Partida Rol por web

Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Lo que aconteció después. - Parte II.

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29/01/2015, 16:33
Brocelyn, "el Traidorzuelo".

VIÑETA XVIII: AÑO 153 D.A.:

Mes 1.

La muerte de Brosten es un Gran Palo para los Exploradores pues sin duda eramos los que más nos relacionábamos con el Leñador. Todavía recuerdo sus clases para endurecer los brazos.

A finales de mes Carlysle entra a formar en la Guardia y Chalton empieza a ejercer de ayuda de cámara de Ser Hadder, parece que será el futuro Mayordomo del Castillo.

- Eso son buenas noticias para la Familia. - pienso.

Mientras tanto mis entrenamientos para ser explorador siguen dando sus frutos, aunque en menor medida de lo deseado.

Mes 2.

Llega al Castillo Lord Swann junto a su hija Lady Rowenta Swann para celebrar la boda entre esta última y el Escudero Horace. Una buena noticia que vendría bien para cambiar la amargura que hay tras la ejecución de Brosten el mes pasado.

No obstante lo que nadie se esperaba, o yo por lo menos, era que la Boda de Lady Rowenta Swann no se celebraría con Horace sino con Pendrik. ¿Por qué habría cambiado de parecer Ser Hadder? En verdad me importaba más bien poco o nada los motivos que tuviera para enojar a la Familia de su Castellano.

Mes 4.

Lady Patricya Florent viene a buscar a mi madre, la cara que porta no es nada halagüeña.

Sigo a ambas mujeres junto a Beldyr y Charlton. Al llegar al patio hay un gran tumulto alrededor de un carro.

Beldyr intenta evitar que nos acerquemos al carro pero no puede evitar que vea el rostro lleno de lágrimas de mi madre mientras abraza los cuerpos sin vida de Brandon y Carlysle.

- ¿Que ha pasado? - me pregunto.

- Volved a los aposentos y no miréis atrás, ¿entendido?

- Pero, ¿que pasa? - pregunta Charlton.

- Ya lo sabrás, ahora haz lo que se te ha dicho.

A regañadientes retrocedo junto a Carlysle y regreso a los aposentos de donde no deberían de haber salido. O lo hago hasta que Dariel convoca a todos los Exploradores.

Al principio intenta evitar que yo forme en las almenas para vigilar el perímetro.

Cuando Dariel dice que no me quiere preparado le miro con incredulidad.

- Puedo hacerlo. - le digo enjugando las lágrimas que recorren mi rostro. Puedo vigilar. Así tendré la mente ocupada y no pensaré en lo que ha acontecido en Solaz. - añado sin querer decir que no que no quería era pensar en que mis dos hermanos estaban muertos.

Darien se queda sopesandome y asiente -Ya eres un hombre y no debo tratarte como un crío. Tu vendrás conmigo y obedecerás TODAS mis ordenes- dice poniendo énfasis -las cosas están bastante caldeadas y no voy a admitir ninguna objeción so pena de calabozo.-

Asiento a las palabras de Darien.

- Por supuesto. - le digo. Como siempre.

Dicho esto espero las instrucciones de Darien tras lo cual me dirijo a mi puesto.

Mes 6.

Llegan nuevos sirvientes a Aguasclaras buscados en su mayoría por Gwraidd.

Mes 7.

Al parecer Ser Hadder va a conceder las espuelas sólo a sus hijos legítimos ignorando por completo los méeitos hechos por el resto de escuderos. Sus motivos tendrá aunque es evidente que no todo el mundo en Aguasclaras comparte su opinión más pocos son los que lo dicen en voz alta.

Mes 11.

Este es el mes más triste de mi vida pues siempre recordaré como estando de guardia ovservé como mi padre paseaba por el patio con su armadura pesada y el corcel. Tras atar el corcel entra en el Salón para salir unos instantes después montarse eb el caballo y atravesar las puertas.

Con la frenética actividad de idas y venidas de los últimos meses no le dí mayor importancia al hecho de que mi padre saliera completamente acorazado de Aguasclaras.

Tan sólo unos instantes después de que mi padre saliera de Aguasclaras oí el tumulto y las primeras voces que decían que mi padre había matado a Ser Hadder a sangre fría.

Instintivamente giro la cabeza en busca de mi padre mas este ya se había perdido de vista.

- Padre, ¿que habéis hecho?

Mes 12.

Ser Horwin me encomienda ir a Solaz y poner precio a la cabeza de mi padre. Asiento y parto raudo a cumplir el cometido encomendado.

Cuando me entero de que mi padre está al servicio de Ser Monte Lefford mi corazón da un vuelco.

- Pero ... si es el enemigo jurado del que otrora fuera su señor.

Extrañado por la noticia voy al encuentro de Krust para realizar el cometido encomendado.

Lo que allí veo me deja más extrañado todavía.

¡Haudrey y Caster están con Krust!

- ¿Que estaba pasando aquí? ¿Acaso se habían vuelto todos locos?

Cuando regresé a Aguasclaras a informar las caras de todos los habitantes eran un poema.

Todos estaban cuando menos tan asombrados como yo.

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29/01/2015, 22:16
Forestal Darién "Piel de Lobo".

VIÑETA XVIII  Año 153 D.A.

Forestal Darién "Piel deLobo" 

Mes 1: El tronco se rompe

No podía creer lo que había ocurrido. Pero la cabeza de Brosten el leñador colgada en una pica, se lo recordaba día a día. Pues por su labor de forestal, era de los que constantemente debía ver la horrible escena en la entrada del Castillo. Y aún así era difícil aceptar como se dieron las cosas, tantas charlas que compartieron y ver como terminó no era nada agradable. Su ejecución bajo la espada de Ser Trycian lo sorprendió, creía que se había actuado de forma algo impulsiva. Si bien es cierto Brosten no estaba últimamente por el buen camino, tampoco merecía ese final. 

Pero no le tocaba más que resignarse ante lo ocurrido, pues no podía cuestionar la decisión de Ser Hadder. Sus pensamientos debían quedar en su cabeza y no escaparse por su boca. Y así poco a poco ir aceptando como cortaron ese árbol que alguna vez fue su amigo. 

Finales del mes 4: Alerta total

Ser Hadder mandó a llamar a todos los cazadores, pues tenía unos anuncios importantes que hacerles. Al llegar Darién pudo percatarse de un ambiente extraño en el Castillo, algo no estaba bien. Sentimiento que se confirmó cuando vio el rostro de Ser Hadder oscurecido, alterado, molesto. 

Escuchó con atención las palabras de su señor. 

"Lo más probable es que la mayoría de ustedes no sepa lo que ocurrió pero es importante que lo sepan. Los muertos más Caster fueron a Solaz a una estúpida misión que yo no autoricé ni fui informado, iniciativa de uno de los mocosos muertos. Hicieron cosas que no debían y provocaron hasta que Bonhart les mató. Armase y el resto fueron a traerlos apenas me enteré de lo ocurrido y Armase también fue derrotado por el cazarrecompensas, el cual huyó. Metetripas es un sanador que salvó la vida de mis hombres aun a riesgo de su propia vida y por eso se quedará acá.

Por el momento no haremos nada pues no tenemos la capacidad de atacar y vencer, pero esto no se quedará así. Las guardias se doblarán y todos comenzarán un intenso programa de entrenamiento para mejorar sus habilidades marciales. La guerra viene y es importante que estemos preparados. Nadie entra y nadie sale del castillo sin mi expreso consentimiento. Brocelyn, lamento mucho tu pérdida y entiendo que sientas que el culpable quedará impune, pero te aseguro que no será así. Es por eso que deseo confiarte un papel indispensable en los acontecimientos que vienen y que terminarán con las cabezas de los culpables rodando por el suelo."

 Darién se quedo anonadado con tal noticia, no podía ser posible que tal tragedia se hubiera dado. Ahora entendía perfectamente el porque de la apariencia de Ser Hadder. Volteó hacia Brocelyn, se podía notar lo duro que fue la noticia para ese muchacho, sus ojos llenos de lagrimas no lo ayudaban a ocultarlo. Por eso Darién puso la mano en su hombro y le dijo.

- Lo siento, estoy contigo en tu perdida. Cuenta conmigo para lo que necesites. 

Las palabras de venganza de Ser Hadder inspiraron a Darién, ahora se pondría a entrenar y a trabajar más duro por el bien del Castillo. Si un solo hombre fue capaz de tan maléfica hazaña, era evidente que les faltaba entrenamiento. 

Darién tiene una idea y se la comenta a Ser Hadder.

-Quiero establecer un protocolo por si Caster, Russ o Ser Baltigar buscan salir del Castillo. Creo que solo yo tengo la fuerza o la habilidad para intentar detener a uno, y creo que solo intentar. Detenerlos por la fuerza no creo que sea una opción. 

A lo que el Señor de Aguasclaras responde:

Ustedes serán los únicos con permiso para salir pero tampoco deseo que se arriesguen demasiado. No estarán de más ciertas trampas pero me preocupa más que vigilen y entrenen. Todos saben en qué entrenarse, cazadores en lo suyo, hombres de armas en el combate, etc. Lo importante es que deben aumentar las horas de entrenamiento pues en la batalla nadie tiene piedad de otros solo por ser novatos.

Lo mejor será confiar en que sepan no hacer idioteces. Confío en que Russ me obedecerá pero tengo más recelo de que Caster lo haga. Es más tozudo que su padre y eso es mucho decir. Intentaré disuadirlos y si con eso no basta, no quiero que se derrame sangre del feudo. Les dejarán marchar y me avisarán personalmente a la vez que preparan mi caballo.

Todos llevarán cuernos o silbatos y los tocarán una vez sostenida para intento de fuga y de forma intermitente para intento de ataque externo. Coordina todo con Russ para que la guardia participe y el hombre tenga algo en qué pensar.

Las instrucciones eran claras, nadie entraba o salía del Castillo sin autorización. Y si alguien quería hacerlo se debía dar la alarma. Aceptó las instrucciones de su señor, luego de coordinar y definir unos pocos detalles más Ser Hadder dio por terminada la reunión. 

Lo que quedó del mes Darién lo pasó muy ocupado. Entre los entrenamientos, las guardias, las exploraciones y entrenar a otros cazadores prácticamente no tenía tiempo. Ese puede ser uno de los grandes factores por los que está solo. Siempre fue un hombre ocupado, lo cuál no le dejó tiempo para asuntos como el amor. Y a pesar de que disfrutaba en cierta medida la soledad, si le hacía falta el tener a alguien en su vida. 

Mes 5: El arquero

Finalmente luego de una larga espera Dod el carpintero le trae unas muy buenas noticias a Darién. Su arco largo estaba listo. Darién no podía disimular la emoción, pues había estado expectante durante un buen tiempo esperando ese momento. Agradeció al carpintero por su trabajo y se dispuso a ir al campo de tiro para practicar con su nuevo "juguete".

Que se cuiden los animales y los bandidos que donde pongo el ojo, pongo la flecha. 

Mes 6: Decisiones, vigilancia..encerrados. 

El Castillo permaneció completamente cerrado y aislado desde los sucesos de Solaz del Soldado. Los guardias de Russ hacía agotadores turnos dobles, pues la seguridad había sido reforzada. Nadie tenía permiso para entrar ni salir, excepto los Cazadores del Forestal Darién "Piel de Lobo", quien enviaba patrullas para vigilar los caminos y el bosque alrededor del Castillo, para alertar en caso de un posible ataque. Daríen debía estar mas atento que nunca, pues no solo debía vigilar que nadie quiera entrar al Castillo sino que ahora también debía vigilar que nadie tratase de salir sin la respectiva autorización. 

Un día Gwraidd Tully llegó pidiendo voluntarios para una expedición. Darién en un principio sintió el llamado a la aventura y se ofreció como voluntario. Pero no era tan sencillo pues necesitaría la autorización de Ser Hadder para salir y como estaban las cosas, no era muy probable. Pensó en solicitar aquel permiso, pero luego de pensar con claridad y ya sin la adrenalina que produce una posible aventura. Se dio cuenta de que sería una irresponsabilidad de su parte dejar el Castillo en esos momentos que tanto lo necesitaban. Ya no era un chiquillo que podía hacer que lo que quisiese. Ahora debía tener en cuenta que varias personas dependían de él y confiaban en él. Por lo que tomo la decisión de quedarse. 

Mes 9: La barriga ruge

Este es un mes prácticamente desprovisto de sucesos. Creció cierta paranoia en el Castillo, las guardias seguían  a turnos nobles, por lo que lo que apenas descansaban para dormir y poco más. Los cazadores y el Forestal siguían con sus patrullas por las tierras de los alrededores.  

El malestar y la tensión crecía, al tiempo que disminuía la comida y se imponía un severo racionamiento, que no hacía más que alterar aún más los ánimos.

Por suerte Piel de lobo ya estaba acostumbrado a vivir en situaciones adversas, pues al ser un forestal había aprendido a hacerlo. Además de que no le era tan complicado el encontrar algunos animales con los que calmar su hambre. 

Mes 11 y 12: Traición, decepciones y muerte.

Darién "Piel de Lobo" y todos sus cazadores habían sido enviados a patrullar cerca de Cabaña de Brom y de Sept de la Bahía, pues últimamente se habían producido robos y atracos en esos lugares. Los caminos parecían ya no ser seguros, y algunos afirmaban haber visto entre los atacantes a un joven noble refinado y a un tipo grande y brutal con una gran cicatriz en la cara. Por lo que tan sólo el joven Brocelyn estaba de guardia esa mañana en el Castillo, y no pareció extrañarle que Ser Baltrigar haya dejado su caballo ensillado, preparado y completamente equipado ante el Salón Principal.

Luego del brutal asesinato a traición de Ser Baltrigar a Ser Hadder, varios hombres fueron en busca de Darién, pues si había alguien que pudiera seguir la pista del traidor era él. La noticia lo dejo conmocionado, nunca pensó que Ser Baltrigar podría ser capaz de eso. La muerte de Ser Hadder le dolió como si de la muerte de un familiar se tratase. 

Por lo que partió de inmediato hacia el Castillo, lastimosamente quienes fueron a avisarle no se habían dado prisa suficiente. Pues los rastros de Ser Baltrigar ya no estaban. Lo cuál causó la ira y frustración del forestal. Frustración que desahogo con Brocelyn. 

-Tu debías cuidar que nadie saliera, por tu culpa el asesino escapó. Me importa un bledo que sea tu padre. Ser Hadder confió en ti, yo confié en ti y nos decepcionaste. 

Con mucha pena y dolor tanto por la pérdida de Ser Hadder como por la traición de Brocelyn, Darién se retira a entrenar para desahogarse. 

Un nuevo año estaba por comenzar y el Castillo necesitaría al mejor Darién por lo que debía estar preparado.

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31/01/2015, 20:42
Mayordomo Charlton, 5º hijo de Ser Baltrigar.

Año 153.

Charlton es nombrado a principios de año Mayordomo de Aguasclaras, tomando un camino más sosegado y pacífico, a diferencia de sus hermanos, que por el contrario han decidido tomar un camino más relacionado con la fuerza y las armas.

Su trabajo se desarrolla con cierto esfuerzo, que es sobrellevado gracias a la ayuda del Ama de llaves Tanya y de Lady Arianna Tully, que pronto queda en cinta, teniendo que abandonar poco a poco sus obligaciones.

Charlton asume entonces más responsabilidades, pero las toma con gusto y asume que eso le ayudará a aprender más rápido todos los secretos de su oficio. Sin embargo, pronto una noticia desgraciada lo desmoraliza, a mediados de año. Una reyerta en Solaz del Soldado ha acabado con tres jóvenes del castillo y casi tres hombres entrenados. Entre los muertos se encuentran sus hermanos Brandon y Carlysle, y como el menor de todos ellos, se siente impotente y desconsolado ante la idea de no haber podido hacer nada por evitar lo ocurrido.

A partir de entonces, el Mayordomo, a pesar de sentir un pesar innegable por sus hermanos fallecidos, y por la tristeza que parece invadir a su madre así como la furia que domina a ratos a su padre, intenta esforzarse lo máximo posible. En parte como evasión al infierno en el que empiezan a convertirse los días en Aguasclaras, y en parte como algo que encuentra necesario para que la estabilidad del castillo no termine por derrumbarse.

Los días se vuelven trabajosos y oscuros, llenos de hambre y de susurros. El racionamiento llega como un balde de agua fría para todos, a pesar de que no haya quejas, y él y Tanya se ven obligados a repartir la comida de manera equitativa entre sus conocidos y familiares, lo cual los coloca en una posición en la cual deben imponerse pero a la vez se ven asediados de cuando en cuando por la culpabilidad. Sobre todo por los más jóvenes, desacostumbrados, al igual que el mismo Charlton, a las penurias y al Invierno.

No son días fáciles, y sin embargo  aún el Mayordomo piensa que las cosas no deberían ir a peor. Pero esto resulta ser un total error por su parte, y se demuestra a finales de año, con el exilio de Haudrey y el crimen cometido por su propio padre contra Ser Hadder Tully, aquel a quien últimamente ha conocido mucho más debido a sus labores.

La muerte de Ser Hadder trajo consigo el caos. Y con el caos llegaron las sospechas. Su familia comenzaba a ser señalada, y él se sentía puesto en el punto de mira constantemente, cuando a penas hacía un año que había tomado aquel cargo.

Charlton finaliza el año entonces, con un regusto amargo. Su familia cuenta con dos miembros menos que han partido prematuramente, y un tercero que ha huido tras ensombrecer el futuro de los cuatro restantes. Tan sólo su madre, Beldyr y Brocelyn permanecen en Aguasclaras a pesar de la tormenta, que haciendo honor al apellido del que proceden, empieza a caer sobre ellos. Tres plebeyos y un bastardo, que deben capear un temporal que se avecina difícil de sobrellevar. Susurros y sospechas. Y un puesto que no sabe si ha de durar mucho más en sus manos. 

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11/07/2015, 12:41
"Familia, Deber, Honor."

VIÑETA FINAL: AÑOS 154, 155 Y 156 D.A.:

- "Familia, Deber, Honor".

AÑO 154 D.A.:

MES 1:

Castillo de Aguasclaras:

- Castillo de Aguasclaras.

- Blantel el Carpintero murió la última noche del Año 153 D.A. El primer día del Año se lleva a cabo su entierro, antes del Alba y de la Ceremonia de Bienvenida al Nuevo Año.

- Blantel el Carpintero, difunto.

- El Septón Eremiel habla solo y discute con los Siete, que al parecer le insultan y le acusan de algo. Lleva a cabo la Ceremonia con no pocas dificultades.

- Septón Eremiel, difunto.

- Durante el último mes del Año pasado hubo una evidente bicefalia en el liderazgo del Feudo, entre Ser Horwin y Ser Pendrik. Poco a poco, Ser Pendrik va tomando más un papel de asesor y consejero, en lugar del desaparecido Maestre Ammon. Ha rechazado la oferta del cargo de Castellano, que sigue recayendo en los hombros de Ser Otter Crakehall. Conforme pasan los días, el liderazgo de Ser Horwin se vuelve más firme y decidido.

- Ser Pendrik Tully de Piedras Viejas, primogénito del difunto Ser Hadder Tully.

- Ser Horwin redacta con esmero sus documentos de juramento de fidelidad feudal a su abuelo, Lord Hoster Tully, y al Rey Aegon III. Cuando los tiene listos, sopesa las posibilidades. Puede enviar un mensajero a caballo hasta Aguasdulces, tal vez también con el documento para el Trono de Hierro, que un mensajero de Aguasdulces se encargue de llevar hasta Desembarco del Rey. Alternativamente, puede enviar una delegación nobiliaria a ambos lugares, o a uno de los dos. Esos documentos no pueden ser enviados mediante cuervos, aunque estuvieran disponibles, que no es el caso con Ser Madrigal ausente en Casagrande.

Sir Nordan Gram by SamC-Art

- Ser Horwin Tully, nieto del Lord Tully de Aguasdulces, señor feudal de Piedras Viejas por Decreto Real.

- Desde el nacimiento de la pequeña Atrya, en el Mes 11 del pasado Año, Lady Arianna no ha vuelto a ser la misma. Está muy débil y no parece mostrar signos de recuperación. Las mujeres del Castillo se turnan para cuidar de ella y del bebé, que ya tiene por suerte un ama de cría traída por la Segunda Ama de Llaves Tanya.

- Lady Arianna Tully, hija menor del difunto Ser Hadder, esposa de Ser Trycian.

- Brocelyn es encarcelado en las mazmorras por su negligencia en el cumplimiento del deber que permitió huir a su padre Ser Baltrigar "El Traidor", tras el asesinato de Ser Hadder. Pese a la orden permanente de cierre total del Castillo, extrañamente Brocelyn se dejó las puertas de ambas barbacanas abiertas de par en par, con los rastrillos subidos, de forma que pudo haber entrado y salido cualquiera a sus anchas. Ser Horwin decidirá la duración de su cautiverio.

- Brocelyn "el Traidorzuelo", hijo del difunto Ser Baltrigar.

- Bresa, esposa de Russ, afirma no poder soportar más la tristeza por la muerte de su hijo Roy, aprovechando que Viterrand el Cocinero está quedándose prácticamente ciego y lelo por la vejez, pide permiso a Ser Horwin y a Ser Pendrik para llevarlo a la Finca familiar de Orilla Azul, que parece haberse convertido oficialmente en el lugar de retiro de los antiguos sirvientes del Castillo, y cuidar allí de él hasta su fallecimiento.

- Orilla Azul, señorío familiar de Ser Pendrik.

- Russ "el Matatoros" ha perdido en un año a su hijo, a su Señor, a su compañero Caster y ahora a su esposa; el jefe de la guardia de Aguasclaras se vuelve un tipo huraño y solitario, al que puede verse a menudo paseando por las almenas del castillo con la cabeza baja y andar cansado.

- Russ "el Matatoros", jefe de la guardia del Castillo de Aguasclaras.

- Clarissa, esposa de Ser Baltrigar Tormenta, se siente asediada por todas partes, y más tras el encarcelamiento de Brocelyn, y se siente tentada de unirse a Lady Olenna en la orden de las Hermanas Silenciosas, pero resiste la tentación para cuidar de Beldyr y de Charlton, al menos.

- Clarissa, esposa de Ser Baltrigar Tormenta, hija de un mercader de las Tierras de las Tormentas.

- El Mayordomo Charlton ha estado algo apocado por los acontecimientos y el trauma por la traición de su padre, quizá le puede su juventud, o quizá es simplemente incompetente sin más. El caso es que durante meses, el peso de la administración del día a día del Castillo ha recaído cada vez más sobre la eficiente Tanya, digna heredera de Vesania Oakenshaf en el cargo.

- Mayordomo Charlton, quinto hijo de Ser Baltrigar y Clarissa.

- Al finalizar el Mes 1, se produce la Ceremonia de toma de posesión feudal por parte de Ser Horwin Tully como nuevo señor feudal del Feudo de Piedrasviejas. Llegan numerosos carros de provisiones de Aguasdulces, con comida de sobras, no sólo para el banquete por la ceremonia de nombramiento, sino también para paliar el severo racionamiento anteriormente impuesto por Tanya debido a la tremenda escasez dejada por el durísimo Invierno.

- Tanya, antigua alumna de Vesanya Oakenshaf.

- En la misma Ceremonia de Toma de Posesión de Ser Horwin, los nobles del Castillo deben jurar fidelidad a su nuevo señor feudal. Esto incluye a: El Escudero Beldyr Tormenta, Ser Gwraidd Tully, el Escudero Horace Crakehall, Ser Pendrik Tully, Lady Arianna Tully (quien aunque no se levanta de la cama puede besar desde allí el anillo nobiliario de Ser Horwin si éste la visita en su habitación), Lady Lidya Crakehall, Lady Patricya Florent, Lady Rowenta Tully, el Paje Jorah Crakehall, el Escudero Maegor Flores, Ser Orsey Crakehall, el Castellano Ser Otter Crakehall, y Ser Trycian de Dorne.

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- Salón Señorial, Castillo de Aguasclaras.

Clarissa y Alethéia Casagrande no son nobles, por lo que no deben prestar juramento de fidelidad feudal, pero sí se espera de ellas una promesa de lealtad al nuevo señor.

En el caso de Alethéia esto debería esperar a su regreso al Castillo. Esto afecta también a Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande, que lleva desde el Mes 10 en Casagrande con su esposa y su familia política. A finales del año pasado recibió visita de su padre Otto, su hijo Maegor, y algunos guardias, tal vez Edder y Armase, que le transmitieron al caballero rubio las tristes noticias del exilio de Haudrey, la traición de Ser Baltrigar, el asesinato de Ser Hadder y la consiguiente situación en el feudo, la marcha de Lady Olenna para ingresar en el convento de las Hermanas Silenciosas de Sept de la Bahía, y la desaparición del Maestre Ammon. Tras la visita y entregar la noticia, todos regresarán en el Mes 1 al Castillo, dejando a Alethéia y a Ser Madrigal con los Casagrande.

[RIP] Alethéia Casagrande. - Alethéia Casagrande.

Si Clarissa no promete lealtad debería de ser expulsada del Castillo, pues su posición en el mismo es muy frágil.

Los Espadas Juramentadas Theresa Nieve y Randyl Lanzapartida deben jurar, a menos que Ser Horwin los libere de su juramento anterior y dejen de ser Espadas Leales. Por su origen noble, Royne Ríos debería de jurar si así de lo pide Ser Horwin, quien en ese momento podría volver a nombrarle Espada Leal si quisiera.

- Randyl Lanzapartida, antiguo Espada Leal de Ser Hadder.

- El que fuera Segunda Espada de ser Hadder, Randyl Lanzapartida, abandona el salón sin jurar fidelidad al nuevo señor de Aguasclaras; a partir de este momento se convierte en protector personal de ser Pendrik, por lo que ya no se le considera Espada Juramentada, sino simple hombre de armas al servicio de un noble en concreto. La Primera Espada, Theresa Nieve, renueva su juramento de fidelidad hacia ser Horwin y sigue manteniendo su puesto como última línea de defensa de su Señor.

- Primera Espada Theresa Nieve, apodada "la Mostrenca".

- Por sus cargos deberían de jurar fidelidad: El Septón Eremiel, el Mayordomo Charlton, la Segunda Ama de Llaves Tanya, el Forestal Darién "Piel de Lobo", el Maestro de Armas Otto de Puenteamargo, y el Jefe de la Guardia Russ "el Matatoros". Incluso aunque sean plebeyos, en su caso es un juramento de lealtad permanente, y no exactamente un juramento feudal de vasallaje como en el caso de los nacidos nobles.

- Forestal Darién "Piel de Lobo".

Los juramentos implican lealtad y obediencia, hasta que sean rescindidos por el Señor Feudal. Por parte del Señor, hay obligación de proteger el Feudo y a sus habitantes, banderizos y mantenidos, y de velar por su bienestar.

En el caso de Armase, parece que la cuestión sobre su origen noble dorniense no llegó a dirimirse por parte de Ser Hadder o el Maestre Ammon, fue un asunto que quedó pendiente. Si la cuestión llega a oídos de Ser Trycian (quien puede elegir que así sea), éste podría avalar nobiliariamente a Armase, en un juramento que pone en juego su honor y le hace responsable del futuro comportamiento honorable de Armase. Si ésto ocurre, Armase pasaría a ser considerado un noble bastardo de apellido Arena, y podría incluso ser nombrado Espada Leal si Ser Horwin le toma juramento de fidelidad feudal.

- Armase "el dorniense".

Jinetes libres: Armase (si no se da el caso anterior), Bethan "Caratorcida", Edder "Clavopié". Al ser jinetes libres, no están atados por un juramento de lealtad, pero pueden prometer servir o al menos acceder a servir a Ser Horwin, y que éste les acepte a su servicio.

- Edder "Clavopié", Jinete Libre.

Caso especial de Gerrik y las criadas de Lady Rowenta: Su promesa de servicio no es para con el Señor Feudal, a quien sí deben respeto y cierta obediencia cuando no se contradiga con la debia a su señora. Sin embargo, a quien deben lealtad es exclusivamente a Lady Rowenta, no están directamente al servicio de Ser Horwin, aunque sí puede que de un modo indirecto, si Lady Rowenta jura fidelidad feudal a Ser Horwin.

Oddsman by Ryan-Alexander-Lee

- Gerrik el Labrador.

Cazadores: Además de Darién, están los hermanos Dhur y Dinnas, el prisionero Brocelyn, Plumby el Flechero, Vitel el Leñador. Su caso es muy parecido al de los jinetes libres.

- Dhur el Cazador.

Criados: Aisa, Comadrona Sysa, Maestro de Cuadras Crann, Ayudante de Cuadras Woode, Criada Cysa, Carpintero Dod, Flavia la Cocinera, Gallo el Alfarero, Golias el Curtidor, Jeremyed el Herrero, Jodd el Aprendiz de Herrero, Rolls el Maestro Albañil y su hijo Royle, Ruyara, Sarah la Costurera, Bresa, Viterrand. Deben de manifestar su voluntad de servir al nuevo señor y ser aceptados por éste a su servicio. Si no quieren servirle o Ser Horwin no les acepta, deberán abandonar el Castillo.

- Gallo el Alfarero.

Personal traído por Ser Gwraidd el Año 153: Son responsabilidad de Ser Gwraidd, quien deberá presentarlos ante Ser Horwin, se arrodillen y prometan servirle, y que Ser Horwin acepte su servicio.

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- Leñador Arkon, de Solaz del Soldado.

No tienen que jurar ni prometer nada: Arroyo (es demasiado pequeño), y Lady Olenna (se marcha del Castillo antes de la toma de posesión de Ser Horwin, además como religiosa ya no está atada por votos nobiliarios sino de Fe).

- Hermana Olenna, de las Hermanas Silenciosas de Sept de la Bahía, viuda de Ser Hadder.

Tras la ceremonia y los juramentos, puede que el Maestro Otto y el Paje Maegor vuelvan a Casagrande para estar con Ser Madrigal y Alethéia.

- Maestro de Armas Otto de Puenteamargo, padre de Ser Madrigal.

MES 1: Solaz del Soldado:

- Cuando Caster se entera de lo sucedido en el Castillo y de la traición de Ser Baltrigar "El Traidor", intenta matar al Tormenta, pero es detenido por un muro de escudos de guardias Lefford, y varios jinetes mercenarios de Sanguedor. Caster intercambia algunos golpes de estrella de la mañana con Ser Baltrigar (destrozando su nuevo y reluciente escudo de acero de caballero con el blasón Lefford). Ser Baltrigar intenta devolver algunos golpes de espada, pero no encuentra huecos en la pesada armadura de Caster (ahora llamado Cicatriz), y finalmente se ve obligado a retroceder por su vida.

- Cicatriz, el bandido más terrible del Feudo de Piedras Viejas desde Bonhart el Cazahombres.

- Algunos bandidos y lugartenientes de Kurst el Señor del Crimen se implican en la pelea y varios resultan muertos o heridos de gravedad. Haudrey tira de Caster y le convence finalmente de retirarse cuando llegan a las calles Sanguedor y el resto de fuerzas del Capitán Mercenario, lo que anula toda posibilidad de victoria, además de que Ser Baltrigar ya ha huido junto con los nobles Lefford a su mansión de piedra fuertemente fortificada.

- El Bastardo Rencoroso, mente criminal de Solaz del Soldado.

- Estos hechos inician una intermitente guerra semiabierta en las calles de Solaz del Soldado que se prolongará a lo largo de todo el año.

- Solaz del Soldado, calle principal.

- Se produce una suerte de alianza contra natura entre la banda de Kurst el Señor del Crimen y el Consejo de los Cuatro capitaneado por el rico comerciante Thibalt. Los mercaderes quieren que las depredaciones del Bastardo Rencoroso y Cicatriz contra sus caravanas cesen, y acaban cediendo al chantaje de Kurst. Esta alianza se enfrenta al otro bando: formado por los nobles Lefford (que cuentan con financiación del oro Lannister) y la protección de Ser Baltrigar "el Traidor", además de sus propios guardias feudales. Los Lefford han pagado una gran suma por el servicio en esta guerra de Sanguedor el Sanguinario y su banda de mercenarios. El conflicto parece sangrar y empobrecer a Solaz del Soldado mes a mes. Mueren rufianes de baja estofa, aunque otros parecen reemplazarlos casi tan rápidamente como caen.

Soldier by waronmars

- Mercenario de Solaz del Soldado.

Los Lefford le piden, le suplican, a Ser Baltrigar, que tome al pequeño benjamín de la casa, Hardinald Lefford, como Escudero. El joven obviamente idolatra a Ser Baltrigar y le considera un verdadero héroe. Ser Monte Lefford y Ser Bryan Lefford (alias Ser Estirado) insisten tanto, que finalmente Ser Baltrigar accede casi contra su voluntad. Es la candidez del joven Hardinald la que finalmente inclina la balanza y vence su resistencia, pues Ser Baltrigar acaba encariñándose con el joven noble casi a su pesar. Ver como le malcrían y que el pobre ni siquiera sabe como sujetar bien una espada, y que nadie más parece ser capaz de entrenarle como Escudero como es debido, hace que finalmente Ser Baltrigar se tome en serio la formación y adiestramiento del muchacho como su nuevo Escudero.

- Hardinald Lefford, Escudero de Ser Traidor.

- El viejo Ser Monte a veces habla de filosofía con Ser Baltrigar, él tiene su propio punto de vista (tal vez tergiversado, tal vez no) acerca del mandato de su difunto hermano Ser Geor Lefford cuando fue el señor feudal de estas tierras antes de Ser Hadder. Ve a Ser Hadder como un bandido, un bastardo usurpador, y un asesino. Una visión muy diferente del héroe que muchos otros piensan que fue Ser Hadder. Ser Baltrigar casi llega a apreciar al anciano.

- Difunto Ser Geor Lefford, anterior señor feudal del Feudo de Piedras Viejas, hermano mayor de Ser Monte y padre de Ser Bryan.

Ser Estirado (Ser Bryan) sigue siendo el más orgulloso, altanero e insufrible de los Lefford, tal vez para compensar así por sus propias inseguridades. Hijo del difunto Ser Geor Lefford, creció odiando de corazón a los Tully de Aguasclaras.

- Ser Bryan Lefford, hijo de Ser Geor Lefford, anterior señor feudal de Piedras Viejas asesinado por Ser Hadder.

- Ser Baltrigar traba cierto modicum de amistad con el muy obeso Ser Gorly Lefford, hermano menor y demasiado consentido de Ser Bryan. El gordinflón es un mal caballero, y ni siquiera parece capaz de montar a caballo o de empuñar un arma como es debido. Sin embargo, parece tener un suministro casi inagotable de pollos asados y copas de vino para Ser Baltrigar, así como de pastelillos y de chismes, que, si bien no siempre son graciosos, a menudo ayudan a Ser Baltrigar a eludir durante un rato sus pensamientos más amargos y tristes.

- Ser Baltrigar Tormenta, "Ser Traidor".

MES 1: Casagrande:

- La situación en Casagrande va de mal en peor. Los Casagrande con Bernard Casagrande a la cabeza están histéricos. Ser Madrigal tiene que apaciguarlos, pese a que también tiene lo suyo con las noticias que le trajeron a finales del año Otto y Maegor sobre la desesperante situación en el feudo con la muerte de Ser Hadder y todo lo demás. Ser Madrigal sabe que debería de presentarse ante el nuevo señor feudal de Aguasclaras, pero su esposa no puede viajar y en este momento se niega a separarse de su lado.

- Bernard Casagrande, cacique de Casagrande y padre de Alethéia.

La vieja bruja Meridia la Vieja es la que está ejerciendo de Comadrona, pero sus rituales oscuros y sus hierbas hediondas ponen de los nervios a todos. Hay una lucha continua entre los padres de Alethéia y Meridia la Vieja, con la suegra de Ser Madrigal quitando los "embrujos" y talismanes con que la bruja siembra la habitación de Alé. La propia Alé, en los pocos momentos en que está lúcida y no delirando, pide que dejen a Meridia hacer su trabajo, por extrañas y desagradables que resulten sus prácticas.

A Ser Madrigal le toca intermediar y lidiar en todo este conflicto.

- Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

- El último día del mes se produce el parto. Los embrujos y hechicerías diabólicas de Meridia la Vieja alcanzan su punto culminante. Alethéia muere desangrada, desgraciadamente, en el parto. Nace un niño de cabellos rubios y mirada fija que no llora ni una sola vez. Tiene unos ojos negros profundísimos y tremendamente inquietantes.

- Bernard Casagrande culpa a la bruja Meridia la Vieja por la muerte de su hija Alethéia, él y sus hombres quieren quemar de inmediato a Meridia en la hoguera por bruja. La Vieja se defiende diciendo que todo ha sido culpa de los Casagrande por no dejarle hacer su trabajo y por quitar los talismanes de protección y las hierbas que Alethéia necesitaba.

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- En las manos de Ser Madrigal está el decidir qué hacer. Si no hace nada, Meridia será quemada por bruja, sin permiso del señor feudal Ser Horwin, a comienzos del Mes 2. Finalmente, Ser Madrigal decide intervenir y salvar a Meridia, quien escapa a las ruinas de Piedras Viejas.

Ser Madrigal retorna al Castillo de Aguasclaras con su silencioso hijo y un ama de cría.

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MES 2:

- Bresa y Viterrand se retiran a vivir a Orilla Azul. La primera no es capaz de superar la muerte de su hijo Roy, y el segundo se está quedando ciego y lelo, por lo que ya no es apto para trabajar. Su esposa Flavia se convierte en la Cocinera oficial del Castillo.

- Flavia la Cocinera.

- Envío de los documentos de fidelidad feudal de Ser Horwin a su abuelo Lord Hoster Tully en Aguasdulces, y al Rey Aegon III en Desembarco del Rey:

Se envían dos carruajes, uno a Aguadulces, en el que viajan sus leales hombres: Ser Jormund Smallwood, el Espada Leal Harmond Ríos y los guardias Pate y Cardo.

- Aguasdulces.

Otro que va a Desembarco del Rey (y también a Timón de Piedra después, en las Tierras de las Tormentas).

Se elabora una treta para tender una trampa a los bandidos. Se corre la voz (enviando a tal efecto a Plumby el Flechero a Solaz del Soldado) del envío de un carruaje con las cartas de fidelidad feudal en el que irán una noble y uno de los hijos del difunto Ser Hadder (Lady Rowenta y Ser Gwraidd). Les acompañan Gerrik el Labrador y la sirvienta Johanna.

- Lady Rowenta Tully, hija de Lord Allos Swann y esposa de Ser Pendrik.

En realidad en el segundo carruaje no van ni Ser Gwraidd, ni Lady Rowenta ni Gerrik. Los tres se adelantan en secreto a caballo.

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- Comitiva noble.

En el carruaje viajan Ser Trycian de Dorne, Russ "el Matatoros" y Randyl Lanzapartida. Se espera que este segundo carro sea atacado por los bandidos Cicatriz y Bastardo Rencoroso, que se llevarán una sorpresa, pues en el carruaje no habrá tesoros, sino los mejores guerreros de Aguasclaras.

Más adelante en un punto acordado, el carruaje recoge a los tres jinetes y sigue viaje con Johanna y con Randyl Lanzapartida (enviado por Ser Pendrik para proteger a Ser Gwraidd).

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- Johanna, sirvienta peronal de Lady Rowenta.

Ser Trycian y Russ vuelven al Castillo en los caballos.

El otro carruaje, que ha sido preparado en secreto, va con los leales hombres de Ser Horwin a Aguasdulces sin que los bandidos lo sepan.

Ese es el plan, sin embargo, algo falla y el primer carruaje no es asaltado por bandido alguno, por lo que la trampa resulta en balde.

El segundo carruaje, en cambio, parece que nunca llega hasta Aguasdulces...

- Destrozado por la muerte de su esposa, Ser Madrigal regresa al Castillo con su hijo neonato, que aún no tiene nombre, y un ama de cría (pide permiso a su nuevo señor feudal para que el ama se quede a criar de su hijo). El niño no llora nunca, tiene los ojos terriblemente negros y una inhumana y monstruosa mirada fija que inquieta a todos los que le miran.

Meridia la Vieja es salvada de la hoguera por Ser Madrigal y se retira a vivir a las ruinas de Piedras Viejas.

- Ser Pendrik, Ser Madrigal y Tanya registran los aposentos del Maestre Ammon en la Torre del Homenaje. Por torpeza de Ser Madrigal, el laboratorio se incendia. Buena parte de la Torre del Homenaje arde y se pierde casi todo, menos unas cuantas cosas que logra salvar Tanya. Ser Madrigal es un hombre roto por los recientes acontecimientos.

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Después Ser Madrigal ve que algunos cuervos lograron escapar de la quema, tal vez siete, entre ellos uno especialmente grande que parece el líder de la corvera.

- Tras intentar sin éxito forzar a Ser Horwin a reconocer su origen noble y nombrarle caballero, Armase abandona Aguasclaras para siempre. Marcha hacia Dorne en busca de su pasado. Espera encontrarse por el camino con bandidos a los que combatir, pero no tiene suerte. Los únicos bandidos activos ahora mismo son Cicatriz y el Bastardo Rencoroso y ambos están en ese momento en Solaz del Soldado.

- A final del mes: Un carruaje que supuestamente tenía que ir a buscar a Vitel y la leña cortada por éste durante varios días es robado, además de un montón de provisiones de la despensa que Flavia echa en falta. Flavia corre a avisar a Tanya, que está cuidando a Lady Arianna (que lleva enferma en cama desde el parto de su hija). Encuenta a Tanya tendida en el suelo de un garrotazo propinado a traición y falta el joyero de Lady Arianna con todas sus joyas.

- Vitel el Leñador, hijo de Viterrand y Flavia.

Rápidamente, se reúnen el Forestal Darién "Piel de Lobo", y los hermanos Dhur y Dinnas. Echan de menos enseguida a Plumby, que se suponía iba a llevar el carro al bosque en busca de Vitel y su leña. Interrogan a Bethan, que es quien está de guardia ese día y confirma despreocupadamente que Plumby salió con el carro y no le preguntó a dónde iba, suponiendo que todo estaba en regla.

- Dinnas, hijo de Din, hermano menor de Dhur el Cazador.

Los cazadores siguen las huellas del carro del traidor ladrón.

- Ya nadie llama a Tanya "Segunda", desde ahora en la mente de todos es, sencillamente, el Ama de Llaves, y a la práctica manda más que el imberbe Mayordomo Charlton.

- Vesania Oakenshaf, difunta, anterior Ama de Llaves de Aguasclaras.

- Los viejos del lugar piensan que el Invierno ya se acaba, aunque lo cierto es que sigue haciendo frío, aunque otros años han sido mucho más crudos.

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- Bosques del Feudo de Piedras Viejas.

- Por orden expresa de Ser Horwin, el joven Brocelyn sigue encerrado en las mazmorras y muchos le llaman ya "el Traidorzuelo", pues muchos creen que jugó un papel en la fuga de su padre "el Traidor" tras matar a Ser Hadder.

AÑO 154 D.A., MES 3:

Castillo de Aguasclaras:

- Flavia la Cocinera trabaja directamente bajo el mando del Ama de Llaves Tanya, entre las dos organizan el aprovisionamiento del Castillo. Se han recibido varios carros en los últimos meses con provisiones procedentes de Aguadulces, ayuda de Lord Tully a su nieto Ser Horwin, esto alivia un tanto la situación en Aguasclaras.

- No hay noticias del carruaje enviado con Ser Jormund Smallwood con el juramento de fidelidad feudal de Ser Horwin a su abuelo Lord Hoster. Se teme lo peor, aunque aún es pronto para saber nada con certeza. El hecho de que no se pueda contar con los cuervos hace que Aguasclaras quede casi incomunicada.

- Ser Trycian, Russ y Randyl regresaron a caballo al Castillo tras dejar que Ser Gwraidd, Lady Rowenta y Gerrik siguieran camino a Desembarco del Rey. Al volver, Ser Trycian supo del robo de joyas del que había sido víctima su esposa Lady Arianna, por lo que se unió a la expedición para dar caza al culpable.

- Ser Gwraidd Tully, segundo hijo del difunto Ser Hadder.

- El grupo encabezado por Ser Trycian y Darién "Piel de Lobo", y en el que también están los hermanos Dhur y Dinnas, encuentra a Plumby, culpable del robo de un carro lleno de provisiones y de las joyas de Lady Arianna. Regresan días después con el joven Dinnas envuelto en un sudario, la cabeza de Plumby en una bolsa, y también la mayor parte de lo robado. Al volver les acompaña el joven Vitel.

- Plumby el Flechero, aprendiz de cazador.

- Bethan ha jurado lealtad a Ser Horwin.

- Brocelyn sigue encarcelado en las mazmorras de Aguasclaras.

- El Maestro de Armas Otto sigue entrenando a todos cuantos en el Castillo quieren recibir una instrucción marcial.

- La Torre del Homenaje se encuentra en mal estado debido al reciente incendio. El Maestro Constructor Rolls apuntala la torre y se encarga de que no sufra más desperfectos, pero dictamina que no podrá empezarse la reconstrucción hasta el Verano, tanto por las condiciones de trabajo ocasionadas por el clima, como por la falta de medios y recursos económicos para emprender ahora la obra.

- Rolls, Maestro Albañil.

- Tanya anuncia su intención de retirarse en cuanto acabe el Invierno.

- El Escudero Beldyr anuncia haber descubierto que el Septón Eulocis o el Septón Eremiel eran culpables, ya fuera materialmente, o bien como encubridores, del intento de secuestro que sufrió Arianna Tully cuando era niña. Theresa va a buscar al Septón Eremiel al Septo, pero lo encuentra muerto, al parecer asesinado por el Escudero Tormenta. Las supuestas pruebas del secuestro de Arianna no están nada claras, y no es posible dilucidar si el intento de secuestro (y parece que pretendida violación y tal vez posterior asesinato) fue obra de Eremiel, de Eulocis, o una simple fantasía macabra de uno de los dos. Lo cierto es que en los últimos tiempos era evidente que Eremiel estaba perdiendo el juicio, pues a menudo parecía hablar con los Siete de un modo nada halagüeño para sí mismo.

- Escudero Beldyr "Hijo del Traidor" Tormenta.

- Ser Horwin ordena el encarcelamiento inmediato del Escudero Beldyr, tras confirmar que el Septón Eremiel está muerto en el Septo, acusado del asesinato del Septón. Permanecerá encerrado hasta que Ser Horwin dicte sentencia.

- Antiguo Septón Eulocis, fallecido, fue el tío del difunto Septón Eremiel.

- Ser Orsey Crakehall, su esposa Lady Lidya, y Lady Patricya, parten en un carruaje hacia Desembarco del Rey, con intención de visitar al mejor Maestre consejero en "cuestiones reproductivas" de los Seis Reinos.

- Ser Orsey Crakehall, primogénito del Castellano de Aguasclaras.

Solaz del Soldado:

- La guerra abierta entre seguidores de Kurst y de los Lefford ha cesado por intercesión del Consejo de los Cuatro, pues era mala para los negocios. Sanguedor sigue apoyando a los Lefford gracias al oro de los Lannister.

- Sanguedor el Sanguinario, líder de los mercenarios de Solaz del Soldado.

- Ser Baltrigar ha recibido el apoyo explícito de los Lefford con costosísimos regalos, a la par de haberse convertido en el mentor y maestro del benjamín de la familia, Hardinald.

- Varios de los principales lugartenientes de Kurst el Señor del Crimen han muerto o han desaparecido, lo que sitúa al Bastardo Rencoroso muy cerca de la segunda posición dentro de la organización criminal, aunque es a Cicatriz a quien todos temen. La gente dice que Cicatriz mató a Bonhart y ocultó su cadáver, aunque muchos saben que eso no puede ser posible.

- Kurst, Señor del Crímen de Solaz del Soldado.

- Corre el persistente rumor de que el Bastardo Rencoroso y Cicatriz tienen las manos manchadas se sangre, hay habladurías muy frecuentes sobre sacos con cabezas cortadas que ambos trajeron a Solaz recientemente. Lo cierto es que el prestigio de ambos no cesa de aumentar. Cicatriz se ha beneficiado en gran parte de la temible reputación que en su día tuvo Bonhart, pero nadie se atreve a hablar con él. El Bastardo Rencoroso, en cambio, es más accesible, y su educación noble le convierte a ojos de muchos en algo más parecido a un líder natural.

- Bonhart, presuntamente muerto por Cicatriz. En su día el Cazarrecompensas más temible de las Tierras de los Ríos.

DESEMBARCO DEL REY:

- Ser Gwraidd, Lady Rowenta y Gerrik han llegado sanos y salvos. Se las apañan para hacer llegar un cuervo con la noticia a Aguasclaras.

Sept de la Bahía:

- La Hermana Olenna lleva a cabo sus oraciones en silencio, como se espera de ella.

AÑO 154 D.A., MES 4:

Castillo de Aguasclaras:

- Ser Horwin Tully intercambia mensajes diplomáticos con los Lefford de Solaz del Soldado, usando a Metetripas como enviado.

- Metetripas, curandero de Solaz del Soldado y agente leal a Ser Horwin Tully.

- Brocelyn sigue encarcelado, laguideciendo en las mazmorras de Aguasclaras.

- Constructores y carpinteros evalúan los daños en la Torre del Homenaje, parece complicado el pensar siquiera en iniciar tareas de reconstrucción antes del comienzo del Verano.

- Dod el Carpintero, hijo del difunto Blantel.

- El Maestro Otto está entrenando a algunos hombres, es la forma de librarse de la inquietud y pesar que le produce la muerte de su nuera y el extraño aspecto de su nuevo nieto.

- Se llevan a cabo funerales por Dinnas y por el Septón Eulocis, al parecer asesinado por el Escudero Beldyr Tormenta. Se envía un mensajero (Horace Crakehall) a Sept de la Bahía, donde confirman que por ahora no enviarán a un nuevo Septón a Aguasclaras.

Location Beach by inSOLense

- Sept de la Bahía.

- Llega un mensaje de Desembarco del Rey: Ser Gwraidd y Rowenta están bien, visitando el Castillo Real.

- Desembarco del Rey.

- Corre el rumor de que la Comadrona Sysa está en estado de buena esperanza.

- Comadrona Sysa, sucesora de Nana.

- Ser Gwraidd y Lady Rowenta logran acceso al Castillo Real y al Segundo Mayordomo Ser Jasper Arryn. Sin embargo, Ser Gwraidd dice ante el Segundo Mayordomo algo muy ofensivo sobre Su Majestad, y él y su comitiva son despedidos de la Corte.

- Ser Baltrigar "el Traidor" visita a Bresa la Costurera, esposa de Russ, en Orilla Azul. La visita no transcurre bien, y Ser Baltrigar se ve obligado a huir del pueblo sin haber podido hablar con Bresa. La loca Lumila le grita incoherencias acerca de ver morir a todos sus hijos.

- Lumila la Loca, viuda de Din el Forestal.

AÑO 154 D.A., MES 6:

Castillo de Aguasclaras:

- La Comadrona Sysa está embarazada de cuatro meses.

- Llegan noticias de Ser Gwraidd y Lady Rowenta. Están en Timón de Piedra y se encuentran bien. Pasan allí hasta el Mes 9, visitando también el Torreón de la Almendra, el señorío asignado por su padre como dote a Lady Rowenta.

- Llegan noticias de Harrenhal. La comitiva de Lady Patricya, su hijo Ser Orsey y su nuera Lady Lidya ha tenido problemas. Lady Patricya ha sufrido una aparatosa caída y se ha roto una cadera, por lo que ahora disfrutan de la hospitalidad del señor feudal de Harrenhal. Además, parece que fueron atracados por bandidos por el camino, y que les robaron.

- Castillo de Harrenhall.

AÑO 154 D.A., MES 9:

- Lady Patricya, Ser Orsey y Lady Lidya pueden seguir hasta Desembarco del Rey.

- Lady Patricya Florent, esposa del Castellano de Aguasclaras.

AÑO 154 D.A., MES 10:

- Los Crakehall de Aguasclaras llegan a Desembarco del Rey. Gracias al encanto natural de Lady Lidya logran acceso al Castillo Real.

- Lady Lidya Crakehall, esposa de Ser Orsey Crakehall.

- Ser Gwraidd, Lady Rowenta y los sirvientes de ésta regresan hacia Piedras Viejas desde las Tierras de las Tormentas.

AÑO 154 D.A., MES 11:

- Sysa se pone de Parto. Tiene una niña sana.

- Ser Gwraidd, Lady Rowenta, Gerrik y Johanna llegan de regreso al Castillo de Aguasclaras a tiempo para el parto.

- Ser Gwraidd Tully visita en solitario la posada del Ciervo y el Jabalí, en Solaz del Soldado, durante varias tardes consecutivas.

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AÑO 154 D.A., MES 12:

Solaz del Soldado:

- A comienzos de mes, Ser Bryan Lefford (apodado por algunos Ser Estirado) muere al caer de su caballo en un extraño accidente, al partirse una correa de su silla de montar. Un músico joven de cara encantadora fue visto en su mansión fortificada los días previos, tocando para el caballero y su familia. Dicho joven sigue su viaje hacia el Sur poco después.

Bardo misterioso.

- A finales de ese mismo mes, el anciano Ser Monte Lefford muere en su lecho, al parecer debido a una insuficiencia respiratoria. Ser Gorly Lefford se convierte en el patriarca de los Lefford de Solaz del Soldado. Es un afable gordinflón que al parecer parece incapaz de montar a caballo o de combatir.

Castillo de Aguasclaras:

- Lady Patricya, Ser Orsey y Lady Lidya, de los Crakehall de Aguasclaras, regresan entonces al Castillo de Aguasclaras, procedentes de Desembarco del Rey.

Torneos de Poniente:

- Final del Año 154: Este Año 154 D.A. se han celebrado dos torneos relevantes en Poniente. Las invitaciones a Aguasclaras fueron enviadas, pues todos tienen presente el gran papel que los Caballeros de Aguasclaras jugaron en el Torneo de Lannisport el Año pasado. Lamentablemente, los cuervos se despistaron o se confundieron, y en ambos casos los mensajes no llegaron a tiempo.

Noticias de Torneos del Año 154:

- Mes 2: Día 3: Se celebra un torneo en Guijarro (una isla al norte de Los Dedos, cerca de las islas Tres Hermanas), en honor del décimo quinto día del nombre de Lord Renly Prior. Entre los asistentes se encuentran Lord Manfred Dondarrion y sus hijos mayores, Ser Ryman y Ser Doran, además de Lord Whalon Rosby, Lord Kendel Darklyn, y otros. Lord Whalon Rosby derrota a Doran Dondarrion en la justa final. Lord Kendel Darklyn, impresionado por este caballero, dispone que su heredero Tarrell se convierta en el Escudero de Ser Doran.

- Mes 8: Días 20 a 22: Lord Garvys hospeda un torneo fuera de Altojardín que atrae a muchos competidores. Entre los que actúan de forma notable están Ser Doran Dondarrion, Ser Almer Connington, Ser Jaesin Lannister, Ser Olyvar Oakheart, y Ser Daeron Costayne.

- Ser Almer descabalga a Garvys Tyrell ante toda la familia Tyrell sin romper una sola lanza. Sin embargo, es Ser Jaesin Lannister quien gana el torneo al final, tras ser uno de los últimos cuatro competidores junto con Ser Daeron el Osado, Ser Almer Connington y Ser Josten Arryn. Un enfurecido Lord Garvys Tyrell busca posteriormente venganza contra Ser Almer en la melee del día final del torneo, pero rompe su espada en el proceso. Ser Almer involuntariamente avergüenza a Garvys ofreciéndole su propia espada para después dejarle inconsciente con su maza, un arma que se sabe que Ser Almer desdeña. Ser Almer gana la melee.

AÑO 155 D.A.:

MES 1:

- Este es un año suave en el aspecto climático. Muchos los consideran un Año de Primavera.

Medieval France by Azot-2013

- Cabaña de Brom.

Castillo de Aguasclaras:

- Comienzo del Año: Como Sept de la Bahía no ha querido enviar un nuevo Septón para sustituir a Eremiel, la ceremonia de Bienvenida del Nuevo Año debe celebrarla Ser Horwin en Aguasclaras, como es la costumbre debido a que es el señor feudal en ausencia de un Septón.

- El asesino del Septón Eremiel, Beldyr Tormenta, sigue encarcelado, aunque Ser Pendrik ha concluido ya su investigación sobre el crimen.

- A mediados de mes, el Maestre Semmeris, en representación de la Ciudadela de Antigua, visita Aguasclaras. Pronto se hace evidente que no viene en sustitución del viejo Maestre Ammon, sino más bien a investigar su legado, que lamentablemente, quedó mayormente destruido por el incendio de la Torre del Homenaje del Año pasado. Pese a todo, durante el tiempo que pasa en el Castillo, el Maestre Semmeris pone orden, restaura algunos libros y pergaminos y recostruye la corvera. Durante este Año será posible enviar y recibir cuervos al resto de Poniente.

- Maestre Semmeris.

Solaz del Soldado:

- Enfrentamiento de Cicatriz y Ser Baltrigar en las calles de Solaz del Soldado. Bethan, que había ido de putas a Solaz por segunda vez en una semana, se enfrenta a los bandidos de Kurst, y es muerto sin contemplaciones por Cicatriz. Hay una matanza de bandidos y mercenarios.

- Bethan "Caratorcida", jinete libre.

El Bastardo Rencoroso mata tras un largo y agotador combate al joven Escudero Hardinald Lefford, ante la pasividad de su maestro, Ser Traidor.

Tras esto, el Bastardo le da un pago a Ser Traidor por sus servicios, y éste se dirige al Castillo de Aguasclaras.

El Capitán Sanguedor el Sanguinario felicita al Bastardo Rencoroso y a Cicatriz por su victoria y en recompensa les permite quedarse con todos los despojos de la batalla.

- Ser Gorly Lefford huye con unos pocos guardias mercenarios hacia Mercado, población en manos de la Casa Lannister. El Bastardo Rencoroso y Cicatriz se apoderan de la mansión fortificada de los Lefford, el antiguo cuartel de los Hijos del Trueno.

- Ser Baltrigar se entrega ante Ser Horwin en el Castillo de Aguasclaras. Unos días más tarde es juzgado en las Mazmorras por Ser Horwin con pocos testigos: su hijo Beldyr, Russ el Matatoros, el Castellano Ser Otter, Ser Pendrik, Ser Gwraidd y Ser Trycian.

- Ser Otter Crakehall, Castellano de Aguasclaras.

Ser Baltrigar resulta ejecutado. Al día siguiente de su juicio, al alba, su cadáver desfigurado es incinerado.

Ese mismo día, Metetripas es enviado lejos en una misión a las órdenes de Ser Horwin.

AÑO 155 D.A., MES 8:

Castillo de Aguasclaras:

- Concluida su investigación, al parecer infructuosamente, el Maestre Semmeris retorna a la Ciudadela al ser reclamado por el Gran Maestre Benalis mediante un cuervo. Debe volver de inmediato a Desembarco del Rey, pues todo indica que el estado de salud del Rey es grave y se requiere la pericia de Semmeris con las pócimas para prolongar la vida del monarca.

AÑO 155 D.A., MES 9:

- Ser Madrigal, con ayuda de Ser Pendrik y Ser Gwraidd, tratan de continuar la labor del Maestre Semmeris. No tienen ni de lejos la destreza de un Maestre, pero de alguna manera entre los tres acaban siendo considerados capaces de cuidar de los cuervos y de enviar y recibir algunos mensajes, aunque con mucha menor habilidad que un auténtico Maestre formado en la Ciudadela de Antigua.

- Clarissa solicita permiso para abandonar el feudo y Ser Horwin se lo concede sin más, incluso le da cierta ayuda económica para que pueda establecerse lejos del Feudo de Piedras Viejas.

AÑO 155 D.A., MES 10:

- Durante este año, el deshielo ha causado que muchas zonas del Feudo de Piedras Viejas quedasen inundadas y se convirtieran temporalmente en zonas pantanosas, con frecuente presencia de nieblas que le dan a la región un aspecto triste y melancólico. Exactamente como en la famosa canción del poeta Bedisser: "Los Pantanos Tristes de Piedras Viejas".

Mountain Arena by eWKn

AÑO 155 D.A., MES 11:

- Llegan a Aguasclaras invitaciones para dos torneos en Dorne, uno en el Mes 1 del año próximo con motivo de la boda del Príncipe de Dorne con Lady Cordelia de la Casa Yronwood. El otro en Campoestrella, que parece más bien orientado a campeones de Dorne. La situación política entre los Seis Reinos y Dorne es extremadamente tensa. Los Targaryen culpan a los dornienses (no sin razón) del envenanamiento que acabó finalmente con la vida del Príncipe Osmos, entre terribles sufrimientos. Muchos piensan que la guerra es inevitable, y que, si no ha estallado aún, es porque el Rey no está en condiciones de liderar la estrategia.

Ser Horwin desestima amablemente ambas invitaciones por carta.

- Caballero dorniense.

AÑO 156 D.A.:

MES 1:

- Bienvenida del Año Nuevo, de nuevo oficia la Bendición de los Siete el señor feudal Ser Horwin, sin la participación de un Septón.

A muchos preocupa que el feudo carezca tanto de Septón como de Maestre. Para muchos esta es la demostración más palpable de la decadencia del feudo. A esto se suma el hecho de que los mayores defensores de Aguasclaras comienzan a mostrar signos de la edad, y que no hay ninguna promesa que descolle entre las nuevas generaciones.

- Ser Trycian continúa siendo el indiscutido campeón de Aguasclaras y, con la traición y muerte de Ser Baltrigar, Ser Madrigal es el claro segundo. Los Crakehall no destacan especialmente, aunque todo el mundo sabe que Ser Orsey es físicamente fuerte y capaz (aunque no tenga más herederos que su hermano pequeño, el Escudero Horace). Ninguno de los tres Caballeros Tully del Castillo es un gran guerrero, aunque Ser Gwraidd es cumplidor y al menos ha ganado algún lance en una justa noble.

- Ser Trycian de Dorne, Campeón de Aguasclaras.

- Respecto a los guerreros de a pie, el más fuerte era Bethan, y murió con el cráneo destrozado a manos del temido Cicatriz. El único guerrero de infantería capaz parece el jefe de la guardia, Russ, aunque sin heredero que pueda heredar su mandoble, sea o no de su misma sangre. Theresa sigue siendo monstruosamente fuerte en el plano físico, pero en realidad los entrenamientos han mostrado demasiadas veces que es más bien torpe en el uso de las armas, y más en un enfrentamiento real, donde no todo se reduce a la pura fuerza física en bruto.

- Al menos la situación económica está mejorando, básicamente gracias a la ayuda continuada por parte de Aguasdulces. Los carros con provisiones no han dejado de llegar, al menos uno o dos por trimestre.

Al principio algunos carros se perdían a manos de los bandidos, hasta que los conductores aprendieron a reservar una parte como peaje para los infames bandidos Cicatriz y Bastardo Rencoroso. Ambos reciben su parte de todos los peajes que se pagan por todo el feudo, y cada vez en menos ocasiones tienen que mancharse las manos de sangre.

Algunos comerciantes pagaron cazarrecompensas para ir a por ellos, en los primeros años, pero cuando las cabezas de los mercenarios aparecían en bolsas a las puertas de los que les habían contratado, esos intentos futiles acabaron cesando. Resulta más barato pagar los peajes, y menos arriesgado.

Castillo de Aguasclaras:

Llegan cuervos con convocatorias a varios torneos, varios de ellos en Dorne, alguno de primera magnitud, pero tras deliberar, Ser Horwin y sus consejeros llegan a la conclusión de que las invitaciones dornienses son manzanas envenenadas que implican serios riesgos diplomáticos para Aguasclaras si decidieran asistir. Se convocan también torneos en Isla Bella, para el Mes 3, y en Desembarco del Rey, para el Mes 8.

- Noble dorniense.

En la convocatoria del Trono de Hierro abiertamente no se invita a participar a Ser Gwraidd, sin duda obra del Segundo Mayordomo Real, todavía ofendido por el desliz del segundo hijo de Ser Hadder de cuanto estuvo en la Corte en compañía de Lady Rowenta. Es un rencor más duradero de lo que en su día parecía que sería.

En un primer momento, Ser Horwin se siente insultado por la no invitación de Ser Gwraidd y decide desairar a la Corona. Sin embargo, históricamente, el Feudo de Piedras Viejas, y en concreto los Tully de Aguasclaras, se lo deben todo al Rey Aegon III, por lo que insultarle de cualquier modo no parece lo más aconsejable. Más con toda la incertidumbre que traen al Reino los continuos rumores sobre la mala salud del Rey. A esto hay que añadir la pobre opinión que sobre el Feudo de Piedras Viejas tuvo el difunto Príncipe Osmos Targaryen, cuyo legado de desprecio hacia los de Aguasclaras tal vez todavía perdure de algún modo en el seno de la Casa Targaryen.

Finalmente, Ser Horwin decide que acudirá en persona al torneo. Irá acompañado por el campeón del Feudo, Ser Trycian. Ambos asistidos por los Escuderos Beldyr Tormenta y Maegor Flores. Acompañados por el Ama de Llaves Tanya. Y escoltados por la Primera Espada Theresa Nieve y por el guardia Royne Ríos.

En parte no es de extrañar, viendo la composición de esta comitiva que los enemigos del Castillo de Aguasclaras lo apoden el Castillo del Bastardo.

- Ser Gwraidd se debate con la posibilidad de asistir al torneo convocado en Isla Bella por Lord Farman. Habla con Ser Horwin, pero éste está concentrado en preparar el feudo para la asistencia al torneo convocado en Desembarco del Rey, en el que el Feudo se juega su reputación. No consigue ningún apoyo, ni del propio feudo ni de los fondos personales de Ser Horwin. Más tarde hablando con su hermano mayor Pendrik sabe que éste hubiera estado dispuesto a apoyarle con sus fondos personales si se lo hubiera solicitado.

Los propios medios de Ser Gwraidd están mermados, como los de todos, por el largo y duro invierno. Podría intentar viajar por sus propios medios, pero apenas podría tener garantizados medios de subsistencia para el viaje de ida, mucho menos para el de vuelta, muy especialmente si pierde justas sin obtener ganancias, por lo que podría verse reducido durante el viaje casi a la condición de indigente o, lo que viene a ser casi lo mismo, de caballero errante durante un tiempo.

Finalmente desiste del propósito, demasiado aventurero y arriesgado, con riesgo de empañar todavía más la reputación de Aguasclaras si llega a Isla Bella sin medios de subsistencia y con las ropas sucias y rotas, sin escudero, hambriento, demacrado, y, en definitiva, como un pordiosero.

AÑO 156 D.A., MES 2:

Se conoce la noticia de que el poeta Bedisser, al que muchos consideran la mejor pluma de este tiempo, visitó el año anterior el Feudo de Piedras Viejas de incógnito. Ha compuesto una canción titulada "Un héroe y un villano". Versa sobre un bastardo que se apodera de un feudo con sangre y sacrificios, lo defiende como un héroe y es aclamado por el pueblo, pero con los años en la decadencia de su vida se convierte en un cruel tirano que finalmente es asesinado por su hijo bastardo, al que las crueles circunstancias de la vida habían convertido en un sanguinario bandido. Finalmente el parricida es prendido y ahorcado, y el feudo cae en manos de un anónimo señor feudal legítimo.

La canción tiene ritmo y es adecuadamente dramática. Pronto se vuelve muy popular y un dramaturgo de Desembarco del Rey quiere convertirla en una tragedia teatral.

Howl Of The Wolf Angel by SilEnigmaArts

- Un muro en Solaz del Soldado.

AÑO 156 D.A., MES 3:

- Días 17 a 19: Un torneo en Isla Bella, hospedado por Lord Farman.

En meses posteriores llegan noticias de que entre los asistentes se encontraban Ser Jonn Lannister, Ser Kennet Crakehall, Ser Elmer Crakehall, y el jinete libre Dagur de Risco de la Sal.

En la justa noble, Ser Doran Dondarrion, llamado Dardo Negro, logró derrotar a notables tales como Lord Bertrand Reyne, Lord Daric Westerling y Ser Symeon Westerling, para ganar finalmente el premio.

En la melee general que siguió en el día final, el guerrero de las Islas del Hierro Dagur apalizó brutalmente al joven Ser Elmer Crakehall debido a insultos que éste le había dirigido previamente. Dagur reclamó la victoria.

AÑO 156 D.A., MES 7:

- Días 4 a 6: Un torneo en Asperón, hospedado por el ciego Lord Ganlos Qorgyle. No llegan noticias apenas al resto de Poniente sobre este espectacular y fastuoso torneo.

- Soldados dornienses.

AÑO 156 D.A., MES 8:

DESEMBARCO DEL REY:

- Días 24-26: Tres días de justas comienzan durante un torneo real en Desembarco del Rey (será el último del reinado de Aegon III).

Ser Horwin y Ser Trycian superaron la fase eliminatoria y disputaron el Primer Lance de la Justa Noble un total de cuarenta contendientes: Lores, Caballeros y Escuderos.

En el Primer Lance Ser Horwin vence a Lord Paris Baelish y Ser Trycian a Ser Galfried Velaryon (llamado por algunos "El Velaryon Menor", pues no ha alcanzado las glorias de su tío Ser Ysle como hubiera querido).

Los otros vencedores del Primer Lance son: Ser Endymion Tully (Castellano de Aguasdulces), Ser Sarmión Baratheon (hermano menor de Lord Corwin y Campeón indiscutido de las Tierras de las Tormentas), Ser Euston Motoon (Tercer Mayordomo Real), el Escudero Andren Baratheon (Heredero de la Casa), Ser Valinor Fuegoscuro (Lord Comandante de la Guardia Real), Ser Ysle Velaryon de las Mareas (anterior Campeón Real), Ser Qoylan Estermont (uno de los mejores justadores de las Tierras de las Tormentas), Ser Goldwin Reyne de Castamere (banderizo y Campeón de los Lannister y las Tierras de Occidente), Ser Leo Tyrell (Heredero del Dominio), Ser Doran Dondarrion, Gavilán (caballero misterioso enmascarado), Ser Andric Staedmont, Ser Jace Rollinggord, Lord Hugo Smallwood, Lord Arson Rogers, el Príncipe Aemon Targaryen (miembro más joven de la Guardia Real, apodado el Caballero Dragón), y Ser Jaesyn Lannister (Heredero de las Tierras de Occidente y Roca Casterly).

Hubo muchos eventos notables durante ese torneo. Entre ellos estuvo la actuación del caballero misterioso llamado Gavilán, que derrotó a una hilera de caballeros y escuderos, entre ellos a Ser Ingram Swyft llamado Espuelazul, al poderoso Ser Andric Staedmont de Arco Ancho, y Lord Hugo Smallwood llamado Espinillas de Roble.

Gavilán es eventualmente derrotado por el Campeón de los Lannister, Ser Goldwin Reyne de Castamere, en el tercer día de justas. Caballerosamente, el Castamere elige no desenmascarar al caballero misterioso debido a la gran destreza que había mostrado en las listas.

Al final, la justa final del torneo enfrenta a Ser Goldwin Reyne y al Caballero Dragón. Ser Jaesyn Lannister, heredero de la Casa Lannister parece apoyar más a su amigo Targaryen que al Campeón de su propia Casa.

Cabalgan siete cargas, rompiendo seis lanzas entre los dos, hasta que el Caballero Dragón finalmente cae ante el impecable Ser Goldwin, a quien los Siete debían sonreír en ese día.

- El Caballero Dragón.

Recibiendo la corona de rosas para la Reina del Amor y la Belleza sobre su lanza, Ser Golwin cabalga hasta el palco real y la ofrece a la Princesa Daena Targaryen (de quien se cree que el Caballero Dragón está secretamente enamorado) en un gran acto de caballería.

- Princesa Daena.

Se revela eventualmente que el Gavilán es Ser Almer Connington antes de la melee en el siguiente día, cuando una joven mujer que dice ser la hija del verdadero Gavilán le desenmascara. Algunos recuerdan que el nombre había sido usado previamente por un caballero misterioso derrotado por Ser Almer algunos años antes. Ser Almer se retira del torneo para honrar la memoria de su antiguo enemigo.

- Día 27: Una melee cierra el torneo real en Desembarco del Rey. El jinete libre Dagur de Acantilado de la Sal derrota al popular Ser Ingram Swyft, llamado Espuelazul, para ganar el desafío. Se le apoda Serpiente de Hierro por la astucia que demuestra. No es un cumplido, pero él adopta el nombre.

En este día final, Maegor controla a Tanya y a Beldyr lo mejor que puede, aunque el Escudero "hijo del Traidor" no ceja en su empeño de importunar al lastimado en el torneo Ser Sarmión Baratheon, con quien parece empeñado en hacer buenas migas.

En el festín final y el baile que le sucede, Ser Horwin hace todo lo posible por mejorar las relaciones diplomáticas con otras Casas y señores de Poniente, mientras Royne y Theresa le vigilan de lejos (por protocolo no es correcto para ellos estar en la misma zona del banquete y del baile reservada para los nobles principales más importantes).

- Royne Ríos, guardia del Castillo de Aguasclaras.

Son muchos los que felicitan a Ser Trycian, aunque con algún reparo, dado que es dorniense, y no especialmente sociable ni simpático, por su buen papel en la justa noble. Incluso el Príncipe Aemon le da un apretón de manos "de príncipe a príncipe", según musita en voz no demasiado alta.

Oficialmente, a Ser Trycian se le considera un Arena. Muchos creen que en realidad es un Martell exiliado, pero no pueden tratarlo como tal, pues con el actual clima político de la Corte tal vez deberían prenderlo para tomarlo como rehén en caso de guerra, o para vengar en él el aciago destino del Príncipe Osmos.

SUPPORT THE KING by reau

- Ser Valinor y el Príncipe Osmos (difunto).

FIN DEL INVIERNO.

INICIO DEL VERANO.

- El Rey Aegon III está muy enfermo. No ha sido visto en ningún momento durante todo el torneo. Se rumorea que el Maestre Semmeris prolonga su vida mediante la alquimia.

- Rey Aegon III, "Veneno de Dragón".

AÑO 156 D.A., MES 9:

- A finales de mes, la comitiva de Ser Horwin regresa sin percances al Castillo de Aguasclaras. Al volver al Feudo se dan cuenta de que los campos están anegados y empantanados. Este es un año de deshielo y han habido lluvias más abundantes y menos nieve.

- Los vastos llanos anegados están cubiertos de melancólicas nieblas grises, igual que en los poemas de Bedisser. La estampa, sin embargo, está dotada de una gran belleza, en especial cuando se alza el Sol del mediodía y las aguas relucen en los inundados campos.

Misty Path by andreasrocha

AÑO 156 D.A., MES 10:

- La vida transcurre con normalidad en el Castillo de Aguasclaras. Los habitantes realizan muchas actividades. Gallo el Alfarero está terminando una espléndida vajilla nueva. Se han criado muchas gallinas y hay camadas nuevas de lechones. Las yeguas están embarazadas en los establos.

forest by wanbao

- Algunos afirman haber visto al espíritu de Din el Forestal, velando por los bosques del Feudo de Piedras Viejas.

AÑO 156 D.A., MES 11:

- Días 5 a 6: Un pequeño torneo en Limonar atrae a un campo de unos cuarenta caballeros. Apenas llegan noticias al resto de Poniente sobre este fastuoso torneo, excepto rumores muy persistentes de que Dorne está preparando a la elite de la elite para una inminente guerra contra los Seis Reinos.

- Espadas Leales dornienses.

AÑO 156 D.A., MES 12:

- Fallece el soberano de los Seis Reinos, el Rey Aegon III, apodado por algunos "Veneno de Dragón". Su heredero es Daeron I, el llamado Niño del Cometa.

- Llega un cuervo a Aguasclaras con la noticia y una petición del Consejo Privado a todos los varones nobles para que acudan a Desembarco del Rey.

- El Trono de Hierro.

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12/07/2015, 11:32
Gerrik el Labrador.

Gerrik cambió la postura y el peso de su cuerpo se volcó sobre su pierna derecha. Era uno de sus pequeños rituales durante las horas que se pasaba delante de la puerta de Lady Rowenta, primero una pierna, después la otra, unos pequeños pasos alrededor de la puerta, se apoyaba ligeramente con la espalda en la pared y después volvía a empezar.
Últimamente ya no hacía otra cosa, Lady Rowenta a penas salía ya de allí desde que había vuelto de su viaje a Desembarco del Rey y a Timón de Piedra. Lo único que había salido bien en aquel viaje había sido el engaño a aquellos bandidos. Después sus compañeros de viaje no dejaron de comportarse de una manera totalmente inadecuada espiándolo cada vez que debía hacer alguna necesidad, Gerrik no era el más pudoroso de los hombres, pero cualquiera necesita cierta intimidad en esos momentos. Comprendía que a la mojigata de Johanna podría atraerle la idea de ver a un hombre desnudo, pues pocas posibilidades más iba a tener, pero Lady Rowenta y Ser Gwraidd eran casos distintos. Con la noble Dama llegó a convencerse que era cierto que su marido no prestaba atención a sus deberes maritales y la mujer pues parecía acallar sus instintos espiando al guardaespaldas cuando podía. Era Ser Gwraidd el que lo descolocó más al pillarlo más de una vez acechando entre los matojos, quizás no era Ser Pendrik el único de la familia al que no parecían atraerle las mujeres.
Claro que eso no fue lo peor, muchas caídas y accidentes que a punto estuvieron de costarle un disgusto, alguna que otra metedura de pata y finalmente un fracaso total en la misión que llevaban para Desembarco, aunque en esto parece que algún desliz de Ser Gwraidd fue determinante. Eso marcó a su señora, eso y el frío recibimiento recibido en Timón de Piedra. Tras eso nunca volvió a ser la misma, siempre encerrada en su estancias y sin apenas salir lo que condenó a Gerrik a largas y aburridas guardias a su puerta. Seguía sintiéndose un labrador con suerte, podía combatir el aburrimiento y su trabajo era cada vez menos duro y peligroso si su señora había desistido de sus paseos por el campo a solas. En sus ratos libres entrenaba o alternaba con los habitantes del castillo, seguía sin hacer especial amistad con nadie pero tampoco tenía enemigos y con eso le bastaba. Además de vez en cuando pasaban cosas divertidas que amenizaban el monótono día a día, como cuando se comenzó a cantar cierto poéma sobre un Señor de unas tierras lejanas, Gerrik no tenía mucho aprecio al arte de la poesía, pero algunas de aquellas estrofas le hacían tanta gracia que acabó aprendiéndolas y las repetía durante sus horas de guardia, a veces tan solo tatareaba la melodía mientras recitaba la letra mentalmente pues por alguna razón que desconocía a algunos de Aguas Claras no parecía gustarles demasiado.

Os voy a contar la historia del Señor de cierto lago
al que unos llamaban héroe y otros llamaban villano.
Parecía un gran hombre, honorable y respetado
y ante todos los suyos resultó asesinado,
no fueron sus enemigos, si no un amigo querido
uno cuyo propio hijo, con las puertas se hizo un lío.
A su hijo primogénito una esposa le buscó
pero por lo que parece todavía no la usó
y al otro legitimado lo mandaron a pactar
y tal fue el resultado que más no la pudo cagar.
Tenía un hijo bastardo que quiso ser caballero
pero como no podía se volvió todo un pilluelo.
El bastardo acobardado se enfrentó al asesino
y tanto quería a su padre que ambos salieron vivos
será desagradecido el bastardo criminal
no es de extrañar que a su padre todo le saliera mal.
Y esta es la triste historia del héroe y del villano
con tres hijos que no hacen uno y un Señor asesinado.

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12/07/2015, 13:44
Arroyo, Bastardo de Bethan.

VIÑETA FINAL: Mes 9 del año 156 A.D.

PERSONAJES QUE INTERVIENEN: Dhur el Cazador.

A los niños nacidos y criados en los castillos, los campesinos les llaman niños grises. Al nacer ven el gris de las piedras del techo, al crecer lo hacen entre muros grises. Sus sombras son de tono negro claro. Sus almas son brumas. No conocen los verdes, los azules ni los tonos trigueños más que lo que pueden haber observado a lo lejos, desde las frías almenas. Es así, con esos cuentos, cómo los padres de las familias humildes consuelan a sus hijos por no haber tenido la suerte de nacer en un castillo.

Con una sonrisa, desde unas "frías almenas" al calor del sol de la mañana, Arroyo observaba en silencio toda la paleta de colores de los aledaños al Castillo de Aguasclaras. Hacía más de un año que no veía a su padre, y un par de meses menos desde que le dijeron que había muerto a manos de Cicatriz, y que el señor con la cara torcida jamás volvería. Azul mortaja sobre verde musgo y una lápida de mármol travertino al fondo. Solo colores hermosos, no hay lugar para la muerte en ellos.

Arroyo no comprendía la muerte. Nadie nunca se lo había explicado de una manera en la que él lo entendiese. Para él, el señor Cicatriz había hecho algo malo, y Bethan había tenido que salir para ponerle remedio, para arreglar las cosas que estaban mal. Como con Arroyo. Un vacío muy grande se había creado en su interior cuando le dijeron que su papá no iba a volver. Quizás ahora que está estropeado, papá vuelva para arreglarle a él también.

Aún recordaba la última vez que estuvieron juntos...

 ¡Pero quieres mirarme, criajo estúpido! Ya sé que soy feo, pero no puedes quedarte siempre viendo para las vetas de la madera como un pasmarote.

La madera de los tablones que forman el suelo, las paredes y el techo de su habitación cuentan historias. No hay muchas maderas más en el castillo de las que se pueda decir eso. Desde luego, no lo hace la valla de los corrales, ni los abrevaderos de los animales. La mesa de la sala común de los barracones solo narra cómo una señora una vez vino a traer pan. Nada más. Solo eso. Pero parece que un espíritu hubiese dibujado toda la historia de Poniente en un solo cuarto, para que Arroyo lo pudiese leer.

Una lágrima resbaló por los mofletes sonrientes de Arroyo, quizás el viento metió una mota en su ojo al recordar. Ya no importaba. Comprendía que su padre no volvería... pero eso no significaba que Arroyo no pudiese salir a buscarle. Hoy era el día en el que Arroyo desbordaba el dique de estos muros.

Con la agilidad y el desparpajo con la que los niños de cinco años bajan los escalones, Arroyo llegó al Patio de Armas y se montó en la parte trasera del carro, bajo una manta. Esperó. Tarde o temprano, estas ruedas se pondrían a girar en dirección a Solaz, Casagrande, o alguno de esos otros lugares lejanos que los adultos bautizaban con nombres difíciles. Solo era cuestión de tiempo. Bostezó. Cerró los ojos.

 ¿Y ahora?-dijo Bethan, ocultando su cara con una corteza de árbol con hueco para los ojos y la boca-¿Ahora que soy un hombre de madera sí me prestas atención, pequeño pillastre?

Sí. Eso bastó para captar la atención de Arroyo. No era una máscara, propiamente dicha. Era irregular en las aristas, pero visto desde lejos podría recordar vagamente a un rombo. Las partes rotas a cuchillo para los ojos y la boca estaban al tuntún, asimétricas. Por mucho que Bethan la girase en su mano, nunca lograba cuadrar sus párpados a la vez. Y eso que una careta torcida debería haber podido encajar en una cara torcida.

¡BLUM!

La carreta dió con su rueda en una piedra del camino, y el lecho de Arroyo se movió despertándole. Estaba en movimiento, al fin, pero sin la menor idea de cuánto se había alejado del castillo ni quién conducía. Con la mano, con precaución, levantó la manta lo justo para ver el exterior a través de una rendija horizontal, o vertical desde su punto de vista, por estar tumbado. Trataba de orientarse. ¿Habría pasado ya el cruce de caminos?

Meditó sobre el tema. Veía camino y no cielo: la carreta estaba inclinada. Viajaba cuesta arriba. Eso significaba que aún no había coronado la lometa que se divisaba desde la torre suroeste. O que el carro volvía de vuelta hacia el castillo, por la pendiente opuesta. O que simplemente estaba perdido, en cualquier punto del camino ante cualquier lometa de Poniente. Sonrió. A la vera del camino, los árboles no tenían sombra alargada. Mediodía, la hora de comer. Contrastó esa información con su apetito, y parecía correcta.

Unos minutos después en aquel carro, la panorámica del camino cedió paso al cielo. Estaban descendiendo la lometa. A lo lejos, por unos segundos, vió el castillo, pequeño e insignificante. Arroyo alargó los dedos para cogerlo y guardarlo en su bolsillo. No quería que todos esos adultos, simpáticos y gruñones, atareados y ociosos, se perdiesen solo porque Arroyo no estaba allí para vigilarles. Cerró su puño, superpuesto con el castillo. Cuando el camino se combó a la derecha, el niño se guardó el contenido de su mano, y en vez de castillo solo habían árboles.

Arroyo descendió del carro media hora después, en la encrucijada. No fue una caída elegante, pero sí silenciosa, acallada por el ruido de los cascos golpeando el suelo desde el extremo opuesto de la carreta. Se puso en pie, algo dolorido, completamente rebozado en polvo. De ahí, abandonó el camino para meterse bajo los árboles y tras los arbustos. Lo hizo para protegerse del calor del sol, no por esconderse. Y con dificultad, arañándose las rodillas, retrocedió para tratar de volver al cruce.

Por el camino topó una morera. Se pinchó varias veces tratando de saciar su apetito, pero al cabo de un rato estaba comido, con la comisura de su sonriente boca llena de manchas moradas, y en el centro de la encrucijada. Se había perdido. Debía haber un camino a su derecha, pero estaba a su izquierda. Al haber revasado el cruce en el carro, todo estaba del revés.

La sonrisa de Arroyo amplió un poco más. Puede que no reconociese los caminos, pero el plan era ir por la mediana al ángulo más obtuso. Se metió de nuevo en el bosque, por su derecha, por donde no había camino. Lo hizo durante horas. La luz se murió, se fue como papá, y Arroyo no sabía si la luz volvería o también tenía que arreglar algo estropeado, y se iría para siempre. El bosque se volvió amenazador, con verdes muy oscuros, con sombras, con oscuridad. Y el niño sonrió más y más, asombrado con esta nueva paleta de colores apagados. Jamás había visto tantos tonos de verde oscuro. Jamás tantas variaciones de negro. Y cuando ya no pudo dar un paso más en aquel bosque amenazador y hermoso, se tumbó en el suelo y durmió.

 Esta máscara es mi legado, Arroyo. Me voy a Solaz del Soldado, a hacer un trabajito. Volveré. Lo tengo clarísimo. Pero si por un casual no fuese así, mi herencia es esta máscara, hijo.

Tras decir aquello, Bethan acercó la cara oculta de la máscara a la nariz de Arroyo. Esa fue la primera vez que Arroyo vió la historia que contaba esa madera, y la única en la que su padre también estuvo presente. Era una historia rara, no marcada por las lineas naturales de la madera, sino por unas nuevas marcadas a navaja. Un castillo. Un camino. Un cruce. Y unas rayas discontinuas que marcaban un sendero donde solo había bosque.

Aquel era un mapa. Un mapa del tesoro. Llevaba hasta el pago que Isaura Pike dió a Bethan por participar en la trifulca que supondría su muerte, y que Bethan había enterrado para su hijo. Pero para Arroyo, era el mapa que le dejó para poder encontrarle. Con el tiempo, aquel trozo de corteza se pudrió y se deshizo, pero la historia que contaba perduró en los recuerdos de Arroyo.

Un tirón en su pantalón le despertó de nuevo en el bosque. Una ardilla junto a él había robado una nuez que Arroyo había robado en la cocina del castillo para alimentarse durante esta aventura. Arroyo sonrió. Aquella ardilla era muy simpática. Además, no había aquí ningún adulto para abrirle la nuez, así que el animalito podía quedársela.

Arroyo prosiguió su viaje unas horas más. No había cenado. No había desayunado. Probablemente no comería ese día. Bethan había calculado la búsqueda de aquel tesoro para que se completase en un día... si es que tienes la zancada de un adulto. Arroyo llevaba ya veinticuatro horas fuera del castillo, sin contar que aún tendría que volver. Pero el niño no contaba con eso. Contaba con quedarse con su padre.

El mapa auguró el siguiente punto por el que Arroyo pasaría: la roca irregular con la forma de la cara dura de Caratorcida. ¡Ya casi había llegado! ¡Ya casi estaba en la equis que marcaba el lugar! Subió la pendiente que revelaría el tesoro. Y allí estaba: un árbol al que le faltaba un trozo de corteza con forma de rombo. Aquella marca la mostraba el tronco justo sobre el nivel del agua, a la orilla desbordada de un arroyo torrencial.

El deshielo. El tesoro enterrado estaba bajo tres codos de agua, y su padre no estaba allí esperándole. Sonrió y se acercó a beber. Su reflejo en el agua mostraba dos torrentes de lágrimas bajándole por los mofletes. Pero estaba bien. Ahora que sabía el lugar, podría volver una y otra vez hasta coincidir con su padre. Todo genial. No es como si no fuera a volver a verle nunca. No pasa nada. No pasa...

Se le cerraron los ojos de tantas lágrimas y tuvo que hundir su cabeza en el arroyo. Boca abajo, su sonrisa mantenía la posición gracias a que la boca trazaba un arco hacia la mandíbula. Salió del agua menos lloroso y más mojado. Era el momento de volver a casa.

Desorientado y solo. Dolido. Con una espina clavada. En el viaje de vuelta se perdió. Desde la roca con la cara de su padre, hasta la encrucijada, en algún momento de ese trayecto, equivocó el camino. Vagó por el bosque, hambriento. Y la luz se volvió a ir. Pero esa noche no durmió. Siguió caminando. Y a la mañana siguiente, la falta de sueño y la abundancia de hambre empezaron a hacer mella en sus sentidos...

Aquel hombre se parecía a Dhur, el hombre que iba con aquel al que su padre llamaba Piel de Lobo. No hizo ademán de acercarse a Arroyo, se dió media vuelta y echó a andar. Arroyo le siguió como pudo. Cuando el cansancio hacía mella en el niño, la figura se paraba para esperarle. Cuando ya no pudo más, Arroyo se desmayó.

El niño despertó aún en el bosque. Estaba en brazos de Dhur. Arroyo sonrió tímidamente debido al cansancio. Metió la mano en el bolsillo y entregó a Dhur el diminuto castillo, satisfecho por haber cuidado de todos los adultos todo este tiempo. Después volvió a dormirse mientras le llevaban a la habitación de madera que cuenta historias.

 ...

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12/07/2015, 20:26
Ser Orsey Crakehall.

AÑOS 154, 155 y 156 D.A.

Los días pasaban desde que ocurrió la tragedia de la traición de Ser Baltrigar, y yo seguía sin acudir al entrenamiento de su hijo. La conmoción reinaba en todo Aguasclaras, y desde luego, los entrenamientos, no sólo míos, si no de todo el mundo, pasaron instantáneamente al último lugar, como otras muchas cosas. Sin embargo, era mi Padre, Ser Otter, quien, aún como Castellano, tenía responsabilidades, mientras que no era así para mí. Y aun así, no pude acudir a los entrenamientos. A decir verdad, supongo que el chico tampoco lo hizo. Aceptar lo que había ocurrido... No era tarea fácil para mí. No quería imaginar lo que supondría para él. No sabía qué le diría cuanto tuviese que mirarle a la cara.

Al fin me decidí a aparecer, y, para mi sorpresa, allí encontré al chico. Estaba sudando, por lo que supuse, dado que la temperatura no era para tanto, que debía llevar al menos una hora entrenando. Y por sus movimientos, diría que había entrenado en los últimos días. Desde luego, era digno de admirar. No diré que sentía la muerte de Ser Hadder, porque sería mentir después del daño que había hecho a la imagen de mi familia. Sin embargo, sí que lo sentía por mi amigo y mentor Ser Baltrigar, y sobre todo por el estigma que dejaba sobre sus allegados. Aquella forma de acabar con el señor de Aguasclaras no fue digna de un caballero, y sus actos no harían si no perjudicar a su estirpe, señalados de por vida.No tuve el valor, por decirlo de alguna forma, de romper el hielo. En silencio, mientras el vástago de Ser Baltrigar hacía sonar la madera cortando el viento, cogí mi arma y me acerqué a él. Enseguida se dio cuenta de lo que pasaba, y no tardamos en cruzar estocadas.

Mis pensamientos, sin embargo, estaban en otro lugar. Mis problemas sucesorios con Lydia me tenían preocupado en aquellos últimos tiempos. Por algún motivo que escapaba a mis entendederas, los Siete no querían concedernos aquella bendición de tener un nuevo Crakehall.

La intensidad del combate iba en aumento, pero me ocupé de pararlo antes de llegar al clímax para charlar tranquilamente. Mientras ambos recupérabamos el aliento (el condenado Escudero empezaba a hacerme sudar, iba mejorando), finalmente me decidí a hablar con franqueza.

-Escucha, Beldyr... -adopté el tono más serio y solenme que pude-. Quiero que sepas que, a pesar de todo, sigo respetando a tu padre. No sólo fue mi maestro en la lucha, también fue un ejemplo a seguir en lo personal y muchos aspectos de la vida, aunque quizá, cegado por mi juventud y mi vigor, no supe verlo en su momento y por eso le di más de un quebradero de cabeza -callé un segundo para retomar lo que quería decir. Me estaba yendo por las ramas-. Lo que quiero decir es que tu padre era un buen hombre, y un buen caballero. Su... Ya sabes, algunos de sus actos recientes no tienen justificación -era algo violento mentarlo-, pero quiero que sepas que seguiréis contando con mi apoyo, tú y tu familia.

El tiempo avanzaba impasible, y poco a poco, día a día, me iba sintiendo más miserable. Mi vida, mis sueños, se desmoronaban a mi alrededor. Estaba condenado a un segundo puesto toda mi vida, jamás alcanzaría la gloria, ni como Señor o Castellano de nada, ni como guerrero ganador de torneos. Nuestra familia, ninguneada, casi se veía obligada a dar las gracias por conservar mi padre el puesto de Castellano. Y cada día veía menos probable el que fuese yo quien le sustituyese en ese puesto. Ser Horwin apenas había cruzado palabra conmigo desde que le jurara fidelidad. Aun no siendo de mi agrado, no dudé ni un momento, por mi esposa y toda mi familia de sangre, en seguir a mi padre, quien fuera Castellano, y repetir el mismo juramento: "Yo, Ser Orsey Crakehall,  juro servir y proteger al Señor de Aguasclaras y daré mi vida por él, mientras sirva y proteja nuestro feudo con honor, dignidad y justicia. Los juro ante los Nuevos y Viejos Dioses." Inclinado, con las rodillas flexionadas, mis ojos se cruzaron con los de Ser Horwin. En mi interior predominaba un sentimiento: decepción. Nunca fue este el destino que imaginé para Aguasclaras. Y el hecho de que el juicio a Ser Baltrigar no fue si no la gota que colmó el vaso, y me hizo saber con seguridad que yo no era nadie en aquel feudo. Los torneos se seguían sucediendo, y yo sin acudir a ellos. Mi época había pasado, había desaprovechado mis oportunidades. Y aun así, tras haber aceptado mi destino como heredero de Ser Otter de la casa Crakehall, y el deber de llevar una vida más dedicada a la política que al combate, seguía provocando un terrible escozor en lo más profundo de mi alma. Pero si algo de verdad me hería el corazón era el sentirme cada día más lejos de mi esposa, y la frustración de no poder concebir.

Cierto día, fue mi madre quien me sugirió la idea de buscar ayuda con ese asunto. Que quizá alguien, algún maestre o alguna comadrona en Desembarco del Rey, pudiera ayudarnos. Y así fue que partimos hacia la Capital de los Siete Reinos, en busca de una solución para mi matrimonio. Lamentablemente, las cosas no fueron todo lo bien que esperábamos. En un momento dado, no demasiado lejos de la horrible y enorme fortaleza de Harrenhal, mi madre resbaló en el hielo durante una parada de descanso y se rompió una cadera. Cuando la estaba atendiendo junto con Lydia, nos atacaron por sorpresa unos bandidos que no pude ver a tiempo, pero a los que logré mantener a raya con mi maza pesada, para evitar que secuestraran a mis dos mujeres más queridas. El atraco se saldó "simplemente" con el robo del carruaje y su tiro de caballos, pero logré salvar tus dos caballos, el de guerra y el de monta. No me quedó otro remedio que partir hacia el colosal castillo, donde fuimos bien recibidos por Lord Lucas Lothston. Aquel bastardo estaba a buen seguro tras los bandidos que dejaba pasear a sus anchas por sus tierras, pero, pese a mi enfado, hube de comportarme como se espera de un noble y acepté pedirle ayuda, por mi madre y por mi Lydia. Seis horribles meses de falsas sonrisas y hospitalidad hubimos de soportar hasta que Patricya estuvo de nuevo en condiciones de poder viajar. Mucha, muchísima bilis hube de tragar cada vez que veía al hijo de Lord Lucas mirar a mi esposa, pero nuevamente hube de soportarlo por no ofender a nuestro anfitrión.

Tras el viaje a Desembarco, durante un tiempo, traté de seguir el consejo de los Maestres, procurando cumplir como un buen esposo, aunque no pude evitar que cada vez me costaba más. Animados por las palabras de los Maestres de Desembarco, seguíamos al pie de la letra todos sus consejos y yacíamos juntos con más más frecuencia con la llegada de la Primavera del Año 155. Sin embargo, nuestros esfuerzos no se veían recompensados en absoluto: Lidya se puso enferma varias veces parecía padecer una cierta frigidez en ocasiones. Incluso hubo dos hay falsas alarmas, pero el embarazo deseado finalmente no llegó a producirse. El segundo año, el 155, no podía si no sentirme ya amargado en mi matrimonio y empecé a ser yo quien estaba mal predispuesto. Mi carácter se volvió más furibundo y agresivo, e incluso acabé ahogando mis penas en el fondo de una botella de licor.

Recuerdo con especial estupor la primera noche. No fue hasta el tercer intento que conseguí meter la llave en la cerradura y hacerla girar para entrar en mis aposentos. Mi vista estaba nublada, así como mi coordinación y mis sentidos, tras una noche de bebida en soledad. Todo me daba vueltas, y me costaba dar un paso firme sin tambalearme hacia un lado u otro.

Allí estaba Lydia. Me detuve y me quedé intentando mirarla, y casi pierdo el equilibrio al fijar la vista. Cerré la puerta tras de mí, y me apoyé sobre el cabecero de la cama para conseguir algo de estabilidad. Mis ojos se volvieron a posar en mi esposa.

-¿Se puede saber qué demonios miras?

Su respuesta fue el silencio, y darme la espalda, mirando hacia la ventana.

-¡¿Crees que puedes ignorar así a tu marido?! - me acerqué a Lydia, agarrándola del brazo y apartando su mirada de la ventana directamente hacia mi cara. Mi reacción era violenta, y sus ojos me atravesaron como dos agujas en llamas cuando los vi. Rojizos, hinchados, el reflejo del llanto, de la desesperación.

Sentí un terrible dolor en el pecho, y hube de soltarla. Me llevé las manos a la cabeza, y me aparté la melena de la cara. Me asomé a la ventana, donde Lydia estaba hace unos instantes, y apoyé las manos en el alféizar.

-Disculpa. No sé qué me ha pasado -confesé-. He... He tomado alguna copa.

No recuerdo cuál fue la respuesta de mi esposa. Lancé un suspiro y me dejé caer sobre la cama. El techo me daba vueltas, y sentí en la garganta el picor agridulce del vómito a punto de invadirme la tráquea. Me giré, acostándome de lado, hasta que aquella repugnante sensación pasó.

Miré a Lydia y seguía allí de pie, con la mirada perdida y las manos sobre el vientre.

-Olvídalo, ¿de acuerdo? Descansemos -fueron mis palabras de borracho antes de cerrar los ojos sin esperar respuesta.

Aquello fue lo último que escuché antes de conciliar el sueño, sabiendo que, definitivamente, había tocado fondo. En todos los aspectos de mi vida.

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12/07/2015, 21:37
Lady Lidya Crakehall, esposa de Ser Orsey.

Año 153. Mes 11.

El invierno está siendo particularmente duro, milady. Tanya ha tenido que racionar los víveres con la esperanza de darnos la oportunidad de conseguir vituallas temporalmente. No voy a engañaros: nuestros cuerpos están débiles. Esa debilidad puede hacer inviable cualquier embarazo... arrastrando a la madre con él.

¿Estais diciendo acaso que debo esperar al regreso del verano?

Comprendía sus palabras. Y Patricya era la prueba de que incluso las mujeres maduras podían tener descendencia. Pero ya había pasado mucho tiempo.

Incluso cuando abundaba la comida no concebí. - alcé la mano, mostrando un anillo - Esta es la única joya que necesitaré en la vida. Si se trata de ello haré sacrificios y me desprenderé de lo material a cambio de comida.

Hablaba en serio. La maternidad es una sucesión de sacrificios, creo entender. Pero también es una bendición. Y una necesaria.

- No sabemos cuanto tiempo quede para el retorno del verano. - suspiré, manteniendo la barbilla alzada - Estoy dispuesta a correr el riesgo.

Milady, ¿Ser Orsey también desea asumir ese riesgo?

¿Deseais o no deseais ayudarme?

Mantuve la paciencia. Estaba comenzando a frustrarme, pero trataba de mantenerme tranquila. Aunque me hicieran sentir infeliz, siempre intenté cumplir con mis obligaciones, y al final en ello encontré felicidad.

Orsey es un buen esposo, pero siempre me ha apoyado. - a mi pesar, sonreí - Y tengo entendido que entre más esperemos, más son los riesgos.

En algunos puntos, pareciera que en lugar de intentar asegurarse de que estaba segura, intentara convencerme de lo contrario. Debería mandar, pero trato de no ser dura. No quiero ser una noble insensible ante los problemas de la demás gente del feudo.

Trataré de ayudaros, milady. No obstante, no desesperéis. Si no hacéis sino pensar en ello, enfermaréis. Dejad en manos de la Madre vuestros deseos. Por el momento, tenéis una sobrina bellísima. Disfrutad con ella, no penséis en problemas. Disfrutad con vuestro marido... Oh, sí, no me miréis así. Y cuanto más, mejor. 

Era imposible. No me dejaba ni un solo consejo práctico, ni remedio natural, nada que no supiera. Era terriblemente frustrante. Por un momento, contemplé en exigirle que se fuera de mi vista.

Pero ante todo, y sobre todo, no dejéis que esto le consuma, milady. Confiad en vuestro esposo y en vos misma. O la amargura y el resentimiento pueden aposentarse en vuestro matrimonio.

Desdeñé sus palabras. Casi todos los matrimonios arreglados eran tremendamente infelices. Orsey y yo hemos superado muchas pruebas duras. Superaremos esto, y cuando tenga un bebé entre mis brazos, será la prueba definitiva de que estoy por encima del invierno.

Año 156

Han pasado tres años.

A últimas fechas no me gustaba ir al septo. Prefería rezar en el silencio y la paz de mi habitación. Sea por la terrible afrenta cometida por el antiguo septo, a quien los siete infiernos guarden, o por no ver a la comadrona Sysa.

¡Inútil! Al verla deseaba gritarle. Era una estúpida que no servía siquiera para traer bien un bebé al mundo. Mi hermana pasó meses febril. Ahora entiendo que no quisiera darme mas que consejo: ¿de que otro modo ocultaría su propia incompetencia?

Me hinqué junto a la ventana, recibiendo el refrescor matinal. Era refrescante. Una insospechada ventaja de rezar sola era que podía hacerlo siete veces al día. Antes no me daba tiempo para ir al septo, y ahora sentía que podía cumplir con mayor disciplina a los dioses.

Lo que ha sido más dificil es pedir. Ya no pido por mis sueños: pido por la fuerza. Cuando las cosas se torcieron en nuestra contra en aquel infructuoso viaje, yo deseaba encausar bien Aguasclaras. ¡No ha tenido siquiera rumbo! ¡En todos estos años, no ha tocado más que el deshonor y la desgracia! Si yo fuera la señora haría todo diferente. Habría nombrado caballero a Haudrey, teniendo un brazo protegiéndonos en lugar de dedicarse al pillaje. Habría despedido a Sysa. Habría hecho arreglos con el feudo, para que dejaramos de ser el pantano de las canciones de ese mal llamado poeta. Habría actuado con mejor mesura dipomática. 

Pero mi esposo tenía que arruinarlo todo. Cuando me enteré de la conversación que tuvo con el dragon, y su resultado, me sentí horrorizada. Dejé de hablarle en el resto del viaje. Habíamos arriesgado mucho, pero parecía que por fin se vería la recompensa, para que al final todo saliera mal.

Había días en que me preguntaba si de verdad esta era la vida que quería. Todo el potencial desaprovechado, toda la felicidad y sueños no cumplidos, todo se juntaba para reprocharme ciegamente la rudeza del destino a cada nueva borrachera de mi señor esposo.

- Padre, Herrero, Guerrero...

Escuché un ruido. Los siete me den paciencia, ha vuelto. Y ni siquiera podía hacer entrar la llave. 

Era duro. Era dificil. Las primeras veces traté de entenderlo, e incluso me culpé. ¿De quién más, si no yo, que no podía concebir? pero entre más lo pensaba, más llegaba a la conclusión de que no era del todo mi culpa. Estábamos rodeados de incompetentes. Y como siempre, por culpa de otros me tocaba a mí como mujer el sufrir.

Bajé la cabeza, juntándola con mis manos entrelazadas. Intento concentrarme.

- ...Madre, Doncella, Vieja... 

Sigo escuchando sus pasos hasta que tambalea. Por impulso volteo a mirarlo, temiendo por un instante que hubiera tropezado.

-¿Se puede saber qué demonios miras?

Se me borró todo rastro de preocupación, reemplazado por indignación. Claro, si otra vez ha bebido.

Más que mirar, esperar que te tropezaras con tus pies de borracho - estuve a punto de decir, enfurecida. 

Volví a bajar la vista. No tendría caso. Por los siete, ni siquiera podía tenerse completamente en pie. ¿De verdad ese fue el hombre que me hizo reemplazar mi vida soñada con Ser Madrigal?

Ese era otro sueño roto. Había deseado la felicidad. Había creído tenerla. Cuando lo vi junto a su esposa, esperando un hijo, y aun conservaba la ilusión de mi matrimonio, creí que al final los dioses habían acomodado todo como debía ser. Ahora no dejaba de pensar en si de verdad habría sido más feliz a su lado. Porque ahora no lo soy.

No tenía caso rezar. ¿Para qué?

Me levanté, ya esperando el nuevo desplante o desprecio de Orsey. Aparté con coraje las lágrimas de mis ojos, sin querer dejarle ver que tanto me habían calado sus palabras. Orgullo, he allí el único bien que me quedaba ya.

Ahora tengo la ventana de frente. Las primeras aves del fin del invierno ya vuelan sobre el cielo gris. Todo es tan gris. No hay más colores. Extraño, antes el invierno me agrabada.

¿Será porque mi felicidad duró lo que el invierno? Ahora que se acaba, se apaga mi última esperanza vana.

El suelo escarchado me mira con invitación. Como si fuera tan fácil de alcanzar. En el fondo, también quiero entregarme al vacío. Ir a la torre, mirar al suelo desde la ventana, y saltar. Un instante, ser un ave que vuela, y aterrizar donde moran los dioses.

- He... He tomado alguna copa. – se disculpó, tras su nuevo acceso de violencia.

¡Siempre estás tomando!

Le di la espalda, herida por su nuevo arranque. Era el colmo de la desesperación. Desearía que no pudiera herirme tanto. Desearía que él fuera el débil y yo la fuerte, para arrastrarlo hasta que vomitara todo el vino, hasta que dejara de hablarme así y tratarme como si fuera mi culpa que nuestro feudo y nuestra vida sean como son.

Entrelazo mis dedos, y al acercar las manos a mi plano vientre siento el pinchazo en el centro del pecho. Quizá si es mi culpa. Estaba rodeada de inútiles que solo dan vanos consejos.

Nana ayudó a mi madre, quizá eso es lo que debería de hacer: buscar una bruja.

-Olvídalo, ¿de acuerdo? Descansemos.

- ¿Olvidalo?

Me salió una risa quebrada, mientras negaba con la cabeza. Me crucé de brazos, mirándolo tratar de acomodarse en la cama. Era increíble. Simplemente increíble.

¿Quieres saber a quién voy a olvidar? ¿A quién?

Apreté los puños. No medía lo que decía. Estaba demasiado enojada para pensar.

- A Jobato. Porque no sé quién eres.

Sin esperar una respuesta que sabría que no vendría, azoté la puerta detrás de mí.

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13/07/2015, 08:31
Ser Gwraidd Tully.

Viñeta final.

Empezó con estupor y rabia. Rabia contra su padre, sobre todo, por morir y por... y por todo lo demás. Rabia contra Ser Baltrigar por matarlo. Rabia contra su madre, por escapar a las Hermanas Silenciosas. Rabia contra el maestre Ammon por no preparar lo que Ser Gwraidd entendía debía ser preparado y por hacer, quizás, otros preparativos. Rabia con Ser Horwin, por ser. Rabia contra su hermano Pendrik, por no ser. Rabia con Haudrey por convertirse en salteador y forajido.

Sin embargo Gwraidd no se dejó, en un primer momento, llevar por la rabia. El feudo había sufrido mucho, y aun más sufriría si nadie hacia nada por evitarlo. Había viajado en el año 153 para empezar a preparar el castillo, tras los numerosos fallecimientos causados durante el invierno. En el año 154 realizó otro viaje, aun más importante. Ir a Desembarco del Rey. Demostrar la fidelidad de su familia.

Fue un desastre. Y no dejaba de ser curioso porque todo el viaje fue bastante bien hasta el final. Fue bien su planificación. Fue bien el aprovisionamiento del que se encargó durante todo el viaje, evitando igualmente cualquier ataque de bandidos durante el largo viaje. Era verdad que el pobre e ingenuo Gerrik estaba más perdido que una gallina en la halconería, actuando de forma totalmente reprochable, como las veces que fue al excusado casi delante de la comitiva pero... Hasta eso tuvo su gracia. Sí, todo fue bien durante el viaje. Incluso la llegada a la propia ciudad, y lograr la amistad con el posadero y con varios sirvientes del castillo para lograr entrar en este de forma adecuada.

Sólo faltaba la conversación con el segundo mayordomo real. ¿Qué pasó? Era difícil saberlo. Quizás fue el agotamiento. Quizás la convicción que, después de todo, ese cabronazo con quien hablaba seguro había estado implicado en los turbios manejos para perjudicar a su familia. Tan ocupado estaba de no mostrar esos verdaderos sentimientos, que el apodo con el que el rey era conocido "se le escapó" de los labios. Por los Siete, ¿cómo podía haber sido tan necio?

Su fracaso, su inutilidad, le golpeó con la fuerza de un mayal en pleno rostro. El resto del año, y el siguiente, se concentró en su dolor y en su sensación de abatimiento, que combatió en maratonianas sesiones de entrenamiento. Hubo días en los que no habló con nadie. También empezó a visitar Solaz del Soldado, a beber, aunque sin llegar a emborracharse. ¿Estaba esperando que alguien le diera problemas, una excusa? De ser así la excusa no se produjo y la figura de Gwraidd se hizo conocido en ese feudo. También en ese año rompió su relación (si es que a follarse a una criada y llevarse bien con ella puede llamarse relación) con Daula. Los pensamientos que dedicó a la misma y a esa relación sólo fueron una nueva excusa para hacerse daño. Incluso el comportamiento de Tanya le sirvieron a tal fin.

Hacerse daño. Tal vez por eso necesitaba ir a un torneo. Lo deseaba. Ganar, o perder. Pero tener un enemigo en frente a quien poder culpar por todo, aun cuando fuera en una justa galante. Y quizás, con un poco de suerte, encontrar una esposa. Sí, quería ir a un torneo. Pero el invierno se lo impidió, así como sus errores pasados. Suspiró, pesadamente. Era lo que había.

¿Que fue lo que cambió? ¿el juicio de Ser Baltrigar? ¿los intentos de conversación de Pendrik? ¿encontrar a su hermano en Solaz del Soldado y el cruce de acusaciones con cierto tono... llamémoslo familiar?

Finalmente, con la llegada de la primavera, su enfado y su rabia se habían disuelto, llevándose con ellas la melancolía y el dolor. No toda, claro. Pero sí buena parte. ¿Consideraba que su padre lo había hecho bien? En absoluto. ¿Consideraba que sus consejeros lo habían asesorado bien? Para nada. ¿Echaba de menos a su familia ahora, con su madre en las Hermanas Silenciosas, su hermano Haudrey considerado un traidor, sus hermanas desaparecidas en los azares de sus respectivos matrimonios y Pendrik lidiando con sus propios problemas? Cada minuto.

Sin embargo ni eso, ni todos los males que habían afrontado, tenían importancia. Lo verdaderamente importante era la familia. Aun cuando ahora el señor de Aguas Claras fuera Ser Horwin, este había nombrado a Pendrik como su heredero. No podía estar seguro que, cuando llegara el momento, Ser Horwin fuera a cumplir su promesa. Pero sí podía hacer lo posible porque el castillo de Aguas claras y el feudo fueran lo que debían ser. Aprovechando la ausencia de Ser Horwin recorrió nuevamente el feudo, buscando la situación del mismo. Revisó el castillo, para conocer, otra vez, cómo se encontraba, qué había y qué faltaba. Habló con sus hermanos, visitó a su madre, volvió a reanudar su relación con Ser Madrigal. Revisó que las necesidades de los sirvientes del castillo estuvieran cubiertas, y trató de prepararlo todo para que la primavera dejara las arcas llenas. Incluso se preocupó de buscar a Arroyo, el huérfano de Bethan, un lugar en el castillo, y alguien que pudiera cuidarle.

Sí, todo apestaba. Pero cuando escuchó la poesía infamante que circulaba sobre él, y las canciones de taberna sobre ellos, no se sintió escarniado.

- Vaya, somos importantes- dijo en alta voz- Mientras nadie olvide como justa Ser Trycian y que yo mismo he vencido a dos señores en justa... Y mientras nadie olvide que la estupidez de los Lefford ha provocado su caída mientras los Tully siguen mandando en Aguasclaras y mi hermano sigue siendo heredero- soltó una risotada

Cualquiera sabía que la mala fama era mucho mejor que la ninguna fama.

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13/07/2015, 18:13
[OUT] Armase.

Viñeta Final 1/2

Ya nadie recuerda a Armase, aquel jinete libre que demasiadas veces había puesto su vida en peligro. Era un crío campesino cuando entró al servicio de Ser Hadder señor de Aguasclaras. Armase era hijo de un soldado de Martell y una campesina dorniense. Su padre viajó durante un permiso a Dorne a ver su hijo recién nacido cuando, durante el transcurso del viaje, su caballo tuvo un traspiés, el jinete cayó y se desnucó. Armase había nacido con mala estrella. 

Armase era un muchacho joven, terco, un poco brabucón pero con un sentido tan profundo del honor y el deber que bien parecían verídicos los rumores sobre su sangre noble-bastarda. Cuando entró al servicio de Ser Hadder fue el único plebeyo en toda la historia conocida de Aguasclaras que tuvo el coraje, sino la osadía o incluso impertinencia, de exigirle al señor feudal ciertas condiciones, todas ellas se movían alrededor de una figura: su madre.

Ser Hadder accedió a las condiciones del muchacho y a acogerlo en el castillo, pues bien conocía lo que se contaba de él y el título que habían oído los soldados reclutadores que se le atorgaba al muchacho en su pueblo. Aparentemente lo llamaban "Masacre de Bandidos"; y es que se decía que a los quince años, sin entrenamiento alguno como soldado, Armase cogió las armas de su fallecido padre, que sí lo era y masacró un campamento de maleantes. 

Su madre tenía un buen trabajo como sirvienta del castillo por lo cual Armase disfrutaba de su vida por dura que fuera: El jinete no dudaba en seguir las normas haciendo todo lo que se le pidiera: luchar contra maleantes, recoger mierda, hacer guardias dobles y triples, defender el castillo aún a costa a veces de sus propios inquilinos...

El octavo mes del año 148 Naneleth la madre de Armase murió, víctima de la plaga a la que tanta gente se había llevado. 

Extracto de las crónicas del castillo de Aguasclaras:

 

El escándalo hizo que el Maestre Ammon apareciera a la puerta para oír los últimos intercambios de palabra entre madre e hijo. Tras él las criadas y algún que otro ayudante se asomaron.

- ¿Pero qué decís? ¿Por qué me habláis ahora de "vos"?

- Porque sois, Armase... Armase Arena, noble... no de cuna... pero de sangre y quiero que me prometáis que luchareis por un sitio de honor...

(...)

Según se cuenta por el castillo... 

"Armase susurró algo a los oídos de su madre, nadie sabe lo que dijo... ni siquiera saben si su madre lo llegó a oír; pues cuando el jinete se levantó de su vera ella ya yacía con los Siete, allí donde van las acompañadas por la Madre o la Vieja. Lo que sí se sabe en el castillo es que Armase lloraba al salir de la habitación, fue la primera y la última vez que vieron a aquel hombre llorar"

Tras la muerte de su madre, Armase pidió ser reconocido como noble y su Señor Hadder prometió poner al maestro Ammon a averiguar lo posible sobre sus orígenes.

Después de la muerte de Ser Hadder, Armase pidió ser reconocido a Ser Horwin como noble. Pero las palabras que le transmitió el nuevo señor feudal fueron tan parecidas a las del antiguo y difunto Señor que el jinete no las aceptó. Armase estaba harto de palmaditas en la espalda y de "haremos lo que podamos". Quería una decisión: si no era reconocido, se marcharía del castillo. El jinete había recogido mierda durante años para que su madre estuviera bien atendida, había matado y había estado a punto de morir para que ella estuviera bien. Pero entonces ella ya estaba con los siete y no importaba lo que pudiera sucederle a él. 

Ser Horwin le abrió las puertas y lo invitó a marcharse, a irse para no volver jamás, pues el señor feudal no permitiría volver a alguien que había estado a su cargo en las defensas. Armase aceptó el camino del exilio, cogió sus armas, su caballo y se fue de allí sin volver la vista atrás. 

Lo que Armase susurró a su madre antes de morir fue: intentaré conseguir ser reconocido como noble, pero no volveré a arrodillarme jamás, prefiero ser un plebeyo con honor que un caballero sin amor propio.

Su madre murió feliz al oír aquellas últimas palabras de su hijo hacia ella: Armase era la mejor copia de su difunto marido en este mundo. Ello, la hacía regocijarse en orgullo, mientras se dejaba abrazar con alivio por la muerte.

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14/07/2015, 00:37
Cicatriz.

VIÑETA FINAL

CASTER CARACORTADA, mal llamado Cicatriz. 

 

    PRÓLOGO: MAESTRE AMMON. 

 

    En algún momento pasado, en el Castillo de Aguasclaras.

     Los Castillos viejos tienen varios achaques, y uno de ellos, uno especialmente molesto, es que son húmedos en invierno.

     El Maestre cubrió con un paño húmedo la cesta repleta de la argamasa de semillas del ricino, raspaduras de tejo y mole de nuez vómica y salió de la pequeña sala sin ventanas cerrando con llave la antigua cerradura. La bajada desde la torre hasta el nivel de las habitaciones era empinada como la caída a los infiernos, con todos aquellos escalones estrechos y altos, y Ammon se ayudó de la mano, apoyándola sobre el muro, mientras pensaba en el frío. Incluso allí arriba, con el débil sol calentando las piedras durante toda una afortunada mañana sin nubes, el frío acero de la humedad penetraba hasta la última de sus articulaciones, haciéndolas crujir a cada paso. 

     En la planta intermedia aprovechó para asomar su cabeza por uno de los ventanales, cuyos postigos habían sido abiertos con el fin de permitir el paso a luz y aire: los Castillos viejos tienen varios achaques, y la persistencia de los malos olores por entre sus piedras no es el menor de ellos. Cada mañana, aun en el más crudo de los inviernos, la servidumbre debía abrir los ventanales de las dos plantas intermedias para aventar un persistente olor a moho y vinagre que nadie parecía saber de dónde venía. Ammon sí lo sabía, pero consideraba que hay cosas que deben dejarse donde están sin ser molestadas. Especialmente los cadáveres antiguos guardados por Castillos viejos. 

     El Maestre olisqueó la mañana a través de la ventana, el dulce viento macerado por la resina de las coníferas, la macedonia de hedores que llegaban de las porquerizas mezcladas con escasa fortuna con la desbordante ola de contrastes venida del mercado que habían levantado durante el alba en la plaza de armas. Miró hacia arriba, buscando la posición del sol. Demonios, ¿tan tarde? La ronda final entre el joven Madrigal y Ser Baltrigar Tormenta debía estar a punto de comenzar. 

     Demonios. Demonios, demonios, demonios.

     Los Castillos Viejos tienen varios achaques, y sin duda uno de los más curiosos es lo complejo de sus tránsitos intestinales. Tras uno de los viejos y gruesos tapices que decoraban el pasillo del ala principal, uno de tantos que mostraban con poca habilidad un combate entre un jinete de dragón y un caballero montado armado con una sobredimensionada Estrella de la Mañana, el Maestre localizó un mecanismo de metal; con un golpe seco tiró de un pequeño pestillo y lo corrió, abriendo una discreta puerta cuya localización sólo conocían él mismo, Vesania, Ser Hadder y el Mayordomo Probis. Había varias de aquellas puertas, atajos entre zonas francas diseñadas para agilizar los movimientos del servicio sin interrumpir las cómodas vidas de los señores. Pero a Probis le disgustaban los correteos de las ratas, las de cuatro patas y las de dos, y había preferido, con buen criterio, mantener esos corredores limpios de pies, patas, y oídos. Así que gracias a ello Ammon podía permanecer en movimiento sin detener sus complejos procesos mentales a causa de algún encuentro indeseado.

     El largo corredor descendía hasta la primera planta de un modo casi imperceptible, pobremente iluminado por pequeños tragaluces dispuestos cada pocos pasos. El diseño de los corredores era un verdadero prodigio, debía admitir el Maestre. Siempre había sentido una gran curiosidad por los Castillos, y en Ciudadela había destacado entre sus compañeros por sus conocimientos sobre fortalezas; Aguasclaras era pequeño en comparación con alguno de los grandes Castillos de Occidente, pero en su cuidadosa construcción no se había escatimado en gastos. Comenzando por el maestro constructor que lo diseñó, sin duda uno de los grandes de su tiempo y uno de los preferidos de Ammon, un norteño de gran imaginación que, sin duda, se había empleado a fondo con aquella mediana (pero rocosa) fortaleza. 

     La puerta se abrió. Ammon asomó la cabeza, pero no había nadie. Todos estaban en el campo de justas, por supuesto, pero el Maestre había aprendido a ser discreto desde que se encontraba dentro de su cuna en aquel exquisito lupanar de Antigua. Cruzó el ancho pasillo que conducía a las cocinas y se adentró en una pequeña sala de descanso que no se utilizaba desde hacía décadas.

     Los Castillos Viejos tienen varios achaques, en efecto. Pero también contienen sabiduría, hermosos recovecos a descubrir, historias terribles que mostrar tras esquinas inundadas de polvo y sangre cristalizada. El Maestre había dedicado más de un año a pasear durante horas a lo largo de todas y cada una de las habitaciones, estudiándolas, midiendo sus dimensiones, hallando lugares cerrados donde, en ocasiones, podías toparte con huesos cuarteados vestidos con ropajes caros. Aunque aquel mecanismo concreto en el muro no lo encontró durante sus largos deambulares, sino en un libro, un diario antiguo que atesoraba a buen recaudo en sus dependencias. 

     Presionó en dos puntos al tiempo. El satisfactorio crujido, el hedor a viejo y cerrado. Ammon empujó, lamentando que, dentro de pocos años, sus escasas y menguantes fuerzas ya no le permitirían transitar por determinados lugares. Pero ya tendría tiempo de llorar por sus energías perdidas: tenía cosas que hacer.

     De entre todas las muchas tripas de aquel viejo Castillo, aquella era una de las menos transitadas. Nadie, aparte de él mismo, conocía en la actualidad su existencia, tal y como sucedía con algún otro corredor oculto. El Maestre había llegado a la conclusión de que la localización precisa de todos los pasillos y corredores secretos del Castillo tan sólo la había atesorado su constructor, de tantos que eran, y aunque la mayor parte de ellos carecían de utilidad práctica (limitándose a comunicar pasillos dentro de una misma ala), éste en concreto no era uno de ellos. 

     No. Éste era muy valioso.

     Ammon tomó una lámpara de aceite del suelo y se la llevó a la nariz, husmeando. La había dejado él en aquel lugar, pero aunque no contaba con demasiados enemigos en aquellas tierras uno nunca podía (no debía) estar seguro. Sea como fuere, el olor del contenido debió agradarle: extrajo un pliegue de tela de uno de los bolsillos de su túnica, y un pergamino doblado de otro, mezclando el contenido. Después, dejó caer un pellizco del compuesto sobre la mecha y una llama brotó con fuerza iluminando el pasaje, una suerte de oquedad angosta mal trazada que se adentraba en la roca, penetrando la tierra y deslizándose a lo largo de un cuarto de legua hasta desembocar en un conjunto de enormes piedras al abrigo de las miradas, tras el Castillo. 

     Durante el largo paseo, Ammon había dejado volar libres sus pensamientos. Los infructuosos experimentos de los últimos meses con la sabia del arciano con el fin de recrear el ungüento que, estaba seguro, alguien había utilizado en secreto para tratar las quemaduras de Ser Trycian; las copiosas clases con el joven y prometedor Haudrey; la preocupación en el rostro de Ser Hadder, quien veía cómo su feudo se veía asolado periódicamente por culpa de los bandidos, un enemigo demasiado volátil que jamás ofrecía batalla; la curiosidad que había despertado en él la extraña y notable habilidad de Nana, quien disfrazaba con cánticos y susurros un verdadero y profundo conocimiento de las artes curativas; los misterios asombrosos y desconcertantes del Gigante que ahora ocupaba su mesa de trabajo y cuya mente estaba moldeando con sumo cuidado; y el Castillo, claro, aquel Castillo Viejo y lleno de achaques al cual él, un hombre también viejo y lleno de achaques, consideraba su casa. Ahora, cuando se acercaba al final del corredor, se obligó a centrar su atención en el asunto que se disponía a tratar. Llevó la mano libre a uno de los bolsillos y acarició los dos viales, el que contenía la tisana contra los herpes vaginales y el otro. El otro...

     –Lengua, Daga, Látigo, Arco, Lanza –murmuró de forma inconsciente mientras entraba por fin a la pequeña sala donde lo esperaba el gigantesco guerrero, la mente perdida. La sala donde ocultaba sus esfuerzos tras la desafortunada muerte del Septon Eulocis. Su sala. Caster trató de enfocar su rostro mientras el Maestre Ammon sonreía-. Lengua, Daga, Látigo, Arco, Lanza… y tú serás Maza. Maza, Lengua, Daga, Látigo, Arco, Lanza. Ahora repite.

 

--------------

CASTER.

1. Mes uno del año 154 después del Desembarco del Rey. Posada “El Ciervo y el Jabalí”, en Solaz del Soldado.

 

-A gusto que te cagas -dice el campesino. El hombre es uno de esos famélicos especímenes condenados a convertirse en hueso forrado de piel arrugada a la muy avanzada edad de cuarenta años. Su boca anda tan escasa de dientes que, a través de los huecos Caster (y pese a la considerable distancia) puede entrever hasta el rosado fulgor de la campanilla.

No es que le interesen las conversaciones privadas. A Caster suele traerle sin cuidado lo que dicen o piensan los demás, sean quienes sean. Ya le traía sin cuidado lo que pensaba su amo Ser Hadder, limitándose a cumplir hasta la más extraña de sus órdenes, como para pararse a atender a las estupideces que se le puedan ocurrir a un muerto de hambre como el tipo de la barra. O a su compañero de vino. O a los diez o doce matasietes que merodean por el lugar tratando de captar la atención del Señor del Crimen. No, al Caracortada casi todo le importa muy poco. Pero ese mierdecilla plantacebollas ha mencionado a Baltrigar, y Baltrigar es una de las pocas cosas que sí le importan.

-¿Pero cómo coño puede estar a gusto…? -dice el de la mesa de al lado, exagerando una incredulidad que no siente-. Aquí, en el feudo, con todos sus santos cojones, viviendo en casa del enemigo…

-Pues eso es lo que me han dicho -dice muy seguro el primero, sin dejar de asentir-. Yo me limito a repetirlo: le han dado un ala de la mansión esa dorada que tienen, la que les han pagado los Lannister. Entrena al chiquillo, ese tontorrón que se cree todas las mierdas de los caballeros y los lances y las justas. Y se ha hecho amiguete de Bola de Sebo. El Baltrigar nada en abundancia. 

-Vaya.

-Vaya. Eso mismo dije yo. 

El labriego rompe a reír, animado por algún chiste privado que parece comprender sólo él. Sus compañeros corean sus risas sin ganas: en realidad, a nadie le importa una mierda lo que haga Ser Baltrigar. Pero bueno, de algo hay que hablar después de estar plantando allium cepas durante diecisiete horas seguidas.

Y entonces, sin darse cuenta, el hombre dice algo que no debe decir:

-Toma pedazo premio por matar a tu Señor -murmura entre toses sin dejar de reír-. Tiene huevos: de bastardo tormentas a sueldo de un hediondo afluente de Ríos, a mamporrero de los Leones en…

El gigante se levanta.

En la posada, cuando el gigante se levanta todos callan. Han aprendido a temerlo, a respetar que ya no sea el hombre que fue cuando servía como jinete libre a su Señor muerto. A cerrar la boca cuando ése que, según dicen, mató a Bonhard, ronda el lugar. 

El labriego es tonto. Lo es, y lo sabe: ya se lo decía su madre de rapaz, y su padre también, mientras lo molía a golpes. Se lo dice ahora la tortura animada que es su mujer. Hasta sus hijos le reprochan lo tonto que es. Pero ¿estúpido? No, estúpido no: ha visto cómo Cicatriz reventaba de un manotazo los huevos de un mercenario que decidió reírse del anterior Señor de Aguasclaras. Y digamos que tiene en gran aprecio a sus propios huevos; así que cuando el Caracortada se levanta, el labriego entierra su frente sobre la barra cubierta de tierra y serrines y cierra su boca como si jamás hubiera existido una oquedad entre sus labios.

Caster mira hacia el suelo. Agita una de sus mejillas. Tose. Con su mano derecha toma la descomunal Estrella de la Mañana que, desde que se hizo a los caminos siguiendo a Haudrey, ya no limpia de los restos de sesos, cabellos, huesos y sangre. Tose de nuevo. Luego, sin dejar de ver por el rabillo del ojo la mirada nerviosa de Kurst desde su mesa de la esquina, se dirige a la salida pasando junto a la mesa de Haudrey. 

El muchacho le toma del antebrazo.

-¿Dónde coño vas? -masculla entre dientes.

El gigante no desvía la mirada. Agita levemente la mano y la presa de Haudrey se libera al instante.

-A mear -dice, mientras empuja la puerta y sale a la noche. 

Desde su mesa, el bastardo de Ser Hadder rumia si moverse o no. Respira profundamente, niega con la cabeza.

-A mear y una mierda -murmura, levantándose a su vez.

———————————

A las puertas de la mansión de los Lefford hay una considerable cantidad de matones y guardaespaldas. Las diferencias entre ambos son mínimas: los primeros visten harapos, los segundos no. Punto.

Junto a ellos, embutido en su armadura reluciente y con una jarra de cerveza en la mano, Ser Baltrigar escucha sin asomo de humor risas y bromas a las luces de los fuegos de la fogatas. De tanto en tanto asiente, hace como que sonríe… pero su mente está en otro lugar. Uno de los matones grita una obscenidad acerca de las nalgas de la antigua señora de Aguasclaras y Baltrigar vuelve el rostro, amagando una mueca de dolor.

De pronto, una voz desde la oscuridad de la noche sin luna y varios de los hombres trastabillan hasta caer al suelo. Los más despiertos toman sus armas, lanzan voces, se agrupan mientras uno de ellos grita “¡muro de escudos!”. Baltrigar frunce el ceño. Se alza en toda su imponente humanidad escudriñando la noche: la voz ha gritado su nombre. Y es una voz inconfundible.

Una mole acorazada e imposible avanza paso a paso, balanceando una estrella de la mañana. Se acerca hasta detenerse a unos pasos del muro de escudos formado por unos quince hombres. Los mira hacia abajo desde la atalaya de su cabeza durante unos segundos sin odio, calibrándolos. Luego los ignora y desvía la vista hacia su objetivo.

-¡Baltrigar! -grita de nuevo-. Veo que tienes muchas niñeras alrededor cambiándote los pañales sucios y apestosos. Que me place. Ven aquí: yo te los cambiaré para siempre.

-Caster -dice Baltrigar, acercándose a su vez al Muro de Escudos desde su propio lado-. Me preguntaba cuánto tardarías en aparecer.

-Demasiado. Ahora ven.

-No puedo -dice el Tormenta tras dudar unos instantes-. No… no puedo.

-Traidor -escupe Caster.

-¿Traidor? -Y Baltrigar parece ahora genuinamente airado-. ¿Yo? ¿Y dónde estabas tú cuando murió tu Señor…? Traidor, dice. ¿Dónde cojones estabas tú cuando mataban a mis niños, esos a quienes debías proteger con tu vida, eh? ¿Traidor yo? ¡Tú eres un jodido cobarde!

Desde lo profundo de la noche Haudrey cierra los ojos mientras baja la cabeza. A unos diez metros de él, puede sentir como Caster tiembla. Escucha un tintineo, producido por la cadena de la Estrella de la Mañana agitándose sin control bajo la mano derecha del gigante. Y el calor, un casi imperceptible aumento de la temperatura que quizá, sólo quizá, procede del cuerpo en tensión del Caracortada.

El gigante da un paso atrás, como aturdido. Ha recibido un golpe, no cabe duda, y su enorme cuerpo lo acusa. Al tiempo que su pie recupera la posición inicial, un gruñido bajo comienza a brotar de su boca.

-¡Muro, muro…! -exclama uno de los guardaespaldas cuando ve cómo Cicatriz da un paso, y otro, y de repente comienza a correr hacia ellos mientras un gemido animal inunda la noche-. Joder, ¡muro, por vuestros cojones, muro!

No parece posible. Quienes esa noche contemplan la escena, dudarán después de si se ha producido como sus ojos dictan o si sus recuerdos están manchados por el tiempo y las noches de borracheras. 

El Caracortada avanza como un destrero pesado a la carga. En el último instante agita la estrella de la mañana y una cabeza vuela una decena de metros antes de detenerse en el suelo y rodar. Choca contra el muro de escudos ignorando las espadas y hachas que, milagrosamente, sólo encuentran el cuero y acero de su brigantina pesada. El golpe desplaza a cuatro hombres hacia atrás, destrozando la homogeneidad del muro. Pero no se detiene allí: tres pasos más allá, Ser Baltrigar, desconcertado, alza su escudo deteniendo a duras penas un golpe descendente (y jamás nadie había lanzado antes un golpe hacia abajo contra un hombre de su tamaño) que destroza la pieza defensiva reforzada abollándola increíblemente, al tiempo que empuja a su portador hasta el suelo. 

El gigante alza su arma y la descarga dos, tres veces más. El primer golpe arrebata el escudo del brazo de su enemigo. Los otros dos fallan gracias a la pericia del Tormenta, quien se revuelve como una serpiente en el suelo tratando de apartarse del monstruo que quiere su sangre. Sólo la nube roja que envuelve el sentido de Cicatriz, aturdiéndole, le permite sobrevivir. 

La nube roja y los veinte mercenarios de Sanguedor que irrumpen a gritos en la plaza. De forma simultánea, otros tantos hombres de Kurst desembocan desde varios callejones dirigidos por los gritos de Haudrey, quien no deja de aullar “¡Cicatriz!, ¡Cicatriz…!”. El joven bastardo, seguido por cinco asesinos de su plena confianza, atraviesan el desmembrado muro de escudos y rodean al Caracortada, tirando de él hacia atrás, tratando de controlar a una bestia desencadenada que, en ese instante, no es sino terremoto, huracán, peste.

——————————————

Dos horas y seis muertos después, de regreso a la posada del “Ciervo y el Jabalí”, el Señor del Crimen escucha asombrado el relato de labios de Haudrey. El anciano criminal desvía una mirada cargada de reproches al gigante y murmura, torciendo levemente la comisura de sus labios:

-¿Y tú no tienes nada que añadir?

Caster baja la cabeza. Ha matado a cuatro hombres, pero tan aturdido estaba que apenas sí lo recuerda.

-Sólo salí a mear -dice.

-A mear -Kurst asiente. Sonríe-. A mear.

En el exterior, dos porteadores tratan de conducir un carro repleto de muertos hacia las porquerizas del linde de Solaz. Escuchan las risas a carcajadas que vienen desde la posada y se miran el uno al otro, fatigados. Demonios, piensan, no les pagan lo suficiente. Ni de lejos.

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14/07/2015, 13:32
Escudero Horace Crakehall "El Enanito".

VIÑETA FINAL

Al alba el sol despunta en el horizonte, intensos y cálidos dedos que me agarran y me dan la bienvenida a un nuevo día. Cada mañana el mismo ritual sin sentido, haga frio o calor, llueva o nieve, despierto sin quererlo entre largo sudor frío y con ella en mi pensamiento.

Cada noche la misma pesadilla, cada mañana la misma sensación. El deseo imperceptible de que todo quede en una pesadilla, en un mundo de sueños que acabe con el nuevo despertar.

Al asomarme a la ventana puedo verla, lady Rowenta, puntual como cada mañana, a lomos de su caballo y seguida por su aguerrido guardaespaldas, es todo lo que me está permitido acercarme sin que todo el castillo murmulle. Noto como cada mañana desea devolverme la mirada, pero sería demasiado imprudente y aunque no le guste sabe cuál es su posición, quizás sea eso o quizás solo lo desee y me esté volviendo loco después de todo, en la soledad de mi habitación todo parece diferente pero ya estoy harto de esperar, mi padre siempre me ha dicho que debo luchar por lo que quiero… nunca he tenido el valor de mi hermano, pero algo en mi interior me impulsa como nunca lo ha hecho… quizás sea eso que llaman amor.

Lady Rowenta y Ser Pendrik hace tiempo que no yacen en la misma alcoba, de todos es sabido que no hay sentimientos y ya es hora de que reclame lo que amo. Me visto con las desgastadas ropas que esperan mientras pienso en cómo decírselo, “Simplemente seré sincero, es un buen hombre y lo comprenderá es algo entre caballeros” pienso en mi adentro intentando convencerme a mí mismo de lo justo de mi reclamación.

Tras abrir la ruidosa puerta, me dirijo al salón principal repasando mentalmente las palabras a utilizar, al llegar puedo ver a Ser Pendrik quien está acabando de desayunar.

- “Siento importunaros, me gustaría tratar un asunto con vos.”

Digo acompañado mis palabras con una reverencia, tras asentir amablemente se levanta de la silla y me invita a dar un paseo.

Mientras paseamos las palabras parecen ahogarse en mi garganta negándose a salir a la libertad del aire, tan solo frases entrecortadas y carentes de sentido se extraen de mi temblorosa voz. Una sonrisa se esboza en el rostro comprensivo de Ser Pendrik, cuando por fin mi voz parece aclararse.

El rostro de Ser Pendrik se torna de la sonrisa al enfado como el crepusculo lo hace con la noche y el día conforme escucha mi confesión, sin duda puede ser que no sienta nada por lady Rowenta, pero el honor es quizás más importante para un noble que el propio amor.

- “No es justo, ni si quiera la amáis. Tan solo es vuestro tozudo honor el que habla por vos”.

Replico sin apenas pensar cual es mi posición… las palabras suben de tono hasta el punto de que las manos no pueden quedarse quietas, Ser Pendrik me golpea llamándome al orden no sin razón, pero mi mente yace secuestrada por el sentimiento profundo de mi corazón, el cual me lleva a replicar las palabras con palabras y los golpes con golpes.

El ruido se convierte en estruendo y pronto no pasarán desapercibidos, la irá y la rabia tan fuertemente reprimida en mi interior toma el control de mi ser, soy incapaz de controlarlo, tan solo lo hago cuando veo mis manos llenas de sangre, sangre de noble que sin duda sería la responsable de mi muerte.

Permanezco inmóvil en estado de shock mientras la guardia me reduce sin compasión entre gritos y golpes hasta que mi mente se apaga y la oscuridad me abraza…. y me atrapa.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando vuelvo en mí, pero el escenario ha cambiado. Subido en una silla puedo notar como mi voz vuelve a estar ahogada, esta vez por una soga que se aferra sobre mi garganta, al alzar la mirada puedo verla a ella con las lágrimas en su rostro, quiero pensar que no son por Pendrik y que son por mí… la miro a los ojos en busca de una señal y allí encuentro la tan ansiada respuesta, una extraña sonrisa se dibuja en mi rostro mientras mi cuerpo cuelga de la soga... ya nada importa… tan solo que me ama.

Un nuevo día y el largo sudor frío vuelve a envolver mi cuerpo cuando al alba, el sol despunta en el horizonte...

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14/07/2015, 14:18
Ser Baltrigar "el Traidor".

VIÑETA FINAL.

El sonido del golpe seco del hacha resonó en los alrededores. Medio tronco cayó hacia un lado mientras el otro medio se sostenía sobre el tocón. El hombre alzó uno de los brazos para secarse el sudor que perlaba su frente con el antebrazo. Inspiró hondo y colocó un nuevo tronco para prepararse a partirlo.

Qué distinto era aquello de Aguasclaras. Ahí sólo escuchaba el piar de los pájaros cada mañana, y en las contadas ocasiones en que se acercaba al pueblo eran los pocos momentos en que algo más de ruido de civilización se metía con fuerza en sus pensamientos.

Pero hoy no era uno de aquellos momentos. Escuchó el quejido de la madera y volteó el rostro. Con la mano que no sujetaba el hacha se tapó de los deslumbrantes rayos del sol y contempló la silueta de la mujer saliendo de la casa. Sonrió. Una sonrisa correspondida.

Había pasado más de un año ya. Todo lo malo había quedado atrás, aunque algunos recuerdos dolorosos les acompañarían el resto de sus vidas. Pero al menos estaban juntos. Seguían teniendo un futuro, juntos. Y sus hijos tendrían un porvenir. Tendrían que luchar muy duro y conseguir logros por ellos mismos. Baltrigar ya no podría velar por ellos. Y Clarissa tampoco. No era lo que hubieran querido, ni tan siquiera lo que habían imaginado cuando comenzaron esa andadura juntos. No era lo que hubieran deseado cuando se casaron en las tierras de los Baratheon, cuando deafiaron a la familia de Baltrigar y éste se casó con una chica que no era de noble cuna.

Le debían mucho a Ser Hadder, y a Aguasclaras. Pero ya habían dado todo lo que podían dar. No podían exigirles más. Y ahora sólo les restaba vivir felices el resto de sus vidas. Y alejados de la política. Esa política que nunca le había gustado al bastardo Tormenta.

El sonido de unos cascos sacó a Baltrigar de su ensimismamiento. Instintivamente apretó el mango del hacha con más fuerza e hizo un gesto con la cabeza a Clarissa para que se introdujera en la casa. Su mujer no le hizo caso. Seguía siendo igual de testaruda que una mula. Baltrigar se encaró con el visitante.

Un hombre menudo y delgado azuzaba a su corcel para llegar a toda velocidad a la casa algo apartada. Se frenó a unos metros de la imponente figura del antiguo caballero. Ya no vestía armadura ni lucía su otrora hermosa y cuidada barba. Su rostro, más duro y áspero, tenía algunas cicatrices. Si alguien lo había conocido en el pasado lo tendría complicado para reconocer a aquel hombre.

El visitante descendió del caballo y se acercó con pasos rápidos y cansados al hombre que sostenía un hacha en la mano. – Traigo un mensaje para Metetripas de Aguasclaras. Son indicaciones de Ser Horwin. – Indicó extendiendo un pergamino en dirección a Baltrigar.

El hombretón alzó la mano libre y cogió el pergamino. – De acuerdo. Dile que cumpliré sus órdenes, como siempre. – Gruñó como respuesta.

Esperó a que el mensajero montara de nuevo y volviera grupas. Seguramente tendría más mensajes que entregar. Luego, antes de leer el pergamino dejó el hacha junto a la leña recién cortada y regresó con grandes zancadas a la casa. En el interior, a la luz de unas velas, leyó el contenido junto a Clarissa.

El rey había fallecido, y el Consejo Privado convocaba a todos los nobles a Desembarco del Rey. Beldyr tenía que acudir.

- Se avecinan malos tiempos. – Dijo la figura ahora conocida como Metetripas.

- Le hemos educado bien. Se las apañará. Es fuerte y listo. – Respondió Clarissa.

Baltrigar sonrió y puso una mano sobre el rostro de su esposa acariciándola. – Habrías sido una excelente abuela, ¿lo sabes? – preguntó con una sonrisa en el rostro. Era una lástima que no pudieran ver cómo sus hijos seguían creciendo y haciéndose mayores. Pero al menos sabían que estaban bien.

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14/07/2015, 14:32
[OUT] Armase.

Viñeta Final Armase 2/2

Alrededor de los años 170 D.A.

"Un pueblo dorniense se despierta como de habitud. Los niños juegan lo que pueden, pues en estos lares los niños trabajan tan duro como los mayores; los mismos adultos que se apremian en recoger el maíz que pronto les reclamarán los recaudadores de Lanza del Sol. La vida es muy dura con los campesinos, azotados por varios látigos en sus vidas de los que difícilmente se podrán liberar:

Por un lado tienen una profesión que no les permite ganar lo suficiente como para poder buscar otra vida, por ende, lo poco que ganan lo pierden cuando llegan los bandidos a la ciudad. Hace tiempo que en las tabernas se sabe que el gobernador de esos lares está en tratos con los maleantes, que roban lo suficiente para mantener vivos a los ciudadanos y asegurar un buen nivel de vida al señor feudal. 

Un día llegó al pueblo un vagabundo, tirando de un burro que a su vez llevaba un gran carromato lleno de bultos. Nadie sabía quién era y en un lugar tan pequeño como ese, nueva gente significaba más problemas. En realidad todo cambio en aquella villa significaba problemas. Se rumoreaba que el vagabundo se había instalado en una pequeña casa alejada del pueblo, entre los campos de maíz, en un caserón que en tiempos de bonanza la usaban los criados que recolectaban la cosecha. 

Hoy en día no habían lujos, ni prosperidad, los esclavos existían tan sólo en la casa del señor gobernador.

Realmente aquel recién llegado fue visto como un cuervo de mal agüero y más aún cuando días después toda la familia del gobernador incluido el mismo tirano murieron por envenenamiento del pozo de su finca. A nadie le supo mal que muriera el dictador de aquel lugar, pero todo el mundo temía ahora lo peor: que los bandidos y maleantes se hicieran con la ciudad. Cuando les robaran todo lo que tuvieran no podrían pagar a los recaudadores de la casa Martell. La vida allí era una maldición, pero si algo podía haberlo empeorado era la calamitosa presencia de aquel hombre. Más tarde se escribirían canciones sobre aquél desconocido:

Un Lugar*

Se oye murmurar, por toda la ciudad
que un anciano llegó
nadie sabe quien es y todos cree ver
su negro corazón
nada trajo con el, nada le ves pedir
esto da que pensar
pensar que el viejo es, un castigo de Dios
o un siervo del mal
No tengáis miedo no, no tengáis miedo no
solo es un hombre golpeado por la edad
miradle bien, casi sin fuerzas para caminar
no tengáis miedo no, no tengáis miedo no
lleva el equipaje del que pronto partirá
creo saber lo que ha venido a buscar hasta aquí

Sin casa, ni hogar, sin sitio ni lugar
se decidió a volver
volver a esa ciudad en donde tiempo atrás
alguien le hizo nacer
se sienta para ver a los niños jugar
es toda su ilusión
le hacen sonreír y también olvidar
todo lo que sufrió

No tengáis miedo no, no tengáis miedo no
solo es un hombre golpeado por la edad
miradle bien, casi sin fuerzas para caminar
no tengáis miedo no, no tengáis miedo no
lleva el equipaje del que pronto partirá
creo saber lo que ha venido a buscar hasta aquí

Sólo busca un lugar, donde esconder
su soledad y su vejez
sólo busca un lugar, a donde huir
donde soñar, donde esperar... hasta morir

Sólo busca un lugar, donde esconder
su soledad y su vejez
sólo busca un lugar, a donde huir
donde soñar, donde esperar... hasta morir

Los bandidos jamás llegaron y se rumoreaba que estaban enterrados en unos túmulos custodiados por cuervos a las afueras de la ciudad. 

Quien sí llegó al final del año fue el recaudador de impuestos de la casa Martell. El Operario de tasas, familiar del gobernador había muerto también, así que nadie lo recibió. El pueblo tenía el dinero para pagar los impuestos, pero nadie quiso salir y dar la cara ante los hombres del trono de Lanza del Sol, ello hubiera podido significar inculparse por lo sucedido al gobernador. 

Nadie en la finca del gobernador salió a abrir la puerta al recaudador ni a sus secuaces y estos empezaron a impacientarse. Dieronse cuenta además, de que aquella zona había sido saqueada y parecía abandonada. A punto estuvieron de entrar en todas las casas a castigar a los pueblerinos, pues era evidente de que se habían sublevado contra su señor. No sería la primera ni la última vez que pasara, pero lo importante era cobrar, fuese quien fuera el que gobernara. Antes de que la situación se tensara más el vagabundo caminó solitariamente por las calles del pueblo, iba ataviado con un capote. Todos en el pueblo estaban apostados en las ventanas, observando la carnicería que se fuera a cometer allí. Oyeron al vagabundo hablar con el recaudador y hubo un intercambio de palabras que finalizó cuando el nuevo inquilino dio una bolsa pesada al recaudador. Los hombres de Martell se marcharon del pueblo sin queja alguna.

Desde entonces, los pueblerinos aceptaron a aquel hombre, lo nombraron nuevo gobernador y la paz reinó en aquel pequeño lugar"

- Abuelo, ¿cómo se llamaba ese hombre?

- Jamás quiso decir su nombre, pequeño. Nosotros sencillamente lo llamamos gobernador hasta el día en que murió.

Notas de juego

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14/07/2015, 14:34
Dhur el Cazador.

VIÑETA FINAL.

Dicen que a un hombre no puedes juzgarle por el oro que tiene, o por su categoría social. Dicen que hay que juzgarlos por los amigos que de verdad poseen. Los que le respetan por lo que realmente es.

De esos hay pocos. Dhur podría decir que contaba los hombres que le respetaran, y a los que él respetara, con los dedos de una mano.

Había pasado el tiempo y él seguía sólo. No era viejo, afortunadamente aún no. Pero sí quizá demasiado mayor para buscar esposa. No era tarde pero tampoco era lo que más le apetecía en esos momentos. Su vida había sido por y para el bosque. La había dedicado a la naturaleza y a servir a Aguasclaras en memoria de su padre. Din, el antiguo forestal, al que todos habían aclamado. Dhur había vivido siempre a su sombra, tratando de igualar los pasos de su padre. Pero era imposible. Era como tratar de alcanzar a un fantasma. De llegar a la categoría de leyenda.

Y él estaba muy lejos de ello.

Desde el anuncio que Darién le hizo acerca de que pensaba retirarse como Forestal, Dhur se había vuelto más solitario. Sabía lo que eso significaba. Sabía que Darién quería recomendarle a él como sucesor. Forestal, tal y como había sido su padre. El líder de los cazadores de Aguasclaras.

Un cargo importante, algo con lo que impresionar a las jóvenes aldeanas y plebeyas. ¿Y para qué? No era lo que él quería, aunque si Ser Horwin se lo pedía o le nombraba Forestal, Dhur cumpliría con su trabajo con toda la eficiencia posible.

No, desde que Darién se lo comentó a la luz de aquella hoguera, Dhur se había dedicado a patrullar a solas por los bosques cercanos. Era una sombra en movimiento. Se ocultaba a la perfección en aquellos terrenos que conocía tan bien. No se le oía, no se le veía… un auténtico fantasma.

En alguna ocasión ayudó a varios viajeros sin que lo supieran… desde la espesura. Quizá fue ahí donde comenzaron los rumores. Como no, la sombra que proyectaba su difunto padre era enorme. Decían los rumores que el fantasma de Din seguía patrullando los bosques. Dhur no decía nada, sólo sonreía para sí y se callaba.

Aunque todo cambió. Aquella mañana en que le comunicaron que el crío de Bethan había desaparecido. Un niño pequeño de apenas cinco años. Había burlado la seguridad y había salido del castillo, y nadie podía encontrarlo. Decidió ir tras él. Y aunque era un niño de apenas cinco años, le costó encontrar la primera pista. Luego todo fue coser y cantar, y acabó alcanzando al muchacho y encontrándolo junto  unos árboles cerca de un camino.

Era increíble cómo había llegado tan lejos él sólo. Y a medida que regresaba con Arroyo en brazos a Aguasclaras, Dhur, sin saber cómo, comenzó a preocuparse por el chico. Su padre había muerto. Y no es que Dhur fuera muy amigo de Bethan. Pero sí eran conocidos. O algo a medio camino entre amigos y conocidos. Lamentó su muerte a manos de aquel bandido, Cicatriz. Lamentó que su chico fuera ahora un huérfano sin padres ni oficio. Y antes de llegar a Aguasclaras lo había decidido.

Pediría a Ser Horwin ser el tutor del chaval. Le enseñaría el oficio para que algún día fuera un cazador de provecho para Aguasclaras. Estaba claro que el crío tenía madera. En cierto modo, sería como su hijo. Un hijo que Dhur nunca tendría.

Y el solitario Dhur volvió a cambiar. Ya no estaba sólo. Ahora tenía alguien que dependía de él. Alguien de quien preocuparse. Alguien a quien educar y a quien enseñar todo lo que sabía. Y después de tanto tiempo, Dhur recordó lo que significaba tener una familia. 

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14/07/2015, 15:14
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

VIÑETA FINAL. Finales del año 154 de la dinastía Targaryen. Madrigal y su hijo bastardo, Maegor, viajan a las ruina de Piedras Viejas en busca de la Vieja Meridia.

Jamás se arrepentiría de haber emprendido ese viaje por doloroso que hubiera sido dejar al recién bautizado Alecto en el Castillo de Aguasclaras al cuidado de su abuelo Otto. Maegor era un excelente compañero de viaje que hacía que el tiempo pasara volando. Un viaje que acrecentaría los vínculos entre padre e hijo bastardo y que serviría también para el entrenamiento de su hijo como escudero, asegurándose así que algún día llegara a ser nombrado caballero. No dejaba de tener razón su padre al decir que Maegor no podía permanecer protegido eternamente tras los muros del castillo. Le vendría bien la dura vida del viajero para endurecer sus suaves maneras.

Muchas pequeñas aventuras y duros entrenamientos a caballo tuvieron lugar durante el trayecto. No se entretuvieron demasiado, pues su objetivo era claro: encontrar a Meridia la Vieja, la Bruja como decían algunos, e interrogarla sobre Alecto, su hijo fruto de su matrimonio con Alethéia Casagrande. A pesar del carisma del caballero y su buen hacer con las gentes de Piedras Viejas, Meridia resultó ser una anciana escurridiza.

- Siempre me han asombrado lo correosas que pueden ser las mujeres una vez se han hecho viejas.- Le dijo a su hijo Maegor, el cual conocía la peculiar relación de Madrigal con las mujeres de avanzada edad, como su abuela Gwendolyn Caswell, la difunta Nana o incluso Meridia.

- ¡Ay!- Fue la respuesta de Maegor para sorpresa del caballero. Miró a su hijo y vio cómo forcejeaba con Hugin, su cuervo de plumaje blanco y negro, que jugueteaba tratando de arrancar finos cabellos de la bella cabellera de su hijo.- Siempre le gustó arrancarme cabellos dorados.- Dijo con melancolía y un atisbo de celos ante el cariño que el cuervo había profesaba por su hijo bastardo.

- Lo sé, Padre, pero me va a dejar calvo como siga así. Está insoportable desde que llegamos a Piedras Viejas.- Hugin graznó un par de veces antes de revolotear en círculos por encima de las cabezas de sus dueños.

- Se estará haciendo viejo. Quizá quiera hacerse un nido con tu cabello y poner allí un huevo.- Maegor miró a su padre con los ojos entrecerrados. Estaba cansado, dolorido y de mal humor por llevar a Hugin en su hombro comportándose de aquella manera, y lo que menos necesitaba ahora era una ración del “sentido del humor” de los Oakenshaf-Casagrande.- Pero sí que es raro sí.- Dijo observando el vuelo de su cuervo. Dejando aparte el recelo sentido anteriormente, Madrigal frunció el ceño.- Creo que quiere decirnos algo.- Elevó el brazo haciendo que Hugin se posara en su puño cerrado. Le susurró unas palabras dulces y el cuervo pareció asentir a su dueño.- Mmmm, ¿no notas nada extraño? Siento como si una mirada furtiva se me clavara en la espalda.

- Lo único que noto son las ampollas, Padre.- Pero caída ya la noche, iluminados sólo por los farolillos que pendían de las esquinas, Maegor vio unos felinos ojos que los observaban desde las sombras.- Mira Padre, ese gato nos observa. Quizá sea eso por lo que Hugin está tan nervioso.- El cuervo odiaba a los gatos. Madrigal le había contado infinidad de veces el épico combate que había tenido Hugin con el enorme gato de Vesania Oakenshaf, La Bruja. Es sí que era una bruja.- ¿Todas las Brujas tienen un gato que las acompaña verdad?- Ahora era Maegor el que bromeaba.

- Ya te he dicho que Meridia no es una bruja. Eso son tonterías de la gente que no comprende que una anciana acumula la sabiduría que le dan los años. – Madrigal hizo que su montura caminase silenciosa y lenta como sólo él podía hacerlo hacia el felino. Los ojos seguían fijos en ellos, sin inmutarse. Ya era extraño en un gato no huir a la primera de cambio pero más extraño fue comprobar que eran cuatro ojos los que les observaban.- Pssss, pssss, vamos bonitos, salid de ahí que no os vamos a comer.- No dudaba que los habitantes de Piedras Viejas comiesen gatos, pero Madrigal y Maegor habían preparado bien su viaje y venían servidos. Un enorme estruendo precedió a la escapada del felino que, en su trayecto, golpeó un enorme barril lleno de agua, volcándolo en el suelo.- ¡Por las barbas del Guerrero, hijo! ¿Tú has visto eso?- Maegor hacía esfuerzos para distinguir la sombra que huía. Se movía de manera extraña, renqueante, como si estuviera coja, pero era enorme, más parecido a un perro que a un gato.

- E-era enorme.- Contestó a su padre que se había quedado pálido.

- Yo no lo he visto bien pero…Vayamos a ver.- Espolearon a sus respectivas monturas en busca del animal.

Gracias a que había llovido no les costó demasiado encontrar el rastro. Madrigal lanzó a Hugin en busca de la sombra, guiándoles con sus graznidos, mientras padre e hijo se detenían a ver las huellas en el embarrado camino hacia el exterior de Piedras Viejas.

- Parecen huellas de ave.- Y madrigal conocía muy bien todo tipo de estos animales.- Pero esos ojos…- Esos ojos eran felinos. Fríos y extraños, aunque con el brillo de los depredadores.

- Aquí se pierde de repente, Padre. – Maegor tenía razón. Las huellas de garras dejaban paso a la nada de un sitio a otro.- Esto sí que es raro.- Hugin ya desaparecía de su vista y los dos hombres, padre e hijo, tuvieron que esperar impacientes su regreso.

Cuando el cuervo regresó, Madrigal y Maegor seguían en sus monturas, ateridos de frío.

- Más te vale que hayas encontrado algo, cuervo del demonio.- Hugin respondió con un graznido de protesta, instando a que lo siguieran. Les llevó por un largo camino, hacia una zona pantanosa que había crecido por las lluvias.

- Tendremos que dejar aquí a los caballos o podrían romperse una pata.- El caballero se quitó la pesada armadura dejándose exclusivamente la espada que le había regalado Alé.

- ¿Merece la pena?- Le preguntó su hijo que, aunque acostumbrado a las excentricidades de su padre, no entendía el fin de la persecución.

- ¿Tienes otra cosa que hacer?- Le inquirió su padre con cierto tono de reproche. Tenía que curtir al chaval.- Imagínate que cazamos una bestia monstruosa. Dejaré que te lleves toda la gloria y serás la comidilla en todos los torneos. Podríamos hacerte un yelmo con la cabeza de la bestia que te protegiera ese pelo y así no te confundirían con una damisela. A mí también me pasaba.

A pesar de internarse con poco peso en el húmedo pantano, el avance era lento y penoso. La humedad hacía que las ropas se le pegasen al cuerpo y que su cabello cayera apelmazado sobre la frente y el rostro. No tardó Hugin en silenciar su graznido y colocarse en el hombro de Madrigal. El cuervo estaba entrenado para guiar a su dueño haciéndole señas con la cabeza. Fue así como dieron con la bestia. Padre e hijo tuvieron que frotarse los ojos para dar crédito a lo que veían. Madrigal hizo una seña a su hijo para que se detuviera a la vez que desenfundaba con cuidado la espada de bella factura, regalo de su difunta esposa. Fue entonces cuando la bestia de rostro felino se giró para posar sus ojos carentes de vida, gélidos y sedientos de sangre, hacia el caballero y su escudero. Extrañamente Hugin no salió volando, como hacía siempre que había peligro, sino que se quedó sobre el hombro de Madrigal. Y es que si lo hubiera hecho, hubiera sido presa fácil del esperpento que se encontraba delante de ellos. El cuerpo era el de un enorme gato montés, de pelaje blanco. Parecía albino o decolorado, en un lamentable estado. Pero lo más curioso era que tenía dos cabezas con sendos cuernos cada una. Por si fuera poco en vez de patas, estaba dotado de garras, como las de un águila, y tenía cola de culebra. Se acurrucó como haría un felino a punto de caer sobre su presa y batió las alas para dar un enorme salto en busca de los bellos y grandes ojos de Maegor.

- ¡Cuidado!- Gritó el padre tratando de interponerse en la trayectoria, pero los pies se le habían hundido en el fango y trastabilló hasta caer de rodillas. Maegor, por suerte, reaccionó rápido, e interpuso el pequeño escudo de madera, tapándose el delicado rostro a salvo por de los peligrosos arañazos. El sonido chirriante de las garras sobre la madera daba una idea de cómo podía haberle quedado el rostro tras el ataque. Ahora que tenían cerca a la bestia pudieron percibir el hedor que desprendía, tanto que Maegor a punto estuvo de vomitar allí mismo. Sin embargo, ese putrefacto olor le recordó a Madrigal a su abuela y los humores que se desprendían de su pequeño taller.

¿Será posible?

Apoyado en la espada sobre tierra firme, Madrigal fue sacando los pies del fango. No dejaba de mirar a su hijo y a la bestia. El felino tenía alas. Eso era imposible. ¿Era un grifo? No, no lo era, no al menos como le contaba su padre que eran. La bestia se movía de manera antinatural, como ya habían apreciado en las ruinas de Piedras Viejas. ¿Estaba coja? Sus movimientos eran erráticos, a veces torpes y extraños, como si no respondiesen al movimiento normal de una animal vivo.

Eso es.

Maegor se defendía bien. Mientras se protegía con el escudo sacó su espada. No era tan bella como la de su padre pero igual de útil. La cola de la bestia restalló como un látigo haciendo un feo corte en la oreja de Maegor. Éste lanzó unas estocadas que impactaron en el animal, haciendo la cola cayera al suelo. Ninguna expresión de dolor emitió la bestia, simplemente se retiró hacia atrás. Tomó impulso de nuevo para volar. Un vuelo feo, descoordinado y torpe. Esta vez fue Hugin quien se lanzó a por la bestia, cortando su huída. Para entonces Madrigal había salido de su prisión de tierra y cargaba con todo su peso, blandiendo a dos manos la espada de Alethéia.

- ¡Aaaaaaaarrrrrrg!- De un solo tajo partió en dos al animal. De su interior no salió más que volutas de serrín que se esparcieron por el aire haciendo toser al caballero. Su hedor lo inundó todo.

- Noooooo. Mi criatura.- Una figura encorvada salió del pantano moviéndose con la eficacia de quien conocía el camino. Maegor salió a interceptarla dispuesto a cobrarse también una pieza. Pero su padre le detuvo.

- ¡NO!- Interrumpió el ataque de su vástago.- Eres muy escurridiza, Vieja Meridia. No pensé que me agradecieras así haberte salvado de la hoguera allá en Casagrande ni los privilegios que te ofreció mi esposa.- La anciana miró con odio a Madrigal, pero acabó bajando la cabeza sumisa. Recogió entre sus brazos lo que quedaba de su juguete. No era más que eso, una marioneta a la que había dotado de alguna manera de movimiento. Madrigal había reconocido las técnicas de su abuela en ella. Quizá fuera una de las creaciones que hubiera realizado bajo en encargo de Ser Lemon Oakenshaf que, de alguna manera, hubiera llegado a manos de Meridia, a través de los Casagrande.

Tras calmarse un poco, la Vieja Meridia resultó ser tan enigmática e incomprensible como siempre. Parecía más loca que cuerda. No hubo manera de que contestara a sus preguntas sobre Alecto. ¿Por qué le había dado ese medallón? ¿Qué le pasaba a su hijo? ¿Estaba enfermo? ¿Era sordo? La mujer hablaba en balbuceos y tomaba las manos de Madrigal poniendo en su interior un paquete hecho con hojas grandes.

- ¿Para qué es esto?¡CONTESTA!- El caballero comenzaba a perder los nervios zarandeando a la anciana. Esta vez fue Maegor quien le detuvo.- Padre, déjala ir. No es más que una anciana loca. Regresemos.

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14/07/2015, 22:45
Forestal Darién "Piel de Lobo".

VIÑETA FINAL: AÑOS 154, 155 Y 156 D.A.:

Menciones a Dhur, resto de familiares de Din, Plumby, Ser Baltrigar, Vitel y Ser Horwin.

El terreno pantanoso se mostraba realmente malo para cabalgar o incluso para llevar equino alguno como apoyo. No eran animales adaptados para estas zonas, pero aún así eran lugares que debían mantenerse vigilados, por lo que alguien siempre debía adentrarse por los ahora cenagales.

Es por ello que avanzaba con cuidado. Hundiendo la lanza en el terreno antes de avanzar, regresando sobre mis pasos cada vez que veía imposible seguir, lo cual ocurría con más frecuencia de la que a nadie en este mundo le hubiera gustado admitir, sobretodo cuando le añadíamos las culadas que traían consigo y que habían provocado que estuviera cubierto de barro hasta la cabeza.

Si no hubiera ido contra el sentido común, habría gritado para eliminar todo el estrés que iba acumulando, pero lo más que podía hacer era morder me la lengua, levantarme y rezar a los dioses antiguos para evitar salir cubierto de sanguijuelas al acabar el día. Quizás, lo único bueno de todo este asunto, es que tenía tiempo de pensar. De recordar. Necesitaba hacerlo, o de lo contrario mandaría todo este pantanal a tomar por culo.

Así que el noveno viaje que acabé sentado en el barro en apenas cincuenta metros decidí tomarme un segundo para descansar antes de volver a levantarme y considerar si de verdad acerté al aceptar el puesto y jurar lealtad al nuevo señor. Ya había sido duro de por sí, pero los sucesos que se habían ido desarrollando no habían consigo hacer más agradable el cargo.

Cerré los ojos y pude ver las de inertes de Dinnas y Plumby, esta especialmente una vez ya cortada y aún goteando sangre... ¿por qué lo hizo? Era una pregunta para la que jamás obtendría respuesta, pero la del hijo de Din, bueno, los hijos de Din porque jamás podría olvidar la de Dhur en aquellos momentos... o la de Lumila.

Exhalé y busqué nuevas fuerzas para levantarme y volver a intentar avanzar otro trecho, al menos hasta llegar a aquellas rocas, allí podría descansar de verdad. Pero fue un fastidio hundirme otra media docena de veces en el camino. De todas formas, era mejor esto que el destino que había tenido Ser Baltrigar. El hecho de que no hubiera sido pública me llevó a pensar que podría haber llegado a un trato para salvar a su familia de su destino, aunque tampoco hice públicos dichas ideas.

Al fin y al cabo, tenía mis propios asuntos por los que preocuparme. El trabajo no había mejorado en la misma forma que el tiempo y la cantidad de barro que me cubría daba testimonio de ello, aunque si la cantidad de sucesos que debíamos atender. Eso nos había permitido enseñar a Vitel con calma y precaución. Nadie quería un nuevo caso Plumby pese a la predisposición del leñador por aprender el nuevo oficio.

Mientras tanto, había continuado avanzando y al final pude dar con mis posaderas en un lugar en el que no acabara hundiéndome. Por fin un verdadero descanso y a juzgar por lo que veía más adelante, no iba a costarme tanto seguir patrullando. Lo único, tampoco podía permitirme acortar mi parada en exceso, mi propio orgullo me lo impedía, por lo que una vez noté como se relajó mi respiración volví a incorporarme animándome a mi mismo.

- Vamos Darién. Dhur tiene razón, aún tienes mucho que ofrecer.

Dhur... al final me había decidido, coincidiendo con la llegada del primer año primaveral se lo había comunicado a Ser Horwin. Lo había dejado caer como un simple comentario del tiempo en un encuentro fortuito en tras su llegada de Desembarco del Rey.

"Mi señor ¿tiene un momento? Sólo quería decirle que seguiré a su servicio mientras lo considere oportuno, pero le solicito que considere a Dhur, hijo de Din, como nuevo Forestal."

Acto seguido salí de patrulla, dejando al señor sin argumentos para justificar mi petición y permitiéndole todo el tiempo que quisiera para tomar una decisión al respecto. Tampoco había vuelto a coincidir con el señor para saber su decisión desde entonces, pero sólo era cuestión de tiempo conocerla.

Entretanto, una cigüeña llegó hasta el cenagal que acaba de cruzar y empezó a rebuscar entre el barro alimento. Definitivamente, la primavera había llegado a las tierras de los Ríos.

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14/07/2015, 22:47
Haudrey Ríos, el Bastardo Rencoroso.

VIÑETA FINAL: AÑOS 154, 155 Y 156 D.A.:

Mes uno del año 154 después del Desembarco del Rey. Posada “El Ciervo y el Jabalí”, en Solaz del Soldado.

Por supuesto que Caster no había salido a mear. Mucha gente tendía a pesar que Haudrey era estúpido o que se le podía engañar o intimidar fácilmente. Pero todo ello era falso. Ya lo probaron algunos de los matones de Kurst que tenía por delante y que “desaparecieron” en algunos golpes. Y, para él, estaba claro que Caster mentía. De hecho, debía estarlo para toda la puñetera taberna.

Cuando finalmente se animó a seguirle, observó desde la lejanía el intercambio de palabras entre Caster y Ser Baltrigar. Observó con una mueca como ambos iban subiendo en el tono, sabiendo en qué iba a desembocar aquello, aunque esperaba con toda su alma que no llegaran a ello. Pero no podía engañarse a sí mismo. Enganchó del cuello a un rufián que pasaba por la calle, atrayéndole hacia sí mismo.

-Ahora mismo vas a ir a la posada de El Ciervo y el Jabalí, y vas a decirle a los muchachos de Kurst que hay “fiesta” ante las puertas de los Lefford, y que como no vengan cagando leches, será mejor que no les vuelva a ver-dijo, para después empujarle por la calle en dirección a la posada. Mientras el hombre corría, Haudrey se volvió para seguir observando aquello, justo a tiempo de escuchar las recriminaciones más duras.

Casi habría jurado poder ver como se le hinchaban las venas del cuello al enorme Caster. Finalmente, llegó aquella brutal carga, y empezaron a descargarse golpes. Los inútiles de Kurst ya tardaban en venir. Antes de que se produjeran unos cuantos golpes más, sin embargo, vinieron a la carrera, y con ellos cinco de los más competentes, unos parásitos que habían decidido alinearse con la estrella ascendente que era Haudrey para aprovechar los restos de su éxito. En fin, al menos a ellos los tenía en el bolsillo. Sin embargo, el jaleo no atrae sólo a curiosos o a secuaces de Kurst, y pronto hacen su aparición un par de decenas de los mercenarios de Sanguedor.

“Maldita sea…”

-¡Cicatriz! ¡Sacad a Cicatriz de ahí, inútiles!-gritó Haudrey a pleno pulmón, mientras avanzaba también para alejar al furioso hombre de los patéticos restos de los hombres de Baltrigar, y especialmente de los mercenarios.

Después de eso, y una vez replegados en la posada, llegó el momento de dar explicaciones a Kurst de aquel altercado. No es que fuera raro que Solaz del Soldado amaneciera con algún muerto en sus calles… Pero esta noche el cupo se había cubierto varias veces, y era un incidente que traería consecuencias, de eso estaba seguro. Aunque siempre había algo positivo en todo. En este caso, el bastardo de Roy Un Ojo, uno de los lugartenientes de Kurst más antiguos, había muerto en la refriega. El hecho de que tuviera una espada hundida en el estómago y estuviera inconsciente y desangrándose, o de que Haudrey, al retirarse, pisara “por error” y con más ímpetu del habitual el cuello de aquel canalla, parecían apuntar a ello.

Por supuesto, las consecuencias de todo aquello no se hicieron esperar. Aquel mismo mes, hubo una respuesta por parte de los Lefford, que dejaron colgando como jamones a un par de los matones de Kurst, así como a otros tantos bribones de baja estofa.

A la mañana siguiente, todos los lugartenientes de Kurst, entre los que se contaba Haudrey, acudieron convocados por él. El bastardo, que acudió junto a Cicatriz, fue recibido por miradas frías, pues muchos le consideraban poco más que un advenedizo, que sólo estaba allí por obra de Cicatriz. No había derramado sangre, no había hecho verdaderamente nada comprometido. Es cierto que las acciones de la pareja de bandidos habían “convencido” a Thibalt de que era mejor para todos estar en buenas relaciones con el Señor del Crimen, pero aquello seguía sin ser suficiente.

Supo con sólo mirarlos que varios de aquellos canallas habrían propuesto entregarle como ofrenda de paz de no estar Cicatriz allí. Pero, la verdad, no le importaba. Él iba siempre dos pasos por delante. Uno iba a verse con la campesina con la que había estado intimando sólo para encontrarse con que en la habitación se encontraría el marido. Bueno, el marido y dos o tres de sus amigos. Otro iba a ser traicionado en un par de lunas a más tardar por su segundo, que carecía de cualquier rastro de inteligencia y que moriría por ello. Y otro simplemente estaba tan viejo que era un maldito milagro de los Siete que siguiera moviéndose. Así que no es que estuviera demasiado preocupado.

-Hay que responder a esto… Esos putos Lefford no saben con quién se han metido-rezongaba una y otra vez Kurst. Desde luego, no estaba mucho más joven que su compinche, y el bastardo sospechaba que no se encontraba en pleno uso de sus facultades, y que buena parte de sus arranques de ira se debían más a alguna clase de trastorno senil que a ninguna estrategia, lógica o no.

-Por supuesto-se apresuró a decir Haudrey-alguien debe ponerles en su sitio y enseñarles a respetar a los “buenos ciudadanos” de Solaz del Soldado-añadió. Poner aquello sobre la mesa, dando la razón a Kurst, puede que desanimara a otros más lúcidos de señalar que los responsables de aquella situación realmente eran Haudrey y Cicatriz. Además, qué demonios, no sería él el que impidiera que se cortaran algunas cabezas Lefford.

Siempre hay un listo, sin embargo.

-No quiero llevarte la contraria, Kurst, pero…-empezó a decir, hasta que Cicatriz le fulminó con la mirada, momento en el que decidió sufrir un ataque de tos que le hizo olvidarse de lo que estaba diciendo.

-Tal como yo lo veo-siguió Haudrey-tenemos suficientes muchachos ansiosos de riquezas como para hacer sentir muy incómodos a los Lefford. De hecho, si Sanguedor decidiera no renovar el contrato, podríamos acabar esto muy rápido-añadió. Aunque, por desgracia, los días siguientes demostraron que aquello no iba a ocurrir.

Mes dos del año 154 después del Desembarco del Rey. Calles de Solaz del Soldado.

Haudrey se encontraba paseando por las calles de Solaz del Soldado, mordiendo distraídamente una manzana, mientras se paseaba a lomos de uno de los caballos que ganó en el torneo, y vestía su armadura favorita, aquella con el emblema Tully. Veía algo retorcidamente divertido en todo aquello, pudiendo incluso ser confundido por todo un caballero por aquellos que fueran o bien extranjeros, o bien lo suficientemente ignorantes. “Ser” Haudrey gustaba, desde luego, de pasear de esa guisa, e incluso de actuar equipado totalmente como un caballero. Como bandido era atípico, aunque las voces que le cuestionaban eran cada vez menos.

Desde que apareciera cierta noche con un saco improvisado y sanguinoliento en la posada, lleno con algunas cabezas. Aquel había sido un punto de inflexión que muchos habían celebrado, y otros tantos lamentado. Parecía que, finalmente, el bastardo los tenía bien puestos y era capaz de derramar sangre cuando se requería. El hecho de que las cabezas de algunos de sus opositores tuvieran la mala costumbre de separarse de sus cuerpos y aparecer en sacos o empaladas en picas improvisadas también ayudaba, en cierto modo.

Desde luego, cada vez menos se aventuraban a insinuar que fuera un niño mimado o a amenazarle de ningún modo, y poco a poco el bastardo estaba consiguiendo algún tipo de respeto entre aquella caterva de ladrones, contrabandistas, asesinos y timadores. Por desgracia, no todo era bueno. El Consejo de los Cuatro, como los alfeñiques cobardes que eran, habían puesto todo su empeño en parar aquel conflicto abierto entre los bandidos y los Lefford, sin atreverse a decantar la balanza de ningún lado. Pero ninguno de los dos bandos olvidaba, y las calles estaban repletas de cruces de miradas que prometían sangre y sufrimiento.

Haudrey simplemente fingía ignorar aquellas miradas, aunque tomaba buena nota de ellas. Siempre podía desaparecer más gente en aquella picadora de carne llamada Solaz del Soldado. Más aún en el presente momento, en el que parecía que aquellos que se habían pegado como lapas a la figura del bastardo habían acertado. Kurst cada vez delegaba más en él, y una buena parte de los negocios y asuntos que gestionaba el Señor del Crimen tenían que recibir el visto bueno de Haudrey, o simplemente no realizarse. Cada vez surgían más “amigos” de las calles de Solaz, y aunque siempre se mostraba abierto a hablar, con modales correctos, e incluso relativamente amigable, un observador capaz podría darse cuenta de que las abundantes sonrisas del bastardo nunca llegaban a sus ojos, de que las bromas eran quizás algo secas y los cumplidos estaban vacíos.

Por suerte, las grandes mentes no abundaban en aquel tugurio. Y aunque hubieran abundado, lo más que podrían averiguar es que el joven no estaba demasiado contento. Aunque, a decir verdad, nunca lo había estado demasiado desde que lo conocían. Probablemente el muy cabrón era frío como un témpano y solo fingía cortesía o alegría cuando le convenía, del mismo modo que la ira.

Con un gesto despreocupado, arrojó los restos de la manzana a un callejón apestoso, mientras seguía paseando a lomos de su caballo. Se permitió devolver una sonrisa desafiante a algún idiota malcarado, aunque sin hacer frenar a su corcel. Finalmente, sus pasos le llevaron fuera del pueblo, y el bastardo se alejó al trote. Antes ya daba algún paseo ocasional, pero desde que su posición en aquel tugurio se había afianzado, había tomado aquello como una costumbre, saliendo a cabalgar por el campo unas cuantas horas, aunque prácticamente nunca con el mismo recorrido. Siempre volvía tal cual vino, sin dar explicaciones a nadie y sin que nadie se las pidiera. Por supuesto, la mayoría de las veces iba acompañado de Cicatriz, lo que permitía a todos respirar un par de horas tranquilos, alejando el temor de perder su virilidad, o algo más, a manos del enorme matón. Aunque en otras ocasiones, abandonaba el pueblo en soledad y volvía del mismo modo. Desde luego, esta era una de esas.

Tras rebuscar en su bolsa y encontrar otra manzana, el bastardo reanudó la marcha, cabalgando por los campos como muchos pensaban que debía cabalgar un Señor velando por su feudo.

Mes once del año 154 después del Desembarco del Rey. Posada “El Ciervo y el Jabalí”, en Solaz del Soldado.

Haudrey ya llevaba algunos días algo distante, desde que llegó aquel tipo a Solaz del Soldado. Aunque no era precisamente habitual que muchos viajeros se interesaran por aquel pueblo de mala muerte, no era tan raro ver a alguno de vez en cuando. Sin embargo, este era… Diferente. Puede que las ruedas del destino se estuvieran moviendo por fin, y fueran a moler cierto grano que ya llevaba mucho tiempo esperando para convertirse en polvo. Se pasó varios días observando desde un rincón sombrío a ese hombre, procurando no ser demasiado indiscreto. Incluso el propio Cicatriz reparó en las miradas que dedicaba al extraño.

-¿Ese mierdecilla te ha mirado mal?-preguntó con su habitual dulzura, lo que provocó que Haudrey negara levemente con la cabeza. Finalmente, se decidió y se levantó de la mesa.

-Espera aquí, ahora vuelvo-dijo simplemente, antes de acercarse hasta aquel extranjero. Este reparó en él cuando se encontraba a algo más de dos metros, aunque le miró sin mucho interés conforme se acercaba.

-Haudrey Ríos. También conocido como “Ser” Haudrey, el Bastardo Rencoroso… Y otros apodos que no vienen al caso-dijo, con una leve sonrisa, aunque menos fría de lo habitual en él-¡posadero, trae una jarra de vino aquí!-bramó en dirección a la barra, antes de tomar asiento en la mesa que ocupaba el extraño, que simplemente agradeció la invitación con un leve cabeceo. Una vez llegó la jarra, y se marcharon los oídos indiscretos, el joven prosiguió-desde luego, no eres de por aquí. ¿Cuál es tu nombre?

-Centos-respondió simplemente, con un tono pasivo.

-Ya veo. Encantado, Centos. En fin, tengo un asuntillo que tratar contigo.

Tras esas palabras, se acercó, y habló con él en un tono muy bajo.

-Seré breve. Me envía Lengua, hijo de Daga, hija de Látigo, hijo de Arco, hijo de Lanza, aquel que fue y volvió-dijo, con un tono levemente automático, como si se hubiera estado repitiendo eso una y otra vez para memorizarlo. Aquellas palabras obraron un cambio milagroso en aquel extranjero, que pasó de tratar con indiferencia al bastardo a centrar en él toda su atención. Tras esas palabras, el bastardo rebuscó en su bolsa, hasta dar con lo que quería, y puso sobre la mesa una extraña moneda de hierro, que deslizó con un par de dedos sobre la mesa hasta dejar ante el extraño-por desgracia, Lengua ha muerto.

Aquel hombre que decía llamarse Centos asintió quedamente, guardando la moneda.

-Ya veo, “Ser” Haudrey… Te envía Lengua, eso está claro. Pero, ¿quién eres tú?

-¿Yo?-preguntó, con un tono inocente y una leve sonrisa-solo Sombra.

Tras esas palabras, aquel llamado Centos asintió levemente, y ambos echaron mano de sus vasos de vino, dando un sorbo al caldo. Era más matarratas que vino, pero no podía esperarse algo mucho mejor. Tras eso bebieron en silencio durante cinco largos minutos, cinco minutos en los que permanecieron mirándose a los ojos, sin decir mucho más. Realmente, las palabras sobraban, todo lo que había que decir estaba dicho. Haudrey sabía por qué estaba aquí ese hombre, y qué venía a hacer. Aquel hombre sabía que el bastardo lo sabía, y que no iba a impedírselo.

-Aún no he pagado la copa-musitó el extranjero, extendiendo hacia el joven otra moneda de hierro, aunque distinta de la que le había sido entregada. Asintiendo, la guardó, levantándose de la mesa.

-Adios, Haudrey Ríos. Valar Morghulis-dijo, como despedida. Aunque aquello hizo que el joven bastardo de Ser Hadder sonriera levemente. Algo de cultura al fin en aquel lugar. Y, quizás de manera sorprendente para aquel hombre, dado que desde luego Haudrey era un ponienti, el bastardo respondió-Valar Dohaeris-tal como había leído en aquellos tratados sobre las tierras más allá del mar cuando estudiaba con el maestre Ammon.

Mes uno del año 155 después del Desembarco del Rey. Posada “El Ciervo y el Jabalí”, en Solaz del Soldado.

La taberna estaba aquella noche llena, y no era para menos. El bastardo y Cicatriz, con unos cuantos rufianes, habían acabado lo que se había empezado apenas un mes antes: la desaparición de los Lefford de Solaz del Soldado. El momento había llegado, Haudrey no había podido contener más a Cicatriz y sus ansias de venganza contra Baltrigar el Traidor. Lo de Bethan había sido algo fortuito. Tanto el enorme guerrero como él mismo le habían advertido que se largara, ya que allí no se le había perdido nada. Pero decidió desoír su consejo y alzarse en armas contra ellos, lo que acabó con sus sesos esparcidos por el suelo. Algo que no le había hecho ninguna gracia, y algo le decía que a Cicatriz tampoco.

El vino y la cerveza corrían por doquier, de todos modos, y la algarabía general camuflaba cualquier mal sentimiento que pudiera tener la pareja protagonista de aquella algarabía. Por supuesto, Cicatriz no bebía. Tenía su jarra de leche, y eso era más que suficiente. Haudrey, en cambio, sostenía una jarra de cerveza entre sus manos, pero apenas la había tocado. Seguía rememorando todo lo ocurrido. Como Sanguedor se había mantenido apartado a la espera de un claro ganador. Como habían muerto todos, y él mismo se había batido en solitario con aquel idiota de Hardinald Lefford. Era un crío, y no estaba preparado. Pero podría haber picado espuelas como el gordo de su tío y largarse. En cambio, decidió echarle valor y enfrentarse a él. Eso debía reconocérselo. Probablemente, aquello se habría resuelto mucho más rápido de no llevar ambos armaduras pesadas, pero ninguno de los dos era un cualquiera andrajoso. En cierto modo, se batieron como los caballeros que nunca llegaron a ser, o quizás que siempre fueron. Y Haudrey se impuso sobre el Lefford, que acabó desangrándose sobre las calles de Solaz. Sin embargo, no tomó su cabeza. Puede que por deferencia al valor del chico, o por respeto a su maestro Ser Baltrigar.

Muchos vieron como hablaron después, y como el bastardo le tiró una bolsa de monedas al Traidor por sus servicios. Probablemente, otra traición a los Lefford, confirmándose de nuevo que Haudrey siempre iba dos pasos por delante de cualquiera. La caída de los Lefford llevaba mucho tiempo orquestándose, y aquello fue el final de esa casa en el feudo de Aguasclaras. Al menos, de momento. Algunos dicen también que el Tormenta recibió un papel por parte del Bastardo Rencoroso, aunque ninguno sabe de qué se trataba en concreto. Quizás alguna clase de pruebas inculpatorias con las que hacerle chantaje, o algún salvoconducto falsificado para permitirle la huída. El caso es que esos rumores se mantuvieron como lo que eran.

Tras pasar un tiempo prudente en la fiesta, el bastardo decidió que ya era bastante, y reclamó a unos cuantos hombres para desvalijar todos los cadáveres que había en la calle. Eran su botín, suyo y de Caster. Y harían uso de él, igual que de su nuevo hogar, la mansión fortificada de los Lefford, ahora propiedad de “Ser” Haudrey.

Mes sexto del año 156 después del Desembarco del Rey. Mansión del Bastardo Rencoroso, en Solaz del Soldado.

Haudrey había pasado el último año avanzando entre las filas de Kurst, además de adecentando su nuevo hogar y adaptándolo a sus necesidades. El botín conseguido con las diversas correrías en las que había tomado partido, así como la caída Lefford y el resto de turbios negocios en los que estaba implicado era bastante suculento, y la casa afrontó las reformas que el joven consideró necesarias, entre las que se contó hacer desaparecer cualquier vestigio de los Lefford, y reemplazar la decoración a su propio estilo. Además, habilitó un despacho para recibir a aquellos con los que fuera necesario hacer tratos, además de asegurarse de contar con un número prudente de guardias. Al fin y al cabo, estaba rodeado de lobos, y, si quería convertirse en el macho alfa de la manada, no estaba de más recordar quién ostentaba verdadero poder en aquel agujero de cloaca.

Por supuesto, llegaron a sus oídos retazos de la última ocurrencia de aquel descerebrado de Bedisser. Se creía muy ingenioso, pero hasta un niño de cuatro años podría escribir una basura mejor que esa. Y, desde luego, más cierta. Nadie se atrevía a cantar aquello delante de Haudrey, y aunque al principio lamentaba no haber encontrado a Bedisser para añadir su cabeza a la colección, pronto decidió que aquello podría venirle incluso bien. Que se creyeran esos cuentos en Desembarco del Rey. Si él estaba muerto según esa canción, era menos probable que alguien tuviera ideas peligrosas para su pellejo.

Las nieblas llegaron, precediendo en algunos meses la llegada del verano, que empezó a asomar tímidamente el sexto mes de aquel año, casi coincidiendo con la finalización de las reformas que el bastardo había encargado. Por suerte no eran nada serio, o habría tenido que esperar hasta ese momento para realizarlas.

Con el verano llegaron más cambios. Más responsabilidades en la organización criminal de Solaz del Soldado, y un futuro como Señor del Crimen cada vez más cercano. Sin embargo, no todos los cambios fueron buenos. Una tarde de aquel recién empezado verano, Cicatriz entró en el despacho que Haudrey solía ocupar. Lo hizo sin llamar, como solía hacerlo. Fue recibido con una espada a medio desenvainar, como solía ocurrir cada vez que alguien entraba sin llamar, que automáticamente volvió a su funda cuando quedó claro que era Cicatriz. El bastardo había intentado, por activa y por pasiva, meterle en la cabeza que llamara antes de entrar, pero no había manera, así que había acabado desistiendo y dándolo por imposible.

-¿Qué ocurre?-preguntó, retirando la vista de los papeles y centrando toda su atención en el gigantesco guerrero. Después de todo lo que habían pasado, como poco se merecía eso-siéntate si quieres, haré que te traigan una jarra de leche-ofreció, aunque el guerrero negó con la cabeza.

-Tengo algo que preguntarte, cagarro-dijo, aunque desde luego el tono no era el mismo con el que llamaba cagarros al resto. Era, en cierto modo, casi paternal, si podía esperarse algo así de una mole cuyo sentimiento más conocido era la ira homicida.

-Tú dirás-respondió, algo extrañado por aquello. En aquel despacho, en el que se había asegurado de que no se le pudiera espiar, podía mostrarse más abierto con el guerrero que se había convertido en su sombra aquellos años. La sombra de una Sombra. En cierto modo, era divertido, más aún teniendo en cuenta que era difícil encontrar algo más rematadamente tangible físicamente que el propio Caracortada.

-¿Te las apañarías bien solo por aquí?

Aquella pregunta hizo que Haudrey enarcara una ceja, realmente sorprendido, y se quedara unos segundos sin saber qué decir, como evaluando lo que acababa de pasar. Durante un segundo pensó que podría tratarse de una broma, hasta que su cerebro le recordó a quién tenía delante. No era una puñetera broma. Aquello era serio. Quizás durante un rato más largo del que sería cortés se mantuvo en silencio, pensando. Hasta que, finalmente, asintió.

-No puedo pedirte que te quedes, Caster. Y no lo haré. A estas alturas yo diría que sí, puedo apañármelas sólo. Llegaré a ser el Señor del Crimen pronto. O eso, o quemaré este antro hasta los mismísimos cimientos. Solaz del Soldado va a ser mío o de nadie. Así que si debes irte, no te preocupes. Estaré bien-aseguró, con una débil sonrisa. Probablemente, la primera sonrisa verdadera que el ya no tan joven bastardo esbozaba en muchos, muchos meses-pero, ¿a dónde vas?

La respuesta de Caster fue breve y concisa, como era habitual en alguien tan parco en palabras.

-Al Norte.

Haudrey simplemente asintió. No tenía sentido indagar más, esa era la respuesta de Caster Caracortada, mal llamado Cicatriz. Si hubiera querido decirle más, lo habría hecho.

-Muy bien. Pero no consentiré que te vayas como un pordiosero, ni sin una parte considerable de las ganancias, para que hagas allí arriba lo que tengas que hacer.

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15/07/2015, 01:56
Ser Trycian de Dorne.

VIÑETA FINAL. Ser Trycian de Dorne.

AÑO 155 D.A., MES 2:

La mañana es fría pero mucho menos hostil que las de tiempos pasados pues al parecer el invierno está terminando y dando paso a una mejor época. Muchos hablan ya de los deshielos y el inicio de la llamada “primavera”. El clima es extraño en esta parte del mundo pero ya me he acostumbrado después de más de quince años viviendo en Aguasclaras. Aun así no me afecta tanto el frío de esta época, pues no se compara con el desierto Dorniense de noche ni con las montañas del sur.

Camino por el patio mientras miro a Beldyr Tormenta, hijo de Ser Baltrigar y mi nuevo escudero. Lo era desde hace un tiempo pero todo el tema de los malditos Septones que estaban detrás del intento de secuestro de mi esposa cuando era una niña le ha mantenido en las mazmorras desde entonces. Jamás se lo dije, pero agradezco mucho su acción y si hubiese sido yo quien hubiese  descubierto el asunto, aún estarían intentando limpiar las vísceras de los muros del Sept.

Este será nuestro primer entrenamiento formal como caballero y escudero.

Camino frente a él vestido sin mucha protección para el frío pues no me molesta mucho y le miro. Es un joven que no parece demasiado hábil. Si fuera la mitad de lo que su padre es, sería capaz de resistir un buen entrenamiento pero creo que le mataría si lo intentase entrenar como debiese.

Me detengo y le miro de frente antes de hablarle:

 - “Todos dicen de ti que eres un mimado. Una mierda incapaz de hacer algo por sí mismo. No creo que sea así pues eres hijo de tu padre y ya has demostrado alguna vez ser de utilidad.  Pero no te engañes, eso no te hace alguien. Quizás te hace algo, poco más que nada pero no alguien cuyo nombre merece ser recordado. Yo me encargaré de formarte de manera de que alguien se acuerde de ti y créeme que nadie recuerda más tu nombre que al ser vencido por ti.”

Tomo un espadón de madera y le invito a tomar armas y escudo de entrenamiento como mejor prefiera. Luego de eso, me pongo en guardia y espero a que ataque para ver cómo se mueve.

 - “Patético. Los sirvientes que limpian los baños de Dorne luchan con más habilidad. ¿Con esto planeas ser útil para tu hogar y los tuyos? Nadie se beneficiará de que mueras ante el más penoso de los oponentes.”

Es momento de luchar de verdad y enseñarle lo que puede llegar a lograr si se esfuerza de manera apropiada y se enfoca solo en lo que importa. Lanzo un primer golpe y mi escudero yace tirado en el suelo sujetándose el vientre con ambas manos. Le levanto de una patada y comenzamos otra vez. Un golpe que detiene y un segundo golpe que le da en la pierna y le derriba del dolor.

Niego con la cabeza y le hablo:

 - “Si no eres capaz de resistir un golpe de esta madera, no hay manera de que vivas cuando sea el acero el que te impacte. Debes endurecer tu cuerpo y tu espíritu.”

Vuelvo a atacar y esta vez Beldyr detiene mi golpe una y otra vez pero no ve mi puño impactar contra su cara, dejándolo inconsciente. Cuando despierta, pocos segundos después, yo aún estoy parado frente a él y el hematoma que comienza a cerrar su ojo izquierdo no me detiene de continuar entrenándole con la dureza que me caracteriza.

 

AÑO 156 D.A., MES 2:

 - “¡ASÍ NO, CON UN DEMONIO! ¡LEVANTA ESA MALDITA ARMA SI NO QUIERES QUE TE CORTEN EL JODIDO CUELLO!”

El golpe de mi madera dio justo en la mandíbula de Beldyr y por eso está ahora mareado luchando por no derrumbarse. Le empujo con mi pie y cae con el trasero primero mientras vuelve en sí de a poco. La lluvia cae con fuerza sobre nosotros y Beldyr permanece sentado sobre el agua helada mientras intenta recomponerse.

El joven ha mejorado algo en este año pero no tanto como podría haberse esperado. Niego con la cabeza:

“Si fuese mejor, más listo. Podría ser mucho mejor, podría ser como…”

Una sombra pasa por mi semblante y no puedo dejar de pensar en él pues fue mi primer y único discípulo, al que enseñé todo lo que sé. Creo saber lo que es de él y me da gusto saber que lo que aprendió de mí le ha sabido para conseguir lo que ha obtenido. Muchos pueden culparme por lo que ha hecho pero después de todo el asunto de Ser Baltrigar estoy convencido de que su destino obedece a un plan mayor y para bien del feudo.

Vuelvo a concentrarme en el presente y veo a Beldyr ponerse de pie. Por lo menos tiene corazón y eso es algo indispensable en quien desea ser un Caballero. Eso se lo reconozco.

 - “La única función de un Caballero es luchar en contra de los enemigos de nuestro señor. Nuestra valía puede medirse de muchas formas: Lealtad, honor, justas, fama. Pero el verdadero valor es el de proteger a quienes están a nuestro cargo. De nada sirve ser el Campeón de Aguasclaras si no soy capaz de proteger a su familia de bandidos y enemigos. Para ello, puedes desarrollar muchos dones pero tu principal capacidad debe ser la guerra. Nada más importa ante la capacidad de vencer.”

Una nueva sesión, una nueva paliza hasta que aprenda a resistir y contraatacar. Espero que algún día sea capaz de vencerme, aunque eso se ve aún muy lejano.

 

AÑO 156 D.A., MES 7:

Otro torneo, otro momento para demostrar el honor y la gloria de nuestro feudo. Me despido de mi mujer besando su frente mientras permanece aún dormida para luego despedirme de la misma manera de mi pequeña hija. Ambas mujeres son lo más importante que tengo y a ambas dejaré para cumplir con mi deber como Campeón de Aguasclaras.

Me embarco con mi escudero y una pequeña comitiva entre la que destaca el nuevo Señor de Aguasclaras, la Ama de Llaves Tanya, el bastardo de Ser Madrigal, Royne y la Primera Espada. Todos nos encaminamos hacia Desembarco del Rey.

El viaje va en calma hasta que nos acercamos a Harrenhall y unos sucios bandidos nos piden un peaje. ¿Cómo se atreven? Comienzo a mirar la cantidad que es cuando Beldyr va a distraerlos desafiando a los líderes. Uno de ellos le golpea, lo que me provoca. Nadie ataca a mi escudero y vive para contarlo.

Cargo con mi caballo, pasando por entre todos los bandidos con el semblante fijo en mi objetivo y mi lanza directamente contra el que atacó a Beldyr, atravesando su caja toráxica y rompiéndola a través de las costillas para separar su brazo y axila del resto del cuerpo. El segundo de los líderes se acerca mí solo para ser recibido por mi lanza, que se clava en su cuello y le hace caer desangrándose hasta morir. Beldyr lucha contra algunos de los bandidos y Theresa decapita a un par mientras el resto de los nuestros huyen hacia la fortaleza para ponerse a salvo. Río con la alegría de acabar con esas mierdas pero Beldyr está herido y hay que sacarlo de ahí, por lo que terminamos huyendo, dejando a unos pocos bandidos detrás de nosotros, que prefieren no seguir enfrentándose a nosotros.

Al llegar a Harrenhall palmeo la espalda de Beldyr, orgulloso y le comento:

 - “Gran valor, me siento orgulloso. Para la próxima, el asesinato distrae más que cualquier otra cosa y con los bandidos, mata primero y conversa después. Antes muerto que asaltado por basuras como esas. Lo hiciste bien.”

Un palmazo en la espalda le demuestra que estoy orgulloso de él y que respaldo su conducta valerosa y arrojada pues es eso lo que se espera de él. Es eso lo que yo espero de él. Debe entrenar y comportarse como un hombre valiente, como el Caballero que desea ser, que todos deseamos que sea.

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15/07/2015, 10:00
Ser Horwin Tully de Aguasdulces.

VIÑETA FINAL

SER HORWIN TULLY. 

1. Castillo de Harrenhall, séptimo mes del año 156 después del Desembarco del Rey, en el camino a la capital.

 

Tanto el Ama de Llaves Tanya, el rostro preocupado, como el escudero Maegor se afanan limpiando tanto los sudores como los muy copiosos excrementos de su Señor mientras el ahora pálido cuerpo de Ser Horwin se retuerce entre terribles estertores de muerte y desesperación. Entre tanto, el primer Caballero de Aguasclaras, un extranjero sin tierra nacido en Dorne, contempla el amasijo de músculos y huesos sin pestañear, debatiéndose entre lo debido (pasar a cuchillo a todo el jodido castillo de Harrenhal) y lo correcto (esperar a que su Señor articule algo más que gemidos y penas). 

Hace frío aquella noche primaveral en lo alto de la Torre de la Viuda. A nadie se le pasa por alto que, unida al cuerpo principal del aterrador castillo, bajo sus entrañas se encuentran algunas de sus más oscuras mazmorras. Un circunspecto Ser Horwin había mencionado el hecho de pasada, cuando Lord Lucas Lothston los condujo entre lisonjas y agasajos hasta la Torre. El anciano, una alimaña de ojos hundidos, miraba a Ser Horwin con una extraña curiosidad mientras sonreía con la sinceridad de un tahúr de Antigua.

-Veneno -repite Tanya una vez más-. Sin duda. 

-¿Por qué han envenenado al Señor? -pregunta Maegor con su cándida expresión-. Son, o sea, todos ellos son nobles. ¿Por qué…?

-Quién sabe. Ser Horwin dijo algo acerca de que aquel lugar le traía malos recuerdos de juventud, pero, en fin. Según parece, la juventud del Señor transcurrió abotargada por una sempiterna borrachera de la que no salió hasta bien entrada la veintena. Limpia bien el ano, escudero, o se irritará.

Ser Horwin gime de nuevo. Vomita, convulsionándose espantosamente… y entre gemidos, murmura.

-¿Qué ha dicho? -Ser Trycian se arrodilla, mirando al rostro de Tanya quien, a su vez, acerca la oreja a la boca reseca y hedionda de su Señor.

-Chisst -responde la mujer, escuchando durante un largo minuto aquel hilo de voz. Después sólo dice:-. Oh…

-¿Oh?

Tanya se levanta. Abre los ojos en un gesto de hastío.

-Según parece, Ser Horwin estuvo prometido a la hija menor de Lord Lucas Lothston.

-¿Prometido? -Ser Trycian vuelve a levantarse-. ¿Y qué le ocurrió a la muchacha?

Tanya se pinza la escasa carne entre los ojos con índice y pulgar. Está cansada tras un viaje duro, y las últimas horas de lucha contra la muerte han llevado a su cuerpo a un límite al que no creía poder llegar.

-Nada. No le pasó nada -dice, negando-. Ser Horwin la rechazó.

-Entiendo.

-Creo que no -murmura Tanya, mirando hacia el Primer Caballero de Aguasclaras-: Ser Horwin dijo, o eso cree recordar, puesto que estaba borracho, algo como que no envainaría su espada en la cueva de semejante espanto de mujer.

Maegor abre mucho los ojos.

-¿Eso dij…?

-Y supongo que no fue un comentario cuchicheado de pasada ante los suyos -dice Ser Trycian, cerrando los ojos.

-No. -Tanya vuelve a mirar el cuerpo maltrecho de su Señor. Cree que, tal vez, si supera la noche tenga una posibilidad de sobrevivir. Tal vez. Eso si no decide ahogarlo con su almohada ella misma-. Ser Horwin se lo dijo entre carcajadas al propio Lord Lucas. Y a su hijo mayor, ese animal de Ser Manfryd que anoche intentó forzarme en las cocinas.

-¿Y por qué Ser Horwin no lo mencionó antes? -dice Ser Trycian, el ceño fruncido.

-Porque… porque acaba de caer en ello -susurra Tanya.

Del cuerpo, más gemidos. Y entre los gemidos, lo que parece una risa dolorosa. Muy dolorosa, pero risa.

-¿Y ahora de qué demonios se ríe? 

-Al parecer -dice Tanya, cerrando muy fuerte los ojos-, todo eso de que “no envainaría su espada en la cueva de semejante mujer”, y blablabla, se lo soltó a Ser Lucas el amanecer siguiente a, a…

-¿A…? 

-A este pedazo de cabestro, con perdón, no se le ocurrió una idea mejor que rechazar a la muchacha después de haberla desvirgado. 

Y ahora es Ser Trycian quien abre mucho los ojos.

-Oh…

-Sí -dice Tanya, visiblemente enfadada-. Eso mismo he dicho yo.