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La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan.

La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan: Preámbulo.

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26/09/2015, 16:42
El Cráneo de Plata.

LA COMPAÑÍA NEGRA 2: LA PUERTA DE GALDAN: PREÁMBULO DE LA PARTIDA:

Notas de juego

- Escena completamente de narración.

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03/02/2016, 20:13
Desastre.

Tribu Carnaza de Tigre, Mes de la Cebra Año 181

El mes de la Arena estaba llegando a su fin y la tribu se había reunido para comenzar la Gran Cacería. Los cazadores de la tribu llevaban semanas estudiando a los ejemplares de tigre de la zona y habían localizado por fin al ejemplar de más edad que allí habitaba. Ese año el ejemplar que habían localizado era un macho especialmente grande que había llegado a aquellas tierras en algún momento del último mes. Los cazadores habían podido ver como disputaba con otros machos más jóvenes por el territorio y cantaban alabanzas sobre él. Aquel año la tribu sería bendecida con un gran guerrero, no había duda.

La noche que murió el mes de la Arena y el mes de la Cebra exigía su lugar fue la noche en que comenzó la cacería. La cacería se prolongó durante varias lunas hasta que los cazadores lograron acorralar al animal obligándole así a plantarles cara. El combate fue encarnizado y varios de los Carnaza de Tigre perdieron la vida ante las garras de aquel animal. Una vez el animal hubo exhalado su último suspiro, toda la tribu celebró durante una noche y un día.

Dos días despues de que el Gran Tigre perdiese la vida nació un niño. Era un niño sano, grande y fuerte que sin duda se convertiría en uno de los mejores guerreros de las últimas generaciones. Un día despues nació Tigre Esperanzado.

Estar siempre a la sombra de Garra, el tigre reencarnado, hizo que Tigre Esperanzado, o Huesito como todos le llamaban, acabase teniendo un carácter hastiado. Las constantes alabanzas hacia la habilidad de Garra y las constantes comparaciones que le hacían a Desastre cuando se encontraba entre los miembros de su tribu empuejaron a Desastre a adentrarse en la Sabana para alejarse del mundo.

Así aprendió muchas de las cosas que sabe hoy en día, observando los distintos tipos de animales aprendió la belleza que se escondía en su interior, aprendió sus distintos comportamientos y a saber cuándo estaban asustados, hambrientos, cuándo iban a atacar o cuándo estaban simplemente avisando para que retrocedieses. Con ayuda de su madre aprendió también distintas plantas y sus nombres, sus usos, cuáles eran venenosas y cuáles eran beneficiosas... Convirtió la naturaleza en su hogar y aprendió a moverse por ella como un animal más.

Cuando llegó el decimocuarto día de su nacimiento su padre decidió dar a Tigre Esperanzado otro nombre. De la misma forma que sacrifican al más débil ante el tigre para que se reencarne en un tigre y recobre algo de su valor, el padre de Tigre Esperanzado decidió sacrificarle a él. Sin piedad ni pregunta, su padre le regaló el nombre de Sacrificio Afortunado y lo mandó a ingresar en las filas de la Compañía Negra con la esperanza de que se convirtiese en un gran guerrero.

Debía enfrentarse solo a un viaje que muy pocos eran capaces de completar y, si sobrevivía, debía conseguir entrar a formar parte de la legendaria Compañía Negra. Toda una prueba de determinación y carácter que sólo alguien digno de un Tigre sería capaz de hacer.

El viaje a través de la Sabana fue el mayor periodo de felicidad y libertad que Huesito había tenido en su vida. Se sentía libre y completo, era como un animal más en la sabana. Aquel era su sitio, una parte de él lo sabía y tuvo que luchar contra la parte que le pedía que dejase todo de lado y se quedase allí. Al final su deber con su padre y su tribu pesó más que su pasión por aquel lugar y acabó llegando a su destino. La Compañía Negra.

Pero el joven que había llegado hasta allí no era el mismo joven que había abandonado la tribu Carnaza de Tigre. Aquellos meses en la sabana lo habían vuelto más salvaje, más animal. Era el día tres del mes del Antilope cuando Huesito fue aceptado como aspirante de la Compañía Negra. En tres meses sus capacidades combativas le hicieron ganarse un puesto como Recluta. Pero esos meses no sólo le sirvieron para ganarse un puesto de Recluta, también le sirvieron para ganarse un mote y comenzar a labrarse una reputación. Su carácter hastiado y asalvajado le hacía incapaz de comprender la necesidad de la formación y la fanfarria que tanto parecía gustarle al Sargento Gulg, que siempre se refería a él como Desastre y, pronto, todos los demás siguieron su ejemplo. Muchos de sus compañeros le creían idiota por pasar todo el día mirando al horizonte, a la sabana en la que dejó una parte de su alma y a la que espera regresar un día reencarnado en tigre.

En tan sólo tres meses Desastre fue aceptado como Recluta, era un gran guerrero pero todos los rituales sociales de la Compañía eran demasiado para él. Pasó casi un año como Recluta, en ese año Desastre pasó algo más de tiempo con los demás Reclutas. Sobre todo con Preocupado. El primer día que hablaron, Desastre estaba sentado con la mirada perdida en el infinito cuando Preocupado se sentó a su lado a hablarle de lo mucho que le preocupaba algo. Había tardado un momento en darse cuenta de que alguien se había sentado junto a él y algo más en empezar a escuchar de que le estaba hablando aquel Caimán Negro. Eran un idiota y un pesimista a los que nadie más tomaba en serio y tal vez eso fue lo que les unió. Desastre no tardó en darse cuenta que la sabiduría que escondían casi siempre las palabras de Preocupado y decidió que escucharlo no le haría ningún mal.

También se llevaba bastante bien con Pietorcido, un Recluta que llevaba algo más de tiempo que él en la compañía y que antes de que se cumpliese un mes del ascenso de Desastre a Recluta juró su capa. Pasó bastante tiempo hasta que Desastre consiguió convencer a Pietorcido de que fuese su Hermano de Capa y, desde que lo convenció, tardaron aún un par de semanas hasta que Desastre entendió todos los detalles del Juramento y el simbolismo que lo rodeaba. 

Desastre llegó a la batalla de los Tres Castores como un Hermano de capa, un Soldado digno de la compañía. Un Soldado Nuevo, pero un Soldado al fin y al cabo. Se situó junto a su escuadra delante de la Caballería mágicamente ocultada haciendo el cebo perfecto para que el plan de Capitán surtiese efecto y llegado el momento se abalanzó a la batalla sin miedo a la muerte, luchando con ferocidad y garra. Tanto fue así que se separó de Preocupado junto a quien había comenzado luchando y llegó hasta el templo en llamas. Se paró un momento a mirar el fuego, obnubilado por su belleza y a sus oídos llegó una voz.

Alguien en el interior del templo pedía ayuda a gritos y Desastre no dudó en entrar. Sacó como pudo a un Recluta de la Compañía, Lengua Negra y le pidió ayuda a Lagrimita para sacar a Mentiroso. Luego los cargaron hasta donde estaba Tragasapos y este decidió que debían ir al lugar donde formaban los Hostigadores. Había participado en la batalla de forma notable, apenas había sido herido y había salvado la vida a un par de Reclutas. Desastre estaba contento.

Su éxito en la batalla no tardó en extenderse entre los Reclutas y uno llamado Peregrino le pidió que se convirtiese en su Hermano de Capa. Era todo un honor para alguien como él aceptar eso. Pero no todo tras la batalla fue una alegría. Pietorcido, su Hermano de Capa, había fallecido así como su compañero de pelotón Lanzadardos. Preocupado le pidió por favor que diese sepultura a Lanzadardos y Desastre no dudó en encargarse de ello. 

Orgulloso de su buena memoria y de como había aprendido el ritual del Juramento de la capa, Desastre no dudó en explicárselo a Peregrino. Peregrino sujetaría la capa haciendo el papel que había hecho Pietorcido y él se arrodillaría delante como ya había hecho una vez. Todo era sencillo. Sólo se olvidó que esa vez era él quien hacía el papel de Pietorcido y Escupeserpientes tuvo que recordárselo cuando se encontraba arrodillado delante de toda la Compañía. Podía ver las sonrisas en los rostros de todos los presentes, pero no dijo nada. Se levantó ocupando su lugar y terminó la Ceremonia sin mayores altercados. 

Desde ese momento, el paso de Desastre por la Compañía no ha tenido nada de destacable. Ansía tener un mayor contacto con la naturaleza y los animales a los que tanto extraña. Ha combatido siempre que se le ha dado la oportunidad, ha entrenado duro para convertirse en un gran guerrero y ha trabajado en sus ratos libres en los establos tan solo para poder tratar con los caballos. También ha estado investigando y preguntando si hay que pedir algún permiso a la hora de aceptar una bestia salvaje y tenerla en el campamento. Ya que no puede ir él a la naturaleza tal vez pueda traer la naturaleza a él.

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03/02/2016, 20:34
Preocupado, Pelotón de Infantería, Escuadra Barril.

PREOCUPADO: RELATO INICIAL.

Todos los designios apuntaban a que aquella noche nacería un guerrero que cambiaría el destino de toda la tribu y cumpliría con la profecía, los auspicios y las señales eran favorables y nada parecía indicar que pudieran estar equivocados. Todos se arremolinaron alrededor de la tienda mientras las ancianas de la tribu asistían a la parturienta en el interior y los chamanes danzaban intentando atraer a los buenos espíritus.

El desgarrado llanto de un bebé hizo callar los timbales y las danzas y las miradas se dirigieron hacia la tienda. Momentos después una de las ancianas salía con un niño entre los brazos. Los espíritus habían escuchado sus plegarias y otro guerrero más se sumaba a la tribu, necesitaban hacerse fuertes y cada nacimiento era una esperanza.

- No sé..., algo me preocupa... - Susurró su abuelo que contemplaba la escena algo apartado del resto.

Quizás habían sido aquellas nubes negras que ocultaron la luna durante el parto, o los aullidos lejanos de los lobos, o esa ráfaga de viento inusualmente fría. Mandinwa podía ver cosas, sentir cosas que el resto no percibía, pero había aprendido a ser discreto, pues la gente no le creía y le tomaba por loco o al contrario se asustaban cuando acertaba. Su hija también tenía ese don, aunque afortunadamente sus premoniciones no eran tan fuertes, al contrario que su padre no solía ocultar lo que sentía y eso a veces la metía en problemas, pues la gente la catalogaba como una bruja. De todas formas nada importaba ahora todo eso, pues había que disfrutar del momento y de la felicidad de la familia y de toda la tribu.

Los Caimanes Negros siempre habían sido una tribu menospreciada por el resto y a la que nadie quería cerca, nadie los respetaba y los ataques eran frecuentes y permanecían impunes, pues no tenían la suficiente fuerza para responder a ellos. Eso los obligó a ir de aquí para allá por la Sabana intentando no molestar demasiado al resto de tribus para que les dejaran en paz, pero tarde o temprano surgía el conflicto, hasta que descubrieron las ruinas ancestrales. Eran unas tierras inhóspitas, áridas y poco fértiles en las que nadie quería vivir y por si no fuera poco estaban aquellas ruinas ancestrales de las que era mejor estar alejado pues traían mal yuyu.

- No es una buena idea.

Nadie le hizo mucho caso, al final pesó más el que nadie de las otras tribus iría allí a molestarlos o a echarlos, nadie quería estar en esa zona y la podían considerar como de ellos, sólo debían rezar a los malos espíritus para que les dejaran en paz por perturbar su descanso en las ruinas.

En cuanto se alejaban de allí para cazar o explorar el resto de tribus las atacaba, los mataba o hacía prisioneros, sobre todo la Alianza de los Tres Castores, cuatro tribus distintas que se aliaron para dominar aquella zona de la sabana y que les hacían la vida imposible. La situación se estaba volviendo desesperada por momentos y cuando las cosas se ponen tan mal la gente busca soluciones igualmente desesperadas. Los Caimanes Negros decidieron buscar entre las ruinas algo que pudiera cambiar las tornas a su favor.

- Eso me preocupa abuelo, me preocupa mucho.

El pequeño Bambú, cogido de la mano de su abuelo observaba como partían los primeros grupos de guerreros de su tribu en busca del expolio de las ruinas. Su abuelo apretó la mano e hizo callar al niño. Él también lo sentía, pero era mejor no decir nada.

La suerte de toda la tribu cambió desde aquel momento cuando comenzaron a encontrar los tesoros escondidos entre las ruinas. Bambú dejó de ser un niño, alto, delgado y resistente como aquella planta y se convirtió en todo un guerrero, aunque no era muy popular entre sus compañeros. Iba a las ruinas a proteger los tesoros aunque no le hacía mucha gracia entrar en ese lugar. Sabía que los malos espíritus habitaban allí y algún día se cobrarían la deuda, pero nadie le hacía caso, sólo su madre y su abuelo asentían al escucharlo.

Con todos los tesoros encontrados el jefe de la tribu, aconsejado por los chamanes, decidió contratar a un grupo de luchadores extranjeros, tan feroces que podrían acabar incluso hasta con las tribus de la Alianza de los Tres Castores.

- Eso me preocupa madre, me preocupa mucho.

Su madre asintió en silencio cuando vieron partir a los emisarios que se pondrían en contacto con aquellos que se hacían llamar la Compañía Negra. Su abuelo les había dejado durante la anterior primavera y ahora madre e hijo sólo se tenían el uno al otro para compartir aquellas premoniciones.

- Waliokimbia Nioka. - Protestó su padre, usando el nombre que le habían concedido cuando Bambú se convirtió en un guerrero de la tribu.- Debes dejar de decir esas cosas, la gente se asusta y no quiere luchar contigo.

- Yo solo les advierto padre, algo malo va a ocurrir, lo siento.

El padre de Waliokimbia Nioka había sido un guerrero duro y con gran reputación dentro de los Caimanes Negros, curtido en decenas de luchas, pero la larga guerra contra los Castores y su Alianza y el paso del tiempo le había dejado sin sus otros hijos, calvo y sin ningún diente. Aún así seguía siendo temido y respetado y la salvaguarda de su esposa para que no la mataran en las numerosas acusaciones en que los guerreros la tomaban por una bruja.

Waliokimbia Nioka no pudo quedarse callado y cuando su partida de guerra avanzó se adelantó hacia el jefe de su grupo.

- No me gusta esto Pawinda, hemos avanzado muy fácil y ni siquiera nos hemos topado con algún explorador de los Cebras, eso me preocupa, me preocupa mucho.

- ¿Ya estás otra vez? - Replicó Pawinda cansado, mientras era secundado con los asentimientos de algunos compañeros cercanos. - Vuelve a tu sitio en la retaguardia y no vuelvas a abrir la boca.

Waliokimbia agachó la cabeza avergonzado y volvió al último puesto de la fila donde debía descolgarse para vigilar la retaguardia, allí solían colocarlo para que no les aburriera con sus preocupaciones y advertencias. Cuando escuchó los primeros gritos aferró su lanza y el escudo y comenzó a correr para dar alcance a sus compañeros, pero se encontró con que la pequeña partida de Cebras que buscaban estaba protegida por un buen número de los mejores guerreros de los Castores, que habían emboscado a sus compañeros sin dejarles ninguna posibilidad de victoria, los que intentaban huir eran alcanzados por lanzas y flechas. Se escondió tras un solitario árbol esperando que nadie hubiera reparado en él o de lo contrario acabaría igual que sus compañeros.

Seguro que ahora se desata una tormenta y me cae un rayo encima, o alguno tiene ganas de mear y se viene hasta el árbol, o se posa un pájaro en una de las ramas y...

Ni siquiera supo cuanto tiempo estuvo allí sin moverse pensando en todo lo que le podía pasar, pero algún espíritu le ayudó aquel día para que al caer la noche pudiera alejarse arrastrándose por el suelo y llegar finalmente a su tribu. La historia no fue bien recibida, pero todos tenían la esperanza de que las cosas estaban a punto de cambiar. La Compañía Negra ya había llegado a la Sabana y comenzaba a obtener sus primeras victorias frente a las tribus que apoyaban a la Alianza. Waliokimbia los había visto una vez, de lejos, y todavía guardaba aquel recuerdo con horror. Aquellos no eran hombres, eran demonios. Todos vestían una capa de tela negra con un broche de plata en forma de calavera y portaban armaduras y protecciones de color negro que les hacían parecer mucho más fieros, pero lo que realmente le impactó era la piel blanca que tenían, pues nunca había visto un humano blanco y eso le asustaba.

La Compañía Negra iba y venía por la Gran Sabana acumulando victorias contra los enemigos de los Caimanes Negros y mientras tanto Waliokimbia se quedaba en su aldea esperando, nadie lo quería en sus grupos de ataque pues le echaban la culpa de lo sucedido a sus compañeros.

- No fue mi culpa, les advertí que iba a pasar algo malo y no me hicieron caso, debieron tomar más precauciones.

- No insistas Waliokimbia Nioka. - Le respondió el jefe de los guerreros. - A partir de ahora te quedarás defendiendo la aldea.

- ¡Pero...! Tengo un mal presentimiento y eso me preocupa...

No le hicieron caso y ya no contaban con él en las batallas, justo ahora que su tribu estaba alcanzando el momento más álgido de su historia y él debía ser un mero espectador para vergüenza de su padre. No podía aceptarlo, debía hacer algo y ser partícipe de aquello como uno más, si en su tribu no lo querían se iría con los hombres demonio guerrero, había escuchado que aceptaban a cualquier hombre que quisiera luchar con ellos, sólo había que pasar un pequeño periodo de prueba. Tan sólo le preocupaba una cosa, una vez te aceptaban ya nunca más podías abandonarlos. Meditó su decisión durante unos días, se negaba a renunciar a su familia y al que había sido su hogar sobre todo ahora que su tribu se estaba convirtiendo en la más importante, pero no podía quedarse de brazos cruzados.

- He tenido un sueño, mi pequeño Bambú.

- Madre, no me llames así, ese ya no es mi nombre. Cuéntame ese sueño que te inquieta.

- Para mí siempre serás mi pequeño Bambú. - La mujer sonrió y le acarició la cabeza. - Era tu abuelo, ha venido de nuevo.

- ¿El abuelo? Hacía mucho que no te visitaba en sueños, debe ser algo importante. - Había algo en el tono de su madre que lo preocupaba. - ¿Qué te dijo?

- Nuestro pequeño Bambú... él también te sigue llamando así. ¿Sabes? - Su madre sonrió y Waliokimbia también lo hizo recordando los buenos momentos que había pasado junto a su abuelo. - Me dijo que estaba preocupado, que ya no había futuro para ti en esta tribu y que debías tomar tu propio camino: donde el blanco y el negro son el mismo color.

Propio de su abuelo el no dejar las cosas claras, le gustaba decir las cosas de una manera críptica. ¿No hubiera sido más fácil decirle que fuera al Norte, o al Sur? ¿Que cruzara la Sabana hasta un río y luego siguiera su curso? Ahora estaba preocupado por encontrar la interpretación correcta a las palabras de su abuelo, seguramente si no acertaba le esperaría un destino terrible y los espíritus malignos lo atormentarían el resto de su vida. Por fortuna siempre había tenido una extraña conexión con su abuelo.

- La Compañía Negra... - Allí había gente negra y también gente blanca y todos formaban una sola tribu, un mismo color.

Su madre no dijo nada, simplemente se levantó y regresó a su tienda.

Al día siguiente Waliokimbia Nioka abandonó su tribu tras despedirse de sus padres y fue al encuentro del campamento de la Compañía Negra donde se alistó al periodo previo de instrucción junto con otros K'Hlata provenientes de distintas tribus de la Gran Sabana, algunos querían unirse a los que parecían una fuerza invencible y otros, como él, tan sólo buscaban un sitio donde encajar.

Pasó la instrucción, no sin dejar patentes sus múltiples preocupaciones a los instructores y compañeros que querían escucharle, y pronto fue uno de los escogidos para formar parte de un nuevo pelotón de infantería.

- ¿Nombre? - Preguntó el Sargento Gulg sin levantar la vista de los registros mientras tomaba nota de los nuevos reclutas.

-Waliokimbia Nioka. - Respondió algo preocupado por el paso que estaba dando, tras eso la vuelta atrás sería imposible.

- ¿Walio qué...? - Replicó Gulg levantando la cabeza. - ¡Ah! ¡Eres tú! ¡El preocupado! Así te llamarás aquí, Preocupado. Incorpórate a la escuadra de Barril. Por allí.

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28/05/2016, 18:12
El Cráneo de Plata.

LA COMPAÑÍA NEGRA 2: PREÁMBULO.

Seis de Castor de 201.

Tras la Batalla de Fuerte Chuda, aunque fue una aplastante victoria para la Compañía Negra, se enseñoreó del Campamento una cierta sensación triste de desasosiego.

Los Grupos Operativos del Triplete habían sido aplastados y el Fuerte Chuda, su cuartel general en territorio de Cho’n Delor, había sido conquistado. La propia Chuda tan sólo salvó la vida gracias a la intervención del Lancero, el mayor Héroe del antiguo Reino Pastel, aunque su guardaespaldas Chugrat pereció a manos de la Compañía (siendo rematado por Lengua Negra y decapitado por Campaña).

Quedaban los grupos operativos dirigidos por Último Inmortal y Segadora, que fueron perseguidos en diferentes partes del País de Cho'n Delor por Portaestandarte y el Sargento Virote, respectivamente. La Caballería, con Portaestandarte a la Cabeza, daba caza a las fuerzas del Inmortal; mientras los Arqueros hostigaban y acosaban a las de la Segadora. Al ocupar el grueso de la Compañía el nuevo Campamento Principal en el centro del Llano de Galdan, esos grupos estaban aislados de toda posibilidad de refuerzos o de suministros, pasando de dominar todo el campo de Cho'n Delor a ser unos fugitivos, perseguidos, acosados y cazados.

La posición estratégica del Campamento Principal de la Compañía Negra, en el centro del Llano de Galdan a menos de un día de camino a pie la Puerta de Galdan, y de otros dos campamentos de Cho'n Delor de Comunes y Escorias, mantenía contenidas a las Fuerzas del Triplete en su lado de la frontera.

Tras las recientes victorias de la Compañía, el Triplete parecía renuente a enfrentarse directamente a los llamados Soldados de Hueso en batalla campal en campo abierto.

Sin duda, debían de existir otras formas de cruzar desde el Tiplete hasta el Territorio de Cho'n Delor para atacar los intereses económicos y poblacionales chondelorianos, pero ninguna era más fácil y conveniente que el Paso de Galdan. Y ahora la Compañía controlaba el Llano de Galdan, al Norte del Paso.

Claro estaba, que el Triplete seguía controlando la estratégica Fortaleza de la Puerta de Galdan, por lo que Cho'n Delor no tenía aún una forma clara de pasar a la ofensiva contra el Reino Pastel en el territorio de las tres ciudades que lo formaban (la Ciudad Pastel, la Ciudad del Dios Elefante, y la Ciudad de las Panteras).

Pese a la tremenda victoria, el ambiente era algo deprimente y de cierto desasosiego en el Campamento Principal de la Compañía. El Teniente estaba muerto. El Capitán paralizado por el veneno e incapaz de comunicarse. Portaestandarte ausente cazando fantasmas (irredentos). Había muchos heridos graves, incluyendo a Lagrimita que parecía agonizar bajo el mismo veneno que casi acaba con el Capitán.

El mando del Campamento de la Compañía recayó sobre las manos del prudente y conservador Analista, por ser el oficial más antiguo y por la ausencia de Portaestandarte, el siguiente oficial de mayor graduación.

Había muchos heridos, algunos muy graves. También muchos muertos. Se oficiaron funerales en una campiña al Norte del Campamento, donde se alzaban antiguos túmulos, olvidados monumentos funerarios de una civilización ya desaparecida. Analista y Caratótem pronunciaron discursos fúnebres.

Durante el resto del Mes Seis y durante el Mes Siete (Mes de la Arena, Primero del Verano), los heridos se fueron recuperando. Primero los leves y moderados. Los graves fueron pasando a moderados gracias a los esfuerzos de los curanderos, en especial Plumilla con mucha ayuda, pues Matagatos permanecía inconsciente por sus heridas. Los muy graves y en coma fueron pasando a graves.

Con el transcurso de las semanas, poco a poco la Tienda de los Heridos se fue vaciando.

Guardaespaldas y Segundo Guardaespaldas se turnaron día y noche para proteger al Capitán en la Tienda de Mando. Ambos pertenecían formalmente al Pelotón de Caballería, pero lo cierto es que nunca se separaban del Capitán de la Compañía. Eran su guardia de honor.

El Capitán recibió frecuentes visitas de los Magos de la Compañía e incluso de las Pitonisas, que trataron, sin éxito, de ayudarle. Incluso Cho'n Delor envió curanderos y alquimistas reputados, pero todo fue en vano. Finalmente Analista los envió de vuelta, pues ni confiaba en ellos ni le gustaban nada sus métodos (que a menudo implican causarle dolor al paciente con el fin de forzarlo a reaccionar).

Lagrimita, que al parecer había recibido una dosis menor del veneno que afligía al Capitán, logró recuperarse de la inconsciencia, la parálisis, y eventualmente de sus graves heridas físicas.

En la Tienda de Grog, Gordo Wem invitó a los que narrasen las mejores historias sobre la Batalla de Fuerte Chuda a jarras de rico Grog caliente. También fue generoso dándole alimentos a Astado con los que preparar deliciosos guisos para cuidar mejor de los Hermanos heridos.

Los que no estaban heridos, repartían su tiempo montando guardia, entrenando, y pasando el tiempo ociosamente en la Tienda de Grog, tomando jarras, o jugando a juegos de dados o a tirar dardos. Unos pocos visitaban a meretrices o Pitonisas, o a ambas incluso. Algunos creyeron que sería auspicioso organizar una partida de Los Puñales.

La Sargento Falce organizó patrullas para mantener controlado el Llano de Galdan e impedir que se colasen espías enemigos en los huecos entre los tres campamentos que vigilaban el Llano contra incursiones del Triplete. Montó varias parejas de un Explorador y un Soldado de Infantería (u Hostigador que no estuviese herido), con Permiso de la Sargento Vientos y de Ponzoña (que actuó como líder provisional de los Hostigadores mientras Matagatos estuvo en coma).

Analista envió a varios Seguidores de Campamento (comerciantes de Usurero) con la escolta de unos pocos Reservas supervivientes de la Batalla de Fuerte Chuda como mensajeros para que fueran en busca de Portaestandarte y la Caballería del Sargento Rompelomos para convocar una reunión de Mandos para trazar la estrategia a seguir en esta fase de la campaña militar contra el Triplete. También envió mensajeros a buscar al Sargento Virote y su Pelotón de Arqueros.

Meruvio (arquero dejado atrás por los Arqueros porque estaba en muy mal estado la mañana que partieron a la caza de Segadora y sus fantasmas) desafió a Ikharus a una competición de flecha contra hacha arrojadiza. El decadente Soldado venido a menos logró vencer al antiguo leñador y padre de Serpiente en la competición, por lo que Ikharus se convirtió en deudor de cinco platas.

Campaña y Peregrino se enfrentaron en un tremendo combate de entrenamiento. La destreza, la velocidad y la finura en combate de Peregrino se acabaron imponiendo frente a la fuerza bruta y a la resistencia sobrehumana de Campaña. Fue una lucha digna de verse.

A mediados del Mes de la Arena, comenzando el Verano, los mensajeros enviados a por el Sargento Virote volvieron con éste en compañía de la Escuadra Mostaza; mientras la Escuadra Diana se quedaba atrás junto con la Coronel Mindy y parte de su compañía de Escorias de Cho'n Delor, que siguieron persiguiendo, sin gran éxito, a la Capitana Segadora, del Triplete. Al menos consiguieron aniquilar a un tercio de las fuerzas de la Segadora.

Los mensajeros enviados por Portaestandarte y el Sargento Rompelomos regresaron con las manos vacías. Bueno, no del todo. Volvieron con una misiva escrita y firmada por Portaestandarte en la que, de forma unilateral, afirmaba que había nombrado nuevo Teniente al Sargento Rompelomos, líder del Pelotón de Caballería. Esto sentó como un jarro de agua fría, el desplante de Portaestandarte a Analista al no acudir a la reunión de Mandos convocada por éste, y el nombramiento unilateral en vez de mediante un consenso de mandos como era la costumbre en esos casos, no sentó nada bien en el Campamento.

La Sargento Vientos, otra posible y viable candidata a suceder al difunto Teniente en el puesto, no dijo abiertamente nada ni expuso queja alguna, pero para todos los que la conocían era más que evidente que estaba molesta por la forma de actuar de Portaestandarte.

De un lado, la decisión de Portaestandarte de nombrar sobre la marcha al Sargento Rompelomos nuevo Teniente tuvo sentido. Rompelomos era el Sargento mejor posicionado para el puesto, el que tenía más prestigio por haber dirigido al Primer Pelotón (el de Caballería, el más antiguo), pero esta decisión enfadó a Analista y al Pelotón de Infantería. Tampoco al Sargento Virote le sentó muy bien el desplante, y, tras enterarse de lo sucedido, regresó junto con la Escuadra Diana a proseguir la interrumpida cacería de la Segadora y sus grupos restantes de Fantasmas Irredentos.

Otros Pelotones, como el de Exploradores; o los Seguidores de Campamento, no tenían una postura clara sobre el tema, no se habían posicionado. En el caso de Hostigadores y Campamenteros, cada individuo tenía su propia opinión. Los Reservas parecían estar de acuerdo con la decisión de Portaestandarte.

El Verano trajo sus calores, que arreciaban especialmente a mediodía, pero que no dejaban tampoco descansar bien por la noche. El intenso calor dificultaba soberanamente los esfuerzos físicos y los entrenamientos. También ralentizaba un tanto la recuperación de los heridos.

Durante los meses de Verano resultó un verdadero suplicio llevar cualquier armadura metálica pesada. Siempre había excepciones, sin embargo. Campaña y Keropis siguieron portando su blindaje. Campaña porque la armadura magistralmente forjada por su padre dejaba al descubierto gran parte del torso, lo que permitía soportar mucho mejor el calor. Keropis porque era un ermitaño loco que parecía haber hecho del estoicismo extremo la base de toda su existencia.

Incluso el Cabo Barril de la Infantería se quitaba mucho más a menudo la armadura en Verano, pese a ser un fanático de la armadura pesada, aunque siguió dejándose puesto el casco gran parte del tiempo. En la Ciudad de Cho'n Delor, con seguridad el Sargento Gulg tampoco se quitaba su armadura ni siquiera en los días más calurosos del Verano, pues eso también formaba parte de su naturaleza.

Precisamente, desde el Palacio de la Discordia llegó una misiva del Sargento Gulg para Analista. Al parecer, ante las puertas del Palacio de la Discordia, se agolpaban candidatos chondelorianos dispuestos a convertirse en Aspirantes para ingresar en la Compañía Negra. Analista lo pensó un tiempo y decidió finalmente que los candidatos fueran puestos a prueba, así que dio permiso al Sargento Gulg para que el Pelotón de Instrucción comenzase a formar una nueva hornada de Aspirantes entre los voluntarios chondelorianos.

Comienza el Mes de la Cebra, Segundo del Verano.

Analista envió al Arquero Meruvio a Cho'n Delor con una respuesta afirmativa para el Sargento Gulg. La orden era que podía comenzar a entrenar una nueva promoción de Aspirantes para transformarlos en Reclutas, pero debía de ser especialmente selectivo y no ponerles las cosas nada fáciles. Su adiestramiento tendría que ser incluso más duro de lo normal, para garantizar que sólo los que verdaderamente quisieran unirse a la Compañía Negra pudieran hacerlo.

A Mediodía del Primer Día del mes de la Cebra llegó un mensajero de excepción procedente de Cho'n Delor. Se trataba de Ansia de Dominio, enviado por el Chambelán de las Cuchillas para comunicar a la Compañía que la Capital estaba lista para celebrar un Festín de la Victoria en honor a la Compañía Negra por su triunfo contra los Fantasmas Irredentos del Triplete.

Según la invitación, debían acudir todos los Hermanos Juramentados y también los Reclutas que se hubieran ganado ya su derecho a Jurar, pues el Chambelán de las Cuchillas quería que se celebrase una nueva Ceremonia de Jura para ellos. Tras, eso, como parte de la celebración de la victoria, cada Hermano Juramentado presente podría solicitarle personalmente una dádiva, que le sería concedida si estuviera en sus manos y siempre que fuera proporcionada a la reputación del miembro de la Compañía solicitante. Ésta sería una recompensa excepcional y adicional a la paga mensual en piezas de plata que el País de Cho'n Delor pagaba regularmente a la Compañía Negra por sus servicios como mercenarios.

Esa misma noche, Analista convocó en la Tienda de Mando de la Compañía a los Sargentos, Cabos y a los jefes y subjefes de cada Pelotón. Esto incluía a Matagatos (quien ya se encontraba mejor y podía caminar, aunque seguía estando débil), a Ponzoña, Lengua Negra y a Manta.

En la reunión de mandos se decidieron varios ascensos: Ridvan, Matagatos y Lengua Negra serían ascendidos al rango de Cabo, y Serpiente a Mago. Se acordó también que los Reclutas Niña de Oro, Perdida, Piojillo, Plumilla y Tarado podrían tomar el Juramento de la Compañía en la Ceremonia de Jura en Cho'n Delor, la cuarta de este año, alcanzando así el rango de Soldados Nuevos. Además, se acordó que Campaña pudiera volver a Jurar y a recuperar así el rango de Soldado Nuevo y su capa negra.

En la misma reunión se decidió que todos los Hermanos Juramentados menos un pequeño Retén viajarían a Cho'n Delor a mediados del Mes Nueve, al objeto de estar en la Capital con tiempo suficiente para participar en la Ceremonia de Juramento el día uno del Mes Diez.

El Retén se encontraría bajo el mando de Guardaespaldas, del Pelotón de Caballería, encargado de la protección del convaleciente Capitán. Junto a él se quedarían tres Soldados de los Exploradores, tres de los Hostigadores y tres de los Campamenteros. Cho'n Delor envió tropas adicionales para reforzar los campamentos en Fuerte Comunes (al Oeste del Campamento de la Compañía) y en Fuerte Escoria (al Este de la Compañía). De ese modo el Llano no quedaría desguarnecido.

Ponzoña recibió por delegación de los mandos el encargo de formar patrullas que se encargasen de cazar para conseguir carne con la que suplementar la dieta de los Soldados, así como otras para controlar el territorio entre el Campamento Principal y los campamentos aliados de Fuerte Comunes y Fuerte Escoria, así como misiones de reconocimiento de la parte Sur del Llano, más cercana a la Fortaleza de la Puerta de Galdan.

Decidió enviar tres grupos a cazar. El primero compuesto por: Uro, León Anciano, y Belleza. El segundo por: Caracabra, Odio y Manta. Y el tercero por: Pipo, Keropis y Tarado.

Un grupo de vigilancia patrullaría la zona Este, compuesto por: Campaña y Peregrino.

Un grupo de vigilancia patrullaría la zona Oeste, compuesto por: Ikharus y Lombriz.

Un grupo de reconocimiento avanzado fue enviado a la zona Sur, la más peligrosa por su cercanía a la Fortaleza de la Puerta de Galdan; compuesto por: Escudo, Niño Guerrero y Ojopocho. Y un grupo de enlace a caballo con el anterior, compuesto por: Sicofante y Piojillo.

En un primer momento, Ponzoña había pensado en Pelagatos para la labor, en lugar de Piojillo, pero el hijo del nuevo Teniente fue herido casi de muerte por Sicofante en el transcurso de un inocente entrenamiento, a consecuencia de lo cual tardaría varios meses en estar completamente recuperado.

Veintitrés de Cebra de 201.

El Pelotón de Arqueros regresó victorioso tras haber dado caza durante todo este tiempo a los grupos operativos del Triplete dirigidos por la Capitana Segadora, una de las líderes de los Fantasmas Irredentos que estaban anteriormente bajo el mando de la noble Chuda (de cuando coordinaba toda la invasión de Cho’n Delor desde Fuerte Chuda). Con ellos iban la Coronel Mindy y algo menos de un centenar de sus tropas deformes de Escorias, que retornaron directamente a su campamento, el Fuerte Escoria.

El Sargento Virote y los suyos traían consigo un lagarto gigante, que portaba como jinete al Recluta Campaña, muy malherido. Plumilla, Khadesa y Matagatos se apresuraron a auxiliarlo y llevarlo a la Tienda de los Heridos para curar sus heridas.

El Sargento Virote y el Cabo Mostaza bajaron de la grupa del dócil lagarto herbívoro el cuerpo muerto y ensangrentado de Peregrino, que envolvieron con honores con una capa negra y trasladaron al cobertizo para los cadáveres de la Compañía, situado detrás de la Tienda de los Heridos.

Enseguida se corrió la voz en el Campamento de que la propia Segadora y sus últimos guerreros habían sido aniquilados por Campaña y Peregrino, en una gesta heroica increíble. El Sargento Virote mostró la cabeza de la Segadora como prueba, y también su espada, la famosa Segadora, con la que tanto le gustaba a su dueña decapitar a sus enemigos.

Al día siguiente, Peregrino fue enterrado en los túmulos al Norte del Campamento Principal en el Llano de Galdan. El funeral se llevó a cabo con todos los honores, como si fuera el de un Oficial.

Analista ofició el rito fúnebre en primer lugar, después habló Caratótem. Analista le entregó a Matagatos la katana que había pertenecido a Peregrino y después fue el líder de los Hostigadores quien pronunció unas palabras, así como posteriormente todo el que conociera a Peregrino y quisiera hablar en su funeral.

Esa noche, la Tienda de Grog estuvo llena. Gordo Wem dio una jarra de Grog gratis a todo el que quisiera brindar en memoria del difunto Peregrino. A partir de la segunda jarra el coste era de tan sólo una pieza de cobre, por lo que muchos tomaron más de una.

Era una costumbre muy arraigada en la Compañía brindar por el Soldado fallecido al que se honraba también tras su funeral, deseándole que se hubiera reunido con sus antepasados honorables y estuviera en el cielo de cualesquiera que fuera su religión. También era costumbre contar anécdotas e historias sobre el caído, no sólo sus gestas en combate, sino toda clase de historias y detalles de los que le conocieron. Era una especial despedida y un modo de recordarle.

Las diferentes patrullas fueron regresando al Campamento de la Compañía, cada una con sus noticias, algunas más impactantes que otras.

Noche del Dos de la Jirafa, último mes del Verano, Año 201 de Khatovar.

El Campamento Principal de la Compañía Negra fue atacado por un pequeño grupo de arqueras de elite de Galdan comandado por los héroes menores del Triplete Brenda y Kano. Dos centinelas de los Reservas de Ballestero fueron abatidos cada uno de dos certeros flechazos casi simultáneos y silenciosos. El hueco dejado en las defensas fue aprovechado por Brenda y Kano para trepar la empalizada y sembrar el caos.

Incendiaron los establos donde estaban Hechizado y los caballos de los Oficiales y de los Magos. También quemaron los almacenes de provisiones de la Compañía, apuñalaron a dos esclavas, y a dos mozos de cuadra. Le cortaron el cuello a la meretriz Bimbata y a la Pitonisa Yumma la Medio Calva (la Tercera Pitonisa).

El Pelotón de Arqueros fue el primero en reaccionar y atacar a los saboteadores, que lograron escapar en la confusión de la noche y los incendios. Ballestero y Virote consiguieron abatir desde la empalizada a tres arqueras de Galdan ya en retirada.

El Mago Tragasapos usó una niebla húmeda para apagar los incendios, y Caratótem atendió y curó las quemaduras de los caballos. Más de la mitad de las provisiones de la Compañía quedaron inservibles por el fuego y el humo.

Bimbata y Yumma fueron llevadas todavía vivas a la Tienda de los Heridos. La primera se desangró sin remedio y murió, la segunda logró ser estabilizada y se salvó casi milagrosamente.

Mañana del Tres de la Jirafa de 201 de Khatovar:

Piojillo, de los Campamenteros, llegó al galope al Campamento Principal, completamente exhausto tras cabalgar toda la noche, a lomos de un derrengado caballo de guerra pesado del Triplete.

Enseguida se dio la alarma, pues avisó de que le perseguían jinetes del Triplete, al menos once, y de que Sicofante, de los Hostigadores, se había quedado atrás a enfrentarse a ellos para darle tiempo a escapar.

Lombriz comentó entonces que llevaba varios días intentando decir que él e Ikharus se enfrentaron unos pocos días atrás a una mujer noble del Triplete y se trajeron su cabeza cortada. Probablemente se había producido una confusión, Ikharus le pidió a Lombriz que informara, y éste con sus dificultades a la hora de percibir y discernir el paso del tiempo no era consciente de que ya habían pasado días, en vez de unos escasos minutos, desde su regreso.

Lengua Negra ordenó preparar la defensa del Campamento, mientras Ponzoña corrió a avisar a Analista, quien confirmó esa orden.

Fuera de la empalizada había en ese momento un grupo numeroso de Seguidores de Campamento que estaban regresando desde Cho’n Delor con nuevos suministros. También otro grupo, de los que se encontraban cultivando un escuálido huerto en el árido Llano, usando agua de los pozos excavados en el interior del Campamento.

El Cabo Cortaplumas estableció una vigilancia con sus Reservas, mientras la Sargento Falce salió afuera a hacer volver a todos al interior del Campamento, a refugiarse tras la protección de la empalizada.

El ataque del Triplete resultó ser sorprendentemente veloz, pese a que Cortaplumas y el Cabo Ridvan estaban alerta y dieron enseguida la alarma a voz en grito.

Un comerciante de la Compañía, Precio, era el último con su carro lleno de hortalizas procedentes de las aldeas agrícolas Doloritas. Cuatro Rufianes de Usurero, esos tipejos siniestros con cuchillo que normalmente se dedicaban a incordiar a todo el mundo y a amenazar a los que debían dinero a Usurero (como a Piojillo hasta que Lengua Negra saldó sus deudas recientemente), desenvainaron sus espadas cortas o garrotes y se interpusieron entre el carro de verduras y los atacantes, que parecían un grupo de jinetes del Triplete fuertemente armados y vestidos con carísimos ropajes nobles de fantasía.

Una mujer de piel blanca con una armadura de semiplacas, que aparentemente debería de ofrecerle poca protección, arrojó dos espadas cortas a una velocidad imposible desde lo alto de su increíble caballo de guerra pesado, un animal monstruosamente grande y fuerte. Dos de los Rufianes cayeron inmediatamente al suelo al ser alcanzados por las espadas cortas así alanzadas, mientras los otros dos pugnaban por defenderse mientras los jinetes nobles del Triplete les lanzaban lazos de cuerda.

El Cabo Ridvan disparó una certera flecha justo al centro del pecho de la mujer que lideraba el ataque, la Heroína de la Puerta de Galdan en persona. La mujer agarró la flecha al vuelo y la tiró con desprecio a un lado al tiempo que desenvainaba un destellante alfanje que reflejaba la luz del Sol de un modo antinatural, cegando por un momento a los defensores de la Compañía, que en ese instante disparaban una lluvia de flechas y jabalinas.

Los once jinetes atacantes se retiraron, arrastrando por el suelo del Llano de Galdan a los cuatro Rufianes de Usurero, dos de ellos seguramente ya muertos por las espadas cortas de la Heroína clavadas en su pecho.

El Sargento Virote ordenó que se abrieran las puertas para iniciar la persecución de las fuerzas enemigas. Analista salió entonces corriendo de la Tienda de Mando y dio una contraorden de la orden dada por el Sargento del Pelotón de Arqueros. Ordenó que nadie saliera ni se moviera de su puesto en la empalizada, pues creía que se trataba de una trampa para atraer a los miembros de la Compañía fuera de la protección del Campamento.

Usurero salió de la Tienda de Grog y comenzó a discutir con su hermano menor, Analista, quería que sus hombres fueran rescatados, pero éste le ordenó que se metiera en su tienda y no saliera. Usurero obedeció, pues era una costumbre muy arraigada en el seno de la Compañía que en situaciones de emergencia los Seguidores debían de hacer siempre lo que mandaran los Hermanos Juramentados.

Transcurrió menos de una hora, y los vigías en el lienzo Sur de empalizada vieron que los tripleteros estaban colocando postes clavados en el suelo, delante del Campamento de la Compañía, justo fuera del límite del alcance de los arcos. Los jinetes nobles hicieron su aparición entonces, soltando sacos de leña alrededor de los postes, en los que poco después unos soldados de infantería del Triplete fuertemente acorazados con armaduras de escamas pese al calor reinante, ataron a cinco figuras a los postes alrededor de los cuales estaba apilada la leña… Se trataba de los cuatro Rufianes de Usurero, y de alguien más que parecía herido, aunque vivo, y al que colocaron en el centro, en una posición destacada.

Los ojos de vista aguda de Ridvan y de Cortaplumas fueron los primeros en identificar al quinto hombre: se trataba de Sicofante. Enseguida se corrió la voz entre los defensores de la Compañía.

Cortaplumas, la Sargento Vientos, la Sargento Falce y algunos más se colocaron alrededor de Analista y comenzaron a discutir con él acaloradamente. Le dijeron a gritos que había que salir y rescatar a esos hombres, Analista insistió obcecadamente que no, que era una trampa, y ordenó que nadie se moviera de su posición defensiva.

Transcurrieron unos minutos angustiosos mientras los miembros del Pelotón de Arqueros y varios Exploradores y algunos otros disparaban sus flechas. Incluso los arcos largos tenían serias dificultades para llegar, y las pocas flechas que llegaban rebotaban en las armaduras de escamas de los Tripleteros o eran desviadas por el alfanje cegador de la Heroína.

La Heroína de la Puerta de Galdan miró directamente hacia toda la Compañía Negra, y en un gesto de burla y desafío alzó una antorcha, con la que después prendió las cinco hogueras.

Los cuatro Rufianes de Usurero no se movieron cuando las llamas se alzaron en sus hogueras, seguramente ya estaban muertos por las heridas sufridas en su captura y en especial por ser arrastrados por el suelo con cuerdas por los jinetes nobles del Triplete. Sin embargo, Sicofante seguía estando vivo, como se evidenció cuando comenzó a gritar en alaridos espantosos conforme las llaman quemaban su cuerpo.

Muchos miembros de la Compañía se quedaron entonces paralizados en sus puestos, con la sangre helada en sus venas.

La quietud fue rota repentinamente por un estruendo terrible que resonó en la parte interior de las puertas principales del fuerte de la Compañía. Alguien las acababa de embestir desde dentro con una fuerza monstruosa y se escuchó claramente un crujido de madera rota mientras las puertas se abrían.

Todos los defensores del adarve miraron hacia abajo, hacia las propias puertas, rotas desde dentro por una figura acorazada. ¡El Cabo Barril!

El hombretón gritó como una bestia enfurecida mientras terminaba de abrir las atrancadas puertas y salía corriendo en una loca carrera hacia las cinco hogueras, la Heroína, los diez jinetes nobles, la infantería pesada, y el agonizante Sicofante.

Tras un breve instante de vacilación mientras Analista gritaba ordenando que nadie se moviera, toda la Infantería, con la Sargento Vientos y el Cabo Lemur a la cabeza, salió del Campamento en una loca y desenfrenada carrera.

La Heroína de la Puerta de Galdan arrojó una lanza al estómago del Cabo Barril, que siguió corriendo pese a la tremenda herida. A continuación desenvainó un segundo alfanje, aunque este no brillaba como el primero. Cuando el tambaleante Barril llegó a su alcance, lo recibió con una tremenda ráfaga de cortes, irrealmente veloces, y el gigantesco Barril cayó desplomado al suelo. Justo cuando caía, logró alcanzar de refilón a la Heroína, causándole un ínfimo corte en la mejilla izquierda.

Entonces llegó el resto del Pelotón de Infantería, que fue recibido por una andanada de flechas de una unidad de arqueras que habían permanecido ocultas hasta ese momento. Arqueras de Galdan, una orden de vestales vírgenes que dedicaban sus vidas a servir a la memoria del héroe Galdan.

Los acorazados Veteranos del Triplete se enfrentaron con espadas largas a la Infantería de la Compañía, que estaba siendo inmisericordemente asaeteada por certeros flechazos que parecían sobradamente capaces de encontrar su camino incluso entre las filas de sus aliados, impactando sólo a enemigos y no a las fuerzas amigas. Los jinetes nobles cargaron entonces, riendo a grandes risotadas y crueles carcajadas, contra la Infantería de la Compañía, sin duda esperando una victoria fácil, una masacre de la elite de la Duodécima.

Sin embargo, pronto se reveló que las cosas no iban a ser tan fáciles para las fuerzas del Reino Pastel. Los guerreros de la Compañía luchaban con los ojos anegados en lágrimas, gritando inconexa e incoherentemente. Muchos gritaban el nombre de Sicofante, como si fuese un grito de guerra, otros gritaban Peregrino, o los nombres de otros amigos y hermanos caídos durante esta Guerra Pastel contra los Fantasmas Irredentos y otras fuerzas del Triplete.

La batalla fue salvaje, y todos los miembros de la Infantería resultaron heridos o malheridos, pero los nobles y veteranos del Triplete fueron despedazados con ensañamiento, mientras la Heroína y las Arqueras de Galdan huían, en especial cuando otras fuerzas de la Compañía comenzaron a salir del fuerte corriendo o a caballo para unirse a la lucha, pese a las órdenes de Analista.

Al inicio de la batalla, tras unos horribles minutos, el Cabo Ridvan llegó a alcanzar con una flecha en el pecho a Sicofante, que ardía en la hoguera en una muerte agónica y terriblemente dolorosa. La flecha no alcanzó a Sicofante con la fuerza suficiente para matarle al instante, pero sin duda acortó sensiblemente su agonía.

Al final en el campo sólo quedaron los heridos de la Compañía y los muertos del Triplete, cuyas fuerzas que no huyeron resultaron aniquiladas. La Heroína debía aprender todavía a no subestimar a la Compañía Negra.

Mes de la Jirafa hasta el día diez.

Pese a que los días aún eran calurosos por efecto de la Estación del Verano, un oscuro frío se cernió sobre la Compañía, y sobre los corazones de sus componentes.

Los días pasaron desde la muerte de Sicofante y los Rufianes de Usurero, y la batalla resultante, en la que tantos resultaron gravemente heridos.

Analista, el virtual líder de la Compañía mientras el Capitán seguía estando convaleciente y paralizado, apenas salió de la Tienda de Mando en esos días. Casi no se dejó ver por el campamento.

Tampoco hubo castigos por la desobedecerle ni hubo mayores consecuencias, excepto por establecer que no habría reparto alguno del botín, que todo lo capturado en aquella aciaga batalla iría para el fondo común de gastos de mantenimiento de la Compañía.

Algunos daban por hecho que la Sargento Vientos o el Cabo Barril, al menos, serían degradados, pero no fue así.

Tras la batalla, el Cabo Barril había sido dado por muerto, pero Matagatos quiso asegurarse y descubrió que milagrosamente su cuerpo todavía retenía un tenue hálito de vida. Trabajando laboriosamente durante días en su cuidado y tras someterle a varias operaciones quirúrgicas logró asegurar su permanencia en el mundo de los vivos, aunque tardaría meses en recuperarse por completo.

Los funerales por Sicofante y los Rufianes asesinados resultaron tristes y emotivos. Sicofante ya era, en el corazón de todos, un mártir que se sacrificó por el bien mayor de la Compañía.

Los Rufianes nunca habían sido muy queridos, quienes pedían dinero prestado en la Compañía acababan recibiendo sus “atenciones” si se retrasaban en los pagos, aunque eso no solía ocurrir demasiado a menudo. Sin embargo, incluso ellos habían muerto por la Compañía y protegiendo a otros.

En la presente guerra, ésta ya era la segunda ocasión en la que los Rufianes se sacrificaban y morían por la Compañía, defendiendo a los Seguidores de Campamento. En eso no habían sido tan distintos de los Hermanos Juramentados. Además, estaba el hecho de que varios Soldados fueron en tiempos Rufianes de Usurero. Ikharus el Leñador era su jefe y principal recaudador de deudas, y el Cabo Ridvan fue en tiempos el guardaespaldas personal de Usurero. Se rumoreaba que ambos eran hijos no reconocidos de Usurero, y por tanto hermanastros, aunque apenas tuvieran relación entre sí.

Sin embargo, Sicofante fue el que despertó más sentimientos en todos: Tristeza por su agónica muerte (aunque el flechazo certero de Ridvan acortó afortunadamente su agonía), y sentimientos de furia y de venganza hacia el Triplete.

Conforme se acercaba el día diez, el designado para la partida, se llevaban a cabo todos los preparativos. Inicialmente se había pensado en un solo carro para los heridos, en los que viajarían Rastrojo, Guepardo, Sabandija, Pelagatos y Campaña; siendo atendidos por Matagatos, Plumilla y Khadesa. Sin embargo, harían falta al menos cuatro carros más, para trasladar a los heridos del Pelotón de Infantería, en absoluto en condiciones de caminar todo el camino hasta Cho’n Delor.

En el campamento se quedaría el Retén, bajo el mando de Guardaespaldas, quien se quedaría protegiendo al Capitán y al Cabo Barril. También se quedarían en el Campamento los Seguidores de Campamento, excepto Khadesa la Quinta, que como Pitonisa oficial de los Hostigadores viajaría junto a su Pelotón.

Los fuertes aliados vecinos de Comunes y Escorias se vieron reforzados esos días con tropas de refresco procedentes de la capital.

Analista estableció el orden de marcha. Los Exploradores adelantados explorando el camino a una media jornada aproximada por delante del resto de la Compañía.

Hostigadores en vanguardia, protegiendo el frente de avance.

Infantería en el centro, en los carros de heridos y de suministros, junto con los Magos y el propio Analista.

Arqueros, flanco izquierdo (Oeste).

Campamenteros, flanco derecho (Este).

Reservas, retaguardia del convoy de la Compañía.

Días diez a veinticinco de la Jirafa de 201 de Khatovar.

El viaje hacia el Norte, a la capital, resultó un tanto lento por causa de los carros. Además, para los heridos era mucho mejor que los carros viajaran todo el tiempo por los caminos, sin atajos, de modo que el trayecto fuera menos accidentado.

El clima se tornaba más fresco y húmedo conforme la Compañía avanzaba, dejando atrás primero el árido Llano de Galdan y entrando después de lleno en el territorio de Cho’n Delor.

Buena parte del territorio que se veía a ambos lados de la carretera era pantanoso, aunque también se veían llanos con aldeas agrícolas aquí y allá. Los aldeanos desaparecían de la vista en cuanto veían de lejos a la Compañía, inseguros de si lo que veían eran fuerzas chondelorianas, bandidos, o tropas del Triplete. Todo el territorio había sido saqueado durante meses por los Fantasmas Irredentos, y su huella aún se dejaba notar.

Conforme la Compañía iba progresando en su avance hacia el Norte, se veían más colinas y zonas boscosas. Los Exploradores, en su papel de batidores y forrajeadores, consiguieron buena caza, además de plantas y frutos comestibles para la olla del campamento.

No se produjeron ataques ni emboscadas, pues el territorio era ahora muchísimo más seguro que la primera vez que fue conquistado por la Compañía Negra para sus patrones chondelorianos.

Finalmente, sin mayor incidente el grueso de la Duodécima arribó ante las formidables murallas de Cho’n Delor. Las fuerzas de Hermanos Juramentados y algunos Reclutas atravesaron las puertas de la barbacana principal, el Bastión del Dolor. La Compañía fue recibida con honores y aclamación popular de toda la ciudadanía. Para esta gente los mercenarios de la Compañía, llamados en las leyendas Soldados de Hueso, Soldados de la Oscuridad, o Soldados de Piedra; eran héroes. Si bien era cierto que al Sur del Llano de Galdan los mismos guerreros eran vistos como los villanos de más negro corazón, las historias de cuya maldad se empleaban para amedrentar a los niños traviesos cuando se portaban mal.

La Compañía fue recibida en las puertas de la ciudad capital por el Ministro Potestad y el General Sar Krogan para ser escoltada hasta las puertas del Palacio de la Discordia, cuartel general oficial de la Compañía Negra en Cho'n Delor.

Día treinta de la Jirafa de 201 de Khatovar.

La mayor parte de los Hermanos Juramentados se encontraban en Cho'n Delor. Atrás, en el Campamento Principal, se habían quedado casi todos los Seguidores del Campamento y un Retén al cuidado del paralizado anterior Capitán y del Campamento. El Retén estaba bajo el mando Guardaespaldas, quien delegó en Astado, de los Exploradores, la tarea de organizar las guardias. Además de Astado, en el Retén estaban también Frontera, Tristeza, Caracabra, Ojopocho, Uro, Chamán Rojo, Odio y Reyezuelo.

Sin que el grueso de la Compañía lo supiera, el Campamento Principal defendido por el retén fue atacado por un destacamento del Triplete comandado por la mismísima Heroína de la Puerta de Galdan.

El ataque fue rápido y pilló al Campamento por sorpresa. El objetivo del enemigo era, casi sin duda, acabar con el Capitán. Por un momento se temió el desastre, pues el enemigo contaba entre sus filas con un aterrador dragón, una criatura de leyenda que volaba y escupía fuego por la boca. Guardaespaldas organizó la defensa y tras un intenso combate se consiguió repeler al enemigo, acabando con varios fantasmas irredentos. La mismísima Heroína debió huir tras ser gravemente herida por Guardaespaldas y Uro.

Se recuperaron los cuerpos de Ojopocho y Tristeza, muertos durante el ataque.

Los días siguientes el campamento se sumió aun más en la depresión. Gordo Wem organizó una partida de Puñales para levantar el ánimo de la tropa, y lo que parecía que iba a ser un simple juego acabó causando gran expectación pues en las últimas rondas se acumuló un bote bastante elevado. Hacía tiempo que no se veían manos tan jugosas sobre la mesa.

Uno del Antílope de 201 de Khatovar. Inicios del Otoño.

En el Palacio de la Discordia, en la capital de Cho'n Delor, un día antes, en el salón de los viejos estandartes rotos, se llevó a cabo una Asamblea de Hermanos para elegir quién sería el nuevo Teniente y quién el nuevo Capitán.

La elección del Teniente conllevó cierta controversia, pero al final fue nombrado el Sargento Rompelomos para el puesto, tal y como quería Portaestandarte. En esa elección sólo participaron los mandos.

A continuación se llevó a cabo una votación en la que podían votar todos los Hermanos Juramentados, aunque no Reclutas, ni Seguidores de Campamento. Por no demasiada diferencia de votos, finalmente resultó elegido Analista como nuevo Capitán.

El día uno del Antílope, la Compañía desfiló, orgullosa, por las calles de Cho'n Delor acompañada constantemente por aclamaciones de la gente. Es probable que la Duodécima nunca haya sido tan popular y tan bienvenida. El Capitán-Analista tuvo la deferencia de hacer desfilar en primer lugar a los Aspirantes del Pelotón de Dolorosos, quizá un mensaje de que pensaba hacerles ir siempre los primeros a la batalla.

En el Bastión del Dolor, la principal fortificación de la ciudad, Juraron los nuevos Hermanos: Los primeros en Jurar fueron siete Reclutas del Pelotón de Reservas del Cabo Cortaplumas, todos supervivientes de las duras batallas contra los Fantasmas Irredentos y de la Batalla de Fuerte Chuda. Después, por los Campamenteros, Juraron y recibieron su capa negra de excelente calidad y el broche de plata: Niña de Oro, Perdida, Piojillo, Plumilla y Tarado. Por parte de los Hostigadores, Campaña recibió por segunda vez su capa, siendo restituido su rango de Soldado Nuevo. Sus hazañas en combate lo justificaban plenamente. Esta vez Ponzoña sustituyó como Hermano de Capa de Campaña al Cabo Barril, convaleciente de sus gravísimas heridas en el Campamento Principal.

Tras los Juramentos, se confirmaron los nuevos ascensos. Primero los Cabos: Lengua Negra, Matagatos y Ridvan. Seguidamente el Mago Serpiente, y finalmente el Teniente Rompelomos. Todos recibieron las insignias de sus nuevos rangos.

Tras esta formal ceremonia, la Compañía fue conducida a un fastuoso salón de banquetes donde se sirvieron toda clase de deliciosas viandas y manjares, a la par que vino y Grog en abundancia.

Todos los Juramentados, incluso los nuevos, pudieron pedirle una dádiva al Chambelán de las Cuchillas, que se concedía o denegaba al parecer en función del rango, la fama, la reputación, y el capricho de los empleadores de la Compañía.

Muchos recibieron justo lo que habían pedido, otros se vieron defraudados y unos pocos se fueron con las manos vacías.

Dos días antes, en el Palacio de la Discordia, Cielo hirió gravemente a Desastre en el transcurso de un enérgico entrenamiento. La herida era muy aparatosa, pues le rajó el vientre dejando ver los intestinos, pero Matagatos la curó con tal maestría que Desastre incluso pudo asistir al Bastión del Dolor, aunque no por su propio pie y después pudo permanecer en pie el tiempo justo para pedir su dádiva, antes de ser trasladado a un dormitorio para descansar bajo los efectos de la leche de amapola, para el dolor.

En este incidente, Grito le faltó el respeto a Matagatos, amparándose en que éste no había visto confirmado aún su nombramiento como Cabo. La Sargento Vientos y el Cabo Lemur se encargaron de mostrarle su error.

Día 10 de Antílope de 201: Llegaron noticias de lo sucedido en el Campamento Principal. El nuevo Capitán decidió enviar allí a Portaestandarte al mando de la Caballería, sabedor de que si cabalgaban rápido y sin apenas suministros podían llegar en menos de una semana para reforzar el Campamento y averiguar lo sucedido. Por un momento parecía que Portaestandarte iba a desobedecer a su nuevo Capitán, pero parecía que él también estaba preocupado por lo sucedido y quería reforzar el Campamento cuanto antes, por lo que finalmente se retiró con un seco y brusco asentimiento y preparó su partida de inmediato.

El resto de la Compañía siguió en Cho'n Delor mientras reunían suministros, entrenaban a las tropas, los heridos recibían la mejor atención médica y cuidados en el Palacio de la Discordia, y se terminaba de entrenar el Pelotón de Dolorosos, los nuevos Reclutas entrenados por el Sargento Gulg y la Cabo Rompehuesos.

El Capitán aceptó una sugerencia del Cabo Cortaplumas, los nuevos siete Soldados Reservas se integraron en una sola Escuadra, que se quedaría a guardar el Palacio junto a la quinta escuadra de Dolorosos. Las dos Escuadras de Reservas actualmente en el Palacio partirían bajo el mando de Cortaplumas y Ballestero al Campamento Principal, para así poder participar activamente en la guerra y tener oportunidad de sangrar por la Compañía.

Serpiente viajó en compañía de tres monstruosos hechiceros y de dos demonios a la pirámide del Templo del Dolor, donde empezó la mayor instrucción de su vida en los secretos de la magia negra y de la canalización de energía. El Señor del Dolor le comunicó que tenía un plan para asaltar la Fortaleza de la Puerta de Galdan, alzar un ejército de muertos vivientes que combatieran a los del Triplete como fuerzas inagotables. Ellos atraerían las flechas y servirían de escudo a la Compañía, que podría trepar con escalas y conquistar la inexpugnable fortaleza. El plan parecía grandioso y las energías mágicas implicadas eran sobrecogedoras. Para Serpiente, la posibilidad de canalizar en su cuerpo esa cantidad prodigiosa de energía mágica resultaba terriblemente excitante.

Mes de la Nube de 201: La Compañía Negra en bloque regresó al Campamento Principal. El Capitán-Analista transmitió a Portaestandarte el secreto para destruir al Último Inmortal. Se preparó una misión para llevar a cabo ese éxito, pues el antiguo Analista reconocía la necesidad de destruir a ese persistente enemigo para no tenerlo acechando en retaguardia mientras se concentraban en conquistar la Puerta de Galdan. Se pidió una Guardia de Honor de voluntarios para acompañar a Portaestandarte en su ritual de purificación hacia la línea de monolitos.

La Guardia de Honor partió el día 10 de la Nube (Segundo del Invierno) de 201. Llegó a su destino el día 25 de la Nube. Fracasó en su misión y retornó el día 13 del Jaguar (Tercero del Invierno) de 201 al Campamento Principal.

Portaestandarte parecía entonces deprimido y abatido, y se encerró en su celda en la Herrería, sin querer hablar con nadie.

El Capitán-Analista fue informado por el Cabo Matagatos de todos los sucesos durante la misión de la Guardia de Honor, pero decidió no adoptar medida disciplinaria alguna ni sobre Desastre ni sobre Khadesa, aunque se negó a recibir a ambos en caso de que quisieran hablarle. Pronto, corrieron rumores sobre lo sucedido en todo el Campamento, y muchos hablaban de la laxitud del nuevo Capitán con quienes contravenían las órdenes recibidas.

Durante todo el Mes del Jaguar: Llegaron infinidad de carros desde la Capital al Llano de Galdan. Obreros y legiones de esclavos construyeron catapultas, arietes y escalas de madera. Otros carros transportaron cientos, puede que miles, de cadáveres embalsamados, que enterraron en el Llano un poco de cualquier manera.

El Capitán-Analista parecía más animado y vital cuanto más deprimido y angustiado se mostraba Portaestandante. Ambos eran como una balanza eternamente descompensada y desequilibrada.

Antílope de 201:

La Sargento Falce renunció al mando de los Exploradores. Fue transferida al Pelotón de Instrucción.

El Pelotón de Exploradores se reorganizó, su nuevo líder era el Cabo Ridvan. La Soldado Nueva Belleza se integró en el Pelotón, procedente de los Campamenteros.

El Pelotón de Reservas, Séptimo Pelotón, se reorganizó. Los siete supervivientes de la primera y segunda escuadra se convirtieron en los Reservas de Palacio, Soldados Nuevos encargados de la defensa del Palacio de la Discordia. Las escuadras de Reclutas Reservas cuatro y cinco se convirtieron en las nuevas escuadras Cortaplumas y Ballestero.

Al finalizar el Mes del Jaguar:

Toda la Compañía Negra se encontraba en el Campamento Principal, exceptuando el Mago Serpiente (que estaba en el Templo del Dolor) y el Soldado Nuevo Manta que estaba entrenando con el General Sar Krogan en el Bastión del Dolor.

Habían llegado refuerzos a Fuerte Escoria y Fuerte Comunes (ahora bajo el mando directo de la Bruja Sesvolea). También habían llegado ingenieros de Cho'n Delor, suministros y carros con materiales. Se estaban construyendo catapultas, escalas y arietes. Había controversia sobre los arietes, pues ninguno parecía suficientemente poderoso como para mellar siquiera las impresionantes puertas de la Fortaleza de la Puerta de Galdan.

En la Tienda de Mando se reunieron a menudo el Capitán-Analista, el Teniente, la Coronel Mindy y la Bruja Sesvolea. Presumiblemente planificando el asalto a la inexpugnable Fortaleza.

Último Día del Año 201 de Khatovar: Una comitiva de sacerdotes, brujos, monstruos y demonios, acudió para llevarse en palanquín al viejo Capitán. En cumplimiento de la dádiva del Capitán-Analista, se lo llevaron al Templo del Dolor para que el Señor del Dolor intentara curarlo, pues todos los remedios e intentos hasta la fecha habían sido en vano.

Matagatos había estado atendiendo con su mejor ciencia sanadora al viejo Capitán, estabilizándolo lo suficiente como para lograr evitar que su continuado deterioro acabara con su muerte, pero sin lograr una mejoría clara de su salud.

En el Campamento se celebró una gran fiesta por el Fin de Año, los aniversarios y el primer año de servicio ejemplar de Hostigadores y Campamenteros. Gordo Wem abre barriles de Grog, las meretrices hicieron descuentos, y se asaron bueyes, carneros y cerdos en una docena larga de hogueras de campamento, inundando todo con un suculento olor a carne asada.

Año 202 de Khatovar.

Tras la resaca del Año Nuevo y el Aniversario de Todos, comenzó un nuevo año. Un año que quizá sería oscuro y tenebroso, o que quizá traería nueva esperanza.

Se difundió el rumor en el Campamento de que la Primera Pitonisa había dicho en un vaticinio que, para bien o para mal, este sería el último año de las Guerras Pastel entre Cho'n Delor y el Triplete.

Mes de la Cabeza de 202: Inicio del Invierno.

Se produjeron ataques de Brenda y Kano por un lado, y de la Heroína de otro, a los campamentos auxiliares de Cho'n Delor. Docenas de máquinas de asedio fueron destruidas, y docenas más de ingenieros fueron asesinados.

Mes de la Hiena de 202: Mitad del Invierno.

La inquietud se apoderó del Campamento. Portaestandarte había salido de su encierro y ahora abogaba por empezar de una vez la campaña contra la puerta, pues la inactividad y los éxitos de las guerrillas del Triplete comenzaban a pasar severa factura sobre la moral de las tropas, tanto las de los aliados chondelorianos como las de la propia Compañía Negra. El Capitán-Analista se mostró abiertamente desanimado.

Mes del Caimán de 202: Final del Invierno.

Finalmente el Capitán-Analista parecía dispuesto a autorizar un asalto decisivo contra la Puerta de Galdan. Había enviado a Tragasapos y a Sedoso a la Capital para indagar acerca del estado del antiguo Capitán. Ambos hablaron largo y tendido con demonios y hechiceros monstruosos, aunque no se les permitió más que vislumbrar de lejos al antiguo Capitán, que llegó a abrir los ojos insertado en una colosal columna de nervios, venas y carne. No pareció reconocerlos. La noticia encendió protestas, muchos pensaban que había que sacar al antiguo Capitán del Templo del Dolor, rescatarlo, aunque las fuerzas del Dolor estuvieran intentando sanarlo. El Capitán-Analista finalmente acalló las protestas. Habló largo y tendido en privado con todos los líderes. Al terminar, parecía que hubiera sacrificado parte de su alma, pues cada vez parecía más un cadáver en vida. Era como si estuviera sacrificando su propio ser por la recuperación del antiguo Capitán.

Mes del Pie de 202, Principio de la Primavera. Primer Día del Mes.

Se estaban llevando a cabo los preparativos finales para el asalto a la Puerta de Galdan. Montones de escalas habín sido construidas. Las catapultas que sobrevivieron a los sabotajes del Triplete habían sido un fracaso, no tenían alcance suficiente, y los lanzadores de rocas del Triplete las hacían pedazos en cuanto se acercaban a distancia de disparo.

Serpiente regresó, imbuido en un terrible poder oscuro. La nube de Oscuridad flotaba a su alrededor, y estar a su lado causaba un fuerte dolor. Estaba claro que era momentáneamente depositario del enorme poder mágico del Dios del Dolor.

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30/05/2016, 00:15
Grito, Infantería, Escuadra Barril.

Preámbulo
 

1El final de la reconquista de Cho’n Delor estaba al borde de alcanzar su culmen tras la caída del Fuerte Chuda, aun así el ánimo de La Compañía estaba decaído debido al alto coste de la victoria. El Capitán malherido, el teniente muerto y un reguero de hermanos que jamás volverían a vestir sus capas negras. Los heridos eran incontables, pero a pesar de todo se había logrado una valiosa victoria. Portaestandarte seguía aniquilando a esos bastardos en los Llanos de Galdan, el Sargento Virote y sus muchachos también estaban repartiendo cera por allí abajo, pero el problema de Grito es que la infantería seguía en el dique seco.

Tras unos decepcionantes combates previos, durante el asalto apenas tomaron partido de la batalla y ahora estaban sentados viendo como la caballería se lo pasaba en grande persiguiendo rebeldes. Poco a poco, según avanzaba el verano, la vida fue volviendo al campamento. Algunas patrullas salieron a recorrer las rutas que separaban los distintos puestos fortificados que guardaban el Llano de Galdan, desafortunadamente la infantería no tuvo sitio en esas patrullas y se tuvo que contentar con ver el tiempo pasar delante de sus narices. El tedio dominaba la situación y la monotonía empezaban a dominarlo todo.

El resto de la compañía continuaba con sus trabajos habituales, las reuniones de mandos se sucedían pero la inactividad seguía imperando y solo el autoproclamado ascenso del Sargento Rompelomos a Teniente, rompió la monotonía.  El pelotón estaba molesto con la decisión, aunque en cierto caso era predecible, la caballería volvía a ganarles por la mano e imponía su voluntad sobre el resto de hermanos.

El verano se seguía sucediendo con una inexplicable calma ¿Pensaban lanzar una campaña de invierno o la guerra había acabado y nadie se lo había contado? Grito pasó la mayor parte del tiempo entrenando, con sus hermanos o contra los estafermos, corriendo o lanzando lanzas contra las dianas. Algunas tardes visitaba a Bimbata y Bimbawa disfrutando de la agradable experiencia de gozar con dos mujeres, las únicas batallas que se libraban eran en la cama para desgracia de Grito.

2Entonces llegó una noticia, al menos era algo diferente a estar todo el día esperando, la compañía partiría a Cho’n Delor para celebrar un nuevo juramento y ser agasajada por sus patrones, algo vomitivo y preocupante en opinión del algunos que veían en esto una ridícula distracción del lugar en el que deberían estar. Fue un periodo de sobresaltos, la caballería volvía con Campaña bastante jodido a lomos de un bichejo inmenso y con la noticia de la muerte de Peregrino, pero a si mismo traían la nueva del fin de La Segadora. Fue una jornada memorable pero aun así, y a pesar de las buenas noticias, fueron noticias vacías había muerto un buen soldado y la infantería seguía brazo sobre brazo.

Finalmente sucede lo inevitable, El Triplete ha recuperado la iniciativa y lanza un ataque relámpago que inutiliza gran parte de las provisiones de la compañía. Grito dormía placida y etílicamente cuando estalló el revuelo y solo acertó a tomar su lanza, salir corriendo desnudo a defender su puesto. Los enemigos son repelidos pero lamentablemente Bimbata y una pitonisa están malheridas, tristemente Bimbata murió y se salvó a la pitonisa. A Grito le pareció una lástima que no fuera al revés, las putas le son más útiles que las pitonisas. Nuevamente fueron atacados, esta vez estaban prevenidos gracias a las acciones de Piojillo y el infortunado Sicofante.

3El enemigo desafiaba a la Compañía, la provocaba y no obtenía respuesta.  Atacaron los carros de suministros, mataron a varios rufianes de Usurero y nadie salió a oponérseles, pero eso no duraría. Cuando las piras aparecieron y se extendió el rumor de que Sicofante iba a ser quemado vivo todo el mundo supo que la riada sería inevitable, la puerta estalló en pedazos mientras la cobardía de Analista trataba de detener una marea de furia incontenible. Barril había sido el primero, cargaba frenéticamente y la infantería no dudo en seguirlo con rabia desenfrenada bajo una imponente lluvia de flechas y las cargas de la caballería del Reino Pastel pero eso no les detendría. Una lanza atravesó el cuerpo de Barril, lanzada por la Heroína de la Puerta Galdan, pero eso no sería suficiente. La rabia es un motor poderoso, la rabia impulsa a los hombres por encima de cualquier otra cosa y la rabia lanzó una brutal carga que puso en fuga a los cobardes guerreros de la Terna. Lamentablemente, era demasiado tarde, Sicofante estaba muerto y la infantería estaba demacrada por la ferocidad del combate.

A Grito le sorprendió la ausencia de castigos por la insubordinación, aunque luego recordó que Analista estaba al mando. Entonces vino el viaje a Cho’n Delor y la gran pérdida de tiempo mientras la guerra parecía un asunto olvidado. Lo único que Grito encontró de provecho fueron las esclavas de placer y que la asamblea intentase apaciguar los ánimos soliviantados  que amenazaban con una escisión violenta. La rutina seguía siendo la misma, entrenamientos y alcohol mezclados con cierta dosis de chistes obscenos con la desagradable novedad del “casi-desentrañamiento” de Desastre a manos de Cielo y la consiguiente disputa que la siguió donde el pelotón de hostigadores demostró su inconmensurable afán de protagonismo y escasez de respeto. Todo se saldó rápidamente con la intervención de la Sargento Vientos y el Cabo Lémur, que al fin demostró que los galones no los regalan a todo el mundo. El asunto quedó zanjado.

Nuevamente ocurrió lo que se veía venir. El enemigo aprovechaba cada ausencia para demostrar su superior voluntad de combatir, era admirable ver como las tropas del triplete se lanzaban a combatirles sin miedo mientras ellos iban aguerridos y valientes de fiesta en fiesta. Voluntarios, ganándole esta vez la partida a los señoritos de la caballería, la infantería partió a reforzar el campamento donde se lloraban dos nuevas bajas. El reciente nombramiento para el mando de Analista no podía comenzar con peor augurio, habían perdido la iniciativa. La Compañía malgastaría un mes esperando unos refuerzos mientras sus enemigos seguían luchando por expulsarles del Llano, por ahora sin respuesta a su desafío.

4Entonces sucedió, seguramente porque fue la petición expresa de Portaestandarte al Dios del Dolor, había una misión. La misión acabó en un fracaso de objetivos, quizás con un éxito en algunos aspectos como demostrar que la compañía seguía dispuesta a combatir en esta guerra, pero guiados por Khadesa y Desastre quizás se evitó un mal mayor.

Los preparativos se aceleran, las cosas se están apresurando, parece que La Compañía Negra vuelve al trabajo después de meses de vacaciones dejando morir a sus soldados. Los entrenamientos se realizan con intensidad, heridas fortuitas se suceden, pero el ánimo vuelve a levantarse nuevamente. Grito desea acabar este contrato, la compañía debe seguir viajando y buscando nuevos trabajos, mejores que este. La fiesta de fin de año parece un augurio de batalla, al soldado solo se le mima cuando se le manda a la batalla. El momento de la verdad se acerca. De mientras continuó recuperándose de la herida que le infringió Matagatos, enseñando a rugir a Desastre y en definitiva preparándose para la hora final.

Notas de juego

1 Merchant's ships from the East (LINEAGE II OST)

2 Caravans crossroads (LINEAGE II OST)

3 Final Conflict (LINEAGE II OST)

4 Expedition March (LINEAGE II OST)

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30/05/2016, 02:24
Derviche.

Derviche

 

    

 

 

Aquella era una de las cosas que siempre le había dicho su tutora en la aldea, cuando se consagró a la fe del Tótem jaguar.

La vida es un ciclo que siempre da vueltas en su infinita existencia. Lo malo se convierte en bueno, y los dulces manjares se pudrirán en tu boca.

¡Qué verdad tan amarga!, al mismo tiempo que dolorosa, despertar de un bonito sueño, y que al abrir los ojos todo se convierta en la más terrible de las pesadillas. Y aquellas pesadillas tenían siempre el mismo rostro.

El rostro de Peregrino. 

 

Aquel día fue el inicio del cambio, para mal, de todos los sucesos que acontecerían a la fanática, sin saber cuándo terminaría aquel ciclo de pena y dolor, aderezado levemente con alguna que otra acción digna de recordarse.

Un día como otro cualquiera, menuda ironía, la noticia cayó sobre sus hombros, como un yunque en caída libre, rompiendo parte de ella por dentro.

¿Y todo por qué? por una estúpida decisión. Le había costado a la compañía uno de sus mejores guerreros, y lo que más le importaba a ella, Su hermano y mentor. Aquel que estaba consiguiendo reconducir su rabia, con sus sabias palabras, provenientes de tierras lejanas. En definitiva, aquel que, con su desbordante carisma y ejemplo, había estado a punto de hacerla cambiar de forma ser, o quizás su verdadera forma de comportamiento era aquella, la cual aspiraba a reflotar Peregrino. Esa oportunidad se perdió con su muerte.

La pena fue interna, aunque sutilmente  obró un cambio paulatino en Derviche, muy despacio, igual que un veneno lento que te mata mientras duermes.

Las palabras de Lengua Negra, antes sabias, se volvían estúpidas y denigrantes en sus oídos. El comportamiento reconfortante de Manta, ahora la incomodaba, le recordaba a la debilidad más absoluta. Su odio hacia Guepardo se exacerbó, como si fuese el culpable de toda su desgracia, aunque dicha afirmación era  totalmente incierta.

A partir de ese momento, cuando el veneno de la amargura y la pena, terminó por corromperla, se desencadenó todo, del mismo modo que una bola de nieve se va haciendo cada vez más grande mientras rueda colina abajo. Lo peor de todo es que nadie se dio cuenta, por lo que no hubo intentos de detenerla. Su rabia e ira crecían y crecían, sin ningún tipo de control.

Crecieron tanto, que en su cabeza, todo lo que Peregrino le enseñó, se volvió un error o una mentira involuntaria. Donde antes encontraba paz, ahora solo había más rabia, e inconscientemente, descendió por la pendiente de la ira, hasta caer a los dominios de violencia de Uro. Aquella violencia dulce y reconfortante. Perdida en el fondo de su alma, abrazó los golpes terribles del poderoso guerrero, saboreando cada gota de sangre que salpicaba los puños de piedra de su nuevo maestro. Tenía que desentrañar la verdad, hacer de su amargura un arma afilada, al igual que hacía Uro, dejar libre su rabia y que explotase contra todo lo que se hallaba en frente de ella. Sin importar las consecuencias.

Sin duda alguna era una sociedad tóxica, al menos para Derviche, pero como a nadie le importó,  todo lo negativo se fue enquistando alrededor de su corazón.

 

Los días pasaban, acrecentando su fama de volátil y peligrosa, cosa que incluso le gustaba. Podía saborear el desprecio y el miedo que infundía en algunos, era como una ofrenda a sus sentidos.

Lo malo se convertirá en bueno.

Pero entre todo esto, uno de los días que más la marcaron, fue aquel durante aquella herejía perpetrada por la mil veces maldita Heroína de Galdan. Todavía no se le borraban de los ojos, ninguna de aquellas imágenes. Las piras, el fuego, el aullido aterrador de Sicofante, y por supuesto, uno de los actos más heroicos jamás visto por ella.

El cabo Barril. Mil veces fuera bendito.

Aquella acción de transgresión, obviando todas las normas establecidas por los oscuros, para salvar al hostigador, fue como un soplo de aire fresco para sus pulmones. Barril no tendría porque haberlo hecho, ni siquiera era de su pelotón, pero aún así, destrozó la puerta del campamento, cargando en solitario contra las huestes enemigas. Apoteósico, legendario. Inspirador.

Esa era la auténtica encarnación de un oficial para ella. Todo lo demás era inservible.

Fieles a su jefe, como un solo puño, la infantería siguió a Barril, y aquella conmovedora escena, rubricada con lágrimas de rabia, armas en ristre y furia justiciera, fue lo que la espoleó a seguir su ejemplo. Mientras todos callaban cobardes, tras la empalizada del campamento, ella desobedeció las estúpidas órdenes de Lengua Negra y Analista, y se lanzó junto a otros valerosos compañeros para vengarse. Dulce venganza.

Tenía que hacerlo, por Peregrino, para cobrarse parte de su venganza, por Uro, el cual cargaba el primero,  por Barril, para que sus acciones no cayesen en el olvido y por Sicofante, el cual se sacrificó para que hermanos suyos escapasen de las garras de la muerte. Aquella acción fue de tal calibre poético, que el cabo de los infantes sobrevivió, de milagro, pero lo hizo. El Tótem Jaguar ayuda incluso a aquellos que no le veneran. A Derviche no le importaban las consecuencias que le acarrearían aquella furiosa carga, ya que tras mucho tiempo de pena, aquella mañana se sintió feliz.

No hubo castigo, y a la fanática le pareció bien, ¿Era malo vengar a los compañeros? el mensaje hubiese sido demasiado erróneo, si la justicia caía sobre los infantes y el resto de compañeros que cargaron contra la heroína y sus tropas.

Pero como siempre, todo era un ciclo. Aquella mañana fue de felicidad, para girar lentamente hacia una dinámica oscura y negativa.

Cho'n Delor, el bastión del dolor, el palacio de la discordia. El significado de sus nombres cobró sentido tras lo sucedido en dichos lugares. Se lamentó mil veces no haberse quedado de retén en el campamento, con Uro.

Primero fue aquella votación para decidir al nuevo capitán, ¡Ya era hora!, había pensado durante muchos días la sacerdotisa del Tótem Jaguar. El capitán, para pena de todos, iba a morir, así pareció verlo Derviche, nada sería capaz de salvarle, y carecer de un liderazgo fuerte solo suponía debilidad. Más aún.

No había más candidatos que Portaestandarte y Analista. El héroe loco o el viejo estúpido y débil. Pensó que la victoria de Portaestandarte sería fulminante. Su decepción cuando por un resultado pírrico, ganó Analista, le indujo a pensar que muchos de los votantes eran unos miedosos, que preferían esconderse y dejarse humillar por los enemigos, pues así actuó Analista durante los eventos de Sicofante. Esconderse como una rata.

Sin embargo, si Portaestandarte los dirigiera...

La venganza o muerte estaría asegurada, y eran dos opciones bastante tentadoras. Morir en combate agradaría tanto al Tótem Jaguar, como a la Diosa oscura.

Lo segundo fue aquella pantomima de las dádivas. Todo le sonaba a politiqueo de cara al público, para subir la moral de los Cho'n Delorianos, y agasajar como a putas bien avenidas a los mandos de la compañía. Allí se fraguó su desgracia.

El comentario del chambelán y su dádiva hacia el eunuco de guepardo. Una gracia que empezó su anfitrión, al cual nadie se atrevió a contrariar, tan solo una lamentable réplica del eunuco, al que todavía le quedaba un poco de orgullo, aquel que no le habían terminado de arrebatar al castrarlo.

Poco le importaba a nadie, menos aún a su jefe, que la deuda pendiente entre Derviche y Guepardo no estuviese resuelta, pues al fin y al cabo, un empate no resolvía absolutamente nada. Si, aquel enfrentamiento entre ambos no se había gestado, como muchos pensaban, por problemas anteriores a la compañía, cuando Guepardo era Gato y Derviche, Peonía. Cierto era que le tenía asco, por lo sucedido en la tribu Jaguar, pero todo se concretó con posterioridad, y aquel enfrentamiento lícito, pero no resuelto, la impulsaban a retar constantemente al castrado. Estaba convencida de que era su derecho ¿Tan difícil era para todos entenderlo? Si, parecía difícil.

Lo peor no había llegado, no al menos para ella. Sabía que no podía empezar una pelea en la fiesta, tan solo un poco de desprecio y amenazas, eso no era nada grave en un grupo de soldados. Lo grave vino cuando Lengua Negra se bajó los pantalones ante Matagatos y el eunuco. Aquello sí que fue grave, una ofensa personal, una lanzada a su corazón, en definitiva, un desprecio completo y absoluto hacia ella. Nunca le pediría perdón al eunuco indigno de sus ancestros.

Los manjares se pudrirán en tu boca

El respeto que le tenía a Lengua Negra, ganado por él a base de sabiduría y buenas palabras, desapareció de repente. Pasó de ser su jefe a ser un bastardo en cuestión de segundos. Jamás se salvaría la distancia abierta aquella noche entre ellos. Se agrandaría con los sucesos de los días posteriores.

La vida es un ciclo que siempre da vueltas en su infinita existencia.

Aunque sin saberlo, algo bueno floreció. Como un brote verde en mitad del desierto, demasiado pequeño para ser tenido en cuenta, pero que era el anuncio de lo bueno por llegar.

Desastre, el hermano de capa de Peregrino.

La mañana siguiente fue la confirmación. La confirmación de su odio a su jefe, a sus compañeros de pelotón y en general, hacia las normas de los oscuros y toda su casta.

Se le impuso castigo doble, negación de dádivas y castigo físico, nada que no pudiera soportar. ¿Varas? medianías. Afrontó su condena con estoicismo, con la cara bien alta, sin arrepentirse de nada, no había porqué. Lombriz fue el primero, con sus comentarios de retrasado, ni se inmutó.

Después apareció Belleza, haciendo del rencor su fuerza, y le partió la espalda. Un golpe a traición seguramente, pero que Derviche no le echaría en cara jamás, pues ella hubiese hecho lo mismo. La ignominia llegó al poco tiempo, cuando Lengua Negra mandó parar el castigo.

¿Tan idiota era? no, no era idiota, para Derviche era un completo cobarde, incapaz de seguir sus autoproclamadas leyes, un cerebro dominado por su boca, y sus ganas de aparentar ante su padre moribundo, algo a lo que jamás podría aspirar. No así, y al menos con ella, había terminado. Para siempre, sin posibilidad de marcha atrás. El fin de la relación.

A pesar de ni siquiera elevar un grito por el dolor tan intenso que sentía, las rodillas le fallaron y cayó al suelo, momento el cual aprovechó el eremita Keropis para ejercer su parte del castigo. A ella le pareció bien, había que terminar, fuesen las consecuencias que fuesen, Lengua Negra había ordenado, y ella cumpliría, aunque acarrease su fin. Obtuvo un poco de aliento, tras las palabras susurradas de Keropis, y ahí comprendió, que no era la única que pensaba igual sobre su jefe. Lengua Negra mandó parar el castigo.

En un acto ruin, ¿Por qué lo hacía? Derviche no pudo evitar soltarle todos sus pensamientos rabiosos de golpe, para que explotaran en sus oídos, en definitiva, le estaba diciendo a la cara, que era una escoria, un egocéntrico y que sería una rata durante toda su vida. Lo dijo sin pensar, pero sintiéndolo todo, quizás en otro tipo de situación, le hubiese costado la vida, pero tras el incidente, Derviche estuvo segura de que Lengua Negra no mandó su ejecución por miedo a perder uno de sus activos más valiosos en combate, a pesar de que sus palabras cuando la fanática cayó rota por el dolor, invitaban a lo contrario. Cobarde, escoria, bastardo.

Aquel que no tiene nada que perder, cuando se rompe, es casi irreparable.

Aquella frase, una de muchas que nunca se había tomado en serio durante su servicio en el sacerdocio, de repente cobró un sentido tan real y tangible, que el peso de su significado la hundió en la miseria moral y anímica más absoluta.

Las lágrimas cubrieron su rostro durante el camino hasta la enfermería, y no desaparecerían hasta días después, cuando asumió la cruda realidad. Hermanos solo eran de nombre, de corazón eran ratas.

Su sentimiento de pena fue enorme, abismal, todo lo negativo golpeaba su cerebro, produciéndole un dolor moral tan grande o más, como el de Matagatos recolocándole los huesos. Su mente maquinaba desde iniciar una matanza mientras los demás dormían, hasta el suicidio, se encontró tan perdida, que tuvo que hacer lo impensable. Pedir ayuda.

Una ayuda volcada en Desastre, con el cual compartía a Peregrino, y que sin duda alguna le ayudaría a rescatarse a sí misma del pozo en el que se encontraba. Su ruego al infante, fue más bien un grito de ayuda desesperada.

Los días pasaban, y así las semanas, poca gente más se interesó por ella. Manta solo estuvo una vez, aquel con quien había entablado su primera amistad. En su estado de pérdida emocional, el aparente poco interés de su otrora hermano, agravó  su herida. Sin darse cuenta de ello, recogió aquello que sembró. Indiferencia, rechazo y soledad.

Tan solo Lombriz fue el único campamentero que acudió con asiduidad a su visita. Aquel que era tan retrasadamente estúpido, con sus charlas sobre que era ser hermano, la idiotez de Derviche y otras majaderías propias del tonto de la compañía. El único. Quizás era verdad aquello de: 'Todos los tontos son buenas personas'.

Los últimos meses del año fueron un auténtico suplicio para Derviche. Las ganas de comer se esfumaron de su estómago, y su habitual rabia fue sustituida por un estado perpetuo de apatía general. Nada le interesaba, nada le importaba, ni siquiera ella misma. A tal extremo llegó, que su físico sufrió por ello, sus heridas tardaron más en curar, y el músculo desapareció en parte de su cuerpo, dejando en algunos tramos solo piel pegada al hueso. Su aspecto era tan lamentable, que hubiese sido de justicia aliviarle el sufrimiento cortándole el cuello. Total, era lo que muchos deseaban.

Cayó tan hondo, que era imposible seguir hacia abajo, y finalmente, entre la madeja de negatividad y desamparo, calaron las palabras de Desastre. Si, aquellas que le dijese en la enfermería de Cho'n Delor meses atrás.

Centrarse, aislar el ruido y concentrarse en el objetivo.

Esas palabras le salvaron la vida.

Salió de su ostracismo con fuerzas renovadas, rápidamente y sin ruido alguno, recuperó su forma física habitual, a base de agotadoras jornadas de entrenamientos, tanto sola como con Uro, al cual pidió que continuase sus enseñanzas, marcadas con moratones en su cuerpo.

Los últimos días del año, tuvieron un relativo sabor agridulce. Por una parte, descubrió con amargura que no todo era tan bueno como se pintaba, en el pelotón de infantería, y aquella decepción tenía nombres propios. Cielo y Grito. O más bien, el chulo y su zorrita. La embargó tal rabia, que si hubiese escupido, ácido y no saliva sería aquello que saliese de su boca.

Los dos eran unos borrachos empedernidos, sobre todo el león hambriento, y así se demostró en el incidente protagonizado en la tienda de grog. Derviche entró en silencio, como siempre, sin saludar a nadie, hasta que empezó Cielo con sus tonterías, y Grito con sus estupideces y sus aires de autoridad. La cosa salió fatal, voces que resonaban por la tienda, el León corriendo a chivarse como un crio, Derviche a punto de saltar sobre Cielo, y este último acobardándose al final para no provocar pelea. Lagrimita puso de su parte para llevarse de allí a la loca furiosa. Hizo bien.

Que aprendiesen a respetar o al menos a callarse.

Pensando sobre aquello, llegó a la conclusión de que Grito estaba molesto con ella simplemente porque pertenecía a los Jaguares asesinos, la tribu que infligió una durísima derrota a los Leones hambrientos, tribu de Grito. Era normal y comprensible. En un crio.

No todo acabó allí, y la tormenta que bullía en su cabeza solo se calmó casi un mes después, cuando Cielo la retó a un duelo a tres sangres con armas reales. Iba a ser una venganza en toda regla, como le gustaba a la fanática.

Por otro lado, en la fiesta de final de año, tuvo el placer de rendir honores a Peregrino, junto a Desastre, padrino y apadrinada del guerrero del delta. Un acto corto pero emotivo, lo que sirvió para unir más a ambos.

El año nuevo entró, y su costumbre de  no entrenar con nadie más que no fuese su maestro, se vino al traste,  pero aún sin querer romper sus rutinas, tuvo que ceder ante Loor, recién nombrada segunda al mano de su pelotón. Una buena pelea, que acabó con victoria de la guerrera de la Diosa, aunque Derviche se sintió engañada, ya que Loor tenía experiencia en el manejo de palos y bastones. Muy lista al obligarla a caer en su astuta triquiñuela. Pero no todo acabó ahí, ya que corrió el rumor de que Matagatos poseía parte del poder de su padre, habiendo derrotado en entrenamientos a primera sangre a toda la infantería. La fanática no iba a ser menos, tenía que probar si aquello era cierto.

Y realmente fue cierto, a pesar de que cogió desprevenido al cabo de los hostigadores, no consiguió impactarle, quizás por su poca confianza respecto a aquel duelo. Matagatos no le dio más opciones y con un corte limpio, en su segundo ataque, rápido como un rayo, finiquitó las aspiraciones de Derviche. De todas maneras, se sintió contenta al ver parte de la destreza del padre, al cual admiraba, en el hijo.

Solo una cosa la inquietó en sobremanera, metiéndose a través de la coraza de su corazón, construida sobre rabia, odio y furia.

La creciente malignidad y malevolencia que se estaba concentrando alrededor de la puerta de Galdan, estaba a punto de llegar a cotas históricas. Primero el festival de demonios, brujas y hechiceros que no paraban de pulular por el campamento y el llano. Luego la gran transgresión, los miles de cadáveres enterrados en el suelo, seguramente para luego alzarlos contra el reino de Pastel, era una autentica herejía y profanación de todo lo sagrado, atentaba frontalmente contra sus creencias sobre la muerte y la espiritualidad.

Ella era una sacerdotisa, fanática y celote, sí, pero los muertos se respetaban, y allí el señor del Dolor estaba haciendo todo lo contrario. Nada podía llegar a buen puerto en esas condiciones, y un desasosiego interno le recorría las tripas cada vez que miraba a esa tumba kilométrica llamada el llano de Galdan.

No sabía si hallar consuelo en las palabras de los demás miembros de la compañía que pensaban como ella. Para bien o para mal, aquella batalla significaría un cambio muy profundo para la doceava compañía libre de Khatovar.

Sin duda alguna fue el año más duro de la fanática, pero su resistencia no fue vencida, y consiguió renacer como el ave fénix, levantándose de su miseria y volviendo a ser quien era, como era, en definitiva, como le gustaba ser. Simple y llanamente Derviche.

Aunque en el proceso, hizo nuevas amistades, como Desastre, y otras alianzas algo más oscuras, como Keropis, que solo invitaban a la muerte. El futuro era incierto, pero Derviche tenía fuerzas de nuevo para acometer contra lo que se le viniese encima.

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30/05/2016, 06:27
[RIP] Escudo, Pelotón de Exploradores.

Tras la batalla por la Reconquista del Territorio de Cho'n Delor, Escudo fue una de los pocos que resultó ileso ya que tuvo que permanecer en retaguardia. Al no haber tenido ocasión de derramar su sangre en la batalla sentía como si estuviera en deuda con la Compañía y esa fue una de las razones por las que se presentó como voluntario para las primeras patrullas de exploración.

Junto con Niño Guerrero y Ojopocho se dirigieron a obtener información acerca de la Fortaleza de la Puerta de Galdan. La veteranía de Ojopocho se hizo patente al comprobar las diversas posibilidades para intentar un ataque a dicha fortaleza ya que en todas ellas se habrá de pagar un alto precio en sangre. Desgraciadamente fueron descubiertos por Brenda y su amante, Kano. Escudo cometió un error al tratar de esconderse mientras sus compañeros trataban de huir. Ese error provocó su persecución durante horas entre las cuales Escudo se dio cuenta de la carga que supone su escudo para un explorador. Fue en ese momento cuando tomó la decisión de cuál sería su dádiva si es que llega a pedirla. Al final el grupo perseguidor decidió atacar el campamento principal olvidando al grupo de exploración que consiguió salvar la vida aunque no hubo posibilidad de advertir al campamento del inminente ataque.

Tras varios días, el grupo consiguió llegar al campamento principal, pero había señales de humo por todas partes. Los exploradores recibieron las peores noticias posibles: el campamento fue atacado por aquellos que los habían seguido. ¿Fue su error al no poder informar a tiempo? Escudo no sabía qué pensar, hicieron lo único que podían hacer.

Al pedir explicaciones, se enteraron de varios errores en la defensa del campamento. Por una parte el campamento no se cerró a tiempo debido a que hubo que proteger a una caravana de mercaderes que huía de los siervos del tridente. Varios compañeros de armas fueron atrapados y Sicofante fue quemado vivo frente a los muros del campamento.

SI ya de por si estás fueron noticias nefastas, para Escudo lo peor era que a la vista de Sicofante algunos de sus compañeros desoyeron las órdenes directas de sus mandos y salieron a la lucha abierta. Es muy duro ver morir así a un compañero, pero la falta de disciplina en un momento de guerra es algo inaceptable bajo cualquier circunstancia. Escudo se sentía aún peor pensando en los compañeros que serían ejecutados por no obedecer las órdenes.

Su asombro fue mayúsculo cuando los días pasaron y no se tomó ninguna medida disciplinaria. Escudo pensaba que, dadas las circunstancias, sería un acto de gracia que no se aplicara la pena capital a todos los que habían desobedecido, pero una impunidad así no era comprensible. Desde ese momento el campamento ya no sería el mismo: se oían voces discordes cada vez más altas acerca de la impunidad con que eran tratados algunos y de la falta de rigor en el cumplimiento de la órdenes. La disciplina era cada vez más laxa y Escudo se sentía cada vez más incómodo. Al menos entre los exploradores parecía que todo seguía igual. El Capitán estaba muy enfermo y su mano derecha, Analista, apenas se dejaba ver por el campamento. La compañía parecía que no tuviera a nadie al frente.

Tras los funerales llegó el día de la partida hacia Cho’n Delor. El viaje transcurrió sin incidentes salvo la lentitud en la marcha por la cantidad de heridos que se arrastraba. Escudo se dedicó continuamente a labores de exploración y los días pasaron rápido.

El palacio es impresionante y a su llegada fueron recibidos por el pueblo como héroes. Para Escudo el incidente disciplinario del campamento cayó en el olvido, al menos de momento. Una vez en el campamento que se organizó en el interior y tras aposentarse con el grupo de exploradores llegaron los rumores de terribles disputas entre Analista y Portaestandarte. Son dos visiones distintas del regimiento, pero para Escudo no era más que política y no se interesó especialmente por el tema. Aunque para Escudo el universo se circunscribe en el grupo de exploradores, la compañía se siente dividida entre los enfoques de ambos líderes.

Se convocó una Asamblea y Escudo acudió a la misma con su pelotón. Escudo se sintió perdido entre leyes, normas y extraños derechos. Al final los hermanos hubieron de votar por quien iba a ser el nuevo capitán y Escudo se dejó llevar por lo que consideró es lo mejor para su pelotón, decantándose por Analista, aunque la duda seguía rondando por su mente. No puede olvidar que Analista no ha aplicado el rigor necesario para quien ha sido indisciplinado. La votación acabó y la compañía recibió a un nuevo capitán: Analista. Escudo no se arrepintió en ningún momento de su elección, pero tampoco se mostraba contento: Portaestandarte era peligroso pero esta disputa entre jefes había dividido el regimiento y eso nos hace más débiles.

Tras la elección se nos convocó para la ceremonia del día siguiente, en la que varios hermanos jurarían su ingreso en el regimiento mientras que otros tendríamos la oportunidad de pedir una dádiva al Chambelán de la Cuchillas.

Para Escudo podría haber sido una visita más, un juramento de hermanos más, pero esta vez iba a ser diferente. Una de las K´hlata, Perdida, compañera de tribu de Escudo le había pedido que fuera su Hermano de Capa. Escudo quedó sin habla, recuerdó a Testudo que fue su Hermano de Capa cuando juró hace unos años y que murió en la batalla por la reconquista del Territorio de Cho'n Delor. Al principio pensó que no sería capaz de asumir esa responsabilidad, pero su sentimiento de protección pesó más que sus temores y aceptó.

Perdida lleva un poco de luz a la vida de Escudo. Escudo es un solitario, apenas tiene amigos ni busca especialmente relacionarse con sus compañeros. No frecuenta prostitutas ni es un asiduo al juego o a la bebida. Para Escudo, Perdida es alguien por quien preocuparse, alguien que puede dar un sentido a su vida más allá de la lealtad al regimiento. Se siente a gusto con su nueva hermana y se preparó para la jura con su capa negra, que solo sacaba en ocasiones muy especiales.

Llegamos por fin al Bastión del Dolor, donde los nuevos hermanos iban a recibir sus capas y los demás tendríamos la opción de recibir una dádiva por parte del Chambelán en nombre del Señor del Dolor. Perdida se había acicalado para la ocasión mientras Escudo había intentado hacer lo mismo aunque él apenas suele llevar ropa. Los diferentes pelotones se organizaron e hicieron un desfile de honor en medio del clamor y del júbilo del pueblo. Nos sentimos por un momento como héroes, olvidando toda la sangre necesaria para llegar hasta este momento.

Tras el desfile, formamos para iniciar las ceremonias. La primera era la jura por parte de los nuevos hermanos. Para Escudo este fue un momento emocionante que le hizo recordar su anterior juramento. Cumplió su papel saliendo de la formación e imponiendo la capa negra a Perdida. Se sintió orgulloso mientras observaba como su Hermana se comportaba perfectamente, con la dignidad requerida a la ocasión. El momento de la imposición de la capa negra sobre ella parecía que no iba a terminar nunca, como si hubiera sido fijado en el tiempo. Escudo cuidará de ella e intentará hacer de ella una gran soldado.

Tras la imposición de capas y el juramente de los nuevos llegó la petición de dádivas. Hace tiempo que Escudo tenía pensada la suya y esperó pacientemente mientras los distintos pelotones iban exponiendo sus peticiones por turno. Se extrañó de la gran diferencia que se daba entra algunas de las diversas dádivas. Ante la misma petición el demandante podía recibir un objeto de calidad extraordinaria o un objeto banal que hubiera podido comprar en cualquier bazar.

Llegó el momento y Escudo hizo su petición: Un escudo que le permitiera esconderse en la espesura o entre las sombras. El Chambelán, tras un instante de vacilación hizo que los esclavos le entregasen un escudo de metal pintado de negro. Escudo aceptó sin inmutarse, aunque tuvo muchas dudas acerca de hasta qué punto el escudo cumplía lo que él había pedido. En cierta forma se sentía como si lo hubieran engañado. El escudo era mucho mejor que el que tenía ahora mismo mientras que el color le permitiría esconderse mejor, aunque quizás esperaba algo con algún poder mágico. Más tarde tendría que buscar a alguien a quien preguntar.

La dádivas continuaban, pero los exploradores abandonaron su formación y Escudo se dedicó a comer y beber en la fiesta. Tras una noche de pesadillas Escudo se uniría a su pelotón al día siguiente, abandonando el bastión del dolor. Observó cómo se impartía justicia sobre Derviche y Tarado, aunque no tiene claro el porqué del castigo. Escudo estaba confuso mientras que en su pensamiento se formaba de nuevo la duda acerca de cómo se imprtía la disciplina en el campamento: falta de disciplina en algunos casos y el exceso de la misma en otros.

Se reciben malas noticias del campamento principal y tras un mes de descanso en la capital, regresaron al mismo. La sargento Falce no les acompañó lo que para Escudo era un mal augurio.

Cabo Ridvan es ahora el líder del pelotón de los exploradores. Para Escudo está bien, la sargento tiene derecho a retirarse cuando quiera y Ridvan es un buen líder al que seguir. Lo único que no le cuadra a Escudo es que su pelotón no tenga un sargento como el resto, lo toma como una falta de respeto hacia los exploradores. Espera que asciendan a Cabo Ridvan cuanto antes. Al menos el pelotón se siente honrado debido a la incorporación de Belleza: los exploradores crecen mientras se reconoce su aportación a la compañía.

Unicamente le quedan dos cosas por hacer a Escudo. La primera era cumplir con su promesa y entrenar con Perdida. La única forma de permanecer con vida en el regimiento es entrenar continuamente para permanecer con vida. La segunda cosa es conocer si su nuevo escudo es algo más que un pedazo de metal pintado de negro. Necesita a alguien que sepa ver lo invisible y se decide por Khalesa. Aprovechará la ocasión para hacerse un tatuaje en honor a su Hermano de Capa y preguntarle lo que puede ver en el escudo.

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30/05/2016, 10:27
Cielo, Escuadra Barril, Infantería.

PRÓLOGO: CIELO

Día 11 de Jaguar, 202,de madrugada

Cielo aspiró con avidez el aire fresco de la noche, era una de esas raras noches despejadas del invierno en las que el cielo es una cúpula de estrellas. No he importó el frío, que generaba vaho.
Esa noche no podía dormir, así que había pedido permiso para dar un pequeño paseo por el llano.
El Campamento, sin embargo, se encontraba a la vista aún a unas pocas decenas de metros. Giró sobre sí mismo contemplando la inmensidad de las estrellas. Somos tan pequeños como las hormigas.- Pensó.

Le sorprendió una bajada brusca de la temperatura, que hizo que sus dientes empezasen a castañetear, a pesar de la gruesa capa.
Y entonces lo vio, vio la oscuridad, como un jirón de nube que se mueve contra el viento, un foco de oscuridad tan profunda que parecía absorber la claridad de las estrellas, se presentó ante él.
-¿Q...quién eres?- Balbuceó apenas audible, llevaba su fiel lanza larga por si aparecía alguna alimaña, y la empuñó ante aquel agujero negro que flotaba ante él.
- No, esa no es la pregunta.- dijo una voz suave y femenina que no parecía salir de la oscuridad, sino de su propia mente.- La pregunta es: ¿ Quién eres tú, soldado Cielo?
Aferró con fuerza la lanza y dio unos pasos hacía atrás, reconociendo la voz, sin saber de qué.
-No te acerques a mí, soy el soldado Cielo, hermano de la Duodécima, pelotón de Infantería, escuadra Barril. Recompuso algo su valor al decir la frase:
-Te atravesaré si te acercas, criatura.
La risa que salió de aquella negrura, le heló la sangre aún más si eso era posible, notó como sus manos temblaban, su guardia caía, y soltaba la lanza.
-Tú no puedes amenazarme. Yo he estado aquí desde siempre, y seguiré aquí cuando todos seáis menos que polvo, que ni las piedras recuerden vuestro paso por el mundo. Y he estado contigo en muchos momentos últimamente, pero tú te resistes.
Te lo mostraré.
Lo primero que le pareció escuchar fue un agónico grito ahogado. Lo reconoció de inmediato, Sicofante lamido por las llamas, recordó la rabia y el cruce de miradas con sus compañeros infantes, Grito, Desastre, Preocupado, incluso Lagrimíta, todos amasando sus propios puños mientras se oía el vozarrón del Capitán clamando por que no se moviese nadie. Afortunadamente Barril no hizo caso, rompió una puerta y aquello fue como un dique que liberaba un río de ira contenida. Recordó matar al grito de Sicofante, como un mantra, y recordó haber escuchado susurros de satisfacción en su mente, reconoció la voz, ahora sabía de qué.

Y vio aparecer ante sí una mezcla de imágenes, la fiesta de las dádivas, con las esclavas provocando lascivamente, la mirada incrédula de Desastre, y su estómago abierto cuando sucedió el accidente del entrenamiento y, la sangre, tanta sangre..vio la mirada de Matagatos, altivo y retador, y lo revivió todo.
-¿Ves? Siempre he estado ahí, las tentaciones. Tu naturaleza, soldado Cielo. No puedes luchar contra ella.
Y ante sí la mirada de Derviche, sus palabras llenas de ira, y un: “borrachos” lejano. Recordó perfectamente el deseo de arrancarle el corazón a la Jaguar, y comérselo, y como aquella noche había tenido que hacer acopio de todo su auto control para evitarlo.
-No, lárgate. Sé quién eres, eres esa Diosa de la que todos hablan, la Reina del Engaño. ¿Qué quieres de mí?
Retrocedió precipitadamente y cayó al suelo, cuando se giró a ver con lo que había tropezado , observó con horror la mano desenterrada de un cadáver. Sus peores sospechas se confirmaron cuando vio que el brazo se movía, y que a su alrededor toda la llanura estaba plagada de cadáveres saliendo de sus agujeros. Aquella visión paralizó a Cielo, mientras las carcajadas de una deidad siniestra resonaban en su cabeza. La oscuridad se había disipado pero los cadáveres, cientos, quizá miles, se giraban hacía él mirándole con ojos vacíos.
Los seres abrieron sus bocas en un grito sordo, y de ellas salieron riadas de gusanos, que cubrieron las piernas de cielo, y después el pecho, y se le metieron por los oídos, por la nariz, por la boca, hasta que le ahogaron por completo.
...
Despertó de repente, en su catre y ahogó un grito de terror, levantándose para salir al exterior.
Fuera, la misma calma y las mismas estrellas. Se acercó a un tonel de agua y antes de introducir la cabeza se observó a si mismo, pintura corrida por las lágrimas, dientes sangrando de apretarlos.
Tenía que ponerse a prueba, tenía que ser con alguien que no se frenase, que le pusiera al límite, y que eligiese armas reales en vez de armas de entrenamiento, tenía que probarse viendo sangre de un enemigo de nuevo. La respuesta acudió a su mente, quizá susurrada por una presencia siniestra:
...Derviche...Derviche...Derviche...

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30/05/2016, 12:48
[RIP] Niña de Oro.

Niña de Oro, parte 1

El viejo arqueólogo estaba entusiasmado mientras se recluía en su tienda. ¿Qué nuevos hallazgos revelaría este nuevo pergamino? Llevaba muchos más años de los que quería recordar explotando este yacimiento, el Yacimiento de Galdan, en honor a la fortaleza que se erigía en él.

Pero el yacimiento no se agotaba. Cada poco tiempo extraían una espada, una punta de lanza, una mellada armadura. La batalla tuvo que se brutal.

La Compañía Negra, piensa el arqueólogo al sentarse en su mesa, aquí ya compuesta casi solo de supersticiosos K’hlatas. O eso decían. El anciano llevaba toda su vida afirmando que algunas tribus, incluso sin intervención de los llamados Oscuros, veneraban dioses.

Con el cuidado que pondría una madre al acunar a su hijo, el anciano colocó el pergamino en su mesa y lo abrió, despacio, anclándolo en unas sujeciones que tenía preparadas. De inmediato, reconoció el idioma K’hlata de las estepas. Él era casi el único capaz de comprenderlo. Se enfrascó en la lectura, mientras en su mente imaginaba lo que ansiaba que el pergamino le contase.

Año 202 de Khatovar, según el calendario Oscuro. Mes del Caimán. Día 29.

¿Cómo puedo empezar mi relato? No soy Analista, no me especializo en contar grandes historias. Pero pronto atacaremos La Puerta de Galdan, y tengo miedo de morir y ser solo un recuerdo, otra alma en el seno de la diosa.

El anciano detuvo su traducción. ¿Había leído bien?

“en el seno dela diosa”.

¡No hay duda! Esta persona habla de una Diosa. Vuelve a leer con más ansia.

Quizá lo mejor sea presentarme. En mi tribu tenía otro nombre, pero aquí me llaman solo Niña de Oro, aprendiz del báculo.

Niña de oro… Niña de oro… estaba por aquí…

Año 201 de Khatovar, mes 10 día 1, lugar: Palacio de la Discordia de Cho’n Delor.

Juran los reclutas del pelotón de reservas Estrambótico, Parado, Pamplina, Búho, Muñeca, Pájaro y Jirafa. Luego juran los Campamenteros Niña de oro, Perdida, Piojillo, Plumilla y Tarado…

Claro, de ahí me sonaba. Sigamos.

Mi padre era el cacique de mi tribu, una tribu rica y próspera.

Luego era una K’hlata. Los oscuros no crecen en tribus.

Yo era la menor de cuatro hijos. Crecí rodeada de toda clase de lujos y caprichos, pero para todos yo era sólo la Dorada, alguien a quien soportar. Menos para Nareeta.

Nareeta y yo nos hicimos amigas muy pronto. Ella me descubrió la verdad, todo el mal que mi tribu hacía. Y descubrirme eso le costó la vida. A manos de mi propio padre. Ese día decidí escapar.

Vagué un tiempo hasta que escuché hablar de la Compañía Negra. Yo no tenía refugio, pero con las posesiones que llevé conmigo al escapar pensaba hacerme un hueco entre los protegidos de la Compañía, quizás como perista.

Por fin los encontré, y vi como trata la Compañía a los Seguidores de Campamento. No los maltratan, en la mayoría de casos, pero no tenían voz, no decidían su futuro y, sobre todo, no tenían respeto. No, eso no era para mí. Yo quería que me respetasen como la gran guerrera bien educada que creía ser. Así que desde el mes del Antílope del 200 de Khatovar entré como Aspirante de la Compañía.

Muchas fueron las veces que pensé dejarlo. El entrenamiento al que nos sometía Gulg era brutal, inhumano. Pero soy, y siempre he sido, una cabezota redomada, y no me rendí. No quería aceptar que no era una guerrera. Iba solventando los problemas convenciendo a otros para que hicieran las tareas por mí. ¡Diosa, como odio a esa niña mimada!

Por fin, el primer día del mes de la Cabeza Cortada del 201 de Khatovar me convertí en Recluta y fui asignada al pelotón de Campamenteros. Eso era todo un logro. No muchos pensaban que yo fuese a superar el periodo de instrucción, y menos que me convertiría en soldado.

Aún recuerdo la batalla de Fuerte Chuda el día 15 del mes del Castor. Los chondelorianos habían contratado a la Compañía Negra en la esperanza que diéramos un vuelco a la guerra que mantenían con los Reinos Pastel, también conocidos como Triplete. Estos habían conquistado casi todo el territorio de Cho’n Delor, excepto la capital.

El primer paso para dar la vuelta  a la situación sería acabar con el centro de operaciones del Triplete en Cho’n Delor, el fuerte Chuda. Desde aquí, los Fantasmas Irredentos, tropas de élite del Triplete, mantenían el yugo sobre Cho’n Delor.

Justo el día antes de la batalla recuerdo como, ilusionada, me veía a mí misma derrotando enemigo tras enemigo, entrando en el fuerte, enfrentándome a Segadora, a Chuda, a todas las fuerzas del Triplete, y derrotándolas. Pobre niña tonta.

Así pues, la Compañía les cayó encima. La batalla fue una auténtica carnicería. Incluso contando con guerreros como Chuda o su guardaespaldas, Chugrat, los tripletianos no eran rival para la compañía.

Hasta que apareció Lancero. Ese sí es un gran guerrero, hay que reconocérselo. Con una carga de su caballería, consiguió salvar a Chuda. No así a Chugrat, que murió a manos de Lengua Negra.

Sin embargo, la Compañía no salió indemne. Tuvimos muchas bajas, pero lo peor fue que Teniente murió y que Capitán fue envenenado y quedó paralizado. ¿Se despertará alguna vez? Quizás si la puta de Chuda está en la Puerta, tenga el antídoto y se lo podamos quitar de sus frías manos cuando muera.

Pero me voy por las ramas. Quien lea esto podría preguntarse ¿y qué hizo la gran guerrera Niña de Oro en esta batalla? Pues tirar dos lanzas que casi ni salieron de mis manos antes de caer y sufrir un ataque que a punto estuvo de costarme la vida. Eso hice, nada. Menos que nada, molestar.

Y, sin embargo, una vez terminada la batalla, mi actitud no cambió. Cualquiera en esa situación se hubiera dado cuenta que por ese camino no iba a conseguir nada en la Compañía. Menos yo. Mi cabezonería me impedía verlo.

El viejo arqueólogo aparta un momento los ojos del pergamino, frotándoselos. El K’hlata no es un idioma sencillo, pese a la buena caligrafía de quien escribe esto, fruto claramente de una esmerada educación. Pero él ya no es tan joven. Sin embargo, quiere saber más. Sigue leyendo.

Tras la victoria de Fuerte Chuda, las fuerzas del triplete se vieron forzadas a retroceder hasta la Puerta de Galdan. Quedaron los grupos dirigidos por Último Inmortal y Segadora, pero estaban siendo perseguidos por Portaestandarte y Virotes.

Así pues, parecía que íbamos a tener un periodo de paz hasta que los mandos decidieran atacar. Y yo me preparé para intentar escabullirme de cuantas tareas me asignaran.

Durante ese mes y el siguiente la sargento Falce organizó patrullas para controlar el llano. Por supuesto, yo me escabullí. No iba a mancharme ni a caminar, arriesgándome a encontrar un grupo de Irredentos. Así pues, quedé en el campamento principal. El día a día se hizo monótono, sin gran cosa que hacer. No practicaba, no trabajaba… cuanto menos hiciera,mejor.

Finalmente las cosas cambiaron. El día 1 del mes de la Cebra, Ansia de Dominio apareció en el Campamento. No recuerdo haberlo visto antes, aunque sí que había escuchado descripciones de él, y estas se quedaban cortas. Esa… cosa pudo haber sido humano en algún momento, pero ya no lo era.

Este mensajero trajo noticias interesantes. En Cho’n Delor nos iban a organizar una fiesta para celebrar nuestra victoria sobre los Irredentos y, además, querían incorporar una jura. Cuandol o escuché me ilusioné. Quizá por fin valorarían mis habilidades y me nombrarían soldado. Aunque, por otra parte, no había derramado sangre por la Compañía aún. Pero creía tener unas capacidades superiores a los demás.

Por todo el campamento corrieron rumores de que varios campamenteros íbamos a ascender a Soldado, entre ellos yo. Ponzoña se dedicó a organizar nuevas patrullas. Como siempre, intenté esconderme para que no me escogieran. Y tuve éxito, no tuve que participar en ninguna patrulla. Seguía siendo la pija redomada que fui tantos años.

¿Y cómo fue que mi vida cambió? Me empecé a dar cuenta de lo erróneo de mi actitud el día 23 del mes de la Cebra.

El pelotón de Arqueros regresaba victorioso, tras cazar a los grupos del triplete dirigidos por Segadora. Lo que debía haber sido un recibimiento apoteósico, sin embargo, quedó empañado enseguida. Con ellos venía un Campaña casi muerto, montado sobre un lagarto gigante, y acompañado del cuerpo de Peregrino.

Enseguida Plumilla, Khadesa y Matagatos se llevaron al gigante a la Tienda de los Heridos para curarle. Y el sargento Virote, tras bajar junto al cabo Mostaza el cuerpo de Peregrino del lagarto, alzó la cabeza de Segadora. ¡Entre Campaña y Peregrino habían acabado con Segadora y el resto de sus tropas!

Yo asistí al funeral, vi lágrimas en los ojos de quien no creí ver llorar nunca. Quizás no las derramaron, pero estaban ahí. Eso era respeto, orgullo, honor. Lo que yo nunca había tenido. Ni en mi anterior vida, en mi tribu, lo tuve. Desde ese momento, ansié conseguir ese reconocimiento. Yo también quería ser recordada. Tenía que conseguir mejorar como guerrera.

Pero lo que realmente cambió mi vida, mi visión, mi futuro, fueron los acontecimientos ocurridos al inicio del mes de la Jirafa.

A lo largo delo que quedaba del mes de la Cebra, las patrullas regresaron al campamento. Sólo faltaban las de Niño Guerrero, Escudo y Ojopocho y la de Sicofante y Piojillo.

El día 2 de la Jirafa me encontraba tranquilamente durmiendo cuando un ruido me sobresaltó. Salí de mi tienda sólo para ver los cuerpos de varias personas muertas y unas sombras prendiendo fuegos a tienda y almacenes. Corrí aterrorizada de poder serla siguiente, y me escondí tras una tienda. Apenas dormí esa noche, escondida y aterrada.

Por fin amaneció un nuevo día, y me atreví a asomar la cabeza. Mientras el campamento intentaba recuperarse del ataque del Triplete, llegó Piojillo al galope. Sus palabras nos pusieron alerta a todos: parece ser que se acercaban caballeros del Triplete y que Sicofante se había quedado atrás para que él pudiera avisar al Campamento. Mientras yo le traía agua, se preparó la defensa, ordenando que todos entraran en la empalizada mientras los soldados formábamos para prepararnos para el ataque.

Sin embargo, el carro de Precio, que aún no había entrado, fue atacado por los caballeros del Triplete. Cuatro rufianes de Usurero, que posteriormente sabría que se llamaban Caracortada, Garrote, Puñal y Aojado… ¡hicieron frente a los once caballeros que se aproximaban! ¡Estaba claro que morirían y aun así lo hicieron! Los tripletianos los cogieron con lazos mientras Precio entraba al campamento, y los arrastraron como muñecos por la pedregosa tierra, alejándose de la empalizada pese a la lluvia de flechas y lanzas que les dispararon. Juraría que vi a la heroína de Galdan coger una flecha con sus propias manos, pero esto pudo ser autosugestión.

Virote ordenó abrir las puertas para perseguirlos, pero en ese momento apareció Analista, el capitán mientras Capitan siguiera convaleciente y paralizado, y ordenó lo contrario, pues veía una trampa en todo aquello. Hubo algunas protestas, pero todos respetaron la decisión de Analista.

Pasamos una hora formados, una hora con todos los pertrechos. No estaba acostumbrada y no había dormido bien. Me sentía cansada, quería que acabara aquello, que nos mandaran a las tiendas. Pero no fue así, acabó pero de un modo mucho más terrible.

Los vigías del lado sur avisaron que los del triplete estaban montando unos postes justo fuera del alcance de los arcos de la compañía. Los postes eran cinco, y bajo ellos apilaron troncos. Al poco, cinco personas ocuparon los puestos de los postes. Cuatro eran los rufianes de Usurero, pero el quinto, aún vivo, no conseguían saber quién era. Hasta que Ridvan y Cortaplumas lo identificaron. Era Sicofante.

Varios mandos intentaron que Analista diera la orden de atacar, sin éxito. Éste creía que era una emboscada. La Heroína apareció ante todos, con una antorcha en la mano. Con ella, prendió la hoguera. Los rufianes no se movieron, estaban muertos, pero Sicofante sí lo hizo y empezó a gritar. Todos nos quedamos congelados, hasta que un golpe rajó la puerta del campamento por dentro. ¡El cabo Barril embistió la puerta, rompiéndola, y cargó contra los Tripletianos!

Tras una vacilación, el resto de la Infantería siguió al cabo, con la sargento Vientos y el cabo Lemur a la cabeza.

La heroína arrojó una lanza a Barril, pero éste continuó con su carga pese a la tremenda herida. Cuando llegó a su alcance, la heroína lo recibió con una lluvia de golpes pero Barril, antes de caer, logró herirla. Apenas un corte en la mejilla, pero la hirió.

El resto de la Infantería fue recibido por las flechas de las arqueras de Galdan, que habían permanecido ocultas, mientras los acorazados veteranos del triplete se enfrentaban a la infantería y los nobles a caballo cargaban contra ellos, riendo y burlándose. Pobres estúpidos, pensaban que iban a ganar fácilmente. Los infantes habían perdido la cabeza y estaban completamente idos, luchando como auténticos titanes, gritando el nombre de Sicofante, de Peregrino o de otros miembros de la compañía.

La batalla fue salvaje y toda la infantería sufrió heridas. Pero los nobles y veteranos del Triplete fueron despedazados por los infantes mientras las arqueras y la heroína huían a duras penas.

Si bien Barril logró salvar la vida, no pasó lo mismo con Sicofante.

De haber podido, habría cargado con la Infantería, habría muerto junto a ellos. Diosa, como me hervía la sangre, como deseaba matarlos a todos. Pero seguí las órdenes, y esperé. Así pues, tampoco participé en aquella batalla.

Al día siguiente se hicieron los funerales por Caracortada, Garrote, Puñal, Aojado y Sicofante. Pese a ser matones a sueldo sin ningún cargo en la Compañía, los cuatro rufianes fueron enterrados con honores,como hermanos excepto por la capa.

El entierro de Sicofante fue aún más emotivo, recibiendo un trato similar o incluso más emotivo que le de Peregrino. Incluso Tibal o Vieja Guardia, de la Infantería, tenían lágrimas en los ojos durante el entierro. Eso sí era honor, respeto, orgullo por el hermano que tantas batallas había luchado con ellos. Eso era lo que siempre había buscado.

Siempre fui la consentida, la mimada, la que hay que cuidar. Aceptaban mis desaires porque era la consentida, pero nunca me hicieron caso. Ni mi padre, ni mis hermanos, ni mi tribu. Luego, en la Compañía, no me había ido mejor, por mi propia actitud. Esto debía cambiar, quería que cambiara, necesitaba que cambiara.

Así pues, decidí cambiar y convertirme en una guerrera de la que, cuando muriera, pudiera sentirme orgullosa en el más allá.

 

El viejo se frotó nuevamente los ojos, cansado. La luz de la luna se cuela por la ventana de su despacho. Mañana seguiré piensa, y levanta su gastado cuerpo, con piel similar al pergamino que acaba de leer, para arrastrarse hasta su cama, mientras da vueltas a la historia que ha leído. Siempre había visto a los hombres y mujeres antiguos como héroes, poderosos, orgullosos, capaces de hazañas increíbles. Pero Niña de Oro era una humana, una persona normal, con sus preocupaciones, sus problemas, sus ansias de mejorar. Esto cambiaba radicalmente su percepción de ese mundo.

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30/05/2016, 14:31
Capitán Matagatos.

Matagatos se encontraba sumergido en la oscuridad. No veía ni oía nada en absoluto... Aunque sí podía oler. Olía a muerte, y a putrefacción. A millares de cadáveres en descomposición, siendo pasto de los gusanos. Después, volvió el tacto. Estaba de pie, y en alguna clase de pendiente, parecía que en dirección ascendente. Poco a poco, la oscuridad fue dando paso a algo más. Puede que la vista hubiera vuelto, o que alguna clase de luz hiciera visible el lugar donde estaba. Para lo que vio, habría sido mejor quedarse a oscuras. 

Se encontraba, efectivamente, en una montaña. Pero lo que había tomado por un suelo irregular eran realmente cadáveres. Una montaña de un tamaño absolutamente titánico, de la que el oscuro ya parecía haber ascendido buena parte. La cima estaba muy lejos, pero de algún modo pudo ver que, en el mismo pico de aquel siniestro montículo, se encontraba clavada la misma Lanza de la Pasión, con el estandarte de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar ondeando, aunque no parecía haber ningún viento. 

Tras eso, reparó en los cadáveres que formaban todo aquello. La zona cercana a él, tanto detrás como todo lo que podía ver en su ascenso, estaba regada de cadáveres que no tenían rostros discernibles en su mayoría, pero que en cierto modo ya conocía: 

Mercenarios chacales, Fantasmas Irredentos, caballeros nobles del Triplete… Y, cerca de él, el cadáver de Chugrat, aún con aquella sonrisa terrible y el alfanjón fuertemente agarrado entre sus manos.

Fue más terrible, sin embargo, reparar en otros cadáveres. El cadáver del teniente yacía cerca de él, con su propia arma hundida limpiamente en su frente, así como el de Attar, despedazado y con el mandoble de acero oscuro atravesando su torso casi hasta la empuñadura, y fijando su cuerpo al “suelo” de cadáveres. Girándose para observar el terreno ascendido, pudo fijarse en muchos más miembros muertos de la Compañía, aquí y allí, sus restos solos o en grupo en función de cómo hubieran muerto.

Reparó especialmente en aquellos que estuvieron bajo su mando como segundo o líder de los Hostigadores. R’Gaa y Jabalí se encontraban un poco más allá, junto a otros miembros de la Compañía, y un pequeño montón de fuerzas del Triplete. Sin duda, fruto del ataque de Peregrino. Un poco más allá, se encontraba, sólo, Vieja Gloria. Descendiendo aún más podía ver a Escarabajo. Más allá cambiaba el “suelo”, pasando a estar formado por los cadáveres de los Tres Castores, reposando junto a ellos, molido a palos, el desertor de Sacorroto. Todos los cadáveres de la Compañía destacaban. Todos empalados o atravesados por las armas que portaban en vida, como alguna especie de macabro rito.

Y la visión seguía más y más allá. El sustrato de la montaña iba cambiando, pasando de campaña en campaña… El Profanador de Mentes… La Horda de las Arenas Sangrantes… Poco más allá, los cadáveres dejaron de ser reconocibles para Matagatos. Sin embargo, si podía ver la base de la montaña. Una montaña que se alzaba como una isla, en medio de un océano de sangre.

Tras aquello, se giró, intentando discernir que le aguardaba delante. Sin embargo, aquello le resultaba mucho más difícil. Los cadáveres de enemigos anónimos seguían ahí, y hasta cierto punto estaban compuestos por fuerzas del Triplete, sin embargo, más allá se volvía complicado. Podía distinguir, aquí y allí, cadáveres que eran indudablemente de la Compañía, también atravesados por armas, pero estaban ensombrecidos y difuminados, era difícil asegurar de quienes se trataba. Lo único visible era el estandarte, en la cima de toda aquella carnicería.

Entonces, el sentido del oído volvió. O puede que no se hubiera ido nunca, pero hasta el momento todo hubiera sido silencio. Una risa maniaca se extendió por aquella montaña. Parecía una risa de mujer, cargada de crueldad, de desprecio, y también de un ansia de sangre que absolutamente nada podría saciar nunca. Jamás. Como si aquellas carcajadas hubieran actuado como una especie de detonante, de repente todos los cadáveres empezaron a retorcerse. Mutilados, despedazados, aplastados… Daba igual, todos se movían. El sonido atroz de millones de kilos de carne muerta arrastrándose, de billones de huesos chocando… Los cadáveres volvían a combatir entre ellos, a engullirse unos a otros, mientras aquellas enloquecidas carcajadas no paraban, si no que parecían incrementarse a la vez que lo hacía la violencia. No había ningún objetivo en aquello, solo el divertimento de aquella mujer, si es que lo era.

Finalmente, los cadáveres se abalanzaron sobre él. Los restos de Attar lo cogieron por las piernas, mientras que el Teniente y Divisora lo embestían tirándole al suelo, y empezaban a golpearlo con una fuerza de ultratumba.

Cada golpe lo situaba más cerca de la inconsciencia, pero cada impacto traía consigo algo más. Una furia imperecedera, una ira sin límites… La marca indeleble de aquella montaña, grabándose en lo más profundo de su mente.

Aquella pesadilla era la que había sufrido continuamente, repetición tras repetición, mientras estaba en coma en la tienda de los heridos. Una visión que se hundió en lo más profundo de su cerebro, y que para su desgracia nunca lo abandonó. Por supuesto Matagatos logró salir de aquel coma, aunque lo que se encontró no le pareció mucho mejor. Pronto volvería a recorrer aquella montaña de cadáveres, cuando pasara a formar parte de ellos. Y era algo que no tardaría mucho: el caos entre los mandos, todos los muertos en Fuerte Chuda, el Capitán paralizado… Poco futuro tenían por delante.

Aquel ánimo sombrío, junto con las pesadillas, fue acompañándole a lo largo de los meses siguientes. Y, debajo de este, algo más. Una ira que crecía y crecía, acompañada de una risa femenina, unas carcajadas desquiciadas e interminables que, a veces, resonaban en el fondo de su mente, recordándole el futuro que les esperaba a todos.

La pesadilla iba evolucionando conforme el tiempo avanzaba. Con la pérdida de Peregrino y la muerte de Segadora, sus cadáveres se unieron a la colosal montaña de carroña, el hostigador con un solo brazo y la garganta cortada por su propia espada, lanzándose hacia él como todos.

Más tarde, llegó la quema de Sicofante. Los puños de Matagatos se cerraron con fuerza, clavándose sus uñas en las palmas de pura rabia, ante aquello que vio. Todos y cada uno de ellos, hasta el último, eran traidores. Los que se habían quedado, traidores al espíritu de hermandad de la Compañía. Los que habían salido, traidores a la disciplina y a la Duodécima. Todos ellos deberían lanzarse sobre sus propias armas y terminar con aquello, pagar por su afrenta. Y mientras veía aquello, y la rabia crecía en su interior, escuchaba de fondo las carcajadas, espoleando su deseo de salir y destrozar a sus enemigos, a todos ellos. Pero no podía, no debía. Si cedía ante aquello, puede que nunca volviera a ser el mismo. Tras la batalla, toda la infantería debía ser atendida… Y el cabo Barril, enterrado. Aunque el pobre Campaña, herido en lo más hondo de su ser por aquello, insistía en que su tío no estaba muerto.

Matagatos, intentando consolar a su primo, echó un vistazo al cadáver, comprobando que tenía aún pulso y respiración, pero muy débiles. Campaña tenía razón, y su inocencia puede que hubiera salvado a su tío. El cabo se puso manos a la obra de inmediato, y tras varios días de operaciones en los que prácticamente no pegó ojo, Barril quedó estable. Ahora sólo le quedaba recuperarse.

Ni que decir tiene que, cuando volvió a dormir, la pesadilla volvió. Esta vez se unieron a ella los rufianes de usurero y Sicofante, ardiendo y con sus armas clavadas, que incineraban a golpes con sus extremidades en llamas a Matagatos. Las ojeras ya nunca abandonaban al oscuro. Por supuesto, tenía muchas excusas, la tienda de los heridos la principal de todas ellas. Pero el verdadero problema estaba en su interior, en aquellas pesadillas de las que no hablaba a nadie, y nunca lo haría. El mundo de la vigilia no era mucho mejor, con pocos motivos para seguir adelante, aunque Dedos consiguió que su humor mejorara un poco y aportar algo de luz. Probablemente aquello fue lo que le dio fuerza suficiente para seguir adelante, y para contenerse cuando debía.

Así pasaron los días, y fue necesario partir hacia Cho’n Delor para celebrar la victoria en el Fuerte Chuda, y recibir dádivas. Matagatos estaba obligado a asistir, para formalizar su reciente ascenso a cabo, aunque la fiesta era lo último que le apetecía en aquel momento. Y menos dejando al anterior Capitán convaleciente, con un retén que le pareció insuficiente a todas luces.

Cho’n Delor los recibió con la siniestra majestad que recordaba. Aquello destilaba oscuridad allá donde se mirara, pero eran sus actuales patrones, y debían obedecer. Desfilaron “victoriosos”, y fueron aclamados por los chondelorianos, para orgullo de muchos e indiferencia del cabo oscuro. Por supuesto, ni siquiera en el territorio “seguro” que suponía aquella ciudad hubo paz para Matagatos. Un entrenamiento entre Cielo y Desastre salió mal, y el primero le sacó las tripas al segundo con un arma de entrenamiento. El oscuro acudió allí de inmediato al ser avisado por Lagrimita, para encontrarse con un herido de gravedad… Y el responsable de aquello intentando huir.

Aquello superó con mucho al cabo, y tras asegurarse de que Desastre estuviera fuera de peligro, increpó duramente a Cielo por aquello. Y otro de los miembros de infantería, Grito, le plantó cara. Haciendo valer su veteranía por encima de la de Matagatos, aludiendo a que aún no era cabo. Puede que, de estar más calmado, el líder de los hostigadores hubiera contestado a Grito con la verdad: que él era cabo desde hacía meses, y que aquella ceremonia era una simple formalidad. Pero la carcajada volvía a resonar en su cabeza, mientras el oscuro sentía crecer en su interior el deseo de sacar sus armas y silenciar a aquel idiota, un deseo que mantuvo a raya lo mejor que pudo, hasta que decidió retar a Grito, un duelo que este desechó retirándose.

Muchos soldados se deshicieron en disculpas ante el médico, diciendo que realmente se apreciaba su trabajo en la tienda de los heridos, y Grito fue castigado por sus mandos. Aquello aplacó un poco a Matagatos, aunque siguió sin estar convencido de que nadie se diera cuenta de lo que suponían realmente esas heridas, teniendo en cuenta las exigencias de su próxima misión.

Y no convenía olvidarse tampoco la ceremonia para elegir nuevo Capitán, unas votaciones tensas y cargadas de odios enconados que destruirían la Duodécima por dentro, si es que no lo estaban haciendo ya. Unas elecciones en las que Matagatos optó por seguir las lecciones de medicina de su padre. Había que mantener los humores del cuerpo equilibrados. Portaestandarte ya era un oficial de alto rango, y Rompelomos ahora era teniente. La cólera estaba asegurada. Para templarla, hacía falta que Analista fuera capitán. Y votó de ese modo, desoyendo la furia de su interior que le pedía buscar un fin rápido y sangriento con el capitán Portaestandarte.

Finalmente llegó la ceremonia de jura y la entrega de Dádivas, donde le fueron entregadas a Matagatos dos espadas de acero oscuro, Dicha y Agonía. Unas armas magníficas, que casi parecían hechas para él, y con las que se sintió bastante satisfecho. Sin embargo, no fueron pocos los incidentes que salpicaron aquella ceremonia, aunque unos trascendieron más que otros. En primer lugar, el protagonizado por Derviche, que tuvo repercusiones en forma de un duro castigo. Después, el destino de todos aquellos esclavos, que Matagatos vio con sus propios ojos: ahogados en silencio con cuerdas por los guardias, y retirados de allí. Y, finalmente como no, Serpiente. Que consideró divertido jugar con la mente de uno de los soldados, y que quedó impune. De nuevo las carcajadas, de nuevo el deseo de violencia. Matagatos se encontró valorando, durante apenas un segundo, cuanto le costaría cortar el cuello a aquella víbora traicionera y librarles a todos de su influencia. Pero aquella idea pasajera pronto fluyó lejos, alejada por la voluntad del cabo oscuro.

Durante los días siguientes, tanto en el Palacio de la Discordia como, más adelante, en el campamento principal, se fueron sucediendo más accidentes en entrenamientos, así como la vuelta de Matagatos a los combates. Aunque siempre con las mismas condiciones: armas reales y primera sangre. Eran, quizás, el entrenamiento más exigente al estar en juego algo más que unos moratones. Y además, secretamente, permitían al cabo oscuro saciar en parte el ansía de sangre que crecía dentro de él desde que salió de aquel coma.

Buena parte de la escuadra Barril desfiló ante él y sangró ante sus espadas, así como Derviche. Se aseguró de que sangraran en todas las ocasiones, con una expresión de cruel satisfacción que recordaba demasiado a su padre. Incluso Desastre, que acabó en el suelo debido al ímpetu de su propio ataque, recibió un corte mientras caía, ya prácticamente en el suelo, cosa que indignó a Cielo e hizo que le exhortara a pedir perdón. Por suerte, el momento de sed de sangre pasó rápido, y el oscuro se disculpó. Aunque, en el fondo de su cabeza, aquella oscura sensación parecía sugerir que parte de aquella escuadra se había vuelto en su contra, y que debería darles una lección.

Por supuesto, la vuelta al campamento principal le trajo aún más buenas noticias. La muerte de Ojopocho en el ataque que se produjo al campamento debilitó aún más a unos ya escasos hostigadores, y añadió otro rostro a sus pesadillas.

Sin embargo, si hubo algo que terminó de amargarle fue la misión para derrotar al Último Inmortal, que acabó en un absoluto fracaso. Un fracaso debido a las visiones de Khadesa. Unas visiones que auguraban un gran desastre si cumplían con aquello, en forma de monstruos. Unas visiones que finalmente hicieron dudar a Matagatos y hablarlo con los soldados presentes, para ser interrumpidos por la súbita aparición de su enemigo. Entonces Khadesa y Desastre, ignorando las órdenes y aprovechando el caos, terminaron con aquel ritual.

En aquel momento, las pocas esperanzas que pudiera tener Matagatos en la victoria frente a aquella inexpugnable fortaleza empequeñecieron más aún. Iban a asaltar una fortaleza así, y como el desafío no era suficiente, además lo iban a hacerlo con unas líneas de suministro acosadas por un enemigo imperecedero. Así, seguro que ganaban. Pero qué diablos importaba, si todos iban a acabar muertos aun así.

Los días iban pasando, acercándose el momento en que deberían asaltar la Puerta. Carros y más carros llegaron desde la capital, parte cargados con suministros, pero la mayoría con cadáveres que depositaron aquí y allí. En una de las guardias que le tocó a Matagatos, pudo ver desde la cima de la empalizada el Llano, salpicado de cadáveres hasta donde alcanzaba la vista. Por suerte estaba sólo en aquel momento, sin nadie que le oyera, pues una carcajada demente salió de sus labios, consiguiendo apagarla unos segundos después. Su visión se estaba cumpliendo, los cadáveres se apilaban. Pronto Peregrino, Sicofante, Ojopocho y el resto se alzarían y le despedazarían, y así acabaría todo. Y la vuelta de Serpiente no ayudó precisamente a mitigar aquella idea, pues venía envuelto de una extraña aura, que hacía que su mera cercanía doliera… Además de que el cabo podía escuchar, con total claridad, las carcajadas maniacas de su sueño cada vez que él estaba cerca.

Aquella misma noche, la pesadilla volvió, aunque cambiada:

 

Matagatos se encontraba sumergido en la oscuridad. No veía ni oía nada en absoluto... Aunque sí podía oler. Olía a muerte, y a putrefacción. A millares de cadáveres en descomposición, siendo pasto de los gusanos. Después, volvió el tacto. Estaba de pie, y en alguna clase de pendiente, parecía que en dirección ascendente. Poco a poco, la oscuridad fue dando paso a algo más. Puede que la vista hubiera vuelto, o que alguna clase de luz hiciera visible el lugar donde estaba. Para lo que vio, habría sido mejor quedarse a oscuras. 

Se encontraba, efectivamente, en una montaña. Pero lo que había tomado por un suelo irregular eran realmente cadáveres. Una montaña de un tamaño absolutamente titánico, de la que el oscuro ya parecía haber ascendido buena parte. La cima estaba muy lejos, pero de algún modo pudo ver que, en el mismo pico de aquel siniestro montículo, se encontraba clavada la misma Lanza de la Pasión, con el estandarte de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar ondeando, aunque no parecía haber ningún viento. 

Tras eso, reparó en los cadáveres que formaban todo aquello. La zona cercana a él, tanto detrás como todo lo que podía ver en su ascenso, estaba regada de cadáveres que no tenían rostros discernibles en su mayoría, pero que en cierto modo ya conocía: 

Mercenarios chacales, Fantasmas Irredentos, caballeros nobles del Triplete. Junto a ellos, los héroes de la nación enemiga que ya habían caído. Chugrat y Segadora, hechos pedazos, y con sus armas cerca.

Fue más terrible, sin embargo, reparar en otros cadáveres. Aunque había avanzado unos cuantos pasos desde la última vez. Los cadáveres del teniente y de Attar quedaban algunos metros atrás, junto a otros tantos, siendo más cercanos los cadáveres de Peregrino, mutilado por su propia katana, Sicofante ardiendo sin parar, con la flecha clavada y la cimitarra firmemente hundida en su frente, partiendo su rostro en dos, y Ojopocho, asaeteado por sus flechas. Al girarse para mirar hacia atrás, junto con teniente, Attar y otros tantos, vio muchos, muchos más.

Reparó especialmente en aquellos que estuvieron bajo su mando como segundo o líder de los Hostigadores. R’Gaa y Jabalí se encontraban un poco más allá, junto a otros miembros de la Compañía, y un pequeño montón de fuerzas del Triplete. Sin duda, fruto del ataque de Peregrino. Un poco más allá, se encontraba, sólo, Vieja Gloria. Descendiendo aún más podía ver a Escarabajo. Más allá cambiaba el “suelo”, pasando a estar formado por los cadáveres de los Tres Castores, reposando junto a ellos, molido a palos, el desertor de Sacorroto. Todos los cadáveres de la Compañía destacaban. Todos empalados o atravesados por las armas que portaban en vida, como alguna especie de macabro rito.

Y la visión seguía más y más allá. El sustrato de la montaña iba cambiando, pasando de campaña en campaña… El Profanador de Mentes… La Horda de las Arenas Sangrantes… Poco más allá, los cadáveres dejaron de ser reconocibles para Matagatos. Sin embargo, si podía ver la base de la montaña. Una montaña que se alzaba como una isla, en medio de un océano de sangre.

Tras aquello, se giró, intentando discernir que le aguardaba delante. Sin embargo, aquello le resultaba mucho más difícil. Los cadáveres de enemigos anónimos seguían ahí, y hasta cierto punto estaban compuestos por fuerzas del Triplete, sin embargo, más allá se volvía complicado. Podía distinguir, aquí y allí, cadáveres que eran indudablemente de la Compañía, también atravesados por armas, pero estaban ensombrecidos y difuminados, era difícil asegurar de quienes se trataba. Lo único visible era el estandarte, en la cima de toda aquella carnicería.

Entonces, el sentido del oído volvió. O puede que no se hubiera ido nunca, pero hasta el momento todo hubiera sido silencio. Una risa maniaca se extendió por aquella montaña. Parecía una risa de mujer, cargada de crueldad, de desprecio, y también de un ansia de sangre que absolutamente nada podría saciar nunca. Jamás. Como si aquellas carcajadas hubieran actuado como una especie de detonante, de repente todos los cadáveres empezaron a retorcerse. Mutilados, despedazados, aplastados… Daba igual, todos se movían. El sonido atroz de millones de kilos de carne muerta arrastrándose, de billones de huesos chocando… Los cadáveres volvían a combatir entre ellos, a engullirse unos a otros, mientras aquellas enloquecidas carcajadas no paraban, si no que parecían incrementarse a la vez que lo hacía la violencia. No había ningún objetivo en aquello, solo el divertimento de aquella mujer, si es que lo era. Aunque más siniestro aún, puede que premonitorio, fue ver como buena parte de ellos se movieron para formar una enorme fortificación que se interponía entre él y la cima, una fortaleza formada de cadáveres animados, que se parecía demasiado a lo que debía ser la Puerta de Galdan. Los muertos de la Compañía la asaltaban, junto con muchos soldados sombríos y anónimos que, sin duda alguna, debían representar a los vivos que aún no habían ido a parar a aquel reino de pesadilla. Los defensores del Triplete, sombras también encaramadas a la fortaleza, se defendían de los asaltantes, así como los muertos que formaban la fortaleza lo hacían, sacando brazos cadavéricos que arañaban con sus garras y mordiendo todo lo que intentaba subir. Un verdadero asedio de pesadilla.

El final de la pesadilla también cambio. Los cadáveres no se volvieron hacia él, siguieron atacando. Pero a sus espaldas apareció una presencia, mientras las carcajadas seguían y seguían. Una figura enorme, que emanaba tal sensación de amenaza que el oscuro no se atrevió a girarse ni mirarla. A pesar de su tamaño, apoyó en sus hombros un par de manos femeninas y de tamaño humanoide, mientras una voz, sin duda aquella a la que pertenecían las enloquecidas carcajadas, le habló al oído. A la vez un susurro y un grito desgarrador.

-Únete a la locura y matanza, Matagatos. Desgarra, mata y mutila, destruye a todos tus enemigos. Lo estás deseando…

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30/05/2016, 14:33
Analista Lengua Negra.

DIARIO DE LENGUA NEGRA

A nuestras espaldas, Fuerte Chuda. Ante nosotros, las Puertas de Galdan. En medio la tormenta y bajo ella, la Compañía Negra, la Duodécima de Khatovar. Son tiempos oscuros, marcados por la incertidumbre, la desconfianza entre hermanos, la moral dañada, el escaso respeto a la jerarquía y el desprecio abierto a las viejas tradiciones. No son muchos, pero esos pocos, como un chancro ulceroso, extienden su infección y hedor cuanto pueden y a cuanto tocan. La Compañía está enferma y temo que esta enfermedad, cuyos síntomas son bien visibles, tenga un efecto indeseado y prolongado en el tiempo. Temo que las Puertas de Galdan no caigan, mas no por no poseer las fuerzas, el valor, el arrojo y la destreza necesarias por parte nuestra, sino porque la enfermedad hiera de muerte a la Compañía Negra y nuestros enemigos sólo deban de encargarse de rematar a la bestia herida.

 

¿Cuándo comenzó todo? No es fácil determinarlo con claridad. Son muchos los factores que han influido en el actual estado de cosas pero, sin duda, el envenenamiento de Capitán, mi padre y el anterior mando de la Compañía antes de que Analista lo sustituyera, y su posterior convalecencia en un estado de inconsciencia del cual no ha regresado, marca en mi opinión el punto de partida de un declive que es necesario subsanar.

 

Cho´n Delor. Su aura de corrupción, magia negra y poder antiguo, gobernada por el Señor del Dolor y su corte de inquietantes cortesanos y soldados, constituye un enigma para mí. Sabemos lo que desean de nosotros en primera instancia, el papel que jugamos en su trama política y de expansión unida a la desaparición de aquellos que se han erigido en sus principales adversarios, pero, ¿qué hay más allá? ¿Qué futuro nos han deparado en caso de una victoria? Durante meses, mientras nos lamíamos las heridas de Fuerte Chuda, hemos vivido a su sombra y esa sombra ha afectado a quienes han estado bajo ella. Los K´Hlata son de natural supersticioso, fruto de su cultura tribal y son escasas las diferencias a este respecto entre los diferentes grupos. Tanto da que sean Hienas, Castores, Jaguares o cualquier otro, todos poseen en común un instintivo rechazo a la magia, a los lugares cerrados, a las construcciones de piedra. Por todo ello, nuestro cielo se ha ido cubriendo de negras nubes, de forma casi inadvertida, ocultando toda luz. El aire se ha cargado de ozono, la electricidad se ha acumulado, la tormenta se ha formado. Éramos el caldo de cultivo perfecto para que ocurriera cuanto ha ocurrido y no hemos hecho nada por evitarlo. Todos somos responsables. Y no me excluyo.

 

El vacío de poder genera incertidumbre. Una manada de leones sin un macho que la gobierne está expuesta a los ataques de sus rivales, a la desorganización y a su propia extinción. Tras caer Capitán en su sueño sin despertar, la Compañía se vio abocada al gobierno de Analista, a un mandato débil e incierto, que buscaba la subsistencia más que el progreso, basado en decisiones inanes y sin importancia, pero con un proceder reacio a las cuestiones comprometidas, tal vez motivado por un afán en evitar lo que precisamente ha ocurrido y que, irónica y lamentablemente, ha sido potenciado por dicho proceder. Las disensiones internas han sido cada vez mayores y más explícitas y en lugar de ser acalladas, de negociar una paz interna, de obrar como correspondía se ha optado por un silencio desesperante que no ha hecho sino comprometer aún más las cosas. El episodio de la muerte de Sicofante fue el primer gran trueno de la tormenta.

 

La muerte nos acompaña. De forma constante. La Compañía Negra ha crecido sobre ella. Sus hombres y mujeres mueren. Sus hombres y mujeres causan muerte. La muerte duele, pero es aceptada. Pero la muerte de nuestros héroes genera un daño añadido. La caída de Peregrino debería haber servido de advertencia y para tomar el pulso del estado de la moral de nuestras tropas. El dolor era palpable. El enjuto y silencioso hombre de la ancestral espada murió en plena misión de reconocimiento, bajo el ataque conjunto del enemigo, un enemigo que también hubiera podido acabar con el hermano Campaña, quien no obstante sobrevivió para ser el portavoz de tan terrible pérdida. Hubo lágrimas, hubo desesperación, pero ante todo, despertó un instintivo deseo de venganza que, soterrado, vivió y se alimentó del largo período de inactividad, de las malas decisiones, del débil mandato imperante.

 

Sicofante. El temerario jinete que sacrificó su vida para que pudiéramos ser advertidos de un inminente ataque fue el detonante. Cuando ante las puertas de nuestro Campamento Principal fuimos testigos del futuro que le estaba deparado, todos cuantos estábamos vivos sentimos que algo se rompía en la Compañía. Las órdenes directas de nuestro Capitán en funciones por aquel entonces fueron cuestionadas abiertamente por los propios oficiales, la desobediencia tomó forma y una grieta dividió en dos a la Duodécima de Khatovar. El soterrado deseo de venganza emergió como un monstruo de mil cabezas y devoró cuanto tuvo a su paso. Un grupo rebelde constituido por miembros de diferentes unidades buscó la salvaguarda de uno de sus hombres a expensas incluso de su propia vida. Un vano intento que no cuajó y que concluyó con la muerte de Sicofante pese a todo. Y así, cuando la venganza contra el enemigo no fue posible esta se volvió hacia dentro, hacia la propia institución, hacia la Compañía. Y se buscaron rostros, nombres a los que culpabilizar de aquella pérdida sin aparente sentido. Algo que continúa a día de hoy si bien la causa o razón de tal búsqueda posiblemente sea ignorada por quien aún sienten el hambre de la venganza.

 

La disciplina ha sido, es y será uno de los pilares de la Compañía Negra. Cuando no se ejerce, cuando no se busca, cuando se descuida, el pilar es destruido y con él cae cuanto se ha construido. Analista obvió la desobediencia y la disciplina dejó de tener valor, amén de alimentar entre muchos de los K´Hlata el viejo rumor de las desigualdades en el seno de la Compañía en base al color de la piel. Ante la ausencia de castigo, sea cual sea el acto merecedor del mismo, la disciplina carece de sentido. Quien no la teme se siente libre de obrar como quiere. Todos hemos sido testigos y seguimos siéndolo de la aparente impunidad con la que algunos desean obrar. En el seno del Pelotón de Campamenteros, aquel que yo dirijo, han sido varios los que han cuestionado mi mandato, mis órdenes, la disciplina. El chancro que antes mencionaba se extiende por todas partes y como un cáncer busca la muerte de su huésped. No estoy dispuesto a aceptarlo ni consentirlo.

 

La conciliación abre puertas. O quizá sea que cuando una puerta se cierra otra se abre. Ante lo insostenible de la situación, ante la tormenta desatada, ante la presencia de dos facciones abiertamente enfrentadas y representadas en cada caso por Portaestandarte y Analista, y dado que la situación de Capitán parecía irremediable, se ha buscado la conciliación. Viajamos a la ciudad, a Cho´n Delor y votamos. Por un peligroso y alarmante escaso margen, la locura de Portaestandarte no triunfó. Jura, ascensos y nombramientos no han detenido sin embargo el deterioro de la Compañía, aunque lo han ralentizado. Analista es nuestro nuevo Capitán, aunque nada decisorio se ha producido ni nada parece apuntar a que vayan a darse importantes cambios en el seno de la Compañía. Ambas facciones deberían haber trabajado juntas por el bien de todos. La conciliación ha fracasado y cualquier error de nuestro nuevo Capitán temo acabe con una revuelta interna y un cambio de cabeza en el poder.

La ignorancia es nuestro principal enemigo. Unida a la duda. Hay un aire de provisionalidad en todo, de decisiones adoptadas sobre la marcha. El desasosiego, la inquietud, la parálisis nos siguen afectando. Buscamos soluciones, pero no las encontramos. La Compañía no está hecha para estar quieta. Somos nómadas de la guerra. Las Puertas de Galdan pueden ser nuestra muerte, pero también nuestra salvación. Sea como sea, no permitiré que fracasemos, no en cuanto yo pueda hacer. Mis soldados, los miembros del Pelotón de Campamenteros constituyen mi esperanza. Se ha producido una reorganización. Loor se ha unido a nuestras filas y en ella hallo lo que no encontré en mi anterior segundo, Manta. Confío en que consigamos lograr la cohesión necesaria, que sientan la llamada de la fraternidad a la que están abocados, que alcen sus armas para luchar contra el verdadero enemigo, que crezcan y aprendan que ellos son la Compañía Negra. Se acercan tiempos de cambios. Espero que sean para bien.

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30/05/2016, 16:41
Chamán Rojo.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DÉCIMO PRIMERO DEL MES.

Tras recibir las órdenes de Astado respecto a los turnos de guardia, Chamán Rojo tenía aún tiempo para entretenerse antes de tener que dedicar toda su atención a la soporífera tarea de vigilar el campamento en ausencia del grueso de la Compañía. Se apresuró a recoger sus cosas con una idea ya asentada en su cabeza con firmeza. Hacía tiempo que quería hacerlo, pero no había tenido ocasión. Ahora la tenía y, además, tenía un objetivo claro. Desde que Lengua Negra adquiriese el mando de los Campamenteros, Chamán Rojo tenía esperanzas de convertir el Pelotón en uno respetable. Para ello debía comenzar con renovar la confianza de la gente en él como chamán, pues como guerrero ya la tenía, y, por otro lado, en la de sus compañeros.

Cargado como un mulo se acercó a la zona norte del campamento, dejándose ver, sin importarle las suspicaces miradas de todos. Lo que salía fuera de lo común siempre llamaba la atención. La curiosidad era un don innato en el hombre, aunque también entrañaba sus riesgos. Así, sin dar explicaciones a nadie, sin decir ni una sola palabra, comenzó a colocar en el suelo meticulosamente, en la zona que había escogido, todo lo que necesario para la Hoguera Roja.

En teoría, una vez formabas parte de la Compañía tu pasado quedaba atrás. Daba igual que hubieras obrado mal o bien pues, al ingresar en ella, te acogía como una madre adoptiva que no juzgaba tu vida pasada. Sin embargo, muchos no olvidaban sus orígenes y, uno de ellos, era Chamán Rojo. ¿Cómo olvidar las enseñanzas de su padre, chamán de los Pies Rojos? Su propio bautizo en la Compañía se lo recordaba todo el tiempo.

Un Chamán Rojo querían, pues eso es lo que tendrán. - Recordaba así las conversaciones mantenidas con su Hermana de Capa, Dedos, de su misma tribu. La confianza que le había faltado en otras ocasiones le inundaba ahora, rebosante, a medida que disponía los troncos de madera a su alrededor para proceder a bendecirlos y ungirlos con el colorante que usaba también para sus pinturas rituales.

Un poco de agua y un polvo bermejo formaban, al mezclarse, una espesa pasta donde introducir las manos, quedando así como teñidas en sangre. Con las manos tintadas de rojo carmesí embadurnaba las ramitas y la yesca que iba a prender posteriormente hasta mancharlas de aquel color a la vez que recitaba salmos incompresibles para muchos. Ora no eran más que murmullos ininteligibles, ora gritos semejantes a los de un loco. Poco a poco seguidores de la Compañía, y todo aquel que tuvo consideración de acercarse a ver, se fueron arremolinando alrededor del chamán, al que muchos conocían como falso.

Con los pies descalzos marcó un círculo en la seca tierra en cuyo centro depositó una cabeza tallada en madera. Su cráneo estaba abierto a una altura dos dedos superior a donde deberían estar las ausentes cejas. El interior de la cabeza estaba vaciado. El trabajo a la vista no era nada bueno, obra de un aprendiz, nada más, pero a Chamán Rojo no parecía importarle. Algunos Seguidores de la Compañía dejaron escapar ahogados gritos de horror al creer reconocer, en la burda talla, rasgos que les eran familiares. Sin hacer demasiado caso a lo que le rodeaba, Chamán Rojo rellenó el interior del cráneo con el material a consumir y prendió la lumbre. Poco a poco el fuego se fue haciendo más fuerte.

Reclínate en el suelo y oye el rumor del fuego
cuyas lenguas nerviosas consumen el leño;
que su calor tu cuerpo revitalice, y luego
encienda tu mirada y acaricie mi sueño.

Aquel ritual era uno de sus preferidos. Se lo sabía de memoria por ver infinidad de veces practicarlo a su propio padre. Era impresionante observar el tono que adquirían las ya de por sí enigmáticas llamas. El colorante impregnado en las ramas las hacía chisporrotear y confería a las llamas un misterioso tono rojizo tan atrayente como inquietante.


A tu lado en el suelo veré los diablos rojos
de las llamas inquietas, con tu mano en mi mano,
y las chispas revueltas danzarán en tus ojos
como estrellas fugaces en un cielo lejano.

- ¿Qué ves? - Preguntó uno de los jóvenes seguidores de la Compañía, quizá por ello menos condicionado que los demás para con la figura del guerrero chamán. Chamán Rojo guardó silencio un buen rato, observando las llamas que ya comenzaban a hacer presa también del cráneo tallado en madera, deformándolo aún más.

- Veo a un poderoso demonio. - Sentenció él mismo con tono serio y confianza plena, impidiendo así que el joven se pronunciase. - Pero no temáis. No vosotros. Es el Guardián de Los Muertos. Rojiza es la herrumbre que adorna su armadura, pero roja también, como las llamas de esta hoguera sagrada, es la sangre de sus enemigos que la salpicará si es que osan molestar a los Caídos de la Compañía. Estad tranquilos, oh amigos de la Duodécima, pues aquellos caídos de nuestro lado serán honrados como se merecen. Su paz, tan merecida, será guardada celosamente durante la eternidad por aquel al que yo bautizo como el Guardián de Los Muertos, Keropis.

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30/05/2016, 17:55
Campaña.

El campamento principal de la Compañía Negra había recuperado su esplendor. De nuevo entre sus muros descansaba la multitud que pronto lideraría la victoria del Señor del Dolor sobre las fuerzas del Triplete. La arena volvía a removerse, el polvo se levantaba, el ruido surgía de cada rincón en múltiples formas, el olor a sudor volvía a brotar incesante e, incluso en la supuesta seguridad del campamento, allí estaba de nuevo, alimentado cada día, más intenso a cada instante: el olor a sangre, el preludio de la batalla. Todos parecen estar listos para lo que está por venir, a pesar de que ninguno alcanza a imaginar la magnitud de lo que pretenden hacer… de lo que tienen que hacer y, sobre todo, de lo que seguro van a hacer… cueste lo que cueste.

Entre los golpes de entrenamiento, las voces de los seguidores, el ruido de los animales, el polvo del camino y, en general, el inconfundible sonido del trabajo, sea del tipo que sea, aún queda tiempo para la reflexión. Pues hacía ya un año que el campamento no gozaba de tan incesante actividad. Un año… ¿Qué es un año? No resulta una pregunta fácil de responder, o al menos, no es fácil dar una respuesta corta y determinante. Sin duda, cada miembro de la Compañía podría dar una explicación completamente distinta de lo que es, para él, un año de vida. Algunos hablarán de un parpadeo, otros de un suspiro, algunos quizás de una eternidad, otros hablarán de batallas, otros de bebida, comida y apuestas, otros de la calma del páramo, alguno que otro sobre los amigos, los amores, la familia… y otros sobre la vida, y muchos sobre la muerte.

Todo eso, unido de una extraña forma, era lo que pasaba por la mente de una imponente figura que se erguía sobre una colina cercana. Observaba el movimiento del lugar amparado por la luz del ocaso mientras rememoraba todo lo que había sido para él aquel último año, lleno de emociones, de vivencias y sentimientos encontrados. Se miró las palmas de las manos, deteniéndose en cada una de sus marcas, identificándolas con sus recuerdos. Aquello le trasladó al Llano de Galdan, a un cruce de caminos en mitad de una tormenta de arena que amenazaba con barrerlo todo a su paso. Y allí estaba él, aunque no estaba solo, no, un compañero, un amigo le acompañaba. No hacían falta palabras, debían resistir en aquella posición y retrasar al enemigo todo lo posible, debían dar hasta la última gota de sangre si era necesario y así lo hicieron. Defendieron el camino, no pasó nadie, y pagaron el precio en sangre. Fue una gran gesta de la que muchos se hicieron eco, las historias de aquella victoria no tardaron en extenderse por todo el territorio y, enseguida, aquella hazaña pasó a formar parte de la historia de la propia Compañía. Sin duda habrá un hueco para ellos en los Anales de la Compañía Negra: Peregrino, el guerrero más letal del Pelotón de Hostigadores, y Campaña, el gigante dorado que partió en dos a la Segadora. Todo aquello no eran ahora más que recuerdos en su mente y marcas en sus manos y su piel. Se acarició el antebrazo sin mirarlo, justo donde una brillante espada de elegante factura había sido tatuada, y después se llevó la mano al cuello, donde una multitud de calaveras le recordarían siempre los enemigos que habían caído ante él.

Volvió la vista al campamento, centrándose esta vez en la columna de humo que abandonaba una chimenea. Era la única chimenea del campamento y pertenecía a la forja de Herrero, su padre. Si se concentraba un instante era capaz de aislar el sonido del martillo contra el yunque del resto de los sonidos a su alrededor. Aquel sonido que le acompañaba siempre, que le calmaba y que decía mucho sobre lo que había sido en el pasado, lo que era en aquellos momentos y lo que sería en el futuro. El Chambelán de las Cuchillas había sido muy generoso con él al concederle su petición, mucho más de lo que había esperado inicialmente. Él había solicitado un objeto, algo material, y había recibido algo mucho más valioso: sabiduría y conocimiento. Cerró los ojos y se concentró en el sonido del yunque, transportándose a la fragua del Maestro Khovias, quién fuera su mentor por unos días durante su estancia en Cho'n Delor. De él aprendió valiosas lecciones sobre la forja de armaduras, que quedaron plasmadas en la suya propia, ahora una elegante mezcla de la artesanía de su padre y de los ancestrales conocimientos de los herreros chondelorianos. Pero no sólo aprendió eso, el Maestro le enseñó la humildad con la que uno debe trabajar cuando fabrica algo con sus manos, le enseñó que uno debe esforzarse al máximo en cada pieza que fabrica, por pequeña e insignificante que parezca, que una calidad excepcional es lo mínimo a lo que un artesano debe aspirar, y a que el silencio puede estar presente hasta en el lugar más ruidoso. Su estancia fue breve pero muy productiva y esperaba, quizás cuando terminase la guerra, volver algún día a visitarle en compañía de su padre, para que ambos maestros pudieran compartir sus secretos.

Abrió de nuevo los ojos y escuchó los latidos de su propio corazón. El corazón de Campaña, tan grande y potente como todo su cuerpo, y a la vez tan frágil y sensible. Aquel año había sido tan intenso que hasta su corazón se había visto expuesto a uno de los sentimientos más peligrosos que existen: el amor. Cuando se enamoró de ella ni siquiera sabía lo que le estaba pasando, era su primera experiencia de ese tipo y sólo sentía que quería pasar todo su tiempo con aquella persona. Se sorprendía a si mismo perdiendo el hilo de lo que hacía, fantaseando sobre su vida con ella, aunque en realidad no tenía ni idea de como funcionaba todo aquello del amor. Tan es así, que necesitó pedir consejo a sus amigos, quienes con paciencia le explicaron conceptos nuevos para él y le hicieron prometer que pasara lo que pasara, no iba a montar en cólera. Sabios consejos de quienes sabían que aquella era una situación impredecible y que Campaña no era el hombre más guapo ni el más listo. ¿Y qué sabía Campaña del amor? No sabía absolutamente nada, y quizás por eso el golpe no fue tan duro como habría cabido esperar. Sufrió el rechazo, el primero de su vida, pero aún así cumplió su promesa de no enfadarse y, al menos, aquella negativa se transformó en una bonita amistad. Aquello no era más que un consuelo que le había costado aceptar, pero algo estaba claro, y es que la experiencia le había enseñado cosas.

Por último, antes de regresar al campamento, echó la vista atrás y contempló su propia sombra, alargada por la luz del ocaso. Pensó por un momento que aquella sombra representaba el resultado del año que había pasado. En aquel momento era más grande en todos los sentidos, tanto por dentro como por fuera.

Y aquel pensamiento le hizo sonreír.

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30/05/2016, 20:18
Dedos.

AÑO: 202 DE KHATOVAR

MES: CAIMÁN (TERCERO DEL AÑO, ÚLTIMO DEL INVIERNO)

DÍA: 26, madrugada del 26 al 27

Es una de las muchas noches que me he ofrecido voluntaria para hacer una de las guardias. Total, el sueño no me acogía en sus brazos con facilidad, y así un hermano o hermana podría descansar mejor.

Todo está tranquilo, y permanezco sentada en mi puesto. El saquito de cuero que desde hacía meses llevaba incondicionalmente colgado al cuello está abierto, y jugueteo con un muñequito de madera entre mis manos, mientras pienso, recuerdo, doy un pequeño repaso a todo aquello que ha sucedido en los últimos tiempos.


Cuánto ha cambiado todo...

Era una niña cuando decidí que aquello de depender de otra persona no iba conmigo. Tampoco el total de la moralidad de mi tribu. 

¿Para qué querían los muertos sus posesiones y riquezas? ¿Acaso era mejor robar a los vivos, y privarles así de algo que necesitaban para continuar sus caminos? También me negaba a matar animales si no era en defensa propia. Desarrollé la manera de colarme en las tumbas, por escondidas y estrechas que éstas estuvieran, y conseguir así objetos útiles o valiosos para intercambiar. Mi destreza también me ayudaba a hacerlo sin que nadie se enterase. Al menos hasta aquel día.

¿Qué fue lo que ocurrió?

Aquel agujero no tenía nada de especial. Parecía un acceso oculto, como otro cualquiera, y sin embargo al entrar por él... no consigo recordar nada más. Sólo sé que desperté, con una extraña marca en mi hombro derecho, que a los ojos de cualquiera podría parecer un simple tatuaje... pero no a los ojos de los sabios de mi tribu. Averiguaron a qué me dedicaba y fui expulsada. Me encontré sin familia, y sin futuro, sobreviviendo de lo único que sabía hacer bien: robar.

Qué clase de suerte fue la que me trajo a la Compañía, no lo sé, pero aquí encontré de nuevo un camino bajo mis pies que seguir. No fui la única de mi tribu que acabó como Hermana, y eso, en parte, me consolaba.

Pero por entonces, sólo eras una chiquilla, Alika.

Sí. Lo que antes era la simple necesidad de pertenecer a algo más grande, ahora es todo mi mundo. Tan inseparable de mi propia existencia que hasta es agobiante. No sé muy bien a dónde me lleva ahora mi camino, pero cuanto más recorro, menos me gusta. Y no puedo hacer nada por cambiarlo.

Así es... quizás tu destino no estaba escrito, pero te ataste a alguien cuyo sino parece inevitable.

Sí, aquella criatura que se ha cruzado en mi camino, lo único que me hace querer seguir... aunque ojalá pudiera continuar de otra manera. Ojalá pudiera desviar mi camino, y el suyo. Daría mi propia vida por poder hacerlo.

Bueno, quizás lo hagas...

Él me advirtió, y no le hice caso. Por entonces. Pero, ¿y ahora? ¿Sabiendo todo lo que sé, habiendo visto todo lo que he visto, actuaría de otra forma?

Sabes que no.


Con un largo suspiro, aparto mi vista del horizonte para mirar el muñeco. Recordaba el tiempo que estuvimos separados. El sufrimiento de ahora no tenía comparación al de por entonces. Si él no hubiera vuelto a mi lado, no tendría fuerzas, ni razones. Y lo curioso es que, poco a poco, lo que había sido una elección parecía estar quedando en una falta de opciones.


Sólo te interesa su posición, su fama. Sin él no tendrías cabida aquí. - Dicen unos. - Permanecer a su lado a pesar de todo, te honra. - Dicen otros. ¿Quién tenía razón? La cuestión es que parecía que ya no había nada más allá.

Tienes a Khadesa...

Khadesa. Parecíamos tan iguales. Ambas amábamos a alguien tan diferente, y sabíamos que con mucha probabilidad nuestras relaciones no serían aceptadas. Y a ninguna nos importó. Tuvimos la suerte de ser aceptadas por aquellos a los que nuestro corazón escogió. Claro que... Desde que su relación comenzó, Ponzoña jamás pensó que separarse de ella podría ser lo mejor. Y nada les ha impedido llevar su relación física hasta donde ellos han querido.

¿Hablas de la maldición de los oscuros?

No, hablo de la propia Khadesa. ¿Por qué le hice caso? No ha servido de nada. Matagatos da señales de estar volviéndose loco de todas formas. Al menos podríamos haber disfrutado una noche... Podría haber pensado un poco más en nosotros. ¿Por qué ella puede y nosotros no? Tenía el consuelo de que, aunque ella por ser mujer no tuviera el problema de la unión, al menos no daría fruto...

¿Estás diciendo que crees...?

Sí, creo que sí. Creo que su boda, y el interés que ha mostrado en querer aprender a luchar y defenderse mejor son el resultado de que ahora tiene algo más que proteger que a sí misma. No es justo. No es nada justo.

Piensa que no eres la única. Piensa en Guepardo, o en cualquier otra mujer que se interese por un oscuro.

¡¡¡Al menos ellos saben luchar!!! Al menos ellos saben que van a la batalla para intentar hacer algo útil. ¿Qué voy a hacer yo? ¿Matar niños, como en Tres Castores? ¿Proteger de nuevo a Serpiente en la retaguardia, como en Fuerte Chuda? Si es que a lo que hice se le puede llamar proteger. Sólo fui fácil diana de una lluvia de lanzas que, sí, habrían alcanzado al mago de no haber interpuesto mi pequeño cuerpo. ¿Y después? Molestar. Siempre molesto. En batalla no soy más útil que un pelele.

Algo habrás aprendido. ¿Es que no te acuerdas de aquella cueva?

No se puede comparar aquella cueva con una batalla en campo abierto. Además, no, no quiero recordarlo. La misión falló, y el humor de Matagatos empeoró muchísimo. Para colmo apenas nos vemos desde que hemos vuelto al campamento. Sólo existen los constantes heridos y las labores de cabo. Me siento tan sola...

Bueno, ¿y Chamán Rojo?


Esta vez sí, antes de contestarme, dejo que una sonrisa cambie el rictus de mi cara. De nuevo miro el muñeco. Al fin y al cabo, me lo regaló él.


Ha sido lo único divertido que ha habido por aquí. Lo único que me ha ayudado un poco. Pero yo a él no. Casi hago que le castiguen. Por suerte Lengua Negra se tomó a bien la travesura. No tendría que haberle arrastrado.

¿Qué buscabas al hacerlo?

No lo sé. Pero la aventura del gallinero y los constantes entrenamientos eran lo único que conseguían distraerme.

¿No te das cuenta de que te estás autodestruyendo?

Sí, claro que me he dado cuenta. Si hubiera seguido así podría haber terminado fatal. Y era lo que buscaba. Llamar la atención, tener una escusa para volver a ser importante. La verdad... no esperaba, ni espero, sobrevivir, y me da la sensación de que estoy perdiendo mi tiempo. No puedo dejar de pensar en que lo único que quiero es estar con él. Aunque tenga que ser herida y postrada en cama.

Eres idiota. ¿No has pensado en cómo se hubiera sentido él si hubiera tenido que castigarte? Así te hacía también caso, ¿verdad?


Sin darme cuenta, estaba apretando el muñeco con tanta fuerza que los ángulos de la nariz y los pies se clavaban en mi piel y me hacían daño.


Ya lo sé. Ya lo sé. Fui estúpida, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba desesperada. Primero se truncan mis planes para la ceremonia de las dádivas. Y nadie jamás comprenderá el sentimiento de culpabilidad que me atenaza desde entonces. Él me perdonó, pero ¿podré perdonarme a mí misma? Casi le enveneno...

Como ya has dicho antes, ¿qué más habría dado? Parece que moriréis igual en batalla. Y no darle aquella droga no ha impedido que cada día sea más agresivo.

Pero tendría que haber contado con su opinión desde el principio. Todo el mundo le traiciona. Hasta yo. Y hasta su propia hermana. Y lo malo es que con todo esto, al final, lo que estoy viendo es que el único que tenía algo de razón con todo, era Serpiente.

No pienses en eso ahora...

Pero tenía razón. El juramento de la compañía es una estupidez. Es imposible seguirlo a rajatabla. Es contradictorio. Siempre seremos fieles a nosotros mismos. Sólo a nosotros mismos. Y espero que nadie ponga a prueba mi propia lealtad. Bailaré sobre cualquiera que intente hacernos daño.

Muy bien, pues ve tirándote por un barranco, porque la que más daño os está haciendo, eres tú misma.

Ya te he dicho que me he dado cuenta de que estaba haciendo mal. No volverá a ocurrir.

¿Qué es lo que te ha hecho cambiar de idea?

Loor.

¿Loor?


Sonrío ante mi propia pregunta, ahora con la mano que contiene el muñeco más relajada.


Sí, aunque parezca mentira al final ha sido la única capaz de entenderme un poco, y de ser sincera conmigo. O puede que símplemente los minutos que estuve inconsciente tras su ataque en el entrenamiento hayan sido una pequeña lección. Cuando caí al suelo, cayó la venda de mis ojos. No es tan agradable como pensaba sentir aquel dolor, tanto físico como emocional, ni siquiera aunque el premio hubiera sido la estancia en la tienda de heridos y las atenciones de Matagatos. Me di cuenta de lo absurdo de mi proceder.

Si concentraras toda esa energía, toda esa rabia, en la batalla...

Quizás. Pero otra batalla vendrá detrás. Eso no cambiará nunca. Ya hemos visto que hay destinos que no pueden cambiarse. Matagatos seguirá siendo consumido por la maldición y la locura. Y yo moriré a manos de algún enemigo más fuerte que yo, lo cual no es muy difícil... Quién sabe, quizás puede que hasta en eso Serpiente tuviera razón, y hacemos esperar a la muerte en vano cuando algunos se lanzan a sus brazos sin pensarlo.

No serás capaz...

No, no mientras él siga queriendo que esté a su lado.


La guardia termina. Vuelvo a meter el muñequito de madera y aseguro el cierre del saco, y camino despacio hasta la soledad de mi tienda. Igual de tranquila que caminaré a la batalla, sabiendo que el verdadero enemigo no es el Triplete, sino el destino.

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30/05/2016, 23:10
[RIP] Niño Guerrero, Pelotón de Exploradores.

Preámbulo de Niño Guerrero, Pelotón de Exploradores.

El Fuerte Chuda había sido una dura batalla, una victoria pero que se había pagado a un elevadísimo precio. Multitud de soldados y algún oficial de la Compañía Negra, habían caído en combate contra los hombres del Triplete. No obstante los resultados eran buenos, debían estar orgullosos.

El joven Niño Guerrero volvió del Fuerte Chuda dolido, su actuación no había sido muy destacada. Había abatido a un par de enemigos, pero su arco se rompió y su aportación al conflicto mermó considerablemente tras eso. Pero no fue eso lo que más le preocupó, había perdido a buenos compañeros como Sino y a su hermano de capa Vivo, en conflictos anteriores. Se iba quedando solo y no podía ayudar a sus compañeros como le hubiera gustado. Por eso a la vuelta de la batalla y tras un corto tiempo de reflexión decidió hacer cambios.

Si quería progresar y hacerse notar debería trabajar más duro, algunos soldados que habían recibido su capa después que él, ya habían logrado un respeto similar al de algunos veteranos y aunque él era más joven, no podía seguir escondiéndose en su edad, era hora de avanzar. A los pocos días tras la batalla, acudió en busca de su superior en el pelotón de exploradores, el Cabo Ridvan, para pedirle un entrenamiento específico e intensivo con el que mejorar. El oscuro aceptó y comenzó a entrenarle personalmente, primero en el aspecto físico y cuando lo consideró preparado, en el aspecto táctico y de combate. Uno de sus primeros objetivos se veía cumplido con tiempo y su nuevo entrenamiento, su progreso sería notorio, estaba seguro.

Un día, merodeando por el campamento pudo escuchar una disputa entre Meruvio, un arquero con pésima fama por su comportamiento, pero del que se aseguraba que era buen tirador e Ikharus un oscuro con pasado de leñador y padre de Serpiente. El pleito se saldó a favor de Meruvio, que ganó una nada desdeñable suma económica. A los dos días Niño Guerrero lanzó un idéntico desafío a Meruvio. El orondo arquero se rió del joven, pero aceptó, al reto también se unió Ojopocho de los Hostigadores. Los tres realizaron tres disparos para demostrar cuál de ellos era más preciso y por ende digno del dinero apostado. Una vez finalizada la competición el explorador se alzó con la victoria, lo cual le embargó de emoción.

A los pocos días fue a entregarle la mitad del dinero de Meruvio a Ikharus. Este le recompensó contándole una historia y enseñándole los manejos del hacha. Desde ese momento, nació una amistad entre ambos que fue consagrándose con el paso de los meses. El veterano leñador educaba al joven K´hlata con historias, que a Niño Guerrero le encantaba escuchar. Aquella era otra forma de aprender y progresar, además de forjar una nueva amistad. Siempre había sido tímido y sigiloso, por los problemas de su niñez, pero poco a poco se fue abriendo a conocer a nuevos compañeros.

Mientras ayudaba en la Tienda de los Heridos, conoció a Belleza, miembro de los Campamenteros. Al poco de conocerla, trabaron amistad. El explorador la enseñaba los trucos que había aprendido para sobrevivir, mientras ella le enseñaba diversas cosas. Con el paso del tiempo también afianzó esa relación, siendo frecuentes sus charlas con la mujer sobre diversos temas, como sus aspiraciones y planes de futuro.

La Compañía Negra decidió enviar unas patrullas a una peligrosa misión, para explorar diferentes zonas geográficas que podían ser de control enemigo. Niño Guerrero sin dudarlo se apuntó deseando destacar y comenzar a labrarse un buen nombre. Las órdenes estaban claras, no debía combatir, pero seguía siendo una gran oportunidad para comenzar a aumentar su reputación. Le asignaron a la patrulla más peligrosa, pues estaba destinada al territorio con mayor riesgo. Sus compañeros eran Ojopocho de los Hostigadores, que aún le debía dinero, y su compañero Explorador Escudo.

La patrulla fue bien hasta que avistaron al enemigo, que los superaba en número. Era una patrulla del Triplete, formada por las Arqueras de Galdan y encabezada por los famosos héroes Brenda y Kano. Como las órdenes eran no combatir, decidieron darse la vuelta y avisar a la Compañía Negra, pues los enemigos iban rumbo al Campamento Principal. Sin embargo el enemigo les avistó y comenzó a perseguirles, trataron de dejarlos, atrás pero fue imposible. Sicofante y Piojillo que eran sus enlaces, no aparecían por ningún lugar y se vieron obligados a desviarse de su ruta para perder a sus perseguidores, pero no pudieron avisar a la Compañía Negra a tiempo.

A la vuelta al Campamento Principal, este había sido atacado por fuerzas combinadas del Triplete y habían asesinado a Sicofante. Además en otra de las patrullas Peregrino y Campaña habían acabado con Segadora, una figura relevante del ejército enemigo aunque había sido a costa de la vida de Peregrino. Niño Guerrero se sintió tremendamente frustrado por no haber sido capaz de ser más útil para la Compañía Negra. Había entrenado, se había esforzado, pero aun así, se había vuelto a sentir tan inútil como en el Fuerte Chuda. Eso lo mantuvo durante un tiempo deprimido, aunque gracias a su carácter jovial se concentró en seguir avanzando y entrenando para tomar venganza de lo sucedido. Brenda y Kano era dos nombres nuevos en su particular lista negra.

La Compañía Negra viajó a Chon Delor, la ciudad del Señor del Dolor, actual patrón del grupo de mercenarios. Allí iban a recibir una dádiva por sus actos en el primer tramo de la guerra. Pero primero la plana mayor decidió sustituir al Capitán herido por uno nuevo y temporal, únicamente había dos opciones, el aburrido e impasible Analista o el poderoso, glorioso y legendario Portaestandarte, algunos murmuraban que estaba loco, pero Niño Guerrero siempre había desoído esas palabras. Pese a su voto, el Analista ganó en una apretada votación que llevaba a la Compañía Negra a una situación de excesiva calma.

Llegó el momento de las dádivas y su petición fue comedida, únicamente un veneno para untarlo en sus flechas y causar más daños al enemigo. La dádiva fue lo que él pidió, comedida, realmente comedida, más de lo esperado. No protestó, no tenía sentido, quedaba claro que no había hecho demasiado por sus empleadores como para que estos le dieran un gran regalo.

Disfrutó de nuevos placeres en la posterior fiesta y observó con terrible sorpresa lo ocurrido con los esclavos. Fue entonces cuando entendió que pese a que era quien les daba el sueldo, el Señor del Dolor distaba mucho de ser alguien bueno. Comenzaba a tener ganas de acabar con aquel contrato y poder marcharse a otra zona, le estaba dejando de gustar todo aquello.

No era bueno haciendo balances, en su mente ya quedaban lejos las mentiras que le habían forzado a marcharse de su tribu y alejarse de su familia, sus ojos estaban puestos en el futuro. La Puerta de Galdan, posiblemente la mayor batalla a la que él se había enfrentado en toda su vida. En su fuero interno tenía cierto temor, pero también la anhelaba, era el momento de hacerse notar, de que su nombre apareciera en los famosos registros de Analista. Era su objetivo y únicamente caminaba para ello.

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01/06/2016, 10:04
Matador, Escuadra Barril, Pelotón de Infantería.

Matador estaba en su catre, tumbado entre los de Safo y Ciprias, que eran los compañeros con los que más tiempo llevaba ya que los tres fueron vendidos a la vez a aquel entrenador de gladiadores.

Fue entrenado como Sifico, que era un combatiente con casco con plumas, espinillera y brazal de cuero, escudo y cimitarra. Safo por su parte había sido entrenado como Krumon que era el que combatía con lanza, red y puñal. Y Ciprias como Diomenas que era el que tenia brazales en ambos brazos y grebas en las piernas y combatía con dos espadas cortas.

Se acercaba el día en que un hombre rico y poderoso había pagado para que tuviese lugar un Sarraldo, que era un combate entre dieciséis gladiadores todos contra todos.

Acababan de acordar los tres, que acabarían primero con el resto de gladiadores para quedar ellos para el final pues cuantos menos luchadores quedaran más fácil sería que la vida les fuese perdonada.

Por alguna extraña razón, esa noche no podía conciliar el sueño. Eso no le ocurría desde el día en que fue vendido, aquel en que no dejaba de pensar en qué habría sido de sus dos hermanas.

Llegó el día del Sarraldo. Todo empezó bien para Matador, se enfrentó a uno de los que consideraba más débiles para que los más peligrosos estuviesen mas cansados después, un segundo combatiente caía bajo su cimitarra sin apenas esforzarse. Entonces todo empezó a torcerse. Safo se le acerco por detrás y antes de que se diese cuenta le había lanzado la red e inmovilizado. Recibió una lanzada en la espalda y Ciprias le clavo su espada corta. Dándolo por muerto siguieron combatiendo.

Se sumió en un estado de semiinconsciencia pero, de repente, algo en su interior se encendió. No eran ganas de vivir, pues a lo que había hecho últimamente no se le podía llamar vivir, sino que era la venganza lo que le hizo bullir, entrar en furia.

Se levantó y vio que solo quedaban en pie sus compañeros que estaban empezando a enfrentarse.

Cogió una lanza del suelo tan pronto se liberó de la red y la lanzó contra aquel que le había atrapado con la red, atravesándole la garganta. Acto seguido cogió su machete y escudo y a una velocidad increíble y con gran rabia fue golpeando y esquivando a Ciprias, que había perdido un arma y cogido un escudo. De poco le sirvió pues Matador lo destrozo como si de papel se tratase. Pronto consiguió desarmarlo y derribarlo y antes de que el patrocinador pudiese dictaminar si se le perdonaba o no, Matador hizo pedazos al traidor.

Empezó a reírse a carcajadas irritando aun mas al acaudalado mecenas y cuando parecía que llegaría el fin del esclavo, se produjo el milagro en forma de terremoto que puso a la gente en huida, siendo el adinerado de los primero en salir corriendo.

Aprovecho que se abrió una brecha en la arena para escapar, pero se le estaba empezando a pasar el efecto de la furia vengativa y eso, junto con las heridas, hizo que se tambalease y tuviese que

aminorar el paso. En ese momento, antes de desvanecerse, lo último que vio fue la cara de una hermosísima mujer. Se despertó no sabe muy bien cuanto tiempo después en una choza bastante pobre, con vendajes, parecía bastante recuperado y comió algo de comida que le habían dejado sobre una mesa de madera. Paso poco tiempo antes de que apareciese la bella mujer de nombre Mina y le informase que debía partir, que lo sentía pero que andaban buscándole y no quería poner en peligro a su familia.

Partió tras agradecerle infinitamente lo que había hecho por él. Trató de memorizar la situación de la choza por si tenía ocasión de volver para agradecérselo en condiciones, y para que engañarse, porque era una preciosidad y no le importaría volver a verla. Partió lo más rápido que pudo sin mirar atrás.

Estuvo escondiéndose y esquivando a cazarrecompensas y esclavistas hasta dar con la compañía negra, que paso a ser su familia y protectores.

Pasó el tiempo y Matador se hizo a la rutina de la compañía. Entonces ocurrió: fue en la batalla del Antílope.

Se encontraba con sus hermanos de infantería combatiendo, y de repente no estaba allí, sino en la arena con sus "amigos" traidores. Pero no solo ellos: era él contra los otros quince. Comenzó a golpear a diestro y siniestro, parando y esquivando, clavando y cortando y eso causo daños colaterales.

Fue castigado apartándole del frente por ello y en ese tiempo estuvo encargado de hacer guardia y entrenando por su cuenta. Para tratar de mantener su cabeza ocupada también estuvo haciendo las labores más simples y trabajosas en carpintería y busco la ayuda de las pitonisas, en concreto de Zina que se decía que era experta en hierbas y pociones. O cosas del estilo.

Con todo eso de estar ocupado y en gran parte por la ayuda de Zina, poco a poco, iba mejorando y empezando a controlar su furia. Pero entonces llego la batalla de Fuerte Chuda y la muerte de su apadrinado Attar a manos de Chugrat. Los días que siguieron a la batalla fueron difíciles de digerir.

No obstante, gracias a Zina y a la rutina del entrenamiento, volvió a la senda del autocontrol.

Y por fin llego el momento en que se puso a prueba. Fue un día negro y aciago para la compañía. Pero en su caso tuvo algo de luz.

Se encontraba en sus labores en carpintería cuando le llegó el rumor de que les venían a atacar. Matador fue corriendo a ver si el rumor era cierto y llegó a tiempo de ver los postes donde iban a quemar a Sicofante...o eso le pareció oír. Salió corriendo a por sus armas dispuesto a aceptar el castigo que le cayese por volver a combatir sin permiso. Sin embargo la orden fue no abandonar el campamento. Junto a sus compañeros, mientras esperaba a ver qué ocurría, vio caras de asombro que se tornaban en asentimientos y palmadas por su presencia y cuando el cabo Barril, mostrando su desacuerdo con la orden de no salir del campamento, cargó contra la puerta, Matador le siguió de cerca al igual que el resto de infantes.

La batalla concluyó con muchos heridos y tristeza por lo sucedido, pero no se tomaron medidas disciplinarias ni contra los infantes ni contra él mismo por incorporarse a la batalla. Parecía que se pretendía olvidar todo lo acontecido ese día aciago.

Después volvió a la rutina para él, pues el cabo Barril había resultado herido de gravedad y nadie le había conmutado el castigo. Y eso que en ese combate había usado la furia de manera controlada.

Poco a poco volvía a vérsele entrenando con sus compañeros e incluso retando a Matagatos a un combate a primera sangre. Comenzó a volver a sentirse infante y aunque no tuvieron nuevos combates en los que participase la infantería, volvió a sentirse parte de la misma, viajando con ellos, tomando Grog y festejando el fin de año.

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01/06/2016, 11:18
Desastre.

Ese año, esos últimos meses habían cambiado a Desastre. Una lucha terrible se gestaba en su interior y nadie, ni siquiera sus hermanos, se habían dado cuenta. Pero como toda historia esta lucha tiene un inicio así que si me lo permitís empezaremos por ahí.

Hacía ya tiempo que la compañía combatía bajo la sombra del Señor de Dolor, eran muchos los hermanos que habían caído en batalla así que no podemos culpar de ese cambio en Desastre a las muertes de Peregrino o Sicofante. Ni siquiera lloró cada una de esas muertes. Como buen Carnaza de Tigre sabía que el ciclo sigue y que sus hermanos estarían disfrutando de la vida reencarnados en un, sin duda, poderoso tigre.

No me entendáis mal, luchó y sangró como todos los infantes cuando el Cabo Barril derribó las puertas y todos cargaron como uno solo contra todo lo que el Triplete tenía listo para tirarles encima. Sintió la rabia que lo hizo luchar como si las heridas no importasen. Pero una vez todo pasó el ciclo siguió su curso y Desastre no lo lamentó.

La verdad es que nunca había sido un devoto de los espiritual, con los dedos de una mano podían contarse las veces que Desastre había visitado a Caratotem hasta el final de aquel verano. Los espíritus, las pitonisas y los chamanes eran cosas que iban de la mano y estaban mucho más allá de lo que Desastre podía alcanzar. De lo que Desastre quería alcanzar.

Pero allá tirado, en la arena de los campos de entrenamiento, con el vientre abierto y su sangre regando la arena como pago de su error Desastre los vio. Mientras su mente se aferraba a la vida con cada hebra de su ser los vio. Quizá fue un delirio de la muerte, quizá que estuvo por un momento más muerto que vivo, quizá aquel golpe que había roto algo en su interior y le había abierto los ojos. Sea como fuere los vio a su alrededor. Los espíritus estaban por todas partes, moviéndose a su alrededor sin reparar en su presencia.

Uno de ellos, el espíritu de una mujer se acercó y le habló con el cariño de una madre. Lo que le dijo es algo que, por motivos obvios, dejaremos de momento resguardado en la mente  del infante. Una parte ya la sabéis, la manada, anda que no ha dado poca guerra Desastre con el asunto ¿Eh?

Pero dejemos que el espectáculo continúe. Cuando el infante recuperó su consciencia en la tienda de los heridos algo había cambiado en su interior. Uno de los bandos de la guerra de la que os he hablado se había presentado a la batalla y aguardaba paciente moviendo sus fichas hasta que llegase su rival. 

Esos meses que pasaron solos en el interior y la mente de Desastre el infante hizo grandes cosas, todas buenas o con buena intención. Su primer contacto con Derviche fue casi casual, los espíritus con sus promesas le llevaron a buscar y preguntar sobre la cría de felinos y sus caprichos le llevaron hasta la apadrinada de Peregrino a quien comenzaría a tener en cuenta más desde ese momento. 

Otro contendiente tardó en aparecer. Bueno, decir eso sería mentir. El otro bando hizo su aparición tan solo tres días después del accidente en el entrenamiento. Las dádivas, el mal entregado por el Señor de Dolor con la promesa del poder. El peor tipo de mal, el que te autoconvences de que no es tan malo. La tentación de poder. 

Pero aunque ese mal ya estaba presente en Desastre y en su mente, no fue hasta el momento de la verdad cuando comenzó el verdadero asalto por el alma del infante. La misión había comenzado, partían para acabar con el Último Inmortal y los espíritus le habían dicho que allí conseguiría lo que era suyo por derecho.

En aquella cueva con los leones tuvo lugar el primer encontronazo en su interior. Encontronazo se saldó con la tentación siendo más fuerte que la voluntad de Desastre de seguir a los espíritus. Una victoria que elevaba el marcador pero que tan solo duraría unos días pues algo más tarde los espíritus guiaron los pasos de Desastre que marcó el empate saboteando el ritual de Portaestandarte. 

Los meses siguientes fueron meses de inactividad de la compañía pero meses de gran trabajo para este infante. Además de sus entrenamientos tenía que trabajar en los entrenamientos de su manada y se dedicaba a viajar entre las pitonisas y el chaman buscando a alguien que fuese capaz de decirle lo que los espíritus pensaban de lo que había hecho, de lo que iba a ser de su manada y de lo que debía hacer. 

Pero los espíritus guardaban silencio. Sin embargo la tentación movió ficha y antes de que el año hubiese acabado, uno de sus animales, Tsaro, atacó a Caratotem mientras el chaman lo estaba examinando. La presencia de Desastre, que se había relajado un poco ante un hombre del que se decía que podía hablar con los animales, junto con el hecho de que aún fuesen unos cachorros bastaron para evitar que la cosa fuese a mayores.

Rompelomos perdonó la vida de los cachorros pero le prohibió acercarse a los chamanes. Las pitonisas comenzaron a cerrarle sus puertas y así, Desastre quedó aislado de lo que los espíritus querían de él. Un movimiento magistral que daba una gran ventaja a uno de los bandos. 

Pero esos hechos no paralizaron al infante que tenía que seguir adelante con su vida. Siguió entrenando, siguió adiestrando y siguió hablando con unos y con otros. La noche de fin de año, Desastre se reunió con Derviche frente a la tumba de Peregrino donde hicieron una despedida de su hermano, donde Desastre le hizo un regalo y se sentaron a charlar. 

Los meses pasaron y los cachorros crecieron, las pitonisas y los chamanes seguían negándose a verlos. Había algo extraño en ellos, eran grandes, más grandes que un león normal y su piel era más dura y rugosa con un color gris oscuro lleno de vetas. Eran agresivos cuando tenían que atacar y se comportaban de manera intachable bajo la mirada atenta del K'hlata.

Desastre sabía que había algo en ellos que no era natural, la carne que les había dado los había cambiado. Los había hecho más grandes y más fuertes. Los había hecho poderosos. Pero tambien los había hecho peligrosos. Poco a poco habían ido cerrando su círculo de confianza. Comenzaron a clasificar a la gente como parte de la manada o como personas a las que toleran si Desastre está delante.

La infantería era la manada, los demás eran tolerables y a pesar de que Desatre trabajaba activamente para que eso no fuese así la cosa cambiaba muy poco a poco.

Mientras todos estos hechos pasaban la mente de Desastre bullía de actividad. Veía a sus leones y como el Señor del Dolor les había otorgado el poder. Se lo había otorgado a él. Aquellos animales le otorgarían la gloria que tanto había buscado. Se reencarnaría en uno de los tigres más peligrosos que el hombre hubiese conocido. ¿Como podía aquello ser algo malo?

Al final la compañía trabajaba para el Señor del Dolor, iban a hacer toda la campaña militar contra la puerta ayudados por todo tipo de brujos y criaturas. ¿Que había de malo en aceptar su ayuda un poco más? Porqué debía renunciar a su manada y el poder que esta le daba...

Y así, ante el mutismo de los espíritus, el otro bando avanzaba libremente. La repugnante idea de ver a su manada corrompida por la oscuridad del Señor del Dolor le parecía cada día más atractiva. La promesa de poder atraía el alma de Desastre como la luz de la antorcha atrae a los insectos.

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01/06/2016, 17:03
[RIP] Ikharus.

Mes del Pie de 202, Principio de la Primavera. Una noche cualquiera.

El viejo guerrero estaba sentado en una de las rancias mesas de la Tienda de Grog, la jarra en la mano, la mirada vidriosa. Gordo echaba vistazos de soslayo de vez en cuando hacia él y su acompañante. Era raro verles juntos, ahora que Ikharus era un soldado de la Compañía y no un "cobrador". O quizá no fuera tan raro, si uno se ceñía a los rumores acerca de su parentesco. Pero era, por lo menos, insólito.

Usurero parecía algunos años menor que Ikharus. Y, sin embargo, ahí estaban las habladurías. Aunque la mirada torva, esa era compartida por ambos.

 

Hablaban poco, y en tono bajo. Casi simplemente asentían, bebían, y soltaban con igual facilidad eructos y tacos. Algunas palabras se escapaban y sonaban como trallazos, y hacía que algunos de los parroquianos que estaban cerca, unos pocos soldados y algunas meretrices, se giraran a mirar. Nombres, tanto de lugares como de personas. De dirigentes de territorios conquistados o por conquistar, y también de integrantes de la Compañía, nombres de hombres y mujeres más o menos queridos, respetados. U odiados.

De pronto una de esas palabras fue dicha siseando por Ikharus, en medio de una frase ininteligible. Pero produjo una reacción instantánea en Usurero, de sorpresa, seguida por una carcajada estruendosa, punzante. Una carcajada socarrona, cargada de burla y mala intención.

El Leñador no le miró, siquiera, las pupilas clavadas en su jarra de espumosa cerveza. Se mantuvo quieto un largo instante, demasiado quieto, tenso, tan quieto que no hacía presagiar nada bueno. Y entonces estampó la jarra sobre la mesa con un golpe seco, que hizo saltar la espuma, salpicando cuanto les rodeaba. Y el viejo hombretón explotó, con una furia que pocos le habían visto. La furia con la que debía golpear a su enemigo en el campo de batalla, con la que había cortado algún árbol, quizá, o quizá alguna cabeza.

Y su voz grave se escuchó cargada de rencor, de impotencia. Gritando, a pesar de su contención. 

-¡¿Y qué quieres que haga?! ¡Mírame! ¡¿Crees que son los años?! ¡No me hagas reír, joder!

El burbujeante líquido ambarino se desparramó sobre la madera, colándose por las grietas y formando surcos efímeros. Luego la propia jarra fue lanzada contra una esquina, donde rebotó una y otra vez con sonido metálico. Ikharus se levantó de su silla en un arrebato que la volcó y la estrelló contra el suelo de la tienda. Apoyó ambas manos sobre la mesa, y adelantó su testa canosa hacia Usurero, hasta que su rostro quedó a un palmo del suyo. Sus enormes brazos temblaban de ira. 

Atrás, cerca de la lona de la puerta, dos rufianes se miraron, no sabiendo qué hacer. ¿Debían intervenir...? Usurero era su amo, Ikharus había sido su jefe. Indecisos, renuentes a actuar en contra de ninguno de los dos, aunque la reacción del leñador les puso nerviosos, alerta. Era un hombre peligroso, no cabía duda. Usurero, sin embargo, apretó los labios después de su carcajada, la que había roto el dique que había estado impidiendo hasta entonces que su hijo explotara, y ladeó la mirada hacia ellos levantando una mano. "No", decía ese gesto. Conciso, y claro. Los dos hombres, ya con las dagas desenfundadas, se inmovilizaron al instante.

Ikharus no vio nada, o hizo caso omiso de lo que vio. Siguió gritando, escupiendo sus palabras y su rabia.

-¡Hice lo que se me pidió, siempre! ¡Ven! y fui. ¡Pega!, y lo hice. ¡Mata!, y maté. Sabes que siempre, siempre quise entrar como Soldado en la Compañía. No es que no siga queriendo quedarme en ella. ¡Joder! ¡He obedecido a sabios y a tontos, a valientes y a imbéciles! He callado, ¡lo sabes! ¡Pero esto....! ¡Esto...! Esto...

Su cuerpo se quebró sobre la mesa, su cabeza se abatió, su barba rozó la cerveza derramada. No se dio cuenta. 

Por su mente pasaron miríadas de imágenes, de recuerdos. Luchas, batallas. Sangre, muertes, amigos matando y muriendo. Él mismo, su hacha en mano, avanzando entre aullidos, voz en grito, lanzando su arma hacia el enemigo. Muchas veces certero, letal, como cuando consiguió vencer a esa perra a la que decapitó. Hubiera querido que se sintieran orgullosos de él. No estaba avergonzado de su pasado de asesino, ni siquiera de rufián. Era un hombre ecuánime, había obrado siempre según su código, y no era un mal código. Aunque pocos lo habían descubierto. Pelagatos le había comprendido, y había entendido sus motivos, su fondo. Había aceptado ser su padrino en el Juramento, él le había entregado su capa, y también su amistad. Ikharus era un guerrero, uno honorable. Por eso había ansiado con todas sus fuerzas pertenecer a la Compañía. Algunas malas lenguas decían que era para obtener fama, posición, remontarse sobre su condición de simple seguidor de campamento, como era su padre, a pesar de su poder. O que era para estar cerca de Serpiente, para influirle, para manipularle. No. Ésa había sido la razón por la que le habían admitido, pero no la razón por la que él había querido formar parte de la Hermandad. Serpiente...

El corazón le latía deprisa. Y en su estómago revuelto pujaban las arcadas por vomitar todo el ácido que contenía. No era posible. La amargura, la hiel, no se vaciarían por mucho que vaciara sus entrañas. Estaban en su alma. Serpiente...

Cabizbajo, encorvado, vencido, siguió hablando.

-Es mi hijo. Y es un monstruo. ¡UN MONSTRUO! Yo... no puedo. Le quiero, ¿sabes? Claro que lo sabes... Pero ya no puedo más. Ni siquiera por seguir con los Hermanos, ni siquiera por mi Hermano Pelagatos, ni siquiera por Niño Guerrero, ese chico explorador que es lo que yo hubiera querido que fuera un hijo, mi hijo, que es lo que yo hubiera querido que fuera Serpiente. ¿Mago Serpiente...? -Sacudió la cabeza, postrado, el sufrimiento arrasando cada poro de su piel, cada vello, cada arruga.- Mira en lo que lo han convertido. Lo hemos convertido. ¿Yo hice eso...? ¡CLARO QUE LO HICE! Renuncié a él, lo dejé solo. Ahora estar a su lado duele. ¡DUELE!

Pareció que el dolor del que hablaba le estaba consumiendo, en una llama fría y despiadada que poco a poco iba ganando terreno hasta encogerle.

-Y no sólo a mí, no, duele a cualquiera que se le acerque. Ese falso dios malvado, ese hijo de puta... ese bastardo que esparce el dolor y la magia oscura como si fueran semillas de muerte, lo ha corrompido. Lo ha transformado. Ya no sé qué es. Pero no es un hombre... es un demonio... y, sin embargo... sigue siendo mi hijo...

 

La voz había ido afilándose, apagándose. La barba ahora nadaba francamente en la cerveza. Su cabeza estaba tan gacha que no podía asegurarse que no estuviera llorando. Él, el cobrador, el matón, el asesino.

Usurero se levantó. Dio la vuelta a la mesa y se puso a su lado. Le pasó un brazo por los hombros. Y suavemente, con una ternura casi incómoda de ver, lo fue llevando hacia la puerta. No como un jefe a su asalariado, ni siquiera como un compañero que se lleva a su amigo a que duerma la borrachera. Salieron ambos juntos, hacia la noche. Como...

¿Padre e hijo...?

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01/06/2016, 20:30
[RIP] Manta.

Anotaciones privadas de Matasanos.

Soy Matasanos, Analista de la Compañía Negra, la Duodécima Compañía Libre de Khatovar. Corre el año 420 desde la partida de la Duodécima de la ciudad de Khatovar. Conseguí un cuaderno cosido a mano con páginas antiquísimas y cubiertas de polvo en una vieja pila de libros legada por el anterior Analista. Está escrito en un chondeloriano con muchos defectos, muy mal escrito, con tantas faltas ortográficas al idioma antes mencionado que le habrían causado sangrado visual a cualquier nativo de esa ciudad. Tras hacerle muchísimas correcciones, conseguí un relato más o menos legible de un, presuntamente, soldado K'Hlata de aquellos tiempos. En los tiempos que corren, sólo queda un negro en la Duodécima, por lo que es interesante ver el mundo en la manera en que lo veían los K'Hlata. Anexo todo el trabajo de recuperación logrado.


Anuario de Manta.


Año 201 de Khatovar:

Mes del Castor (sexto del año, primavera).

La batalla del Fuerte Chuda fue el punto clímax de la campaña militar que hemos librado hasta ahora. A día de hoy estamos a punto de embarcarnos en el asalto a la Puerta de Galdan, y muchos esperan que sea una batalla de proporciones mucho más grandes a las del Fuerte Chuda. Hace poco aprendí a leer y a escribir, aunque en chondeloriano. Para practicar, me he propuesto escribir desde ahora describir todos los sucesos que haya vivido en cada mes. Cuando aprenda a escribir en mi lengua madre, el K'hlata, escribiré en esa lengua. Por ahora debo narrar ocho meses de acontecimientos. Tras la batalla, un desasosiego se apoderó de todos los soldados que participaron en ella. Nuestro pelotón había sangrado muchísimo, aunque por suerte, yo no había salido casi herido. 

Lejana murió en esa batalla. Mi hermana de capa perteneció a la tribu de los Jirafas. Tuvo una vida difícil: fue violada y golpeada hasta casi ser asesinada. Luego, vendida como esclava. La sargento Falce la convirtió en uno de los Exploradores y ella me convirtió a mí en un recluta que juró con alguien que le pusiera la capa en los hombros. Siempre le estaré agradecido por ello. Lloré su muerte, pero tuve que sobreponerme rápidamente a ello. No guardé un rencor especial al ejército del Triplete por matarla: ellos eran soldados y era su deber, y Lejana era un soldado, también cumplió con su deber. Además, los Fantasmas Irredentos estaban prácticamente acabados. En su honor, bebí tres jarras de grog. Sólo acostumbro beber grog cuando muere algún compañero, de resto soy abstemio.

El Capitán había sido envenenado por Chuda durante su huida, y más de la mitad de la Compañía se encontraba en la Tienda de los Heridos. Incluso el principal sanador, Matagatos, estaba en cama. Plumilla, la sanadora de nuestro pelotón, fue sobre la que recayó la mayor parte del trabajo. Me dediqué ese mes a meditar en lo efímero de la vida y las demás cosas de rigor que a uno se le ocurren tras un evento de esas magnitudes.

Empezaba una transformación en lo más profundo de mi mente. Nunca pude haber previsto el cambio que ocasionaría en mí aquél evento, y sólo a día de hoy puedo darme cuenta.


Mes de la Arena (séptimo del año. Verano)

La tienda de los heridos se fue vaciando conforme iban recuperando la salud. Se organizaron patrullas para dar seguimiento a lo que quedaba de las fuerzas del Triplete, que se batían en retirada, y estaban prácticamente rodeadas; sólo faltaba darles alcance y exterminarlas para consolidar la reconquista del país. Me dediqué a participar en guardias, pues era uno de los pocos completamente sanos. Pensaba en la suerte que había tenido, pero con lo frágil que era una vida humana, y lo débil que era actualmente yo, quizás no duraría en la profesión que escogí. Y no había vuelta atrás, no podía volver a ser un mendigo. Quizás la próxima vez no tuviese tanta suerte.

Pude ver un combate de entrenamiento entre Peregrino y Campaña: Peregrino era increíble. Se movía como el viento, y a base de usar su agilidad, venció a la gigantesca mole que es Campaña, un gigantón que no siente el dolor. Peregrino usa en combate un sable curvo que proviene de su tierra extraña: la hoja es tan bella como letal. Creo que luego de ver su esgrima comenzaron a gustarme las espadas. 

Portaestandarte, quien participaba en la persecución de lo que quedaba del Triplete en tierras chondelorianas, envió una misiva declarando por su propia voluntad al Sargento Rompelomos como el nuevo Teniente, pues el anterior había muerto. Se caldearon los ánimos y tendría repercusiones a futuro.


Mes de la Cebra (octavo del año. Verano)

Acudí a una reunión en la tienda de Mandos. Analista nos había convocado por ser el oficial de más rango presente. Se decidió que se ascendería a Lengua Negra y Matagatos a Cabo, y a Serpiente a Mago, pasando a ser el Quinto Mago de la Compañía y también cuáles recluta se habían ganado el derecho a Jurar. De nuestro pelotón juraron todos. Campaña pudo recuperar su capa gracias a sus acciones en batalla, pues la había perdido tras asesinar a un prisionero por venganza. Tuve que votar para decidir si se permitía a los Reclutas de los Reservas de Ballestero jurar también, pero no sólo a los que habían derramado su sangre, si no a todos ellos. Voté que no, igual que la mayoría, y esa tendencia se impuso. Sin embargo, se permitió jurar a los que de acuerdo a nuestras tradiciones derramaron sangre, suya o de los enemigos, por la compañía.

Se nos informó que El Chambelán de las Cuchillas convocaba a la Compañía a la capital, a Cho'n Delor, para una ceremonia de victoria, en la que cada uno de nosotros podría pedir una dádiva. Todos excepto tres personas de cada pelotón, quienes se quedarían como resguardo del Capitán. Nueve personas no era un número que sirviese para nada si el campamento era atacado, pero los caminos de los mandos son inescrutables. Odiaba y odio la ciudad de Cho'n Delor. Es simplemente deprimente, además de que nuestros patrones no son unos gobernantes benévolos: son devotos a la magia negra y rinden culto a su Dios viviente, el Señor del Dolor. Pero esa es la vida del mercenario: cobramos y hacemos nuestro trabajo. Lo que no quiere decir que deba disfrutar mientras lo hago.

Participé en un grupo de caza compuesto por Caracabra y Odio. Me sentó bien pasar unas semanas cazando. Odio se quedó rápidamente atrás; el pobre no estaba hecho para la cacería. No es como si Caracabra y yo sí lo estuviésemos, pues no teníamos ni puñetera idea de qué hacer luego de matar a las presas. Sería amable decir que éramos una mierda. Vimos una tormenta muy oscura dirigirse en la dirección de la patrulla de Peregrino y Campaña: realmente no auguraba nada bueno. Esperé que estuviesen bien... aunque tuve un mal presentimiento. 

Volvimos al Campamento Principal. Nuestras piezas de casa por poco si eran comestibles, pues no sabíamos preservar la carne. De todas formas, no tuve noticias de que nadie dejase de comer por eso. De hecho, no dejaron ni los huesos. Cuando hay hambre...

Pocos días después regresaron los demás grupos con augustas noticias: Peregrino había muerto. La noticia me golpeó fuerte. A mis ojos, era el mejor guerrero de la Compañía. Y a ojos de cualquiera que tuviera los mismos, pues entre él y Campaña se las arreglaron para luchar con fuerzas que los superaban seis a uno, nada más y nada menos que los últimos Fantasmas Irredentos y a la Segadora, otra puta del Triplete. Honores al nombre de Peregrino, y paz a su alma. Su funeral fue bastante emotivo, y aunque no lo conocí de nada, lo admiraba. Me conmovió profundamente, y diría que en ese momento me di cuenta de que necesitaba mejorar en mi oficio, o no viviría para contarlo. Me refiero a saberlo en serio, a aceptarlo como una verdad absoluta. Bebí dos jarras de grog en su honor. Una menos que para Lejana. Odio el grog en serio, pero Peregrino se merecía este pequeño tributo: pensé en beber incluso más, pero sería un insulto para con la memoria de mi Hermana de Capa.


Mes de la Jirafa (noveno mes. Verano)

Tuve que ir a los terrenos funerarios, fuera del campamento, para hacerle un favor al llorica de Chamán Rojo. Quería hablar con Keropis, pero no pensaba salir por los peligros que podía haber. Hijo de su puta madre, nunca había pasado un susto igual en mi vida. Keropis y Serpiente se encontraban ahí, enfrascados en una especie de contemplación reflexiva del silencio. O sea, que ninguno de los dos decía un carajo. Le agradecí a Keropis por el fuego pues el silencio, añadido a lo lúgubre del lugar, se me hacía cuando menos insoportable. Serpiente atacó mi momento de debilidad con una diatriba sin sentido sobre si a las hormigas les parecía bueno el fuego de Keropis, arrojando una de ellas al fuego. Me dio pereza contestarle, pues sabía que se embarcaría en otro sinsentido y no terminaría nunca. Entonces, sucedió: las llamas de la hoguera se volvieron de color azul blanquecino y una capa de escarcha cubrió la tierra. Hacía un frío del demonio de repente, incluso se veía el vaho de mi aliento. Las sombras y el viento helado se arremolinaron, dando paso a la forma humanoide de un fantasma colérico. Sí, diréis que estoy loco, pero preguntádselo a Keropis o a Serpiente, si es que siguen vivos para cuando lean esto. Un puto fantasma. De todas lo que se habla de espíritus y dioses, es el primer ser que no pertenece a este mundo que he podido ver. Y estaba cabreado. Serpiente empezó a murmurar palabras arcanas mientras Keropis y yo lo atacábamos desde lados distintos. El espectro no podía ser golpeado por nuestras armas mundanas, así que todo cuanto quedaba era comprarle algo de tiempo a Serpiente; tiempo que el maldito fantasma no pensaba vender barato. Su ataque me habría despedazado. Rodé por el suelo, y en la tierra donde me encontraba unos segundos antes se abrió un surco gigantesco. Definitivamente me habría destrozado. No tuve tanta suerte con el siguiente, pues la fuerza espiritual del cabrón me golpeó en el pecho y me levantó dos metros en el aire, antes de tirarme contra el suelo. Joder, cómo dolía. Pero fue tiempo suficiente: Serpiente le lanzó un jodido rayo mágico o algo parecido, y tras un aullido macabro, desapareció. Tras recobrar el aliento, observamos que del Campamento Principal salía fuego: algo había pasado.

Resultó que durante la noche, Brenda y Kano, unos "héroes" del Triplete, escalaron la empalizada, matando a flechazos a dos Reservas que estaban de guardia, y se metieron a sabotear el campamento. Esto costó la vida de dos esclavas y de dos mozos de cuadra huérfanos que la Compañía había adoptado... dos niños que podrían haber crecido y haberse vuelto soldados, como yo mismo lo hice. Puede que nuestros patronos sean malvados, pero el infanticidio no es aceptable. Ni siquiera en una guerra. Además, les cortaron el gaznate a Bimbata y a Yumma la Medio Calva. Bimbata murió: fue una de las que me crió, y siempre la vi como a una hermana mayor, pese a que últimamente me veía con otros ojos. Habría considerado volverme hombre con ella. 

Piojillo volvió al galope al alba, tras cabalgar toda la noche escapando de alguien. Como si el ataque nocturno no fuese suficiente, al Campamentero le perseguía la Heroína de la Puerta de Galdan y unos nobles bastante innobles del Triplete. Capturaron a algunos rufianes de Usurero que se interpusieron entre los seguidores de campamento que araban la tierra fuera de la empalizada y les expusieron en sendos maderos a distancia, pero a perfecta vista desde el campamento. Armaron hogueras y además de ellos, estaba Sicofante. Todo el mundo perdió el control y se resume en una batalla campal entre la Infantería, miembros de los Hostigadores y de los Campamenteros. Todos lucharon y vivieron, excepto Sicofante, que murió en la hoguera, y los tíos de Usurero. 

Por algún designio del destino me perdí esos sucesos: quizá hubiera muerto de haberme quedado, y aún no era mi hora. Lo cierto es que me disgustó de gran manera no haber podido pelear con mis hermanos. Les debo venganza a todos los que murieron en esos acontecimientos, y pienso cobrármela en la Puerta de Galdan.


Mes del Antílope (décimo mes. Otoño).

Regresamos a la maldita Cho'n Delor. La ciudad era... deprimente. Sus gentes eran tristes, aunque la mayor parte parecía gustosa de ser una bola de oprimidos fanáticos de un cabrón egocéntrico, que se creía un Dios viviente. Su alma, de poder verla, seguro sería más negra que la piel de nosotros los K'Hlata y esto se extendía a sus dominios. Ahí al parecer éramos héroes. 

En cierto momento me acerqué a Loor, porque me picó la curiosidad sobre su religión y el por qué usaban sólo armas romas. Tuvimos una amena conversación, y ella, como buena fanática religiosa, intentó introducirme a su culto, pero me negué de manera cortés. Luego me dijo algo que me dejó pasmado: pensaba pedirle a los mandos ocupar mi sitio como Segundo de los Campamenteros. Tuvimos un interesante debate, sin perder las maneras, y le cogí respeto, pues siendo algo tan filoso, me lo dijo a mí el primero, de frente. Puede que parezca una nimiedad, pero respeto mucho ese tipo de cosas; puedes saber mucho de alguien por como actúa. Quizá Loor sea engreída y tenga orgullo desmedido, pero es alguien transparente, honorable. Me cae bien. No sé si tenga éxito, pero ya escapa de mis manos eso. Lo que sí es que lo que me dijo esa vez hizo que lo que llevaba unos meses rondando mi cabeza finalmente se tornase en una decisión definitivamente firme.

Antes del banquete y de la ceremonia de jura, se decidió el nuevo rumbo de la Compañía: Analista o Portaestandarte. Voté por Analista, y no porque me agradase sobremanera su forma de mandar, si no porque a mi forma de ver (llámenlo como quieran; sabiduría o estupidez) hay que mantener un balance en todo. Portaestandarte había promovido a Rompelomos a Teniente, decisión que se ratificó más tarde, ¡y luego el Teniente propuso a Portaestandarte como nuevo Capitán! Obviamente estaban confabulados. Tenerlos a ambos en la posición de mando les daría el poder absoluto de la Compañía. Analista ganó. Debo decir que fue una jugada arriesgada por parte del Teniente: si no hubiese abierto la boca, él sería el mando total mientras el nuestro siguiese vivo e indispuesto. Pero necesitaría a Portaestandarte de su lado para mantenerse en el poder, así que propuso que fuese Capitán. Le salió mal la jugada, pues Analista ganó, aunque con muy poca diferencia. ¿Qué clase de idiota se arriesgaría a algo así? Pues bueno, les diré que a ese idiota estuvo a punto de ganar el todo, y la Compañía estuvo cerca de irse al garete. Se estableció una especie de frágil balance en el poder de la Duodécima.

Desfilamos al Bastión del Dolor, donde juraron los que habían ganado el derecho a tal. ¿O juraron antes de desfilar? No lo recuerdo, pero tampoco creo que sea importante. En el Bastión, cada quién fue pidiendo su dádiva. Analista pidió sanar al Capitán, lo cual para mí fue una mala decisión de la cual aún no veo el resultado. No confiaría en la magia negra de estos puñeteros chondelorianos. Sería más honorable acabar con el sufrimiento del viejo. Portaestandarte pidió el secreto para acabar con el Último Inmortal, y así se fueron sucediendo las peticiones. Al final lo que llevaba un tiempo formándose en mi cabeza ganó: necesitaba habilidad, necesitaba fuerza suficiente para sobrevivir a lo que vendría, y más aún, para hacer que mis hermanos regresasen vivos a casa.

Cuando llegó mi turno, pedí ser entrenado en el Camino de la Espada, la esgrima que usaba Peregrino, a Sar Krogan pues se decía que provenían del mismo lugar. Este se negó rotundamente, pero me dijo que podría enseñarme algunos trucos como guerrero. Pensé que era mejor que irme con las manos vacías y acepté. Niña de Oro pidió un entrenamiento similar. Luego de las dádivas comenzó el banquete y luego la fiesta desenfrenada. Ya nos habían dicho que posiblemente hubiese una orgía, y la hubo: esclavas y esclavos sexuales por doquier, a nuestra entera disposición. Yo sólo había tomado un poco de vino durante la cena, y no tomé ninguna de las drogas que se ofrecieron a todo el mundo. Gran parte de la concurrencia empezó a follar por todos lados: sobre las mesas, contra las paredes, bajo las mesas... juraría que de alguna forma un tío de la Infantería se las arregló para follar con una esclava muy elástica encima de un frutero muy elaborado, en una suerte de espectáculo de equilibrio. 

Yo pasé un poco de todo eso, pero hacia el final de la noche, me abordó un grupo de esclavas que iban hasta arriba de afrodisíacos. Intenté sacudírmelas, pero entre todas lograron reducirme. Y bueno, sí; cuando me di cuenta de que me iban a humillar tomándome -o haciéndome tomarlas- a la fuerza, hice lo que tenía que hace. Me las follé. Una manera extraña de hacerse hombre, pero a fin de cuentas, algún día tenía que pasar. Lo bueno es que logré salir a una terraza, y creo que nadie vio el asunto. Desperté a medias durante la noche para ver un grotesco espectáculo: un montón de... no sé quiénes eran, pero estrangularon a todos los esclavos con garrotes y cuerdas largas. Quise levantarme y detenerlos, pero una voz me aconsejó prudencia: entre las nubes del sueño, pude distinguir que varios hermanos de más rango que yo no hacían nada. Volví a dormir para olvidar, con un sabor amargo en el sueño.

El día siguiente empezó mi entrenamiento con Sar Krogan. Agradecí no haber bebido nada, o no estaría en condiciones. Empecé con una espada de madera que simulaba una espada larga corriente. No había consentido en enseñarme a usar ese estilo raro de sable que usaba Peregrino, pero no tenía problemas con la espada larga. Niña de Oro también estaba, y a ambos nos dio la mayor paliza de nuestras vidas. Sin embargo, el General era un profesor espléndido, y en los escasos tiempos que teníamos entre combates de entrenamiento, nos corregía las posturas y nos enseñaba cómo movernos apropiadamente. Al final de ese día logré detener dos golpes seguidos suyos, pero el tercero me derribó. Luego, regresamos al Palacio de la Discordia junto al resto de la Compañía con la orden de volver mañana al rayar el alba. Se avecinaban unos meses duros.

Tuvimos que castigar a Derviche por pelearse con Guepardo, y a Tarado por desobedecer órdenes. Le dije lo que pensaba a Lengua Negra sobre la forma de implementar el castigo, y me recibió con su frío orgullo de Oscuro, algo que antes no hacía. Yo quería varear a Derviche, pues era mi amiga y fui yo quien le llamó la atención durante el banquete. Era una forma de mostrarme leal para con ella; pero no. Me obligó a golpear a Tarado. También le recriminé, si bien es cierto que lo hice frente a todos por la necesidad y que fue inapropiado que él no repartiese ni un solo latigazo. Nos mandó a nosotros como si fuésemos sus matones. No le cayó nada bien eso, y me lo dijo luego, cuando tuve que pedirle permiso para permanecer en Cho'n Delor para proseguir unos meses más mi entrenamiento. Me concedió el permiso, pero seguro que estaba satisfecho de poder deshacerse de mí un tiempo. Quizás de presentarse la oportunidad, cambiaría de Segundo. La oportunidad que Loor buscaba. Realmente no me importaba, mi único propósito era que al momento de llegar a la Puerta de Galdan fuésemos una unidad, pero con esa actitud, Lengua Negra abría brechas insalvables entre nosotros, su pelotón y él. Pues eso éramos en ese instante: nosotros una cosa y él otra, cuando deberíamos ser la misma cosa.

Luché contra Niña de Oro, luché contra el General y luché contra Golkas, el gigantesco mercenario transformado por la magia en una montaña ambulante, haciendo causa común con Niña de Oro. Niña de Oro y yo no fuimos rivales para él, pero lo dimos todo, de eso puedo dar fe. Yo terminé hecho polvo por los brutales ataques del gigante. Hicimos ejercicios de flexibilidad y para mejorar nuestra fuerza física: dominadas, flexiones de pecho, sentadillas, y todo tipo de otros ejercicios. Corríamos cada vez durante más tiempo, y la curva de mejoría de ese mes fue importante para ambos.

Al final de ese mes, Niña de Oro tuvo que regresar al Campamento Principal con el resto de la Compañía y yo me quedé entrenando con Sar Krogan.


Mes de la Nube (undécimo mes. Otoño)

El entrenamiento recrudeció cuando Niña de Oro se fue. Sar Krogan era más implacable en todos los aspectos, y pronto me vi obligado a mejorar constantemente o morir. O peor aún, que mi maestro me desechase como indigno. Era algo que no me iba a permitir. Tomé una espada de madera más larga y pesada: requería ambas manos para blandirla, simulaba a una espada bastarda. Ya había aprendido lo básico del uso de la espada con la versión más común, pero pensé que esta se adecuaría más a mi complexión.

Le pregunté a Sar Krogan por qué no me consideró digno de enseñarme el Camino de la Espada. Me miró con auténtico desprecio pese a lo compartido, como si fuese un asunto delicado, y me dijo que sólo enseñaría a alguien de su familia. Agaché la cabeza y no insistí más en el tema. Tenía derecho a reservarse su arte... lo que no podía impedirme era enseñarme sin explicar nada. Empecé a enfocarme en copiar con ojo experto sus movimientos. Verán, la esgrima es esgrima, no importa la espada que uses. Es decir, sí que importa, pero alguien que toda su vida ha combatido con un estilo de esgrima, no importa que no use una espada adecuada, seguirá haciendo inconscientemente los movimientos que ya su cuerpo memorizó en sus músculos. Tenía que descifrar a ojo el secreto tras las técnicas, y eso me costaba concentración en combate. Los moretones se fueron acumulando.

Sin embargo, algo bueno salió de ello y es que conforme pasaba el tiempo, mi forma se iba adecuando a la de Sar Krogan. Inconscientemente estaba revelando para mí su estilo secreto. Me faltaba ciertamente mucha velocidad, pero en eso estaba enfocado el entrenamiento. Incluso ahora llego a pensar si el sabio General no estaría esperando que yo hiciera exactamente eso si quería aprender el secreto. Empecé a desarrollar un estilo de esgrima muy mio, muy personalizado y apropiado para las dimensiones de una espada bastarda. Se me ocurrió preguntarle a Sar Krogan si me entrenaría en el combate sin armas también, y se negó, como era habitual en él, pero llamó a otro peso pesado: el Verdugo. Así empezaría una de las amistades más extrañas de mi vida.

Mis días se convirtieron en una sucesión de repetir los mismos eventos: correr por dos horas durante las mañanas (le daba varias vueltas a toda la muralla del Bastión del Dolor), desayunar y partirme la cara con El Verdugo durante unas horas, comer de nuevo y entrenar con la espada y Sar Krogan, para terminar con una serie de ejercicios de fuerza. Terminaba exhausto, pero la mejoría era evidente.

Hay algo a este punto que no les he mencionado, y es que me enamoré de una chondeloriana. Sí, vaya cosas, ¿no? Aquí les va: cada tarde que regresaba del Bastión del Dolor al Palacio de la Discordia tenía que cruzar un canal de la ciudad. Una noble de la aristrocracia chondeloriana (pude saberlo por cómo vestía y por su escolta armada) se apostaba en el puente que salvaba el canal para alimentar a los peces y ver el atardecer. Tenía el cabello negro con un extraño tono rojizo al ser iluminada por el sol que se ocultaba y quedé prendado de ella automáticamente. Era un amor visual, circunscrito sólo a su belleza física, que no era algo de otro mundo, objetivamente estaba bien, pero para mis gustos personales, era perfecta. Su forma era atlética, esbelta, con curvas donde debían estarlo. Se notaba que cuidaba su cuerpo. Me conformaba con sólo verla.

El Verdugo me ofreció enseñarme a hablar y leer en chondeloriano, lo cual pueden intuir acepté, pues estoy escribiendo ahora mismo en esa lengua a falta de otra. Claro, que mi motivación era que en una de mis alocadas fantasías pudiera hablar con mi amada. Así se añadieron las clases de idioma a mis demás actividades diarias. 


Mes del Jaguar (duodécimo mes. Otoño)

El entrenamiento daba sus frutos. Mi mejoría con la espada era notable, en los entrenamientos sin armas conseguía encajarle buenos golpes al Verdugo, quién pude percatarme, me otorgó cierta cantidad de respeto. Él también se ganó el mío a base de romperme la nariz. Mejoré mucho el chondeloriano también. Mi cuerpo también sufría cambios: me hacía más musculoso y más fibroso gracias a la dureza de los ejercicios. Krogan llegó a hacerme escalar la muralla del Palacio, primero con cuerdas y cuando ya estaba más ducho en la materia, sin seguro de vida alguno. Compré algo de ropa en la ciudad con el dinero que había ahorrado, y también decidí fumar cierta hierba que fumaba Frontera siempre: la reconocí por su olor y su color verde. Me servía de relajación por las noches, y era el único momento del día donde me permitía distraer de tal forma mi mente, pues me sumía en un estado de estupor y relajación tremendos. No me parecía malo, de hecho, para mí era una planta, crecía del suelo y por lo tanto, era natural. Siempre que no fuese venenosa o no la consumiera cuando estaba en mis labores de soldado, todo estaba bien.

Lo peor aconteció casi a final de mes: se me comunicó que Loor me suplantaría como Segunda de los Campamenteros... y también que me trasladaban al Pelotón de Hostigadores a cambio de ella. Mi corazón se rompió y me sumí en un silencio taciturno. Ni siquiera hablaba con los Dolorosos o los Reservas, con quienes había hecho buenas migas a lo largo de mi estancia en la capital. Sabían que me pasaba algo, pero no había tanta confianza como para que me preguntasen que pasaba. Sar Krogan sí que se dio cuenta, y tras una larga charla, conseguí sobreponerme a ello, al menos de momento y concentrarme en mi entrenamiento. Era un sujeto muy sabio, y mi respeto hacia él solo iba en aumento.

La noche de año nuevo mi maestro me despachó temprano y volví al Palacio. En la ciudad se llevaría a cabo una pequeña celebración para recibir el Año Nuevo. Era libre de ir allá, pero pasé la noche con los Dolorosos, los Reservas, y los mandos que quedaron en la guarnición. Comimos y hacia el final del año, me bebí un vaso de vino, nostálgico, mientras pensaba en cuanto había cambiado todo. Mis ojos se anegaron en lágrimas. Tantas vidas perdidas, tantas vidas que se perderían... la profesión era dura, sin lugar a dudas. Desearía a Lejana conmigo para que me aconsejase.

Luego de romper el Año Nuevo, una hora luego o así, cuando estaban sacando a la gente de las calles, me decidí a pasear a la ciudad, incluso a sabiendas de que era peligroso, pero un ímpetu tremendo y una ansiedad se apoderaron de mí. Sólo hasta terminado el acto público los ciudadanos podían permanecer en las calles, luego imperaba el toque de queda. No importa el nombre que le des, pero sus "celebraciones" eran una puñetera mierda triste. Los de a pie parecían no estárselo pasando muy bien y estaban más que contentos de meterse a sus casas a beber ron de baja calidad. Bajé a las calles sólo con la capa que me identificaba como miembro de la Compañía, pero en la oscuridad tenías que ser un muy buen observador para distinguir el broche de plata y armado con la espada de madera que usaba en mis entrenamientos. A dos kilómetros del Palacio me encontré con un barullo tremendo: al parecer un mercenario escolta de un carruaje noble mató a un borracho por no apartarse a tiempo. Esto ocasionó que los amigos del borracho -quienes también estaban borrachos- asaltasen el carruaje. ¿El resultado? Una batalla campal entre los escoltas del carruaje y los pendencieros borrachos, quienes aparte de estar borrachos, eran muchos.

Pensé rodear el altercado, pero entonces vi una melena con destellos rojos a la luz de las antorchas que portaban miembros de ambos bandos, inconfundible para mí: mi amada. Antes de darme cuenta, estaba en medio de la refriega, abriéndome paso para llegar hasta el carruaje. Llovían cuchilladas a diestra y siniestra, evitaba enemigos y esquivaba pedruscos voladores, y sólo tenía la espada de madera. No recuerdo llegar a tener un oponente determinado, pues parecía una pelea de taberna en plena calle y a grandes dimensiones. De alguna manera llegué hasta el carruaje e incluso tuve que dejar sin sentido a uno o dos guardias que me iban a despachar sin más cuando me vieron acercarme. ¿Qué hacía ella ahí? No lo sé, pero al parecer me reconoció y también la capa y el broche de plata en forma de calavera. Le tendí la mano y ella la tomó. En ese instante me encontré batiéndome como... sólo podría compararlo a la forma en que lucha Derviche. Con locura, pero no una desesperada, si no una por tener algo que proteger. Incluso creo que le habría sacado una sonrisa a Sar Krogan, si me hubiese visto. Justo cuando escapaba sin más que unos rasguños, de la mano con la chica, un pedrusco grande como una piedra me alcanzó en el cogote y mi visión se empezó a nublar por momentos.

De alguna forma conseguí encontrar de forma automática el camino de regreso al Palacio. Me desmayé tras cruzar las puertas. Desperté en mi cuarto, con... ella cuidándome. No se quiso separar de mi lado. El poco chondeloriano que había aprendido me sirvió para entender que su nombre era Nadja. No les diré qué pasó el resto de esa noche, pero sí que me convertí en el joven más enamorado de la tierra. Ahora, no todo podía ser bueno... A la mañana siguiente su hermanastro mayor y tutor, que gozaba de un excelente puesto en el gobierno y procedía de un antiguo linaje chondeloriano, se apersonó en el Palacio. Nos veía como escoria mercenaria, y lo peor fue cuando yo salí acompañado de su hermana. Se dio cuenta de todo desde el momento en que posó su vista sobre nosotros, y sentí su odio. No me agradeció haberla salvado. Subieron a su carruaje y se fueron. No volví a verla de nuevo en el puente que cruzaba el canal. Gulg y Rompehuesos me echaron una regañina bastante floja, para ser ellos.


AÑO 202 DE KHATOVAR

Mes de la Cabeza Cortada (primer mes. Invierno)

Estaba decaído emocionalmente porque no había visto a Nadja en el puente en días, aunque visto el incidente, era normal que eso sucediese.

Sin embargo, no permití que eso minase mis entrenamientos, a los cuales incluso les arrojaba mi frustración por no ver a mi amada. Cualquier impulso emocional, no importa su naturaleza, lo utilizaba como combustible para jamás decaer. Y vaya que lo necesitaba, pues cada vez se hacía más difícil. Sar Krogan no aflojaba: conforme sucedía el tiempo, se hacía cada vez más terrible. El Verdugo también, pues si antes pensaba que me golpeaba sin piedad, era que no lo conocía bien.

Le comenté a Sar Krogan mi más grande inquietud (con respecto a mi formación, no a mi amorío con Nadja, por obvias razones): a pesar de entrenar en el uso de la espada, no tenía una. Gracias a él, pude apersonarme en la tienda de Khovias, el mejor herrero de Cho’n Delor, y preguntar por las espadas. De más está decir que lo primero a lo que interpelé al hablar con Sar Krogan fue a ver si de casualidad tendrían una espada herrumbrosa en el castillo, y ya yo me las apañaría para hacer que funcionase. Él me llevó a Khovias, y Khovias me presentó una espada bastarda no herrumbrosa, pero sí de aspecto arcaico. Parecía una antigüedad aunque estaba en perfectas condiciones. Khovias me contó que la espada poseía más de 200 años de historia y diversos dueños. Quedé prendado de la espada al verla, pero apenas si tenía siete miserables platas, y su precio alcanzaba las 50. Al ver mi cara larga, Khovias se rió y me dijo que podía contraer una deuda con él, y pagar la espada con mis soldadas futuras. Casi beso al herrero. Obtuve mi espada. Al preguntar por su nombre, señaló el pomo de la espada, donde había un XI grabado en relieve; luego me dijo que algunos de sus propietarios la llamaron “Añeja” y otros “la Once”.

Esos nombres antiguos quizás fuesen buenos, pero ninguno era de mi agrado. Ya que había tenido varios nombres, no pensé que sería un insulto nombrarla yo… y se me había ocurrido un nombre perfecto al observar el grabado. Recordé que mi difunta hermana de capa tenía un pequeño collar elaborado por su madre, al parecer era la forma K’Hlata de escribir su verdadero nombre. Nunca me dijo su nombre, pero sé que ese símbolo era –al menos en mi memoria- exactamente igual al grabado de la espada. Sin pensármelo dos veces la llamé Lejana en honor a mi hermana de capa. La espada pareció vibrar al llamarla por su nombre, aunque ahora que lo pienso, quizá fuese mi imaginación.

Una noche, mientras estaba en una de las ventanas del Palacio, fumándome la hierba que acostumbraba a fumar durante esas horas, uno de los Dolorosos se me acercó y me dio una nota. Apenas si sabía leer y estaba drogado hasta arriba, pero lo reconocí perfectamente: eran indicaciones sobre cómo entrar a una ventana en cierta zona de la ciudad, a la hora precisa del cambio de guardia… y firmaba Nadja.

Creo que no terminé de leer la nota, cuando ya estaba en las calles. De más está decir que arrastré al Doloroso conmigo, pero parecía que el chico pensaba venir igual. Me cae bien, es un buen tío. Evitamos la guardia de los Reservas y los demás Dolorosos con facilidad, lo que me hizo pensar bajo el estado de la droga –la cual me hacía reflexionar mucho, debo anotar- que eran una mierda de centinelas, y si dependiese de ellos, el Triplete nos rebanaría el cuello a todos mientras dormíamos.

Resumiré el asunto: todo salió bien. A la hora exacta que decía la nota se realizó el cambio de guardia, trepé por donde se me indicó y entré a una ventana abierta donde colgaba un pañuelo de una esquina de la ventana. Ahí estaba mi amada, y fui feliz por unas horas.

Bajé de la misma forma durante el siguiente cambio de guardia, al rallar el alba, aunque todavía al amparo de la oscuridad. No tenía tiempo de hacer más nada, así que me dirigí al Bastión del Dolor, a pasar otro día de entrenamiento. Dirían que habría sido horrible tras una noche sin dormir, pero extrañamente el fuego –sí, no sé explicarlo de otra manera- que se había encendido en mi pecho en una noche de pasión me hizo no sentir el cansancio en toda la sesión de entrenamiento y estudio. Eso sí, cuando pisé el Palacio de nuevo, en vez de dormir podría decirse que entré en coma automáticamente hasta el día siguiente.

Resultó que el Dolososo en cuestión era un amigo de la infancia de Nadja, sirviente suyo, pues trabajó en su casa en calidad de criado. Él sabía contactarla, y ella me informaba por medio de él cuando nos veríamos… y puedo dar fe de que fueron muchas veces a lo largo de ese mes.

Mis entrenamientos iban bastante bien. Practicaba con Lejana a solas cuando terminaba de practicar con la espada de madera en contra de Sar Krogan. En ese punto, Sar Krogan empezó a traer algunos comunes de Cho’n Delor a entrenar conmigo. No sé realmente si sería orgullo desmedido decir que eran bastante mediocres o que yo había mejorado bastante, lo que sé es que incluso superado diez a uno, conseguía salir mejor parado que ellos.

El Verdugo a menudo reía conmigo e intercambiábamos bromas. Era un terrible oponente, y prefiero mil veces tenerlo de amigo que de enemigo. Si en una pelea de entrenamiento con sus manos y pies me vapuleaba, en una pelea en serio… Mejor no quiero ni pensarlo.

Creo que Sar Krogan se empezó a dar cuenta de que yo lo estaba imitando, de que copiaba sus movimientos, pues en un duelo de entrenamiento que tuvimos, logré cruzar espadas con él durante once movimientos seguidos. Luego decidió emplearse de oficio y pude seguirle el baile durante cinco movimientos antes de verme desarmado. Vi aparecer una pequeña arruga en el borde de sus ojos, me miraba suspicaz, pero no dijo nada.


Mes de la Hiena (segundo mes. Invierno)

Logré desarrollar lo que espero que sea el inicio un estilo de esgrima muy propio, combinando los movimientos veloces y las posiciones de Sar Krogan, con la longitud y peso de mi espada bastarda. Puede que, como dije antes, Sar Krogan siempre me estuvo enseñando el Camino de la Espada aunque dijera que no lo pensaba hacer nunca.

Nadja me dio una noticia que me dejó helado: su hermanastro la había prometido en matrimonio. Se va a casar con un Capitán de los Comunes de Cho’n Delor, de un eminente linaje y de buena posición económica. La boda está prevista para finales de este año, luego de la guerra. El sujeto es tan hijo de puta como su hermano, y pude enterarme que pese a ser un buen guerrero, es un putañero. Trata a sus hombres como mierda, además. Pude verlo cerca de la casa de Nadja algunos días, y lo demás me lo contó Quejido, el Doloroso que fue mi compañero durante toda esa aventura. Casi pierdo la cabeza y me llevo a Nadja conmigo esa misma noche. Agradezco que ella sí tuviese la cabeza fría, pues de lo contrario yo habría terminado sin cabeza alguna.

Me dijo que si fuese a la guerra a la Puerta de Galdan y regresase convertido en un héroe, podría pedir su mano en matrimonio. La miré durante unos instantes y vi que el plan, aunque arriesgado y casi imposible de llevar a cabo, era el mejor que teníamos. Creo, además, que su prometido también tiene que ir a la guerra para adquirir en combate la gloria que necesita para casarse con Nadja… estamos en, prácticamente, la misma situación: sólo que él tiene que sobrevivir para que se considere que obtuvo gloria; yo en cambio tengo que realizar una gesta tan heroica que se canten canciones sobre mí. Pero sin presiones, ¿eh?

Mi entrenamiento iba tocando a su fin conforme se acercaba la hora de volver con la Compañía. Los últimos entrenamientos fueron simplemente infernales y vislumbré, por pequeñísimos instantes, el alcance del verdadero poder de mi maestro. Sar Krogan era simplemente un demonio tan ágil como el viento, pero nunca me dejé arrollar pese a saber que la derrota era inminente. El Verdugo me dijo que era interesante la forma en que encaraba la derrota total. No sé si se burlaba o qué, pero ya podíamos conversar en chondeloriano de forma aceptable.

El último día del mes de la Hiena, mi entrenamiento llegó a su fin. Al día siguiente saldría una caravana de mercaderes desde la ciudad con dirección al Campamento Principal. Yo los acompañaría en calidad de escolta por el favor de llevarme hasta allá. Mi última prueba consistió en un combate a primera sangre con mi maestro. Antes del alba, entramos al campo de entrenamiento del Bastión del Dolor. Había muchos curiosos de los Comunes observando discretamente, y otros no tanto. El Verdugo también observaba, al borde del campo de entrenamiento con los brazos cruzados.

No dijimos ni una palabra, pero nos veíamos a los ojos. No portábamos armadura, tan sólo una túnica ligera (aunque él portaba la máscara que nunca vi quitarse). Yo tenía a Lejana en su funda en el cinturón y él también tenía su propia espada en la cadera izquierda. Nos saludamos con una reverencia marcial y nos sentamos en el suelo con las piernas plegadas bajo las rodillas. Empezó un período de contemplación reflexiva. Ya lo habíamos hecho antes, y me lo decía constantemente: “¿Recuerdas eso que sentiste al combatir contra Golkas y en los más duros combates contra el Verdugo? Esa carencia, ese vacío, esa determinación tan potente que lo era todo y nada a la vez, eso es lo que debes buscar para vencer en un combate. No busques vencer a tu enemigo, busca dominar tu mente. No pienses en nada, pero percíbelo todo. No mente, Manta.”. Lo entendía, lo había sentido antes, pero nunca conseguí entrar en ese estado de conciencia de manera voluntaria: no hasta ahora. Podría sonar contradictorio o paradójico, pero entendí que no necesitaba entenderlo. Necesitaba percibirlo. No se buscaba con un deseo, pues si se buscaba era porque no se tenía. Si lo sentías, te darías cuenta de que siempre lo tuviste.

Lo sé, es confuso, ¿verdad? Para mí es difícil explicarlo, y nadie lo entendería de todas formas. Cuando le suceda a alguien, comprenderá lo que digo por mucho que suene a galimatías. El hecho es, que a mí me resultó. No de inmediato, pero lo haría conforme se desarrolló el combate.

Nos levantamos al unísono –lo sé, fue algo bastante raro aquél asunto, pero no me di cuenta de ello, de hecho, incluso ahora no me doy de cuenta-, y nos quedamos uno frente al otro. Cuando el sol asomó tras la muralla este, desenvainamos al mismo tiempo nuestras espadas y las cruzamos con tal velocidad que los presentes se quedaron anodadados. El eco del metal contra el metal reverberó por todo el campo de entrenamiento, y luego empezamos a movernos en una danza que hipnotizaba a los espectadores. Su velocidad superaba con creces la mía, pero sospecho que se ajustó a mi ritmo, dispuesto a vencerme sólo con la técnica.

Al principio de la pelea, me preocupaba el no ser capaz de llevarle el paso. Luego, una parte de mi mente recordó que una pelea es sobre el ritmo: si lo perdía, acabaría muerto. Recobré la compostura cuando estuve a punto de hacerlo en varios intercambios de mandoblazos. Usé cada gota de experiencia adquirida a lo largo de los últimos meses, usaba todo lo que me había enseñado Sar Krogan, tanto consciente como inconscientemente. Usaba tanto su estilo de espada, como el mío. Hasta que se hizo evidente que no podría seguir el ritmo de aquélla pelea. Me quedaba grande.

Nos separamos tras cruzar aceros una vez más, y nos vimos a los ojos durante unos instantes. En ellos creí ver el mensaje claramente: si sigues pensando tanto, morirás. Inhalé profundamente y exhalé. En ese momento dejé de pensar, y percibí.

Sar Krogan se lanzó hacia mí, dispuesto a terminar aquello, y yo lo recibí con las mismas intenciones. Cruzamos espadas por última vez.

No les diré quién ganó aquello. Una vez terminado el combate, Sar Krogan me dijo “Estás listo”. Hice senda reverencia frente a él. Me despedí tanto de él como de el Verdugo y más afectuosamente de algunos de los Comunes con los que había entrenado durante mi estancia en Cho’n Delor. Tuve un último encuentro con Nadja esa misma noche, el cual francamente no es incumbencia de nadie. A primera hora del día siguiente, subí al carromato de uno de los mercaderes, quienes me llevaron al Campamento Principal. Por fin de vuelta a casa.


Mes del Caimán (tercer mes. Invierno)

Llegué al Campamento Principal el primer día del tercer mes hacia el mediodía. Lo extrañaba. Me presenté de inmediato frente a Lengua Negra, y aunque no le creí nada de lo que me dijo, lo dejé estar, luego hablé con Loor: teníamos mucho que decirnos. Después de resolver esos asuntos, me reporté con mi nuevo jefe, el Cabo Matagatos, el cual parece un líder mucho más competente que Lengua Negra, uno que enseña con el ejemplo, no con la crueldad y pseudo-sabiduría. Uno al que me parece que vale la pena seguir; espero no equivocarme. También me recibió parte del pelotón de Hostigadores, mi nueva familia, incluído Caracabra, mi viejo amigo jorobado. Le conté mis aventuras a Niña de Oro, pues le había cogido mucho aprecio durante el mes que entrenó conmigo en Cho’n Delor. Ahora mismo estamos a mediados de mes y parece que no queda nada para el asalto a la Puerta de Galdán, evento en el que se decidiría el destino de muchos de nosotros.

Las memorias de los caídos nos dan fuerzas, mientras que la promesa de un mañana mejor nos hace siempre seguir hacia adelante. Sólo puedo decir una última cosa: que orgullo pertenecer a la Duodécima Compañía Libre de Khatovar. La Compañía Negra.

 

Soldado Nuevo Manta

Pelotón de Hostigadores

16 del Caimán de 202.

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01/06/2016, 21:37
[RIP] Niña de Oro.

Niña de Oro, parte 2

El día amanece radiante, y el arqueólogo se siente ilusionado y con ganas. ¿Qué misterios le revelará hoy Niña de Oro?

El pergamino vuelve a la mesa, con un crujido, y el anciano vuelve a inclinarse sobre él, con otro crujido. La historia es apasionante. Veamos, ¿por dónde iba?

El día 10, el día de la partida, sin embargo, llegó demasiado rápido. No había podido mostrar mis ansias de cambio, y nos pusimos en marcha a la capital chondeloriana. El camino era difícil, y apenas podía hablar con nadie. ¿Quién iba a ser mi hermano de capa? ¡Si nadie me aguantaba! Me desesperé, pasé noches en vela, pero no encontraba una solución.

Cuando el día 25 llegamos a la ciudad, los pensamientos y mi propio cansancio me impidieron ver lo impresionante y descomunal que era. Sólo quería irme a un rincón a llorar, llorar por rabia y desesperación, llorar por ser una carga, llorar porque seguramente moriría como un perro abandonado, llorar porque había fallado a la memoria de Peregrino y Sicofante, llorar por fallar a la memoria de Nareeta. Llorar.

Pero pronto sería una hermana, tenía que buscar a alguien. Entonces recordé un entrenamiento que tuve a principios del mes con Belleza. Ella había pasado lo que yo, su belleza les había hecho pensar a todos que no valía para nada que no fuera ser una meretriz. Pero les demostró lo equivocados que estaban con ella. Era la única que podría comprenderme, era mi única esperanza. Si ella no me aceptaba, tendría que jurar sin capa, si es que me permitían jurar...

Aún recuerdo aquel 29 de la Jirafa, en el Palacio de la Discordia, cuando me encontré con Belleza. Estaba tan desesperada que la rogué, llorando, que fuera mi hermana de capa. Su respuesta fue darme un tortazo, uno que aún recuerdo (y que aún me duele cuando lo recuerdo). Luego me contó como, pese a haberle ofrecido inicialmente ser su hermana de capa, por cosas que sucedieron entre ellas, rechazó ser la hermana de capa de Perdida, su amiga. El mundo se cayó a mis pies. Si había rechazado a su amiga, ¿por qué me iba a aceptar a mí?

No recuerdo muy bien que le dije, pero sí sé que cada palabra la dijo mi corazón, no mi cabeza. Le hablé con sentimiento, con deseo, con ganas. Intenté que comprendiera que iba a cambiar, que quería cambiar, que necesitaba una guía, y que la quería a ella como mi guía. Pero que, si me rechazaba, no por eso dejaría de intentarlo.

No sé qué diría, qué vería Belleza en mi actitud, o si realmente la Diosa me estaba cuidando, pero aceptó entrenarme y ser mi hermana de capa. ¡Lo había conseguido, no juraría sola!"

El anciano se quedó pensativo. En varios otros pergaminos había leído lo que significaba para un soldado jurar sin hermano. Esto incluso podía hacer que los mandos recapacitaran e impidieran al recluta jurar. Realmente, esa Belleza hizo algo grande por esa "buena para nada". Volvió al pergamino, con otro crujido.

Y, por fin, llegó el día más feliz de mis 18 ciclos solares.

Es decir, tenía 18 años. Apenas una niña asustada entre lobos feroces.

El día de la jura. Sería la última del 201, y sería la más recordada por mí. Sería no sólo ante mis hermanos, sino ante todo Cho'n Delor. Pero... ¿lo merecía? La duda estaba en mí, sabía que quizás no merecía esto en este momento. Pero posteriormente intenté hacerme merecedora de mi capa.

Todos los soldados formamos por pelotones. Casi ni podía estar quieta, con la sonrisa iluminando mi cara. Un firmes y las autoridades chondelorianas pasearon ante nosotros con gesto de complacencia. Otros firmes y tanto los que íbamos a jurar, como los ascensos, como los futuros hermanos de capa, dimos un paso al frente.

Ese fue un día muy importante para mí, así que, con el permiso del lector, me tomaré la libertad de narrar toda la jura, según la recuerdo.

Primero pasaron los del pelotón de Reservas, Estrambótico y Parado de la escuadra de Cortaplumas y Pamplina, Búho, Muñeca, Pájaro y Jirafa del pelotón de Ballestero.

Los primeros en hablar fueron sus manos, que dijeron que se habían ganado el derecho a la jura con sangre, sobreviviendo a las batallas contra los fantasmas y al Fuerte Chuda. Cortaplumas también confirmó que todos habían derramado sangre enemiga y propia por la Compañía. A continuación, el Capitán recitó el juramento. Cortaplumas apadrinó a los dos de su escuadra, y Ballestero hizo lo propio con los cinco de la suya. Esto no fue nada bien visto por muchos compañeros, que vieron en ello falta de respeto por las tradiciones de la Compañía.

Luego, pasamos los Campamenteros. Los nervios me atenazaban el estómago. Miré hacia atrás, y vi a Belleza detrás de mí, sonriente. Lengua negra dio aproximadamente los mismos argumentos que con los reservas, que sobrevivimos a los Fantasmas y al Fuerte Chuda, sangrando por la compañía (que no derramando sangre, en mi caso, para mi vergüenza). Luego, el Capitán repitió las palabras del juramento, que quedaron muy grabadas en mi memoria. Siempre las recordaré, hasta que exhale mi último aliento.

Tras nosotros, le tocó el turno a Campaña. Éste había sido degradado por varios delitos, como romper la pierna a un hermano o matar a un prisionero, así que era nominalmente un Recluta. Matagatos, líder de los Hostigadores, habló diciendo que con la sangre que había derramado, propia y de enemigos, por la Compañía y por haber derrotado, junto a Peregrino, a la Segadora, merecía recuperar su rango.

Así pues, el Capitán le tomó el juramento y Ponzoña, en representación de su hermano de capa el Cabo Barril, aún convaleciente, le puso la capa.

Lo siguiente fueron los ascensos, tres Cabos, un Mago y un Teniente.

Primero pasó Lengua Negra, al que reconocían su servicio al frente de los Campamenteros ascendiéndole a Cabo. Por todo discurso, sólo dijo sentirse orgulloso de servir a la Compañía Negra.

Luego, pasó Matagatos, al que reconocían su servicio como líder de los Hostigadores. En su discurso, además de sentirse orgulloso de servir a la Compañía, habló de la Puerta de Galdán y de derribar sus puertas. Lógicamente, los chondelorianos lo ovacionaron.

El último en ascender a cabo, sería Ridvan, segundo de los Exploradores. Éste sólo dijo que agradecía el ascenso y que cumpliría su deber con honor.

Luego pasó Serpiente para ser ascendido a Mago. Esto era un caso especial, no siempre ascienden a alguien a Mago. Así pues, fue el propio Escupeculebras, el Primer Mago de la Compañía, quien le tomó juramento. Él juró y luego contó un cuento sobre un rico que, por miedo a que le robaran, encadenó en su patio a la bestia más peligrosa del mundo. Luego, por miedo, le fue acortando la cadena. Así que, cuando entró el ladrón, la bestia no pudo ayudar a su amo. La verdad, me sentí terriblemente confusa con eso. No me agradan los magos y sus historias, el modo que tienen de retorcer las palabras. Pero no dije nada, claro.

Por último, Rompelomos sería ascendido a Teniente. El Capitán dijo que se le ascendía por ser el Sargento con más experiencia y por tener el apoyo de los oficiales. Yo pensé que lo ascendía porque ya lo había decidido Portaestandarte. En su discurso, nuevamente juró tomar la puerta de Galdan, y el Bastión pareció querer venirse abajo con la ovación chondeloriana.

Tras esto, llegó la fiesta y las dádivas. Todos los hermanos íbamos a poder hacer una petición al Chambelán de las Cuchillas, en representación del Señor del Dolor. Yo no tenía ni idea de que pedir. Lo cierto es que, con ser Hermana Juramentada y haber jurado con una hermana de capa, tenía bastante.

Aparte de esto, Ansia de Domino nos daría una moneda de plata a cada nuevo hermano que hubiera jurado. Ese tipo me da miedo, tanto que cuando me acerqué a pedirle mi pago apenas pude alzar mi voz, y el ser tardó un rato en darse cuenta de mi presencia. Luego me dio la moneda y un escalofrío recorrió mi columna vertebral, mientras una imagen aparecía en mi cabeza.

Muchos hermanos, en sus dádivas, pidieron posesiones materiales: armas, armaduras, objetos, incluso una posesión en Cho'n Delor. A casi todos se les concedió. Sin embargo, algunas peticiones fueron... raras, diríamos. Voy a contarte, lector, las que me parecieron más curiosas:

Analista, el actual Capitán, solicitó que el Señor del Dolor despertara al antiguo Capitán. El Chambelán no se negó pero dijo, con razón, que si bien los poderes de su amo no estaban enfocados a la sanación, en ocasiones la magia negra conseguía cosas imposibles por extraños caminos. Esto me hizo pensar que se lo habían rechazado, pero estaba equivocada. Simplemente, necesitaban investigarlo.

Por su parte, Portaestandarte pidió acabar con el Último Inmortal. Se le dijo que, tras la fiesta, se le diría cómo.

El cerdo pederasta malnacido de Sedoso pidió niños, y le dieron tres. Ojalá se muera ahogado en su propia bilis mientras esos niños le clavan una daga en sus testículos.

Rampante pidió un elefante de guerra. Me quedé extrañada. Lógicamente, se lo rechazaron.

Sombra del Mal pidió un caballo no muerto. Cuando pensaba que pasaría como con Rampante, se lo concedieron. No lo podía creer.

Grito pidió un león de guerra, y se lo rechazaron. Normal, por mucho que acostumbres a un león a combatir junto a humanos sólo obedecerá a quien lo haya criado desde pequeño. ¿Cómo iban a hacer que obedeciera a Grito?

Preocupado pidió algo para derrotar a nuestros enemigos, y le dieron un pergamino. Qué curiosidad me dio saber qué pondría. Pero no supe nada más de eso hasta mucho tiempo después.

Ponzoña pidió una maza mejor que la suya. El Chambelán le pidió su maza durante tres meses para conseguirlo, mientras él usaba una espada que le ofreció. Pero se negó, y se quedó sin dádiva.

A Guepardo, que pidió una camisa de mallas, le dieron una de mujer. Lógicamente se enfadó, pero Krogan le dijo que, o se la quedaba y la adaptaba a su cuerpo, o se quedaba sin nada. Así pues, se la quedó, dando una respuesta mordaz a Krogan.

Por último, Manta pidió un entrenamiento y Krogan aceptó. Entonces supe qué pedir. Aún Manta pidió si, ya que no iban a enseñarle el camino de la espada, podrían compensarle con dos esclavas. Aquí sí ya se negaron.

Entonces me tocó. Yo pedí lo mismo, entrenar. Pero mi objetivo no era sólo mejorar como guerrera, sino también estudiar a nuestros contratistas. Supe que eso enfadaría a Belleza, pero tenía que hacerlo.

Luego hubo una fiesta para la compañía, con esclavos, comida y bebida. Cuando vi el modo en que trataban a los esclavos, sentí que mi sangre hervía... e hice una tontería: le di mis joyas, mi infancia, quien era, a Ansia de Dominio. Me arrepentí enseguida, y pedí al ser que me las devolviera, cosa que hizo a cambio de recibir otra de esas malditas monedas que tan mal yuyu me daban... y me dan. Si hubiera sabido entonces lo que iba a pasar a los esclavos...

Por fin, pude hablar con mi hermana de capa. Le hice comprender mis motivos, y no sé si los comprendió. Pero, al menos, aceptó que entrenara con Krogan en la mañana y con ella en la tarde. Sabia lo que significaría dos entrenamientos al día, pero acepté.

Esa noche, un ruido me despertó. Cuando salí a ver qué pasaba, no daba crédito. ¡Los malditos chondelorianos, mil veces se asfixien en su propia basura, estaban matando a todos los esclavos! Quise hacer algo, pero era imposible. Los odié por aquello.

Ah, la esclavitud en esa época era terrible. Incluso ahora los pocos esclavos que quedan son tratados mejor que esos pobres diablos. Para los K'Hlata era tabú este tema.

Era la hora de la comida, y el estómago del anciano ya rugía de hambre. ¿Acaso Niña de Oro le había pegado sus ansias de vivir, de ser mejor? Hacía mucho tiempo que no sentía hambre ni ganas de comer. Se fue hacia el comedor, ya continuaría la traducción luego. Había tiempo.