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MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Loor mira hacia fuera, un instante, y luego asiente. Y ya no se mueve de su lugar.

- Tras la batalla, los Soldados obedecen las órdenes de sus superiores. Eficientemente, los muertos de la Compañía son llevados con respeto al pequeño cobertizo donde se guardan, tras la Tienda de los Heridos.

Los cadáveres enemigos son incinerados sin ceremonia alguna, tras ser saqueados.

- Los heridos, y son muchos, son llevados a la Tienda de los Heridos y atendidos por los curanderos. Llegan las Pitonisas para ayudar, excepto Yumma, que sigue grave y convaleciente desde ayer. Piden la ayuda de Matagatos y de Plumilla.

- Analista se estremece, su cara incluso más blanca que de costumbre, y se retira a la Tienda de Mando sin decir una palabra a nadie, sin mirar a nadie. El Campamento parece quedar en manos de los mandos intermedios, Sargentos y Cabos, la mayoría de los cuales guardan un casi completo silencio mientras sus hombres obedecen sus órdenes con remarcable eficiencia.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA, MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DE LA ESTACIÓN DEL VERANO.

DÍA: TERCERO DEL MES.

HORA: POR LA TARDE.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Matagatos no abrió la boca en ningún momento. ¿Para qué? No sólo es que no hubiera una decisión buena... Es que ambas eran igual de malas. O bien traicionar a la Compañía dejándose llevar por los preceptos de hermandad que la guían, o bien traicionar a la Compañía insultando a lo que se suponía que significaba ser hermanos juramentados, en aras de mantener la disciplina y obedecer las órdenes. 

Sí, por supuesto, al Oscuro le habría gustado lanzarse a la carga con Hechizado y rebanar las cabezas de los soldados del Triplete. Pero, ¿para qué? Era un acto inútil, total y completamente inútil. Cada pérdida que el Triplete sufría, salvo algunas muy marcadas, era sólo temporal. Por cada Fantasma o soldado, otros dos aparecían para ocupar su lugar. Y la Fortaleza que les esperaba... A no ser que el Señor del Dolor tuviera un regimiento de aberraciones con la fuerza de colosos oculto por ahí, simplemente no podía vencerse. No tenía debilidades. Y podría decir que eso era lo que más dolía. La futilidad de su esfuerzo, que la venganza por el horrible sacrificio de Sicofante no fuera a tener realmente ningún efecto. 

Pero no, no era lo que más dolía. Observó sin reaccionar de ningún modo como Uro escupía a sus pies, viéndole marchar... Y poco después se mirada se posó en Analista. Éso era lo que más dolía. Sí, la disciplina era lo que les había hecho vencer sobre tantos otros enemigos... Pero era la camaradería los que les había mantenido unidos desde que acabaran con los sacerdotes. Ahora, las dos estaban rotas. Ahora, la Duodécima Compañía de Khatovar estaba rota. Derrotada por sí misma. Una salida disciplinada y respaldada por las órdenes. Esa habría sido la única solución a este asunto que habría dejado a todos satisfechos. Sí, era una trampa, pero la afrontarían como hermanos y la vencerían. Pero ya era tarde para todo eso.

De hecho, cuando volvió la atención a la batalla después de la larga mirada a Analista, vio que prácticamente había acabado. Los enemigos se batían en retirada. Por supuesto. Aquello había sido un golpe a la moral, no un ataque con verdadera intención de acabar con todos ellos. De ser así, habrían vaciado la puñetera Fortaleza. Y, tras la batalla, venían los resultados de esta. Sicofante y los rufianes, muertos. Y muchos, muchos heridos. Con un semblante abatido, Matagatos cabalgó a trote ligero hasta los establos, donde dejó a Hechizado para después dirigirse a la Tienda de los Heridos. Iba a tener mucho, mucho trabajo. 

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Terminada la batalla Loor, con el semblante serio, sale fuera, buscando a los compañeros heridos, y encargándose de llevarlos nuevamente al campamento. Entre ellos, busca sobre todo a sus compañeros hostigadores. Entre ellos a Uro y a Campaña. Quiere asegurarse que están bien.

MAÑANA DEL DÍA 4 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

El día después de la batalla Loor busca a Belleza y, ambas, van a la tienda de Tendero. Loor está silenciosa hoy, y especialmente reconcentrada.

- Loor a la Diosa, hermano de la compañía. Venimos a ver si dispones de bastones de combate, similares al mío, y de una buena honda.

TARDE DEL DÍA 4 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Loor va a la tienda de Khadesa. Al llegar a la misma, saluda desde el exterior, para confirmar la presencia de la pitonisa en la misma, y que no está ocupada con nadie.

AÑO: 201.
Estación: Verano.
Mes: Noveno (Tercero del Verano). Mes de la Jirafa.
Día: 3. Por la mañana.

En el centro del campamento, Rastrojo miró sus manos ensangrentadas. Entre las tiendas corría el silencio, en forma de brisa. Todo el mundo sabe que los espíritus cabalgan sobre el viento. Ese mismo silencio se prolongaba hasta las murallas de madera, donde la mayoría permanecía mudo; el resto, poco hablador. Rastrojo debía estar allí, con el resto... por la culpa, por el deseo de expiar sus errores, porque quería alejarse de la tienda en el que aquel cadáver dormía.

Arrastró sus pies y su moral por el suelo. Según Rastrojo se iba aproximando a la empalizada, se empezaban a agolpar los seguidores de campamento. Por aquí también pasaba el viento. Todos miraban con preocupación en dirección a lo más alto de los muros, a esas espaldas anchas, guerreras y quietas. Con incertidumbre. Con miedo. Para aquellos mercenarios, los seguidores de campamento no significaban nada. ¿Han cruzado alguno de ellos más de cinco palabras con algún soldado? Seguro que Usurero sí. Quizás el Gordo Wem, con algún hombre de armas ebrio. Pero allí había caras que Rastrojo ni siquiera reconocía. Eran mundos separados.

Entre dos mundos, en lo alto de la empalizada, pero justo por detrás de los Hostigadores, invisible, Rastrojo permaneció durante un breve periodo de tiempo. Lo suficiente para ver una pequeña parte de una batalla gloriosa cuando ya estaba decantada en favor de la Compañía. Lo suficiente para ver a aquel pájaro en la lejanía agitar sus alas para tomar altura. Lo suficiente para ver a Sicofante gritar hasta consumirse.

Cabizbajo, descendió de nuevo por las escaleras. En menos de una hora, dos vidas que Rastrojo intentó salvar, se escapaban por el tamiz. De todos los fracasos de aquel chamán de pacotilla, los de esta mañana se estaban llevando la palma. La mejor aportación que podía hacer a la humanidad era volver a su tienda y consumirse hasta desaparecer.

Minutos después, el ruido frenético de heridos siendo llevados hacia la Tienda de Heridos, perturbaron su paz. Solo pensar en la mirada de Bimbawa, con ojos llorosos, viendo cómo todos esos matasanos entran en tropel para curar las heridas de otros, mientras que durante la batalla nadie cuidaba de su hermana... Rastrojo sentiría impotencia, y rabia, si estuviese en su lugar. Rastrojo siente impotencia y rabia ahora mismo. Y seguramente Bimbawa esté odiando, de entre todos ellos, precisamente a él, que sí estuvo en los últimos minutos de Bimbata sin poder hacer nada por prolongarlos.

- Keropis, Manta y Serpiente regresan al Campamento Principal y se dan cuenta de inmediato de que ha habido una batalla. Aún se eleva algo de humo de los rescoldos de las hogueras donde se han quemado cadáveres.

Los presentes son sobretodo Exploradores, Hostigadores y Campamenteros, y sobre toda la zona pesa un aire de abatimiento, amargura e ira.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA, MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DE LA ESTACIÓN DEL VERANO.

DÍA: TERCERO DEL MES.

HORA: POR LA TARDE.

Después de prácticamente todo el día acarreando cadáveres, Lombriz se sacudió e sudor de la frente con el antebrazo. Sicofante podía haber recibido un verdadero entierro K´Hlata como se merecía, aunque antes de tiempo y de forma cruel, ¿pero sus compañeros fallecidos serían enterrados como desertores? Algo se removió en el estómago del negro, y escupió, convenientemente cerca de la pila de los enemigos. Él hubiera querido también hacer como los fallecidos, como todos sus compañeros, y la idea de servir tan bien y sufrir esa indignidad...

-No nos merecemos esto -dijo- Buenos soldados.

Contemplaba las piras que se empezaron a prender, la carne humana desapareciendo y las volutas de humo enfermo. Por unos instantes, estuvo tentado de inhalar los vapores negros, lo que le daría gran poder contra ellos, devolverles todos los jujus tramposos que habían hecho, y conseguir gran poder brujo de condenación. La idea asqueaba y fascinaba a partes iguales.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Alterada, sin saber muy bien lo que ocurría, me vi quieta en formación, sin actuar... sin atacar. Un murmullo llegó a mis oídos, parecía que Analista había prohibido el ataque. Analista era un hombre sabio, muy sabio, él sabría el motivo de su decisión.

Aguanté temblando, viendo como algunos de mis compañeros empezaban a perder la paciencia. Entre ellos Uro, que desobedeciendo las órdenes se había lanzado al ataque. Recé por él y por todos, sobretodo por la muerte de Sicofante, para que la inconsciencia le haya llegado antes que el dolor agudo de las llamas. Había sido una muerte demasiado cruel, pero el mundo es cruel al fin y al cabo. Ahora lo sabía. Cuando mi cuerpo y mi mente me pedían atacar, la inteligencia y la disciplina me mantenían en mi lugar. Todo tenía una explicación, estaba segura. Pasó el tiempo, quizás horas, hasta que lo siguiente que escuché fueron las órdenes de Lengua Negra. Reaccioné ante su voz, ahora tan conocida, y puse mi cuerpo por fin en movimiento.

TRAS LA BATALLA

Vi como Tarado y Niña de Oro apilaban los cadáveres de los caídos. Me uní a ellos. Quizás movida por mis antiguas creencias, en las que profanar y robar a un muerto es de los peores crímenes que puede cometer un ser humano. También deseaba terminar de borrar los recuerdos de la batalla anterior lo más pronto posible, y que los muertos descansasen de una vez por todas. Si yo hubiera muerto, me gustaría que me recogiesen y me diesen sepultura, o al menos que me quemasen en una hoguera. Imaginarme devorada por un carroñero era algo realmente escalofriante.

Tirando de manos heladas y pies, uno a uno, fui apilando los cadáveres, mientras intentaba escuchar conversaciones ajenas sobre lo que había ocurrido anoche. Todos los detalles me sabían a poco, y cuando más supiese de nuestro enemigo y de lo que es capaz de hacer, mejor.

MAÑANA DEL DÍA 4 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Acompañé a Loor silenciosa a la tienda del Tendero. En parte echaría en falta mi lanza corta y mi daga, pero la perspectiva de un entrenamiento con Loor me llenaba el corazón de júbilo. Al final sería más eficaz con un bastón y una honda, estaba segura.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

El ataque llega tal como se había previsto. Los seguidores se atropellan para entrar como manadas de animales ante la perspectiva de ser brutalmente masacrados por el grupo de jinetes pesados que se acercan a gran velocidad con la sed de sangre en el casco de sus monturas. Lanzo mis flechas sin mucho efecto mientras veo horrorizado como las cuerdas atan a los rufianes de Usurero y se los llevan a la rastra por la llanura.

Mis ojos se abren de par en par al ver el sufrimiento de aquellos hombres pues a varios de ellos los conocí antes de ser un miembro de La Compañía, cuando era uno de esos rufianes más. Veo como sufren y no puedo contener la rabia, por lo que lanzo mis flechas con furia y rapidez pero nada soy capaz de hacer contra aquellas armaduras y a esa distancia.

La Sargento Virote da la orden de salir detrás de ellos y me preparo para encabezar la marcha cuando escucho la contraorden de Analista, quien es realmente el líder en este momento. Me quedo en mi posición y hago el signo del puño a mi pelotón para que sepan que debemos aguardar en nuestra posición. Usurero sale a discutir con Analista y una mueca se forma en mi rostro cubierto del pesar que tengo. Usurero fue como un padre para mí cuando era joven y me gustaría ayudarle a él y a sus hombres pero tengo un deber superior que debo honrar. Hice un juramento de ello:

"Pensar que podría ser yo quien esté siendo arrastrado. Pensar que podría ser mi sangre la que se esté derramando. Pensar que yo no puedo hacer nada."

Se pierden de vista y los minutos pasan lentamente aunque mis manos no pierden su tensión sobre mi arco, dedos que están blancos de la presión que no se deja mi sangre circular y que no parece acabarse. De pronto, consigo divisar a lo lejos, más allá del alcance de mis flechas, que los enemigos han situado unos postes y cubren sus bases con ramas. Sé lo que se viene, lo tengo completamente claro.

Ante aquella imagen son muchos los líderes de pelotón que se agolpan sobre Analista para pedirle (y por algunos tonos exigirle) que de la orden de salir a rescatar a los hombres pero Analista se niega sabiendo que es una trampa. Yo también lo sé y por eso no intervengo. No es mi derecho exigirle nada a un oficial, sino simplemente obedecer.

Los cuatro rufianes y una figura que reconozco como Sicofante son atados. Lanzo unas flechas pero no consigo llegar a ellos más que para causar pequeños sonidos metálicos al impactar contra sus armaduras pesadas. La heroína de los enemigos, creo que la mismísima Heroína de la Puerta del Galdan, prende las hogueras y comienza a ejecutar a nuestros hermanos.

De pronto, las puertas resuenan con violencia y veo desde lo alto de la empalizada que la puerta ha sido derribada por el Cabo Barril, quien carga contra los enemigos sin importar las flechas de las arqueras escondidas que le atacan. Concentro mis flechas en ellas para ver si consigo cubrir a Barril.

Muchos miembros de la Compañía corren detrás de él y veo que todos tienen ganas de eso, por lo que grito de inmediato a mis tropas:

 - "¡TODOS QUIETOS! ¡EXPLORADORES, MANTENGAN SU POSICIÓN!"

Veo como Barril cae ante la enemiga y entiendo que nadie salvará a Sicofante, quien parece ser el único con vida en esas hogueras. Apunto con cuidado y lanzo un flecha que de forma casi milagrosa impacta en el Hostigador. No le mata de inmediato pero comienza a agonizar hasta matarlo finalmente después de unos angustiosos segundos. Sonrío con tristeza pero satisfecho de saber que le he ahorrado mucho sufrimiento y morirá como un hombre y no como un cerdo calcinado.

Veo como el combate transcurre mientras mantengo a mi pelotón quieto y lanzando flechas para apoyar, aunque casi nada son capaces de hacer a esta distancia. Miro a Analista constantemente, esperando a que nos permita salir del campamento y apoyar desde una distancia más razonable, aunque esa orden nunca aparece.

MAÑANA DEL DÍA 4 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

El hombre de poderosos brazos observa a las dos mujeres que acaban de entrar.

- Tengo lo que pedís. - Responde secamente. - Cinco cobres por el bastón y cuatro por la honda. - Argumenta Herrero.

Sin pararse a esperar respuesta se agacha junto a una mesa de madera y rebusca entre algunos sacos. Finalmente saca una honda de buena manufactura y la coloca sobre la mesa. Luego se gira y escoge un bastón que reposa junto a otros a su espalda, apoyados todos en una esquina de la tienda. Lo sitúa junto a la honda y deja apoyar el arma sobre la mesa también.

- ¿Es lo que buscáis? - Pregunta.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Se mantuvo en la formación, sabía que la disciplina era tan importante como luchar bien. La  efectividad de la Compañía Negra se basaba en su disciplina en el campo de batalla. De nada serbia ser un buen guerrero si no había alguien que cubriera tus espaldas.

Cuando el cabo Barril rompió la puerta y salió corriendo junto con toda la compañía de infantería, el jorobado ni parpadeo. Sabía que era una trampa, parecidas a las que se utiliza para cazar animales. Se colocaba un señuelo y se esperaba que el animal saliera de la madriguera. Estuvo a punto de gritar que parara, pera eso sería una falta de respeto contra sus superiores.

Cuando el olor a carne quemada comenzó a llegar, Caracabra tuvo que contener las lágrimas y empezó a apretar la lanza con ambas manos con tanta fuerza que comenzó a clavarse las astillas del mango. Algo iba mal.   

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Mientras el sonido de nuestras voces se escuchaban al entablar una melodía para el combate, un comunicado de que alguien se acercaba me hizo ponerme más tensa que de costumbre. Las puertas se abrieron por un breve instante dejando pasar al soldado que rápidamente se acercó a Lengua Negra tras desmontar. Al momento, escuchamos las órdenes del cabo que era prepararnos para la defensa. La sargento Falce da la orden de que abran nuevamente la puerta y sale fuera, cuando la vi desaparecer escuché el grito de alerta arriba en la empalizada. Otro sargento esta vez el sargento Virote ordena la persecución, pero alguien corriendo desde la tienda de Mandos da una contraorden para que todos nos quedásemos en nuestros puestos.

No pensaba hacer otra cosa, ya de por sí ni los altos cargos se ponían de acuerdo para que en el regimiento cada uno hiciera lo que quisiera... Cuando nos llega a todos el mensaje de lo que está sucediendo más allá de la empalizada... al parecer están quemando a uno de nuestros hermanos en una pira junto a cuatro Rufianes de Usurero. Sea quien fuese el hermano no se merecía morir así, y más con aquellos sinvergüenzas. Miro a los guerreros de mi alrededor aquellos que han destacado por sus proezas en la batalla, pero nada me dicen sus rostros entristecidos. En la tienda de Mando se entabla una discusión y rápidamente intuyendo un amotinamiento en nuestras filas ordena tajantemente que se mantenga la formación. Los arqueros de arriba empiezan a disparar, y algo me hierve en la sangre al no poder estar ahí fuera, órdenes y más órdenes, dicen que es una trampa, y ya aprieto los dientes mordiéndome el labio inferior haciéndome sangre de la propia incapacidad que me domina y nubla mi mente de rabia contenida. Un alarido aterrador se escucha y me llega el murmullo de Sicofante, es una vergüenza que la compañía negra sufra este ultraje como gallinas amotinadas en el corral, esperando que los lobos pasen de largo. El pensamiento de la sangre que me atragantaba cuando estaba en la tienda de heridos vino a mi mente y la escupí al suelo, todo era propicio para que hoy no corriese más sangre. 

El cabo barril empieza a embestir las puertas del campamento para salir al rescate y romper así nuestro silencio, vengar a nuestro hermano tendría que ser nuestro propósito. Quiero correr ayudarle vengar a nuestro hermano, pero si desobedezco seré otra paria y lo peor sería que de nada habría valido mi muerte. Mis ojos llenos furia y mi cuerpo dominado por la tensión hacen que estruje la lanza como si fuese el mismo enemigo, la vista se me nubla esta vez y noto como ligeras lágrimas corren por mi rostro. 

Después tras otra orden de aquel hombre de la tienda de Mandos para que no nos movamos es desoída por los superiores que salen junto con la infantería por la puerta destrozada. Ya era demasiado la vergüenza de nuestro acto. Pronto escucho la guerra más allá de la empalizada, la huída de las fuerzas enemigas y el llanto y dolor de nuestros compañeros de la infantería. 

Después el cabo Lengua Negra nos ordena el transporte de los cadáveres. Para eso hemos venido los campamenteros para no conseguir ni honor ni gloria, solo ser los enterradores de nuestros héroes caídos. 

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA, MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DE LA ESTACIÓN DEL VERANO.

DÍA: TERCERO DEL MES.

HORA: POR LA TARDE.

Tras enterrar los cadáveres he visto los rostros desencajados por la rabia y el dolor, ahí yacen los héroes de la compañía, más los heridos que son transportados a la tienda para otra vez sufrir el tormento de curarse o desfallecer. Espero que Analista haya podido entender que somos guerreros, mercenarios hombres que dan la vida por otros hermanos juramentados. Da igual si es una trampa o si yacemos todos en el fango, para eso hemos venido a la compañía no para estar detrás de las empalizadas esperando el mejor momento de vengarnos. La rebeldía y omisión de sus órdenes espero que hayan servido para que sepa dar órdenes conforme a la compañía de mercenarios. Hombres que no les importa morir por los hermanos caídos mientras que haya un mínimo resquicio de poder ser vengados. Con Sicofante muerto, Uro perdido y la poca acción de los campamenteros, hace que me plantee el poder ser soldado de la compañía, al menos tendré un puesto en el que demostrar mi valía. No el de los campamenteros que cuando no recogen boñigas solo sirven para enterrar a los hermanos caídos.

MAÑANA DEL DÍA 4 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Examiné el arma con la mirada, intentando adivinar cuál sería su potencial. Tímidamente, y bajo la atenta mirada de Herrero, acaricié con el dedo el bastón, con la esperanza de que ese corto contacto me sirviese para saber más sobre aquel arma.

Igual de rápido retiré el dedo y miré a Loor, esperando que diese su veredicto sobre lo que nos ofrecía Herrero y así poder decidirnos sobre comprarla o no.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: CUARTO DEL MES.

MEDIODÍA.

Correcta es la primera en dar el aviso. Tres hombres se acercan al Campamento desde el Sur.

Pronto se descubre que son la última de las patrullas que faltaba por retornar, compuesta por dos Exploradores y un Hostigador. Se trata de Escudo, Niño Guerrero, y Ojopocho.

Las tres parecen sorprendidos al llegar ante el olor a humo reinante, y pronto se fijan en los establos ennegrecidos por el fuego y en los trabajos de los Seguidores de Campamento por terminar de demoler el almacén de alimentos y en erigir uno nuevo.

El viaje había sido largo y complicado tras la persecución, pero parecía que el campamento lo había pasado mucho peor que ellos.

Escudo levantó en el aire su escudo para que lo identificaran en el acto. Veía algunos edificios quemados y signos de un ataque. La curiosidad le alentaba a preguntar lo que había pasado, pero era un soldado y el deber es lo primero.

- Necesito informar a Astado o a cualquier otro mando del equipo de exploradores. - Comentó a la primera persona que encontró, tras saber su localización fue a verlo.