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Historias del Dominio

Capítulo II. Guerra y funerales

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23/11/2019, 12:51
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Al escuchar cómo Serah se centraba en primer lugar en explicar cómo le iba el negocio Aldern asintió, consciente de que la taberna era importante para ella. Al fin y al cabo, era su modo de vida: ella no recibía tributos de gente sólo por vivir en sus tierras, ni mucho menos. Sonrió levemente al escuchar la descripción de aquellos aprendices que había contratado y al ver la mirada que le dedicó después él se echó un poco hacia adelante, entendiendo que había algo importante que le quería decir. Quizá lo de sus nuevas malas compañías.

Pero no se trataba de eso, claro que no. aunque sí tenía que ver con sus compañías, claro. A Aldern aquello la miró por sorpresa y por un momento la miró con cierta incredulidad. No se imaginaba a Serah en una relación con nadie, aunque si se hubiera para a pensarlo habría sabido que ese día llegaría tarde o temprano. Ella era atractiva. E inteligente. Cualquier chico del pueblo tendría suerte de compartir una sola semana con ella.

Durante unos segundos el chico permaneció callado, mientras las preguntas se le mezclaban con la frustración y con la tristeza. Por un momento sintió que no estaba haciendo nada allí salvo el idiota y miró a la puerta, pensando en marcharse. Incluso sus palabras siguientes, las que hablaron de su felicidad, fueron al mismo tiempo algo bueno y un jarro de agua fría.

Mientras Serah seguía hablando el chico bajó la mirada, ya sin importarle demasiado mostrar esa tristeza que ahora le llenaba. Tomó el vaso cuando ella se lo tendió y bebió de él, mirándola luego un instante.

—No me cansé de ti —dijo con seguridad—. Pero quería dejar de mentirle a ella, y que llegase un momento en que no le hiciera daño al decirle la verdad. Eso sólo podía pasar si dejaba de verte.

Aldern no se había esperado al bajar al pueblo encontrarse en esa situación. Un rato atrás, mientras veía a la muchacha, hasta se había planteado regalarle alguno de los brazaletes que había comprado junto a Ross para intentar recuperar su atención. Pero lo que ella le acababa de contar... ¿Dónde le dejaba eso?

—Pero no importa. Eso se acabó —expuso, y luego hizo una pausa más larga.

—Escucha una cosa —le pidió luego, alimentado en parte por la inseguridad, por sentirse de repente aún más solo, y en parte por el vino—. Eres una de las personas más increíbles que he conocido nunca. —Hizo una pausa para mirarla a los ojos—. Si ese quien sea te hace daño alguna vez, o si se va con otra, o se porta mal de cualquier forma, quiero que me lo digas. Te mereces lo mejor.

En otro tiempo no habría dicho aquellas cosas sino para manipularla. Incluso, quizá, habría intentado malmeter contra el chico por no estar allí presente en ese momento, por no estar cuando los parroquianos se pasaban de la raya, dando por hecho que no era ninguno de los que había abandonado la taberna.

Al volver a hablar de nuevo el vino y la soledad formaron parte de su elección de palabras.

—Y si alguna vez te falta cualquier cosa —añadió luego—, quiero que me lo digas también. Aunque sea dentro de veinte años, y yo esté en Dorne, o donde sea. Mandas a uno de estos granujas a avisarme, y solucionamos lo que sea.

Después de decir aquello Aldern volvió a echar algo de vino en ambos vasos y bebió un poco del suyo. La miró antes de hacer una nueva pregunta.

—¿Quién es?

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23/11/2019, 17:29
Aquilegia Stronghorse

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Sinceramente, no tenía idea de por qué le había afectado tanto a su padre oír de un beso. Incluso a ella, que era toda rectitud, le parecía que darse a la bebida por un beso, especialmente uno dado ante la posible muerte en guerra de quien amabas era una exageración, pues no había cometido una gran falta, más aún si se tenía en cuenta la calidad y brevedad de ese beso, que en realidad no sabía si contaba como tal. Es más, Aquilegia estaba convencida de que la gran mayoría habría llegado bastante más lejos que eso, lo suficientemente lejos para ganarse legítimamente que la desheredaran. 

Tomó ofensa en que su padre no viera la gran herramienta que le entregaba y peor aún, la tratara de despechada. Como si la muerte de su madre no importara, como si la traición de su mejor amiga fuera nada, como si un ejército en sus puertas fuera un detalle. Como si lo único que importara a sus ojos fuera el amor de un pobre idiota que se creía más de lo que era. Tomó profunda ofensa en ello, pues habría pensado que su padre no solo la conocía mejor, sino que la creía más inteligente y leal a la casa que eso, como llevaba demostrando toda su jodida vida. 

Pero aunque estuviera resentida porque su padre la menospreciara, y para ello tampoco ayudó que la llamara niña, guardó silencio y escuchó. Por un momento se distrajo, preguntándose como sería posible que Lady Alerie, que apenas la conocía, la tuviera en más alta estima que su padre y le guardara mucho más respeto, que ella sí la tratara como un ser pensante. Quizás la diferencia estaba en que su padre seguía siendo un hombre, y en cambio Lady Alerie Tyrell sabía lo que era lidiar con la condescendencia de los varones y la forma tan natural en que subestimaban a las féminas. Sin embargo, aún con esa rabia y reflexiones de fondo, prestó atención a las pautadas instrucciones de su padre, que tanto podrían seguir ellas como niñas de ocho años, y que no requerían ni la más mínima intervención o razonamiento de su parte, sino que solo obedecer paso a paso. Suponía que no podía esperar más. Toda una vida de obediencia, de negarse a sí misma cualquier instinto o capricho en pos de lo necesario para Riverside, para que su padre les masturbara el ego diciéndoles como les dejaría el futuro en sus manos y en realidad las ponía a contar ovejitas hasta que se quedaran dormidas. Para peor, dando de ejemplo de gran gobernante a una mujer que poco y nada había hecho por la casa más allá de desposarse con el amor de su vida y ser una gran madre. Una mujer que quería y admiraba con el alma, a la que reconocía sin duda como una esposa y madre ejemplar, pero de gobernante había tenido bien poco, pues se pasaba la vida en jardines y en silencio. Tuvo que hacer un esfuerzo para permanecer imperturbable ante lo de "su sangre" y no resoplar. Si era por sangre, ellas tenían una mucho más fuerte corriendo por sus venas. 

Nuevamente, asintió en silencio, en apariencia conforme con el plan y con sus instrucciones de su padre, y sin duda de acuerdo con su hermana. Serían nobles damas y se harían cargo de planificar un desfile de la victoria para encubrir las verdaderas intenciones del ejército. Si Ermita Alta caía, valdría la pena. Si luego de eso caía Campoestrella, aún más. Si podía extirpar de Poniente todo rastro del Dayne, si podía borrar su nombre de todo registro, si podía desaparecer su memoria y hundirlo en la crueldad del olvido para quien no buscaba más que una gloria mal habida, muchísimo mejor. Y si a su paso podía destruir también a la don nadie que había arruinado su mejor oportunidad de felicidad y nombre al traicionarlas, el mundo se haría un lugar mejor. 

Respirando profundo, se acercó a su padre y a su hermana, y los abrazó con sincero amor. Podía estar decepcionada y enfadada con su padre, pero lo quería más que a su propia vida, y lo mismo a Helaena. Ellos dos eran todo lo que tenía, y todo lo que tendría, y jamás querría que dudaran por un segundo de cuanto los adoraba. Así que, juzgándose la más compuesta de la escena, los abrazó con un cariño casi maternal, besando la cabeza de cada uno y acariciándoles la espalda con suavidad mientras su hermana hablaba.

Todo estará bien mientras esta familia siga unida. Todo está, y todo estará bien. - le murmuró a su padre, mirando de reojo a Helaena que en aquel abrazo de seguro oiría tanto como él. Al momento de separarse ella lo hizo también, sonriéndoles cálidamente. Quizás sonaría a una frase prefabricada, pero para Aquilegia era realmente una plegaria, un pilar en sus creencias, una afirmación a la que era devota y en la que tenía una fe ferviente. Más que en los Siete, creía en su familia. En una familia que, ahora sabía, solo la conformaban ellos tres. 

Con respecto a Ser Dwain, Aquilegia bajó la mirada, augurando malas noticias. A juzgar por la profecía, quizás El Renacido habría encontrado razones para abandonar a la familia que tanta lealtad había jurado. El nudo se le hacía un estómago de pensar en una persona más que habían acogido y les había dado la espalda, y solo por esa razón se negó el asumir nada y esperó a la respuesta de su padre. 

Quizás podría pedirle a Ser Tyros dos hombres que hagan de escolta para su prometida cuando nos encontremos - miró a su padre, esperando su decisión - Si no sabemos a quienes han encantado y persuadido esos dos traidores dentro de esta casa, quizás deberíamos acudir a quien tiene más que perder si me pasara algo. - porque este matrimonio era de bastante conveniencia para el Dragnos, así que incluso sin considerar que eran viejos y leales amigos, les convendría protegerla y el entrenamiento de sus hombres no era en absoluto despreciable.

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23/11/2019, 18:43
Serah

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Serah, escuchó lo que Aldern fue diciendo, sin mostrar sorpresa alguna por su reacción. A fin de cuentas su historia había sido contada un millón de veces y se seguiría contando un millón más.

Qué vais a hacer si ese "sea quien sea", me deja y se va con otra, milord. Qué vais a reprocharle...— Preguntó, quedándose un instante en silencio esperando que hilara que aquello no distaba mucho de lo que él, en cierto modo, había hecho. Aunque su tono no era desafiante o de reproche, sino más bien comprensivo.

Me puedo cuidar sola milord. Lo llevo haciendo desde siempre, y lo sabéis. Creo que ahora mismo quizás hable más por vos el vino y el despecho por esa mujer.— Dijo pareciendo entender por lo que tenía que estar pasando. —Sabéis que agradezco vuestras palabras, pero no debéis preocuparos por mi. Tampoco por él, pues no he conocido hombre con un corazón más grande que el suyo.— Aseguró convencida.

Preferiría milord, no decir, si me permite, de quien se trata, pues podría traernos problemas, tanto a él como a mí. — Pidió. 

Pero qué os pasa a vos, milord. Este no es el Lord Aldern que yo he conocido. — Dijo ladeando la cabeza para tratar de animarle y hacerlo sonreír un poco. —Omitid nombres, no son necesarios. Pero contadme si necesitáis desahogaros y unos oídos amigos. No hay vergüenza ni reproche en sentir pena, mi señor. Quién no ha pasado por ello...— Preguntó de forma retórica, ya que antes o después todos sufrían en algún momento del mal de amores.

Cuando por fin estábais dispuesto a darlo todo, ella no. O quizás un tercero. ¿no es así?— En realidad, ¿cuándo no era uno de esos motivos, los que aventuraban la desdicha en el querer?

Si no queréis hablar, no lo hagáis...pero bebed.— Dijo volviendo a servirle vino. —Eso os ayudará a pasar un día más. Y al final es el tiempo el que lo cura todo.  —

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23/11/2019, 20:37
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Aldern miró a los ojos a Serah con sus primeras palabras, ligeramente confundido por oír lo que oía. Frunció el ceño, sin estar convencido de que aquello fuera lo mismo que él había hecho, y luego siguió escuchando. Se quedó callado mientras ella seguía hablando, y hubo algo en sus palabras que le molestó un poco. Quizá interpretar cierto toque de condescendencia. Aldern se revolvió en el asiento y suspiró.

—Sé que te puedes cuidar sola —aseguró—. Y puede que el vino ayude, pero no es cosa de despecho. Lo que quiero decir es que... —Aldern guardó silencio un instante, perdiendo el hilo de la conversación al pensar de nuevo en Carellyn—. En fin, no importa. —Hizo una pausa—. Que somos amigos, Serah —afirmó, mirándola de nuevo a ella—. Y aunque no me haya portado bien y no visite tu cama me gustaría no ser un cliente, sino eso, un amigo. Al margen de estatus.

El chico se echó hacia atrás, apoyando la espalda en la silla. Ya no tenía claro ni qué estaba diciendo, o qué pretendía con aquello. No sabía dónde estaba Carellyn. No sabía qué quería ella, o qué habría querido en caso de quedarse. Y lo más importante, no sabía qué quería él. Pero sí sabía que se sentía solo.

—Conmigo no tendrás problemas por quien sea, lo sabes, ¿no? —preguntó entonces, retomando algo que quería haber aclarado antes—. Y tampoco se lo diré a nadie. Tú... —Se quedó un momento mirándola—. ¿De verdad has pasado por eso? —le preguntó con cierta sorpresa—. ¿Por alguien que te importase como más que un amigo?

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23/11/2019, 21:07
Serah

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

—Y lo sois...— Respondió negando como si no entendiese en qué momento había pensado que no lo era. 

No pudo evitar sonreír ante su última pregunta, como si ella no fuese capaz de ser igualmente "apaleada". Quizás ahora no sería tan fácil, pero su respuesta pronto lo aclaró todo.

Pues claro, cómo no. La vida nos va robando la ingenuidad, milord, pero también he sido una joven con menos palos encima. Es como cuando comencé, igual que esos garrapatillas que me ayudan.— Le mostró entonces ambas palmas de las manos. —¿Veis?...antes eran unas manos suaves y finas. Ahora poco se llevan con la de esos agricultores.— Dijo sonriente.

—Con el corazón pasa lo mismo, milord...antes de hacer callo, tiene que desollarse. Pero al final ya no es tan delicado.— Dijo encogiéndose de hombros como si aquello casi fuese ley de vida. —Yo también he pasado por lo mismo...todos supongo que alguna vez lo hacemos.— Reconoció.

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23/11/2019, 21:25
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Los ojos de Aldern fueron hacia las manos de la chica cuando esta las mostró. Luego, cuando pasó a hablar del corazón, él dudó un instante. Se sentía frágil y endeble en ese momento. Y aunque con Serah a veces tenía la duda de hasta dónde podía confiar si sonaba una bolsa de monedas, decidió arriesgarse. De todas formas en ese momento todo le daba igual. Y no sólo eso, sino que por ser demasiado cauto las cosas habían ido demasiado lentas con Carellyn. Quizá esa era la lección que debía aprender.

—A mí siempre me han gustado tus manos —dijo sin filtro, aunque aquello poco tuviera que ver.

Después de eso se quedó mirándola de nuevo a los ojos.

—Escucha, Serah, hay algo... —Antes de seguir hablando apartó un momento la mirada, asegurándose de que no eran escuchados por los críos—. Como amigo, hay algo que me preocupa.

Hizo un gesto con la barbilla hacia ellos, dándole la oportunidad a la tabernera de mandarlos a la parte de atrás, un descanso de cinco minutos, u ordenarles que se metieran trapos en las orejas. Cuando estuvo seguro de que nadie le oía se echó hacia adelante.

—Espero que no te lo tomes como un insulto si esto no es cierto, o algo parecido. Pero hace poco me advirtieron que tuviera cuidado al venir aquí—señaló, contando la historia desde otro punto de vista—. Que si alguien tenía una buena bolsa de monedas se lo avisabas a las personas adecuadas para que le aligeraran el peso, y te llevabas una parte. —El chico hizo una pausa—. Sabes que no me importaría que lo hicieras. Tienes que comer, y esos granujas también querrán alimentarse. Pero ten cuidado. Si se enterase el Lord, no me gustaría verte en el calabozo.

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23/11/2019, 21:37
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Aldern alzó una ceja mostrando estar disconforme con lo primero que dijo Helaena, convencido de que ella siempre había aceptado la palabra del Lord. Protestaría, sí, e incluso quizá cuando era una niña podía declararle su odio eterno... Pero nunca le habría perdido el respeto. No como ese día.

—No tuve que engañarlo —dijo Aldern, con un rastro de sorpresa en su voz—. Quizá tantas semanas sin nada que hacer en el barco hicieron que no le pareciese mala idea, qué sé yo. —enunció antes de encogerse de hombros—. Pero sí, lo he visto beber, que no es algo que pueda decir cualquiera —afirmó, hablando como si aquello fuera algo de lo que presumir.

Después de decir esas palabras miró a la chica.

—Y voy a reconocer algo, y la negaré por siempre —afirmó—. Tanto cuando fui a Aguasfrías y vi como vivía como una vez en la guerra, me di cuenta de algo. Ese hombre tendrá muchas cosas, pero hay mucho que se puede aprender de él. —Aldern hizo una pausa—. Cuando yo estuve allí él probó la comida antes que nadie, por si estuviera envenenada. Aquí en tal caso lo haríamos al revés.

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23/11/2019, 21:44
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

—No lo es. Pero tanto Ser Tyros como yo hemos pasado esa prueba... —dijo Aldern, y acto seguido se obligó un poco a sonreír—. Y creo que en un tiempo todo Poniente sabrá de ello. Por ahora ya lo sabe tu padre, y no es poco.

Después de eso el chico se quedó un instante en silencio. Luego escuchó las palabras de Aquilegia y desvió su mirada hacia ella, tardando un instante en entender qué le había preguntado. Parecía que el chico se hubiera distraído un momento. Siguió su mirada hacia lo que él estaba haciendo y se encogió de hombros.

—Sólo escribía alguna cosa mientras esperaba —dijo. Entre los papeles podían distinguirse los versos de una canción a medias—. Supongo que habrá sido un tiempo extraño, con tu padre y tu hermana fuera y teniendo que tomar tantas decisiones. —Después de decir eso trató de centrarse de nuevo en la conversación. Cambió su postura, llevándose un instante la mano al vientre para intentar aminorar la molestia al hacerlo—. ¿No le has declarado la guerra a ninguna Gran Casa?

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23/11/2019, 21:56
Serah

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

La revelación de Aldern hizo que bajase la vista un instante. No fue tras un momento desde que comenzó a responder que la alzó.

Fueron momentos...complicados. Y era una forma también de hacer que no...bueno, que no causaran problemas.— Reconoció.

Pero eso ya es pasado. Y ahora tengo un negocio digno. Mira la gente que viene. Son humildes pero honrados. Algunos traen incluso a sus mujeres.— Como bien acababa de ver hacía un rato Aldern.

Quiero ser una mujer respetada...pero sobre todo respetable. — Dijo como si tuviera derecho a ello. Miró entonces a su alrededor, a su taberna.

Es extraño, pero aunque cueste más conseguir cada estrella de cobre, aunque no sea tan fácil, es doblemente satisfactoria. Esto es lo que me gusta, la taberna. Servir comidas y bebidas. Hablar con los clientes...— Aseguró con la expresión de temor de que aquello podía parecerle poca cosa pues él estaba muy lejos de todo aquello. Él era un noble.

Ahora sé que una bolsa llena de venados de plata no es garantía de felicidad.— Afirmó antes de sonreír. —Aunque ayuda, claro.— Pero enseguida negó. —Pero no, no merece la pena si pone en riesgo todo lo que de verdad quieres. Y yo quiero esto. —

Le dedicó una sonrisa agradecida.

—Gracias...de verdad. Pero os aseguro que esa Serah ya no existe. —

 

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23/11/2019, 22:37
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Escuchar de boca de Serah que admitía aquello hizo que Aldern maldijera para sus adentros. Odiaba darle la razón a Helaena... Y sobre todo odiaba dársela a Carellyn.

Después de eso el chico escuchó sus explicaciones con calma. Se le hizo un poco raro oírla hablar así, desde una mezcla de vulnerabilidad y empatía, pero el chico lo agradeció. Había aprendido —seguro que demasiado tarde— que más valía hablar a las claras en ciertas ocasiones, sobre todo con la gente que te importaba.

—No tienes nada que agradecer —le dijo entonces—. Eres tú quien ha cambiado eso. Y acabas de decir exactamente las cosas que yo habría querido decirte, así que me has ahorrado trabajo —aseguró, forzándose a sonreír.

—A eso me refería antes —reconoció entonces—. Si alguna vez necesitas que alguien no te cause problemas, o necesitas dinero, o cualquier cosa, no quiero que te arriesgues, ¿de acuerdo? —preguntó, y le sostuvo la mirada un instante para asegurase de que se había explicado y de que hablaba en serio, ni por despecho, ni por el vino—. Te ayudaré con lo que sea. Eso es lo que hacen los amigos. Sé que sabrás salir de cualquier situación sin mi ayuda —expuso entonces, seguro de que aquello era cierto—. Pero no hace falta que lo hagas. Si tener un apellido no sirve para eso, entonces no sirve para una mierda —bromeó, permitiéndose con ella la confianza.

Tras esas palabras el chico tomó un nuevo trozo de pan y se lo llevó a la boca.

—¿Sabes? Cuando me lo contaron, hasta pensé en proponerte otra forma de que ganases más dinero, si era por eso por lo que lo hacías.

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23/11/2019, 22:31
Aquilegia Stronghorse
Sólo para el director
- Tiradas (2)
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23/11/2019, 23:08
Aquilegia Stronghorse

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

¿Que sabrá todo Poniente? - preguntó algo confundida, pues al contestarle antes ella había estado convencida de que hablaban de celebraciones normales, como mucho un poco barbáricas dada el origen del hombre y sus costumbres, pero nada tan terriblemente fuera de lo normal. - ¿Que prueba tuvieron que pasar tú y Ser Tyros? - insistió sinceramente intrigada, motivada tanto por curiosidad como por preocupación por ambos caballeros. Además, supuso que si de todas formas se enteraría todo el mundo, el dorniense preferiría que ella se enterara por su propia boca.

Al notar entonces su distracción, su ausencia, Aquilegia extendió una mano hacia él, dejándola sobre el banco a medio camino de los dos. Normalmente habría tomado su mano sin disimulo alguno, pero el estar en un lugar público y en absoluto aislado la hacía pensarlo dos veces. Si la persona incorrecta los viera, y mal interpretara ese gesto de amistad y cariño, podrían ambos meterse en problemas. 

Lo fue, pero me entretuve declarándole la guerra a los Tyrell, Hightower, Lannister y Stark - bromeó con una sonrisa cálida ante su pregunta, para luego continuar - Estás triste - afirmó, sin duda alguna - ¿Hay algo de lo que quieras hablar? 

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23/11/2019, 23:11
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Aldern no entendió las primeras preguntas de Aquilegia. La miró un instante, sin entender, y luego comprendió que se había explicado mal.

—No hubo ninguna prueba —le dijo—. La prueba era sobrevivir a su celebración. Y a la cena del Rey después. Esa en la que estaban casi todos los lores de Poniente —explicó, esperando que así entendiera lo que había dicho.

Después de eso, con las siguientes palabras de ella, Aldern sonrió levemente. Luego frunció un poco el ceño con su pregunta y dudó durante unos instantes sobre qué contestar, o hasta qué punto hacerlo. Finalmente miró a Aquilegia a los ojos.

—Creía que éramos amigos —empezó, sosteniendo su tono para que fuera enunciativo y no un reproche de ningún tipo—. No entiendo por qué desde que llegamos no has tenido un momento para mí. Has dicho que no has querido interrumpir mi descanso... Pero creo que había cosas más importantes, ¿no? —la miró durante un instante—. No sé si es que ahora que has estado administrando tu Casa estás por encima de todos para decidir qué es importante o qué no, o qué pasa. Y no te lo digo por echártelo en cara, es sólo que... Quiero entender. Incluso ahora, estabas prefiriendo hablar de cómo se celebra o no se celebra una victoria, teniéndome en la ignorancia de cosas relevantes, antes que ponerme al día. Si ese es el tipo de amistad que vamos a tener y voy a tener que enterarme por terceras personas de las cosas, puedo aceptarlo —dijo con cierta impotencia—, pero estaría bien saberlo.

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23/11/2019, 23:58
Aquilegia Stronghorse
Sólo para el director
- Tiradas (1)
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23/11/2019, 23:59
Aquilegia Stronghorse

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

La explicación respecto a la prueba hizo que Aquilegia lo mirara un poco confundida. Si se refería a la celebración, ¿que era lo que ya sabía su padre y que todo Poniente sabría pronto? No entendía nada. De todas formas, decidió no darle demasiadas vueltas. Seguramente no sería importante, solo una borrachera destacable o alguna tontería producto del festejo. Muchas historias de ese tipo había escuchado en sus visitas al pueblo. 

Lo que sí le importaba era saber qué le pasaba a Aldern, más aún cuando lo vio dudar sobre qué decirle. No quiso tomárselo personal, pues entendía que luego de la guerra tuviera ciertas reservas sobre qué sería apropiado decir. Lo que no se esperaba era esa primera frase. 

Con la respiración pausada, a diferencia de su corazón que latía a toda velocidad, escuchó atentamente las palabras de Aldern. Sonaba dolido, y con razón. Había tardado en visitarlo, eso era innegable, y entendía su resentimiento. Sin embargo, las conclusiones que el dorniense había sacado del por qué le hicieron bajar la mirada, sus mejillas ruborizadas de golpe. 

No, Aldern, yo no... no es que piense que estoy por encima de todos, ni nada similar. No estoy por encima de nadie, ni de ti ni del hombre más pobre de Riverside. - negó enseguida, para luego subir la mirada a él - Llegaron ayer. Sinceramente ayer no quise interrumpir tu descanso, pensé que lo necesitabas tras tantos días fuera, tras sobrevivir una guerra, y hoy acabo de desocuparme. Y no es que prefiera hablar de celebrar victorias, es que no sé ni por qué temas empezar. Acabas de llegar y no quiero preocuparte con nada, mucho menos hacerte hablar de cosas desagradables, además... - apretó los labios, para luego suspirar - Además la última vez que te vi, o más bien, la noche anterior... - tomó una breve pausa - No tenía idea de si querrías hablar de eso, o no, y... no sé, no quería presionarte - bajó la mirada otra vez. - Lo siento. - frunció el ceño antes de volver a buscar los ojos de Aldern con los suyos - Ese no es el tipo de amistad que quiero.

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24/11/2019, 00:49
Aldern Dayne

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Al oír cómo Aquilegia empezaba a hablar Aldern la miró, expectante y con los ojos tristes. Escuchó su explicación, y pareció dar por hecho que empezaría diciendo exactamente lo que dijo. Luego, cuando siguió hablando, el ceño del chico se frunció.

—¿Necesitaba descansar tras semanas de no hacer nada en un barco? —preguntó sin ápice de rencor, sino intentando señalar de buenas maneras que no estaba de acuerdo con lo que ella había pensado—. Podrías habérmelo preguntadodijo luego con voz más baja.

Después de eso el chico tomó aire, pensando durante unos segundos en lo que ella acababa de decir.

—Entonces, ¿me estabas evitando por lo de esa noche? —le preguntó directamente, sin rodeos.

—Mira, incluso podría entender eso. Pero de verdad no entiendo que haya cosas como las que han pasado y que no me las cuentes por no hacerme hablar de algo triste —explicó—. Eso no... No tiene sentido —insistió frunciendo el ceño—. Si a mí, a tu padre, a Ser Dwain, o a cualquiera le hubiera pasado algo en la guerra y nadie te dijera nada por no hacerte hablar de algo triste, ¿qué pensarías? Si hasta la gente del servicio lo supiera, pero tú no. —Aldern la miró de nuevo antes de negar con la cabeza—. No te entiendo. No entiendo que si pensabas que estaba tan mal no dijeras nada, y no entiendo esto.

Aldern no parecía molesto, sino tal y como había dicho ella, triste. Le costaba sonreír, y daba la impresión de que se sintiera como un idiota. Sin embargo, el chico cambió un poco su actitud en ese momento, dándose cuenta de que por ese camino no llegarían a nada bueno.

—No creo que tu posición sea fácil, ni que lo haya sido hasta ahora. Quizá he sido un desconsiderado. Así que vamos a hacer una cosa —propuso, haciendo un claro esfuerzo—. Empecemos de nuevo.

Tras esas palabras miró a Aqulegia de nuevo a los ojos con más decisión.

—No fue un rasguño. Me hirieron, y no fue la primera vez. Participé en la batalla contra la guardia personal de Lord Balon, y conseguí herir a uno de ellos. Él me hizo esto —aseguró, y se levantó la cabeza sin pudor. Aldern tenía parte del torso vendado, dejando intuir una herida tan grande que bien podría haber traído serias complicaciones. Más arriba tenía también la marca de una herida que había sido cauterizada—. Tuvieron que salvarme en medio del combate, pero creo yo salvé la de otros. Y ganamos. Estuve a base de leche de amapola, y el maestre tuvo que coserme de nuevo ayer. Y estar así es frustrante. No puedo hacer nada en condiciones, pero al menos mejoraré. Otros no pueden decir lo mismo.

Después de aquella explicación el chico volvió a tomar aire despacio.

—Y ahora es tu turno. Cuéntame todo, triste o no. Y luego si quieres, sólo si tú quieres, hablamos de lo de esa noche. Y del futuro.

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24/11/2019, 01:11
Everan Stronghorse

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Everam se dejó abrazar por sus hijas, algo que pareció relajarlo, sentarlo en una calma que les era mucho más familiar. Miró a Helaena y negó como si no quedase remedio.

—Hija, porque yo lo he sabido al poco de llegar ayer. Y quise...no....no quería que estos días tuviérais...¿qué va a ocurrir estos días? Nada. Os enteraríais en la cumbre pero no tendría que pediros que guardárais silencio y tuviérais que conteneros, pues ahí, sabréis cuando podéis dejar de hacerlo. Yo soy vuestro padre y yo puedo cargar con esto por vosotras...— Dijo con sinceridad antes de respirar y suspirar. —Y....estaba enfadado..con vosotras, conmigo, con el mundo...no sé...perdóname hija.— 

Siguió escuchando sus dudas, así como las palabras de Aquilegia a las que asintió. —Hazlo, hija. Y si quieres, dale la noticia de vuestro enlace. Sé que le hará un hombre feliz. Yo quiero hacerlo personalmente con su padre.— Luego se mantuvo un instante en silencio, preocupado y las hizo un gesto para que se sentasen a su lado.

Dwain...— Dijo pensando en voz alta. —Su apego por Aldern, su forma de comportarse últimamente con Carellyn. Lo que ella menciona sobre él y sus palabras...— Las miró a ambas. —¿No es para pensar que está metido en esto?— Preguntó como si a él le pareciese completamente lógico. Pero entonces negó.

Pero no lo está. Puede que le hayan engañado, ocultado cosas. Pero no lo está. — Aseguró. —Mirad, en el campo de batalla hay dos cosas que no se pueden ocultar...el temor y el sacrificio, la lealtad, la dedicación.— Explicó primeramente. —Si hoy estoy aquí con vosotras es porque Dwain no dudó ni un instante en dar su vida por mí. Por salvar la mía.— Aseguró. —Allí estuvo Lord Eddard Stark, el propio Rey...Granhan, Ser Tyros, Aldern...incluso Aldern. Pero del único que se preocupó de que no le ocurriese nada, fue de mí. No buscaba el favor del Rey, ni se desvivió por Aldern. Lo hizo por mí.— Dijo con total certeza. —Veréis, Talos "El gigante, el Kraken", era el capitán de la guardia de Lord Balon. Una bestia Greyjoy casi tan grande como Várgul. Acorazado de pies a cabeza. Con un hacha más grande que mi escudo. A su paso los hombres caían como la fruta madura de un árbol. Y el destino o la mala fortuna, quiso que aquella bestia encarase a vuestro padre. — Narró como cuando eran pequeñas y las contaba alguna historia. —Dwain no llegó a tiempo para encararlo y quitármelo de encima...pero sí para interponerse entre su hacha y yo y recibir el golpe por mí. Un golpe que me habría matado. Y os juro que pude hasta escuchar como se le rompían las costillas. Pude ver como salía sangre a chorro de su pecho y  escupía sangre por la boca.— Recordó mirando a la nada un instante. —Pero Dwain es como un yunque de acero valyrio... y no cayó muerto, ni siquiera cayó. Y lo destrozó. Simplemente lo destrozó con dos golpes. A él y a todo guardia personal de Lord Balon que se cruzó en su camino, como si no llevasen esas pesadas armaduras de acero y fuesen desnudos. Los hizo pedazos.— Aseguró. —Hasta el rey fue testigo de ello.— Dijo para confirmar lo que contaba. —Sacó fuerzas para acudir a la audiencia del Rey y tras ello, ha estado en cama sin moverse todo el viaje. Grave hijas...muy grave. Sólo los tres o cuatro últimos días pudo ponerse en pie. Y como visteis, llegar aquí a caballo.— Terminó de contar. 

Lo que quiero decir, es que nadie que no es leal, puede fingir hacer eso. Nadie que no lo sea y además tenga un gran valor y cariño por esta casa y esta familia, habría usado su cuerpo como escudo para que a mí no me ocurriese nada.— Aseguró totalmente convencido.

Pero Dwain no está bien. Definitivamente no lo está. Estos años se ha perdido en extrañas creencias, en presagios, culpas, libros. Le debemos mucho. Pero ya no es un hombre en el que podamos delegar responsabilidad. Sólo podemos darle nuestro agradecimiento y cariño. Quizás un buen retiro, en una buena casa. Incluso procurarle un buen matrimonio, si aceptase, que no lo hará.— Expresó con cierta pena, pues sin duda había cierta culpabilidad en su tono.

Aquilegia, tienes razón. Ya no podemos contar con él. Pero recordad siempre que no es por traidor. Pongo la mano en el fuego por eso. Es porque...ya no...porque ha perdido...la cordura.— Tuvo que admitir con palabras finalmente.

El maestre no sabe nada, al menos de mi boca. Pero su relación es muy buena tanto con Carellyn como con Aldern. No quiere decir nada, desde luego. Pero mantengamosle ajeno a esto. Como bien dices, hija. No sabemos a quién han contaminado.— Dijo conforme con ella. Luego miró a Helaena.

En cuanto a Carellyn, sigo pensando lo mismo. Si desapareció tantos días atrás y fueron atacados...no creo que esté viva. Alguna señal o petición habría llegado a Antigua o a Sotodeoro.— Aseguró. 

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24/11/2019, 19:50
Helaena Stronghorse

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Helaena asintió. Entendía por qué su padre no había querido cargarlas con eso. Y por qué, tras su enfado, quizá no había confiado en ellas lo suficiente como para compartir esa información. Pero no tenía razón. Ante una amenaza como esa, lo mejor era ser sincero desde el principio. Al fin y al cabo, eran familia. Y no se trataba de una simple sospecha, sino de una traición confirmada. Lord Stronghorse sabía la cercana relación que sus dos hijas tenían con aquellos dos ingratos y también que ella no tenía ningún problema en tratar temas personales con ellos. Así que mantenerlas en la inopia era lo peor que podía haber hecho y Helaena daba las gracias por que finalmente les hubiera informado de todo.

No es nada con lo que Aquilegia y yo no podamos cargar, Padre. Habéis hecho bien en contárnoslo —le aseguró.

Su padre pronunció en voz alta las mismas dudas que le habían entrado a ella sobre Ser Dwain al escuchar el contenido de aquella carta. Sí, era para pensar que estaba metido en todo. Aunque después de tantos años, de todo lo que Ser Dwain había hecho por aquella familia, por ella misma… Le costaba creérselo. El caballero le había entregado su plena confianza al encargarle el gobierno de Aguasfrías, antes de que Lord Everam se la arrebatara, y al encomendarle el cuidado de Luna. ¿Había sido simplemente engañado, como el resto de la familia, o había algo más?

Su padre parecía pensar que no había traición por su parte y ella lo aceptó. Aunque se mantendría atenta en caso de encontrárselo en algún momento, no podía por menos que agradecer en silencio la devoción del caballero, quien casi dio su vida por salvar la de su Señor. Si le hubiera deseado algún mal, no le habría costado nada dejar que otros lo mataran en mitad de una batalla. Nadie podía haberle echado nada en cara. Ni siquiera ella misma, que le había pedido a Ser Dwain antes de partir que cuidara de su padre.

Claro que había dos problemas. El primero era que claramente el hombre sentía también lealtad hacia las dos personas que más daño habían hecho a la familia y bien podría reaccionar con furia hacia ellos o… Helaena sabía que nunca les desearía mal a los Stronghorse ni haría algo activamente en su contra, pero quién sabe si ayudaría a Aldern y Carellyn o los defendería de alguna forma.

El segundo problema era que su padre tenía razón en algo muy importante. Ser Dwain estaba completamente enloquecido.

Lo sé, Padre. Lo llevo pensando bastante tiempo. Las cosas de las que habla a veces… Entiendo que haya podido vivir experiencias extrañas, pero ha sido incapaz de de separar realidad de fantasía —dijo con pena—. Pero a vos siempre os ha admirado y obedecido, tal vez consigáis hacerle entrar en razón. Tenía esa esperanza, ya que a mí no me escucha como a vos —concluyó, aunque tras haber escuchado a Lord Everam, esa esperanza prácticamente había desaparecido.

Helaena volvió a asentir cuando su padre pidió que mantuvieran al maestre ajeno a toda esa información. Le costaba ver a alguien como él metido en todo eso, pero si algo le había quedado claro era que no podía confiarse con nadie.

Luego, escuchó de nuevo cómo Lord Stronghorse daba por hecho que Carellyn y Arlo habían muerto. Frunció el ceño, con duda, y habló midiendo sus palabras.

¿No os parece extraño, Padre? Dos hijos de uno de los Señores más importantes del Dominio. Incluido el heredero a Sotodeoro ni más ni menos. Cualquiera que los atacara habría sabido lo mucho que podrían llegar a sacar pidiendo un rescate. Pero, en realidad, no ganaban nada matándolos —explicó Helaena. A menos que los Stronghorse no fueran la única familia a quienes Carellyn había traicionado y aquel fuera un ataque por venganza, pero le costaba mucho creerlo—. Y, si los hubieran matado, habrían encontrado sus cuerpos —Hizo una pausa de unos segundos, tras la cual miró a su padre fijamente—. ¿No creéis que, tal vez, hayan fingido su muerte? Al menos, que ella lo haya orquestado todo. Es posible que se diera cuenta, tarde, de que había confiado su carta en manos de vuestro espía; o quizá haya decidido fugarse con ese hombre misterioso del que habla, al que su corazón siempre perteneció. O… no sé, pero no me parece normal esta situación.

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24/11/2019, 20:13
Helaena Stronghorse

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

Helaena no estaba del todo convencida con la posible explicación que Aldern le dio de por qué Ser Dwain había decidido pasarse un poco con el vino.

Por favor, si probablemente hacía lo mismo que en Aguasfrías: rodearse de soldados a todas horas del día —respondió, entornando los ojos. Luego, con un suspiro, añadió:— Pero está bien comprobar que, al menos, es humano. Conociéndolo, una no puede estar segura. Supongo que ese es tu don, conseguir que hasta la gente más insospechada se dé al vino, aunque solo fuera unas horas —miró a Aldern con media sonrisa, tras esta clara alusión a ella misma—. ¿Hizo algo digno de mencionar? —preguntó curiosa.

Luego se quedó mirándolo extrañada tras aquella rotunda afirmación.

¿Por qué negarías que puedes aprender mucho de él? —preguntó—. Es un hombre con muchas virtudes. Claro que a veces peca de excéntrico —añadió, con una mueca tras escuchar cuán excéntrico podía ser el caballero. Luego se paró a pensar en la última frase que había dicho Aldern y respondió:— Dices “aquí”, como si eso fuera un capricho de la gente de Riverside. Pero en todos los rincones del mundo los poderosos usan a los que no lo son tanto para… en realidad, para todo, no solamente como catadores. Desde el Norte hasta Dorne —explicó. No era necesaria la explicación, Aldern sabría cómo funcionaba el mundo. Solo que Helaena casi sentía que debía justificarse. Era el problema con hombres como Ser Dwain, que hacían quedar mal al resto.

Tras unos segundos de reflexión, Helaena negó con la cabeza antes de continuar.

Pero no creo que lo haga por noble o porque crea que es lo más justo para sus hombres —dijo, tras recordar unas palabras que había escuchado del propio caballero—. Lo hace porque intenta redimirse por todos sus actos, lo hace movido por la culpa. Por si su discurso la noche antes de que partierais a la guerra no lo dejó claro, estar en Aguasfrías terminó por confirmármelo. Todas y cada una de las decisiones personales que ha tomado allí han sido movidas por ese sentimiento; así me lo pareció al menos.

Algunas de las acciones del hombre en la ciudad habían sido bastante conocidas y polémicas, tachadas de extravagancias algunas, pero Helaena no había comprendido hasta qué punto lo eran hasta que lo vivió en primera persona.

Cuando el administrador me contó sus hábitos, casi me hizo sentir mal por alojarme yo en la posada —explicó, y podía notarse en su voz una ligera queja por aquella situación—. Y eso que yo no pedí nada de lo que se me ofreció. Pero apunto estuve de rogarle que me dejara quedarme en la casa de Ser Dwain, solo por no dar la sensación de que la hija del Lord venía a derrochar las arcas. Por no hablar de los Redimidos…

Volvió a quedarse callada unos segundos. Tras un profundo suspiró, añadió:

O tal vez simplemente le dé igual todo —Resopló y arqueó una ceja, como si no terminara de comprender algunas acciones de aquel hombre.

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25/11/2019, 15:43
Serah

Séptimo día de la Doncella. Mes de la Madre. Año 289 A.C.

La joven rió cuando expresó como debía servir para algo su apellido. Su último comentario hizo que volviese a su tono gentil y condescendiente, pero ausente de sonrisa, para indicar seguramente que no contestaba en broma.

Claro que fue por el oro milord. ¿Qué otro motivo habría si no?.— Preguntó sin esperar respuesta. —Hay cosas que he hecho que pueden ser tachadas de inmorales, pero no me arrepiento de ninguna. Todo lo he hecho por sobrevivir y lo volvería a hacer.— Reconoció. —Gracias a ello ahora tengo lo que siempre he querido. Una taberna, unas pocas habitaciones para hospedar...y ya por fin, todo es mío. Todo lo que veis es mío y no debo nada a nadie. Mis deudas están saldadas. Ya nadie va a entrar por la puerta para saldarse una.— Sonrió entonces divertida. —Salvo los del almacén cuando vengan en un par de días a cobrar los barriles de cerveza y la tinajas de vino que voy a llevarme en un rato porque me he quedado casi sin nada.— Dijo claramente, satisfecha con como le iban las cosas, en especial ese día.

—No os preocupéis milord. Todo me irá bien. Cuando ya no tienes que preocuparte de deudas y cumplir con pagos y los intereses cada semana, es todo más sencillo. Sí, habrá rachas mejores y otras peores, pero no es lo mismo.— Aseguró. —Ni de lejos...— Sonrió de nuevo.*

Quién sabe, puede que ahora incluso me plantee tener hijos.— Dijo como si por primera vez aquella posibilidad no le pareciese una locura. 

 

 

Notas de juego

*En Poniente no hay bancos en sí, como en Braavos. Pero hay casas especialmente ricas que disponen de algo parecido, servicios de prestamistas (dan préstamos a cambió de ser devueltos en plazos y con intereses). La Casa Dragnos, la Hightower ...son un ejemplo de una de estas casas. Es una actividad perfectamente legal y la corona les reconoce el derecho de embargo de incumplirse los términos del contrato y del préstamo. Muchos comerciantes (como Serah), que no heredan de la familia el negocio y lo montan desde cero, tienen que hacer uso de esos servicios de préstamo.