Partida Rol por web

Zane asiente y salís. Hay sorprendentemente mcuho movimiento en todas direcciones, lo que hace que sea fácil disimularos entre todos. La habitación de Debbie y Zane no está lejos, así que apenas debéis camianr.

Debbie sigue igual que cuádno la visto por última vez: tranquila, leyendo un libro, apartada del barullo del resto del barco. A Debbie nunca le gustó demasiado el ruido ni estar rodeada de gente. Al verte, sonríe y mira a Zane, cerrando el libro.

- Esto quiere decir que hemos llegado ya? - le pregunta al chico para después girarse hacia ti. -  Espero que no te hayan tratado muy mal, Aelia. 

- No, aún no hemos llegado, pero no queda mucho. Han habido imprevistos cuando ciertos metomentodos se han colado en el barco....

El peso que Remus se quitó de encima cuándo Irina se rió y le dijo que por supuesto que no le importaba, que le quería. La sensación de alivio al confensar su secreto más oscuro, aquella maldición que tanto odiaba, y verse aceptado y apoyado por Irina era lo mejor que podía haberle ocurrido.

Abrazó a su novia entonces, hundiendo la cara en el cuelo de la chica. El hecho de que Irina pensase que le había estado engañando con otra y verla llorar por eso le resultaba doloroso.

- Tengo tanta suerte de tenerte... Ni se te ocurra pensar nunca que te haría algo así.

Le había sorprendido que dijiese aquello de Donnie. Eso quería decir que el chico se lo había confesado pero no le habái mencionado que él también lo era. Suponía que eso demostraba que la lealtad del Donnie-lobo ante la manda se extrapolaba al Donnie adulto. Se sentía mal por no haber aprovechado aquello para formar una amistad más profunda, pero suponía que el hecho de que  la combinación "Donnie-resto de sus amigos" no funcionase era parte de la razón. También se sintió mal pensando que que Donnie había confiado más que él en Irina, en su propia novia. 

- Claro que sé que hay una poción, estuvo en el profeta en portada hace un par de años. - dijo mientras se separaba, tras haberse serenado. -  Pero precisamente porque es una invención muy nueva, comprar esa poción resulta muy caro. No puedo permitírmelo, y Donnie tampoco. Además, es extremadamente difícil de hacer. Si te equivocas, puede ser mortal. De todos modos, la poción sólo ayuda a mantener el control: me convierto en lobo cada noche de luna nueva igualmente. 

Se quedó entonces unos segundos en silencio, pensando en la última frase de Irina. Si se lo preguntaba a ùel, es que no s elo había preguntado a Donnie. No sabía hasta que punto sabía la chica sobre licantropía.

- Sí. - dijo finalmente, sin adornar la respuesta. Poco después, le intentó explicar cómo se sentía. - Todo el cuerpo te arde por dentro y por fuera. Es cómo si hubiese partes que se te rompen y otras que nacen de la nada. - le explica mientras se concentra en mirar una de sus cicatrices en el muslo. Aquella cicatriz se la había llevado al romper uno de los muebles de la casa de los gritos en una noche realmente mala. La madera había desgarrado su piel de mala manera. La enfermera había hecho un buen trabajo, pero la marca seguía allí. -  Hay noches tranquilas y noches peores. Si tenemos comida - Sirius, James y Peter suelen encargarse de dejar comida durante el día en la casa, para cuando llegue la noche - es bastante ameno. Aún así solemos intentar salir de la casa y nos herimos a nosotros mismos... Pero lo peor... Lo peor es que no te das cuenta que ya no eres tú... - negó con la cabeza. - No, lo peor es que eres tú, pero eres la parte más primitiva y oscura de ti mismo. Sólo piensas en cazar, comer y el olor o la presencia de cualquier humano... Te vuelve loco. Es cómo si no existiese peor cosa en el mundo, y sólo deseas deshacerte de él para que esa sensación de odio y peligro desaparezca. - le confiesa a su novia mientras sus manos se tornan puños apretados y sus nudillos se empiezan a poner balncos. - Odio saber que hay una parte así en mí, Irina. Qué ocurrirá el día que haga daño a alguien? Cómo podré vivir con ello?

Ambas podéis ver cómo Severus se esfuerza en no sonreír, y mira a London

- ¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado entusiasta? Si llego a saberlo antes nunca te habría invitado al equipo... - dice con aparente hastío, aunque está claro que no es cierto lo que dice. Las comisuras de sus labios tienen problemas para mantener el semblante serio.

- La oclumancia es magia negra. - empieza a explicaros, aunque sabía perfectamente que alguien como Zoe que se había leído casi toda la biblioteca de Hogwarts, y alguien tan curioso como London seguramente ya sabían todo eso. Pero era importante tener la base clara y era la mejor manera de empezar. - Igual que la legeremancia. No son maldiciones, pero cualquier conjuro que atente el control o intrusión en la mente de otros o se pueda usar para la mentira y la traición, se considera magia negra. La Oclumancia y la Legeremancia son hermanas, y aunque aparentemente opuestas, nunca se puede ser un experto en una sin controlar la otra. Quienes sólo se centran en una de las dos están utilizando una silla con solo tres patas: si te concentras en el equilibrio, no te caerás, pero a la que te despistes o alguien decida intervenir, acabarás en el suelo. Por no hablar de que es una pérdida innecesaria de energía tal esfuerzo.

Severus decide levantarse entonces y quitarse aquella túnica que habíais cogido que le iba demasiado grande. Se coloca entonces frente a vosotras. De algún modo os da la sensación de que a pesar de carácter tímido, hosco y serio, tiene madera de profesor. Severus va entonces a la cocina dónde el hermano de London tiene una pizarra con números, direcciones, nombres, la lista de la compra... Severus encuentra también unos periódicos y un bolígrafo muggle y empieza a transcribir lo que el hermano de London tiene en la pizarra en uno de los periódicos mientras habla.

- Sólo cuándo comprendes cómo funcionan ambas y cómo funciona la mente humana puedes realmente aprender a controlarlas.  -  mientras escribe no le pasa desapercibido que hay muchos nombres de chicas con números al lado... Niega con la cabeza mientras sigue escribiendo, y cuando termina borra el contenido de la pizarra, la cual se lleva al salón y coloca en el suelo, entre él y vosotras.  - Imaginad que esto es vuestra mente, la mente de cualquier ser humano normal. - dice mientras dibuja un cuadrado que ocupa la mitad. - Esto son vuestros recuerdos - dice dibujando circulitos de manera aparentemente aleatoria dentro del cuadrado. - Esto son vuestros pensamientos. - dice dibujando esta vez cruces, que son ligeramente más grandes que los círculos. - Y esto vuestros sentimientos. - dice mientras dibuja una línea que se enrolla de aparente manera aleatoria también tanto alrededor de las cruces cómo los círculos, muchas veces atravesándolos. Cuando termina, hace que de la línea salgan "ramas" que atraviesan las paredes del cuadrado. - Ahora imaginad que alguien intenta usar legeremancia. ¿Veis todos estos sentimientos? - dice señalando las líneas que salen del cuadrado. - Son fácilmente accesibles. Son cómo puertas en una habitación. El Legeremante solo necesita escoger cualquiera de ellos - dice mientras apoya el dedo en una línea y empieza a seguirla. - Y fácilmente tiene acceso a todo lo que piensas, sientes y recuerdas. - explica mientras su dedo va pasando efectivamente por las cruces y círculos. - ¿Hasta ahí todo claro? - pregunta levantando entonces la vista a ambas chicas, esperando su reacción antes de continuar.

Dibuja entonces otro cuadrado al lado. Esta vez, cuando dibuja los círculos y cruces está claro que siguen un esquema ordenado. Cuando es el momento de dibujar la línea, veis cómo la enrolla en una esquina del cuadrado y dibuja paredes más gordas que la aíslan del resto del dibujo.

- Esto es el aspecto de la mente de un oclumante. La parte más importante es esta, - dice señalando las líneas aisladas. - es decir, todos los sentimientos están apartados y celados. El legeremante que intente entrar en esta mente no tiene puertas cómo en la mente anterior. Esto no quiere decir que no haya ventanas, pero eso es un nivel más elevado. Ahora mismo lo que os interesa es entender esto y pasar de tener una mente cómo esta - os dice mientras dibuja una flecha que va desde el primer dibujo hasta el segundo, el cual rodea con un círculo. - a una como esta. ¿Habéis entendido el funcionamiento? 

Abrazo a Remus cuando hunde la cabeza en mi cuello, acariciándole el pelo con una mano. Cuando se separa de mi le acaricio la cara y le miro los ojos. - Eso significa que tenemos que tener un buen cargo para ganar mucho dinero y poder comprar la poción.- Le sonrío y le doy un pico cariñoso en los labios. - Y si no, no te preocupes. Algún día hallarán la cura, estoy segura. Respecto a mi, lo único que me sabe mal es que te duela la transformación y lo pases mal. Lo demás no me preocupa. Si algún día haces daño a alguien debes saber que ese alguien no eres tu, realmente. Si por ti fuera no harías daño, es culpa de la licantropía. Debemos intentar que no hieras a nadie, yo intentaré ayudarte como pueda. Aunque, en realidad, lo único que deben hacer es no molestarte... Si alguien viene a molestarte es que no es muy listo.- Me encojo de hombros y me contengo a decir "se lo merecería". 

Le sigo acariciando el rostro. Jamás en la vida lo había visto tan guapo como ahora y no me pasó desapercibido que parecía incómodo por sus cicatrices. -Por cierto, Remus... Llámame rara o lo que quieras pero tus cicatrices me parecen sexys.- Y así era de verdad, siempre me habían gustado las cicatrices. Me sorprendí pensando que una en la cara no le quedaría mal, pero no quería que se hiciera daño y pensé que era un comentario desagradable así que no lo dije. 

Y no diciendo cosas... ¿Sería el momento de contarle que había intentado ser animaga durante el curso? Me daba miedo que él, como prefecto, me juzgara. Pero ahora que me había confesado su secreto me sabía mal no decirle esto. 

- Oye...- Miro hacia abajo, hacia el colchón que había sido testigo de nuestra primera vez.- Yo también te quiero contar algo... Quiero ser animaga. He estado informándome durante el curso aunque aún no he conseguido nada... No te lo quería contar por miedo a que te enfadaras. 

Claro que estaba entusiasmada. No sólo iba a aprender algo nuevo, sino que además era algo que no se enseñaba en el Colegio, algo que se acercaba a la magia oscura, y era la primera vez que rozaba un campo que me atraía demasiado, pero que, a la vez, me daba temor.

La Oclumancia y la Legeremancia me eran conocidas de oídas, pero nunca había visto a alguien practicarlo (tal vez a mi padre, pero, como dije, nunca llegué a tener pruebas de que supiera aquella clase de magia) y mucho menos haberlo hecho yo misma.

Y allí estaba, junto con Severus y Zoe, a punto de descubrir una rama entera de la magia que parecía como si nos fuera a convertir en súper magos y brujas.

Envidié a Severus por haberlo aprendido ya, y también me fasciné por el hecho de que lo hubiera hecho solo, sin ayuda. Recordé lo solitario que parecía, lo desvalido, y la falta de compañía que necesitaba, y me pregunté por qué diablos había creído necesitar el uso de la Oclumancia y la Legeremancia. Me pregunté qué llevaba a un muchacho de 17 años a aprender y practicar tal clase de magia.

Sin embargo, no pensaba preguntarle algo tan íntimo y personal a Severus. No por el momento. Así que, tales cuestiones las dejé en un rincón de mi cabeza, y me limité a escuchar con suma atención (creía que jamás había escuchado tanto a un profesor) mientras Severus nos daba su clase magistral acerca de la Oclumancia. Casi me dieron ganas de tomar notas, y coger apuntes para revisarlos después.

Asentí cuando debía de asentir, y abrí la boca ante lo fascinada que me dejaba su explicación, y lo claro que lo hacía con el dibujo. Aquella magia era muy complicada, y dudaba mucho que pudiera llegar a manejarla. Tenía una mente algo caótica, y, ciertamente, no sabía si conseguiría cumplir los requisitos previos para poder aprender algo así. pero, no quise tirar la toalla antes de empezar, por lo que asentí, volví a dar palmadas entusiasmada, y alcé la mano.

—Sí, lo he entendido— me apresuré a decir—. Yo, yo primera— dije, mirando a Severus—. Porfa, enséñame. ¿Qué hago? ¿Cierro los ojos? ¿Me concentro en algún recuerdo feliz o algo así?— pregunté, algo nerviosa.  

Lentamente me agacho, para mirar por debajo de la puerta. Necesito ver al enemigo para que el conjuro le afecte, si no lo veo no sé siquiera si es posible, pero sin duda mucho más difícil de lograr. Incluso, si escuchan algo, puede ser hasta mejor...si me sale bien. Una vez abajo, lanzo el conjuro, en silencio.

-Confundus.

Me sorprendí al saber que para el cumpleaños de Severus no le había felicitado. Ni si quiera sabía cuándo era. ¿Que clase de amiga no le felicitaría? 

— Severus... No lo sabía... Felicidades atrasadas. — Dije un poco avergonzada. Sonreí ante las palabras de London y asentí.

Esuché a Snape centradamente y asintiendo a todo. En cuanto se mencionó al hermano de London la miré. Me entusiasmaba aprender oclumancia, me gustaba ese tema. De hecho me había leído algún libro sobre ello en la biblioteca. Me enorgullecía tener un amigo como Severus, muy amenudamente pensaba eso.

Reí ante la broma de Snape y volví a centrarme en lo que nos explicaba con una sonrisa. Observé sus dibujos interesada y asentí a su pregunta.

Vi a London muy entusiasmada así que me pareció buena idea que empezara ella. 

— Vale, pues London primera. — Dije aún con una sonrisa y deseando ver qué hacían.

Escucho y observo atentamente lo que sucede en el barco. Movimiento aquí y allí. El aviso de Zane parece haberlos puesto en alerta, y el descontrol parecía reinar en el barco en aquellos momentos. Suerte que no le había dicho nada a Zane sobre Mia, que entonces él mismo habría salido a cazarla. Por su bien esperaba que no la encontraran, porque me temía lo peor, iba a salir a defenderla ante prácticamente cualquier cosa que pasara. Pero Mia era muy inteligente, y a ella no la iban a capturar. Seguro que se estaba riendo en la cara de los demás. También es cierto que no había podido ir a meterme en un lugar del que no podría salir sin meterme en muchos problemas, pero ¿realmente iba a querer escapar de una realidad como la que Zane me había prometido? Nadie había dado mucho por mí, a excepción quizá de Charlotte, Anne, Le, y poca gente más.No quería dejar a Charlotte, y mi cabeza... No me dejaba pensar con claridad. Opté por seguir a Zane, intentando vaciar mi cabeza para hacerla receptiva. ¿Receptiva a qué?

Encontré la respuesta por mí misma. Me acerqué a Debbie, y le di un abrazo, aprovechando que había dejado el libro y había dejado de hablar. El abrazo se prolongó bastante tiempo, o al menos eso creo, porque al cortarlo me sentí mucho mejor. Después de todo ese tiempo, pensaba que no iba a poder tocarla, o que al tocarla se iba a desvanecer en humo, como si de una ilusión se tratase. Esa calidez robada casi a traición me sonsacó una sonrisa que no sabría bien definir. —Deborah, Zane, ¿se puede saber a dónde vamos? No me habéis dicho nada y no sé muy bien cómo prepararme para estar en el lugar a dónde vamos —comenté, a sabiendas que era muy posible que no me dijeran nada—. Por cierto, tengo algo de sed. ¿Podríais darme un vaso de agua?

Mierda, mierda, mierda...

Frunzo los labios. Algunos se han ido pero otros se han quedado... y los que se han quedado parece bastante reticentes a irse, han cogido la varita y todo. El grandullón me vuelve a hablar en chino (o lo que a mí me suena a puro chino). Tengo que pensar rápido, ¿sigo con el paripé? No creo que tenga sentido ahora. Ay, joder, joder...

Aferro la varita. No tengo otra opción. En un gesto rápido apunto al techo sobre ellos y exclamo:

- ¡Bombarda!

Una vez hace el efecto echo a correr fuera del baño. Tengo que ir a por Joni y tengo que hacerlo ahora. Espero que los chicos corran conmigo. 

REmus niega con la cabeza. ¿Cómo podía ser Irina siempre tan positiva? ¿Cómo podía defenderle y quererle tan incondicionalmente después de decirle que era un licántropo? ¿Después de decirle qué era una bestia con instintos asesinos incontrolables durante las noches de luna llena? Y encima decía que sus cicatrices eran sexis.

- Estás loca, ¿Lo sabes, no?

Entonces Irina le dijo aquello sobre la animagia y el chico la miró confundido antes de reirse.

- ¿Por qué iba a enfadarme porque quisieras dominar una magia que además está relacionada con tu don? - cayó entonces en la cuenta del porqué e hizo una pequeña "o" con la boca. - No ibas a registrarte en la oficina de animagos. Por eso, ¿verdad?

Remus rió pensando en la ironía de la situación antes de mirar a Irina. Ahora que ya sabía lo de la licantropía no tenía por qué esconder el resto.

- ¿Sabes lo más gracioso? James, Sirius y Peter - su expresión se torció ligeramente entonces al pensar en si era cierto que su amigoles había traicionado... - descubrieron lo de mi licantropía y son animagos ahora mismo. Nos ayudan a Donnie y a mí por la noche. Si lo hubieses dicho antes tal vez podrían haberte ayudado. No fue nada fácil, ni nada rápido, pero si ellos lo consiguieron no me cabe duda de que tú también y en la mitad de tiempo.

Todo ocurre bastante rápido. Brad se agacha mientras Donnie se queda absolutamente quieto y se asoma por debajo del cubículo del baño. Más o menos a la vez, Mia frunce los labios y su frustración hace que su aspecto empiece a cambiar ligeramente. Uno de los chicos ve entonces a Brad armado y levanta la varita para intentar protegerse de su ataque, pero falla. Más o menos a la vez, Mia levanta su varita y el techo del barco se desploma con una explosión. El chico que había sufrido el ataque de Brad está confundido y no sabe qué está ocurriendo, con lo que ni siquiera llega a alzar la varita ante la lluvia de madera y escombros. Los otros cuatro lo hacen, pero sólo dos de ellos consiguen hacerlo a tiempo.

Mientras tanto, Mia sale corriendo y salta por encima de los escombros antes de que puedan atraparla y sale al pasillo, camino a dónde estaba Joni, ya sin importarle el sigilo o el disfraz (el cual desaparece): a situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Sin duda la explosión ha tenido que poner en alerta a todo el barco, pero eso no importa. Tu corres sabiendo que habrá gente detrás de ti y lo mejor que puedes hacer es salir de ahí cuanto antes. Ves que la puerta del fondo que estaba cerrada ahasta ahora (la puerta dónde Brad había visto a Joni) está abierta. Un par de las personas que habían seguido las órdenes del aparente jefe han ido hacia allí y parecían estar habalndo con la gente aue había dentro cuándo la explosión ha ocurrido. Puedes ver que todos están confusos... y armados.

Sin embargo eso no es lo que llama mmás tu atención. De algún modo, entre todas esas personas hay una que te llama la atención por encima de todas...

Joni.

Está de rodillas y auqnue no lo ves atado, las marcas de sus muñecas dicen que lo estaba hasta hace poco. Pero eso es lo de menos. Está sangrando y su traje térmico destrozado. alguien lo tiene cogido por el pelo y aunque parece a punto de caer rendido, la mirada de Joni se cruza con la tuya un segundo.

En ese momento sabe que tiene una oportunidad que no puede dejar escapar y golpea con la cabeza la nariz del que le tiene agarrado. Todo el mundo parece confuso ante todo lo que está ocurriendo y no sabe qué ahcer, a quién mirar o dónde ir.

Me quedé pasmado como si todo fuera una película, pero cuando Mia hizo caer los escombros un click sonó en mi cabeza y comencé a actuar. Salté por encima de Brad abriendo la puerta de golpe y con la varita "prestada" hice uno de los hechizos que más me gustaban.

-Avis!

Y después de gritar aquel hechizo en el aire caí al suelo intentando no tropezarme.

Severus negó con la cabeza mientras fruncía el ceño y daba varios golpes con el dedo a la pizarra.

- No, no, no, London. Mal empiezas. - le dijo a la chica, echándole la bronca. Soltó aire y se calmó. En realidad, la estrategia de la chica era un modo de poder contrarestar una invasión mental: centrarte en algo inútil para el otro. Aún así, eso no era 100% efectivo ni te servia para aprender legeremancia. - Tienes que vaciar tu mente, tienes que encerrar tus sentimientos. - dice mientras señala la "mente" del legeremante. 

Severus parece pensar en cómo hacerlo, siendo London siempre tan viva y dicharachera. Probablmenete Zoe tendía menos problemas, ella estaba acostumbrada a esconder lo que sentía o pensaba.

- Lo haremso así.  - dice finalmente - Cerrad los ojos, las dos. Intentad vaciar la mente. NO pensar, no sentir. Relajáos, cómo si meditasesis. Cuando creeis que estáis listas abris los ojos y yo intentaré entrar en vuestra mente. Si conseguis estar lo suficientemente controladas y vacías mentalmente, no debería tenerlo nada fácil. - no os dice que podáis evitar su intromisión, Severus no es así. Él sabe, y vosotras sabéis, que lo más probable siendo la primera vez es que apenas consigáis pararle. - Cuando queráis.

Debbie acepta el abrazo algo sorprendida, pero no se aparta.

- ¿Qué te pasa? Pareces muy sentimental, ni que hiciese meses que no nos vemos... - bromea algo sarcástica mientras te devuelve el abrazo.

Debbie te acerca el vaso de agua mientras Zane te responde con esa sonrisa arrogante tan típica suya, de cuando sabe más cosas que el resto y eso le hace importante.

- Vamos, querida Aelia, nada más y nada menos que al cuartel del Señor Tenebroso. - dice abriendo ambas manos con un gesto teatral. - Vamos al lugar dónde la gue...

Su frase ve interrumpida cuando hay un templor y ruido cómo de una explosión y madera partiéndose.

- Vale que envíen a los más idiotas para la misión más fácil,  ¿pero en serio son tan incompetentes? - dice Zane asqueado antes de sacar la varita. - Está claro que si quieres algo bien hecho tienes que hacerlo tú mismo. Debbie, dale algo a Aelia mejor que eso para vestirse, y devuélvele su varita. Os veo en unos minutos. - dice el chico dirigiéndose a la salida.

Pues ala...a liarda parda. Mia es especialista en eso. Si es que...claro que tampoco le quedaba otra. En fin.

Salgo tras Donnie, pendiente de que puedo hacer. Tras un instante de observar la situación, me decido por un conjuro que los mandará contra la pared...a ellos y a los escombros.

-¡Depulso!

Eso debería bastar para detenerlos, por l oque apremio a Donnie a seguir adelante.

Mi corazón hacía algo así como: jdhdujbijbsjbdhibedhiebhjdbkjsnjskabhusddsho

¿Por qué tenía que ser tan guapo y mono y adorable? Me acababa de dar cuenta de que estaba enamorada hasta las trancas de él. Me quedé mirándole a los ojos en silencio y sonriendo como una tonta mientras le escuchaba hablar y negué con la cabeza cuando me preguntó si no iba a registrarme. A mis oídos me llegó algo así como que Sirius, Peter y James eran animagos pero no lo asimilé. Solo tenía ganas de abrazarle. Así que, cuando vi que había acabado de hablar lo hice. Le abracé muy fuerte pero sin hacerle daño. Quería parar el momento y dejarlo todo ahí. 

- Espera, - Reacciono mientras le abrazo y me separo de él lentamente, haciendo que nuestras narices solo estuvieran a un dedo de tocarse. -¿entonces son animagos? ¿Y en qué se convierten? ¡Que envidia! Tendré que averiguar cómo lo han logrado... Pero bueno, eso es lo de menos ahora.

Estábamos en guerra. Un sentimiento de culpa volvió a invadir mi ser al pensar que quizás, en este preciso instante, había gente muriendo mientras yo estaba en una de mis mejores noches del mundo. Y la culpa se volvió miedo ¿Qué pasaría si moríamos esta noche? No podría... Sería lo peor no poder estar con Remus nunca más. Ahora que acababa de descubrir que quería estar con él por siempre... 

Me estaba volviendo una dramática cursi. Ahí seguía, a poca distancia de sus labios, mientras todos esos pensamientos ocupaban mi mente. Le vuelvo a besar en los labios y le digo lo que quería decirle pero no me atrevía...

- Remus... Si muero hoy... Quiero que sepas que...- Bajo la mirada por unos instantes hasta que me armo de valor y le vuelvo a mirar. -...Te quiero. 

Legeremancia y Oclumancia. Dos artes que casi apenas había oído hablar de ellas, y que podía llegar a aprender de manos de Severus. Apenas me lo podía creer. Estaba realmente feliz.

Mi entusiasmo era tal que ni siquiera se me borró la sonrisa de la cara cuando Severus me corrigió a su manera.

—Ajá, vaciar— no tenía ni idea de cómo se hacía eso.

Pensé en el color blanco al principio. Dejar mi mente en blanco era lo más parecido a no sentir nada, ni a pensar, ni recordar, sólo existir y respirar, por lo que aquello de pensar en blanco, fue perdiendo fuelle. Pensé en cuando iba a dormirme, después de un día largo. Cuando cerraba los ojos, y dejaba que las mantas me rodearan el cuerpo como si fuera un capullito de un gusano de seda. Quería tener la misma sensación, pero me daba algo de corte cuando sabía que había gente mirándome.

Abrí los ojos cuando Severus volvió a hablar, y compartí una mirada cómplice con Zoe ante lo de cerrar los ojos las dos a la vez. Me terminé encogiendo de hombros, y haciendo lo que Severus decía. Al fin y al cabo, él era el profesor, y nosotras simples alumnas.

—Vale, vale, lo que tú digas— dije, y suspiré, tratando de relajarme, al tiempo que cerraba los ojos sin poder evitar tenerlos algo tensos, como cuando era pequeña que no sabía fingir estar dormida sin que los párpados me temblaran.

Sacudí la cabeza un momento para dejar de pensar en idioteces, y en cosas que podría ver Severus, y sentí un calor fugaz al pensar en lo que podría llegar a descubrir y concluir de mí si veía qué pensamientos. Sobre todo los que tenían que ver con él.

Tragué saliva con dificultad, y tuve un ramalazo de arrogancia. No, eso no llegaría a saberlo nunca, porque, primero, eran tonterías de niña, y, segundo, seguramente, Severus tampoco era tan buen como decía.