Partida Rol por web

DÉCIMO QUINTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 16, DÍA DE LA LUNA.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: LLOVIZNA TENUE, GOTAS.

Cuando Barril les pidió el dinero el jaguar parpadeó un poco confuso y puso cara de extrañeza, como si no supiera de que le hablaba. Entonces cayó en la cuenta que en el morral del druida que no había revisado y que solo había visto lo evidente, un frasco parecido a los que les diera Seldocha, podía haber más cosas. Y en efecto, pronto sacó un saquito. Lo meneó y tintineo.

- Sí. Suena a dinero - admitió dándoselo a Barril. El jaguar no hacia especial aprecio al dinero. Sabía que era muy útil en sitios "civilizados". Pero como fuera que desde que estaba en la Compañía la mayor parte del tiempo lo pasaban en campaña, en montes, bosques, campos de batalla o campamentos con escasos recursos... excepto para pagar por alcohol o prostitutas en este último, el dinero no tenía mucho sentido. Y como fuera que Guepardo estaba castrado y no era amigo de las bebidas alcohólicas su interés por el vil metal era aun menor. Si en el fondo común de la Compañía iba a ser útil, que fuera allá.

- Poca ganancia y muchas pérdidas, Cabo - opinó en relación al poco dinero que habría en los sacos y la gran pérdida de Matador y otros recursos. Por el momento el negocio había sido de todo menos rentable -. ¿Algo más? - preguntó antes de terminar de prepararse para partir en la misión de rastreo y exploración junto a Frontera.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 16, DÍA DE LA LUNA.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: LLOVIZNA TENUE, GOTAS.

Casi se había quedado dormido durante la guarda, debido al cansancio extremo del día anterior, pero gracias a la compañía de los que como él hacían guardias aunque fuesen de curanderos, le fue más fácil mantener los ojos abiertos.

Mientras recogía sus cosas felicitó a Guepardo.

-Oye Guepardo, no te he dicho nada, pero buen lanzamiento ese que has hecho antes del desayuno- Le sonrió amistosamente -Creo que no me equivoco si digo que has salvado a muchos compañeros, porque si en vez de estar a distancia, hubiésemos estado en el cuerpo a cuerpo, seríamos literalmente papilla ahora mismo, jaja-

Continuó recogiendo sus cosas.

-Es bueno para ti, Guepardo, así te resarces de la de ayer con aquellos putos bichos que me mordieron el paquete-

Escuchó al cabo Barril, mandando aquella misión de exploración, mientras asentía sumido en sus pensamientos de nuevo. Él no iba a ir, porque el gordo metálico lo odiaba o a saber, en aquella misión le había quedado claro con varias acciones a lo largo de aquella mañana que o no confiaba en él, o su opinión respecto a Lombriz era, cuanto menos, basura.

Le daba igual, porque el caso era que Lombriz estaba indemne, y el cabo gordo, con una buena abolladura en su armadura y los pies reventados. 

El K'Hlata se rio solo, justo cuando Barril lo llamó a él y a Guepardo, para sorpresa generalizada de Lombriz.

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Sus hostiles pensamientos contra el cabo se diluyeron rápidamente cuando este le llamó aparte junto a Guepardo. No le caía mal ese negro, a pesar de que por su ineptitud casi acabaron muertos, por contra, aquella mañana los había salvado, y eso era bastante de agradecer, lo que da por lo que se quita.

Lo que sí era más o menos bastante cierto, era el aprecio que tenía Barril por Guepardo, pues había estado bien marcado desde el inicio hasta el final de la misión, que era el niño bonito del acorazado 'Oscurecido'. Eso no se podía refutar de ninguna de las maneras.

Ya había mandado una pequeña exploración, y aquella llamada aparte le sorprendió, quizás le otorgaría a él otro tipo de misión secreta que no podía ser comentada al resto, algo peligroso u oscuro que solo Lombriz era capaz de hacer.

— Antes de partir necesito que me entreguéis las bolsas de monedas que cogisteis de los Druidas muertos. Probablemente estas sean una de las primeras ganancias de la Compañía y tienen un valor simbólico además de monetario, así que las necesito con todo su contenido original. Entregádmelas, por favor. —

Al escuchar las palabras del cabo, Lombriz se quedó más tieso que una estaca. Le había roto la ilusión de golpe, lo que devolvió al K'Hlata a la realidad. Aquel gordo de mierda lo odiaba a muerte por algún hecho que Lombriz desconocía.

Su único gesto, petrificado al igual que una estatua, fue entrecerrar los ojos muy lentamente, hasta casi cerrarlos. Tras esto, echó mano a su zurrón, muy despacio, estúpidamente despacio, como para no hacer notar a Barril que en aquel momento lo odiaba más que a nadie. Y no por el hecho de tener que entregarle la bolsa de monedas, eso le daba igual a Lombriz, si no por el constante acoso y derribo, que a juicio del K'Hlata, lo estaba sometiendo. 

Igual de despacio, extendió el brazo con la bolsa hacia Barril. 

Mentalmente, renegó y se cagó en todo lo que un K'Hlata podía cagarse.

-¿Algo más, cabo?- Le respondió con una voz desprovista de toda alma o sentimiento, similar a la estatua que estaba escenificando en aquel momento, todo para no delatarse.

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HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: LLOVIZNA TENUE, GOTAS.

Plumilla despertó totalmente descansada, la infusión que le diera Guepardo la noche anterior habiendo hecho el efecto preciso. Revisó los vendajes que tapaban la herida que había sufrido del druida el día anterior y al ver que estaba limpia asintió aliviada. Aunque no veía la herida, oculta por los vendajes, podía notar como estaba acartonada y sin dolor adyacente por lo que cicatrizaba a buen ritmo y sin infecciones que pudiera notar.

Levantó la mano e hizo un mohín de disconformidad al notar como aún tenía suciedad debajo de las uñas… Una de las primeras cosas que había aprendido como sanadora era mantenerse lo más limpia que permitían las condiciones… Y teniendo un arroyo cercano, no había excusa viable. Cogió el jabón de su mochila y se acercó al arroyo para lavarse a conciencia, centrándose en las manos y los pies tal como le enseñara su madre de pequeña.

Después, regresó al campamento y recogió sus cosas para estar lista para partir, guardando su tienda y enseres en la mochila. Frunció el ceño al ver el garrote y la jabalina que recogiera el día anterior: la jabalina le iba a ser de gran utilidad pues ella podía ser más útil en combate a distancia, adicionalmente, el garrote parecía de buena calidad y un arma cuerpo a cuerpo mejor que la lanza… se encogió de hombros, si los mandos querían las armas de vuelta sabían dónde estaban y mientras tanto intentaría darles un buen uso.

Una vez preparada, se acercó a Caracabra con una sonrisa aliviada al verlo despierto, - ¿Cómo estás? – le preguntó mientras echaba un ojo a los vendajes para asegurarse que aun estaban limpios y bien atados, - Si necesitas ayuda para preparar tus cosas para partir, avisa, no deberías hacer esfuerzos excesivos mientras no cicatricen bien las heridas. – Recomendó con el semblante serio.

Parece que el grueso Oscuro va a dar por terminado el breve encuentro, pero se detiene a medio paso, mientras sopesa una y otra bolsa en cada mano.

— Pues sí, hay un par de cosas más que quería comentaros. Primero, parece que Lombriz no mata mucho con esa lanza que lleva, y tú ya necesitas las dos manos para llevar tu arma tribal, Guepardo, así que déjale ese estupendo garrote que cogiste de uno de los druidas, a ver si lo usa para algo útil. Tuve oportunidad de blandir uno y tenía un peso, equilibrio y dureza excepcional. En tus manos está desaprovechado con esa magnífica lanza que ya portas, que sin duda está encantada.

La segunda es una pregunta para los dos. Hay un buen puñado de monedas en cada saco, — Barril abre uno de ellos mostrando a los soldados un montón de monedas de oro — alrededor de cien en cada uno por el peso. ¿Qué hubierais hecho con todas estas monedas si yo no os las hubiese pedido? —

Barril se queda mirando a los dos soldados de manera alternativa. Su tono volvía a ser neutro. Afiladamente neutro.

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HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: LLOVIZNA TENUE, GOTAS.

El comentario de cederle el garrote que colgaba de su cinto a Lombriz hizo que el joven lo pensara un momento, pues si en alguna ocasión echaba mano del escudo era un buen arma. No obstante si el antiguo esclavo le iba a dar mejor uso no tuvo problema alguno en cedérselo. Era verdad que la Lanza del Jaguar era su arma principal y que las posibilidades de emplear escudo y arma a una mano eran escasas. Había sentido en la apreciación del Cabo. Entonces llegó la siguiente pregunta.

Guepardo frunció el ceño y miró unos instantes al oficial, comprendiendo una suerte de interrogatorio en ello. No le gustaba aquello, pero tampoco es que tuviera nada que ocultar.

- Supongo que el dinero languidecería y sacaría polvo hasta que me fijara en el saco - respondió honestamente -. Cien monedas de oro... parece mucho, ¿no? - preguntó sin estar seguro si tenían mucho o poco valor. Solo había conocido la divisa en plata y el oro le era algo ajeno. Aunque tenía oído que valía más que la plata, sin saber cuanto más -. Supongo que después se lo daría al Cabo Ponzoña, mi superior, para que hiciera lo correspondiente con un botín de guerra. Lo habitual. Aunque también le pediría, si es posible, que con parte de esa suma se repusiera mi la lanza corta y mi jabalina perdidas en esta misión - dijo de una manera abierta y sincera, encogiéndose de hombros -. ¿Alguna pregunta más, Cabo? - terminó por preguntar con rostro serio pero respetuoso. Se sentía algo molesto por la falta de confianza del oficial sobre el correcto proceder del dinero que haría el jaguar. La duda ofendía.

Barril asintió con un leve sonido metálico. Entendía la suspicacia ante una pregunta directa, más esperaba que apreciaran el ser directo como algo positivo. Si pensara mal de ellos, se las hubiera reclamado a voces la noche anterior, en realidad.

— Bien pensado Guepardo, tu curso de acción me hubiera parecido correcto si tu Cabo estuviera aquí, pero hoy tu Cabo soy yo y el oficial al mando, Analista. No te quiero quitar razón, sólo trato de ampliar tu visión de conjunto. El esquema de Escuadras quedó temporalmente en suspenso en cuanto se hicieron grupos mixtos, así que nos debemos a aquellos con quienes compartimos la misión.

No me entendáis mal, no desconfío de vosotros, sólo quería entender qué pasa por las cabezas de aquellos bajo mi mando. De esa manera es más fácil funcionar como una unidad, como ha sido el caso de la parte final de esta misión. Si bien he de decir que nos ha costado algo entrar en calor.

Reportar al mando es la actitud correcta, sólo que en este caso son unos mandos diferentes a quienes estáis acostumbrados a obedecer. Pero el asunto es que la estructura de la Compañía no se vea comprometida y todos sepamos cómo actuar de la manera más eficiente posible. —

Hizo un gesto a Guepardo, indicándole que marchara si sus obligaciones le requerían. O también podía esperar y ve qué tenía que decir el lumbreras de Lombriz de todo esto.

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Lombriz continuaba quieto como una estatua, en la posición de firme, con los ojos entrecerrados lo máximo posible sin perder visión. Escuchó al cabo de nuevo, que con otra ofensa más, no parecía acabar nunca de menospreciarle y humillarle. ¿Había firmado en algún sitio que no podía abandonar aquella compañía, y que debía de permanecer en ella hasta morir o ser ajusticiado?. 

—No mato nada con mi lanza— Pensó malhumorado —Díselo al puto leñador de mierda que iba de cabeza hacia ti, o al monstruo de Adriana cuando le clavé una punta hasta el hueso, o aquel loco del camino al que le perforé las costillas—

No dijo nada, ni se movió, solo lo haría cuando o bien Guepardo le diese aquel garrote, o cuando el cabo lo ordenase.

Un garrote, lo que no dejaba de ser un palitroque grande. Y encima con cachondeo. Le entraron ganas de arrebatarle el garrote a Guepardo y prenderle fuego delante de Barril. 

Como era de esperar, sumido en sus vaivenes mentales, Lombriz habló al final de todo, respondiendo a todo como si fuese el primero en contestar y no Guepardo.

-Informaría a mi jefe-pero-no-cabo Piojillo, como hago con todo, lo mismo que con el fuego dentro del cristal que aún tengo- Senteció, sincero y con la voz ciertamente ausente. 

-Porque usted ya sabía que teníamos las bolsas, el fuego y los bebedizos- Podía haber ampliado la información, decirle que si sabía que tenían todo aquello y no ordenaban nada, es porque no le había dado la gana, o que le importaba poco, pero se calló, dando a entender eso mismo con su respuesta.

Barril miró al antiguo esclavo con algo de detenimiento. Parecía que aún quedaba algo de seso ahí dentro después de que el Profanador de Mentes le diera por el culo.

— Vaya Lombríz, he de admitir que con tu tendencia a exagerar últimamente esperaba una respuesta diferente de ti, pero parece que aprendes rápido. No pareces muy contento con que te asigne el garrote, así que como tienes aprecio a tu lanza, sigue con ella. Guepardo, haz llegar ese garrote a Caracabra; empeñado como está en que le maten en cuerpo a cuerpo al menos le servirá de algo. Ahora que lo pienso Lombriz, si tu forma de luchar es esconderte y arrojar lanzas, no creo que te valga para mucho.

Lo mismo que le he dicho a Guepardo se aplica a ti, por cierto. No hay más preguntas, podéis continuar con vuestras tareas. —

El caso es que uno no se podía fiar de Lombriz, últimamente. Parecía que en su cabeza había un problema de estabilidad temporal y hablaba de algo que había ocurrido hacía horas o días, como si hubiera ocurrido hacía un minuto. Era de locos, por suerte no era él quien tenía que bregar con su mente perturbada a diario. Ahora sentía algo de pena por Piojillo. Al menos un poco.

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-No, cabo, no es mi forma de luchar- Comentó ciertamente ofendido. -Es lo que se nos ordenó, proyectiles, y ya que lo ha mencionado, prefiero combatir cuerpo a cuerpo, así se lo expresé a Piojillo y así se lo expreso a usted también- Satisfecho ya en parte, se relajó un poco. 

-Si no ordena nada más, cabo, marcho a mis quehaceres-

Poco más podía sacarse de allí, pensó el K'Hlata antes de que el cabo le diese, o no, permiso para volver a sus cosas.

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La noche anterior, tras un rato de contemplación, Sabueso decidió retirarse a descansar. Entonces apareció Guepardo. Le decía que tenía que ver sus heridas cerca del fuego. Sabueso arrugó la frente. Sus heridas estaban bien. De hecho, las heridas había que dejarlas. Era lo mejor para que cicatrizaran lo más lentamente posible, así el dolor se prolongaba un poco más. Si se trataban, curarían antes, desperciciando valiosos instantes de sensación iluminadora. Además, ya se había tomado dos pociones curativas por necesidad. A su juicio, eso ya le había proporcionado todos los cuidados que podía necesitar... pero aunque no estaba conforme, cedió y se dejó tratar por él, aún con cierta reticencia. Si esas cosas se hacían así en la Pequeña Compañía, él obedecería.

Tras los cuidados de Guepardo volvió al lugar donde dormiría esa noche, apartado y en la oscuridad. Su lugar. Como ya tenía los ojos cerrados, simplemente se tumbó en el suelo y esperó a que le venciera el sueño.

A la mañana siguiente se despertó acurrucado y helado hasta los huesos bajo una fina llovizna. Se incorporó e hizo algunos ejercicios de estiramientos para desentumecer las articulaciones. El dolor de los estiramientos le terminó de desperezar. Los estiramientos eran importantes. Había que practicar a menudo para poder llegar con el pie al rostro de alguien, sobretodo si ese alguien era alto.

Luego se dirigió al arroyo y se limpió. Los cuidados de las heridas con hierbas y ungüentos por lo general eran innecesarios, pero la higiene del cuerpo era fundamental. Si una herida se infectaba, tendría fiebre. Y si tenía fiebre sus golpes serían débiles como los de un niño.

Cuando terminó, volvió a vestirse y se acercó al campamento. Ya estaba en pleno movimiento. Los mercenarios iban de aquí para allá, desayunando y empaquetando sus pertenencias.

Se dirigió donde estaba Analista para hablar con él. Había meditado al respecto la decisión que éste habia puesto en sus manos. Se acercó humildemente. Ahora que había terminado la misión, Ama Seldocha ya no era su ama, solo Seldocha. Ahora era propiedad de la Compañía, pero Amo Analista no quería ser amo. Es más, le había dado la libertad de marcharse si así lo deseaba. Sabueso estaba desconcertado. Siempre había un amo. Se sentía como un perro sin dueño:

— ¿Puede... puede hablar Sabueso con Amo Analista? — solicitó, y esperó unos instantes a que le diera su permiso antes de continuar la conversación algo más apartados. No tenía nada que esconder de cuanto iba a decir, pero pensó que tal vez fuera mejor ser prudente. Apenas conocía a los mercenarios de hacía dos días, y algunos ojos lo miraban con natural desconfianza.

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Guepardo terminó por asentir a Barril. No tenía problema en tratar al Cabo como lo haría con Ponzoña. La verdad es que él comentó al oficial de los hostigadores por el mero hecho de que dudaba que se diera cuenta del dinero hasta que no llegaran a Verdín, donde desharía todo su equipo y encontraría el saco. Y allí, Ponzoña sería de nuevo su superior directo. No obstante no añadió nada más por no alargar una conversación inocua, a su ver.

Al escuchar a Lombriz notó lo cortante de sus palabras, aunque no irrespetuosas. Le resultó evidente la tensión del k'halta para con el oscuro. No sabía a santo de qué, pero era palpable, captando la perspicacia del soldado sobre lo que el cabo ya conocía del contenido de los morrales druídicos y bien podían habérselos pedido antes, aunque aun con el combate reciente y los heridos que atender resultaba un poco absurdo estar pensando en el dinero. Aunque Guepardo hubiera percibido el botín desde el principio, con toda la asistencia que tuvo que hacer después, pasando la noche en vela, y la importancia que le daba al dinero, dudaba que se hubiera acordado de aquella nimiedad, igualmente.

- Me prepararé para el rastreo, Cabo. No obstante, si el rastro va en dirección opuesta a nuestro regreso a Verdín, Frontera y yo necesitaremos saber hasta donde debemos seguirlo y hasta que momento se nos va a esperar antes de que el grueso del grupo parta. No vaya a ser que nos separemos por largo y dos hombres solos en un bosque como este... no es nada aconsejable, Cabo - comentó el jaguar.

Echó mano del garrote y cuando fue a dárselo a Lombriz hubo un cambio de opinión de Barril. La tensión crecía. El explorador, levemente confuso ante la incertidumbre y las órdenes contradictorias tan rápidamente, mantuvo la postura de amago de dar el arma al antiguo esclavo pero sin terminar de dárselo, esperando una decisión definitiva del oficial ya que Lombriz no parecía rechazarlo. Y esperó una confirmación del oficial tanto para dárselo como para negárselo y entregarlo a Caracabra en el último caso.

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Barril hizo un gesto con una mano enguantada en metal.

— No, no, el garrote dáselo a Caracabra. Le dará mejor uso seguramente. En cuanto al tiempo, mi opción pasa en salir de aquí en algo menos de hora y media. En principio me gustaría que no os alejarais tanto como para que no podamos oírnos, pero lo dejo a tu criterio dependiendo de lo que encuentres. Lo ideal sería que nos indicarais en qué dirección os alejáis si es que vais a hacerlo más allá de ese límite. Y sois tres, os lleváis a Dedos también por si hay que ir de puntillas a ver algo.

Hemos terminado aquí, a ponerse en marcha. —

El enorme Oscuro decidió dar algo de autonomía a Guepardo, después de todo había demostrado que sabía manejarse bastante bien. Esperaba no tener que arrepentirse de esa decisión.

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Ante la última orden de Barril el jaguar asintió con la cabeza. Miró a Lombriz un instante, se encogió de hombros y con un movimiento hábil de muñeca hizo girar el garrote, retirándolo del alcance del soldado y enganchándolo en su cinto.

- Entendido, Cabo - contestó ante la aclaración sobre la exploración y el que Dedos podía acompañarlos -. Con su permiso - dijo a modo de despedida y se alejó en busca de Caracabra primero y de Frontera y Dedos después.

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La llovizna no molestaba a Guepardo. Al contrario, le gustaba. Resultaba refrescante. Una lluvia intensa... eso sí que era algo molesto. Aun así, tras haber hablado en privado con Lombriz y Barril, se arrebujó bien en su capa. La llovizna era de agradecer en primavera, cuando intercambiaba su presencia a ratos con el cálido sol. En invierno aun permanecían las bajas temperaturas y la llovizna en ese estado no era del agrado de ningún k'hlata. Ni siquiera los más norteños, como los jaguares asesinos.

Caminó hasta situarse junto a un recién levantado Caracabra. Su rostro mostraba mejor aspecto, más allá de su fealdad. El día anterior estaba pálido y ahora había recobrado su color pardo habitual. Estaba activo y le costaba moverse, algo normal con la cantidad de vendajes y heridas dolorosas que tenía.

- Hola, compañero. El Cabo Barril me ha aconsejado que te haga un regalo - dijo mientras desenganchaba de su cinto uno de los garrotes druídicos -. Creo que le darás buen uso. Esta muy bien fabricado y equilibrado - comentó girándolo con habilidad en su mano y finalmente dándoselo -. No podrás arrojarlo como una lanza, pero en distancias cortas puede llegar a ser más efectivo - admitió. Observó los vendajes y heridas y sonrió satisfecho al ver que el trabajo de sanación iba muy bien -. No estás para correr, pero cuando nos movamos podrás caminar - opinó.

Tras dejar a su compañero hostigador, el jaguar buscó y se juntó con Frontera y Dedos. Iban a hacer una breve salida de exploración y tenían que ponerse de acuerdo.

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- Frontera, Dedos - los saludó con una leve asentimiento de cabeza -. Ya sabéis que Barril quiere que rastreemos de dónde vinieron los harapientos. Dice bien al indicar que no tenían ni comida ni bebida, por tanto es de pensar que su lugar de partida no debe estar lejos - añadió opinando igual que el cabo -. No deberíamos alejarnos demasiado del campamento. No tanto como que no fueran capaces de oír gritos nuestros si estamos en problemas. Y no deberíamos invertir más de hora y media en el proceso, pues ese el tiempo que van a tardar en partir el grupo principal - indicó dando a entender que aquello no sería más de unos pocos centenares de metros, a lo sumo -. Si por razones de interés o de fuerza mayor tuviéramos que alejarnos más, deberíamos dejarle señales claras de nuestro avance - terminó -. ¿Alguna pregunta antes de partir?

No pretendía parecer el jefe del grupillo, ya que era un gafe en liderar grupos, pero Barril le había llamado a él y le había dado las indicaciones a él. Así que tenía que ser el que más hablara.

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Un nuevo día comenzó, la llovizna llegó a los oídos de Caracabra y poco a poco fue despertando. De nuevo estaba en la realidad, el dolor que sentía era inmenso pero eso significaba que seguía vivo. Miró a su alrededor, un campamento improvisado se alzaba dando la buena noticia al jorobado, el grupo había ganado el combate.

Con dificultad se incorporó y miró los vendajes que le aplicaron en las heridas, poco a poco se levantó  y gestos de dolor se vislumbraron en su rostro, se encontraba muy malherido pero por lo menos estaba vivo. No era la primera vez que rozaba el filo de la guadaña de la muerte, durante los últimos días ya han sido varias veces que ha estado al borde de morir.

Se aseó un poco para terminar de despertarse, había estado inconsciente durante mucho tiempo y sus músculos estaban algo entumecidos. Se reactivó y decidió llevarse algo al estómago, se acercó a Frontera para recibir su ración del desayuno y volvió a sentarse al lugar en el que estaba acampado.  

Mientras se terminaba la porción de comida pudo ver a Guepardo acercarse a él y como le entregaba uno de los garrotes druídicos. El jorobado sujetó el arma y la movió entre sus dedos, pasándola de una mano a la otra y comprobando así su peso y manejo.

- “Muchas gracias por el arma y por la ayuda Guepardo, te lo agradezco.” – hizo un gesto de asentimiento y continuó con su descanso, para luego ponerse a recoger y preparar el inicio de la marcha.

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—Ninguna por mi parte —contestó Frontera, mirando a Dedos por si ella tenía algo que comentar.

Debían partir ya en busca del rastro, antes de que pasara más tiempo.

—Mientras recogía mis cosas te he visto observando la linde del campamento. ¿Has encontrado algo Guepardo? ¿O avanzamos tentativamente en la dirección de la que parecían proceder cuando salimos del camino de piedras?

El jaguar había estado dando vueltas un largo rato, seguramente buscando pistas que les sirvieran para comenzar su búsqueda, pero desconocía si había llegado a encontrar ningún rastro que no hubieran destrozado durante el combate contra el guerrero colmena.

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Cuando volvía con el grueso de la tropa, Barril pudo ver que Sabueso aún hablaba con Analista algo más alejado, así que se concentró en lo que tenía delante: Terminar de preparar su equipo y dar algunas directrices generales sobre el viaje de vuelta.

— Salimos en hora y media más o menos. Todos listos para partir para entonces, y quiero que Plumilla y Caracabra recojáis las tiendas de los que salen de exploración y dejéis sus cosas preparadas para salir. En teoría no se van a alejar demasiado, pero eso siempre puede ser relativo.

Lombriz me recordó algo, y es que hemos perdido a un soldado en esta misión. Este trabajo no es fácil, y son reveses que se nos van dando a lo largo de los años en la lucha. Llevo en esto bastante más que cualquiera de vosotros y os puedo decir que no me he acostumbrado, y bajo mi punto de vista, el que lo haga debería empezar a buscarse otra profesión. El caso es que Matador fue un buen soldado. A pesar de los demonios que tenía en su interior provenientes de la vida como gladiador habían teñido su razón de una lucha interminable en la que veía enemigos por todas partes, él era un hombre de la Compañía de los pies a la cabeza. Muchos no le conocíais demasiado, así que sólo me referiré al último acto que realizó y del que algunos fuisteis testigos: Quitarse la vida antes de que dominado por la furia de sangre quitara alguna de las de sus Hermanos.

Sólo os pido que dediquéis unos momentos a pensar en que quizás por sus acciones alguno de nosotros estamos aquí ahora. Y dicho esto, todo el mundo a moverse, necesitamos volver a Verdín y reunirnos con el resto de la Compañía. También quería dejar claro que hemos capturado una cantidad de monedas importante y que voy a proponer al Mando que se lance la primera paga de la Compañía en estas nuevas tierras, así que es posible que vuestras bolsas se alegren en un futuro cercano. ¡A trabajar, soldados! —

El grueso Oscuro terminó de recoger sus enseres, para luego recostarse con los pies en alto, encima de su mochila; y es que cuanto más descanso diera a sus viejos pies mejor sería para la marcha que emprenderían. Su consuelo es que esperaba catar algo más fuerte que el agua cuando llegaran a su destino.

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HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: LLOVIZNA TENUE, GOTAS.

El impacto lento y continuo de gotas de agua sobre su frente, filtradas entre la lona de su tienda por alguna minúscula rotura, despertó a Lagrimita de su letargo. Escuchaba los sonidos derivados de una actividad creciente terminaron por arrancarle, muy a su pesar, de las profundidades oníricas en las que se encontraba. Cansado por la guardia nocturna se dispuso a asomar la cabeza captando el aroma del rancho y el de la tierra mojada a parte iguales, miró alrededor y se volvió a meter dentro del habitáculo para tumbarse durante unos minutos más mientras revivía sin quererlo la totalidad de los sucesos pasados.

Tras visitar la letrina en ayunas, aliviado por la sensación de vacío, el oscuro dirigió los pasos hacia la hoguera con la intención de echar algo al estómago, previo paso por su tienda para llevarse la escudilla y un pellejo de agua para beber. - Buenos días, ¿Qué tenemos hoy Frontera? Huele bien, aunque con hambre cualquier cosa lo haría. -  Sonrió tímidamente, la pérdida de Matador no animaba a nada más. - ¿Has logrado dormir bien? Yo, francamente, he notado la guardia más de lo normal, por suerte mi leve cansancio no me supondrá un impedimento ya que el dolor de mi herida remite. ¿Sabías de las artes curativas de Guepardo? Yo me enteré ayer, sus conocimientos superan los míos ampliamente. - Terminó por elogiar. Comió y bebió durante un rato, charlando con quienes por allí se prestasen a ello. Lo siguiente fue una parada en el arroyo, en sus frías aguas dedicó un tiempo generoso al aseo personal teniendo especial cuidado con no mojar los vendajes.

El cabo Barril pronto les hizo llamar para dedicarles unas palabras, nadie había dicho al respecto desde el pasado atardecer y no podía demorarse mas. Fue directo y parco, el mestizo era un guerrero contrastado y válido que sin duda tenía su lugar ganado en la compañía, sin embargo, todos sabían que tarde o temprano aquellos demonios internos le acabarían condenando de una u otra manera... Una opinión que se podría extender a un par de los presentes, y de la que esperaba no tener que contemplar en el futuro.

Había nuevas órdenes que cumplir, Lombriz, Dedos y Guepardo saldrían de exploración en busca del posible campamento cercano de los harapientos y el resto tendría que ir empaquetando sus cosas y desmontando todo el campamento. Se ocupó entonces de desmontar la tienda del jaguar dejando sus cosas cuidadosamente ordenadas a un lado. De esta forma, solo tendría que volver y gestionar mínimamente como llevar sus bultos. Con su tienda también desmontada al rato, usó la caja vacía de las pociones como taburete con la intención de pasar revista a todo su equipo, limpiando sangre y suciedad visible allí donde se encontrasen antes equiparse para la partida.