Partida Rol por web

El chico parecía bastante desconfiado y Vicnan era un desastre hablando con niños, así que apostó al más viejo elemento de negociación que existe.

- Oye, si charlas conmigo te ganarás unas monedas - las hizo tintinar dentro de la túnica - ¿qué te parece? de infiltrado a infiltrado... -

- Tengo grilletes. Y cuerda. - dijo recuperando al fin, visiblemente aliviada, su tono átono más natural. Se le daba bien adaptarse a las situaciones sociales y utilizar los dones que poseía para adaptar su persona a lo que fuera más conveniente según las circunstancias, pero no dejaba de resultarle un esfuerzo consciente y un engorro que era bastante agotador. En aquel momento que se encontraban fuera del escrutinio de los guardias que conocían a Zalgrán bien en persona o bien por reputación, procedió a colocarle los grilletes que llevaba consigo e inmovilizarle las manos a la espalda. A continuación, dejó su cuerda de seda a disposición de los demás Vigilantes. Ella sabía hacer nudos, pero no confiaba demasiado en su capacidad de hacer uno que resultara fiable para retener a alguien de esa complexión.

- Trabajo fácil. - coincidió con Agatosh con un asentimiento. Hubiera sido complicado de haber ido cualquiera de los dos Vigilantes por separado, pero el esfuerzo conjunto lo había hecho coser y cantar.

Después de inmovilizar a Zalgrán, el grupo de Vigilantes siguió al druida hasta la biblioteca del lugar. Allí, Balthor, colocó las cuatro estatuas hasta conseguir que la estatua de la mujer sonriera al niño y el hombre armado amenazara al esclavo. 

Cuando la última escultura fue rotada, todos los presentes escucharon con claridad cómo esta se encajaba en lo que creían podría ser un sistema de engranajes. Instantes después, el sonido de los pistones y engranajes movilizando diferentes correas provocó un ligero temblor en la zona. El agua de la fuente fue drenada en su totalidad y una compuerta se abrió en el suelo, revelando unas escaleras de piedra que se adentraban en la oscuridad. 

Con las armas desenvainadas y los sentidos alerta, el pequeño grupo bajó en completo silencio. Mientras sus pisadas provocaban un ligero eco al chocar contra la fría piedra, Caidus creó unas luces danzantes. Cuando bajaron del último escalón su olfato detectó el olor ferroso típico de la sangre. Un rápido vistazo fue suficiente para ver el fluido escarlata, ya seco, cubría gran parte del suelo y de las paredes. Además, en la sala encontraron cuatro toneles de madera de varios litros de capacidad, así como un abrevadero junto a un cuchillo afilado y un estante con algunos frascos de vidrio.

Balthor se inclino ligeramente y examino los patrones caóticos que había formado la sangre seca por múltiples pisadas; sin embargo en mitad de aquel caos encontró un patrón fijo. Según sus estimaciones las victimas habían sido arrastradas desde un mismo punto, la pared este. Aquello solo podía tener una explicación. Había una puerta secreta en esa pared.

Alya observo a su alrededor con el rostro imperturbable. Sin duda multitud de personas debían de haber fallecido en aquel lugar, pero sabia que llevarse por las emociones no era correcto. De modo que se acerco al abrevadero y examino. En apenas unos instantes distinguió diferentes salpicaduras en el suelo y las paredes, las cuales no debían llegar al medio metro de altura.

Si se enfrentaban a un vampiro, sin duda aquella sangre era para alimentarlo. De modo que imagino la escena. Ninguna persona adulta de rodillas, siendo sangrada como un cerdo, tendría una altura de medio metro. Solo había dos posibles respuestas: La sangre pertenecía a razas de pequeño tamaño, tales como gnomos y medianos, o inocentes niños.

Agatosh y Caidus mostraron interés por los frascos del estante. Tras examinar durante unos segundos ambos Vigilantes llegaron a la conclusión de que era productos destinado a evitar la corrupción y agregación plaquetaria de la sangre.

Sin duda aquella sangre era para el vampiro o al menos eso les gritaba sus instintos, pero ¿No sería mejor tomar la sangre fresca? ¿Por que almacenarla? 

Una vez que las estatuas se colocaron en posición, descubrieron la entrada a un pasadizo secreto, nadie esperaba encontrarse tan terrible escenario, en este sitio habían ocurrido cosas terribles.

- ¡Maldito bastardo!¿Que le habrá pasado a los desgraciados que bajaron aquí?

Tanta sangre llamaba a su instinto animal, Ronroneo luchaba por controlarse a su vez,  pero no podía abandonarse a su ser interior, si algo aprendió en su tiempo con los druidas era que el control era lo que marcaba la diferencia, debía guardar su rabia para una ocasión mejor.

- Creo que puedo adivinar por donde han arrastrado a las victimas, dejadme un segundo.

Puso toda su concentración en rastrear, su rostro se torno más felino, así como sus ojos, parecía que su lado bestial estaba asomando, pero sólo era una demostración de su sinergia con su totem.

Había hablado, como siempre, instintivamente sin pensar. Y ahora se encontraba con un ambiente más pesado de lo que quería.

-Como digo esto... en fin. Seré directa, es probable que vos lo prefirais así también. De debajo de su camisote de mithril sacó la insignia de los vigilantes y la mostró, esperando ver su reacción.

Seguramente nos conozca*. -Tras guardar la insignia de nuevo, por si venía alguien más, continuó.- Algo oscuro acecha estas tierras, tenemos razones para creer que un vampiro, o algo peor, está conspirando con algunos nobles de la ciudad. Y me temo que las sospechas se extienden a alguien de esta iglesia.

Miró fijamente a la paladín estudiando su reacción mientras esperaba su respuesta.

Alya frunció levemente el entrecejo, con los brazos cruzados frente a ella y una expresión de disgusto en su normalmente sereno rostro.

- Almuerzo. - respondió con crudeza a la pregunta de Balthor. A pesar de su habitual atonalidad, a ninguno de los presentes se le escaparía el detalle de la rabia y el disgusto que estaba presente en su voz. - Esto es un abrevadero. - añadió al cabo de un momento, señalando los escabrosos muebles que decoraban la habitación en lo que añadía la luz de su antorcha ioun a la de Caidus, por si el mago debía moverse no quedarse a oscuras.

- Almuerzo, de un vampiro con gustos muy particulares. - Señaló un poco después, refiriéndose a la ubicación de las manchas de sangre a su alrededor. - Ninguna supera el medio metro de alto. Suponiendo que los pusieran de rodillas antes de degollarlos, sólo gnomos o medianos quedarían a esa altura.

- O niños pequeños.

Pero Alya frunció el entrecejo. ¿De dónde estaban sacando el suministro? Si estuvieran desapareciendo gnomos o medianos en gran número, aquellas comunidades estarían extremadamente alerta y correría alguna historia al respecto... Y más difícil aún era esconder tal volumen de infantes desaparecidos. - ¿De dónde vienen?

Al ver aquello se quedó levemente turbado; tardó un instante en entrar a la habitación, siguiendo al resto, y ponerse a inspeccionar el lugar, con el ceño cada vez más serio. Escuchó a Alya, y añadió sus propios conclusiones.

—Estos frascos sirven para mantener la sangre fresca —dijo con un tono monótono—. Significa que Zalgrán también está metido en todo este asunto del vampiro; creo que es un buen momento para despertarle y ver que tiene que contarnos.

Los continuos botes le parecían un infierno. Desde luego, si esa era mercancía frágil, iba aquedar hecha añicos, el constructo no estaba diseñado aparentemente para tareas de repetición. Un día tenía que aprender a hacer uno de esos, un golem como montura podía ser útil, aunque fuese para llevar bártulos no frágiles, como las armas de sus compañeros.

Levantó un poco la tapa y les hizo a mis compañeros una seña. Prefería no estar peleándose con la criatura en el lugar, si daba la voz de alarma se acabó la distracción, ya luego si se topaban con ella en la huida buscarían la manera de sortearla.

A pesar de que el plan había funcionado, en seguida quedo patente que no era un buen plan, lo primero que hizo el constructo nada más entrar fue abrir una caja y solo por pura suerte no fue ninguna de las que estaban usando ellos como escondite. Justo después la criatura se marchó, pero no tardaría en volver, se asomó lo justo para ver cómo se alejaba dejándoles solos en aquel almacén, sus ojos se cruzaron con los de Aerin y no le hacía falta la señal de esta para saber que lo mejor era escabullirse.

Salió de la caja haciendo el menor ruido posible, rápidamente busco con la mirada una puerta por la que salir de la habitación distinta de la usada por el constructo, no sabían por donde tenían que ir, pero si sabían por donde no hacerlo.

Había borrado de la memoria aquella vez que tuvo que meterse en una tonel de pescado en un barco para escapar unos cazarecompensas. Esta ocasión no era mucho mejor, el viaje fue corto y menos oloroso pero con muchos mas golpes.

-Me duelen partes del cuerpo que no sabía ni que tenía. -Pensé. Al salir de la caja y ver que las otras dos mujeres ya estaban abandonando el lugar sin tener que mediar palabra me complació notar que al menos en el punto de no pelear contra el constructo salvo que fuese necesario estaban todos de acuerdo. 
Ahora toca encontrar lo que andan buscando, cierro mi caja al salir y hago lo mismo con las otras dos si no lo han hecho ellas: no quiero dejar pistas de nuestra presencia  con unas cajas que han sido manipuladas de forma inexplicable.

Tras eso corro con las mujeres, preparé mi arco con dos flechas sabedor de que cabe la posibilidad de encontrarnos con alguien o algo al girar en un pasillo y no iba a dar oportunidad de que diesen voz de alarma. 

Cuando Vicnan se acercó al niño, el pequeño negó lentamente con la cabeza; sin embargo cuando el inquisidor hizo sonar el saco de monedas la cosa cambió. La necesidad se colocó por encima de la prudencia y el miedo. Finalmente asintió. 

—Quiero las monedas— respondió de manera escueta.

El joven vigilante no pudo evitar sentir cierta lástima por el infante, pues este no paraba de mirar a su alrededor con gran desconfianza. Por alguna razón no se sentía cómodo en aquel lugar. ¿sería una persona negadora de la intervención del mundo mortal? ¿O quizás desconfiaba por algo que había visto en aquel lugar? 

Mientras aquellas preguntas vagaban por la mente del semielfo, el niño había terminado de comer y depositado el cuenco de madera en el suelo. Tras esto, se irguió con gran destreza sobre lo que debían ser unos grandes zuecos de madera y se marchó. Su mirada lo invitó a seguirlo hasta las calles de Norul. 

—¿Infiltrado?— preguntó de manera directa cuando el bullicio de las calles les rodeo por completo.

Una vez fuera, con la luz del sol incidiendo de manera directa al niño, no pudo evitar maravillarse por el disfraz que había realizado. Incluso a la luz del sol era convincente siempre y cuando permaneciera en silencio. Si él no hubiera sido adiestrado para descubrir el engaño, quien sabe lo que habría pasado.

La mirada de la paladina de Iomedae se mantuvo impertérrita, carente de emoción o reacción alguna por su parte. En su lugar se limitó a asentir y extendió la mano hacia el emblema de los Vigilantes, tras lo cual lo empujó ligeramente hacia el pecho de Ildyra. Quería que lo guardara, acto que la devota de Shantia. 

—Sigueme por favor— dijo de manera escueta mientras caminaba hacia una de las habitaciones de la sala. Al ver que Ildyra no se movía añadió—: No sabemos quien puede estar observando. Soy inofensiva.

El aura que manaba Ayshel bastó para calmar a la hermosa espadachina. Sabía que había personas que eran capaces de modificar tales auras para engañar a sus enemigos, pero algo dentro de ella le decía que no era el caso. De modo que tras unos instantes de duda, camino hacia la habitación en la que había entrado la mujer. 

—Como bien sabrás los vampiros marcan a sus subditos y rebaño, para que ningún otro vástago les ponga una mano encima— comenzó a explicar después de cerrar la puerta de madera—. Quiero que muestres tu cuerpo para poder examinarlo, pero antes lo haré yo. 

» Normalmente estos tatuajes se encuentran en la cara interna de los labios, detrás de las orejas, en la nuca o las muñecas; sin embargo dada tu belleza quizás esté en otro sitio— continuó hablando mientras comenzaba aflojarse las correas que sujetaban su armadura—. Si queremos confiar la una en la otra, sin reparos y desconfianza, esta es la mejor manera. 

Sin ceremonias ni pudor, Ayshel comentó retirando su capa carmesí, seguido de su armadura y sus ropajes. En un último lugar retiró unos vendajes que presionaban su pecho, mostrando poco después la falta de una de las mamas. Como era de esperar su cuerpo estaba trabajado, así como salpicado de multitud de cicatrices. Tras desnudarse por completo levantó los brazos y giró sobre sí misma, mostrando cada centímetro de su cuerpo. 

Después de que su inocencia había sido demostrada, la adusta guerrera volvió a vestirse, con armadura y capa incluida. Era el turno de Ildyra, sirvienta de Shantia, miembro de la Hermandad de los Vigilantes.

Tras un barrido visual encontraron al constructor al fondo de la habitación organizando una de las alacenas. Sus manos de acero colocaban y reorganizaban los alimentos con bastante soltura, pero con la característica torpeza de los de su especie. Aprovechando aquella situación el grupo de Vigilantes salió de las cajas, cerraron los recipientes y se marcharon, todo aquello sin ser descubiertos. 

Después de abandonar aquel almacén, les recibió un pasillo de paredes curvas que desembocaba poco después en una escalera de caracol. El elfo oscuro, con arco en mano, junto al resto de sus compañeros comenzaron el descenso por los escalones de piedra. Cada ciertos metros debían detenerse y aguzar el oído, pues arcos de medio punto conducían a otras habitaciones. 

—Al fondo de estas escaleras se encuentra la habitación que contiene el Sanctorium— pronunció Mhun con su voz aguda después de salir de uno de los bolsillos de Abelgos—. Esta zona es el núcleo de la torre arcano, cualquier aprendiz que quiera moverse de un lugar a otro debe pasar por aquí. Tened cuidado. 

En aquel preciso instante escucharon unas voces aproximarse. En un comienzo fueron incapaces de determinar su origen, pues el eco de aquel lugar hacía difícil tal tarea; sin embargo segundos después vieron dos figuras vestidas con túnicas grises subir por las escaleras. Sin perder ningún momento regresaron sobre sus pasos y se escondieron detrás de uno de los arcos, el cual a su vez conducía a otras salas de la torre. Por fortuna nadie había descubierto su presencia allí. 

Observaron como los dos arcanistas continuaban subiendo más allá de donde se encontraban. Frustrados miraron hacia abajo y hacia arriba, decenas de aberturas por las que podrían aparecer nuevos miembros y ser descubiertos. El primer pensamiento del grupo fue recurrir a la magia y volverse invisibles; sin embargo el Sanctorium restringía el uso de la magia fuera de las zonas habilitadas para ello. Sin duda una gran idea para controlar las posibles rencillas entre los estudiantes, pero un gran inconveniente para los Vigilantes. 

¿Qué debían hacer?

Una vez afuera Vicnan se relajó un poco. Tendría que hablar rápido y volver para no levantar demasiadas sospechas.

- Sí amigo, infiltrado. Soy de los buenos y estoy investigando ciertos rumores. ¿Por qué estabas disfrazado de adulto? ¿viste algo? ¿algo peligroso? -

El Inquisidor no sabía ser amable, pero el chico parecía manejarse bien con palabras concretas. "Debe tener una vida muy dura" pensó, y elevó una silenciosa plegaria a su diosa pidiendo por la seguridad del niño.

Estábamos en un dilema, por detrás un constructo y por delante la posibilidad de que personas inocentes nos viesen y tuviésemos que silenciarlas por lo que me quedo con cara de circunstancia.

Ante esa situación destenso el arco, me recuesto contra una pared y cierro los ojos para comenzar un mantra de palabras en apariencia aleatorias en voz baja. 

Constructo, magos, inocentes, semielfos, torre, escaleras, roca, puertas, madera, antorchas, fuego, magia, Sanctorium, magia inhibida...

Abro los ojos y busco rápidamente al familar. -Si no me equivoco en esta zona no es posible usar magia, son vulnerables contra alguien que combata de forma física. Capturar a tres de ellos, romperles la quijada y quedarnos con sus ropas no debería ser un problema ¿No?. 

Una vez disfrazados tendríamos una posibilidad de pasar inadvertidos. 

El primer obstáculo había sido superado, pero aun había que bajar por aquellas escaleras sin ser vistos. Estaba claro que las defensas estaban bien construidas, pero no poder usar magia era una cabronada y se les complicaba mucho la tarea. Tras escapar por los pelos de la vista de unos estudiantes, escuchó el plan de Abelgos mientras se asomaba para asegurarse de que no hubiera nadie y se giró para responderle.

—No es mal plan, pero no creo que a los jefes les haga gracia una masacre de estudiantes—. Hizo una pequeña pausa mientras pensaba y después se dirigió al ratón que les acompañaba. —¿Dónde podemos hacernos con unas túnicas de esas? habrá una lavandería o un almacén.

A juzgar por la sangre acumulada en los tanques de gran tamaño, debían de haber degollado y sangrado al menos a una veintena de personas. La mente de los Vigilantes se posicionó en la peor opción posible, siendo incapaces de sacar la imagen de niños inocentes llorando momentos antes de encontrar su final. Las brasas de la ira comenzaron a prender en el corazón de los presentes, barajando entonces la opción ofrecida por Agatosh. Sin duda aquel mal nacido debía tener las respuestas que ansiaban. 

En aquel momento escucharon un crujido procedente de una de las paredes. De manera instintiva Alya, Caidus y Agatosh se prepararon para lo peor, pero no había amenaza alguna. Balthor había encontrado una puerta secreta en la pared, la cual tras pulsar una falsa piedra del muro de mampostería provocó que se revelara. Esta conducía por un túnel de paredes escarpadas que según creía Caidus, había sido recientemente excavado. Además, según sus cálculos debía surcar por debajo de la ciudad de Norul hacia el centro de la ciudad. ¿No era allí donde estaba la iglesia de Iomedae?

Ante ellos se presentaban dos caminos. Interrogar a Zalgrán o adentrarse en los túneles de la mansión Gregory. Ambas opciones eran viables, pero cada una tenía sus inconvenientes. El hermano de Shandal podía ser un hueso duro de roer y quizás perdieran el tiempo de interrogarlo. Por otra parte adentrarse por aquel corredor podía ser peligroso, pues no sabían a donde llevaba con certeza ni los peligros que podían anidar en el.