Partida Rol por web

Los últimos días habían sido muy duros para Avestruz; la barriga no admitía nada sólido y cuando comía o bebía acababa echándolo por arriba o por debajo.

No sé lo que habría hecho si hubiéramos continuado con la marcha. 

Avestruz nunca había resaltado por tener una constitución robusta, por ser muy duro o por aguantar un gran dolor; simplemente había vivido con lo justo; nunca tuvo demasiada comida que llevarse a la boca ni demasiadas pretensiones en su vida. Normalmente se acostumbraba con vivir, que no era poco. 

Tal vez lo único que hizo en su vida y que no acabó por lamentarse en el último momento fue unirse a la Compañía, que ellos fueran a destruir su tribu fue un factor importante para acabar eligiendo el bando ganador. Abandonó al débil para unirse al fuerte; eso sí que lo hacía bien. 

Muchas veces había considerado intentar cambiar su forma de ser, pero espectáculos como el de Tarado y Serpiente le hacían cambiar rápidamente de opinión. 

- "¡Mirad! ¡Exploradores enemigos!" - Exclama señalando con el dedo.

- "¡Tras ellos! ¡No debe escapar ninguno con vida!" -

Falce sale corriendo hacia el Sur sin esperar a nadie al tiempo que desenvaina su falce.

Una espada larga y una corta aparecen en las manos de Ridvan como por ensalmo y el ranger sale corriendo rapidísimo en pos de su Sargento.

- "¡Maldición!" - Dice mientras prepara su bastón y os mira.

- "¡Vamos, la Compañía os necesita!" -

- "¡Podría ser una trampa...!" -

Astado prepara su lanza y agudiza su visión en busca de enemigos escondidos entre los matorrales.

Lengua Negra reaccionó rápidamente ante las órdenes de la sargento. Fue hasta su caballo y sacó rápidamente su cota de mallas que se pasó por la cabeza. Si hubiera tenido que pelear a pie, aquella hubiera sido su última elección por la rémora que hubiera implicado en su avance y en la pelea, pero a lomos de Dante, lo que en otras circunstancias hubiera sido una carga insoslayable, allí era una promesa de defensa.

-Rápido, Pulga, ayúdame a ajustarme la cota. En marcha -dijo a su pupilo-. Es nuestra hora. Tu oportunidad de convertirte en un juramentado.

Se recolocó la vaina de su espada larga y depositó con premura la cimitarra en una de las alforjas. Y por primera vez, sintió que la experiencia al menos le convertía en alguien previsor, si bien, aquello no aseguraría su supervivencia necesariamente. Por dos ocasiones había bailado la danza de la muerte y su magro cuerpo era un mapa surcado de cicatrices. Un último pensamiento acudió a su mente, bajo la forma de la persona a la que desearía ver y que no podía. Sacudió la cabeza eliminando aquella imagen y montó en su caballo.

-Dante, es tu oportunidad. Nuestra oportunidad. Somos un centauro, el viento que sopla sobre el mar de hierba en la hora de la siega -dijo a su caballo acariciando su cuello-. Galopa, Dante, galopa -los talones se clavaron en los flancos de la hermosa montura, que se alzó un instante sobre sus cuartos traseros antes de partir tras los exploradores.

Matagatos reaccionó inmediatamente y recogió su lanza del suelo. Al igual que Lengua Negra corrió hacia su caballo, eso les daría una ligera ventaja sobre sus rivales. Llevaba encima todo lo necesario pues siempre llevaba puesta su armadura y no se separaba de la daga de su cinturón.

-¡Lengua Negra, Mentiroso! ¡Nosotros les cortaremos el paso con nuestras monturas mientras el resto cae sobre ellos!

Con los caballos y el camello podrían adelantar fácilmente a los exploradores y obligarles a detenerse, así el resto del grupo tendría tiempo de llegar y el enemigo quedaría atrapado entre todos.

-¡El resto seguid a la Sargento! ¡Quiero a todos esos exploradores muertos!

Sin mas tiempo que perder montó sobre Hechizado y lo puso al galope en dirección hacia el flanco de sus enemigos para sobrepasarlos y cortarles el paso.

Los gritos del Cabo, seguidos de cerca por los de la Sargento y el tumulto posterior dejaron a Pulga con la sangre helada y un susto de muerte. Miró a su alrededor aterrorizado esperando un ataque, pero cuando vio al resto salir corriendo comprendió que nadie se abalanzaba sobre ellos.
Las palabras de Lengua Negra le hicieron espabilarse y corrió a recoger su lanza, que había dejado junto a las cosas de Lengua Negra mientras despiezaba los jabalíes. Los nervios hicieron que tuviera que recogerla una segunda vez pues la primera se le había escapado de la mano.
La oportunidad de convertirse en Juramentado no le atraía nada frente al deseo de haberse comido tranquilamente los jabalíes. A pesar de eso el tener que ayudar a Lengua Negra a colocarse la cota le abrió las puertas del cielo, todo lo que no fuera correr hacia el enemigo era bienvenido en aquel momento. Sabía que estar ligado a Lengua Negra le haría vivir mejor, quizá esta vez significara la diferencia entre la vida y la muerte pues llegaría a la batalla cuando el enfrentamiento ya hubiera comenzado. Se acercó sin dudar a su tutor y le ayudó a ponerse la cota lo más rápido que pudo.

-No te preocupes, no tardaremos mucho. Fueron sus palabras, aunque no era su deseo.

Cuando terminó, con la lanza en la mano, corrió detrás de la Sargento y el resto del grupo con más dudas que determinación pues no sabía si perseguían a unos pocos hombres o a una gran cantidad de ellos.

Al menos espero que sean pocos.

Por primera vez las protecciones de cuero no le resultaban una molestia al moverse, sino que le daban una cierta seguridad y esperaba que pudieran salvarle la vida. Sabía que la mayoría pensaba que no sobreviviría al primer combate y que tampoco ninguno de sus compañeros le lloraría o le echaría de menos. Pero no estaba dispuesto a dejarse matar tampoco, Pulga era un superviviente así que pondría todo lo necesario para salir con vida. Lo primero era no correr demasiado, que otros se enfrentaran al primer golpe, aunque tampoco debía quedarse atrasado, si era una trampa no quería que lo cogieran en la retaguardia, así que se colocó en una posición intermedia entre los primeros y los más retrasados.

-¡AAAAAAAHHHHHHHHHHHH!

Mientras corría, Pulga comenzó a gritar. Lo que algunos podían ver como una muestra de fiereza o para infundir ánimos era tan solo un intento para asustar a sus enemigos, quizá si los asustaba y corrían mucho no tuvieran que pelear.

El aviso le pilló a Avestruz cagando un chorro de agua marrón. Del susto casi se resbala en el lodazal y acaba bañándose  en sus propios excrementos. Sin embargo, su no escasa agilidad acabó por mantenerlo de pie. 

Se limpió con una hoja verde para que luego no le picaran horriblemente las posaderas y corrió a buscar en su petate el machete. La daga había estado todo el rato colgando de su cinturón.

Así que... ya estoy preparado... A ver, a ver si se me olvida algo...umm... No, no, parece que está todo... Comprobaré de nuevo.

El K'Hlata hurgó y hurgó en su petate mientras observaba lo que ocurría a su alrededor, cuando vio que los primeros ya habían echado a correr en la dirección que la Sargento Falce había señalado, entonces, consideró que era el momento adecuado para hacer lo propio. 

Con el machete en la mano diestra se lanzó a la búsqueda de los enemigos. 

LENGUA NEGRA:

- Enseguida se te hace evidente que si te entretienes en ponerte la armadura no llegarás a tiempo para participar en ninguna eventual lucha...

- La ayuda de Pulga sin duda acelera las cosas, pero reduce el tiempo necesario a minutos cuando lo que necesitáis es bloquear la retirada enemiga en cuestión de asaltos, no de minutos.

Finalmente había llegado el momento de probarse. El día en el que el cazador cazaría por primera vez algo que no eran animales. Vieja Gloría no estaba muy seguro de cómo sentirse por aquello. Pero aquello era algo que él había elegido, el último tramo de una larga vida no exenta de desgracias.

- Adelante…- musitó antes de ponerse en pie y coger aquello que iba a necesitar para la batalla dejando el resto atrás. Lo último que echó a su espalda fue el arco, su posesión más preciada y seguramente lo que más iba a necesitar si pretendían abatir a los exploradores que huían para informar.

Acto seguido, y después de echar un largo trago de agua limpia y fresca, echó a correr tras el resto hasta alcanzar a su pupilo Avestruz.

- ¿Listo muchacho?

Sin pensarlo dos veces, desenfundo la espada oscura y comienzo a correr tras la Sargento. A pesar del entrenamiento, no estoy acostumbrado a correr durante demasiado tiempo, así que en mi interior espero poder aguantar hasta darles caza.

Según me alejo, oigo los relinchos de los caballos y los gritos del resto que siguen, como yo, a la Sargento. Sin duda los que montan a caballo serán una gran ayuda para cortar la retirada a esos exploradores.

- Pulga ayuda a Lengua Negra a quitarse su armadura de cuero tachonado de Oscuro y a ponerse una cota de mallas (del estilo de la nobleza del Triplete).

- El enemigo lleva media hora levantando una tremenda polvareda de polvo y tierra que impide discernir cuántos son exactamente, pero a juzgar por la polvareda deberían de ser al menos cincuenta... A menos que sea un truco.

Alrededor de él, todos sus hermanos corrían entre la polvareda que los perseguidos dejaban atrás. Pisoteando el follaje, Avestruz consiguió colocarse entre la vanguardia de la compañía. Sólo superado por Lengua Negra y Matagatos, que iban montados, y Ridvan. Uro y cochinillo compartían su avanzada posición; ambos se sorprendieron de verlo tan envalentonado. Sin embargo, con el grito de “Enemigos a la vista” de Matagatos a Avestruz le recorrió un retortijón por toda la barriga y todo el cansancio de los últimos días y de la enfermedad le golpeó la resistencia física… o tal vez fuera de nuevo  que se estaba achantando, quién sabe.

La primera sangre fue obra de Matagatos pero Lengua Negra acabó por enviar a aquel infeliz al otro barrio, una flecha voló por encima de sus cabezas, sin embargo, se perdió sin herir a nadie.

­–Debe de ser de Vieja Gloria —pensó Avestruz a quién ya comenzaban a adelantarle Cochinillo y Uro, quien poseía una velocidad fuera de lo normal.

Los enemigos se echaron encima de ambos jinetes, eran un variopinto grupo formado por K’hlatas vestidos y pintados de muchas formas, seguramente de diferentes tribus y, encabezándoles a todos, un caballero cubierto enteramente por metal, sobre una montura de aspecto infernal. Los más cercanos a Matagatos y Lengua Negra se lanzaron a ensartar con sus lanzas a sus monturas, Dante y Hechizado se oyeron relinchar, desde lejos parecía que ellos estaban siendo los primeros de nuestra compañía en sufrir el metal del Triplete.  En su rescate llegó Uro que cargó como una exhalación sobre uno de los que atosigaban a sus hermanos. Su hacha prácticamente partió el torso de su enemigo por la mitad.

La compañía estaba azotando el flanco de sus enemigos. Desgraciadamente, ellos comenzaban a recomponerse, si el resto de los hermanos no llegaban rápido, podían verse rodeados.

La segunda flecha de Vieja Gloria golpea a uno de los enemigos en retaguardia. El caballero del Triplete, comienza a lanzar órdenes a sus subalternos, sin embargo, los soldados parecen desconcertarse.  Matagatos aprovecha esa oportunidad brindada por el enemigo y su caballo aplasta bajo sus cascos a uno de sus enemigos y avanzaba unos metros para que su jinete le pegase un tajo a un segundo enemigo.

 La compañía ganaba terreno y Avestruz se colocó detrás de la línea de batalla, preparado para tomar carrerilla y asestar un golpe definitivo al enemigo con el que Cochinillo estaba enzarzado, el cual ya parecía estar más muerto que vivo. Y así fue: la cimitarra se incrustó en la cintura cortando piel, carne y hueso. La respiración de Avestruz se agitó, si no moría allí, obtendría La Capa… claro, si no moría.

Cerca estaba situado el imponente caballero del Tridente, aún sin enrojecer su arma. De pronto, la Sargento Falce, el cabo Berrinche y Ridvan se echaron encima de él.

Los enemigos se recompusieron y el más perjudicado fue Matagatos al que le rodearon tres enemigos. Sin embargo, el hijo del portaestandarte aguantó los golpes.

Al lado de Avestruz, Cochinillo avanzó y destrozó a otro rival, también tendría la ansiada capa si conseguía sobrevivir. El K’hlata hizo lo propio, saltó un par de cadáveres y se abalanzó sobre otro enemigo, sin embargo, la cimitarra no logró impactar en el contrincante. No habría atacado si hubiera visto a su derecha a un segundo enemigo.

A partir de ahí todo fue rápido y borroso,  primero, un golpe lo aturde y luego, una lanza atraviesa el estómago de Avestruz. El K’hlata cae al suelo agonizante, con un torrente de sangre en lugar de ombligo. Los gritos de su asesino, los de angustia, los de victoria, los de ánimo, los de miedo y los de alegría se mezclan tanto que se convierten en uno: en el de la esperanza.

Sin perder de vista aquella extraña polvareda puso al galope a Hechizado directamente hacia el origen de la misma. Desde su posición no podían contemplar que sucedía pero enseguida Matagatos localizó lo que causaba la polvareda pillando a un variopinto grupo de enemigos arrastrando ramas por el suelo con el fin de atraer la atención. Miró a su alrededor esperando ver algún otro enemigo apostado en los costados pero no consiguió ver a ninguno. De todas formas si querían ser encontrados lo habían hecho muy bien y no pensaba dejarles escapar.

-¡Allí está el enemigo! ¡A por ellos!

Gritó Matagatos a todos los que le seguían señalándoles la dirección en la que se encontraba el enemigo, y sin pensarlo dos veces, junto a su primo Lengua Negra se abalanzó sobre el enemigo más cercano y golpeó al bandido con su lanza, siendo rematado por su primo en una perfecta sincronía. El combate había comenzado y pronto aquello se convertiría en un gran lío de golpes mortales.
Hechizado y Matagatos luchaban como uno solo, el caballo resultó ser un poderoso aliado también, a base de coces iba despejando el camino o rematando a los que Matagatos conseguía herir. Varias veces se encontraron rodeados de enemigos y tanto él como Hechizado fueron heridos por las armas enemigas pero ambos aguantaron las acometidas una y otra vez y siguieron luchando. Poco a poco la superioridad de la combinación entre Hostigadores, Campamenteros y Exploradores se fue haciendo patente y Matagatos arengó a sus hombres contra el enemigo logrando poco a poco superarlos en iniciativa y diezmando sus filas.
El ataque que en un principio había sido precavido por la situación se convirtió en una arremetida total por su parte cuando se dio cuenta que nadie llegaría a apoyar a sus enemigos y que si lo hacían lo harían demasiado tarde. No pasó lo mismo con los refuerzos de la Compañía Negra, pues Pelagatos y Peregrino aparecieron montados a los lomos de Orgullo. Seguramente habían salido al ver aquella tremenda polvareda y venían a ayudarles en el ataque. Toda ayuda era bien recibida.
Matagatos y Hechizado siguieron haciendo mella en el enemigo seguidos y apoyados por todos sus compañeros, el combate era total y el enemigo se encontraba cada vez más rodeado y desesperado, estaba claro que no resistirían mucho más. Desde su posición Matagatos comprobó que la batalla ya estaba decidida y tan solo le preocupaba el estado de algunos campamenteros que parecían estar gravemente heridos. Buscó a su primo Cochinillo, también gravemente herido pero aún en pie y luchando y se sintió orgulloso de él, no esperaba menos del guerrero pero las batallas podían ser crueles en ocasiones hasta con los mejores. Cuando el cerco comenzó a estrecharse frente a los escasos superviviente enemigos decidió bajarse de Hechizado y atender a los heridos. Vio como Hermana intentaba estabilizar a Vieja Gloria así que dejó al Campamentero en sus manos y observó a Avestruz y Reyezuelo. El primero parecía mucho más grave así que decidió atenderlo primeramente mientras no perdía de vista lo que sucedía a su alrededor. Enseguida el combate había sido terminado completamente y Matagatos respiró con cierto alivio aunque no podía dejar de sentir cierta intranquilidad. Miró a su alrededor intentando hacer un balance de lo sucedido.

-Los que estéis bien coged las armas y el botín de los enemigos y mirad si están todos muertos, si hay alguno herido intentaremos interrogarle. Juntarlo todo aquí cerca de los heridos y luego manteneros alerta, quizá vuelvan a atacarnos. Los que estéis menos heridos esperad a que termine con vuestros compañeros y os atenderé lo antes posible.

Aquella no había sido una gran batalla, aunque todas tenían su importancia cuando uno se jugaba la vida y la de sus hombres, así que no entendía porqué los habían llevado hasta allí.

Si nosotros no éramos el verdadero objetivo...

Miró hacia donde estaban Peregrino y Pelagatos y después hacia el lado contrario. Ponzoña no había enviado a nadie como refuerzo o a informar de lo que había pasado y eso le inquietaba.

-¡Sargento! Creo que esto tan solo era una distracción. Nadie en su sano juicio atrae hacia si a una fuerza superior sin tenderle una trampa, y no lo han hecho. Creo que alguno de nuestros flancos, o los dos pueden ser el verdadero objetivo del enemigo. No hay señales del grupo de Ponzoña. Se volvió hacia Peregrino. Peregrino ¿Todo estaba tranquilo en vuestro lado?

Suponía que la respuesta era afirmativa, sino no hubieran venido a ayudarles, aunque si él hubiera dirigido algo así atrayendo al centro a las fuerzas o a parte de ellas, no hubiera atacado hasta que los refuerzos se hubieran alejado lo suficiente, así que la probable respuesta afirmativa de su compañero no lo tranquilizaría demasiado tampoco.
Miró con preocupación a la Sargento, que tenía la suficiente experiencia como para saber interpretar mejor aquella complicada situación.

-Creo que el botín y los heridos, deberían esperar al cuarto grupo. Attar y Serpiente están bastante mejor y podrán caminar y Tarado empezaba a recuperarse, pero estos están mas graves y necesitarán el carro.

Lengua Negra y él se encontraban entre los heridos, pero si había que moverse hasta los otros grupos sus monturas podían ser más que necesarias para hacerlo, al igual que el camello de Mentiroso. Quizá alguien debería avisar a Dedos y ordenarle marchar sin detenerse hasta que llegara a su actual posición.

En cuánto Peregrino se hubo montado sobre Orgullo no perdí ni un segundo e insté al corcel a echar a cabalgar dirección a la polvareda. Sabía que esto le iba a cansar enormemente, pero no podía rechazar una orden, sobretodo cuándo había estado hablando de lo indisciplinados que eran los reclutas con sus superiores. Habría sido muy hipócrita. Además, tal vez podría probar para aquellos que aún lo dudaban que era digno de llevar la capa de La Compañía sobre mis hombros. 

Orgullo respondió bien a mis órdenes y cabalgó veloz sin mostrarse reacio a seguir. Con el cuerpo pegado a su cuello veía el paisaje pasar a gran velocidad por mis lados. Tal vez fue la adrenalina, tal vez fue que realmente estaba mejorando, pero encontré el camino correcto sin dificultad mientras montaba a Orgullo con Peregrino tras de mi.

Finalmente, entramos en el campo de batalla. No obstante, llegábamos un poco tarde, pues la batalla había definitivamente comenzado ya. Por suerte, la ventaja parecía recaer en los miembros de La Compañía.

Peregrino no esperó un segundo y cuándo pudo vislumbrar la batalla saltó del corcel dirigiéndose con rapidez a la zona de combate. Su reacción me tomó por sorpresa, pues estaba concentrado en guiar a Orgullo velozmente, con lo que su salto hizo que parase el corcel por unos segundos. Tras ésos perdidos segundos de sorpresa, volví a golpear los costados de mi compañero equino para acercarnos lo suficiente. 

Tenía el escudo listo desde que salimos y empecé a acercar mi mano a la empuñadura de la espada para desenvainarla...pero cuándo alcanzamos el combate, tanto Peregrino, cómo Orgullo, cómo yo mismo, éste había acabado. Habíamos llegado tarde, tan sólo a tiempo de ver las últimas muertes. Tal vez si la ventaja hubiese sido del enemigo habríamos sido unos refuerzos deseados y necesarios, pero no había sido el caso. 

Paré a Orgullo cerca de primo Matagatos, qué ya daba órdenes para "recoger" la zona y desmonté.

- Los has hecho muy bien compañero - susurré a mi cansado caballo - Te conseguiré agua* en cuánto pueda, ahora descansa aquí.

Estuve a punto de responder la pregunta de Matagatos, pero me mordí la lengua. Había preguntado a Peregrino, no a mí.

"Oh claro, ÉL es el líder de nuestro pequeño pelotón... ¿Por qué no me dejaría a mí al mando? ¿No soy su primo y me conoce desde siempre?"

Hasta ahora no había pensado en ello, pero ahora sí... y me molestaba.

PELAGATOS:

- Esta es una zona pantanosa, por lo que agua hay mucha, ahora falta encontrar agua limpia.

- Tiradas ocultas y secretas de: Supervivencia y Trato con Animales.