Partida Rol por web

Noté el orgullo en la voz de Ikharus. DEbía haber deseado ese puesto de soldado, esa capa y ese broche, tanto cómo yo. Me adelante con paso resuelto y coloqué sobre sus hombros su nueva capa. La capa negra que lo convertía en Soldado de pleno rango y nos unía cómo padrino y apadrinado. Hermanos de capa. 

- Bienvenido a la Compañía Negra, Ikharus.

Procuré mantenerme lo más abstraído del "público" de lo que podía. Mientras había caras las cuáles quería ver en ese momento, había otras que no. Algunos tomarían este gesto cómo lo que era: una responsabilidad, una muestra de que había soldados que me respetaban, de madurez y de compromiso con La Compañía. Habría otras miradas que seguro buscaban cualquier detalle, por pequeño que pudiese ser, para convertirme en un "paleto"; incluso podría haber quienes dada la reputación de Ikharus me mirasen con sospecha o malos ojos. Pero esos eran sobretodo los que menos importaban: Quién de verdad conocía La Compañía sabía que el pasado se olvidaba en ese mismo instante. Bien era conocido que había soldados que habían tenido un pasado más que vergonzoso, pero ahí estaban y habían partido de cero con su ceremonia. De eso se trataba con Ikharus también.

Cuando llegó el turno de Keropis se quedó mirando un momento los anales. Nunca había entendido el porqué jurar las cosas sobre un objeto con palabras escritas. Las palabras eran palabras, ya fueran dichas o escritas.

Aun así, posó la mano sobre dicho libro- Jurrro -dijo sin mucho más que añadir. No tenía hermano de capa, así pues, tras jurar se levantó y dejó pasar al siguiente que tuviera que jurar.

Ahora ya no era un recluta, era un soldado, sin hermano de capa, pero demostraría que eso eran meras tonterías. No se puede ser más importante por ser hijo de alguien o porque alguien te apadrine. Se nos conoce por nuestros actos, y nuestros actos son la consecuencia directa de nuestras decisiones.

Attar permaneció en su puesto sin decir nada, observando como todos juraban, uno detrás de otro. Aquel momento merecía una seriedad absoluta, pues era una ceremonia solemne y muy importante para la Compañía, casi con un significado religioso. Uno a uno, algunos de los antiguos reclutas fueron jurando, pasando a ser soldados, y recibiendo la capa cuando correspondía. 

"Y pronto, combatirán y morirán como soldados, junto a otros muchos..."

El jorobado contemplaba la ceremonia con solemnidad. Recordaba la vez que juro el, aunque no había pasado mucho tiempo le parecía una eternidad, habían pasado muchas cosas desde entonces y varios hermanos habían muerto y muchos que aspiraron a convertirse en hermanos. La herida del brazo le dolía y ese dolor le recordó que la vida de la compañía era dura pero era lo que él había elegido. Volvió a escuchar las palabras del capitán y no pudo evitar decir de nuevo juro, pero esta vez en no era más que un susurro.

Khadesa escuchó pronunciar una y otra vez la palabra que ella nunca había pronunciado. Y no pudo más que pensar que eso no la hacía tan distinta de los que sí lo habían hecho.

Se sentía parte de la Compañía, había derramado sangre por sus compañeros, por mucho que no la llamaran Hermana. Y volvería a hacerlo. Sin embargo, cuando su mirada, que se deslizaba en un suave paseo por las filas de los guerreros formados, tropezó con los rostros duros de los mandos, a ella también se le afilaron las facciones. Entrecerró los ojos, y se encerró en sus pensamientos, sin duda sombríos, como muchas veces, indescifrables.

Tras Jurar, Ikharus recibe la capa negra de Pelagatos y el broche de plata del Teniente.

Tras toda una vida viviendo como seguidor de campamento, por fin es ya un hermano juramentado, un Soldado Nuevo.

Asesina se alza como hermana juramentada, recibiendo la capa negra de Sicofante y el emblema de plata de manos del Teniente.

Lombriz Jura sin Hermano de Capa, un hecho nada auspicioso según la tradición de la Compañía Negra. Significa que el nuevo Soldado o es demasiado orgulloso para contar con ninguno de sus hermanos, o demasiado poco apreciado como para que ninguno esté dispuesto a brindarle su apoyo. O tal vez ambas cosas.

En cualquier caso, su Juramento es aceptado y recibe, eso sí, el broche de plata, de manos del Teniente.

Keropis Jura inmediatamente después de Lombriz, también sin capa.

El Teniente tuerce levemente el gesto, pero le entrega el broche de plata en forma de calavera. Keropis ya es un Soldado Nuevo, un hermano juramentado de la Compañía Negra.

Odio permaneció arrodillado, con la mirada baja y en silencio hasta que llegó su turno.

- Juro - pronunció con la voz rota y profunda que le caracterizaba. No hubo emoción en aquella palabra. Había esperado aquél momento desde hacía mucho tiempo, no siempre de la misma manera. Al principio, como un joven estúpido, sólo buscaba ser Hermano Juramentado para estar por encima de los Reclutas, para sentirse alguien, por el cierto poder que aquello otorgaba, por el orgullo. Hacía poco tiempo que había aprendido que aquello también podía disfrutarse por la responsabilidad que suponía, por el lazo inquebrantable que le concedía con el resto de hermanos, por pertenecer a aquella gente, por ser respetado por los que ahora eran su familia. Pero...poco tiempo antes, muy poco, aprendió lo que es la decepción, algo que en hombres como el hiena se clavaba bien dentro y para siempre. Nadie había para ajustarle la capa sobre los hombros, ni lo habría jamás.

Al terminar, levantó la mirada y sus ojos estaban vacíos, más vacíos que nunca.

La maldita ceremonia de juramento se me estaba haciendo eterna y eso que había acudido a ella con una hoja de pergamino llena de garabatos como entretenimiento. Pero claro, a los mandos se les había ocurrido la estúpida idea de hacer que cada uno de los que recibían la capa contase una batallita, lo que después de escucharlos a todos hizo que agradeciera que tan solo hubiera un Analista. Pero lo más gracioso de todo era que de todas las ideas que los mandos habían tenido en los últimos días esa, la del cuentucho, había sido la menos perniciosa para la Compañía. Pero a quién le importaba.

- “A mí no, desde luego…”- musité y solté una discreta risita que se confundió con el crujir de la grava bajo las botas de Teniente, que caminaba de recluta en recluta haciendo entrega de los broches.

Con nada más interesante que escuchar y ver yo seguí a lo mío, con el pergamino y mis anotaciones, repasando y corrigiendo lo que habría de hacerse de obtener el sí de la Quinta. De vez en cuando reía al recordar como el muy idiota de Ikharus se había vanagloriado de derramar sangre numerosas veces en la Compañía olvidándosele contar que esa sangre pertenecía no a enemigos sino a morosos a los que había partido las piernas, morosos que en ocasiones poseía una capa como la que a él acababan de entregarle.

- “Otra gran decisión, Capitán. ¡Bravo!”- Y de nuevo se me escapó una risita…

Uno tras otro, los hermanos juraban, obediencia a los superiores, lealtad a los otros compañeros, dejar atrás el pasado. Una fría sonrisa apareció en la cara de la fanática. Ella estaba dispuesta a hacerlo, pero... ¿Cuantos juraban sin importarles el que?... ¿Cuantos decían una palabra, sin sentirla, sin comprometerse, sin cambiar su modo de pensar, sin prestar atención a lo que eso suponía?... ¡Hipócritas!...

Derviche suspira, deja que una de sus rodillas repose en el suelo, baja la cabeza y espera en silencio. El capitán lega delante de ella. Sin moverse, solo levanta la mano y lo más delicada posible, posa las puntas de sus dedos sobre la tapa. Inspira profundamente, levanta la cabeza, mira al hombre a los ojos y dice la palabra.

-¡Juro! Su voz, demasiado suave, no tiene nada que ver con los gruñidos con los que suele comunicarse, pero firme y sería, mostrando parte del cambio que está dispuesta a hacer. Una sola palabra. La que la ataba a otras prioridades, la que la liberaba del pasado. Atrás quedaba su diosa, sus insultos hacia Guepardo, sus estúpidas rencillas con otros campamenteros. Al jurar, al dar su palabra en público, delante de todos, declaraba que formaba parte de esa nueva familia.

No iba a juzgar más a los de al lado, ya lo hizo antes de jurar. Ahora ya no pensaría solo en ella y sus necesidades, ahora pensaba en todos.

Una sola palabra, un simple gesto, pero lleno de tanto significado. Se levantó del suelo, buscó con la mirada a Manta, para decirle “lo conseguimos”, buscó después a Lengua Negra, para decirle “cuenta conmigo” y espero con la respiración entrecortada, sentir el roce de la capa sobre sus hombros.

Odio no recibe capa tras Jurar y ponerse en pie. El Teniente le entrega sencillamente su emblema, la calavera de plata.

Derviche se pone en pie, no ya más una Recluta, sino una hermana juramentada. Como Soldado Nueva, recibe su capa de manos de Peregrino, y el Teniente se la ciñe con el broche de plata de la Compañía. Se ha forjado un vínculo de hermandad.

Pipo observa todo sin juzgar, con los ojos abiertos. Por momentos, en vez de un tipo corto de mente, parece un científico desapasionado, que lo observa todo por un cristal lejano. Esa ilusión se rompe cuando pasa una mosca delante de su cara, y se la queda mirando un rato, con igual fijeza.

Pero todavía queda gente por jurar, así que vuelve a su actitud para que, cuando termine la parte central de la ceremonia, pueda estallar en gritos salvajes y redobles rapidísimos de celebración.

Sino no movió ni un músculo mientras el Teniente entregaba los emblemas y las capas. Se sentía orgulloso ante las palabras de Michou y esperó que el joven lo respaldara con la muerte de muchos enemigos en combate.

Pero de momento, Sino no tenía mucho que decir, decidió esperar a que acabara  la ceremonia, aún faltaban varios por jurar.

- "¡Juro!" - Exclama Belleza, antes de ponerse en pie.

- "Juro." - Dice Chamán Rojo con tranquila solemnidad.

León Anciano se queda distraído un momento, sin darse cuenta de que es el último que falta por jurar.

- "Ju... ¡Juro!" - Casi se atraganta al decirlo.

Una vez se pone en pie, Loor le coloca la capa a Belleza, y el Teniente le pone el broche de plata. Ya es una hermana juramentada.