Partida Rol por web

Lidio agradeció que el Lord Comandante pensase como él, además de tampoco estar a favor de usar los túneles.

—Propongo un asalto encabezado por nuestros Chimeras, y seguido de artillería móvil. La velocidad y el blindaje nos permitirán tomar una posición central rápidamente con cierta seguridad y, si se tercia, podremos arrollar a varios xenos de los pequeños. Una vez en nuestra posición, hacemos despliegues en estrella, creando bases de fuego de apoyo. Si usamos los Chimera de cobertura y ponemos los morteros ligeros en medio de cada despliegue, es de esperar que los xenos vengan a nosotros y acabemos con ellos sin movernos de esas posiciones, siempre que el tacticae calcule bien las fuerzas. ¿Qué información hay sobre el número de xenos?

Todos los Hidalgos disponibles habían ido. Así al menos lo consideraba Dionís, y no habría querido oir hablar de ninguna otra cosa: había sido un hombre de capilla recogida y misa semanal con sus edades, e incluso con aquel dichoso reciclaje corporal la idea no había cambiado. Cualquier reparo de que él, y la gente como él, no hubieran ido de forma voluntaria a cumplir su deber para con Dios hubiera sido recibido con refunfuños y frases vagas sobre el deber de un hombre y la arrogancia de los muchachuelos... frases que ya no tenían el mismo poder que antes, al tenor de la nueva verdad.

-...

Fue una misa particular. No hubo discursos enardecedores, no hubo el cierto recogimiento culpable, y la iconografía era un poco escasa en porcelanas y panes de oro para lo que estaba acostumbrado, pero salió de allí, no había otra forma de describirlo, enfervorecido. Y no parecía ser el único.

-Pois. Sólo... denos la palabra.

Dijo, en voz queda. El Alféres no era un hombre físicamente imponente que dijéramos, y ni siquiera su vuelta a la juventud por medio de los más caros sistemas conocidos por el hombre le había devuelto a algo más que no fuera un mocetón lechugoso de aceptable planta, pero aun así no mostraba duda en lo que decía. Y para un hombre que se cree virtuoso, la idea de combatir contra la injusticia es más poderosa que las amenazas que puedan surgir.

Caelestia observó al doctor Robert durante unos segundos, respondiendo a su saludo con una leve inclinación de cabeza antes de ocupar su puesto entre todas las demás hermanas; cuando empezó todo, la hermana fue de las primeras en martirizar la carne de su espalda con un látigo mientras repetía los rezos que había aprendido desde bien joven; en algún punto perdió la noción del tiempo mientras notaba la sangre caliente correr por su cuerpo y poco a poco empapar la tela de su túnica en diferentes puntos. Cuando fue consciente de que la canonesa ya no estaba allí, parpadeó y dio gracias al emperador pues se sentía en paz consigo misma; habían hecho todo lo posible por la canonesa y si ahora estaba con EL era bueno, o por el contrario, había despertado en algún momento y caminado fuera de aquel lugar arropada entre rezos, para aparecerse cuando hiciera más falta. Ambas opciones le parecían bien a la hermana, que poco a poco se puso en pie tras el acto de fe y busco con la mirada a las hermanas que conocía y con las cuales había luchado ya codo con codo en este lugar. Pese a su aspecto demacrado, sonreía con la satisfacción de haber hecho lo correcto.

-¿Qué es lo que más atesora esa carroña? Podríamos usarlo para pastorearlos hasta donde nosotros queramos. Un envió de armas “extraviado”, la promesa de que cuando todo acabe serán las sabandijas más ricas del lugar; en un asedio siempre hay…gente… que quiere renacer como el nuevo orden mundial, y no colaboran a menos que vayan sentando las bases para que eso pase.-La hermana contemplaba los planes de uno y otro, el plan de aproximación parecía ya cubierto por las mentes pensantes de aquella reunión, así que el pensamiento de Caelestia divergió a cómo aprovechar aún más los recursos a su alcance.

En cuanto sus hermanas transportaron el cuerpo malherido de Monique al interior de la capilla, una sensación de pesar y sobrecogimiento como nunca antes había sentido la invadió por completo. Se sentía presa de la mayor impotencia, y ni siquiera sin su armadura se sentía tan indefensa como al ver a su canonesa en aquél estado.

Había centenares de fieles en el lugar, todos habiendo acudido a compartir su fe, a entregar sus almas por la salvación de una de las mayores sirvientas del Emperador. Pero para Aurestia, en aquellos momentos, no existía más que su ella misma, su concentración y su rezo, la entrega total de su voluntad, dirigia a que el Emperador la escuchara, les escuchara, y atendiera sus súplicas.

No supo cuanto tiempo pasó, pero cuando salió de aquél trance, descubrió que el cuerpo de Monique había desaparecido del altar. Lejos de alarmarse o sentir miedo por el suceso, todo lo que se sentía en la capilla y en su propio interior era el más puro de los alivios. Más aún, no sentía su cuerpo cansado ni entumecido en absoluto a pesar de lo que suponía que debía de haber sido largas horas de vigilia.

Agradecida y completamente en paz por primera vez en mucho tiempo, Aurestia permaneció en su misma posición arrodillada un buen rato más, hasta que casi no quedó gente en la capilla, dedicando unos últimos momentos de contemplación y gratificación antes de salir del bendecido lugar.

La joven francotiradora parpadeó al abrir los ojos, tras entrar en trance en algún momento de la vigilia. No recordaba bien las horas pasadas, sólo la sensación de paz y tranquilidad que henchía todo su cuerpo, su alma...todo su ser. La visión de la desaparición del cuerpo de la Canonesa, lejos de intranquilizarla, la llenó de una certeza abrumadora que aquello había sido bueno, y que Él les estaba mirando y les sonreía. 

Con esa fuerza y convencimiento en su interior, se acercó a una de las hermanas* e hizo una genuflexión para besarle la mano, tras lo cual, se alejó de allí con paso firme y seguro, henchida la mirada de fervor y devoción. Las hermanas le habían dado la oportunidad de participar en ésa vigilia, y sentía al Sagrado Emperador en su interior. 

No lo olvidaría. 

La vigilia había transcurrido sin mayores complicaciones, y la sensación de paz que ahora mismo le embargaba era algo que no podía comprarse ni con todos los tronos de la Galaxia. Había ocurrido un milagro, sin duda alguna, y no podía más que sentirse agradecido por haber formado parte de aquello. Mathis no dijo nada, no había dicho nada en ningún momento más allá de centrarse en una adoración introspectiva, en silencio, dedicando sus pensamientos al Emperador y la recuperación de la canonesa. 

Y en el mismo silencio abandonó aquel lugar, con el preceptivo respecto mostrado a sus anfitrionas. 

-N-no estoy seguro de que ese despliegue sea buena idea, eh, Contagem-replicó Mathis, no muy convencido de aquello.

-Puede sonar bien quedar rodeados de enemigos a los que disparar, pero tiene un problema: estás rodeado de enemigos a los que disparar. Si necesitamos una evacuación médica, o, el Emperador no lo quiera, una retirada, no la tendríamos. Incluso en el caso de que lográramos aguantar, rodeados no tendríamos un corredor de reaprovisionamiento si el enemigo es más numeroso de lo previsto-replicó el teniente, dándole vueltas a aquello. 

-Creo que es sensato asumir que el tacticae se equivocará-añadió, aunque no tardó mucho en corregirse-eh... No porque van a equivocarse, claro. Sino porque, si lo apostamos todo a una previsión y esa previsión está equivocada, comprometemos toda la campaña. Las ofensivas ajustadas al milímetro en un despliegue de genialidad y eficiencia son las que te hacen aparecer con los libros de historia... Cuando salen bien-dijo.

-Soy más partidario de un avance sistemático, por sectores, dejando una retaguardia lo más despejada posible para replegar y reorganizar si fuera necesario. Estos xenos no van a parar de venir, y son capaces de desplegar sorpresas desagradables, es mejor ir con paso firme que ir rápido. 

-En cuanto a lo otro... ¿Quizás el Pater pueda dar alguna idea?

El tiempo pasa rápido mientras los murmullos llenos de plegarias, los golpes de expiación y la pura introspección de cada uno de los participantes consigue que la mirada del señor de la Sagrada Terra se fije en este remoto lugar de la galaxia. Es apenas un segundo cuando todos sentimos el milagro, un milagro logrado con la fe de los creyentes. - Alabado sea el Emperador en todas sus formas. Cuando la paz inunda nuestros corazones, y la figura de la canonesa ya no se haya entre nosotros, sabemos que nuestro sacrificio ha obtenido su objetivo. 

Levantándome del frio suelo y tras hacer la señal del águila ante el altar, me dirijo ha la salida. Esperanzada como me encontraba, solo podía pensar que si habíamos logrado esto, aun teníamos la posibilidad de salvar este planeta. 

- Contagem, Alferes, Canoneira; - dijo refiriéndose respectivamente a Lidio, Dionís y Andiara - vuestros son os esforços que me permitiram estar aqui - apoyó las manos sobre su pecho, todavía conmovida tras el éxtasis del milagro presenciado -. Venga mi despedida frente a un pelotón de fusilamiento o el enjambre enemigo, doy gracias por haber compartido fe, honor y coraje com você.

Respiró despacio, su mente organizando ideas ahora que había recibido una claridad meridiana a través del rezo comunitario.

- No hay purga para el veneno que emponzoña mi corazón - les reconoció, incapaz de esconder aquella vergüenza que había dado al traste con sus mejores esfuerzos diplomáticos y tácticos frente a la comandancia -. Oficiales a los que amaba tanto como os amo a vosotros perdieron la vida a manos de... - cerró los ojos un instante, no ansiaba despertar el rencor en aquel lugar sagrado, de manera que procuró echar a descansar algunos fantasmas y rostros que no volvería a ver nunca más - Guardaos las espaldas, en especial vos, mi estimado Contagem Gomes; no soportaría perderos como perdí a vuestro predecesor - suspiró y miró a Andiara y a Dionís -, no soportaría perderos a ninguno.

Tras esto dejó que la calma alcanzase su rostro y les sonrió, dichosa de estar entre tan distinguidos maiorem. Una vez se la llevasen habría de solicitar papel y pluma o una buena placa de datos para transcribir la posición que ella había respaldado en los mítines de mando, si ella dejaba de ser invitada (de una manera u otra) a los mismos era imprescindible que el próximo brilarés que tuviese el privilegio estuviese al día de todo.

-Podiamos invitar al Pater.- Dijo de manera concluyente, las manos descansaban sobre la mesa mientras el ceño de Caelestia se fruncia en un evidente esfuerzo por intentar sacar mejor provecho de toda la situación.

La vigilia pasó, como pasaron los rezos y las muestras xd martirio y expiación. Siempre había sido una buena creyente... Bien sabía de ello el Sagrado Emperador. Más nunca antes en su larga existencia, había tenido el placer y el honor de participar en una vigilia tan llena de fe y fervor... Tan pura. 

Esperaba de corazón que al amanecer, la Canonesa despertase recuperada, donde los medicae habían fallado. Mas, al sentir la luz del Emperador, la fuerza y solembidad de la fe, no sólo np había despertado, si no que su cuerpo había desaparecido. 

Andiara ahogó un grito de sorpresa y simplemente hizo el gesto del aguila sobre su pecho todavia arrodillada. 

-Pues bien parece que se ha ido - comentó en un susurro su cargador señalando lo obvio.

Poniendose en pie se acercó a los miembros de su regimiento ybtrad las palabras de Rose, lanzó una plegaria muda al sagrado emperador y a la Santa Canonesa por si pudiese interceder por ella. Su final debiese ser en el frente, combatiendo a los enemigos de la humanidad, consagrando el nombre del Emperador amado por todos. No ante un pelotón de ajisticiamiento.

La ceremonia no fue como nada en lo que Robert hubiese participado antes, no había nadie en un podio gritando las virtudes del Emperador. Tampoco había grandes coros que llenasen la noche de alabanzas a su gloria si no que se trató de cientos de almas orando en silencio, cada una como mejor sabía, como si fuesen una sola. 

Para Robert rezar era como volcar sus problemas, sus preocupaciones y todo aquello que pesaba sobre sus hombros en el hombro de un amigo que te escuchaba atento aunque no te respondiese. Si alguna vez, durante su estancia en el infierno que fue el inmaterium, su corazón albergó dudas sobre si el Emperador realmente se preocupaba por sus fieles estas dudas se vaporizaron durante aquella experiencia. 

No recordaba todo lo que había pasado, algo tremendamente raro en él, empezó rezando por el mundo en el que estaban. Oró por que los Custos que habían caído tuviesen un hueco a la vera de su trono. Pidió valentía para hacer frente a la tarea que tenían por delante. Por los Recios y los Hidalgos, por que dejasen sus diferencias a un lado y se diesen cuenta de que los unos y los otros se necesitaban para salvar aquel planeta. Y pidió por la Canonesa, por que sanase sus heridas y la dejase estar con ellos liderando las tropas como el ángel suya que era. Que les concediese esa pequeña victoria sobre la muerte llegando allá donde los medicaes no habían podido llegar.

Cuando se dio cuenta, la Canonesa no estaba entre ellos. No sabía que había ocurrido, sabía que había pasado mucho tiempo en una especie de trance pero no sabía que había ocurrido con la sororita. Pero si sabía que estaba bien y que volvería cuando más la necesitasen.

Cansado y satisfecho, Robert permaneció un momento más recluido en la oración para agradecer al emperador haberles escuchado y para pedir perdón por todos los pecados que pesaban en su alma. 

Arrodillada ante la canonesa yaciente, la hermana Varinia se había unido a los cánticos de las más devotas de las sororitas. Y allí permaneció, con los ojos cerrados y las manos en la posición del Áquila durante las interminables horas. Ataviada con una sencilla túnica blanca que dejaba la espalda al aire, sólo la mancha roja que crecía poco a poco a la altura del muslo derecho daba alguna pista del instrumento de autocastigo que había elegido. Ofreció su dolor y fervor hasta que su voz se tornó ronca primero y luego enmudeció. Amargas lágrimas recorrían las mejillas bajo sus ojos.

Tras las interminables horas, el murmullo de la multitud la sacó de su trance para comprobar la ausencia de la canonesa. Intentó incorporarse pero la pierna derecha le falló, teniendo que apoyarse en Lenore, que solícita había acudido a ayudar a su tutora. Sin decir más, y con un brazo alrededor de la semidesnuda novicia, ambas salieron del templo en busca del puesto de las Hospitalarias cercano.

-Coincido en que debemos prepararnos para que los enemigos sean muchos más de los que podamos abatir con nuestras armas. Debemos buscar una manera de ganar tiempo y facilitar el desembarco de los refuerzos, más que intentar ganar la guerra por nosotros mismos- sonrió casi sin darse cuenta. Siempre era agradable comprobar que un suboficial del Astra Militarum podía combinar cierto atractivo físico con una mente táctica razonablemente competente, aunque al joven le costase expresar lo que pensaba sin meter la pata.

Los dedos de la sororita tamborilearon inquietos sobre el costado de su armadura -quizás estamos pensando de manera equivocada. En lugar de preocuparnos de que la muralla quede desguarnecida, puede que sea mejor plantear un ataque de distracción en el lado opuesto de la colmena una o dos horas antes. Cuando la masa tiránida se centre en ese lugar podemos salir en masa con los transportes y dirigirnos al espaciopuerto. Diría que usásemos a las bandas de la subcolmena como carne de cañón, pero quizás necesitemos que aguanten unas cuantas horas para darnos tiempo a cumplir nuestros objetivos- se encogió de hombros. -Y sí, quizás la Eclesarquía pueda aportarnos otra visión táctica sobre este particular.

—Apoyo llamar al Pater. No hay nadie entre nosotros que controle tan bien a sus penales con esas 'amables palabras'.—dijo Lidio con una medida ironía—Así que quizás nos ayude con las sabandijas del subsuelo.

—Por otro lado, la distracción que propone la Hermana Varinia me parece muy conveniente. No sólo quitará presión a la muralla, sino que permitirá que, si los xenos responden con rotundidad al atacar el espacio-puerto, vengan en 2 oleadas. Será más desahogado el combate a nuestro favor.

—Teniente Reutters, entiendo su postura. Aunque creo firmemente que la velocidad es un factor clave. Si avanzamos lentamente tendrán tiempo para preparar el frente. Si entramos con velocidad y formamos posiciones semi-fortificadas, ayudándonos del terreno y de los Chimeras, ganaremos muchos ángulos de tiro. No sólo eso, sino que tendremos mucha movilidad durante todo el conflicto, al poder cambiar rápidamente esas semi-fortificaciones.—acabada la exposición, Gomes miró a todos antes de concluir—Nuestro objetivo es tomar el espacio-puerto. Si nuestro enemigo lo sabe podrá destruirlo. Eo supondrá perder, no sólo esta batalla, sino la posibilidad de un abastecimiento seguro o una posible huida de civiles y personal irreemplazable. Sólo la velocidad nos dará la oportunidad de una victoria.

Ya habían pasado tres días desde la vigilia, y nada había ocurrido. La sensación de paz que habían logrado los participantes se fue mitigando poco a poco. Inevitablemente, la rutina se fue haciendo más fuerte con el transcurso de los días. Mismas misiones, mismos descansos, mismos entrenamientos. Los soldados no paraban y el confinamiento de Recios como de Hidalgos se había mantenido por orden del Oficio Prefectus y un Comisario Percival cada vez más agrío y malhumorado. 

Los Skygge habían reportado varias entradas de los xenos, y abatido en algunos casos, a varios híbridos o humanos en camino de la hibridación. La calma nunca reinó, pues la paranoia se instauró en muchos círculos y por parte de los civiles, se escuchó de más de una caza de brujas, las enfermedades hicieron acto de presencia y muchos tomaron a esos que presentaban los síntomas del Kobid35 para apalizarlos y colgarlos de las farolas. El asedio no solo afectaba a la salud física de los ciudadanos, sino que la mental, era la más perjudicada.

La única novedad que llegó, lo hizo en modo de rumor. Algunos iban diciendo que el alto mando estaba solicitando voluntarios para recabar apoyos de las bandas de criminales en la subcolmena. No se decía mucho más, los detalles eran realmente pobres, y el objetivo bastante vago, por lo que las teorías pululaban por doquier. Algunos decían que los iban a armar para que lucharan con ellos, otros que si iban a incautar las armas que tuvieran, o que iban a formar un regimiento nuevo con todos ellos. Como solía suceder, cuando uno se aburría, era capaz de argumentar cualquier cosa para dar forma a teorías de lo más absurdo.

Caelestia, meditándolo unos minutos, cayó en la cuenta de que necesitaban velocidad si querían llegar a tiempo al espacio puerto en el caso de que llegara la ayuda. El principal problema que chimeras no habría suficientes, por lo que se tendría que recabar otra serie de apoyos. 

El otro escoyo eran las fuerzas enemigas, y Caelestia estaba convencida de que los tiranidos no se iban a tragar ningún ataque distracción; o se iba con todo, o se morirían. Si el ataque no tenía suficiente fuerza se pararía en seco, dejando la colmena con aún menos fuerzas y un desembarco fracasasdo.