Partida Rol por web

Cansado del entrenamiento mañanero me dirigí a conseguir mi rancho (o algo con lo que llenar el estómago). Vi cómo algunos abandonaban la tienda de mando y al parecer daban órdenes, pero no le di mayor importancia.

Tras comer y un rato de descanso, pude ver cómo los arqueros partían con algunos de los magos, cosa que sí capto mi interés: empezábamos a movernos. No mi pelotón en particular, pero La Compañía. 

Sin perder mucho más tiempo, fui a asegurarme de que todas mis cosas estaban listas y mi espada afilada. No sabía cuándo nos moverían, pero sabía que no podía pasar mucho tiempo. Era mejor estar preparado. Con mis armas y la piedra de afilar en mano, me senté para pulirlas mientras esperaba a que Matagatos nos comunicase las noticias. Había salido antes que el resto, pero no nos había dado ninguna órden aún. Aunque eso no quería decir que no las hubiese. 

- El Segundo Pelotón, la Infantería, se dispone a marcharse hacia el Sur junto con el Capitán, y los Magos Tragasapos y Sedoso.

- Serpiente sale de la Tienda de Mando. Poco después de él salen también Analista, el Teniente, y el Capitán.

- El Capitán se dirige hacia el Segundo Pelotón.

Cuando el Hiena vio salir a Serpiente, se dirigió a él.

-Lengua Negra tenía que irse pero me ha dicho que puedes encontrarle en la zona de entrenamiento de los Campamenteros si lo que quieres es que él te informe. Si no, puedo hacerlo yo pues me ha contado lo que se dijo ahí dentro. 

A la salida de la Tienda de Mandos no podía recibirme otro más que Ponzoña. Casi hubiera preferido que me ignoraran como ya habían hecho otros, y eso que solo había acabado de empezar el día.

- Si los que deben no hacen lo que deben no tengo intención de hacer perder el tiempo a quienes obligados por un deber que no es suyo hacen lo que otros debieron. Ya sabes, si una vez tras otra evitas que tropiece el que camina cerrando los ojos, nunca abrirá los párpados porque nada gana haciéndolo. Es mejor que se tropiece y aprenda o se tropiece y se mate.- Sonreí.- Personalmente prefiero la segunda, es mucho más entretenida y deja un cadáver. Además es una imagen más patética que resulta mucho más apropiada como recuerdo de los arrogantes ignorantes que se mataron por no abrir los ojos a tiempo. ¿No lo crees así, Ponzoña?

El Hiena miraba imperturbable al brujo mientras este escupía una interminable y retorcida cuerda de palabras. Cuando acabó, guardó un instante de silencio para comprobar que no empezaría nuevamente a llenar el aire con el ruido que tanto le gustaba hacer. Cuando pareció que Serpiente no ib a a volver a hablar, sonrió con una mueca que torció solo un lado de su boca.

-Tú decides, mago. Y veo que finalmente has formulado la pregunta a la que te debía una respuesta. Tropezar es ley de vida y solo para algunos una lección de la que aprender. Para otros, tropezar es morir. Estoy de acuerdo en ello contigo. Prefiero lo primero para mis amigos y lo segundo para mis enemigos. Esa es mi respuesta, la respuesta prometida y que te debía.

Dicho aquello, Ponzoña se dio media vuelta y se retiró. Lo que debía hacer ya estaba hecho, de modo que se encaminó hacia su tienda, donde se tumbó para descansar.

MEDIODIA.

- Los Arqueros se fueron temprano por la mañana. Poco después la Infantería con el Capitán.

- Al mando del campamento con los seguidores de campamento y la escuadra de Reservas del Cabo Cortaplumas se queda Analista.

- El Teniente tiene ahora el mando del Ataque Norte, vosotros: Exploradores, Hostigadores y Campamenteros.

- En las horas que pasan, la mayoría entrenan, aunque otros descansan o meditan.

Pipo, junto a la hoguera, con unos cuantos compañeros, además de Falce y Sino, saca sus conocidas flautas y entretiene el tiempo tocando un son algo triste, pero no aburrido.

Sino escuchó de nuevo la melodía de las flautas de Sino, y sacando su piedra de afilar comenzó a afilar la cimitarra para hacer tiempo. Además quería que estuviera preparada para la batalla que seguro se avecinaba...

Salgo de la tienda de los heridos y veo como algunos de los miembros de otros pelotones se van, en lo que debería ser las fases iniciales del plan de asalto que el mando ha concebido para nosotros en los próximos días. Sin poner demasiada atención a ello, me acerco al agua que suministra vida al campamento. Una vez a su lado, comienzo a mirar la lanza y recuerdo mis meditaciones. Recuerdo como me enseñaron a usarla en mi juventud y como la usé durante toda la instrucción, por lo que es un arma que domino. No como domino la katana, pero si lo suficiente como para luchar.

Sin pensarlo más, comienzo a entrenar. Estocadas allá y acá. Giros rápidos y barridos con la parte de atrás. Una estocada, un golpe del otro extremo. Un corte con la punta, un golpe con la punta del extremo romo, un corte descendente y una estocada frontal. Una serie de bloqueos con la parte media de la lanza que termina con un súbito golpe con el extremo romo de la lanza a la altura del rostro, un giro lateral con bloqueo y una estocada donde deberían estar las costillas. Diviso un madero a unos cuantos metros, por lo que doy dos estocadas a mi altura, lanzo mi arma para enterrarla en el madero y desenfundo el machete. Dos cortes laterales, un bloqueo superior con su filo, un golpe de revés con mi mano izquierda y un corte descendente en la cabeza. Un bloqueo inferior con el filo, una esquiva lateral hacía la derecha, un corte lateral con giro, un codazo durante el giro a la altura de las costillas y el giro termina con un corte a la altura del cuello para ver volar una cabeza imaginaria.

Tomo un poco de aire. Me he movido mucho para mi estado, pero mi alma y mi voluntad son mucho más fuertes de lo que jamás será mi cuerpo, por lo que dejo que ellas tomen el control y continúo mis entrenamientos.

"Esquivar, moverse y esquivar. Saltar, girar y esquivar. Atacar y esquivar. Mirar, esquivar. Oír, esquivar. Sentir, esquivar. Volver a golpear, volver a esquivar..."

Mis pensamientos metódicos analizan cada uno de los movimientos que mi cuerpo realiza casi al instante después de ser concebidos. Hago que la adrenalina de mi cuerpo me ayude a ignorar un dolor que gracias a los cuidados de Matagatos ha disminuido lo suficiente como para hacer esto y de a poco mi cuerpo comienza a elevarse en saltos y volteretas más espectaculares. Finalmente comienzo a correr y saltar obstáculos como si solo fuesen piedras del camino.

Siento el viento colarse por entre mis ropas cuando, a gran velocidad, doy una vuelta en carrera a todo el campamento. Llego después de unos minutos a la misma zona donde estaba y, sin detenerme, arrojo el machete contra el madero, donde se entierra, para sacar la lanza, girar por el suelo hacía atrás y apuñalar un abdomen que no está. Un barrido con la lanza a la altura de los tobillos, un salto con piruetas hacía atrás para caer sobre un enemigo derribado, al que asesto un golpe de gracia sin mirar abajo. Hago girar la lanza varias veces entre mis manos antes de quedar nuevamente en posición de combate.

El entrenamiento continúa así durante horas, en las que solo me detengo para beber un poco y mojarme antes de continuar. El cansancio llena mi herido cuerpo en extremo, pero mi mente no está ahora en mi cuerpo y no hay forma alguna de que esa sensación sea capaz de detenerme. Ahora no soy Peregrino, él era débil y fue derrotado. Ahora soy el arma de Peregrino, el filo letal con la que acabó con muchos enemigos y que está afilándose mucho más de lo que jamás estuvo: Ahora soy su voluntad.

VA TRANSCURRIENDO LA MAYOR PARTE DEL DIA.

Esperando noticias que no llegaban, Sino se aburrió... y aún manteniéndose cerca de los exploradores... se alejó unos pocos pasos, desenvainó su cimitarra y reanudó con ahínco su entrenamiento. Golpes con el filo del arma se alternaban con otros golpes secos con el plano de la hoja. Movimientos repentinos, fintas y esquivas se sucedían en una interminable colección de movimientos. El explorador parecía incansable mientras la mañana avanzaba... en su mente solo había un objetivo: mejorar para matar al enemigo.

Demasiado movimiento. Pensó el jorobado al ver partir las escuadras, había permanecido en reposo todo el día, la herida del hombre se estaba empezando a cerrar gracias a las cataplasmas de Pelagatos, y sobre la esta se estaba empezando a formar una costra dura de sangre, en unos pocos días estaría como nuevo. Pero puede que no tenga unos pocos días. El jorobado se entretenía afilando sus lanzas y el cuchillo, revisando su escudo y engrasando el arnés. Quería tenerlo todo listo por si ordenaban levantar el campamento.

Tras la reunión, las órdenes estaban claras. No me había equivocado al prepararme para la inminente partida, ni al entrenar durante la mañana. Llevaría lo indispensable, dejando el resto aquí. Y eso quería decir...¿Debía llevar a Orgullo? Seguramente lo perdería en esta batalla si ocurría cómo en la anterior... ¿Y de que serviría un jinete a caballo si el caballo estaba desbocado? 

Tenía que pensarlo... Y mientras lo hacia decidí que entrenaría un rato más. La presencia de Orgullo podrá ser incierta en la batalla, pero la mía era segura. Volví a sacar la espada de su vaina, pulida y reluciente, y empecé a practicar diferentes movimientos mientras pensaba. ¿Habría alguna manera de que Orgullo no se estresase en la batalla causando su posible muerte y la mía? Tal vez alguna pitonisa sabía algo... Pero no me fiaba. Tal vez los soldados de la caballería...pero me tomarían por estúpido si iba a hacerles una pregunta de ese estilo. Me contestarían que necesitaba entrenamiento y dedicación. Y lo sabía, pero ahora no había tiempo. De hecho, ni habiendo accedido al trato con los rufianes hacía unas semanas estaría a tiempo. Habían pedido dos meses, no dos semanas.

Y mientras la espada cortaba el aire mi mente seguía cavilando.

- Va transcurriendo todo el día y toda la noche siguiente.

- Algunos descansan la mayor parte del tiempo, otros entrenan como dementes incluso durante la noche cerrada, pero la mayoría optan por algo intermedio.

MAÑANA SIGUIENTE:

Sabandija se había levantado con las primeras luces del alba.  Echó una buena meada en las zonas de las letrinas, se aseó un poco y fue a recoger sus cosas. Todo tenía que estar preparado para partir. Lengua Negra les había comunicado que partirían bajo el mando de Teniente y no quería retrasarse.  A pesar de los nervios por una inminente batalla, como había entrenado de manera ligera, había conseguido dormir plácidamente. Ninguna pesadilla le había atormentado. Sólo un ligero regusto amargo le incomodaba, fruto del recuerdo de la última batalla donde había participado y caído con una gran herida en el estómago. Pero ahora era un Hermano Juramentado, y entre sus cosas, iba perfectamente plegada, una capa negra  junto con un broche de plata  en forma de calavera. Se estiró comprobando que , a pesar de la tirantez, el dolor era aceptable.

Dejó sus cosas en el campamento, excepto sus jabalinas y cuchillos de caza, y salió de la zona del campamento con paso raudo.

El K´Hlata se dirigió con presteza y con sigilo hasta donde había puesto el día anterior las trampas. Empezaba a tener hambre y la posibilidad de que hubiera atrapado un par de conejos no ayudaba.  El campamento estaba tranquilo aún, pues muchos aún seguían dormidos. Pronto empezaría a oirse un gran bullicio.  Fue acechando hasta la posición de las trampas.

SABANDIJA:

- Tirada de Profesión Cazador.