Partida Rol por web

La elección del casual rojo había sido perfecta, se había sentido cómoda durante todo el trayecto y sumado a las atenciones recibidas en primera clase había pisado El Cairo con aire renovado. Sin embargo, a medida que avanzaba por el aeropuerto, comenzó a arrugar la nariz ante lo decepción.

"Pero si es igual que los demás aeropuertos". No estaba muy segura de lo que esperaba, tal vez algún detalle de alguna esfinge o... No sabía muy bien qué, pero comenzaba a entender que iba a tener esos detalles a gran escala. En cuanto divisó a Fadil y Nefissa se olvidó de aquellas minucias, estaban para relamerse los dedos.

- Al fin nos encontramos -se presentó sonriente sujetando una maleta grande, otra mediana y una de mano. ¿Cómo? Pues con mucho entusiasmo-. El viaje ha sido estupendo, y la primera clase... -De sus rojísimos labios salió un sonido de puro deleite-. Vaya despiste... -Sonrió-. Gracias por venir a recogerme. Estoy entusiasmada con todo lo que voy a hacer en mi tiempo libre, ¡y de reunirnos al fin!

Estaba a punto de desvariar, lo sabía. Cuando estaba nerviosa le daba por hablar, ¿qué impresión estaba dando? Mejor no pensar en ello si quería no parecer una de esas solitarias que buscaban conversación hasta en la parada del autobús.

El resto de la conversación con la señora y el señor Harunn fue amigable. Eran una pareja de valores sorprendentemente tradicionales, aunque lo bastante flexibles como para no condicionar a ellos el futuro de su hija. Claro que la tradición, en aquellos días, conservaba poco de la rigidez de antaño. Si algo conocía bien Fadil era aquello; se trataba, al fin y al cabo, de la raíz del proyecto que ahora dirigía.

La llegada de Nefissa agrandó su sonrisa. Desde que asumió la dirección del Castillo de Arena apenas había tenido ocasiones para verla. En un mundo donde toda persona se encontraba a una pulsación, las distancias se diluían. Sin embargo, ni siquiera las “reuniones” con RV de última generación alcanzaban el poder de la presencia humana. No, al menos, cuando se trataba de ella.

Se pasó el resto de la velada dejando que las dos mujeres llevaran la iniciativa, mordiendo una carcajada que pugnaba por escaparse de su boca. Ahora que estaban juntas, el parecido entre Pakinam y Nefissa era innegable, no tanto en lo físico como en el comportamiento, como si las dos mujeres fueran el refugio de una cultura autóctona en peligro de extinción.

Las obligaciones pusieron fin a la reunión. El vuelo de la señorita Johnson no tardaría en aterrizar en el Aeropuerto Internacional de El Cairo.

Condujo los quince kilómetros que separaban la ciudad del aeropuerto por la ruta Salah Salem. La conversación fue una sucesión de chanzas sencillas. Era el momento perfecto para ello, antes de emprender el “viaje al pasado” que habían planeado.

—Creo que me esforzaré en la petición de los señores Harunn, querida hermana —dijo al bajar del coche—. Si el Castillo de Arena no es el éxito que espero, puedo volver a construir mi carrera profesional como promotor en sociedad de jóvenes damas.

Las consecuencias de las decisiones tomadas estaban a punto de empezar a realizarse, y no había ya motivos para dudar o abundar en ellas. Aunque no fuera parte del legado de sus padres, y solo el azar la hubiera traído al Castillo de Arena en esas fechas, Samantha Johnson era el primer eslabón de la cadena.

Azar…

En realidad, Fadil no podía creer que el azar tuviera parte alguna en la llegada de Samantha Johnson. Era otra actriz en la obra que dirigía Umayma. Su papel todavía era desconocido para el egipcio.

La reconoció en cuanto la vio acercarse. No era el tipo de mujer que prendía con facilidad la llama del deseo de Fadil, pero era tan guapa como en las fotos. Más incluso, porque su belleza emanaba una naturalidad que no estaba acostumbrado a admirar.

Era una lástima que estuviera implicada. Dudaba que la joven informática fuera a salir de allí, si lo hacía, con la misma enérgica frescura con la que caminaba por la terminal.

Fadil y Nefissa no tuvieron que esperar mucho tiempo en la terminal.

—Se acerca nuestra informática—señaló con una mirada a la mujer rubia que acababa de acceder a la pasarela automatizada, al tiempo dejando escapar una risita.

La pobre mujer cargaba ella misma con tres maletas, una de ellas equipaje de mano, otra de fin de semana, y la tercera lo bastante grande como para justificar el uso de uno de los carritos que podían encontrarse en todas partes.

Samantha era una mujer de belleza honesta. No tenía miedo a resultar torpe o nerviosa. Tenía suficiente presencia para no necesitar artificios. Y un currículum que no dejaba dudas sobre su talento.

Empezó a hablar en cuanto llegó a su altura. Fadil escuchó en silencio y le devolvió la sonrisa con calidez.

—Es una injusticia, Samantha —dijo al fin—. Es una injusticia que los dones del talento y la belleza hayan encontrado tal fraternidad en la misma persona. Si fuera capaz de imaginar a mis ancestros observándome desde donde quiera que se encuentren, lo haría como una reunión de ancianos tapándose los rostros con las manos por la vergüenza.

»Fadil —se presentó, riendo— y mi querida Nefissa. Es un placer conocerte, Samantha. Bienvenida a Egipto.

Extendió una mano hacia la maleta de mayor tamaño y otra hacia Samantha, para estrechar la suya cuando la liberara de su carga.

Tras los nervios de los preparativos, los acuerdos, los proyectos... por fin pudisteis liberaros y escapar de todo. La excusa seguía siendo el trabajo, pero cuando la azafata os abrió la portezuela del avión y asomasteis al finger en El Cairo, la tensión se desvaneció.

Ahora os esperaban unos días de tranquilidad. Buscar localizaciones para el videoclip, empaparos del ambiente, asistir a la inauguración del SandCastle.... y conocer a toda esa gente del facebook, la leyenda de vuestros padres, y un poco de fiesta.

Nada mal.

No estaba acostumbrada a cumplidos tan directos, eso sin contar los que hacía Mike ya que era demasiado zalamero con casi todos cuando quería. Pero con Fadil apenas había hablado, y todo a través del chat o algún correo específico.

- ¿Son tan amables los egipcios o es una característica tuya? -Estrechó la mano y dejó que se encargara de una de las maletas. La amplísima sonrisa de Sam dejaba claro que estaba encantada por el cumplido, además de mostrar su entusiasmo por lo que ella consideraba una aventura- Aunque sea por trabajo intuyo que lo pasaré muy bien. Seguro que tendré tiempo para disfrutar de alguna de las magníficas actividades que ofrece el hotel, pero a veces me centro tanto que me olvido hasta de comer -Por un momento miró con algo de preocupación a Nafissa. No tenía muy claro cuál era el protocolo a la hora de saludar así que extendió la mano y centró su atención en ella-. Y espero tu compañía, al igual que la de Fadil, para visitar esos rincones que no salen en las típicas guías turísticas.

Miró a su alrededor ligeramente impaciente por salir del aeropuerto y comenzar a ver lo que Egipto ofrecía a los ojos primerizos.

- Por cierto, ¿soy la primera en llegar? ¿Hay noticias de los demás? -A medida que avanzaba dejaba claro que sabía lucir unos buenos tacones-. He pasado el vuelo trabajando, para variar. ¡Ah! Debería daros mi número de móvil por si acaso.

No hizo un alto para coger de su bolso un tarjetero. Su deseo por ver los alrededores era patente, eso o tenía una sobredosis de cafeína.

- Aquí tenéis -Ofreció una tarjeta a ambos donde aparecía su nombre y apellido, el nombre de la empresa y su cargo y un número de móvil-. Es el número asignado del trabajo, pero ya sabéis lo útil que es tener un dual.

"¡Por Dios, para! Sólo me falta una docena de gatos siguiéndome. Un momento... ¿número del trabajo? Ay madre, ¡¿por qué no le di el personal?!".

Mantuvo una delicada sonrisa aunque para el ojo atento estaba ligeramente forzada. 

El aeropuerto de El Cairo no era ninguna jaima. Y no es que Nathan pensase encontrarse con algo salido de la escena final de Casablanca, en blanco y negro y todo, pero sí tenía en la mente algo menos "occidental". Desde principios del siglo veinituno muchos destinos de oriente próximo se habían aproximado mucho más a los paradigmas del mundo europeo o norteamericano pero, definitivamente, aquella exótica combinación de lo moderno con cierto clasicismo similar a una super producción de "El rapto en el Serrallo", extasió sobremanera el gusto y el apetito cultural del joven bailarín.

El viaje había sido maratoniano pero los pasajes en primera clase distaban años luz de los consabidos inconvenientes de la clase turista. Y, aún así, estaba cansado. Entumecido. Quería una cama con sábanas de lino, una ducha templada y un té aromático. ¿Lujos...? Solo mimos.

- ¿Y ahora...? - comentó a Oliver. - ¿Se supone que nos tienen que venir a recoger o es que nos tenemos que buscar la visa para llegar al Sand Castle?

La sensación de calor seco y asfixiante era patente incluso dentro del aeropuerto dónde los sistemas de climatización paliaban en gran medida los efectos del desierto circundante. Y, además, el hecho de andar arrastrando las maletas de un lado a otro suponían cierta incomodidad que acrecentaba el cansancio.

Un mensaje en el comunicador. Es de Zahira:

Siento decírtelo con esta precipitación, pero es que me acaban de pasar la info. Hace cinco minutos que han aterrizado dos de los componentes de la banda del videoclip, los de la discográfica de Will. Van a hospedarse en el SandCastle, así que si aún sigues en el aeropuerto y puedes recogerlos me harás un favor. O, si tú no puedes traértelos, por favor dímelo y mantenlos entretenidos hasta que yo llegue. Aún estoy en el Hotel. :(

Nuevamente, Fadil se mordió la lengua, divertido, mientras Samantha hablaba, se revolvía y paseaba sus inquietas pupilas por el aeropuerto. Recogió la tarjeta que le tendió con la mano libre, enarcando una ceja ante lo anacrónico del gesto. Zahira se había empeñado en imprimirle tarjetas de visita, y había aceptado a regañadientes que casaban con el estilo tradicional del hotel, pero no las esperaba de una joven especialista en IT.

—La hospitalidad es una tradición que todavía honramos. No obstante, algunos dirían que mi forma de interpretarla es un defecto —respondió, esbozando una sonrisa nostálgica al recordar las regañinas de su tío cuando comprobaba su forma de recibir a diferentes clientes—. Por lo demás, no tengas ninguna duda. Consideraré un grave fracaso que no empieces a planificar la vuelta al Castillo de Arena durante el viaje de regreso.

Un acorde sonó en la muñeca de Fadil, y la banda que la rodeaba cambió de color un instante, mostrando la animación en bucle de un viejo buzón, como los uqe todavía podían encontrarse en el casco histórico de El Cairo, recibiendo correo.

—Disculpadme un momento.

Fadil se apartó de las dos mujeres durante unos segundos. Lo justo para comprobar algo en el comunicador y escribir un mensaje.

—Has preguntado en el momento justo —dijo, al volver con ellas—. Parece que tenemos dos pasajeros adicionales, mienbros de Bizarre Outsider, una banda que va a rodar su nuevo videoclip en el castillo de Arena.

Acabamos de recibir a Samantha y seguimos en la terminal. Iremos algo apretados, pero nos las apañaremos. Pásame la información de contacto de nuestros dos nuevos invitados.

Nos vemos en el castillo ;).

Nefissa esperaba en el aeropuerto, con la mirada nerviosa, buscando la cara que había visto en el perfil de Facebook de Samantha entre aquellos que salían a través de las puertas automáticas que daban a la sala de recogida de equipajes. 

Suspiró, y miró a Fadil de soslayo. Él parecía tan seguro de si mismo en aquellas situaciones que casi sentía envidia. Se preguntó qué impresión le daría a la chica, envuelta en su inseparable hijab. Tenía miedo de no encajar en todo aquello, pero por suerte no tuvo demasiado tiempo para pararse a pensar, porque pronto pudo ver asomar la cabellera rubia de la mujer que esperaban entre las cabezas ajenas. Y ésta se acercaba a ambos con entusiasmo. 

Esbozó su mejor sonrisa, aunque no pudo evitar sonrojarse. Dejó que Fadil la presentara mientras la observaba con disimulado detenimiento. Era muy guapa- Encantada Samantha- dijo en un inglés excelente, frunciendo levemente el ceño al escuchar a Fadil, que como siempre, desplegaba todos sus encantos y no tenía reparos en mostrarse todo lo adulador que era ante Samantha- Digamos que Fadil es amable en exceso- dijo, con cierta sorna- Pero en tu caso eso puede perdonarse, porque en efecto tiene razón. - concluyó, halagando a la chica a su manera.

- ¿Un videoclip? ¡Vaya! Eso no me lo habías contado- exlamó, sorprendida.

Las pupilas de Fadil subieron hasta casi ocultarse bajo los párpados superiores mientras hacía memoria. No solo no recordaba si lo había mencionado con alguien, aparte de Zahira, sino que no era capaz de situar en el tiempo el momento en el que le llegó la comunicación al respecto.

—¿No? Atribuyámoslo al jaleo de la preparación de la inauguración, en lugar de a mi pobre memoria —se excusó—. Espero que uno de ellos sea Oliver; es el único al que creo que podría reconocer de un vistazo.

  Mensaje de la ayudante de Will, Yasmin:

Espero que hayáis tenido un buen vuelo. Os contactarán en el Punto de Encuentro de llegadas internacionales. Esperad allí, por favor. Os recogerá en breve el Director del Sand Castle, Fadil Jannan.

Os aparece a ambos simultáneamente.

Ufff... perfecto. Me dice Yasmin, la ayudante de Will, que los ha enviado al Punto de Encuentro de llegadas internacionales para que os esperen allí. Hasta luego!

Otra sincera sonrisa ante el cumplido y una evidente mirada en repuesta a las palabras de Nefissa. Lo que no se atrevía a decir lo expresaba en una singular sonrisa o un brillo pícaro en sus ojos, aunque de momento prefería curarse en salud y apostó por algo más ambiguo.

- Creo recordar algo de bailar en tutú, aunque no sé si era una apuesta de las de Mike o... ¡Ah, no! Ese fue... Mike no, pero seguro que se apuntaría -Se carcajeó ante la idea de verlo de aquella manera, y cuando pareció que iba a parar miró a Fadil y comenzó a reír-. Disculpad -Dijo entre risa y risa-. ¿Oliver en tutú?

Ahora sí que hizo un alto al sentir como su rostro se enrojecía en parte por su imaginación, en parte por comenzar a sentir cierta vergüenza.

- Como he dicho, disculpadme. Mi imaginación ha hecho de las suyas -"Y las tres copas de Champagne, el café, los nervios, el misterio...".

La mención del tutú tocó algún recuerdo en su mente, demasiado difuso como para aproximarse siquiera a vislumbrar su verdadera forma.

—¿Lo conoces? —preguntó, encogiéndose de hombros—. Puede que le favorezca el look.  

Samantha había estallado en carcajadas. Su cuerpo estaba delante de los dos egipcios, su mente en un lugar lejano, sin duda pintando cuadros de estrellas del rock ataviadas con mallas y falditas de bailarina.

El comuniador volvió a cantar el tono que señalaba la llegada de un nuevo mensaje. Esa vez, Fadil lo consultó sin separarse de las dos mujeres.

—Parece que ya nos esperan en el Punto de Encuentro —informó, mientras tecleaba una respuesta rápida.

Volvió a levantar la maleta de Samantha y señaló con la mano libre la dirección en la que se encontraba su nuevo destino: —¿Vamos?

Y por favor, no trabajes demasiado durante mi ausencia.

No lo digo solo por tu bien. Mi estúpido orgullo me impide quedarme atrás, y acabaré las jornada con más contracturas que músculos. :P

Hummm... será un placer ayudarte a descontracturar... tu orgullo. ;P

Tras recibir el mensaje de Yasmin echáis una ojeada en la terminal. Estáis cerca de la cafetería, en la zona de llegadas internacionales. El Punto de Encuentro ha de estar muy cerca...

...y así es. Un indicador luminoso y algo hortera lo señala de modo inequívoco. Esperar ahí debajo es como sentarse en un escaparate. En fin, puede que Fadil llegue pronto, si hay suerte...