Partida Rol por web

Mientras Ser Baltrigar se adelanta, tomando su arma por la hoja para entregarse, Ser Horwin sigue paseando la mirada de sus ojos glaucos por lontananza, a la búsqueda de movimiento de tropas: sabe que, de haberlas, su presencia ante las puertas sin más compañía de la estrictamente necesaria debe haber confundido a cualquier enemigo. Sabe que el hecho de que todos sus mejores hombres permanezcan a la vista en las almenas debe haber desalentado y frenado el ímpetu de cualquier Caballero con ansias de tomar Aguasclaras. El Señor de Aguasclaras se vuelve hacia las murallas, encontrando por el camino a Ser Gwraidd, quien ha salido a caballo demostrando, una vez más, no entender nada. Contempla la mirada perdida del hijo de Ser Hadder, y luego las de quienes se asoman desde los muros. Reproches. Odio. Rencor. Todo eso es lo que hay en los corazones de quienes habitan el lugar que Ser Horwin ha jurado defender con su propia vida. 

El heredero del Tridente asiente para sí y regresa a los bosques, aún buscando movimiento más allá de los lindes. Pero no, allí no hay nadie, y las palabras del Tormenta le obligan a devolver toda la atención a aquel caballero que asesinó con su propia mano a su Señor.

-Ser Horwin, en efecto -dice, asintiendo-. Veo que no me recordáis, pese a que compartimos algunas cenas a mi llegada al Castillo unos días antes de la muerte de mi Señor tío, Ser Hadder. Yo, en cambio, sí os recuerdo bien.

El caballero con el pez sobre su jubón contempla la escena sin decir nada más mientras el Tormenta desciende de su montura, situándose delante de Russ dispuesto a entrar a pie al lugar que abandonó meses atrás sobre un caballo, manchado de la misma sangre que corre por sus venas. Entonces el Tormenta se arrodilla, completa su discurso, y Ser Horwin frunce el ceño.

-Podréis hacer entrega de vuestros mensajes hoy mismo -responde-. En cuanto a vuestros hijos, debo reconoceros que me resulta terriblemente doloroso escuchar de vuestra boca esta petición de clemencia. Porque eso significa que, a diferencia de lo que yo creía, o quizá deseaba, vos estabais al corriente de su detención y no os entregasteis, arriesgando su vida. Pero descuidad: mientras éste sea mi techo no se juzgará a nadie por los crímenes de sus padres. Vuestro hijo Charlton sigue siendo el Mayordomo del Castillo. Vuestro hijo Brocelyn fue encarcelado hasta que se me convenció de que no era responsable de su necesaria intervención en vuestra huida, momento en que fue liberado. Y con vuestro hijo Beldyr tendréis ocasión de hablar bien pronto, pues es inquilino de mis mazmorras no por vuestra causa, sino acusado del asesinato del Septón Eremiel. Sí, del Septón. Estoy convencido de que fue responsable de su muerte, pero hay cierta... documentación que me hace dudar entre si merece la horca o una recompensa. Está por verse. En cuanto a vos, seréis juzgado con justicia; se os escuchará, y se os dispensará el trato que un caballero merece por su rango.

Ser Horwin asiente hacia Russ.

-Jefe de la Guardia, encarcele a este hombre.

Después, tras dar una última mirada al bosque cercano, Ser Horwin vuelve grupas y se dirige al enorme portón de entrada pasando junto a Ser Gwraidd, a quien saluda sin detenerse con un cortés gesto de su cabeza.

Resultó ser un acto reflejo. Apretó los puños. No sabía si por rabia, odio o simplemente era una manera de eliminar la tensión acumulada tanto tiempo.

Miró inmediatamente a su hermano. Desde su regreso no estaba en absoluto comunicativo, no obstante leyó en sus ojos el mensaje sucinto. Ser Horwin no había dicho nada de él. Se aproximó a su hermano por el adarve y de pasada y sin darle importancia para cuantos miraban posó una mano con fuerza sobre el hombro de Gwraidd. Después siguió su camino en pos de reunirse con su Señor, Ser Horwin.

Por Aguasclaras, la tarea de una vida, la labor de padre, lo merece.

Ser Gwraidd, quien respondió con una sonrisa al gesto de su hermano antes de partir, inclina la cabeza de forma evidente cuando pasa Ser Horwin de vuelta al castillo. 

- Mi señor- murmura con cortesía, para luego seguir observando como entra en el castillo Baltrigar, el asesino de su padre. Aunque tal vez asesino no sea la palabra exacta. Eso no impide la rabia asomando a sus ojos, como el filo de una navaja. Al ver entrar a Baltrigar su mirada pasa por todos los miembros del castillo, asomados a las murallas. Sí, todos han sufrido mucho. Y todos supone se creen con derecho a... Mentalmente menea la cabeza.

Carece de toda importancia.

Un suspiro de alivio, largamente contenido, sale de mis labios. Volteo mi mirada hacia afuera. Haudrey, Caster... muchachos, sólo faltáis vosotros. Sin embargo, vuestro recibimiento no sería ni de lejos tan tibio.

Luego me encamino hacia la comitiva, manteniendo la compostura, atenta a cualquier instrucción.

No pierdo de vista en ningún momento a Ser Horwin, Theresa y Russ. Cuando lo veo girar el rostro, sonrío feliz por estar convencida que no habrá por el momento, más derramamiento de sangre. No sé si el caballero alcanza a verlo, pero algo parecido a la esperanza por Aguasclaras comienza a asomar a mi mirada.

Cuando mi mirada se cruza con la de Ser Gwraidd, simplemente la aparto. No entiendo su cambio, pero lo más sorprendente es que, por primera vez en años, me importa muy poco lo que haya hecho o haga, siempre que no afecte a Aguasclaras.

Gwraidd no parece darse cuenta de la mirada (o de que Tanya aparte o no su mirada). O si se da cuenta, no le importa.

-Mayordomo Charlton -dice Ser Horwin al entrar de nuevo en el Patio de Armas-. Preparad una celda temporal para Ser Baltrigar mientras acondicionáis otra acorde a su rango. Haced que bajen una mesa a las mazmorras. Una grande.

Después señala a Tanya.

-Ama de Llaves -dice, dando cuerpo a un título que hasta el momento era tan solo oficioso-, que este Caballero no eche nada de menos en su nuevo alojamiento. 

Dando un par de vueltas a lomos de su caballo, grita hacia su castellano:

-¡Ser Otter! Quiero que nos reunamos en las mazmorras vos, en calidad de Castellano, Ser Pendrik, Ser Gwraidd, y Ser Trycian como representantes familiares de Ser Hadder, y yo mismo. Esta tarde, antes del anochecer. 

Por fin, baja de su caballo y, sin mirar a nadie a los ojos, regresa a sus cámaras.

- Todos dan cumplimiento a las órdenes dadas.

- Ser Baltrigar es despojado de su costosísima armadura y su caballo es conducido a las cuadras, donde Crann le retira la pesada barda de placas doradas.

A decir verdad, no hubo mucho que ordenar durante la breve ausencia del señor del castillo. Prácticamente todo el castillo estaba pendiente del encuentro entre Ser Horwin y el traidor Baltrigar. Simplemente esperó a que la conversación entre ambos acabase finalmente. A todas luces Baltrigar venía a entregarse, no había otra posibilidad. Y así se corroboró cuando entregó su arma y se arrodilló ante su señor. 

Se hará justicia finalmente- pensó el castellano mientras volvían de nuevo el castillo, con Baltrigar prisionero. 

Asi será mi señor- respondió ante las órdenes de Ser Horwin. Hoy habría un juicio y sentencia. 

La brillante y ostentosa armadura dio paso a un rostro que resultaba difícil olvidar. Aquel hombre, si a la iniquidad podía llamarse hombre, volvía tras largo tiempo al lugar del que había huido como un vulgar bandido: manchado de sangre ajena y en el caos que el mismo había creado. Y aun así volvía envolviéndose en dignidad como un caracol se envuelve en una concha intentando fingir que es algo diferente a una babosa.

¿De veras se preocupaba después de más de un año de sus hijos? Pues sí que actuaba con lentitud la conciencia en aquel hombre. Quizá también hubiera necesitado un año de reflexión para no levantar la espada y arrebatar la vida al hombre que le había acogido en su castillo. Eso sí, siempre que su regreso se debiera realmente a su maltrecha conciencia y no a otras razones que prefería callar.

Edder sabía muy bien lo que se debía hacer con los perros que mordían la mano de su dueño para que no volvieran hacerlo, pero a él no le correspondía tomar decisión alguna. Esos eran asuntos de señores y el, obviamente, no era uno. No era nadie más que un guardia y ser Horwin ya había tomado su decisión, una decisión en la que su señor había demostrado una magnanimidad que el traidor no merecía y que no entendería dado que la vileza no entiende de gestos nobles. Así pues Edder siguió en su puesto en la barbacana cumpliendo con su deber como de todo buen hombre se espera que haga.

Hago que preparen lo necesario según las órdenes de Ser Horwin.

Maegor a duras penas podía seguir por mucho más tiempo el ritmo de entrenamiento que imponía el maestro de armas de Aguasclaras, su abuelo Otto de Puenteamargo. El ritmo era similar para todos los hombres presentes en el patio de armas y el hecho de ser un pequeño muchacho no ayudaba demasiado.

"Atacar. Atacar. Levantar el escudo. Bloquear". Sus brazos ardían y la victoria del muñeco de entrenamiento estaba próxima. Por ello cuando el cuerno del vigía de la barbacana sonó atrayendo la atención de todos, agradeció a los divinos su intervención.

El maestro de armas pretendió hacer que los hombres continuaran con su entrenamiento, pero tan pronto corrió la voz que alguien se acercaba y no era otro que Ser Baltrigar "el traidor", desistió. Todos los hombres, y Maegor entre ellos, se dirigieron a la entrada, expectantes, mientras los murmullos y comentarios de todo tipo plagaron el patio del castillo.

La muchedumbre vio partir a caballo a Ser Horwin Tully, acompañado por Theresa Nieve y Russ "Matatoros". Pronto regresaron escoltando a Ser Baltrigar.

El joven Maegor siempre había pensado en Baltrigar como un ejemplo que debía seguir para llegar a ser un gran caballero. Convertido ahora en un asesino que traicionó a su señor, al observarlo, el chico comprendió con tristeza que el título de caballero no otorgaba honor y fidelidad de manera inherente.

Arroyo tiene cuatro años. Están en el patio de armas, que se llama así porque hoy también está allí el "arma" de llaves. Y la mamá con niño. Y mucha gente que jamás ha visto en su vida, a pesar de vivir en el mismo castillo. Más gente de la que creyó nunca que habitaba el mundo. Pero falta papá. No es nada extraño. Se suele despedir cuando va a hacer las "gárgaras" a la torre... o a hacer las "guapas", o las "gagas", o como se diga.

Arroyo no comprende lo que pasa a su alrededor, pero sonríe. Ahora y siempre. Y la gente a su alrededor se mueve. La "arma" de llaves se aparta de su lado. Parece muy ocupada haciendo cosas que no son atender al hijo de Bethan. Da igual. Algo en el patio ya ha llamado su atención: el corral; las cabras. Qué seres tan extraños y bonitos.

Con gran esfuerzo, sube un pie al primer madero horizontal de la verja. Luego el otro. Ya está asomado y ve a las cabras, pero por mucho que estire la mano no las alcanza. Pasa la rodilla sobre el segundo madero, y queda tumbado sobre él. No hay caída, pero si lo fuese sería bastante extraña. El peso del cuerpo tira de Arroyo hacia el interior del corral, pero sus dos manos no se sueltan de la verja, y queda colgado como el vencedor de una justa alzando los puños. Al soltarse, los pies chocan contra el barro y la cabeza le desestabiliza hacia delante. Para con las manos. Se endereza. Y como un niño con zapatos nuevos corre hacia la cabra. La cornamenta de la cabra le recibe por el pecho, que a ver qué va a ser esto de molestar a una pobre cabra cuando está rumiando.

Arroyo cae hacia atrás y su cogote aterriza sobre el abrevadero. Sus ojos se cierran como cuando tiene sueño, pero le arde el pecho y la parte de arriba del cuello. Y sueña con dragones y combates a espada, y demás cosas que ve en los hoyuelos de la madera. Y con su papá. Y con una señora muy vieja, y muy arrugada, con gusanitos que asoman por sus pústulas sanguinolentas. El pequeño Arroyo también sonríe a la anciana en el sueño.

Despierta cuando otra de las cabras empieza a chuparle el dedo gordo del pie. Nadie parece darse cuenta de su ausencia. Demasiado ocupados con temas de adultos. Y desde el corral ve a las cabras más grandes y más bonitas que ha visto nunca. No tienen cuernos, y llevan personas con el pecho brillante de metal sobre el lomo. Tiene que ver eso más de cerca. Trata de salir... apoya un pie en el abrevadero y se cae dentro. Allí todo el barro se limpia.

Con gran esfuerzo, logra ponerse en pie y trepar la valla. Para cuando consigue salir, está limpio pero mojado. Cruza el patio invisible entre gente mucho más alta que él. De nuevo en los barracones. Aquí es dónde papá guarda la otra ropa, la de poner después del baño en el barril. Se libra de la ropa mojada y se empieza a secar con la manta de la cama de papá, que también es la suya. La ropa seca es idéntica a la anterior. La mojada es empujada sin querer a los pocos, hasta quedar a secar por varios días bajo la cama. No ha pasado nada, y ha pasado todo. Como en el mundo de los adultos y la llegada del hombre de pecho dorado.

La vida entera entorno a todo el Castillo de Aguasclaras parece estos días como en suspenso.
Han pasado varios días ya desde que Ser Traidor se entregara y rindiera sus armas ante Ser Horwin.
El castillo es un hervidero de rumores. Algunos presuponen que al Traidor le estarán dando tormento, un justo castigo por sus nefarios crímenes. Otros afirman que se le está tratando con honor.

- Después de tres días sin que se sepa nada de Bethan "el Caratorcida", desde la última vez que se fue de putas a Solaz del Soldado, Metetripas va a buscarlo en un carromato tirado por dos mulas.

- Sale por la mañana y por la tarde casi noche regresa con el cadáver del Caratorcida. Tiene el cráneo roto y además ha sido degollado.

- Los rumores dicen que lo mató el terrible bandido Cicatriz en las calles de Solaz del Soldado, al parecer se vio envuelto en una trifulca entre los partidarios de los Lefford y los del Señor del Crímen.

También han muerto unos cuantos bandidos, mercenarios, y el Escudero Hardinald Lefford, el joven aprendiz de Ser Baltrigar.

SEXTO DIA DEL MES 1, AÑO 155 DESDE EL DESEMBARCO DE AEGON EL CONQUISTADOR.

POCO ANTES DEL OCASO.

ALBA DEL DIA SIGUIENTE AL JUICIO DE SER BALTRIGAR.

SIETE DEL MES 1 AÑO 155 D.A.

- Ser Baltrigar fue juzgado y condenado ayer. Casi en secreto, casi en clandestinidad, en las mazmorras con los únicos testimonios de su hijo Beldyr, del Señor del Castillo, del Castellano, de Ser Trycian, Ser Pendrik, Ser Gwraidd, Russ el Matatoros, y el Metetripas.

- Al parecer antes de ser ejecutado con un tajo de espada en el cuello recibió tormento, pues su cuerpo estaba desmadejado y su rostro desfigurado.

- Esta mañana al alba, el cuerpo es quemado en una enorme pira, llena de leños que el Castellano ha ordenado preparar a Darién y a sus hombres y a los leñadores y criados del Castillo.

SIETE DEL MES 1 AÑO 155 D.A.

El día amanece aciago. Nublo, como los ánimos del castillo. De pie en el patio contemplo la pira funeraria. Los llantos de Clarissa me atraviesan como cuchillos helados. Con el rostro pétreo contemplo como las llamas lamen maderos y carne tras finalizar las oraciones que realizamos los propios habitantes. La ausencia de Septón se hace palpable. Rezo a los Siete para que acojan a un hombre bueno que tuvo un final apresurado.

Elevo los ojos al cielo y una lágrima solitaria rueda por mi mejilla.