Partida Rol por web

La llamada Targos, más que una ciudad, era un poblado pequeño rodeado de un gran muro para proteger a los habitantes de los ataques de los trasgos y otras criaturas en aquel helado paraje. Los aventureros ascendieron por los altos escalones por un buen rato, hasta llegar a la entrada a través de un arco. Aún cuando son tempranas horas de la noche, las calles se ven desoladas, y gran parte de las casas que podían vislumbrar desde ese punto tenían tablones cubriendo las ventanas, las puertas trancadas a cal y canto. Sólo en unas pocas parecía haber alguna luz que delatara estar habitada.

El sargento Brogam avanzó sin detenerse a través de las calles de Targos, pasando algunas casas, una posada y un almacén. Luego de varios minutos de caminar ininterrumpidamente, sin ver a nadie en todo el recorrido, llegaron finalmente ante una casa. Ésta se veía un poco más grande que las que habían detrás, pero poco más la diferenciaba del resto, excepto un par de guardias que custodiaban la entrada. -Esperad aquí.- Les indicó el sargento, adentrándose dentro de la casa.

Aún tuvieron que esperar unos veinte minutos más, cuando pudieron ver al sargento Brogam asomarse por la puerta. -Dejadlos pasar.- Ordenó a los dos guardias, que dieron espacio entonces para que el grupo continuara al interior del lugar. La edificación era simple en su arquitectura, donde se veía que se le daba más importancia a la practicidad que a la armonía. Fueron guiados a una habitación hacia el centro de la sala, la cual parecía tratarse de una oficina. A diferencia del resto de la casa, allí podía verse un poco más el poder monetario de Lord Ulbrek. Podían ver libreros en una de las paredes, una armadura ornada colocada en un rincón, y hasta una alfombra amplia de buena calidad. Un hombre esperaba detrás de un robusto escritorio de madera. Al ver al grupo entrar, se puso en pie.

-Os doy la bienvenida. Mi nombre es Ulbrek, soy el líder de Targos.- Saludó Lord Ulbrek a los presentes. Su semblante era serio, el de un hombre que ha visto batalla en el pasado, y que aún entonces se encontraba sumido en ella, aunque ahora no sólo debía preocuparse por su bien sino el de toda la ciudad.

-Me ha informado el sargento Brogam que habéis prestado gran ayuda en defender los muelles de esta ciudad y por ello os estoy agradecido. He enviado notificación a la guarnición, donde podréis recibir la compensación por vuestro esfuerzo y vuestra ayuda.- Evaluó a cada uno de ellos con mirada fija. -Este ataque nos ha tomado por sorpresa, ha sido verdadera suerte que os encontrarais allí para ayudar. Actualmente Targos se encuentra en precaria situación, mis hombres y yo nos mantenemos en alta tensión por el momento que la batalla de inicio. De hecho, se esperaba un ataque en la empalizada, pero no en los muelles. Os preguntaré, ¿qué os ha traído a Targos?-

Subir la escalera me dejó sin resuello. Llevábamos todo el día combatiendo sin parar y necesitaba un descanso. Una vez arriba, nos dirigimos a ver a Lord Ulbrek, el líder de Targos. Andamos unos cuantos minutos más, sin ver a nadie por la calle, hasta llegar a su casa, que estaba vigilada por dos guardias armados. La ciudad parecía abandonada debido al ataque: casas cerradas a cal y canto, ventanas tapiadas con tablones de madera, ninguna luz en el hogar, ni rastro de humo de las chimeneas... La gente estaría aterrada, escondida en algún rincón de sus casas, esperando que llegara la mañana.

El sargento Brogam nos indicó que esperáramos fuera y entró para avisar de nuestra presencia. Transcurridos bastantes minutos, los cuales se hicieron pesados y aburridos, salió para darnos paso al interior. Lord Ulbrek parecía un tipo duro, hecho en mil batallas y con pinta de buen luchador. Me adelanto un paso y me presento con una leve inclinación de cabeza.

-"Saludos Lord Ulbrek, yo soy Izmael, clérigo de Tyr. Gracias por la bienvenida a su ciudad, aunque hubiera sido mejor llegar en otros tiempos y no encontrarnos de lleno en la refriega. Nada más bajar del barco, vimos que había problemas en los muelles y actuamos en consecuencia. La razón de mis compañeros, aquí presentes, para venir a su ciudad la desconozco; pero la mía sí puedo decírsela. Mi superior me pidió que fuera el portador de unas misivas que debo entregar a mis hermanos en la ciudad. Además, este viaje servirá para propagar la fe en Tyr por el norte y repartir justicia allí donde haga falta."

Di un paso atrás para dejar a mis compañeros hablar. Una vez hechas las presentaciones, habría que comunicarle a Lord Ulbrek lo que habíamos descubierto en nuestras pesquisas.

Ronud observó al gobernante de Targos, aquel Lord Ulbrek. Desde el principio el semiorco había temido que el líder de la ciudad fuera un hombre con escasas dotes de liderazgo o que incluso le mirase por encima del hombro por ser semiorco, aunque no fue el caso. Parecía ser un gobernante con el que podrían tratar.

-Mi nombre es Ronud -se presentó el bárbaro, una vez que Izmael se hubo presentado-. Soy bárbaro. Me enrolé en la Pícara Mozuela para acudir a Targos y ayudar a combatir a los trasgos. Aunque agradezco el pago que se nos dé por libraros de esos monstruitos verdes -sonrió, mostrando sus prominentes colmillos-, lo cierto es que mi prioridad era acabar con esas alimañas que pretendían arrasar vuestra ciudad.

Six se mantuvo totalmente en silencio, siguiendo al grupo, sumido en sus pensamientos. Algo le molestaba sobre la forma en que entraron esos trasgos, pues había detalles que no lograba imaginar y que podrían ser concluyentes llegado el caso. No era de los que le gustara dejar cosas libradas al azar o sin conocerlas. Pero sabía aceptar sus propias limitaciones, aquello estaba más allá de sus conocimientos, por lo que debería hablarlo con alguien mejor versado.

El extraño elfo se cubrió con su capucha, tanto para protegerse del frio como para que los lugareños no le miraran en demasía. Su cuervo se colocó justo a la altura de su cuello, asomando el pico a través de sus níveos cabellos y dejando que el calor le invadiera. Resultaba ser un animal sumamente listo y astuto. Una gran idea cuando se vieron obligados a esperar veinte minutos hasta ser atendidos por Lord Ulbrek. No le extrañó que nadie estuviera rondando las calles, pues el peligro podía renacer de un momento a otro. Incluso creía que se podía oler el miedo en el aire, la desesperanza… tantos recuerdos. Se apoyó contra la madera de la casa, cruzado de brazos, murmurando cosas a su cuervo… o alguna entidad que no podían ver, difícil saberlo, hasta que por fin fueron recibidos.

Al ingresar al calor del interior, Six se quitó la capucha, mas su cuervo se quedó ahí, jugueteando con sus cabellos y mirando todo con curiosidad.

-Lord Ulbrek- su saludo fue muy leve, apenas un movimiento de cabeza, mas sus ojos inquisitivos no se despegaron de los del líder-. Busco conocimiento y poder, como todo usuario de magia. Por eso puse mis habilidades a su disposición- había más cosas implicadas, pero que no diría en voz alta pues… a nadie le importaba-. Lo mismo con mis conocimientos...- el cuervo graznó en su oído, a lo que Six respondió con un rápido-. Soy Six, por cierto…

Durante todo el camino he estado sumida en mis propios pensamientos, pensando que luego de este largo camino realizado hasta aquí, este podría ser el lugar donde estar y comenzar mi vida. Sólo que en medio de toda la vorágine de sucesos, me he cruzado con gente que da la impresión de ser agradable, al menos en las peores situaciones se ha demostrado lo valeroso que pueden ser. 

No obstante una vez ingresamos a Targos, terminamos en compañía del Líder y atenta a sus palabras, busco una ubicación que me permita escuchar en tranquilidad. Sus palabras reflejan la situación vivida y la actual, así que simplemente asiento mientras aguardo para responder y cuando me toca, lo hago. 

- Soy Luthien, encantada. - digo escueta. - No tengo un lugar, ni objetivos tan claros. Quería encontrarme con un destino y al parecer lo he logrado. 

Tras decir aquello, simplemente aguardo silencio. 

Arrastro mis pies mientras nos dirigimos a ver a Lord Ulbrek y espero con paciencia a que nos reciba. Aunque ser paciente no sea mi mejor virtud.

Permanezco en silencio, mientras mis compañeros se presentan, a que llegue mi turno y entonces me adelanto y hago una leve inclinación de cabeza hacia el líder de la ciudad.

- Mi nombre es Snorri Gurmersson y pertenezco a un clan de comerciantes. Me han enviado para comprobar si es viable hacer un ruta de comercio con este lugar.
Vuelvo a mi posición antes de continuar hablando.

- En ningún momento esperaba que hubiese trasgos rondando este lugar, pero no creo que sea un impedimento cuando acabemos con sus miserables vidas.

El pequeño poblado parecía tan desolado como las ruinas de alguna vieja ciudad, pero es que tras cada una de las casas sin duda se ocultaban sus habitantes temerosos de las criaturas que atacaron el muelle, el silencio nos acompaño durante toda la caminara, aquellas escaleras parecían interminables después de la batalla enfrentada, pero pronto ya estábamos recorriendo sus calles hasta llegar a la casa del líder de Targos.

Como era de esperar se mostró agradecido por la ayuda brindada, ofreciendo una recompensa que quizás no todos esperaban, aunque nos la habían mencionado anteriormente.

Mis compañeros se fueron presentando y contando el motivo de su visita, los míos no eran del todo claro, había salido de casa con la esperanza de conocer el mundo vivir aventuras que hasta ahora no se han hecho esperar.

-Soy Viera, el destino me trajo a su ciudad, no tengo un rumbo fijo- respondió y espero en silencio a que los mas versados continuasen con el dialogo con Lord Ulbrek.

Mientras los miembros de aquel grupo se presentaban de forma individual, un par de soldados se asomaron por la puerta haciendo un saludo a Lord Ulbrek, quien sin interrumpir a los presentes les hizo una seña a los soldados para que entraran. Estos avanzaron hasta el escritorio del Lord y dejaron cinco bolsas de cuero encima, que tintinearon alegremente. Luego se retiraron. En ningún momento el líder de Targos rompió su atención pasando de uno a otro hasta que todos hubieran dado sus nombres. Finalmente asintió.

-Pues en verdad os digo que vuestra llegada ha sido sin duda obra de los Dioses. O del destino.- Agregó, mirando fijamente a todos, antes de proseguir. -Os agradezco una vez más la ayuda que habéis prestado.-

Mostró los sacos sobre la mesa. -Además de lo que se os dará en la guarnición, recibid de mi parte este obsequio. 250 monedas de oro, junto con mi respeto.- Se cruzó entonces de brazo, con seriedad. -Si aceptáis enlistaros como guardias de la ciudad, hacédmelo saber, puesto que tengo ya en mente una importante misión para ofreceros.- Los miró entonces, escuchando cualesquiera pudieran ser sus preguntas antes de despacharlos.

-Antes de dirigirme hacia la guarnición, me gustaría saber si tienen algún usuario de magia experimentado. Necesito que examine un pergamino que encontramos entre las pertenencias de uno de los trasgos- el cuervo que asomaba su pico por entre sus cabellos comenzó a picotear su hombro-. Lo halló él- señaló al animal, quien lanzó un graznido de orgullo-. No logré identificar su uso, pero contuvo magia e intuyo que fue utilizado para el ataque mismo… solo que aún no sé el por qué- no le avergonzaba el afirmar que no tenía respuestas para ese enigma y necesitara ayuda, solo esperaba que no se asemejara a…-. También tenemos información sobre gente secuestrada por los trasgos, lamentablemente no hay datos sobre su ubicación. Se mencionó el nombre Guthma, líder de la Legión de la Quimera- ellos no podían tener idea de quien se trataba esa persona, pero los locales le conocerían. No cualquiera lideraba un grupo de monstruos.

- Gracias por el obsequio. - digo en un tono cordial. - De momento antes de tomar cualquier decisión, me apetece descansar un poco y mirar con más detenimiento la propuesta. Siempre es motivador contar con una posibilidad para hacer lo correcto. 

Si bien podría aceptar el unirse a la guardia, soy un espíritu libre y no me gusta recibir tantas órdenes. Quizás colaborando sin un mayor compromiso, sea lo más acertado. Luego el elfo que habíamos conocido en el camino pregunta por ese pergamino encontrado, otro punto interesante en todo esto. 

Quizás se encuentren más respuestas de lo que esperamos, aunque la idea de ir a una Taberna y conocernos un poco más me apetece. Ni hablar hemos podido y con todo lo que queda por delante, no sé si habrá oportunidades. 

- Creo que Viera tiene razón, tomar un descanso y quitarnos el polvo de la mina del gaznate sería lo mejor
>> ¿A alguien más le apetece probar que bebidas tienen por aquí?

Una vez hechas las presentaciones, nos sorprendió con su generosidad. Además de darnos trabajo si nos alistábamos en la guardia de la ciudad.

-"Es muy amable por su parte Lord Ulbrek, y muy generoso con nosotros. Mi parte puede quedársela y repartirla entre los desfavorecidos por esta incursión. Seguramente hayan perdido sus casas y todas sus pertenencias; a ellos les vendrán mejor estas monedas. Con respecto a ese ofrecimiento, debo declinarlo, lo siento. Como bien sabe, yo ya me debo a mi propia orden y no puedo ingresar o formar parte de otra organización. Pero no se preocupe, si puedo echarle una mano en lo que sea menester, cuente con ella."

Miré a mis compañeros, socios de aventuras de unas horas, y comprobé que éramos un grupo muy variopinto. Ante la respuesta del enano, enarqué una ceja. Juraría que Viera no había dicho nada de ir a una taberna, pero estaba claro que nos hacía falta, después del día que llevábamos. Una buena cerveza con algo de comida, una ducha y un buen jergón donde dormir, me dejarían como nuevo para el día siguiente.

-No creo en el destino -sentenció Ronud, al escuchar que Lord Ulbrek afirmaban que su llegada debía ser por obra de los dioses o del destino-. Solo en el destino que uno mismo se labra -sentenció, en tono frío, agarrando una de las bolsas de oro y comprobando cuánto le pesaba en la mano.

El semiorco oyó que el gobernador de la ciudad les indicaba si no estarían interesados en enlistarse como guardias de la ciudad, puesto que tenía un trabajo en mente que ofrecerles.

-Si se me paga, estoy dispuesto a formar parte de la guarnición de la ciudad -reconoció Ronud, asintiendo-. Mientras que tenga la oportunidad de machacar trasgos y orcos, cuente conmigo, lord Ulbrek. Aunque creo que nos hemos merecido un buen descanso. ¿Sabe de alguna posada o lugar para descansar en la ciudad?

En los muelles se hallaba la taberna de Perro Salado, donde Ronud había tenido un momento de camaradería con otro bárbaro y donde también la pareja de semielfos se había visto en problemas con un trío de mercenarios que probablemente hubieran terminado haciendo Zumo de Amordil si el joven hechiero no se hubiera marchado.

Me adelanto a recoger mi parte, una bolsa de oro no se puede despreciar.

- Sirvo a mi clan, pero no descarto realizar algún trabajo en el que se necesite un arma afilada.

Escuchó las respuestas que daban, especialmente lo dicho por Six. -No había escuchado de ese nombre. Esto es nueva información.- Dijo, acercándose a la mesa y haciendo un rápida anotación en un trozo de pergamino. Luego se dirigió una vez más a los presentes, especialmente a aquellos que habían declinado o que no estaban aún seguros de aceptar enlistarse. -De acuerdo. Pensadlo de todos modos.- Les pidió.

-Si vais al centro de la ciudad encontraréis la posada La Viuda Llorona, está frente al almacén de Ambulla Gallaway, son las dos edificaciones más grandes de la calle principal.- Les indicó. Luego señaló al elfo y al semiorco. -Vosotros dos, me gustaría tener unas palabras. Podéis alcanzar a vuestros compañeros en un rato.- Pidió, y esperó a que el resto se hubiera retirado.

Una vez que el resto de aquel variopinto e inesperado grupo de aventureros dejaron la oficina del Lord Ulbrek para dirigirse a la posada, el hombre volvió su atención a Ronud y a Six. -¿Un pergamino, decís?- Preguntó, aunque por su expresión parecía que aquel objeto encontrado probablemente no sería relevante. Aún así, se dirigió hacia la puerta y les hizo una seña. -Seguidme.-

Avanzó un trecho por el pasillo desde su oficina hacia el ala oeste de aquella casona, y guió a los dos aventureros hasta una amplia biblioteca. Varios estantes de libros y pergaminos cubrían las paredes, y al fondo, se vislumbraba una figura femenina a contraluz del fuego de la chimenea a su espalda. Se encontraba concentrada en la lectura de un libro, haciendo pequeñas anotaciones de vez en cuando en un pergamino abierto sobre la mesa. -Mi esposa, Elytharra.- Al escuchar su nombre, la dama levantó la mirada del libro, el cual puso aparte dejando la página marcada, y se acercó hasta los presentes.

La dama era una elfa de cabellos dorados que caían graciosamente sobre sus hombros y espalda. Vestía un vaporoso traje de color verde, que mostraba una esbelta figura. Su mirada se detuvo con curiosidad y extrañeza ante Ronud, y aún más intrigada por Six, cuyo aspecto era demasiado inusual para los de su raza. Sin embargo no hizo comentario alguno, sino que educadamente esperó a que se hicieran las correspondientes presentaciones. Lord Ulbrek continuó. -Elytharra es una muy hábil usuaria de magia; de hecho, es la mejor que podréis encontrar en Targos en estos momentos.-

Ronud decidió seguir a Lord Ulbrek, acompañado por su nuevo compañero Six. Podía imaginarse para qué podía necesitar al hechicero, dado que el pergamino parecía ser mágico, aunque ignoraba para qué podía necesitarlo a él, que solo era un combatiente semiorco. ¿Quizá para descifrar el contenido del pergamino si estaba en lengua trasga?

Le sorprendió advertir que la esposa del líder de Targos era una mujer elfa. A lo largo de su vida había visto pocas parejas interraciales, aunque esta era la primera vez en que conocía a una pareja de humano y elfa en la que además el hombre era el gobernante de una ciudad. Quizá Targos no fuera tan mal lugar después de todo. Al menos hasta el momento nadie le había despreciado por su piel verde.

-¿Qué necesitan de nosotros? -inquirió, sin saber por qué Ulbrek les había pedido que les acompañara.

La actitud de Lord Ulbrek le intrigó, así que no dudó un instante en seguirle una vez que se despidieron de sus otros compañeros, a quienes no sabía si volvería a ver. Sus caminos podrían separarse o no, el destino era caprichoso con los aventureros. Solo Ronud continuaba a su lado, quien no podía ser más distinto a su persona. No entendía que podían querer de ellos dos, pero mantuvo su boca cerrada hasta llegar a otra estancia.

No tardaron en dar con una elfa de hermosas facciones, quien les miró a ambos con curiosidad. Siempre era ligeramente molesto que le observaran, pero el que lo hicieran otros elfos le resultaba especialmente doloroso. Para ocultar esto se inclinó ligeramente, dejando que sus cabellos cayeran por el costado de su cara. Peo se mantuvo en su sito, picoteándole la puntiaguda oreja a modo de protesta.

-En placer conocerla Lady Elytharra, me llamo Six- carraspeó, seguro que ella sabría que aquel no era nombre elfico-. Un hechicero en ciernes.

Ronud no se presentó, fue directo al grano, algo le permitió saber cómo era su personalidad y paciencia. Ya había visto lo que era capaz cuando su paciencia se agotaba, de hecho aun tenía marcas de sangre en uno de sus cabellos. No iba a darle clases de modales, el contraste sería beneficioso para ambos. Guardó silencio, esperando una respuesta, aunque imaginaba que el motivo era el pergamino… Lo que no sabía era por que hacer esa reunión sin los demás.

- Si me permitís me retirare a la posada de la Viuda Llorona.

Con una leve inclinación de cabeza doy un paso atrás, con intención de irme.

- Sería bueno echar un buen trago, o dos, llenar la panza con una buena carne y conseguir una habitación para cada uno. A no ser que alguno quiera soportar mis ronquidos- sonrío ante mi propia ocurrencia.
>> Si alguien me necesita o requiere mis servicios sólo tiene que buscarme.

Me dirijo hacia la puerta y espero junto a ella, por si alguien viene conmigo.