Partida Rol por web

Había calculado aproximadamente cuánto tiempo tenía antes de la ceremonia mientras practicaba durante el día. DEcidí que era mejor tener tiempo de sobra que en falta, así que cuándo aún quedaban unas horas para el nombramiento de los nuevos soldados me había dirigido a mi tienda. Tras un leve aseo para deshacerme del polvo y el sudor, había limpiado mi armadura con espero y afilado mi espada. Todas mis posesiones debían de estar relucientes e imponentes. Hoy era un soldado, pero esta noche sería también un Padrino. El honor de La Compañía tenía que pasar de mis manos a las de Ikharus y no sería buena presentarse sucio y con malas ropas.

Tras ponerme la camisa que compré antes de mi ceremonia, pues la otra estaba hecha jirones por las batallas, me fui colocando la armadura. Una vez estaba listo me aseguré de que mis armas estaba afiladas y relucientes y las colgué en mi cinturón. Por último saqué brillo del broche de plata hasta casi poder verme reflejado y tras sacudir mi capa y asegurarme que no había manchas visibles me la coloqué al cuello. Tenía de lucir orgulloso y honorable.

Los tambores sonaron en ese instante. Creía que tenía algo más de tiempo y podía llegar antes de que sonasen, pero parecía que me había equivocado. No obstante, estaba listo. Salí de la tienda con la cabeza alta y caminé hacia el lugar dónde la ceremonia se iba a celebrar. El olor de la cena era delicioso, sin duda, aunque el festín en el castillo del Señor Dolor en mi investidura había sido 5 veces más suculento.

"Excepto por el espectáculo del desmembramiento..."

Una vez llegué a la zona del suceso busqué con la mirada el lugar que se me había designado y caminé con soltura hasta llegar a la zona de Hostigadores. Allí me quedé, con la cabeza alta y una posición firme de soldado, esperando a que llegasen el resto de miembros de La Compañía.

Michou se había pasado por su campamento a recoger algunas cosas, llegó algo tarde, pasando entre la gente, el nerviosismo se hizo latente en él, quizás hubiera sido mejor haber rechazado el juramento, pero no era momento para echarse atrás, busco con su mirada a su hermano de capa, aunque no era difícil.

Michou se había decorado el pelo con unos y se había colocado algunos abalorios tribales para hacer mas honor a aquella ceremonia, al encontrar a Sino con su capa negra, se coloco a su lado, asintiendo de manera algo más tranquila.

- Haré honor a nuestro juramento hermano- le dijo antes de colocarse recto, mirando a los presentes y suspirando para calmar sus nervios.

Hostigadores y Campamenteros forman en el lado Sur del amplio recuadro del Juramento.

Todos lucen espléndidos.

Analista convoca a los nuevos Hermanos de Capa, para proporcionarles las capas negras que deberán poner sobre los hombros de lo nuevos juramentados en el momento oportuno.

Masutsu mira con seriedad hacia los Reclutas que van a jurar.

Misteriosa sonríe con una sonrisa un tanto irónica desde su posición en la formación de Campamenteros. Ella será una de los pocos que sigan siendo Reclutas esta noche.

Ballestero forma cerca de los Exploradores, pero algo distanciado.

Se hacía de noche. Manta metió la cabeza en el pozal y se frotó con fuerza el cuero cabelludo, hasta que todo el incipiente cabello quedó bien empapado. Con sumo cuidado, empezó a acariciar el cráneo con el filo del cuchillo. Una primera pasada, firme, en la dirección de nacimiento del pelo, y una segunda más suave a contrapelo, para eliminar cualquier resto de vellosidad. A continuación, repitió el proceso con las mejillas, la barbilla y el cuello.

Cuando terminó, volvía a sentirse él mismo. El rostro y la cabeza suaves e impolutas, libres del incómodo cabello que la plagaba cuando la dejaba sin atender, por más que un cebo para miríadas de irritantes parásitos de toda catadura. Tener pelo era un lujo para la gente de dinero. No comprendía cómo podían soportarlo tantos de sus compañeros, algunos con largas melenas, trenzadas o cardadas con sumo cuidado, o adornado con abalorios, como si fuera parte de su orgullo.

Antes de afeitarse, se había limpiado el cuerpo. Había pasado mucho tiempo tirado sobre el barro de Chon’ Delor, y mucho tiempo más corriendo por los polvorientos caminos. No disponía de más prendas que el sucio taparrabos, pero en eso no se distinguía de otros k’hlatas, ni siquiera los de procedencia noble o los veteranos de la Compañía.

El rítmico tronar de los tambores anunció el comienzo de la ceremonia. Manta acercó el pozal a la luz de una antorcha y contempló su rostro en la serena superficie del agua. Todo estaba como debía estar. Se colgó la escudilla del taparrabos y se acercó dando zancadas al lugar en el que se iba a celebrar el acontecimiento. Tuvo que detenerse una vez a tomar aire. Estaba tan nervioso que no era capaz de respirar profundamente.

Campaña sonrió levemente cuando su tio le dio ánimos, al parecer no le importaba demasiado que le hubieran degradado, claro que, en general, al Cabo Barril no le solían importar muchas cosas que a otros si.

- Campaña espera no haber sido una decepción, Tito Barril - le dijo, aunque parecía haber aceptado ya lo ocurrido.- Campaña ha decidido que arreglará las cosas y espera que el Tito Barril quiera ponerle la capa de nuevo, cuando vuelva a ser Soldado.

Puso su mano en el hombro del Cabo en un gesto solemne, era como si todo aquel asunto le estuviera haciendo madurar a marchas formadas. Tras el apretón, se despidió de su tio y se apresuró a ocupar su lugar en la formación, la capa no cambiaba nada, Campaña seguiría siendo el pivote.

En aquella jornada, Ponzoña había dedicado todos sus esfuerzos a la recuperación, marginando el entrenamiento a un futuro próximo. Mejorar en sus habilidades en las vísperas de una batalla con la salud mermada, no beneficiaba a nadie. Y a él menos que a nadie.

Por ello, cuando sonó la llamada a la ceremonia de jura, salió de su tienda en la que había permanecido descansando y pasó a ocupar su lugar, junto a Campaña.

-Buenas noches, hermano -murmuró al hijo del herrero, luciendo su desnudez de capa con el porte de un rey tribal.

Cuando el sol empezó a caer sentía que le dolían hasta las pestañas. Tras el entrenamiento buscando a aquellos que se habían escondido, regresó y arrastrando los pies fue a lavarse. El agua le hizo bien, se deshizo las rastas con paciencia y el cabello oscuro cayó a lo largo de su espalda hasta donde ésta perdía su nombre. Tomó de sus pertenencias un vestido, de las pocas prendas que tenía todos eran trajes de bailarina. Estaba conformado por una tela de color miel que rodeaba su cuello deslizándose sobre su piel ciñéndose cruzada sobre el pecho, cubriéndolo y cruzándose en su espalda para aparecer de nuevo rodeando la estrecha cintura de la K'Hlata y anudarse a las caderas, desde donde salían distintas tiras de tela, como pétalos lánguidos que cubrían con su caída los muslos dejando aperturas en los laterales.

Ella no juraría esa noche, pero no podía sentirse menos orgullosa porque, de entre sus compañeros, los había que de no haber sido por ella no estarían ahí esa noche. Que pudieran jurar era un logro personal de Plumilla que atesoraba para sí misma, de las pocas cosas que podía tener solo para ella.

Fue con sus compañeros, formando junto al resto de campamenteros, cerca de Misteriosa. La muerte de los que no estaban aún pesaba sobre ella pero no eclipsaba del todo el gozo que los tambores imbuían en su espíritu,alegrándose sinceramente por sus compañeros. Miró a todos ellos cuando se acercó a formar y mantuvo una sonrisa cálida, casi maternal en el rostro, que se apresuró a reprimir una vez en formación.

Cuándo el Analista convocó a los Hermanos de Capa no dudé en adelantarme con paso decidido para recibir la capa que colocaría sobre los hombros del viejo Leñador. Miré a mi alrededor con sutileza para ver quién iban a ser los otros padrinos en este juramento, pues no estaba seguro de que todos los reclutas consiguieran a alguien para tal puesto. De hecho, dudaba que algunos aceptasen siquiera la petición de según qué reclutas. 

Tras colocarme en el lugar marcado esperé paciente al resto y al comienzo del discurso, mirando de soslayo a Ikharus para asegurarme de que el Oscuro tenía un buen porte en su ceremonia de juramento. 

Seguramente la había esperado por mucho tiempo, pues no eran pocas las veces que el Sargento Gulg le había rechazado cómo aspirante. Suponía que estaría impaciente por poder llevar la capa negra, al igual que lo había estado yo durante mi tiempo como recluta.

[PREVIAMENTE]

- "Te pondré tu capa de nuevo, sobrinito. Aunque tenga que volver de entre los muertos para hacerlo. Tienes mi juramento." -

Barril mira fijamente a Svraisse.

- "Vaya, Campaña. No imaginaba que Divisora dejase nunca que nadie tocase eso y siguiese viviendo. Ni te imaginas lo protectora que ha sido siempre con ese arma.

Ella afirma que esa alabarda es más valiosa que su vida, o que su propia alma. Según las leyendas de su gente, naciones enteras han caído por obtenerla, pues al parecer es un tesoro de valor inigualable." -

Enmascarado se adelanta para coger la capa negra de manos de Analista, la misma que habrá de vestir sobre los hombros de Rastrojo dentro de poco, cuando éste ya sea un Soldado.

Attar se había colocado, antes de que empezara la ceremonia, junto al resto de sus compañeros del pelotón de Hostigadores. Había acudido a la ceremonia luciendo la cota de mallas que le habían entregado, cubierta por la gastada capa negra de su padre, con su brillante broche de plata correspondiente. 

El mandoble de acero oscuro iba apoyado en su hombro, mientras el mestizo contemplaba la ceremonia con el aire distraído que le caracterizaba. Pronto, algunos reclutas pasarían a ser nuevos hermanos, soldados de la Compañía, que reforzarían a ésta y ayudarían a cubrir las bajas. El guerrero no pudo evitar mirar a Campaña, que parecía no lucir la capa. No sabía que había ocurrido, pero le extrañaba ver al gigante Oscuro sin ella.

"Quizás Attar deba preguntar luego..."

Salgo de la tienda de los Heridos y tras asearme me dirijo a la Ceremonia de Juramento. Hoy seré Hermano de Capa de Sabandija. Todo un Honor y una Responsabilidad al mismo tiempo.

Cuando Analista llama a los Hermanos de Capa acudo junto al resto de los elegidos. Con orgullo cojo la capa que pondré sobre los hombros de Sabandija. Miro a mi pupilo y asiento con la cabeza. Sin duda será un Gran Explorador.

Matagatos se colocó en el lugar que le correspondía, destacando al frente de los Hostigadores por no llevar su capa, al igual que Campaña y Ponzoña. Lo que en otros casos podía ser un motivo de vergüenza, para él se había convertido en un orgullo.
Esperó a que la ceremonia empezara y sobre todo a que esta concluyera, ahora mismo tenía otras cosas en la cabeza que le resultaban más prioritarias que esa celebración que había perdido algo de sentido para él con los sucesos de los últimos días.

El momento de la Ceremonia se acerca. Una sensación extraña me embriaga. No son nervios aunque lo parezca, no es miedo aunque tema no hacerlo bien durante la ceremonia, simplemente es un cúmulo de sensaciones que luchan por abrirse paso en mi interior. Finalmente tras estar una rato sentado consigo tranquilizarme y terminar de prepararme.

Cuando llego a la zona designada ya hay unos cuantos de los que jurarán conmigo. Pelagatos, mi Hermano de Capa me observa detenidamente.

- Supongo que se estará preguntando si le dejaré en mal lugar durante la Ceremonia. - pienso.

Asiento en su dirección a modo de saludo.

Lo único que quiero es saborear este momento y guardarlo en mi memoria para poder recordar el día en que finalmente fuí miembro de La Compañía Negra. Esta vez el Sargento Gulg no podrá hacer nada para impedirme ser un Hermano Juramentado.

Lombriz se despierta con el ruido de tambores de otro mal sueño, no tarda en darse cuenta de la razon de los tambores y pronto esta en pie y caminando renqueante fuera de la tienda para la ceremonia. Observa a todos los que estan y recuerda a los que ya no. Mira a los que tiene algo que agradecer y a los que preferiria que hubiesen caido en lugar de algunos que lo han hecho y...espera.

El día transcurría y quedaba aún la ceremonia para convertir a los reclutas en verdaderos miembros de la compañía. Tras el entrenamiento, hizo como el resto, fue a prepararse para la ocasión. Tenía a alguien que le había elegido para ponerle la capa y debía estar presentable para la ocasión. Sabía perfectamente lo importante que era este evento para los novatos... y para la compañía.

Tras prepararse con lo mejor que tenía, fue directamente hacia donde se encontraban los hostigadores y se colocó en su posición, buscando con la mirada a Asesina. 

Me preparo para la ceremonia, dándome un rápido baño en agua y limpiándome las recientes heridas. Una vez he acabado me pongo mi único lujo, mis abalorios tribales, y me cuelgo mi cuchillo tribal, con marcas que relatan su pertenencia a los jaguares asesinos, mi tribu.

Una vez preparada me dirijo hacia la ceremonia, con aún mas orgullo de lo habitual pues hoy ganaré mi ascenso y, además, de manos de un guerrero al que respeto.

Observo como Sicofante busca a alguien y presumo que es a mi por lo que me dirijo hacia él con una sonrisa sincera en el rostro -Gracias por todo, es un verdadero honor para mi.