Partida Rol por web

Apunto la redacción de Transformaciones que tengo que hacer y recojo mis cosas tranquilamente tras las instrucciones de la profesora. Me siento bastante orgulloso de mí mismo por haber sido el único que consiguió puntos para su casa, a pesar de haber fallado dos veces en el hechizo Reduccio me había salido lo suficientemente bien la práctica.

Cuando da la señal para retirarnos, me levanto de la silla y me dirijo a la puerta para salir hacia los jardines. Esa tarde me pondria con el trabajo, quiero que me salga impecable.

Me sentía muy decepcionada, no sólo por el desastre que me había salido en una de las ocasiones sino también porque no entendía el enfado de la profesora. Había estado practicando y eso se notaba, y sólo porque en una ocasión me había salido tan sumamente mal que toda la clase se había dado cuenta de mi error no tenía por qué estar ahora tan pendiente de mí, ¿entonces el resto?

Cada segundo que pasaba en el colegio me hacía preguntarme si había hecho bien en estar ahí. La ilusión antes del inicio del curso y del mismo día del viaje había ido dando paso a una frustración y un desengaño cada vez mayor. No había conseguido hacer amigos, el único que en un principio se había mostrado cortés conmigo ahora no me dirigía la palabra, y encima era una torpe con la práctica. Sin lugar a dudas había sido un error.

Cuando finalizó la clase me volví hacia Severus.

- Gracias por intentar ayudarme a que el desastre no fuera mayor.

Recogí mis cosas rápidamente y me levanté, pero por unos segundos me quedé dudando mientras me mordía el labio nerviosa.

- Me gustaría que le dieras las gracias a Lily por su invitación pero... me imagino que tú no quieres que os acompañe así que será mejor que me ponga ya con el trabajo de transformaciones.

- No ha sido nada. 

Severus no parece saber qué decir sobre la invitación. Se le nota que quiere pasar tiempo con Lily a solas, sea por la amistad que tienen o por evitar que nadie se ría de él por ir con una Gryffindor; pero también parece sentirse mal por tu "acusación". Al final, parece relegarlo todo en tu mano.

- Puedes hacer lo que quieras, yo no mando sobre nadie...

Después recoge sus cosas y se levanta.

- Voy a comer.  - dice Severus abandonando la clase con rapidez.

Me quedé de una piedra y las lágrimas empezaron a agolparse en mis ojos. Me sentía muy mal, cada vez estaba más convencida que había sido un error haber acudido a Hogwarts y tenía la intención de escribir esa tarde a mi padre para que viniera a buscarme.

Salí rápidamente de la clase sin dirigir la mirada a los que me rodeaban, no quería que me vieran así, ya estaba considerada como un bicho raro como para que encima tuvieran más motivos de que se rieran de mí. No tenía hambre, así que al comedor no tenía pensado ir pero ¿dónde podía esconderme?

A pesar de que anteriormente habías pensado que tu orientación era nefasta, esta vez no tienes problema alguno para encontrar el camino. De hecho es sorprendente lo rápido que llegas. Cuando giras el pomo* ves que la puerta está abierta. La clase se parece bastante a la de historia de la magia, pero en esta los pupitres son dobles. Estás completamente sola pero ves en la mesa de la profesora unas cuantas copas, suficientes para toda la clase y más. Seguramente es lo que usaréis para practicar los hechizos.

Sin dudarlo ni un instante, me acerqué a las copas, tomando una de ellas entre mis manos y llevándola hacia un pupitre doble de segunda fila, a la izquierda de la mesa. Me senté y dejé el libro de transformaciones abierto al lado, justo en la página de la lección de engorgio y reduccio. Miré a la copa casi desafiante y sonreí un poco, traviesa, sacando la varita del bolsillo. -Veamos...- Dije, mirando el libro y recordando lo que Nathan me había dicho esta mañana. -Sí, puede ser... Primero, intentaré hacerla más pequeña. ¡Reduccio!- Dije suavemente, acompañando las palabras del toque característico. El objeto se hizo pequeño inmediatamente, y sonreí complacida por el resultado, tocando la copa con un dedo. Sin embargo, ahora venía la púa. El que casi nos mata, a mí y a Dharma. Me aclaré la garganta, me puse de pie, di un paso atrás, carraspeando, y apunté a la pequeña copa con la varita. -¡Engorgio!- Dije. Sonreí muy ampliamente cuando vi que la copa había recuperado su tamaño original.

Miré a la copa, y otra vez a la puerta, y me encogí de hombros. Aún tenía tiempo antes de que viniera la gente, así que apunté a la varita otra vez y volví a decir la misma palabra que antes, intentando emplear el mismo movimiento de varita. -¡Reduccio!- Dije. Tenía la sensación de que no siempre tendría tanta suerte. Y esta vez, quizá había dado en el clavo.

La copa empieza a encogerse...por partes. Parece algo realmente inestable que pueda explotarte en las manos o la cara. Recuerdas entonces cuándo algo semejante te ocurrió en la sala común. Cuándo el jarrón se descontroló creciendo un alumno mayor te gritó que le lanzases un Reduccio. ¿Funcionará si lanzas un Engorgio a este?

Por perder, no perdía nada. La verdad, era una bomba de relojería, tendrían que haberme negado la entrada a Hogwarts. Rápidamente, pensando que los hechizos serían contrarios, intenté practicar el hechizo contrario. -¡Engorgio!- Dije, con una tranquilidad aparente e inútil, puesto que estaba sola y nadie me habría escuchado, de haber gritado. Bueno, la verdad es que no tenía ni idea de quién podría haber una hora antes de clase en un lugar como la misma clase, pero no quería cargarme los útiles de la profesora McGonagall y menos hacerla enfadar.

La copa detiene su anormal encogimiento de repente. Es más, las partes que se estaban deformando peligrosamente crecen hasta volver a su tamaño original. Por poco, pero te has librado. No obstante, tomas nota de lo que has hecho bien con Engorgio y lo que has hecho mal con Reduccio mentalmente. No debería volver a pasarte. 

Alcé mis cejas un poco, cuando el utensilio volvió a la normalidad. Una vez más, pude darme cuenta que cuando lanzaba el hechizo contrario, después de equivocarme, y lo lanzaba correctamente, el objeto volvía a la normalidad. Un alivio, teniendo en cuenta que no sabía que si se me descontrolaban las cosas. ¿Cada vez que practicaba un conjuro iba a casi matar a alguien? Bueno, esperaba practicar lo suficiente para que cuando lo hiciera con mis compañeros no pusiera en riesgo sus vidas. -¡Reduccio!- Exclamé, y la copa se hizo más pequeña. Sonreí un poco, la toqué con los dedos un momento y volví a apuntar a la copa. -¡Engorgio!- Dije, de nuevo, con una voz algo más clara, y el objeto se hizo grande de nuevo. Parecía que estaba cogiéndole el truco al hechizo, así que me decidí a volver a practicarlo. La verdad es que era una buena manera de practicarlo. -¡Reduccio!- Exclamé de nuevo, y el objeto se hizo pequeño de nuevo. Me aclaré la garganta y volví a pronunciar el conjuro para hacer que el objeto se hiciera grande, junto al movimiento de varita designado. Sonreí satisfecha, y me recogí las mangas de la túnica, para que fuera más fácil para mí. Siempre solía llevar ropas sin manga, y me molestaban un poco.

Supuse que no tendría que perder tanto tiempo entre hechizo y hechizo, por lo que aproveché para lanzar muchos hechizos seguidos. Había leído en algún libro infantil que usar la magia reiteradamente causaba el cansancio del mago en cuestión, y estaba dispuesta a probarlo. -¡Reduccio!- Y el objeto se hizo pequeño. -¡Engorgio!- Y nada pasó. Ladeé un poco la cabeza, como un perro curioso o extrañado, e hice una mueca de desagrado. -¡Engorgio!- Repetí, y esta vez sí se hizo grande el objeto. Sonreí un poco. ¡Qué irónico! ¡Maldita magia! Muchas veces me costaba mucho entender por qué los hechizos funcionaban así. -¡Reduccio!- Repetí. Parecía que me era más fácil hacer que el objeto se hiciera pequeño que grande, cosa que no sabía si entender como normal o no. -¡Engorgio!- Exclamé. ¿Qué tenía que gritar para que el objeto se hiciera grande? -¡Reduccio! ¡Engorgio! ¡Reduccio! ¡Engorgio!- Una vez más, veía como el objeto reducía y aumentaba de tamaño para mi asombro. Parecía realmente difícil de dominar, pero poco a poco observaba cómo parecía que había encontrado la manera de realizar los hechizos.

Ante el último hechizo ocurre algo que se te hace familiar. Es como un Deja vu...pero completamente real. La copa se descontrola en crecimiento y no parece querer parar. ¿Será que tras tanta práctica estás desconcentrada? ¿O hay algo que omites al hacer el hechizo? Tal vez releyendo el libro veas el fallo. Sea como sea, la copa no va a esperar y es el momento de hacer algo.

Suspiré y me aparté un par de pasos, antes de seguir con el procedimiento estándar. Alcé mi varita y murmuré, casi con pesadez, el hechizo contrario al que hizo que el objeto se descontrolara, acompañado del movimiento de varita correspondiente.