Partida Rol por web

Tal fue la seguridad de las palabras pronunciadas por Ildyra que los guardias los dejaron pasar tras unos segundos de indecisión. Ninguna palabra fue pronunciada por ellos, tan solo abrieron las puertas y esperaron a que las cruzaran, algo que los héroes no dudaron en realizar. 

Sin más dilación cruzaron el portón, encontrándose entonces en un patio interior salpicado de vegetación. El suelo de piedra, cubierto de hojas escarlatas, serpenteaba la habitación entre gruesos y ancianos árboles, hasta llegar finalmente a un sencillo altar. En el que se podía distinguir la figura encapuchada de Iomedae y frente a esta, la silueta de un hombre vestido con humildes túnicas. 

Cuando llegaron al final del camino empedrado, el que suponían era el sumo sacerdote, giró en redondo y les observó. En un comienzo la oscuridad gobernaba su rostro, la cual desapareció cuando este caminó en su dirección. Aunque en su lenguaje corporal y en su mirada, podía apreciarse una gran ira, detrás podían ver con claridad la melancolía de un hombre abatido. 

—Por los actos de Iomedae, ¿por qué osáis molestar mi retiro espiritual?— preguntó con enfado—. ¿Acaso no fui claro? Nadie, bajo ninguna circunstancia, podía interrumpir este proceso. 

Aunque el anciano tratara de mostrarse orgulloso y autoritario, lo cierto es que un observador perspicaz se habría percatado de que sus hombros se encontraban ligeramente caídos. Además, su voz sonaba ligeramente cansada, casi como si esperara que se marcharan simplemente por el poder de su estatus.

Mientras Caidus registraba el cadáver descuartizado, el resto se permitió el lujo de descansar y sanar sus heridas. Después de unos segundos de búsqueda, el arcanista tan solo encontró unas monedas en sus bolsillos. Nada de utilidad. 

Heridos y extenuados, el grupo caminó por la mansión Grigory, siguiendo el sonido del duelo arcano. Caminaron por los pasillos, los cuales estaban salpicados por los cadáveres de decenas de necrófagos, hasta finalmente llegar a la biblioteca. Varias estanterías habían sido volcadas, mientras que otras eran consumidas con fiereza por vigorosas llamas. El suelo por el contrario estaba cubierto de libros y papiros calcinados, y en medio de todo aquello se encontraba Nalen´Dag luchando contra los dos hermanos. Los conjuros chocaban entre sí, mientras que la alabarda de Zalgrán era detenida por una armadura que había cobrado vida.  A pesar de la superioridad numérica y la clara fatiga del archimago, este parecía tener las de ganar. 

Cuando los vigilantes llegaron a la sala, vieron en la mirada de Shandal el miedo ante la inminente derrota. Por ello fueron testigos de una decisión guiada por el miedo y el instinto de supervivencia. Con un rápido movimiento provocó que otra estantería cayera sobre el anciano arcanista, provocando que este tuviera que saltar hacia un lado para evitar el impacto. Aprovechando aquellos segundos, unido a la exuberante exhibición de la habilidad marcial de su hermano, Shandal huyó. Con rápidos movimientos, realizó los componentes somáticos del conjuro que le sacaría lejos de allí.

Superado en número, Zalgrán dejó caer la alabarda y levantó las manos en señal. En su semblante se veía la clara indignación por el abandono de su hermano, la cual instantes después se tornó risueña al ver como Nalen´Dag caía al suelo. Mientras Agatosh tomaba la alabarda y la enarbolaba frente al caballero, Alya se acercó al maltrecho arcanista y lo examinó. Tras unos instantes de inspección, a pesar de encontrar múltiples heridas de carácter superficial, descubrió que la vida del anciano se escapaba con lentitud del cuerpo del anciano. ¿Sería causado por la fatiga? ¿Una maldición? ¿Daños internos? Finalmente tras descartar aquellas posibilidades encontró la respuesta. Veneno.

Mientras sus compañeros realizaban lo oportuno, Balthor y Caidus examinaron su alrededor, buscando alguna señal del pupilo de Nalen´Dag. Aunque los componentes somáticos que había realizado pertenecían a los de un conjuro de teletransportación, ambos vigilantes se habían percatado de unos movimientos casi imperceptibles que canalizaban en un segundo plano el verdadero conjuro. 

Sin duda Shandal era un maestro del engaño. Había logrado confundir a sus compañeros, pero ellos sabían que él seguía en aquella habitación, invisible, observándoles, esperando una oportunidad, pero ¿para qué? ¿atacarlos? ¿matar a su antiguo maestro?

Atravesaron con poco alegría la mansión en pos de los sonidos de pelea arcana, a Balthor no le hacía gracia que les cayeran rayos y fuego, con lo que habían recibido antes. Gasto su última capacidad curativa antes de llegar, al menos que le pillaran en mejor condición.

Al entrar no esperaba ver esa escena, los hermanos estaban contra el mago ¿Quien era entonces con el que habíamos peleado? la madeja que los hermanos prepararon para nosotros era de las buenas, pero las cosas se les habían torcido. A Shandal se le daba bien engañarles, pero no contaba que Balthor estaba en su forma de tigre.

- ¡El hechicero es invisible, no se ha ido! Pero no voy a tardar en olerlo y morderle un rato.

El imponente tigre olfateo el aire al igual que su compañero animal.

Vicnan miró a Ayshel, ignorando por el momento las palabras del sumo sacerdote. 

- No veo a los guardias - murmuró. Su natural paranoia lo hizo mirar a su alrededor, buscando emboscadas. - Supongo que ahora tendrás que confirmar tus sospechas... -

A Caidus, maravillado por lo que vio al llegar a la sala, le habría gustado presenciar todo el despliegue mágico del archimago frente a Shandal y su hermano Zalgrán, contra quien ellos 4 habían pasado algún apuro. Pero llegaron sin tiempo de hacer nada ante lo que era un combate titánico.

Todo acabado, y huído Shandal, era el momento de recoger los frutos, aunque la balanza no parecía positiva. Sin embargo, el elfo se dio cuenta de algo peligroso y perturbador. Rápidamente, pensó la forma de actuar, pero cuando iba a comunicar mediante la magia a sus compañeros cómo actúar de tal forma que ni Shandal ni Zalgrán se enterasen, la impaciencia de Balthor echó abajo toda posibilidad de sorpresa y anticipación.

Aunque no todo estaba perdido. Miró a Alya y a Agatosh y les susurró¹ algo:

—Esposad o apresad a Zalgrán y ponedle una hoja al cuello. Que sólo un hermano sea un problema.

Luego transmitió² a Smurf la necesidad de olfatear la dirección en la que se encontraba Shandal. Si lo detectaba podría disipar su invisibilidad mágica.

— Ha sido usted acusado de confabular con seres de la oscuridad y enemigos de la ciudad. — Ildyra miró a la guerrera con la que había entrado haciendo una pausa, mirando su actitud, y después prosiguió.

— Va a venir con nosotros y explicarnos unas cuantas cosas si quiere limpiar su nombre. Por las buenas ...o por las malas, usted decide. — Su conciencia no le permitía atacar directamente sin conocer a aquella persona, pero desenvainó su arma y se puso en guardia. Esperando su respuesta mientras estudiaba su aura.

Abelgos desvela la baraja. Se acabó la discreción, si tiene un aliado entre los magos, acabamos de perder la ventaja de la posible sorpresa. Maldigo por lo bajo, y el dolor de mis heridas no es que me ayude.

- Un guerrero es un guerrero. Vive y muere por lo que cree. Aquellos que no lo hacen en la otra vida serán castigados. Hasta ahora me he tenido que contener, pero no lo habéis hecho mal. Si no paráis vosotros, habrá muertos. ¿Sois soldados a cargo de una entidad maligna? Sino, dejadnos pasar. Porque lo veo en vuestros rostros, no sois guerreros, el paso de la batalla es demasiado para vosotros, cargareis con la muerte por toda la eternidad, de un modo u otro. el evitarlo es fácil.

Los magos intentaron echarles por la vía diplomática nuevamente, lo que significaba que a lo mejor podía resolverse sin derramar sangre. Pero Abelgos decidió mandar a la mierda la infiltración y decir quienes eramos, si eran contrarios al nuevo archimago podía significar una gran oportunidad, pero si seguía el enfrentamiento tendrían que matarlos a todos para que no quedase constancia de que la hermandad estaba tras el ataque.

—Hacedles caso, no creáis que estamos en inferioridad por ser menos—. Mientras hablaba sus cabellos empezaron a elevarse a su alrededor en toda su extensión, pudiendo recordar a enormes serpientes blancas que retorcían alrededor de su cabeza. —Hemos venido a ayudar por las buenas o por las malas, sed listos y escoger por las buenas.

El arcanista que parecía tener la voz cantante dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo, provocando así que la quintaesencia acumulada se disipará sin crear ningún efecto. A pesar de ello sus compañeros continuaron con sus conjuros preparados, no acababan de fiarse. 

—Si tenemos miedo, no es porque temamos perder, sino porque tememos perder nuestras vidas— respondió tras emitir un suspiro—. Me temo que sois vosotros quienes deberíais rendiros de no ser ciertas las palabras de vuestra compañera. 

» Chica— llamó el hombre, refiriéndose a Abelgos—.Si de verdad sois de la hermandad y el enemigo es un vástago. Explicadnos. ¿Qué es lo que esta ocurriendo realmente en la ciudad?¿Qué buscáis hacer en este lugar? 

El resto de magos, al ver como su compañero se mostraba relajado y parecía que había un momento de tregua, decidieron imitar a sus compañeros. La electricidad estática, producida por la acumulación arcano, comenzó a reducirse, hasta que finalmente los vigilantes dejaron de sentir aquel cosquilleo en el vello de su cuerpo.

Cuando el elfo oscuro respondió a la pregunta, los eruditos de la sala se revolvieron incómodos. Murmullos de incomprensión, se mezclaron con desprecio y enfado. No podían creerlo. De modo que hicieron lo lógico. Solicitar mas información

—La guardia nos mostró pruebas fehacientes de los macabros rituales de Nalen´Dag, así como de la conspiración realizada por vuestra hermandad para obtener el control de Norul— añadió poco después esperando una explicación, aunque sabía cual era la respuesta. 

Gruñí al ver que las otras dos elegían ser itimidatorías antes que intentar no derramar sangre inocente. Y cuando por fín parece que el plan parecía surtir efecto les dediqué una mirada y gesto de reproche.

-Falsificadas. -Respondí rápidamente. -Con el fin de suplantarlo y poner a un peon en su lugar, lo cual funcionó. ¿Por que la guardia haría eso? Porque pasó exactamente eso mismo con el jefe de la guardia previamente, fue sustituido por un ghoul infiltrado. Y es posible que haya hecho esa misma jugada en mas puestos estratégicos. 

Habreís oido que Nalen`Dag fue sacado de las celdas, fuimos nosotros. Hubo heridos y algún muerto por qué los guardias no quisieron escucharnos, obedecían ordenes y no nos quedó mas remedio que defendernos. -Suspiró con pesar. 

-La hermandad no busca poder, solo ayuda al desvalido y socorre al indefenso. No quiero que mas gente muera siendo manipulada, ayudadnos, por favor. 

Salvado por poco, Agatosh se retiró, débil, contra una pared. Apoyado contra esta, se dejó caer, arrastrando la espalda, hasta caer sentado al suelo; notaba como la ira que le había embargado unos segundos antes se disolvía, y con ella parte de las fuerzas que le habían mantenido en pie. Cansado y malherido, sabía que no duraría mucho, así que rápidamente sacó sus viales y herramientas y comenzó a realizar unos preparados, que se bebió nada más tener listos. Más recuperado, añadió otro frasco a la colección que vació, para a continuación llevarse una poción a la boca, hacer una gárgara, y después escupirla de vuelta, habiendo absorbido previamente el efecto, de lo que daba fe su endurecida piel.

No había tiempo para mucho más, y los sonidos del duelo mágico que estaba desarrollándose unos pisos más abajo indicaba que no habían acabado allí; el enemigo derrotado no había sido más que un señuelo, y los verdaderos hermanos debían encontrarse luchando contra el archimago, que posiblemente estaría en un aprieto.

Descendieron rápido pero con cautela, conscientes de que la trampa podía no haberse cerrado del todo aún, y más sorpresas podrían aparecer tras cualquier esquina; no fue así, a excepción de lo que vieron en la biblioteca donde se llevaba a cabo el combate entre el arcano y su pupilo, además del que debía de ser el verdadero Zalgrán. Shandal pareció escapar, y aunque con sus artimañas no engañó su olfato, si que hizo que el otro Gregory se rindiera, creyéndose abandonado a su suerte; mal por él, pues acababa de sellar su derrota. Antes de que se arrepintiera o se diera cuenta del engaño, recogió su alabarda y le amenazó con ella, acercándole la hoja al cuello, un filo que, como confirmó Alya al examinar a Nale'Dag, bien podría estar envenenado.

—Si te mueves, acabarás mucho peor que él —avisó.

Uno menos y solo quedaba encontrar al otro, al que pronto darían su merecido.

- Agatosh, espero que tengas algún antídoto por ahí. - escuchó en su cabeza el alquimista, en lo que la devota de Iomidae se inclinaba para seguir atendiendo al malherido archimago.

Lo hacía en la mejor de sus capacidades, que, por desgracia para la ocasión, no era demasiado prometedora. Alya tenía sus propios medios de lidiar con el veneno, pero sólo en sí misma. Dado que había sido un equipo de uno durante mucho tiempo, jamás se le había antojado que aquello fuera un problema de alguna importancia... Pero en aquel momento, sin duda lo era. Particularmente porque, con Shandal como un chacal al acecho y la velocidad con la que el veneno parecía estar actuando, no era como si pudiera dejarlo estar y atenderlo después.

Confiando en los sentidos de sus camaradas y en la protección que pudieran otorgarle, se puso de inmediato manos a la obra, sacando de su morral su equipo de curandera y la única poción que llevaba de utilidad en aquellas circunstancias. Gentilmente, se la hizo beber al Nalen'Dag en lo que murmuraba una de las plegarias más sencillas que conocía a Iomidae, intentando identificar el veneno que le afligía.

La poción les haría ganar tiempo, pero poco más, salvo que en el caso particular de que el veneno fuera producto de un efecto puramente mágico. Tampoco tenía ninguna respuesta concluyente de la guía de su deidad, dada la urgencia del ruego.

No le quedó más que confiar en sus conocimientos mundanos de sanación y en las buenas herramientas de su equipo médico para empezar a tratar el veneno desconocido y ayudar al archimago a tener una posibilidad de, al menos, dejar de empeorar.

- Tengo grilletes. Y necesito ayuda aquí. - Dijo en voz alta, añadiendo en sus mentes para todos los aliados que la estuvieran viendo en aquel momento - No tengo modo de tratar el veneno.

Cuando la joven inquisidora dió aquel brebaje al aturdido archimago, sintió como sus pulsaciones se estabilizaban, para posteriormente comenzar a acelerarse de manera inevitable. En un comienzo aquello no tenía sentido; sin embargo pronto lo tuvo. Dos venenos habían sido inoculados, uno de ellos había sido neutralizado gracias a la poción de restablecimiento, mientras que el otro, uno de carácter natural seguía causando estragos. El cuerpo del maltrecho anciano antes estaba muriendo, ahora simplemente intentaba compensar el efecto nocivo desconocido. ¿Lo lograría?

—Ni un músculo— respondió Zalgrán con una sonrisa en los labios—. Una lastima lo del anciano, ¿verdad?

Por otra parte, mientras Agatosh retenía a Zalgrán, los demás intentaban encontrar al desvanecido Shandal. Encontrar su aroma y seguirlo no fue especialmente difícil; sin embargo cuando Balthor y Ronroneo estaban apunto de darle alcance, este desapareció. Aunque quizás el término más exacto sería: ser sustituido. El lugar donde había estado momentos antes, había aparecido de imprevisto cadáver de un necrófago. 

En la segunda ocasión, cuando el corpulento bárbaro sintió el aliento de su rival y Caidus comenzaba a lanzar su conjuro para hacerlo visible, todos sintieron la generación espontánea de una electricidad estática. La acumulación de quintaesencia por parte del enemigo, provocó que el vello de sus cuerpos se erizara en respuesta, vaticinando un conjuro de gran poder. ¿Qué sería? La desaparición del aroma de Shandal respondió por sí sola aquella pregunta. En aquella ocasión sí se había marchado del lugar. 

—No llevo, lo siento —respondió mentalmente de manera inconsciente, en un acto reflejo. Lo cierto es que él era bastante resistente a los venenos, y nunca había necesitado antídotos, por lo que no solía llevar.

Sin embargo, si aquél idiota había envenenado al mago, posiblemente llevaría el antídoto encima, pues siempre se corría el riesgo de sufrir un percance mientras se trataba con la ponzoña.

—Muy gracioso —dijo a Zalgrán, sin pizca de humor—. Verás, tu hermano te ha abandonado del todo... —Su olfato así lo corroboraba—. Estás solo, y tu suerte va a depender de lo cooperativo que seas durante los próximos minutos. Ayúdanos y vivirás. No lo hagas y te descuartizaré, devoraré tu carne delante tuya mientras aún sigues vivo, y me beberé la sangre que salga de tus miembros cercenados; y cuando mueras, arrancaré tu alma de ese saco pútrido en que te convertirás y la dejaré atrapada hasta que pueda llevármela al Abismo, dónde te torturaré hasta el fin de los días. —Acercó su rostro demoníaco—. ¿Me has entendido, verdad? Bien —Asintió—. Quiero el antídoto. Y después que me digas que hacíais en el sótano de este lugar, que sabes de tu hermano y el vampiro al que sirve, o al que servís, y que otros aliados tenéis en la ciudad o fuera de ella.

Salvar al archimago y obtener información era lo único que podían hacer ya. El resto, estaba en manos de los otros grupos; confiaba en que el enviado a la Torre hubiera sido capaz de colarse a tiempo y que Shandall estuviera lo suficientemente débil en caso de pillarles en el proceso. El grupo encargado de la Catedral, por el momento, estaba solo.

- ¿Oh, escuchas eso? Te han llamado chica. Ese chiste si que es bueno - cuando una se dirige al borde de la muerte, ya no le importa nada. Y la verdad es que me está saliendo la vena sádica. No es buen momento, pero mi temperamento está surgiendo. Sonrío a Abelgos. Tomarle el pelo es divertido.

- No sé, lo de los necrófagos de antes no era la trampa que usaría alguien inocente, precisamente. Alguien que se guíe por el camino que llamáis justo no usaría a monstruos, si esa trampa la colocó Shandal, no podéis decir que sea el mayor santo, ¿no? La nigromancia es la menos noble de las artes arcanas. Eso no habla bien de vuestro nuevo jefe y si va en la línea de que se ha aliado con un vampiro. Y también os digo, prefiero morir que volver a ser el juguete de ese vampiro, ya me intentó comer el cerebro una vez y no fue nada agradable, ¿o de donde creéis que vienen las desapariciones de jovencitas? ¿Del archimago? Venga ya. El chupaangres se está dando un festín y comiéndoos la cabeza mientras bailáis a su son.

Además, si quisiera pelear en serio y fuese malvada, os hubiese lo mismo que a esas cosas, en vez de simplemente dormiros, el azufre huele bien en ocasiones, y todavía me quedan unos cuantos explosivos. Prefiero no utilizarlos, sinceramente, pero cuando se trata de no muertos o de sus esclavos mentales, pues no me parece tan mal.

El maldito mago tuvo que escapar, vaya tipo cobarde, en cuanto sus rayitos no valen para nada, se largan como un perrillo apedreado.

- No tengo antídoto, pero puedo echar una mano - con un gesto Balthor puso su manaza sobre el archimago y una energía sanadora entro en el maltrecho cuerpo - esto nos dará tiempo, intentaré saber que han usado como veneno, creo que lo tengo.

- Zalgran, tu pequeño truco no servirá, así que empieza ha hablar o lo que deje de ti mi compañero será para mi, estás a tiempo de hacer algo inteligente.

Estaban en un punto importante, si sacaban algo del desgraciado esto merecería la pena, no quería para nada volver con las manos vacías.

Los tres héroes allí reunidos, solicitaron a sus dioses el poder de su mirada. Este, como otras muchas veces, fue otorgado, permitiendo ver a los devotos un aura grisácea ligeramente blanca. Aquello indicaba un alma mundana con inclinaciones hacia la bondad, humildad y empatía. Tras esto Ayshel los miró confusa, sin saber muy bien que hacer a partir de ahora. 

—¿Confabular yo?—preguntó el sumo sacerdote con gran desprecio e incredulidad—. ¿Cómo osas realizar tales acusaciones?

» ¿Una pagana en mi templo?— dijo poco después de que Ildyra desenfundara sus armas, tras lo cual gritó—. ¡Guardias! ¡Enemigos de la fe! ¡Guardias!

—No señor— musito Ayshel intentando explicar lo ocurrido—. Verá, una antigua novicia llamada Hanna…

—¡Silencio!— interrumpió el anciano con voz asustada mientras retrocedía. 

Instantes después los dos guardias que custodiaban la puerta, entraron en la sala, armados y con el rostro en tensión. No tardaron en gritar las palabras esperadas, una orden simple de entender, pero difícil de acatar. 

—¡Rendiros!— grito el hombre. 

—Deponed las armas herejes— añadió su compañera. 

¿Qué debían hacer los vigilantes? ¿Debían luchar? ¿Dar explicaciones de sus actos? Demasiadas preguntas surcaban sus mentes. Debian darse prisa en decidir, pues los defensores del sacerdote no parecía que fueran a darles mucho tiempo. 

El usualmente imperturbable gesto de Alya se relajó un poco cuando el druida intervino y la ayudó a ganar tiempo. Hasta casi se podría decir que se le adivinó un principio de sonrisa al ver que el estado, dentro de la gravedad, se volvía más estable.

No cambiaba el hecho de que lo más probable era que tuvieran que hacer una retirada estratégica para poner a Nalen'dag a salvo y en manos que de verdad pudieran garantizar su recuperación, pero al menos habían conseguido asestar un golpe a la corrupta organización que tenía sus garras afincadas a la ciudad. La pérdida de Zalgrán y su intimidante presencia y el golpe al orgullo de Shandal, si nada más, pondrían a sus enemigos en movimiento, y así serían más fáciles de encontrar e identificar.

Si a eso se le añadía la medida de éxito que los demás pudieran haber tenido... No habrían cumplido con los objetivos planeados pero en conjunto, tampoco volverían con las manos vacías. El ceño de Alya se frunció un poco con esto, no le gustaba no conseguir lo que se hubiera propuesto, pero en ocasiones el fracaso era inevitable.

Aunque eso no lo hacía más fácil ni agradable...

Su mirada se clavó en Zalgrán a continuación, dejando que Agatosh llevara la voz cantante en el interrogatorio, añadiendo la penetrante sensación de su mirada al efecto... Y el silencio de una devota de Iomidae al destino de su alma. También, preparada para captar el más mínimo indicio de su Segunda Voz y comprobar la veracidad de cualquier cosa que dejara sus labios.

Una vez que Shandal había huido poco podían hacer ahora. Zalgrán estaba, pero había que asegurarse de que no hiciera más daño. Mientras los demás le esposaban, Caidus examinó el estado del archimago. Tras comprobar el veneno que tenía, y compartirlo con Balthor, se acercó a Zalgrán y trató de detectar cualquier elemento mágico que pudiera tener conjurando otro hechizo.

Mientras extraía sus conclusiones, intentó captar cualquier otro detalle en el detenido. ¿Algún vínculo apreciable a simple vista con el vampiro?