciendo Zaheera. Como si un ataque al punto más importante de la ciudad para el régimen por parte de un puñado de piratas fuera difícil de creer.

 El general compartía la misma expresión de incertidumbre que su superiora.

- ¿Los piratas están aquí hace menos de un día y ya van a atacar nuestro lugar más vigilado y resguardado? Discúlpeme, jovencita, pero suena a que la información que recolectó es poco fiable...

Yo eh... - comentaba algo confuso, la verdad es que convencer a la gente con palabras no era el punto fuerte de Jack. - Yo también vi tipos extraños merodeando la zona, había uno con un loro en el hombro y un parche en el ojo, debe ser un pirata. - afirmó sin saber muy bien que decir. - Yo me encargué del tipo que comentaba antes, por lo que la que debió enterarse de algo fue aquí mi parienta. - comentó señalando a Zeta, esperando que salvara la situación.

-Estaré bien, Z.- El agente le hizo un guiño a la morena, y dibujó una mueca al sentir la palmada en la espalda, que lo hizo inclinarse unos centímetros hacia adelante. -Nos veremos para tomar algo, en esta vida o la siguiente.- Se despidió a su vez de Jack, mirando a Zeta. -No dejes que le ocurra nada.- Pidió al canadiense en referencia a la agente.

Y con esas, los vio alejarse de camino a su misión.

Ignorando las palabras de Danny el pirata de momento, Vladimir se dispuso a ponerse en comunicación con la gente de la Agencia, específicamente con Nyala.

 Las palabras poco convincentes del grandulón, combinadas con la poca confianza que Donna había desarrollado en Zeta el día anterior, hicieron que la comandante no se tomase en serio las advertencias de los agentes. Aunque, debido al buen trabajo que habían realizado con el tema de los cigarrillos, no fue severa con aquel par de "crédulos" y solo desestimó los rumores que la habían traído.

- Suena a pescado podrido... pero si realmente creen que puede haber algo, vayan a investigar. No voy a mandar a más hombres a la zona de construcción, pero ustedes pueden dirigirse allí y echar un vistazo si lo desean.

 Y con eso, Donna cerró la boca y dio media vuelta para desaparecer por el mismo pasillo por el que había venido. Todo indicaba que la mujer no les iba a dedicar más tiempo a Jones y Rajah.

 La mirada de Zeta se mantuvo imperturbable hasta que Donna y el general dejaron de mirarles. Ahí fue cuando su ceño se frunció, mostrando frustración al no poder convencer a las autoridades del peligro que se avecinaba. Un poco de su frustración estaba dirigida hacia su compañero, el cual tampoco había logrado convencerlos. Pero decidió no  hacer reclamos o quejas en aquel momento. Tenían permiso para ir a la zona de construcción; eso era algo.

- Será mejor que vayamos a la construcción cuanto antes... no recibiremos ayuda por aquí...

 Prendiendo y habilitando el walkie-talkie para hablar con la base de La Agencia, Ivanov busca establecer conversación con la Encargada de Comunicaciones. La mujer había demostrado ser una buena confidente respecto a los problemas que agobiaban al agente soviético... aunque hasta el momento poco pudo hacer ella personalmente por ellos. Por lo menos, de toda la gente en La Agencia, era la que había parecido más preocupada de la situación de la isla.

Nyala: ¿Hola, probando?... ¡¿Agente Ivanov, es usted?! ¡Que bueno poder hablar nuevamente! Me tuvo preocupada al no haberse comunicado desde la última vez que hablamos... Dios, siento que fue hace semanas y solo fue hace algunos días. Esta misión es particularmente estresante... ¡Discúlpeme, estoy hablando demasiado! ¿Cómo está usted? ¿En que condición se encuentran sus compañeros y la misión? Luego del avance que pudimos hacer en Villa Obikanui, no hemos recibido muchas noticias...