Partida Rol por web

Ladeo la cabeza. Probablemente sea eso, tiene bastante sentido que un elfo tan amante de leer como parece ser éste se haya leído todo lo que tuviera cerca.

—Sí, deberíamos empezar... —empiezo a mirar los libros, y cada uno me emociona más que el anterior. Hay absolutamente de todo, algunos que parece que la gente no toca desde hace tiempo. Eso implica un montón de conocimiento por redescubrir y cosas que poder decir en la redacción.

Empiezo a coger libros y a llevarlos a la mesa, y me hago con algo de pergamino y pluma para empezar a tomar apuntes. En mi cara se ve la emoción que me causa poder estar investigando algo tan apasionante y que sean deberes. ¡Es el mejor colegio del mundo!
 

Perry llegó a la biblioteca siguiendo a Mircea. Saludó al bibliotecario con la mano, sin decir palabra. Lanzando una mirada furtiva a su hermano y a Will, hizo señas a Mircea para que le siguiera, adentrándose entre las innumerables columnas de estanterías que había en la enorme sala.

Una vez alejados de miradas indiscretas, Perry habló a Mircea sobre lo que quería comentarle.

- Necesito tu ayuda con una cosa. Quiero hacerle un regalo a mi hermano. El pobre me parece que está bastante deprimido con su inicio en Howarts.- Perry hablaba rápido como si esperara que Mircea fuera a decirle si no acababa rápido un "¿y a mí qué me cuentas?".- El caso es que quiero inventar un muñeco sobre el que se puedan practicar los conjuros, sobre todos los ofensivos. - Edward era de los que no entendía por qué en clase de duelo tenían que atacarse unos a otros. A Perry eso le daba igual, más bien le gustaba y, pensaba, que era necesario sufrir el efecto de un conjuro para conocerlo de verdad. Pero como no todos el mundo es igual, pues quería hacerle ese regalo a su hermano.- Mi idea es coger un muñeco de mi padre...- Se ahorró comentarle que era un Ken de colección, pues Mircea no era ducho en ese tipo de cosas de muggles.-...y aplicarle un conjuro que, al impactarle con otro, te diga si has tenido éxito o no. - Sacó un pergamino en el que había un croquis del artilugio. En dicho pergamino se podía apreciar que la idea es que el muñeco estuviera con los ojos cerrados a no ser que el conjuro lanzado tuviera éxito.- Más adelante podría hacer que hablara o que recordara las instrucciones dadas por el profesor. El conjuro que busco sería una especie de alarmir, una variación para objetos comunes. Si no me equivoco el año pasado, cuando nos despedimos, llevaban un libro así. Me preguntaba si me podías indicar cual es.- Una vez expuesto todo se quedó a la espera, con cierta desazón por lo que pudiera pensar el tejón de todo aquello.

Según iba con Perry por los pasillos camino a la Biblioteca, le pidió a su amigo cinco minutos, tras los que entró a los aseos masculinos de la tercera planta.

Iba respirando fuerte cuando finalmente entró y apretó con fuerza al borde cerámico del lavabo. Notaba una presión en su cabeza, algo que realmente quería salir, destruyendo todas las barreras que durante todo el tiempo desde su último ataque Mircea había sido capaz de colocar. No, no, mantente dentro, grito entre dientes, mientras alzaba la mirada al espejo. Su gesto denudado de cualquier humanidad era frío, aún con el sufrimiento que parecía intuirse con el temblor de sus mandíbulas con la fuerza que apretaba sus dientes. Sus pupilas se dilataron, como destellando, augurando la llegada de algo malo. No, no, gemía el chico. Sí, sí, replicaba una segunda voz carente de sentimientos.

Consiguiendo desasir una mano, consiguió llegar hasta uno de los bolsillos de su túnica, donde guardaba la varita.

Respiraba con dificultad, mientras como si fueran mareas las arcadas llegaban rítmicamente. Parecía que si cedía, todo acabaría para él. ¿Acabaría su propio ser encerrado en aquel cuarto oscuro que había construido con tanta dificultad? ¿Acaso era realmente él quien debía habitar el cuerpo o era un usurpador que impedía a su legítimo dueño la libertad de la que él gozaba?

Con las últimas fuerzas que le quedaban, Mircea levantó la varita, al grito de: ¡Flámatte! obligándose a mantener los ojos abiertos.

El conjuro realizado con todas sus fuerzas, impactó de lleno. Deslumbró al rumano y éste cegado y aturdido cayó al suelo.

Pasado unos momentos, cuando finalmente abrió los ojos y miró el techo, lo primero que hizo fue preguntarse. ¿Quién eres? Nadie respondió... Soy Mircea, contestó él, suspirando aliviado.

Había estado demasiado cerca.

Tras refrescarse, volvió a salir al pasillo, donde le esperaba Perry.

Hubo un momento en el trayecto hasta la Biblioteca que Mircea empezó a sentirse mal. Con el puño apretado y tratando de aguantar el dolor apretando los labios, consiguió evitar que Perry lo notara. Cuando finalmente pasaron por delante de los aseos de la tercera planta, el rumano le dijo a su amigo que tardaría cinco minutos. El chico estaba más pálido que de costumbre y parecía sudar, cosa harto imposible con el frío que reinaba en todos los recintos de Hogwarts.

Tras no más de diez minutos, Mircea volvió a salir, serio, pero parecía volver a ser él mismo. Indicó a Perry que siguieran.

Mircea entró primero a la Biblioteca, seguido de Perry. Buenas tardes, Booky, saludó al elfo libréstico, a la vez que ensayaba una tímida sonrisa.

Siguiendo la breve mirada que dedicó Perry a su hermano, Mircea decidió no decir nada. Le siguió cuando el inglés se perdió entre las estanterías.

Mircea se rascó la cabeza, por debajo del gorro mientras escuchaba a Perry. Le dejó seguir, hasta que hubo un silencio que pareció indicar que ya había acabado con la exposición.

Se cruzó de brazos y miró al suelo, mientras zapateaba rítmicamente con una de las punteras en el soleo. ¿Pero para qué necesitas un muñeco para tu hermano? Según he escuchado, él y su amigo... ehh ¿Pollock? van casi de la mano a todas partes. Eso es mucho mejor para que practiquen entre sí a que lo haga con un muñeco.

Al coger la mano de Edward, el agarre del pequeño había sido algo flojucho y la verdad era que el hermano de Perry parecía bastante poca cosa, como si un soplo de aire pudiera llevárselo.

Además, teniéndote a ti, ¿para qué crear algo que repita e imite a una persona real? ¿No quiere pedirte ayuda, verdad?, comentó arrugando el entrecejo. Eso le sonaba mucho. Muy mal debían encontrarse las gemelas para recurrir a él.

Según sé, en una clase de duelo ni siquiera trató de defenderse. Eso conseguirá superarlo con su amigo, no con un muñeco, no le gustaba nada verbalizar los rumores, y menos cuando sabía exactamente de donde habían salido... Pero es que aquel chico le recordaba demasiado a la niña de Gryffindor que expulsaron el año pasado por no querer practicar los conjuros de Duelo.

El golpeteo aumentó de ritmo, hasta que finalmente cesó. Es que no entiendo por qué quieres algo así, finalizó.

- ¿No entiendes?- Perry arrugó el ceño y se cruzó de brazos. No le estaba gustando nada lo que escuchaba así que no pudo evitar que su tono denotara cierta molestia. Sin embargo, frente a su amigo, controlaba su irascible naturaleza.- Es un regalo, no veo qué es lo que hay que entender. No tiene que ser estrictamente necesario.- Trató de explicarse como si el desacuerdo entre los dos fuera causa de las diferencias culturales entre sus dos países de origen.-Por supuesto que puede pedirme ayuda o practicar con Will, su mejor amigo aquí dentro, faltaría más, pero si puedo ayudarle a evitarse un disgusto me parece bien. – La actitud que había tomado Mircea le hizo dudar sobre si debía contar lo del accidente de su hermano. Al final se decidió a ello.- Además Edward no está recuperado aún de un accidente que tuvo. Por eso no está bien físicamente y ya le han mandado dos veces a la enfermería. Quiero animarle un poco.- Sabía perfectamente que era preferible que sufriera los conjuros en su propia piel para conocerlos mejor, pero a la vez el chico acababa de salir de un profundo coma. Quería darle un respiro.- Yo soy vegetariano, no como carne, hay quien puede decir que siempre careceré de lo que la proteína animal puede darme. Bueno, pues si mi hermano quiere emular a Mahatma Gandhi,…ehm, un famoso pacifista muggle símbolo de la resistencia no violenta…- Aclaró al mago de sangre pura.-…pues yo le apoyo, es lo que hace la familia. –Le había decepcionado un poco que Mircea estuviera pendiente de los que se contaba de los demás por ahí. Precisamente de él se decían muchas cosas.- Si no, pues  ya me las arreglaré yo solo.- Dijo con victimismo, esperanzado en que no fuera así.

Cuando llegó a la biblioteca, Max se había librado por fin de la escoba. La había llevado encima durante todo el día, desde el cuarto hasta el aula, desde el aula hasta el lago, desde el lago hasta el aula. A diferencia del traicionero trasto, que se había negado a dejarle montarse en ella, haciéndole perseguirla por todo el maldito campo.

No tenía nada concreto que hacer allí, pero no se le ocurría un mejor sitio para perderse un rato antes de la cena y de despedir al día.

—Booky —saludó al elfo cuando levantó la cabeza de su libro.

No llegó a internarse en el laberinto de estanterías. Recordó la breve conversación en el comedor y volvió sobre sus pasos, hasta el mostrador. Era una ocasión al menos tan buena como cualquier otra, y mejor que la mayoría, para preguntarle al elfo libréstico al respecto.

—Me han dicho que a los elfos que trabajáis aquí no os pagan —dijo, sin preámbulos.

Seguía sin comprender nada de aquello. Para él no tenía ningún sentido. Estaba claro que debía ser alguna diferencia cultural. Ya casi desde que conoció a Perry, le había sorprendido sus gustos tan eclécticos, mientras que él mismo se consideraba bastante más clásico.

La gente vegana tiene productos proteínicos, negó con la cabeza Mircea, desechando la excusa de Perry. Y sí, sé quien es Gandhi, se defendió el rumano ante lo que parecía el tono molesto del inglés.

No sería él quien siguiera echando por tierra el intento de seguir embalando con protectores a un niño débil. Él mismo había estado algo más de dos años en coma, y aunque en su último año en San Mungo había conseguido irse recuperando, la verdad era que en su primer curso en Hogwarts había tenido que defenderse por sí solo. Tuvo la suerte de no tener a nadie sobreprotector que le impidiera sacar la cabeza de la tejonera, o hablando con términos aviarios... Obligándole a mantener la cabeza bajo tierra.

Levantó los hombros, decidiéndose así en no interferir.

El Alarmir está bien, se me ocurre quizás juntarlo con un Identtiffikatem. Puede que incluso un Reparo para permitir que se auto-repare, aunque quizás habría que hacerlo con conjuros potentes, no los que aprendemos en clase. Negó con la cabeza. No sé como reaccionará meter tantos conjuros en un único objeto.

Moviendo la cabeza de lado a lado, siguiendo el ritmo imaginario de una gavota inventada por él, Booky fue absorbiendo la información que pasaba ante sus ojos en forma de letras, números y dibujos, todos demasiado abigarrados en cada página del libro de filogenia oriental.

Maxwell, sonrió al pequeño tejón. El chico siempre venía con preguntas y dudas existenciales interesantes. Apoyó el libro sobre la mesa, sabiendo que no se iría con solo un poco de información.

Claro que nos pagan, abrió aún más su sonrisa. Con conocimientos, dijo abarcando la biblioteca. Pero si tu duda es monetaria, no, no nos pagan. No necesitamos dinero.

Enseguida Perry dejó de estar a la defensiva para sumergirse de lleno en lo que le había llevado hasta la biblioteca.

- Ah, claro, lo que dices es muy interesante.- Era una buena combinación de conjuros aunque esperaba encontrar, en los libros, modificaciones de aquellos conjuros que se ajustaran a lo que quería. Se rascó la cabeza ante los problemas que planteaba el tejón.- Mmm, no había pensado que hubiera limitaciones. Ya veremos, quizás se pueda prescindir de alguno. ¿Me ayudas entonces a buscar ese libro?-Esta vez ya sonreía amigablemente.

Lamentando que mis capacidades físicas me impidan cargar libros muy pesados hasta la mesa donde nos instalamos con nuestras plumas y las hojas de pergamino, tengo que dar bastantes viajes llevando poco a poco todo el material que parece interesante para empezar la labor de investigación con más material del que pudiésemos haber conseguido en nuestra sala común.

Una vez tenemos ya los suficientes libros sobre la mesa para no tener que levantarnos durante un rato, tomo asiento y mojo una de las plumas en tinta para poder empezar a escribir.

— Mira— digo sacando las anotaciones que llevo hechas hasta ahora, compartiéndolas integramente con William—, estas son las notas que llevamos por ahora, así que a partir de aquí podemos desarrollar más cada tema. Creo que deberíamos empezar a investigar el hábitat, a fin de cuentas es mejor saber dónde no tienes que ir para no encontrarte a ese insecto que la forma de tratar el hecho de habértelo encontrado— voy diciendo en tono reducido mientras consulto libros sin parar, uno tras otro.

Casi sin darme cuenta me compenetro realmente bien con William, curiosamente nunca me había gustado trabajar en equipo porque me retrasaban, pero ahora recnozco la efectividad y diversión de hacerlo.

—Sí, esa es una buena idea. Podemos enfocarlo como una forma de prevenir la necesidad del antídoto, aunque también es bueno que se sepa dónde está para quien necesite los principios que se sacan de sus secreciones, ¿no? —empiezo a hacer un esquema sobre el pergamino. Es muy raro escribir con pluma y tinta, y no me sale tan bien hacer apuntes rápidos. No obstante, eso me ayuda a relajarme mientras escribo y a pensar con más detenimiento.

—A ver, cosas importantes que hay que mirar: hábitat, costumbres, qué lugar ocupa en el ecosistema donde vive o sea de qué se alimenta y quién se alimenta de él, y luego sobre sus peligros y las aplicaciones que tiene en la magia y el día a día, ¿no? —voy escribiendo puntos con anotaciones cortas. Me alegra un montón estar trabajando así, codo con codo, con Edward. Se nota que es un chico muy trabajador, aunque más tranquilo que yo, así que hacemos un buen equipo.

Cuando Perry habló de buscar un libro, recordó que había hecho referencia a uno que él mismo había sacado el año anterior cuando se despidieron.

¿Conjuros para casas pequeñas? No, ese lo sacó antes de despedirse para las navidades, y ahí no había nada que pudiera ser interesante. De hecho fue en ese libro donde las gemelas descubrieron el conjuro de espacio con el que hechizaron el sombrero que actualmente llevaba sobre la cabeza. En realidad para esas fiestas se llevó seis libros y recordaba el título de cada uno.

¿Hablas de "Alteraciones básicas en conjuros sencillos"? Es posible que encuentres lo que quieras ahí, sí. No especifica como varían los conjuros, pero habla de alternancias y resonancias entre conjuros para sacar distintos efectos, asintió el chico. Probé una modificación del Alarmir y el Sonitus y conseguí enmascarar un sonido que solo reaccionaba ante ciertas palabras.

Guió a su amigo hasta la estantería específica y el volumen adecuado. Ahí lo tienes, le indicó.

Yo me voy ya, que se está haciendo tarde y necesito avanzar con las redacciones, se despidió rápidamente. Hasta mañana, le despidió levantando la mano y con un gesto vago.

Surgiendo de entre las estanterías con paso apresurado, Mircea anduvo hasta la salida.

Buenas noches, Booky, se despidió del bibliotecario. Hasta ahora, Max, dijo también al joven tejón que parecía no haberse olvidado de la charla de la comida sobre que los elfos no cobraban.

—Todo el mundo necesita dinero —sentenció Maxwell.

Los magos podían hacer casi cualquier putaa cosa que se les ocurriera con sus varitas, pero incluso entre ellos había clases. Lo veía cada día. Algunos niños llevaban los libros de sus hermanos mayores, vestían túnicas desgastadas, o tenían que usar las escobas del colegio porque no tenían la propia. Él hubiera sido uno de ellos, si no se lo hubiera llevado el viejo a su casa, y le hubiera pagado los gastos, y dado todo lo que tenía.

—¿No os dan nada por trabajar? —insistió.

Eran elfos. Puede que realmente no necesitaran dinero, pero si estaban dando su tiempo y habilidades al colegio, algo tenían que recibir a cambio. Era simple justicia.

En ese momento escuchó su nombre. Mircea salía de la biblioteca. Me devolvió la despedida con un gesto de la mano antes de volver a centrar su atención en el pequeño elfo.

Perry tomó el libro entre sus manos y echó un vistazo rápido sobre sus páginas. 

- Muchas gracias Mircea, te debo una. - De verdad creía que aquel libro le podía servir. Lo tomó y lo escondió en la mochila esperando que su hermano no lo viera. Aunque fuera así, no creía que pudiera imaginarse para qué lo quería.- Yo también voy a trabajar un poco en la redacción de los centauros. Nos vemos.

Tras despedirse de Mircea, Perry salió de entre las estantería de la biblioteca y se dirigió hacia su hermano y Will.

- ¿Qué hacéis chicos? Se os ve muy aplicados.- Dijo con una sonrisa en los labios.-Yo ando recabando información sobre los centauros.- Miró por encima del hombro de los dos amigos y vio que redactaban sobre el ciempiés monstruoso. Recordar las redacciones de primero le había dado una idea. Se sentó cerca de su hermano y se puso a redactar, tomando un par de libros de legislación sobre criaturas mágicas. 

Booky juntó las manos sobre las mesa, entrelazando sus largos dedos nudosos. Por una vez su sonrisa se había visto reducida a nada.

Maxwell, ¿conoces la historia de los elfos domésticos y como llegaron los primeros a Hogwarts? La vida de los elfos de Durmstrang era muchísimo más dura. Alguna de las cicatrices que escondía las telas que le cubrían atestiguaban aquello. La fundadora de tu casa fue quien trajo a los primeros elfos aquí.

Desenlazando sus dedos, la sonrisa volvió a sus labios, mostrando unos dientes grandes y blancos. Si quieres investiga y otro día seguimos hablando, despidió al chico.