Partida Rol por web

El hombre por fin se mostró algo más colaborador, terminando por compartir por fin la historia detrás de aquella espada. Menos mal que contábamos con Elsbeth y Valentine, que habían sabido tocar las teclas necesarias y hacer uso de la mesura, y es que apenas habiendo terminado de recibir información por parte del hombre, Olplyn ya estaba nuevamente haciendo un uso excesivo de la palabra; abriendo otros frentes cuando aún no terminábamos con el tema de la espada.

- Mesura, compañero... - aconsejé al drow en voz baja, esperando que pudiera obtener alguna información más de la espada.

Al escuchar la referencia a la Orden del Sol Invencible me puse tensa, mostrándome más que expectante.

Sir Aloin...

No me sonaba aquel nombre. La verdad era que la orden era demasiado grande y ni siquiera pertenecía a ella formalmente. Al menos no aún... Si bien era algo que sabía que tendría que decidir en algún momento. Ante aquel pensamiento, mis ojos viajaron hacia Elsbeth de inmediato. Ella tendría mucho que ver en aquella futura decisión.

No me gustó la mirada que vi que el hombre le dedicaba a la nigromante al hablar de la bondad del Sir. ¿Acaso insinuaba que no era ese el caso de la mujer? Pero no pude decir nada al respecto, pues se trataba de un innecesario riesgo, y no estaba precisamente teniendo mi mejor día; así que me limite a girar mi rostro hacia Elsbeth y dedicarle una cálida mirada que le demostrara todo mi apoyo.

- Si pertenecía a la Orden del Sol Invencible, estoy convencida de que era un buen hombre. - apoyé sus palabras. - Siento tener que insistir, pero ¿Por qué libro le preguntaba exactamente? Sería importante para mi conocer esa información. Si puedo ayudar en algo a la Orden... Me gustaría hacerlo.

Escucho interesada la historia del hombre de la cabaña. Parece que hemos derribado sus burdas barreras y ahora está algo más colaborativo. Sólo espero que el drow no haga alguna de las suyas para cagarla.

Me quedo al lado del hombre y el drow, vigilando a ambos. No sé de cual fiarme más, la verdad.

Si necesita esperar a la noche para estudiar el conjuro, no sé que hacemos.

-No toques nada -le dice con voz severa al drow-. Y si quieres un libro, tendrás que pagar por él.

Mientras Olplyn deambulaba por la habitación, en busca de magia, el hombre le contesta a Aalis sin perder de vista al elfo oscuro.

-Me preguntó por el... ¿cómo era? El demo... ¡democojón! Ése era el título -dice muy seguro de sí mismo, y se encoge de hombros-. Pero ya le dije que lo había vendido. Sir Aloin me hizo unas cuantas preguntas sobre el aspecto del hombre que lo había comprado, y me preguntó si sabía hacia donde se marchaba. Pero no le pude ayudar demasiado. Me dijo que si recordaba algo más, le dejara un mensaje a El Draco Solitario la próxima vez que pasara por Pembrose. 

Se encoge de hombros, antes de dirigirse al drow.

-¿Ataques a las caravanas por aquí cerca? Me apuesto un brazo a que fueron los grandes tragos. Se han hecho fuertes en un viejo castillo cerca de Pembrose, pero la milicia no tiene huevos a echarles de ahí. Yazgrula me dijo que Lord Kyle estaba buscando aventureros capaces de patearles el culo a esos pieles rojas. ¡Mira! Podíais ofreceros vosotros. 

De alguna manera flotó en el aire la frase "y así me dejáis en paz de una puta vez".

Aparte del mandoble, hay un camisote de mallas doblado sobre el respaldo de una silla que es mágico (Abjuración poco poderosa) y cuatro frascos entre las bebidas alcohólicas que también lo son (conjuración poco poderosa).

No hay ningún libro que, a simple vista, te parezca interesante. El bruto este debió malvender todos los títulos interesantes de la colección de Zarlag. Sólo queda la morralla. 

-Mmm, si quieres que te pague por alguno de estos textos carcomidos deberé examinarlos primero. ¿El camisote también fue un obsequio de tú viejo amigo? Y por cierto...-dijo en el momento en que apartaba unos frascos de un estante.-Espero que no uses esto para cocinar, podrías llevarte un disgusto ¿sabe que es?.-el aire altruista del drow estaba llegando a su fin y no hacía esfuerzo alguno por disimularlo. Tanta magia desperdiciada en un simio descerebrado no valía la pena, pero al menos sonrió con picardía al escuchar una mención a lo que parecían textos prohibidos, si ese papanatas había vendió aquel texto a alguien con malas intenciones eso podría representar muchas complicaciones para el valle. -Qué interesante ese asunto con los trasgos ¿quien ese tal Yazgrula?por una vez y sin que sirva de precedente creo que este hombre tiene tooooda la razón. En nada acabo de examinar los libros y nos podemos ir, no veo por abusar más de la hospitalidad del caballero.- la ironía iba "increchendo", Olplyn había perdido todo el interés en la espada y estaba sentado en el suelo ojeando los libros con más detenimiento pero por sus caras todo aquello no era más que pasto de las polillas.

Era clara por su actitud que la maldición, la espada y aquel mercenario podían quedarse y pudrirse en su agujero que el drow no iba a mover ni un musculo en su ayuda, mucho menos recurrir a sus recursos mágicos.

Enarqué una ceja ligeramente al contemplar la mirada que Aalis me dedicó. Me resultó divertido, no desde un punto de vista sarcástico, no burlándome de ella mentalmente, sino de un modo... No me gustaba aquella palabra, pero quizás fuera la más adecuada. Entrañable. ¿Creía la paladina que necesitaba una muestra de apoyo, tras la mirada del hombre de la cabaña? ¿En serio pensaba que me ofendía lo más mínimo lo que aquel triste hombrecillo pudiera pensar de mí? No pude sino sentir cierta condescendencia hacia ella, donde otras veces sentía admiración.

Olplyn se levantó de la mesa para inspeccionar lo que había desperdigado por la cabaña. Extrañada, aparté la hoja de mi guadaña de su cuello dejándole hacer, preguntándome a dónde pretendía llegar. Crucé una mirada inquisitiva con mis dos compañeras, esperando que se pronunciasen al respecto, o al menos conocer su impresión al respecto. ¿No era nuestro objetivo aquella espada? ¿Por qué parecía que el mago se desentendía de ella?

Olplyn... ¿La espada...? -Le indiqué suavemente, con los ojos entrecerrados.

Todo aquel asunto de los trasgos podía ser interesante. A buen seguro no tendría relación con nuestro cometido en el valle, pero parecía una buena forma de establecer contactos y ganar algo de oro en el camino. Mientras no tuviéramos nada más fiable, parecía un hilo del que tirar.

¿Y ese... Lord Kyle? ¿Es el que manda por aquí?

Este Drow tiene una bipolaridad manifiesta. Ahora pasa de la espada. ¿Habrá averiguado algo que no va a compartir con nosotros hasta que estemos fuera? ¿O simplemente no lo va a compartir con nosotros? ¿O simplemente ha tomado el mando su personalidad B que no está interesada en la espada?

Miro a Elsbeth y me encojo de hombros. Yo también necesitaría rezar para obtener algún conjuro de utilidad como detectar magia o detectar el mal, si es que el drow no quiere ya hacer nada con la espada, que es lo que su lenguaje corporal dice ahora mismo.

-¿Queréis ir a Pembrose o preferís pasar la noche para poder examinar la espada detenidamente? Lo de los trasgos parece una opción viable, liberar a estas tierras de un mal así sería algo positivo.

No era mucha la información que el hombre podía ofrecerme de aquel libro, pero al menos tenía su título. No sabía si aquello serviría de algo, o cuál sería la importancia de aquel asunto, pero si un miembro de la Orden del Sol Invencible estaba tras él, no debía ser por nada.

- Disculpe mi insistencia, pero aunque fuera poca la información de la que disponía, ¿Qué pudo decirle a Sir Aloin del comprador? ¿Y quién es ese tal Draco Solitario? – pregunté, escuchando después lo relativo al ataque de caravanas.

Aquella información parecía ser valiosa, pero aun así me sorprendió el modo en el que el drow dejó de lado por completo el asunto que nos había llevado hasta allí. Le miré con suspicacia, escuchando a la nigromante preguntarle por el asunto del arma, antes de pedir algo más de información sobre ese Lord Kyle.

Escuché la pregunta de Valentine, pero antes de responder me acerqué a la espada, pasando suavemente las yemas de mis dedos por su filo. Volví a tratar de detectar algo maligno en ella, por si mi anterior intento no hubiera sido suficiente, quizás de aquel modo lograra percibir algo más.

-No, esa armadura y esas pociones son mías -le contesta al drow en tono tirante-. ¡Mantén tus sucias zarpas fuera de ellas!

Yazgrula es la capitana semiorca de la guardia de Pembrose, estoy seguro que te encantará conocerla. Perdió un ojo por un virote drow, pero dicen que en sus tiempos hacía trincheras de metro y medio con idiotas adoradores de arañas como tú.

Hace ademán de escupir al suelo, pero se contiene dado que está en su propia casa. 

-Sois extranjeros ¿eh? Sí, la familia Kyle ha gobernado estas tierras desde hace muchos años. 

Intenta hacer memoria sobre lo que Aalis le pregunta. Cosa que le lleva su tiempo.

-Era un hombre de unos trentaitantos o cuarenta años... tenía el pelo oscuro y una cara corriente. No era ni muy bajo ni muy alto, normal...Hablaba bien, como si tuviera estudios -dice y se encoge de hombros en un gesto de disculpa-. El Draco Solitario es una posada de Pembrose. Dijo que se alojaría allí.

Miro a Aalis inquisitivamente. ¿Qué hace?

¿Habrá descubierto algo?

Dada la situación actual, creo que deberíamos ir a Penbrose, pero espero a que mis compañeros digan algo.

-¡Excelente, excelente!Retirémonos a descansar en Penbrose, de todos modos poco más puedo hacer sin mi magia y mi animo dispuesto."Seguro que Yazgrula tiene incluso mejores modales que este patán"-pensaba el drow mientras salía de muy buena gana de aquella casucha. Al salir se situó a un lado sabía que sus compañeras tardarían en despedirse un poco más mientras que Elsbeth, más pragmática que el resto acudiría a él en busca de respuestas.

-No puedo aseverar gran cosa sin un examen más profundo, el cual no voy ha hacer por que ese descerebrado no puede pagarlo y aunque pudiera no voy a malgastar ni un ápice más de mi tiempo en alguien que ha vilipendiado la magia de un mago; reduciéndola a pasto de la carcoma y malvendiendo los textos arcanos como si se trataran de burdos anuncios de posada. El se alegrará de no volver a verme y mi sentimiento será mutuo, prefiero dedicar mi don a cosas más útiles al menos todo esto nos ha servido para que soltara la lengua y averiguar algo de información, de todos modos lo hubiéramos podido averiguar en el pueblo. En fin, todo sea por que nuestras compañeras se sientan reconfortadas por las noches pensando en que han hecho cuanto han podido.-retomó su lugar en aquella piedra junto al camino esperando a las demás para partir.

El hombre ofreció apenas retazos de información que podría sernos útil más adelante. Conocer al menos el nombre de la familia de gobernantes locales parecía una buena forma de comenzar a moverse por la zona, además de ser conscientes de la identidad de la capitana de la guardia de Pembrose.

No parecía, sin embargo, que nuestro drow fuera a colaborar más en aquella tarea que habíamos emprendido. No comprendí bien la manera de actuar de éste, pero sus erráticas maneras me resultaban muchas veces tediosas. Habló de retirarnos a Pembrose, como si alguien ya lo hubiera propuesto antes, incluso como si asumiera que todos estábamos de acuerdo con ello, y rechazando de plano continuar con aquella tarea. Yo misma lo consideraba una pérdida de tiempo y recursos, pero nuestras bienhechoras compañeras habían puesto su empeño en ello, de modo que, ¿a qué venía aquel cambio de actitud tan radical?

¿Y quién se creía que era para tomar decisiones como aquella, unilateralmente...?

Sí... será mejor que aguardes fuera... -Dije con mi suave y sibilina voz habitual, mirándole de reojo mientras abandonaba la cabaña- Todos nos sentiremos más cómodos así, ¿no es cierto? -Comenté dedicándole una pícara sonrisa a Aalis, pasando inmediatamente a Valentine para terminar por fijar la mirada en nuestro anfitrión.

De hecho, mi intención era mantenerme en un segundo plano, esperando que las dos buenas mujeres continuasen la charla. Ya que el mago no pensaba aplicar sus conocimientos, decidí hacer una pesquisa por mi cuenta, a la espera de poder arrojar algo de oscuridad, pues era más afín a mi naturaleza que la luz, a todo aquel asunto de la espada.

Miro como el drow sale por la puerta. Según ha salido, suspiro. ¿Quién nos manda asociarnos con tremendo esquizofrénico? supongo que sus habilidades nos son necesarias, después de todo.

Miro a Elsbeth y sonrío. Parece que queremos sacar más información. Así que presionemos un poco más, pero no sé por dónde nos puede salir este tipo.

-La espada es una belleza. Es una pena que no quiera venderla, mi templo se la compraría y la tendría expuesta en el salón principal sin duda. Sería el orgullo del templo y la admiración de los fieles. Que fina factura.-Digo, dorándole más aún la píldora.-Pero sin duda dónde mejor está esta espada es esgrimida por su legítimo propietario, un fornido guerrero como usted. ¿Ha dado cuenta de muchos enemigos con ella?

Detectas un aura poco poderosa de encantamiento en el espadón.

El hombre nos dio algo más de información, y aunque soltaba esta con cuentagotas, nos iba permitiendo obtener algunos datos interesantes. Mi nuevo intento de detectar presencia maligna dejaba claro que aquel objeto no lo era. Comenzaba a plantearme seriamente que aquel hombre fuera así, y su actitud no se debiera al efecto de la espada. O que hubiera sido el drow quien lo hubiera puesto de tan mal humor tras su primera visita a la cabaña. Esa opción cada vez cobraba más fuerza en mi mente, viendo la actitud de este.

De pronto decidía por su cuenta dirigirnos a Pembrose, cosa por la que la amable Valentine había preguntado y a lo cual aún no habíamos respondido los demás. Fruncí mi ceño sobre manera, haciéndose más que evidente mi malestar, y es que hacía tiempo que algo no me incomodaba tanto. De pronto miré a Elsbeth de reojo, preguntándome si ella se habría dado cuenta, cuando la escuché dirigirse al mago; para después hacer aquella mención a la incomodidad y dedicarme aquella pícara sonrisa. Se hubiera dado cuenta o no, había estado tremendamente acertada.

Devolví su sonrisa con otra, antes de pronunciarme respecto a lo que había averiguado, mientras veía como el drow salía por la puerta.

- No he detectado mal ni en la espada ni en este lugar. – les hice saber. – Pero quizás podríamos invertir unos minutos más en charlar con este buen hombre. – dije mirando a mis compañeras, antes de dirigir la vista al dueño de la cabaña. – Quizás ahora que no se encuentra nuestro compañero se sienta más cómodo, ¿No es así? Sobre Sir Aloin, ¿Podría decirme algo de él? No lo conozco, pero quisiera poder reconocerlo si lo vemos en Pembrose.

Valentine también trató de obtener más información, mientras Elsbeth se mantenía en un segundo plano.

-Algo más cómodos -dice, rebullendo en el asiento y lanzando una mirada fastidiada a Elsbeth.

No le dura mucho el alivio ante la partida del drow. Se vuelve a poner furioso ante la perspectiva que le ofrece Valentine de vender su espada y exponerla en el templo. La valquiria se da cuenta de que ha metido la pata al ver como sus nudillos se ponen blancos, cerrándose como garras en torno de la empuñadura del espadón.

-¡No voy a vender mi espada! ¡Ni a un templo ni a la misma Freya! ¿¡ENTENDIDO!?

Su rostro se congestiona, sus ojos salen de las órbitas y empieza a resollar como un toro mientras su amplio pecho sube y baja. No le importaba Sir Aloin ni los enemigos que hubiera abatido con ella: sólo le importaba que no se la quitaran. 

-¡Dile que nada ni nadie me va a separar de ella! -le grita a Aalis señalando a Valentine con el dedo-. ¡Díselo!

Toda la conversación se fue al garete en apenas un instante, ante la perspectiva de incluir aquella espada en algún tipo de negocio. Estaba claro que aquello no había sido el movimiento más astuto del mundo, por nuestra parte, ya que la obsesión de aquel hombre por su arma le llevaba a saltar a la mínima si se ponía en duda su pertenencia. Sin embargo, aún así me había dado tiempo a analizar el aura de aquel espadón, lo que había sido suficiente para extraer mis propias conclusiones.

¿Qué hace?

Fueron únicamente dos palabras, pero cortaron el aire de aquella estancia como un cuchillo bien afilado. Mis ojos se clavaron en los de aquel desgraciado mientras mi mano siniestra extendía el dedo índice en dirección a la espada. Mis labios se curvaron en una sonrisa sarcástica, mientras mis ojos rasgados se entrecerraban ligeramente. No era la persona más adecuada para interrogar a aquel hombre ni para convencerle de nada, lo mío era causar miedo en todo ser vivo al que enfrentase, pero esperaba que aquello que había descubierto les sirviera a mis compañeras.

Ha dicho que se siente bien cuando la esgrime, que es una buena espada, la mejor que ha tenido. -Le recordé- ¿Sólo eso? Es una espada mágica, puedo distinguir su aura desde aquí. No demasiado poderosa, esa es la verdad, pero mágica al fin y al cabo. Por las vetas y el colorido del aura, diría que ha sido creada por la escuela de Encantamiento, de modo que tendrá algún efecto concreto. ¿O es que no lo ha descubierto? -Insinué con malicia, aunque temía que la realidad fuera aún peor, caso que me resultaba en cierto modo hasta divertido- Esa escuela de magia se centra en afectar la mente de los demás, influyendo en su comportamiento, alterando su opinión, forzándolo a actuar de una determinada manera, controlándolo... -Enumeré, lentamente, disfrutando de cada palabra- Me intriga conocer qué efecto causa su espada, señor... y sobre quién. -Especialmente, lo segundo, pues sospechaba que el verdaderamente afectado por aquella magia sería precisamente él.

Mierda. Este gilipollas la va a liar. No le he ofrecido comprar su arma, sólo la he alabado. Maldito imbécil.

Parece que esto se va a ir por derroteros que no deseo, pero no nos ha facilitado nada las cosas. Me preparo para un casi seguro combate, dando un paso atrás ante la violencia de sus palabras, que creo que lo que le está diciendo Elsbeth no va a mejorar su actitud.

Las palabras de Valentine no fueron nada bien recibidas por el hombre, al que toda frase que tocara remotamente la posibilidad de alejarle de su espada le soliviantaba. Ese arma le tenía sorbido el seso, cosa que cada vez quedaba más clara, sobre todo cuando Elsbeth nos hizo partícipes de lo que había descubierto.

No me pasó inadvertido el movimiento de la mano de la nigromante, como tampoco lo hizo el paso atrás de la clérigo, mientras el hombre me exigía decirle a esta que nadie iba a separarle del arma.

- Lo siento, pero no acostumbro a mentir. – dije con amargura, dando un paso al frente para situarme entre mis compañeras y el hombre. - No seáis severas, no sabe lo que hace. - añadí, dirigiéndome a Elsbeth y Valentine, aunque sin apartar mi mirada del dueño de la espada.

-¡Mientes, sucia fulana! -ruge el hombre de la cabaña, levantándose bruscamente y enviando la silla al suelo-. ¡Intentas engañarme para robármela! ¡Raaargh!

El hombre de la cabaña lanza un rugido casi animal y, fuera de si, se arroja sobre Elsbeth blandiendo el espadón por encima de la cabeza... pero Valentine reaccionó antes.