Partida Rol por web

Una vez ya en un lugar donde Vicnan no tuviera tics nerviosos, se acercó a Vicnan, y de cerca le susurró lo que había descubierto.

-He hablado con una mujer... dentro del templo, me ha dicho que tiene unas sospechas importantes del sumosacerdote de la orden y sus dos guardaespaldas, me ha pedido que nos reunamos esta noche con ella para atacarles... También me dijo que los seguidores de los vampiros están marcados en el cuerpo.

-¿Que has descubierto tú? ¿Apunta a este hombre también?

- No hemos terminado de hablar. Más te vale no moverte. - dijo con cruel frialdad la Inquisidora mientras preparaba su mandoble. Pero no para reducir el peso del bardo drásticamente, como había amenazado, sino para hacer frente a la marabunta que se les echaba encima.

- Archimago, la emboscada ha sido para nosotros. - escuchó Nalen'nag en su mente con la átona voz de Alya. - Deshaz el campo antimagia lo más rápido que puedas.

Sus dones únicos parecían no verse afectados por el mismo, pero sus oraciones más convencionales sí y eso limitaba sus opciones en cuanto a lidiar con grupos de enemigos en lugar de combatientes individuales.

Contrastando con la furia de Agatosh estaba la calma concentrada de Alya cuando se unió al enfrentamiento, descargando su mandoble para contener a los necrófagos.

- Algo similar. Los vagabundos sospechan de uno de los guardaespaldas. Me dijeron... - Vicnan hizo una pausa, claramente consternado - que han desaparecido niños. Se aprovechan de los que van a buscar un plato de comida -

- Me da mala espina la reunión, es muy conveniente. Pero no podemos faltar ¿Deberíamos planear el encuentro con el resto del grupo? -

Si algo molestaba realmente a Caidus era errar en algo fácilmente evitable y lo acababa de hacer. Encima delante del Archimago. Apretó los labios e intentó no pensar en ello más de la cuenta para centrarse en el problema que les amenazaba ahora mismo.

El elfo comprobó con preocupación dónde acababa el campo antimagia. Si había algún lugar en la habitación, allí se colocaría, pero mucho se temía que tendrían que salir de allí para poder actuar. Mientras tanto, se colocó junto al elfo atado.

—Más te vale cantar algo que nos ayude, bardo, o estas criaturas acabarán contigo después de hacer lo propio con nosotros, si es que no te eliminamos antes.

Luego se acercó a la puerta y se colocó justo detrás de los dos enormes compañeros. Adoptó la postura de combate màs propicia y preparó su ataque.

Nalen´Dag no se había limitado a pronunciar una serie de palabras acompañadas de unos complejos movimientos somáticos, en absoluto. Lo que había hecho era algo completamente distinto. Había inscrito una compleja red de símbolos arcanos, durante dos horas, que ocupaba casi la totalidad de la vivienda. Aquello tenía sus ventajas, pues no se regía por la magia convencional, permitiendo a Alya canalizar sus poderes psiónicos y a Balthor cambiar de forma. 

El grupo de vigilantes se colocó frente a la puerta esperando el embate, el cual no tardó ni un par de segundos en llegar. Un mar de garras y colmillos hostigó al grupo de héroes desde todos los ángulos inimaginables. De manera individual el enemigo no era excesivamente formidable, pues con cada estocada que daban eran derrotados. Cuatro de ellos yacían en el suelo; sin embargo por cada necrófago que encontraba su final, había otros dos al menos para cubrir su lugar. 

Balthor y Caidus sufrieron heridas menos; sin embargo sus dos compañeros se llevaron la peor parte. Agatosh recibió un mordisco entre su cuello y trapecio. Por el contrario Alya recibió un garrazo en su rostro, provocando que un manto escarlata nublara parcialmente su vista. 

El archimago seguía sin aparecer y sin levantar el círculo de disipación. ¿Había muerto? Los necrófagos acababan de aparecer de modo que quizás siguiera con vida; sin embargo, este dependía exclusivamente de su magia. ¿Qué habría sido de él?

Viendo que la marabunta de enemigos les rodeaba y parecía alcanzarle pese a cubrirse con los compañeros más fornidos, Caidus cambió su estilo de combate y se acercó a los horribles necrófagos imitando las sombras que hacía durante los entrenamientos, y más concentrado en su defensa*.

Mientras, el pobre Smurf se había bajado de la parte alta de la camisa a la zona lumbar, buscando resguardarase de los posibles golpes que pudiera sufrir el elfo.

Aquella era exactamente el tipo de batalla para el que Alya estaba peor preparada; su especialidad era ser precisa y contundente, enfocándose en amenazas poderosas y eliminándolas, idealmente, antes siquiera de que tuvieran oportunidad de contratacar.

Una marabunta de enemigos la abrumaría muy pronto. Las heridas que había recibido entre los resquicios que sus matrices astrales dejaban eran prueba fehaciente de que tardaría poco en ser incapaz de defender la posición que sostenía. Estaba en apuros, y serios.

En su corazón, llamó por el favor de su Diosa y un halo de luz se instaló a su alrededor, cerrando a ritmo rápido sus heridas... Ganaba tiempo, dado que seguiría encajándolas más rápido de lo que las sanaba, pero era cuanto podía permitirse por el momento.

No estaba convencida de cuán efectivo sería el siguiente paso, pero era su mejor baza en la situación en la que se encontraban y valía la pena el riesgo. Amparándose en la presencia de sus camaradas como muleta mental, comenzó a realizar gestos sagrados de su fe para atraer la atención y el poder de Iomidae al campo de batalla, intentando mantenerse lejos del alcance de las garras de sus enemigos. Inspirada por el apoyo de su deidad, con su voz resonando con el poder y su fervor, empezó a bramar. - ¡Malditas criaturas carroñeras, sucios profanadores de descanso, patanes bastardos de ranas sifilíticas y lombrices podridas! ¡Que la luz de Iomidae os recuerde porqué os escondéis en las sombras! - Sus palabras llevaban una chispa del fuego divino de su deidad, pero era suficiente para extenderse sobre los necrófagos, blancos de sus insultos.

Si funcionaba, claro. Era su mejor y única baza a la hora de enfrentarse a tantos enemigos al mismo tiempo.

Terminada la diatriba, decidió dosificar sus fuerzas lo mejor que pudiera para contener la marea, en lo que buscaba una salida de la ratonera. No le gustaba la idea de ceder terreno frente a criaturas como los necrófagos, pero era demasiado práctica como para considerar morir en el puesto como su única opción.

Ambos vigilantes abandonaron la belleza austera del templo de Iomedae y buscaron una taberna cualquiera en la que tener algo de privacidad. Tras unos minutos de búsqueda por las calles de Norul encontraron una posada conocida como “La despensa arcana”. 

A pesar de que aquel lugar estaba fuera de la zona rica de la ciudad, mostraba un aspecto cuidado, lo suficiente limpio como para no desagradar el olfato y la vista de los héroes. Después de pedir un par de bebidas, con las que se mimetizarían con la clientela a la par que calmaban su sed, ambos devotos de los dioses tomaron asiento. 

Una vez el camarero trajo las bebidas escogidas y tuvieron la privacidad deseada por Vicnan, Ildyra rompió el silencio de manera clara, franca y directa. Sin duda algo no pintaba bien en la catedral y ya sabían el que.

Balthor recibió a la marabunta dejándose llevar por la rabia, y dando a Ronrroneo la orden mental de atacar con todo hasta que no se moviera ningún enemigo. Dejo salir toda su furia interior sobre los necrófagos, buscando hundir sus dientes y garras en sus blandos cuerpos, montando su buffet de huesos rotos y carne podrida desgarrada.

En estos momentos no podía fijarse en sus compañeros, sólo su localización gracias a su familiar olor, con eso le bastaba para mantener su posición, con respecto a sus compañeros, intentando ser un muro para que los no muertos no les rodearan.

Puede que esto fuera una trampa, pero el grupo es poderoso, van a terminar con estos no muertos y buscar venganza contra el responsable, lo que le iba a pasar no era nada comparado a las ostias que se estaban llevando estos sacos de carne.

El vendaval de garras y dentalladas de druida y acompañante, iban a cortar su camino a través de lo que apareciera.

Me río con el comentario del semidrow. Que enfadado está. Eso le pasa por tocarme el culo, a ver si aprende que hay necedades que no tolero, y tocar mi dignidad es una de ella, lo que me ayuda a obviar la otra parte de su comentario. Quizás estoy un poco histérica, los monstruos se lanzan hacia nosotros y es la primera vez que tengo que pelear junto a mis compañeros.

Veo la estructura de la pirámide y analizo rápido mis opciones. La idea no es solo golpear la base que es donde más daño puedo hacer, sino que con el peso de la caída la torre se venga abajo. Voy dando vueltas mientras dejo caer las bombas como un pájaro liberando su cloaca con precisión mortal.

Las cosas se estaban poniendo complicadas, no por la dureza de aquellos enemigos, sino por su ingente cantidad. Morían rápidamente, pero nunca acababan, una horda interminable en la que cada muerto era rápidamente sustituido por otros dos. ¿Cuánto tiempo habían estado preparando aquél ejército? No importaba, era hora de acabar con todos.

Ahora que su forma verdadera había sido descubierta, no tenía ningún inconveniente en mostrar todo el potencial que aquél cuerpo demoníaco le otorgaba; además, al ver que Balthor se había podido transformar, esperaba poder modificarse aún más gracias a su alquimia; esperaba que funcionara. Sacó un pequeño frasco con su cola y se lo llevó rápidamente a la boca, bebiendo ávidamente, acostumbrado como estaba. Al hacerlo, sus músculos se ensancharon, sus dientes se volvieron más afilados y sus manos se convirtieron en garras. La espada, ahora, parecía una herramienta insignificante, pero aún así golpeó una última vez con ella, con tanta fuerza que partió por la mitad al monstruo que se había lanzado sobre él. Después la soltó y sonrió con sádico disfrute.

Tras ese momento, al igual que la pareja de furiosos felinos, él se convirtió en un salvaje vórtice de garras, dientes y cuernos, y cada golpe hacía que un necrófago fuera despedazado.

Varias saetas, disparadas con precisión y rapidez, impactaron en el pecho de aquellas criaturas. Aunque Abelgos había impactado en zonas humanamente vulnerables, aquellas criaturas no parecían verse afectadas por ello. A pesar de ello logró acabar con dos de aquellas criaturas. Por otra parte, Cylina, ofreció el descanso eterno a cuatro de sus enemigos los cuales no podían acercarse. En cuanto uno se acercaba lo suficiente, la bruja los apresaba con sus pálidos cabellos y los golpeaba sin parar contra la pared o incluso contra el resto de necrófagos. Por último, Aerin, fue aterradora. Sus bombas crearon un infierno, provocando que muchas de aquellas criaturas murieran con gran sufrimiento.

Cuando el olor a carne quemada saturó eclipsó el hedor putrefacto que desprendía el enemigo, este cesó por completo cualquier actividad hostil hacia los vigilantes, llegando incluso a replegarse hasta chocar contra la pared. Al ver esto, empalmaron las cuerdas que antes les habían apresado y comenzaron a descender. Fue entonces cuando fueron conscientes de los cortes sufridos a manos de las garras de sus enemigos. Heridas menores, nada grave. 

Una vez en el suelo, examinaron la puerta con gran detenimiento. Habían tenido un error que podía haber sido catastrófico de no ser por las obras alquímicas de Aerin; sin embargo no pensaban volver a cometerlo. De modo que repasaron varias veces la superficie de la puerta antes de intentar abrir el portón de salida. Gracias a ello, la aguda mirada del elfo oscuro encontró unos grabados arcanos que habían intentado ser ocultados con pintura. Al saber eso, Cylina se puso manos a la obra, dispuesta a desactivar la trampa. Tras examinar los glifos custodios y comprender su pauta, descubrió que estos seguían una pauta inversa de reacción, lo cual señalaba a un encantamiento de frío. Comenzó borrando los grabados de activación, para posteriormente incrementar la fuerza necesaria para activar la trampa, de modo que podrían abrir la puerta sin peligro alguno. 

Con el mecanismo arcano desactivado y los necrófagos aterrados, Abelgos sacó la llave y abrió la puerta con cierto nerviosismo. Aunque confiaba en las aptitudes de sus compañeras, sabía que las artes arcanas eran audaces, ingeniosas y traicioneras. Solo cuando el cerrojo se corrió sin ningún efecto y solo entonces, el arquero pudo respirar tranquilo. 

Al otro lado de la abertura encontraron una oscuridad amplia y profunda. No importó que sus ojos estuvieran acostumbrados a ver a la perfección sin la necesidad de la luz del sol, sus miradas fueron incapaces de escrutinar más allá de las tinieblas. Sin ningún otro lugar al que ir el grupo de aventureros se lanzó de lleno sobre él, apareciendo poco después en la parte inferior de la torre; sin embargo en aquella ocasión, la puerta que protegía el Sanctorium, estaba custodiada por varias personas encapuchadas.

- Esta mujer con la que hablaste, ¿piensa atacar a los guardaespaldas y nos pidió ayuda? ¿cuáles son sus motivos?. Siento que es una aliada demasiado conveniente. ¿Crees que podemos confiar en ella? -

Vicnan estaba ansioso por entrar en acción. Las siniestras sospechas de abducciones de niños lo habían alterado y su motivación de Inquisidor estaba más ardiente que nunca. Pero por otro lado su rival no era un simple hereje, sino un vampiro inteligente. Un paso en falso los pondría en una pésima posición.

La respuesta por nuestra parte fue contundente, me sorprendió la resistencia que habían demostrado esos seres al aguantar mis salvas pero mas aún el ataque con el cabello a modo de grande brazos y en igual media la destrucción que había generado aquellas viales explosivos de Aerin. 

Pero por fortuna la escaramuza fue corta y la brutalidad de nuestra defensa los atemoriza. Con cuidado descendemos por las cuerdas o liana y llegamos al suelo desde donde todo se ve contra perspectiva, me veo obligado a taparme un poco la nariz debido al hedor a carne quemada junto con un gruñido de queja.

En algún momento antes de empezar con la puerta vi que tenían heridas provocados por aquellas bestias.

-Antes de avanzar mas, sanaros las heridas si podéis, igual de la misma forma que me sanaste a mi... miro a aquellas cosas. Me preocupa que después poco después os de fiebres, que porten algún tipo de veneno o enfermedad.  Como cuando muerde un animal salvaje. 

También busco recoger las flechas que pueda, sustrayendo del cuerpo las que han sobrevivido a la piromancia y las caídas. Entonces si que abro la puerta con el corazón en el pecho y respiro aliviado de que nada sucedad los siguientes segundos, procedemos todos a atravesar a aquella oscuridad, de ser muy profunda haría algo de luz.

De pronto no hizo falta, volvíamos a estar en la torre, donde empezamos después de esa pifia. Pero ahora había compañía. 

¿Que se os ofrece? -Pregunto con tono autoritario. Me sentía confiado sabiendo que en la torre no se podía usar magia. 

El mar de enemigos contenido apenas por los dos corpulentos vigilantes, seguían atravesando su casi perfecta posición defensiva. Por ello, los necrófagos, guiados por la sangre derramada, consiguieron abalanzarse una vez más contra Alya y Agatosh. Esto, unido a las decenas de cuerpos apilados a su alrededor, provocó que el muro defensivo cayera. 

Las criaturas avanzaron en tropel como un enjambre perfectamente coordinado. Donde antes habían sido superados dos a uno, pronto aquello se convirtió en el verdadero infierno. Miraran donde miraran podían ver los ojos hundidos e inyectados en sangre de los necrófagos. Pronto, el espalda contra espalda y la lucha en la que primaba la mente fría, fue sustituida por una descontrolada y caótica. No existían aliados, tan solo muerte. 

Alya, inquisidora de Iomedae, trató de convocar su juicio sobre sus enemigos; sin embargo allí donde las llamas debían haber consumido la carne y purificado los corazones de aquellas criaturas, no había nada. De nuevo el ritual de Nalen´Dag había interferido en la lucha de manera negativa. ¿Cuánto más tardaría el arcanista en retirar el encantamiento? ¿Le había ocurrido algo?

Caidus lanzaba golpes en todas direcciones, pero la marabunta de enemigos le impedía poner en práctica un estilo de combate centrado en el uno contra uno. Al menos apenas le habían herido, lo que suponía un logro.

Al caer ser rebasados, vio al prisionero y trató de acercarse poco a poco a él, manteniendo su guardia y devolviendo rápidos puñetazos, aunque no muy contundentes, parecía ser.

—¡Protejamos al reo! ¡Que no lo...—se agachó para evitar un zarpazo, devolviendo un certero impacto con su nudillo derecho en el ojo putrefacto del necrófago—...maten! ¡QUE NO LO MATEN!

Balthor estaba extasiado, los enemigos no paraban de salir y salir, podía soltarse todo lo que quisiera que no se quedaba sin enemigos que destrozar.

Daba igual los icores nauseabundos y como la sangre coagulada se acumulaba a sus pies, el tigre seguía con su desenfreno destructivo. Está vez no falló un sólo golpe, todos impactaban y derribaban cuerpos por doquier.

Ronroneo lo pasaba peor con la acumulación de cuerpos, pero no cesaba en su fiereza, desde luego si caían no sería por cobardía.

-Diría que sí, y si no lo és, ya hemos encontrado a nuestro culpable, ¿no? Tras una pausa para reordenar sus ideas explicó lo hablado con ella. -Parece ser que una iniciada la advirtió, pero hizo caso omiso y al cabo de poco acabó muerta. La paladín ha estado investigando a todo el templo, pero esta suficientemente segura de la culpabilidad del sumosacerdote como para atacar directamente. Además, se supone que están en una especie de retiro, probablemente estén haciendo algún tipo de ritual que queremos detener. Debemos ayudar, preparemonos para esta noche.

- Bien, en ese caso conviene estar preparados. ¿Cuál es el lugar de encuentro? deberíamos reconocerlo primero, ver puntos de escape o posibles emboscadas. ¿Tal vez podríamos usar la pociones de disfraz?, así si todo falla al menos no seremos reconocidos -

- Y deberíamos volver al Beso para recuperar nuestro equipo y prepararnos -*