Partida Rol por web

El brujah levanta la espada con energia, dispuesto a cortar en dos a la bestia y entonces ... entonces ... entones, la espada vuela pero en sentido contrario. Libre de sus manos cae a varios metros de distancia, produciendo un tintineo metalico.

La bestia se levanta estirandose en toda su longuitud, Aymar apenas le llega al pecho, sus garras chaquean con la promesa de dolor, mucho dolor.

El encapuchado corre y corre calle arriba, seguido de Aspasia y Fernando, muchos son los metros que los separan de su presa, pero aún asi no se desaniman.

El monje, con sus manos convertidas en garras se acercaba lentamente a la refriega,  los dos soldados, mortal e inmortal, plantaban cara a la bestia, el último desprovisto de su frío acero.

Aspasia corrío y corrió dejando atrás a Fernando, manteniendo la distancia con el encapuchado. Llegados un punto, el encapuchado gira en un esquina metiendose en otra callejuela.

La primera en llegar es Aspasia, con la esperanza de seguir la persecución, y ... y entonces, nada. No hay nadie corriendo por el callejón. Al rato llega Fernando tan solo para encontrarse con la misma escena, ni rastro del encapuchado.

Aspasia tuvo que hacer uso de todo el autocontrol que había aprendido durante sus años de no vida para no ceder al impulso de destruir algo cuando al torcer la esquina, se encontró con una calle vacía. En su lugar canalizó toda la rabia que sentía en centrarse en encontrar una pista de por donde había ido. Sin pararse un segundo a pensar comenzó a mirar hacia los tejados y los portales de las casas, murmurando juramentos en su idioma natal, único desliz que se permitió en el control de sus emociones.

- ¿Le llegásteis a herir? Quizas podamos rastrear el olor de la sangre...- apuntó un poco insegura para lo que solía mostrarse. Si por algún casual se había ofuscado como hacían los nosferatus y probablemente por lo que había visto lo habría hecho, poco más podía hacer ella- Sino quizás también se ha podido meter en las alcantarillas- sugirió en voz baja volviéndose hacia su compañero goliardo. Durante la carrera, la capucha que había cubierto su rostro había resbalado hacia atrás y la plateada luz de la luna iluminó sus facciones, resaltando sus pómulos y sus ojos. Tenía el pelo rizado ligeramente revuelto pues varias de las horquillas que sujetaban su peinado se habían perdido por el camino y si hubiera sido humana sin duda gotas de sudor hubieran perlado su frente. Ahora, sólo el desajuste de ropas y cabello y su expresión ligeramente salvaje, más parecida a la de un depredador que a la de una dama, dejaban traslucir la excitación que la persecución le había provocado.

El barbudo monje se acerca andando , con las manos convertidas en letales garras, intenta coger por la espalda a la bestia, pero está viendole venir, obedeciendo a una inteligencia animal, da un par de pasos atrás para encarar al atacante.

Las garras del monje cortan el aire en dirección a la bestia, está hace lo propio con la inteción de bloquear el ataque, pero fracasa parcialmente, aunque el golpe ha sido desviado ha encontrado su destino.

Las garras del monje se clavan en la dura piel de la bestia haciendola gritar de dolor, sangre negra mana del pecho de la bestia, seguido de un olor nausabundo que hace arrugar la nariz al pobre mortal que os acompaña.