Partida Rol por web

Bohemond ha dado la espalda a los enemigos para hacer algo y se encuentra cara a cara con Kurgan.

No seas impaciente, Kurgan, vayamos a la entrada. Antes de que la muralla ceda abriremos las puertas y les plantaremos cara. Esas bestias no van a pisar mi ciudad.

Sin hacer ningún gesto ni decir palabra alguna, el poder de Bohemond volvió a manifestarse. Las siluetas de dos humanoides criaturas infernales, armadas con enormes alabardas, aparecieron ante el Comandante de los Caballeros de la Redención. Los seres, de piel negra y escamosa, eran unas pulgadas más altos que cualquier hombre, y en sus caras lucían púas y pinchos que a veces parecían moverse como tentáculos, dando la impresión general de ser diablos barbados. A pesar de no haber hecho ningún gesto ni esfuerzo, no cabía duda que la aparición provenía de Bohemond, pues éste los miraba directamente cuando se materializaron, e inmediatamente les habló unas palabras en un idioma extraño y demasiado tenebroso para ser humano. A un gesto de su guantelete, los dos diablos Barbazu se inclinaron tanto como el más humilde siervo ante un rey, y al incorporarse esgrimían sus alabardas con fuerza.

¡Todos mis hombres a la puertas! ¡Magos y arqueros sobre la muralla!

Su mirada se dirigió directamente a Arkaeron, que seguía en su puesto sobre el muro, y el nigromante enseguida entendió la orden: ya era hora de usar algo de magia de verdad.

La lluvia de flechas de los arqueros continúa causando bajas entre las filas enemigas, aunque los duros gnols con sus escudos resisten las saetas demasiado bien. Naldar acaba con la vida de un gnol con cada una de sus flechas, dirigidas siempre hacia el sitio más débil de sus armaduras o hacia el punto más vital de sus cuerpos. Ahora que están cerca, los asaltantes usan sus ballestas, devolviendo algo del ataque a distancia recibido. Aunque los gnols se concentran más en avanzar que en disparar, hay dos muertos entre los arqueros por los virotes que provienen de la horda, y Amnyin resulta levemente herido por uno de los proyectiles de la andanada.

Hay dos grandes impactos que hacen crujir la muralla de piedra, y después otro más. Enormes piedras caen hacia el muro desde algún punto más allá de la visión de los humanos. Los asaltantes deben tener armas de asedio - nunca se habrían atrevido a atacar una ciudad como Berfôska de lo contrario - o bien, criaturas más grandes aún que los trolls para hacerles ese trabajo.

Bohemond y los dos diablos que ha esclavizado, junto con Kurgan y la mayor parte de los caballeros presentes, bajan a las puertas para anticiparse al cuerpo a cuerpo.

Observo el buen trabajo que están haciendo mis compañeros, nuevamente me alegro de que estén a mi lado.
Al oír las palabras de Kurgan me giro hacia el.

¿Ansias la gloria solo para ti? suelto una terrible carcajada.

Es extraño, pero la excitación ante la batalla aumenta mi moral en lugar de minarla, lo encuentro todo realmente gracioso, aunque ahora no es el momento de divagar sobre ello.
Justo después de reírme, Bohemond invoca a sus siervos e imparte las ordenes pertinentes, y cuando su mirada se clava en mi, entiendo a la perfección sus intenciones.

Bueno Kurgan, es hora de que veas como se hace magia de verdad y no esos truquitos de principiante, lo siento, pero yo también quiero mi parte de gloria

Me giro sobre la muralla y observo a los enemigos escogiendo un objetivo, cuando lo encuentro saco un par de componentes mágicos, los mezclo sobre la mano, cierro el puño y recito unas palabras arcanas, al instante un ligero olor a azufre impregna el ambiente, extiendo el dedo indice y señalo al objetivo. De mi dedo sale disparado y a gran velocidad un pequeño orbe, que al impactar contra el gnoll estalla en llamas reduciéndolo todo a cenizas.

La primera fila de defensores ha ocupado su lugar frente a la puerta a tiempo. Otra piedra cae desde la distancia y fractura la piedra, que aún conserva su estructura pero aguantará poco. Las primeras filas de gnols han llegado a los muros, y hay varios arietes que, aunque parecen ridículos contra una muralla así, harán daño a la construcción dañada. Bohemond da algunas órdenes más y todos están preparados para recibir a los invasores con sus armas. Muchos milicianos se han reunido en las puertas, sujetándolas con sus propios cuerpos para que no cedan, aunque el esfuerzo no parece hacer mucho.

Los defensores que están a pie de suelo ven un enorme resplandor rojizo colarse por las rendijas de la puerta e iluminar la parte alta del muro. Los que conservan su puesto sobre la muralla han visto de primera mano la terrible explosión que ha desencadenado el conjuro de Arkaeron. Los arqueros festejan con gritos el triunfo, pues más de una docena, una veintena tal vez de gnols han sido reducidos a cenizas, y las llamas decoran cuerpos inertes como si fueran alegres velas.

La puerta cruje otra vez y Bohemond da a los reclutas la señal de dejar la puerta. Incluso los topes más sólidos son retirados, y el que las puertas se abran es cuestión de segundos. Cada baja que logran provocar los arqueros o magos es vital, con el cuerpo a cuerpo tan cerca. Todos los arqueros reclutas se encomiendan a sus dioses para no fallar, y los rezos y salmos de los caballeros les refuerzan la moral.

Naldar ve como el mago acaba con una veintena de aquellas malditas criaturas de un ataque, y no puede más que pensar en el poder que está acumulando e incluso que haría el con ese poder, pero la realidad era que los gnols estaban aún más cerca y pronto empezaría el combate cuerpo a cuerpo, y antes de eso debía, con sus arqueros eliminar a los máximos posibles... Disparó tres flechas rápidamente las cuales alcanzaron su objetivo atravesándolos...

 - Disparad a la primera línea, apuntad bien!!!

Tenía que incitar a sus arqueros para que la primera línea mermara un poco, el muro estaba siendo debilitado por las piedras lanzadas supuestamente por armas de asedio, pues aún no había podido lograr ver de donde provenían, así que era cuestión de tiempo, que la cosa se pusiera algo más seria...

Las flechas hacen llover muerte sobre los asaltantes, minando las filas más avanzadas. A tan corta distancia, la masa compacta de enemigos es un blanco tan fácil que casi cada flecha encuentra un cuerpo en el que clavarse. Las saetas causan estragos, matando gnols por doquier. Tanto desde lo alto del muro como bajo él se oyen conjuros y plegarias. Arkaeron no es el único mago entre las filas, y pronto varios hechizos refuerzan o protegen a los combatientes, y un relámpago sale disparado desde el muro y atraviesa a varios gnols antes de perderse en la oscuridad. Los gnols se ven obligados a pisar los cadáveres de sus hermanos para avanzar, aunque eso no basta para que la puerta resista.

Con un último chasquido, las puertas se abaten hacia dentro, y el enorme número de enemigos es, por primera vez, visto cara a cara. La desventaja numérica no desalienta a los caballeros que, a la orden de Bohemond, cargan contra el enemigo en lugar de esperar su ataque.

Para un carácter tan vanidoso como el de Kurgan, las palabras de Arkaeron solo encuentran una explicación, la envidia. El semielfo sospechaba que el nigromante se sentía eclipsado por la brillantez del Filo del Ocaso, y ese tipo de comentarios solo hacían que otorgarle mas la razón. A los ojos del guerrero de la cadena, el mago le parecía un niño subido en la muralla en medio de una pataleta para llamar la atención. Kurgan respondió al guante lanzado por Arkaeron con una carcajada y con la ironía como arma.

Jajaja, no me sorprende esa magia de verdad que dices que usas, nigromante, lo que si me impresionaría es que bajaras aquí a combatir al enemigo como lo haría un hombre.....dedicó una mirada de respeto a Naldar y le habló para terminar.... sin querer ofenderte a ti y a tus arqueros, hermano elfo.

Luego esperó en primera fila a que las puertas se abriesen y Bohemond les ordenara avanzar, al salir corrió hacia el sur rodeando las primeras filas enemigas, y allí se detuvo para lanzar un conjuro.

¡No os crucéis con la plaga, dejad que haga su trabajo!.

Gritó a los caballeros como advertencia, para luego hacer una serie de gestos y decir unas palabras en voz alta. Luego extendió su mano derecha y de ella salió un enjambre de escarabajos que al instante mordía y cortaba a los gnols mas cercanos.

¡Así se hace, Kurgan!

Brama Bohemond desde el frente de las filas de caballeros. Aunque no se vea bajo su terrorífico casco astado negro, el comandante sonrie.

Manteniendo a los enemigos a distancia con su cadena, el General invoca un poder similar al que había convocado a los dos diablos que ahora luchaban con él... aunque esta vez es distinto. La criatura materializada es un enorme diablo bípedo de aspecto insectoide y piel blanca que rezuma frio. La criatura es tan grande como el mayor de los trolls, y en sus manos luce una lanza de proporciones asombrosas y con un filo tan perverso como ella misma. Un infernal tan poderoso resulta, por todo lo que se sabe de la magia, imposible de convocar sin un largo ritual, y aún más difícil de controlar. De hecho, el monstruo parece lanzarse hacia su convocador, pero no llega a dar dos pasos antes de que Bohemond haya gritado unas palabras en idioma infernal, doblegándola bajo su voluntad.

Todo gnol que no se aparta lo suficientemente rápido de la criatura sucumbe bajo su lanza, su afilada cola o sus fauces. La mayoría de los gnols cercanos, sin embargo, no resiste la visión de tal abominación, y los más listos huyen tan rápido como sus piernas le permiten, dejando armas y escudos en el camino.

Los diablos de las alabardas, mientras tanto, ensartan a las bestias que se atreven a acercarse a su amo.

El rugiente hechizo del semielfo, que no parece otra cosa que una plaga de insectos devoradores de carne, destroza a incontables enemigos. Tres docenas de gnols, al menos, son destrozados. Antes de que los sorprendidos contrarios se hayan recuperado, el monstruo gélido de Bohemond propaga el terror, y muchos otros gnols mueren o huyen. Sobre la muralla, los arqueros se preparan para otra descarga, y los magos apuntan sus conjuros. Los valientes caballeros de la primera línea de defensa cargan junto con su comandante, aunque la combinación del conjuro de Kurgan, el pánico por el monstruo convocado por Bohemond y las flechas de los arqueros ha deshecho por completo las filas enemigas, y hay poco contra lo que cargar. Mientras la inacabable marea de enemigos se reorganiza, los guerreros humanos aprovechan para cerrar filas y avanzar al mando del comandante. Algunas órdenes de parte de Bohemond y de los caballeros de mayor rango, como Derek, incitan a todos los combatientes, incluido Kurgan, a formar un frente único y compacto. Cuando los gnols se reagrupen habrá que soportar una embestida más sólida que esta primera.

Era increible la matanza que había surgido de la nada en poco tiempo, aún así los enemigos ern numerosos, y podrían reoorganizarse y hacer más daño de lo que se aparentaba, además estaba la situación de que no podían ver a quien lanzaba aquellas piedras para romper las defensas, eso significaba, que seguramente habría muchas más criaturas esperando a la orden adecuada... Aún así el elfo no estaba dispuesto a mermar sus fatídicos ataques...

 - Continuad así, lo estáis haciéndo muy bien...  - Animar a la batida siempre sería beneficioso...

Naldar descargó como el rayo tres certeras flechas para así dar ejemplo de lo que quería, las tres dieron en el blanco atravesando a las criaturas como si fueran simples papiros...

Las flechas perforan las líneas enemigas y son una constante lluvia de muerte para los gnols. Las bajas entre los asaltantes ya deben contarse en centenares, más que en decenas, y aún no han logrado presentar un frente firme con el que oponerse a los caballeros que defienden la puerta. Tras los conjuros, los pocos y aislados gnols que han llegado al cuerpo a cuerpo han sucumbido ante flechas o espadas sin lograr abatir a ningún guerrero de Berfôska. En todo caso, la enorme masa de bestias salvajes augura que eso va a cambiar pronto.

Los caballeros avanzan para tomar posiciones, aprovechando la momentánea victoria aplastante sobre sus contrarios.

¡Var tha-la!

Grita Amnyin en su extraño idioma mientras no deja de descargar flechas contra la masa de enemigos.

¡Se acercan más trolls!

El aviso del semiinfernal confirma las sospechas de Naldar. Todo más allá de cincuenta pies en torno a la muralla está en completa oscuridad, con la luna tapada por espesas nubes. En estas circunstancias, la visión del tiefling es mejor incluso que la del elfo.

Kurgan observó satisfecho el resultado de los primeros golpes por parte de los caballeros. Era muy pronto, pero estaba seguro que los gnols no habían esperado un recibimiento como ese ni en la peor de sus pesadillas. El frente de batalla estaba disgregado, y solo algunos pequeños grupos avanzaban hacia una muerte segura e inútil.
El semielfo avanzó hasta el mas cercano de esos grupos aislados y les golpeó contundentemente, sabiendo que estaban en una posición privilegiada para ser observados por el grueso del ejército invasor, cosa que no sucedería con las filas unidas.

Después de una rápida combinación de golpes en los que la cadena golpeaba a los gnols como si fueran trigo por una hoz, Kurgan habló en voz alta tratando de que el grueso del ejercito que tenia a unas decenas de pies le escuchara.

¿Que os ha prometido Bashnar para que queráis viajar tan lejos de vuestras madrigueras a encontrar una muerte como esta?, ¿creéis que vale la pena?.

Luego escuchó el grito de Amnyin avisando de la llegada de mas trolls.

¿Se acercan mas trolls?.....pues que vengan.

Me sorprendo ante las palabras de Kurgan, parece que le he dado donde le duele.

Vamos, vamos amigo, no te pongas así solo era una broma, aunque no descarto tener que bajar a echarte una mano dentro de un rato jajajajaja, pero si quieres hagamos una apuesta, a ver quien mata mas enemigos a partir de ahora, el que pierda paga las cervezas del otro.

Después miro a Naldar

Tu también puedes unirte amigo

Suelto otra carcajada y tras escuchar sus respuestas comienzo a conjurar.

No te asustes, es una amiguita que viene a ayudarme

Poco a poco una nube de humo comienza a formarse junto a Kurgan, poco a poco va tomando forma hasta que al final se materializa una araña monstruosa

Kurgan echó una mirada rápida a Arkaeron con cierta cara de desprecio y dijo solo tres rotundas palabras.

Mago....me agotas

Bohemond mira a Kurgan y a Arkaeron. Aún a través del yelmo que oculta sus ojos, todos pueden intuir la mirada severa. Menos charla y más luchar, parece querer decir. Ni siquiera es respetuoso con los enemigos el hablar mientras se les mata, aunque probablemente esto importe menos al comandante de los Caballeros de la Redención.

Tras avanzar un paso hacia los pocos gnols cercanos, Bohemond aniquila a los enemigos a su alcance con movimientos rápidos y amplios de su cadena. Alterna ambos extremos del arma, dando golpes a un lado y otro hasta que solo puede mirar a los lados buscando más contendientes.

Derek saca su espada sangrienta del cuerpo de un gnol y mira también a Arkaeron y Kurgan. En su mirada habitual hay severidad, pero también les mira de forma algo divertida. Aunque el sobrio caballero nunca sería capaz de tomarse el combate tan a la ligera, lo cierto es que era alentador ver combatientes que no perdían un ápice de moral.

Levantando su espada simbólicamente, el caballero redentor grita, dando ánimos y nuevas fuerzas a los guerreros que combaten codo con codo con él

Por los dioses y por Berfôska. ¡Luchad!

El golpeteo de espadas y escudos le rodea, y el bramido de los caballeros enaltecidos ahoga incluso sus palabras.

Enaltecidos por el desequilibrio a favor en el que parece moverse el combate, los caballeros golpean y atacan lo suficiente para volver a crear un frente único de cara al inminente contraataque del enemigo. Los únicos que no mantienen la posición son los dos diablos barbados que luchan a las órdenes de Bohemond. Cegados por una especie de rabia homicida, los dos infernales humanoides se lanzan a la carga contra el único grupo de gnols superviviente cercano. Con sus grandes alabardas destrozan a las bestias salvajes, y parecen disfrutar bañándose en sangre.

En el lado Norte del campo de batalla el enorme ser infernal ruge, y su terrorífica presencia ya es bastante para mantener alejadas a las criaturas. En lugar de ir tras las huidizas criaturas, el diablo conjura un vendaval de viento helado que convierte en trozos de hielo y carne fria a un enorme grupo de gnols. Las muertes por cientos de los enemigos no parecen reducir su incontable número, pero sí mina su moral, y fortalece la de los defensores. Esas alimañas no son rival para el ejército de Berfôska.

Sin embargo, los gnols cuentan con la abrumadora ventaja del número, y una tras otra se lanzan al combate contra la sólida línea de caballeros. Pronto los guerreros de Berfôska están rodeados y, aunque soportan el combate cuerpo a cuerpo con entereza, los caballeros ya comienzan a recibir heridas y a tener que retroceder en algún punto.

En ese momento aparecen los trolls anunciados por Amnyin, pero ni el semiinfernal ni nadie podía imaginar el número de gigantes que se acerca. Son grandes trolls de las montañas, más grandes que los anteriores, y la explicación perfecta al fuego de artilleria recibido minutos antes. Un auténtico regimiento de trolls se acerca por el norte. Enormes gigantes humanoides con garrotes inmensos y piezas de armadura sobre sus fuertes torsos.

Se escucha un cuerno bramar, aunque no suena como ningún cuerno de tropas humanas que puedan anunciar refuerzos. Dos grandes regimientos de seguidores de Erythnull, los mismos guerreros y magos fanáticos de siniestros poderes que conocieron en Asbrav, se acercan por el sur. El ejército de Bashnar se ha desplegado, al fin, por completo, y el cerco amenaza con aplastar a los humanos en el interior.

Con la última descarga de los arqueros, los atacantes llegan a la muralla y las puertas comienzan a recibir los golpes de media docena de arietes. Los impactos de varias grandes rocas han provocado que el muro se debilite, y su estructura no aguantará indefinidamente.

En todo caso, los defensores no piensan esperar para comprobarlo, y Hagen da la orden de abrir las puertas.

Los gnols se sorprenden por la maniobra, y las primeras filas se organizan a duras penas cambiando arietes por lanzas y hachas. Antes de que puedan reaccionar, medio centenar de jinetes cargan sobre las primeras filas de oponentes. Los caballos pisotean y los caballeros machacan a los oponentes. Con Hagen, Folcard y Parthalan en cabeza, seguidos de cerca por Orphen, Diana, Kandalian y Vanth, la mayor fuerza de Berfôska - su caballería - se lanza a la batalla.

Con un resplandor refulgiendo en el puño de su bastón, Parthalan va en la vanguardia, a pesar de no tener más armas que sus conjuros.

Musitando unas palabras suaves, convoca un gran poder para fortalecer a los guerreros. Todos los combatientes enarbolan sus armas con mayor valor y fuerza, y todas las lanzas apuntan hacia los gnols.