Partida Rol por web

"Este hombre, o es muy duro o está buscando una pulmonía" Pensó con una ceja levantada al ver a Ser Trycian entrenando sin camisa teniendo en cuenta el frío que hacía.

-Si... Ser Trycian, sería un honor entrenar con vos- Respondió "Pocas Ganas" mientras se acercaba, la verdad es que hubiese preferido otro contrincante, uno más de su nivel, pero ya era tarde para echarse atrás o poner cualquier excusa.

-Ser Trycian- Comentó mientras cogía una de las armas que le invitaba a tomar- ¿Vos... no va ha utilizar protecciones? Quiero decir... que, no deberíamos arriesgarnos a sufrir una lesión por accidente en los tiempos que corren... ¿No cree? - Tarmall lo decía más por él que por ser Trycian, esperaba algún moratón pero no tenía ganas de acabar con ningún hueso roto, y menos en su primer entrenamiento después de no recordaba cuanto.

Sonrío a las palabras de Tarmall y le respondo despreocupado:

 - "Son armas de entrenamiento. Es difícil que nos hagamos algún daño, pero usa tu armadura, ya la tienes puesta. Yo entrenaré así."

Me pongo en mi posición y afirmo el arma con ambas manos, listo para comenzar.

Gwraidd y Armase no pueden volver al castillo debido al accidente del joven Tully.

Ya llevaban unos días hospedados en la aldea familiar de Orilla Azul. Lumila y Soraya habían hecho lo posible por entablillar la pierna del joven Gwraidd y éste se comportaba de manera complaciente con los demás. Armase cada día tenía más paciencia con el joven Tully. Descubrió que el escudero no era aquella imagen de niño mimado que tenía el jinete, al menos no tanto. Se hacía el fuerte pues no se quejaba de dolores, aunque otras veces esa fortaleza se convertía en impertinencia para que lo dejáramos en paz. Si yo no me pudiera mover, también estaría de mala leche... pensaba el jinete Dorniense.

Los conocimientos de medicina de Armase eran muy limitados y temía por la pierna de su señor, generalmente una fractura de esa índole acababa en cojera permanente del accidentado. Así que decidió pedir permiso para buscar ayuda. Como siempre, Armase habló con deferencia pero sin pelos en la lengua:

Mi señor, si quiere puedo traer aquí al Maestre Ammon, él podría valorar los cuidados que está recibiendo. Un noble lisiado es lo último que necesita el castillo de Aguasclaras.

Tarmall cogió el arma y la balanceó de forma descuidad mientra miraba de reojo si había alguien mirando, esperaba que no. Estaba maldiciendo el momento exacto en el que se le ocurrió la idea de bajar al patio de armas a entrenar, no quería enfrentarse con Ser Trycian, hubiese preferido casi cualquier otro antes que él, si no fuese por que quedaría como un cobarde se marcharía, a las cocinas, a su habitación o a cualquier otro lugar tranquilo, pero ya era tarde, había aceptado y Ser Trycian ya estaba en guardia para el enfrentamiento.

El comienzo fue tranquilo, incluso aburrido, los golpes de Tarmall eran débiles y descuidados, no quería arriesgarse a golpear a Ser Trycian sin armadura como se encontraba, pero el caballero era diestro y sin el peso de protecciones mucho más rápido y ágil, eso hizo que "Pocas Ganas" comenzara a tomar confianza y lanzar golpes más reales, dignos de un entrenamiento real. Minutos más tardes aquello tomó el carácter de un verdadero combate de entrenamiento, tomando y cediendo terreno tanto uno como el otro, Ser Trycian desviaba o esquivaba todos los golpes mientras que a esas alturas Tarmall había recibido no menos de media docena, todas en la armadura sin graves consecuencias. 
Tarmall ya estaba cansado, con la frente sudada y el combate estaba claramente a favor del caballero, aún así sentía que estaba manteniendo el ritmo y eso hacía que se le dibujara una medio sonrisa en la cara, parecía que después de todo no estaba tan en mala forma como pensaba.

El entrenamiento es algo sumamente sano para el cuerpo: Un buen porcentaje de ejercicio, una pulida de la técnica, y enfocar la mente para estar preparado para el momento real. Bueno, es algo sano para el que domina la práctica, para el otro... no es tan sano.

Mi lucha con Tarmall se desarrolla con normalidad. Mi espadón oscila en el aire en golpes no tan intensos pero con toda la precisión que el arma es capaz de otorgarme. El arma de mi oponente intenta impactar en varias oportunidades pero su trayecto es lento y solo el aire a mi alrededor se resiente de sus embates.

Me muevo con una rapidez que solo la falta de armadura permite lograr y con ello soy capaz de mantener la lucha por varios minutos sin recibir golpe alguno. Veo la armadura de Tarmall y entiendo que tiene una impedimenta que me brinda la ventaja aunque la protección que posee es algo que no tiene precio a la hora de entablar una lucha real.

Al comienzo mi oponente lucha con más reservas de las previstas pero pronto comienza a soltarse y siento la violencia de sus movimientos cada vez más intensa hasta el momento de llegar a practicar como se debe. Una media sonrisa se dibuja en mi rostro pues disfruto de sobre manera con el combate, como lo hace cualquier buen guerrero.

Después de un rato veo que el jinete libre comienza a sudar de más y parece cansado. Le he asestado una buena cantidad de suaves golpes que le recordarán el buen dolor que se obtiene cuando se recibe un par de porrazos. Le hablo en medio de nuestra práctica:

 - "Parece que no estás tan mal. Cualquiera diría que con lo poco que te mueves, estarías en peor estado físico. Es hora de comenzar esto en serio."

Un giro de talones y dirijo mi madera hacia su mentón en un fuerte golpe que casi le derriba. Luego un golpe con el hombro derecho, un puño izquierdo, un espadazo en el lado izquierdo de la cabeza y una patada en la pierna son suficientes para derribarle completamente. Bajo mi espadón haciendo el amago de enterrarlo en el caído guerrero y retorciéndolo en su carne. El entrenamiento ha acabado.

Levanto el arma de entrenamiento y lo tiro al montón de otras armas. Le ofrezco la mano al "Pocas ganas" para que pueda ponerse de pie pues, a pesar de la rápida y contundente paliza que le ha dado, no ha perdido la consciencia. Es un buen guerrero y solo necesita entrenamiento para conseguir un buen nivel.

La practica acabó en un abrir y cerrar de ojos, antes de que se diera cuenta Tarmall estaba en el suelo con un dolor de cabeza de mil demonios dándose cuenta de que ni por asomo estaba siguiendo el ritmo y que en todo momento estaba en manos Ser Trycian. Soltó un esputo de sangre seguido de un bufido tanto por el dolor como por la estupidez de creer que estaba manteniendo el ritmo al caballero.

Aceptó sorprendido la ayuda de Ser Trycian, después de todo no tenía fama de amable en el castillo, y se puso en pie ligeramente mareado, con al mano en la sien herida. 

-Gracias Ser Trycian por su tiempo- Le dijo mirándose la mano manchada de sangre por la herida de la cabeza -Si no le importa iré a que me miren la herida, gracias de nuevo y espero poder... repetir esto... otra vez- Esto último no lo dijo completamente convencido, era algo que preferiría meditar antes de hacerlo otra vez, pero no quería quedar mal con el caballero.

Un día cualquiera del mes sexto del año 153 A.D.

Mención a Ser Trycian, Tarmall, Tanya, criadas del castillo.

He notado cierto revuelo en las criadas, pues Shaira ha venido corriendo y ha murmurado algo con Daula y Berta. De repente las tres han encontrado algo que hacer en el patio. Curiosa, las sigo y cuando salgo veo que están paradas observando algo que sucede en el patio de armas. Me asomo a mi vez y se me cae la mandíbula de la sorpresa: ¡Tarmall, totalmente equipado está intercambiando golpes con Ser Trycian! Me tapo la boca con la mano para no dejar escapar una carcajada.

Los golpes se van sucediendo y oigo como las chicas murmuran sobre el hecho de que Ser Trycian esté medio desnudo. Frunzo el ceño. Pero antes de que pueda decir nada oigo restallar la vara de Tanya en la pared, justo por encima de la cabeza de las tres muchachas. No dice una palabra. Jamás la vi tan furibunda, e intuyo que no es una pose. El brillo de sus ojos me dice que su enfado está bien subido de tono. Apunta con la punta de la vara el interior. Cuando las tres pasan por delante de ella para continuar con sus obligaciones, se gira y me guiña un ojo. 

No, ciertamente no está de buen humor... Voy a preguntarla pero en ese momento, por el rabillo del ojo veo que Ser Trycian descarga un golpe fortísimo que tumba a Tarmall. Ahogo un grito, pero pronto queda constancia de que está bien, aunque algo mareado. Cuando me vuelvo a girar, Tanya ya ha entrado. Niego con la cabeza y me digo que ya hablaremos más tarde. De nuevo se centra mi atención en los hombres. Me compadezco de Tarmall. Hemos convivido años y no me parece mala persona. Si no fuera tan dejado. Suspiro y me acerco a ellos. Hago una venia al esposo de Lady Arianna antes de comenzar a hablar:

- Buenos días, Ser Trycian. Tarmall. Espero hayáis dejado bien a Lady Arianna esta mañana, ya sabéis que podéis llamarme a cualquier hora: ella es lo más importante para mí ahora.

Tarmall, permitidme echar un vistazo a esos moratones. No quisiera que hubiera sorpresas por dejadez en atenderlas.

Sonrío suavemente. Una sensación de ternura comienza a asentarse en mi pecho.

Sysa se acerca para atender a Tarmall, pero este no está tan mal. He sido suave con él así que no debería necesitar atención. Pero, por suerte para ambos, no soy solo un troglodita y entiendo la clase de atenciones que el hombre necesita y que, al parecer, la chica muere por darle.

 - "Iré a ver como está. Les dejaré solos. Fue un gusto entrenar contigo, Tarmall. Creo que necesito un baño..."

Digo para mí mismo a medida que me alejo del lugar, dejándoles para que se atiendan como deseen. Luego recuerdo que fuera de Dorne la gente es mucho más discreta para eso y que dudo mucho que se pongan a copular en público. Bueno, allá ellos como decidan hacer sus cosas.

Transcurridas dos semanas de la muerte del Señor de Aguasclaras

El salón estaba lleno bastante antes de la hora en que oficialmente se había citado a los habitantes del castillo de Aguasclaras. Los cuchicheos resonaban en las paredes como pequeños insectos que rascaran los sillares de piedra en el momento en que la familia restante de Ser Hadder accedió a la cabecera del salón donde se había apostado un atril y una especie de pequeño púlpito. Junto a los hermanos, su tío.

Pendrik avanzó, sin que se percatase nadie apretó antes las manos que tenía enlazadas con las de su hermano Gwraidd y su esposa Rowenta. Ascendió.

-Habitantes del castillo de Aguasclaras. Transcurrido el luto correspondiente después del Septo por nuestro señor, Ser Hadder Tully, llega el momento del relevo. Los ciclos de la naturaleza son así, y los Siete los contemplan. Dedicaremos un silencio en honor a su fuerza y recuerdo.

Transcurrido el silencio Ser Pendrik continuó.

Es designio de nuestra graciosa Majestad, y refrendado por su Mano en Desembarco del Rey. Que sea Ser Horwin Tully, nuesto tío, el que herede el feudo de Aguasclaras. La familia de Ser Hadder al completo respeta, apoya y se congratula de ser, desde el mismo momento en que formulo mis palabras servidores suyos. Es por ello que como primogénito de mi padre... Ser Pendrik descendió y buscó con su rodilla un cojín destinado en el suelo a la misma, y realizó el juramento estipulado.

Una vez finalizado, el ahora más que nunca desheredado Ser Pendrik se puso en pie. Y se giró.

Os pido como favor personal de la familia de mi señor padre y en su recuerdo que sigáis los principios que siempre os guiaron. Familia, Deber, Honor. Por ello apoyad a nuestro nuevo Señor. Conozco lo suficiente para deciros que es un Tully y que os defenderá y querrá como lo que ya sois, su familia. Estoy orgulloso de vosotros, Gracias por tantos años de servicio y por vuestra dedicación. De parte de mi señor padre y de corazón.

¡Salve, y larga vida a SER HORWIN TULLY, SEÑOR DE AGUASCLARAS!

La voluntad del Rey es ley y como tal debe ser respetada. Lady Rowenta realiza su jura tal y como marca el protocolo. Finalizada la ceremonia se retira a sus aposentos con su esposo.

Tras el día de la jura, Lady Rowenta recuperará su habitual costumbre de visitar el septo y salir a pasear a caballo (escoltada por Gerrik) todas las mañanas.

La reunión comienza después de una cantidad de minutos que me parece interminable. Pendrik da un discurso en el que hace oficial el dominio de Ser Horwin Tully en vez de Ser Pendrik. La sangre me hierve y aprieto los puños ante tamaña injusticia:

"No es esa la sangre que juré defender. No es este el Señor que debía tener."

Mi mayor idea pasa por mi cabeza con fuerza: Darme la vuelta e ir a mi cuarto a ponerme mi armadura y mis armas para cuando vengan a por mí. ¿A cuantos podría matar antes de caer? ¿Alcanzaré a matar a ese mimado? Seguro que si, sus guardias parecen más unas niñas que hombres de armas y ese mismo no ha tenido el entrenamiento que podría haber tenido. De seguro que ha pasado la mayor parte de su adolescencia limando sus uñas en vez de entrenar con un arma.

"Lamentablemente ya no estoy solo y tengo una mujer sumamente débil que está en mi habitación junto con mi hija. Cualquier acto en que yo incurra caerá sobre ellas. Por más que sean hermanas de Pendrik, este no podrá defenderlas. ¡Con un demonio, no es capaz de ni de heredar lo que es suyo y protegería a mis mujeres! No, no debo ser tan irresponsable ni impulsivo. Es momento de hacer lo que debo hacer por el bien de mis amadas."

Doy un paso al frente mientras miro a Pendrik:

"Espero que sepas lo que haces. Yo no rompo mis juramentos."

Pongo una rodilla en el suelo, sin utilizar el cojín pues todo juramento debe firmarse con el dolor que nos recuerde el destino de no cumplirlo, y comienzo a recitar mi juramento:

 - "Yo, Ser Trycian de Dorne, juro servir y proteger a Ser Horwin Tully, Señor de Aguasclaras. Juro ser su espada y su escudo, con mi vida si es necesario, mientras él sirva y proteja a mi familia, mi hogar y mis valores, y en cuanto sea Señor de este feudo. Los juro ante los Nuevos y Viejos Dioses."

Luego me pongo de pie y retrocedo a mi lugar. Está hecho, mi juramento ha sido pronunciado y no puedo retractarme ya de aquello. Solo me siento feliz de que mi juramento siempre incluye una "letra chica" que mi Señor debe considerar, por el bien de todos.

No puedo negar que la noticia me sorprende. Eso era algo que no me esperaba, prácticamente nuestro nuevo señor era un extraño, un Tully pero al fin y al cabo un extraño. Y ahora veía al hijo de Ser Hadder arrodillarse, cediendo lo que por derecho le pertenecía y lo que yo consideraba le pertenecía. Al inclinarse sentí que renunció a nosotros, sentí que nos había traicionado. Sentí que huyó a la responsabilidad.

Y ahora yo me encontraba en esta difícil situación. ¿Quería jurarle lealtad a ese hombre? No. Pero por otro lado en realidad al hacerlo yo no estaría jurándole lealtad a él. Se la estaría jurando al feudo. A todos quienes conformamos este castillo. Pues aunque me toque decírselo a él, yo lo estaría haciendo por la gente. 

Me decido a dar un paso al frente. Me arrodillo frente a Ser Horwin, tomo un respiro y pronuncio:

-Yo Darién, forestal del Castillo. Juro lealtad, servir y proteger a Ser Horwin Tully, Señor de Aguasclaras. Así como al feudo  y a su gente de cualquier amenaza. Mi lanza, mi arco, mi puesto, están a vuestra disposición.

Me pongo de pie y mientras regreso a mi lugar grito eufórico.-¡LARGA VIDA AL FEUDO DE AGUASCLARAS! El juramento estaba hecho, había pronunciado mi lealtad al feudo y mis intenciones de defenderlo de cualquier amenaza. 

Randyl Lanzapartida abandona el salón sin renovar su juramento con el nuevo señor, quedaría claro para todos que esta lo suficientemente indignado para que sea más apropiado que no se pronuncie en ese momento.

El anuncio no le toma por sorpresa, ya había tenido una conversación al respecto, pero no por ello deja de disgustarle. Quizá guardara esperanza de algún cambio de última hora. 

Parecía que el castillo perdía a uno de sus hombres, aunque era poco probable que a su actual señor le importara demasiado aquello. Solo era "uno más".

Desde mi posición al frente de la servidumbre, observo en silencio y voy analizando cada palabra y cada gesto para mí misma. Luego será el momento de actuar. 

Por el momento, continuo observando.

Dhur asistió impertérrito a aquella ceremonia y a todos esos nobles hincando la rodilla en tierra y jurando fidelidad al nuevo Señor.

No le sorprendió, aunque sí lo hizo que alguien como el Forestal hiciera lo propio. Sospechaba de sus motivaciones, y no de una verdadera lealtad a un total y completo desconocido, pero él no era nadie para decir nada al respecto. Tenían un nuevo Señor feudal. Alguien que por las habladurías prometía traer fuerza y algo de prosperidad a un feudo que si seguía la rutina de los últimos meses acabaría con todos en la ruina o muertos.

Junto a su hermano, Dinnas, y situados ambos ligeramente detrás de Darién, agachó levemente la cabeza durante el juramento del Forestal, uniéndose en un mudo y tácito silencio al mismo... para mostrar sus respetos y obediencia al nuevo Señor que había de protegerles y velar por todos.

El Castillo era su vida, aquí tenía un buen trabajo, una familia, vivía tranquilo y contento. No podía dejar todo eso a un lado al no jurar lealtad al nuevo señor. A pesar de estar vistiendo sus mejores ropas y estar bien arreglado para la situación, era evidente que no encajaba con tanto noble. Se notaba claramente que era un plebeyo y aunque la situación lo incomodara un poco. Rolls se mantuvo todo el tiempo con la frente en alto. 

Llegado a un punto vio la oportunidad de pasar a dar su juramento, agarró a su hijo y los dos se inclinaron frente a Ser Horwin. Y casi al unísono dijeron:

"Juro lealtad, servir y ayudar. Mis manos están a vuestras ordenes". Un juramento sencillo, pero a la vez inteligente pues había ciertas cosas en él, que podrían serle útiles. 

Se levanto y regreso a su lugar, donde se mantuvo firme esperando a que los demás se pronunciaran. 

Se encontraba algo distraído por ver a los nobles que estaban por ahí, cuando de repente sintió un fuerte jalón que lo obligaba a caminar. Era su padre, quién se disponía a dar su juramento. Y por el jalón que le había proporcionado era evidente que quería que Royle haga lo mismo. 

No puso resistencia, aunque se notaba que estaba nervioso. Solo espero no olvidar las palabras que mi padre me hizo practicar una y otra vez. 

Rolls comenzó y unos segundos después Royle se le unió. Formando así una sola voz. 

"Juro lealtad, servir y ayudar. Mis manos están a vuestras ordenes"

Luego de pronunciar el juramento siguió a su padre y se quedo de pie junto a él. 

Cuando llegó la hora del Maestro de Cuadras hizo lo que tenía que hacer, aunque no reconocería en su fuero interno a otro que no fuese a Pendrick como legítimo Señor.

"Juro lealtad, servir y ayudar. Mis manos están a vuestras ordenes".

Oh, por los Siete... ¡Menos mal! Cuando en el comunicado se dijo que se iban a quitar los ansares-enseres-del salón, por un momento creí que hoy se iba a anunciar que la despensa se había quedado sin pato. ¡Menudo susto! Solo es un cambio de Señor.

Pero cuando Randyl abandonó el salón sin renovar juramento, a Bethan le entraron dudas. No era lo mismo servir en un pequeño feudo gobernado por un bastardo denostado por su Casa y sin capacidades para forjar alianzas políticas, que hacerlo en ese mismo feudo bajo las órdenes de Ser Horwin. Ese noble ya estaba en otra categoría, seguramente con sus ambiciones y sus enemigos, y obligado por alianzas a acudir como abanderado en cualquier gran guerra en la que se involucrara la Casa Tully. O por lo menos Bethan, con sus limitados conocimientos políticos, lo veía de ese modo.

Ahora era padre, y se estaba volviendo viejo. Había que empezar a velar por el futuro, tanto de su hijo como el de sus últimos días. Permaneció callado en un rincón, mientras algunos artesanos fuera de lugar hacían juramento como si se tratasen de espadas errantes.

Bethan quería hablar con Ser Horwin antes de tomar una decisión...

Año 153. Mes 12.

Me levanto con el sol, cuando los únicos en pie son los hombres que están de guardia. Todos los días la misma rutina. Me visto y aseo y me dirijo a los establos, donde he elegido uno de los animales que tiene una ración ligeramente superior (que yo misma le administro) para asegurarme que madre e hija reciben lo mejor. La cabra está sana y fuerte, la acaricio y ordeño para rápidamente dirigirme a las cocinas. 

Yo misma me preparo el desayuno y también las raciones para Lady Arianna y el ama de cría. Me aseguro de que sean un poco más ricas a costa de la mía. Al no haber nadie aún en las cocinas, nadie lo ha visto aún. Y si hay alguien me aseguro de que no se vea, aguardando el momento a que esté fuera de su mirada para hacer los cambios. Después me dirijo a las dependencias que comparten son Ser Trycian para asegurarme que se toman todo, ya sea personalmente o para recibir la información de la doncella que Lady Rowenta ha destinado a tal fin.