Partida Rol por web

El nosferatu, espero pacientemente su turno, escucho cada palabra de sus compañeros de mesa con la atención debida y respondiendo con un leve asentimiento de gratitud con la cabeza, cualquier mención a su persona. Una vez llegado su turno, procedio a hablar:

- Respondiendo a la Dama diré que no tengo inconveniente en cambiar de lugar para nuestros encuentros, aunque creo que estos deberían ser en estos lugares, cuanto menos mejor, podemos intercambiar información por otros medios.-  El nosferatu, tiende a hablar con la cabeza agachada, quizas por su condición de clan, quizas porque esconde otro rostro, pero cuando se da cuenta de su debilidad, sube el rostro y los mira uno a uno a los ojos. - En cuanto al maestro Ripoll, no creo que tenga conocimiento de las debilidades de su aprendiz, aunque el mismo puede haber sido tentado, una entrevista con él, más allá de la información que nos pueda dar sobre su aprendiz, puede ser muy aconsejable, puede haber visto u oido algo, que ni el sepa que es importante, ó como ya he indicado, puede que hubiesen querido llegar a él a través de su aprendiz.- Aqui hizó una leve pausa, no sabe bien porqué, quizas le parecia apropiado, todos la habian hecho, y pudiera ser descortés el no hacerla. - Maese Aymar, no le falta razón al apuntar a las viejas historias, y precisamos un conocimiento de estas monedas y de toda la historia que gira sobre este asunto, intentaré averiguar algo por mi cuenta independientemente de si realiza su investigación, os informaré a usias de lo que averigue. - 

- Me parece bien, hacerle una visita al maestro mañana al anochecer, tal y como ha apuntado Maese Andrei, aunque no se si es buena idea que la hagamos los cuatro. Creo que lo más conveniente es que vayan dos y otros los otros dos esten en las cercanías de apoyo, aunque lo que decidan se hará. 

Una vez dichas estas palabras, cruzó los brazos, se apoyó en el respaldar de su asiento y se fijo en sus rostros de manera casual, esperando pacientemente su nuevo turno.

La vela oscila haciendo llorar lágrimas de cera a la vela que la soporta, haciendola menguar poco a poco a medida que avanza la velada. En la mesa , junto a la vela, descansa una jarra llena de vino, sin "tocar",cortesia de la taberna con el objeto de amenizar las "negociaciones", bien es sabido que el vino y la comida hacen más livianos tales menesteres.

Poco a poco, los asistentes iban trazando un curso de acción a tomar. Ellos, seres inmortales, perfidos y desconfiados por naturaleza obligados a colaborar por una extraña coincidencia y por capricho de una persona. A veces el destino, cruel e impacable tenia un extraño sentido del humor ... .

Alguién llama a la puerta quedamente, uno de los asistentes abre, mostrando a una joven, una de las camareras de la taberna, posiblemente hija del dueño.

-Buenas noches- saluda con voz infantil y cabeza gacha -¿desean los señores y señora más vino o comida?-

Recibida respuesta se retira haciendo un leve saludo con la cabeza en señal de respeto, cerrando la puerta suavemente, sumiendoos de nuevo en la silenciosa intimidad de la habitación.

Reflexivamente, escuché las distintas intervenciones de los cainitas y sopesé sus distintas propuestas de forma detenida. ¿Qué había de malo en dedicar largos minutos a sopesar una opinión desde todos los ángulos si se tenía toda la eternidad por delante? Y no solo sopesé sus palabras sino también lo no dicho, los gestos, los movimientos de las manos, el tono de voz, la sombra que de vez en cuando cruzaba por sus ojos. Poco a poco, minuto a minuto fui haciéndome una imagen de cada uno de ellos, atesorando información que sabía que en el futuro me sería útil. Cuando el cruzado hizo un gesto cortés en mi dirección se lo devolví con igual gracia, y de igual manera correspondí al gesto del nosferatu. Incluso cuando éste alzó la cabeza mientras hablaba y nos miró por turnos me atreví a sonreir levemente, aunque desapasionadamente.

Una joven sirivienta llamó a la puerta interrumpiéndonos, y tras tratarla con gentileza la despedí de manera educada antes de volver a hablar.

- Sin duda, la idea de que solo vayan maese de Mondragón y maese Obertus me parece acertada, el ardite de saberse investigado por la Santa Madre Iglesia puede ser suficiente para hacer hablar al bueno del maestro carpintero. Sin embargo, igual de importante es, no tanto lo que les diga, sino lo que no diga y, sobretodo, lo que haya en su taller y morada. ¿Quizás puedan aprovechar la excusa de su investigación para hacer un registro de sus posesiones y del sitio?- sugerí en tono lógico mientras miraba al cruzado y al monje.- En cuanto a mi, por supuesto, estaré encantada de esperar a una prudente distancia  en compañía de maese Cabrera mientras se reunen con él- incliné la cabeza en dirección a éste- Aunque, he de decir que, si nos es propicio seguirle, dudo mucho que mi propia persona sea de ayuda en este menester- me encogí de hombros con frialdad. Llevaba mucho tiempo en la misma posición, así que descrucé las manos y me recliné en el asiento con gesto delicado- Convendría además reunir cierta información antes de la visita sobre el maestro carpintero, como si tiene esposa o familia, cuantas personas suelen vivir con él, y cualquier otro tipo de detalle que les pueda ayudar en su misión- dejé caer pensativa, bajando la mirada para centrarme en mis pensamientos. Al hacerlo, la luz de las velas hizo destellar las piedras que adornaban mis pendientes y suavizó las líneas de mi rostro pálido. Tras un largo silencio alcé la mirada- Como he dicho antes, pondré inmediatamente a mis contactos a investigar cualquier pista que nos pueda ser de utilidad y espero poder contar con algo de información mañana por la noche. Por lo demás, estoy de acuerdo con maese Mondragón respecto a investigar qué tipo de enemistad existe entre Su Excelencia y la familia Barca. El conocimiento que reside en los libros y escritos es, evidentemente, una de mis mayores competencias, así que procederé a ahondar en ello. Si bien ha apuntado maese Obertus la relación que puede haber entre ellos propablemente se deba a viejas rencillas originadas en las guerras púnicas, saber más sobre ello puede darnos información sobre el estado actual de las cosas- añadí mirando al monje con sonriendo amablemente. Mis ojos se demoraron en su rostro unos cuantos segundos antes de mirar al resto. Hice un gesto al cruzado indicándole que podía hablar si así lo deseaba.

yap pero yo veo que la presencia deberia tambien funcionar en plan asalto a un castillo. vas poco a poco minando la resistencia y si alguna vez lo logras, sigues en ello y la siguiente vez debe de costar menos ¿no?

El cruzado escuchaba atentamente a la muchacha, perdido en aquellos brillantes ojos claros que parecían haber visto tanto. No la reconocía, ni tampoco había escuchado jamás su nombre. Se merecía una buena charla con aquella mujer. Quién podía saber hasta donde llegaban los lazos de la sangre.

- Bien, entonces creo que eso es todo lo que podemos decidir por hoy. No tiene sentido que os hagamos perder más tiempo, noble dama. Aprovechad el resto de la noche en vuestras pesquisas. Y vos también, Fernando. Mañana podremos reunirnos a primera hora de la noche en este mismo lugar para decidir el siguiente curso de acción.

Iba a ponerse en pie para dar por concluída la reunión, pero pronto reparó en la única mujer del grupo y se detuvo. Le dedicó una educada reverencia, invitándola a que iniciara el camino.

Como era habitual en muchos Brujah, el cruzado en seguida mostró su carácter dado a pasar a la acción inmediatamente. Una sonrisa fría animó mis labios mientras observaba cómo se levantaba. Volviéndome al resto enarqué una ceja.

- Efectivamente, poco más se puede decir...¿alguna de vuesas mercedes tiene que añadir algo? - indagué aún sin levantarme del asiento. Mirando al cruzado brevemente le hice un gesto de disculpa.

Al oir tales palabras, lo mejor era la calma y la prudencia. Tal y como era de esperar los mayores nos mandaban a la cama - ironizé para mis adentros -  bueno, no importa, tampoco se puede eternizar esta reunión.

Fernando hizo un leve gesto hacia maese Andrei, por si queria pronunciarse, prefería mantener la etiqueta antes de hablar.