Partida Rol por web

MATAGATOS:

Cosas que llevaba encima Sacorroto:

- Ropas de buena calidad, sería de muy mal gusto cogerlas, las llevaba puestas y están manchadas de sangre debido a lo brutal de su ejecución.

- Daga de calidad noble con pequeñas gemas engastadas.

- Espada larga de calidad noble.

- Cinturón de cuero de buena calidad con fundas para daga y espada.

- Anillo de oro macizo con sello familiar.

- Una bolsa cuero de monedas, que contiene 9 platas y 39 cobres.

Cosas en la zona de acampada de Sacorroto:

- La mula Pantera, con arreos de carga y alforjas.

- Una cota de mallas de cuerpo completo.

- Un escudo pesado de acero.

- Una manta y una estera.

- Una mochila con una piedra de afilar dentro y yesca y pedernal.

- Tres pellejos de agua llenos.

- Una tienda de campaña (la mayoría de las cosas estaban dentro).

- Dos trozos grandes de jabón.

- Lacre para sellos, diez pergaminos en blanco, pluma de ganso para escribir y un tintero.

- Un juego de ropas de viaje.

- Dos mudas de ropas de calidad noble de repuesto.

La tarea de tener que registrar a un cadáver y sus pertenencias no era lo más atrayente, sobre todo si hasta hacía poco había sido un compañero con el que habíamos compartido meses de instrucción. Pero alguien tenía que hacerlo y yo había sido el elegido. Seguía dándole vueltas a todo lo que había pasado unos minutos antes. Rebusco entre el cuerpo destrozado y lleno de sangre de Sacorroto y le voy despojando de todo lo que considero valioso o útil hasta dejarlo tan solo con la ropa. Aunque está llena de sangre la ropa es de muy buena calidad y seguro que muy cara, pero no seré yo quien se la quite sería denigrarlo más de lo que se merece. Cuando termino de registrarlo se lo llevan hasta la orilla donde espera Lengua Negra y yo meto todo lo que encuentro en las alforjas de su mula. Acerco al animal donde se encuentra el resto y lo ato allí. Le quito las alforjas y me dirijo a la tienda de campaña para reunir allí todas las pertenencias del difunto. Unos minutos después salgo de allí y cierro la tienda hasta que Lengua Negra decida que hacer con todo aquello. Tan solo llevo un saquito pequeño de cuero.
Me dirijo hasta la orilla del oasis donde se encuentra Lengua Negra.

Me acerco a mi primo y le hablo en Oscuro para decirle todo lo que he encontrado. Clavo mi espada en la arena a mis pies para poder tener más movilidad. Con la izquierda vendada es difícil realizar algunas tareas, aunque sean básicas. Entre las yemas de los dedos de la mano izquierda sujeto el pequeño saco de cuero y con la derecha rebusco en el interior el anillo familiar que le he quitado a Sacorroto, todavía está algo manchado de sangre. Cierro la bolsa y se la doy a Lengua Negra.

-Son 9 platas y 39 cobres. Aquello era una fortuna, al menos para mi. No he querido dejarlo en la tienda con el resto. Hago una pausa y le enseño el anillo de oro macizo con el sello familiar que Sacorroto llevaba puesto. También llevaba esto en la mano, quizá deberíamos enterrarlo con él, al igual que con sus ropas. A los familiares o conocidos no era extraño enterrarlos con sus pertenencias, aunque estas fueran caras, pero el caso de Sacorroto no se podía considerar del todo ni uno ni otro. Lo mejor sería que Lengua Negra decidiera que hacer con el anillo. También llevaba encima su cinturón, su espada y su daga, todo de muy buena calidad. Además de esto está la mula con los arreos y las alforjas, una cota de malla de cuerpo entero, un escudo pesado de acero, su manta y su estera, tres pellejos de agua y una mochila con una piedra de afilar, yesca y pedernal. También tenía dos trozos grandes de jabón, un juego de ropas de viaje y dos mudas que parecen de gran calidad también. La verdad es que Sacocorroto tenía más pertenencias que algunos soldados ya veteranos, aunque estos seguramente se habrían gastado sus beneficios bebiendo grog, jugando a los puñales o en rameras. Había dejado lo más interesante para Lengua Negra al final porque sabría que le interesaría aquello. Sonrío un poco antes de decirlo. También tenía lacre para sellos, diez pergaminos, una pluma de ganso y un tintero. Está todo dentro de su tienda de campaña. Repaso mentalmente todo intentando asegurarme que no me olvidaba de nada. Estaba seguro que se lo había dicho todo.

Espero allí a disposición de Lengua Negra, seguramente querrá hablar de Mentiroso o mandarme alguna tarea antes de irnos a dormir. Las preocupaciones y los asuntos del resto siempre hacían que nuestro sueño se retrasara más.

Aprovechando que el intimidante Portaestandarte no está en el carro, Rastrojo va allí a buscar sus herramientas de talabardero.

La lucha dialéctica entre Mentiroso y Lengua Negra se había quedado solo en eso, en la dialéctica. Su estima por Lengua Negra había bajado considerablemente. Tanto Lengua Negra como Mentiroso tenían el mismo estatus: simples Reclutas. El Oscuro debió aceptar el reto. Aún así no pudo ponerse con Mentiroso para que el reto se produjese. Lengua Negra era el líder nombrado por el sargento Gulg. ¿Qué se supone que hubiera pasado si Mentiroso hubiese dado muerte a Lengua Negra en el duelo? El nuevo amo y señor de los Hostigadores hubiese sido Matagatos. No habría sido ninguna mejoría.

Siguió meditando sobre ello mientras se ponía a trabajar, sentado en una piedra al calor del fuego, pero pronto comprendió que la tarea exigía su máxima atención debido a lo complicado de la labor.

Portaestandarte camina hasta el estanque y se sienta sobre una piedra cerca de donde están su hijo y su sobrino. Parece cansado y alterado, con la mirada vacía y perdida.

Lengua Negra permaneció junto a la orilla del estanque, mirando el reflejo de la luna en sus aguas, las manos a la espalda, sumido en sus reflexiones. Dos muertes en un día, ambas necesarias pero incomprendidas por el grueso de la tropa, un largo y penoso viaje en ciernes y pocas horas por delante para dedicarlas al sueño. Un balance negativo, se mirara como se mirara.

Escuchó el ruido de pasos al acercarse. Matagatos, Attar y Loor traían el cadáver que depositaron con suavidad cerca de la orilla. Con un gesto de cabeza, agradeció el cumplimiento de la desagradable faena y despidió a Attar y Loor.

-Podéis ir a descansar. Ha sido un día largo y nos aguardan día aún más duros.

A su lado permaneció Matagatos. Arrodillándose junto al cadáver, escuchó cuanto este le decía en su lengua madre, mientras con delicadeza, el analista tomaba agua en el cuenco de sus manos y empezaba a limpiar de sangre el rostro, los cabellos y las manos de Sacorroto. La mayoría de los hostigadores descansaba ya y fuera como fuera, muy posiblemente nadie prestara atención al cuestionado líder y cuanto este hiciera. Y bajo el manto de la noche y desde la distancia, nadie vio las lágrimas vertidas. Solo Matagatos y el recién llegado Portaestandarte fueron testigos de ello.

El murmullo de voz de Matagatos se acompasaba con el débil sonido del agua del manantial que vertía sus aguas en el estanque. Se esforzaba en prestar atención, aunque su mente volaba al fustiarium, al castigo propinado por unos y otros. Oía el sonido de huesos quebrarse, veía las nuevas heridas, la sangre derramada. Una y otra vez. Si la muerte de Mancillado había sido una dura prueba, la ejecución de Sacorroto y el posterior reto de Mentiroso, habían transformado la jornada en un infierno.

Y en medio del velo de lágrimas que no podía reprimir en duelo por Sacorroto, percibió la llegada de Portaestandarte. Siempre había sido un misterio, y su locura algo de loq ue no se hablaba. Inspiraba temor y respeto a un tiempo. Quizás más temor que respeto. Pero por primera vez en su vida, entendía su locura. Hoy había dado su primer paso en dicha dirección y sabía que era un camino sin retorno. Hacia la pérdida de humanidad, hacia el infierno.

-Guardaremos su bienes -dijo tras un carraspeo para fortalecer su voz- y los usaremos según convengan al grupo. Su tienda estará a disposición de los enfermos, para ofrecerles mayor protección. El dinero lo guardaremos para momentos de necesidad. Su armamento y protecciones serán cedidas en préstamo a aquellos guerreros a quien más favorezcan. Los odres los repartiremos entre aquellos que carezcan de los mismos. Sus prendas y el jabón... No sé muy qué destino darles. En cuanto a sus útiles de escritura, me los quedaré yo. Las ropas que llevaba, permanecerán con él. Su anillo... Lo guardaremos junto al dinero. Quizás llegue un día en que podamos devolverlo a su familia. Quizás, llegue el día en que sirva para salvar la vida de uno de los nuestros. Sé que parezco mezquino, primo, pero aunque no me crean, solo pienso en ellos.

Guardó un instante de silencio.

-Tío, ¿siempre es tan difícil? ¿Tan ingrato? ¿O quizás tienen razón y tan solo soy escoria y no merezco más que morir bajo la espada de uno de ellos? -la voz se fue apagando. Su mirada se fijó en la de Portaestandarte, vacía, perdida, peligrosa. Y por primera vez en su vida, no sintió el escalofrío de miedo que experimentaba ante su proximidad. Podía, solo podía, que por primera vez en su vida no sintiera miedo a morir. Solo a vivir.

Después de las acusaciones, Ojopocho ató a Mentiroso mirando de reojo y con discreción a LenguaNegra susurrando a Mentiroso- No está haciendo bien, pero tranquilo, se dará cuenta de ello, o ellos darán cuenta de él. - Había salido sin pensar, casi como si se hubiera trabado una lengua tartamuda, pero el resultado tuvo sentido. Dió unas palmadas a Mentiroso y se marchó a su lugar de acampada donde cogió el nuevo cojín de plumas y se dedicó a ajustar las puntadas de hilo con su aguja, consiguiendo así una buena almohada. No significaba nada ya sus recuerdos de su viejo clan, eran solo eso: recuerdos. De todas formas Ojopocho pondría especial cuidado en donde lo colocaba y en resguardarlo con mayor cuidado que a sí mismo.

Mientras hablo con Lengua Negra no me pasa desapercibido como mi padre se acerca al estanque y se sienta cerca de nosotros. Había salido del carro, algo que solo había hecho unas pocas veces antes por lo que había podido saber. quizá se había debido al bullicio por el intento de deserción de Sacorroto y su posterior enfrentamiento. Su expresión era ambigua, como casi siempre. Uno no podía predecir lo que mi padre haría o diría hasta que lo hiciera. Por un momento tengo la tentación de acercarme y hablarle. No he tenido mucho tiempo para hacerlo desde que me uní al grupo, tampoco grandes cosas que decirle.

Parece intranquilo, espero que no tenga ningún ataque de ira.

Contemplo a mi padre con la mirada perdida en el horizonte. El episodio con Sacorroto bien podía desatar el deseo de violencia en él, algo que parecía que mi padre tenía que reprimir constantemente. Cuando Lengua Negra se agacha para limpiar a Sacorroto decido que es mejor quedarme a su lado.

Es mejor que lo deje tranquilo, quizá solo necesite estirar las piernas y un poco de aire fresco. Siempre que ha querido algo nos lo ha hecho saber.

Allí solo, Lengua Negra intentaba limpiar los remordimientos que le atormentaban. Lo conocía bien. No deseaba ninguna de las muertes que se habían producido pero no había tenido más remedio que ordenarlas por el bien del grupo, por muy distintas que fueran las ideas que ahora podían tener sobre él los otros. Junto a cada uno de los fallecidos había muerto también un trozo de Lengua Negra. Sí, mi primo había cambiado y no sabía hasta que punto podía afectarle todo aquello, con el paso de los días se vería. Yo había sido entrenado para atacar y defenderme, para poder matar eficazmente. Y aunque estas habían sido las primeras muertes que producían mis manos, no me era una situación desconocida ni extraña. Estaba acostumbrado a ver agonizar y morir a soldados cuando ayudaba a mi padre en la enfermería. Pero para Lengua Negra todo aquello era nuevo e impactante, hasta hoy solo sabía la teoría, y la práctica había llegado de una manera extremadamente rápida y cruel para él.

Me agacho a su lado y le ayudo con cuidado a terminar de lavar a Sacorroto, como un último tributo a un soldado que en el peor momento había tomado la decisión menos acertada con funestas consecuencias. Quizá cualquiera que nos viera podría pensar que era un acto hipócrita, pero nada más lejos de la realidad.

-Lo comprendo perfectamente primo. Digo haciendo un leve gesto con la cabeza en referencia al anillo de Sacorroto. Al fin y al cabo aquel anillo no haría nada en las manos del difunto y sería un bien muy preciado para alguien de su familia, o como último recurso en un apuro futuro. Lengua Negra siempre sabía como resolver los conflictos de la mejor manera posible. Mañana cuando partamos haré que carguen todo en su mula hasta que decidas a quien corresponde cada cosa para que se haga cargo de ella. A mi personalmente me vendrían bien algunas de aquellas cosas, pero no era el momento de discutir sobre ello ni tampoco quería que mi primo se viera obligado a cedérmelas. A ser posible prefería que se repartiera entre los demás todas las cosas posibles para que nadie pudiera acusarnos de un trato de favor. Tampoco era el mejor momento para hablar de Mentiroso, pero era un asunto que había que abordar cuanto antes por el bien de todos. Mentiroso no opuso ninguna resistencia, tampoco ayer por la noche cuando lo intercepté. Aunque no lo parezca creo que en el fondo guarda algo de lealtad a la Compañía. ¿Tienes algo en mente para él?

Habría que darle un castigo por lo que había hecho, estaba claro, pero también teníamos que tener en cuenta las circunstancias. Era evidente que la primera vez había actuado presa de un pánico que venía acumulando durante días, desde que habíamos pasado cerca del poblado de los Hombres de Arena y la segunda se había visto agraviado doblemente, primero por la salida a la luz de su pasado, lo que no lo llevaría a ser muy popular entre los K'Hlata sobre todo y después por el asesinado de su tío a mis manos. Aún así debería haberse callado y no dejar a Lengua Negra en una situación pública difícil. Sacorroto sin embargo había decidido marcharse por las buenas, nos había amenazado y luego insultado con su intento de soborno. Aunque fuera penoso, había merecido su castigo.

Mientras espero su oigo con sorpresa como Lengua Negra se dirige a mi padre. Me quedo en silencio esperando una posible respuesta de mi progenitor.

Por un momento, Portaestandarte sigue ensimismado contemplando las aguas oscuras del estanque. Parece que no vaya a contestar, que ni siquiera haya escuchado las palabras de Lengua Negra. Entonces comienza a hablar con una voz baja y dolida.

- "Hace más de cuatro años, durante la Guerra del Profanador de Mentes, tuve que matar a amigos y compañeros, algunos muy queridos. Su magia insidiosa nos atacaba en pesadillas por las noches. Algunos hombres se volvían locos y atacaban a sus camaradas de armas. Otros eran controlados mentalmente y se volvían contra nosotros, envenenando nuestra comida y nuestra agua. Los que pasaban más de una semana bajo el control del Profanador se convertían en cascarones sin mente, a los que llamábamos zombu. Eran totalmente irrecuperables, ni siquiera con magia, y sólo podíamos matarlos cuando nos atacaban con torpeza con sus armas, las mismas armas que antes habían servido a la Compañía.

En aquella época hubo también deserciones, traiciones y ejecuciones. Fue uno de los peores momentos que ha vivido la Compañía en los últimos veinte años, puede que en los últimos cincuenta, desde la Arboleda de la Condena en Taglios.

Entonces tan sólo me consolaba saber que los hijos de la Compañía, vosotros, estabais a salvo al cuidado de tribus aliadas.

Ese hombre, Sacorroto, probablemente era tan sólo un pobre de espíritu, o puede que estuviese trastornado por una insolación, pero no te ha dejado otra salida que ordenar su ejecución.

Has corrido un grave riesgo, sobrino, al matarlo tan cerca de mí. Por un momento mi sangre negra pugnaba por apoderarse de mí, quería que os matase a todos. Sigo siendo yo, por ahora, pero las paredes de mi cordura se tambalean. Esta noche debéis ponerme las cadenas, y no soltarme hasta el día de la batalla. Necesitaré oír cantar a Khadesa, tiene una dulce voz aunque no cante muy bien.

Respecto al otro, el tal Mentiroso, creo que sólo es un hombre deshonrado que busca redimirse a sí mismo. Tal vez deberías de concederle esa oportunidad, en la batalla.

Cuando llegue el momento de atacar dejadme mi armadura, mis armas y mi caballo ensillado y preparado, pero no os acerquéis a mí, ni siquiera aunque caiga herido.

No debéis temer lo que se avecina. Hace tiempo me fue concedida la visión de mi propia muerte. No será aquí, en la tierra de los Castores. Eso significa que venceremos en esta batalla. Debéis confiar en ello.

Derramad la sangre, la vuestra y la del enemigo. Tras la batalla brindaremos por la muerte y maldeciremos por la vida. Buenas noches a los dos." -

Diciendo esto se levanta y se dirige hacia el carro, llamando a Khadesa.

Los Hostigadores pueden ver como, a orillas del estanque en medio del oasis, Portaestandarte dirige unas palabras a su hijo Matagatos y a su sobrino Lengua Negra.

Después se levanta, llamando a voces a Khadesa, que sigue en el carro. Se sube al carro y al rato se escucha sonido de cadenas.

Seguramente Khadesa está encadenando al Portaestandarte a petición de éste.

Sicofante no había estado pendiente de toda la situación que había ocurrido en el campamento: las duras palabras de Mentiroso a Lengua Negra y su posterior discusión, el arresto de Mentiroso, el traslado de Sacorroto... simplemente su mente se había encerrado en si misma y había ignorado todo ello, tirado aún en el suelo. Sin embargo, el tagliano es consciente que no puede seguir en esa situación. Lentamente se levanta, aún en un estado deplorable, y se dirige lentamente hacia el carro. A pesar de su situación, es allí donde debe estar. 

Quizás con un buen descanso y la llegada de la mañana se recuperaría de su situación. Más le valía. No podría ser útil a la compañía en ese estado.

Bueno, parece que sere yo el que tenga que vigilarte toda la noche, se bueno y descansa...quizas esto acabe en nada.

Aunque intenta tranquilizarlo, sus palabras expresan duda, despues de todo hoy ha muerto Sacorroto y un hombre de las arenas, el uno apalizado por todos y el otro ...el otro no sabe muy bien como ha ido aunque las palabras de Mentiroso incluian un ataque por la espalda.

Dicho eso se acomoda lo mejor posible para no perder de vista a Mentiroso.

¿No hubieras podido esperar a mañana despues de la batalla para retar al lider?

Cuándo me hube separado del grupo, busqué un lugar un poco más elevado para hacer la guardia. Aunque mi trabajo era observar los posibles peligros externos, no podía evitar mirar de reojo la escena de Lengua Negra limpiando a Sacorroto. Le conocía lo suficiente para saber que se sentía dolido por la muerte del recluta. Matagatos le ayudó, bajo la mirada del Portaestandarte. Cuando terminaron y el Portaestandarte se hubo metido de nuevo en el carro, me concentré en otear el horizonte atento a cualquier irregularidad.

No me encontraba bien, no conseguía recuperarme, pero un par de horas haciendo algo útil me podían sentar bien. Tal vez inconscientemente afectaran de manera positiva a mi recuperación, al "sentirme útil". Además, después de "la tranquilidad" que había reinado esta noche, no me veía capaz de echarme a dormir en ese mismo instante.

Attar, tras haber cumplido con la orden que le habían dado, se lavó un poco las manos para librarse de la sangre, y volvió a su principal ocupación: ver como el viento arrastraba hojas y cosas por el estilo hasta que le tocara montar guardia.

Mentiroso dedicó una discreta sonrisa a Ojopocho. La pregunta de Jabalí era más difícil de responder.

-Porque la tierra manchada con sangre es esta.

Desde donde estaba no podía ver a Lengua Negra. Se preguntó si le desataría para que combatiera en la siguiente batalla o le ejecutaría antes. O quizá no tendría valor para hacerlo, después de comprobar cuántos reclutas le apoyaban en sus decisiones.

-Tal vez tu padre tenga razón y la batalla sea el lugar para reencontrar el equilibrio. No lo sé. Ahora mismo estoy seguro de muy pocas cosas. Solo de tener que dar sepultura a este cuerpo. Iré a por algo que me sirva para ello. Tú deberías descansar -le dijo a su primo. La piel blanca de Sacorroto estaba limpia de sangre. Lengua Negra se puso en pie, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros y se puso en marcha en busca de una pala o algo que le sirviera para cavar una fosa.

- Lengua Negra busca en el carro y encuentra un palo con un extremo plano manchado de tierra, el mismo que Sicofante le dio a Mentiroso para enterrar a su tío, a modo de pala.

- Regresa con el palo y comienza a cavar una tumba para Sacorroto.

VAN TRANSCURRIENDO LAS HORAS DE LA NOCHE.